10 de marzo de 2020

VALENCINA DE LA CONCEPCIÓN 2020

En 2009 tuve la ilusa ocurrencia de ir por las buenas a ver el Tholos de Matarrubilla. Por aquel entonces había oído hablar bastante de él y del de La Pastora, que está muy cerca, tanto que pensé que tenían que estar abiertos a las visitas sin más. Esos dos monumentos megalíticos están muy cerca del casco urbano de Valencina de la Concepción, una localidad de 7.800 habitantes que dista unos 8 kilómetros de Sevilla capital. Por fortuna, el pueblo donde vivo tampoco está muy alejado de Valencina y no me supuso un gran esfuerzo ir hasta las inmediaciones del tholos, porque al llegar allí lo único que vi fue una especie de solitario bunker rodeado de maleza en mitad de un campo de olivos, que protegía a la tumba prehistórica y que estaba cerrado a cal y canto. Eso sí, el día que hacía era maravilloso y, al menos, disfruté durante un rato del encanto que siempre regala el entorno campestre del Aljarafe sevillano en primavera.

Durante once años no he vuelto a hacer el más mínimo esfuerzo por intentar ver los megalitos de Valencina. En ese tiempo, tanto Ana como Julia han ido con el colegio a conocer esas joyas del calcolítico, pero yo no me había planteado hacer otro intento. El otro día, sin embargo, mientras buscaba alguna excursión que hacer que fuera compatible con mis complicadas circunstancias actuales se me encendió la bombilla, me metí en Internet y vi que, en efecto, con un poco de previsión los monumentos se pueden ver, aunque están sujetos a un régimen de visitas que se basa en las reservas previas. No hay taquillas por ningún lado y en el caso del Tholos de Matarrubilla ni siquiera hay un recinto vallado que impida llegar hasta el bunker protector. En mi caso, no tuve inconveniente en reservar, el problema es que, hasta que cambie mi situación, trabajo de lunes a domingo y solo puedo ir a los sitios de lunes a viernes entre las 9'30 y las 13'00 horas, siempre que no me aleje demasiado y pueda entrar a trabajar en Sevilla a las 14'15. Los fines de semana ni eso. Para visitar el llamado Enclave Arqueológico Dólmenes de La Pastora y Matarrubilla te citan a las 10'30 en el Museo de Valencina, que está en el centro del pueblo, y luego, tras desplazarte por tus propios medios, te abren las construcciones y te las enseñan en la siguiente hora. Para mí, por tanto, el horario era perfecto y realicé una reserva para el pasado viernes.

Por lo que respecta al Museo, el mismo está en la Casa de la Cultura de Valencina, es decir, no tiene un edificio propio. Lo que han hecho ha sido habilitar allí una sala para montar una exposición relacionada con los tholos y usar un salón de actos anexo para poner tres documentales introductorios.




A mí me gustaron tanto la exposición como los documentales. Las instalaciones están muy bien mantenidas, allí tampoco hay taquillas ni nada que se le parezca, es un trabajador del Ayuntamiento el que le abre las puertas a los que han reservado y se va, pero no resulta cutre, la sala donde ponen los audiovisuales es como un cine y la zona de exposición no es muy grande, pero estéticamente no tiene nada que envidiarle a ningún museo arqueológico que yo haya visto, los paneles que leí me resultaron muy ilustrativos, hay buenas maquetas y las piezas de las vitrinas están expuestas con orden y cuidado.


Los documentales, por otro lado, también me parecieron resultones. El primero fue una simple introducción a lo que íbamos a ver (es el típico documental que parece una clase con imágenes), en el segundo estaba recreada con brevedad una ceremonia de enterramiento y el tercero fue un corto de dibujos animados infantiles en el que se podía contemplar de manera idealizada como vivía la comunidad que levantó los tholos. Por desgracia, parece que los documentales tienen 30 años y se han quedado algo desactualizados. Por ello, se dicen cosas que después de tres décadas de nuevas investigaciones ya no son verdad. Chasco. En cualquier caso, están bien hechos y la mayoría de las cosas que cuentan son ciertas. Con respecto a la exposición, por lo visto lo que se muestra es solo una pequeña parte de lo que se ha sacado de la tierra en el entorno de los monumentos funerarios (lo demás está bajo llave en dos depósitos). No me parece mal, es imposible enseñarlo todo y entiendo que es más acertado enseñar poco y bien que mucho y mal, el dinero es el que hay y pienso que allí está bien aprovechado.


Una vez que recorrimos con calma el Museo el señor del Ayuntamiento nos indicó que podíamos ir a conocer los monumentos, empezando por el Tholos de La Pastora. Para llegar a él cogí mi coche, las otras seis personas que estaban haciendo la visita conmigo se fueron por su cuenta y al rato nos juntamos de nuevo en la puerta de la valla metálica que protege el megalito y sus inmediaciones. La misma está como a 150 metros de las últimas casas de Valencina, de hecho tiene anexas las instalaciones de una empresa de telecomunicaciones, pero estando allí tienes la sensación de estar en mitad del campo. El sitio es fascinante.


Junto a la puerta del recinto había una caracola prefabricada de donde salió Juan, el guía que nos iba a acompañar y que empezó por conducirnos por un camino de tierra hasta la entrada del bunker que protege el tholos.

Yo, personalmente, estoy llamando tholos a estos monumentos, porque realmente no son dólmenes, por lo que he leído, pese a que a menudo se les llama así. En los dólmenes las grandes losas que cubren el enterramiento se apoyan sobre piedras verticales. Sin embargo, lo megalitos de Valencina son construcciones de planta circular y revestidas de piedra a las que se accedía por un pasillo, que era estrecho porque no tenía en medio ningún tipo de viga vertical que sustentara el techo.

Hecha esta puntualización, hay que decir que el Tholos de La Pastora es una pasada y no tiene nada que enviadiarle, por ejemplo, al de Antequera, que hace poco fue nombrado Patrimonio de la Humanidad. El de La Pastora está impecable, tiene tres partes y dos de ellas no hubo que reconstruirlas. Solo se ha conservado peor el primer tramo, que perdió con los años la cubierta y el grueso de los muros laterales.


Todo lo demás se ve tal y como fue erigido hace 4.000 años. Además, pese a que su cámara es relativamente pequeña (mide 2'5 metros de diámetro), el pasillo subterráneo que llega hasta ella es el más largo que se ha descubierto en construcciones similares en la Península Ibérica (creo recordar que Juan dijo que era el segundo más largo de Europa, pero de esto no estoy seguro). Mide 45 metros y no es apto para clautrofóbicos.


Se da la circunstancia, por otro lado, de que la orientación astronómica de la embocadura del túnel es anómala, ya que apunta al ocaso, no al lugar por donde sale el sol, como suele ser habitual en este tipo de estructuras funerarias. En resumen, aquello es una joya, por lo que me fui muy satisfecho de haber disfrutado de esa visita casi personalizada.



Tengo que añadir, aparte de esto, que coincidimos en La Pastora con un grupo escolar que estaba de excursión. Ellos ya habían salido del tholos cuando nosotros llegamos y estaban fuera con algunos monitores, participando en unas actividades educativas relacionadas con la prehistoria.


Los niños y niñas no tendrían más de 5 o 6 años y la situación me resultó entrañable, porque al verlo me pude imaginar con facilidad lo bien que se lo debieron pasar Ana y Julia cuando hicieron lo mismo con sus compañeros de colegio. La ilusión y la inocencia pura de esos niños que correteaban por allí me enterneció y a eso se sumó la sensación de feliz nostalgia que me produjo la visión del campo que rodea el tholos, que estaba muy verde y cuajado de esas flores silvestres que en primavera son tan características en el Aljarafe y que me recuerdan a mi niñez, cuando yo tenía precisamente 6 o 7 años y, dado que vivía no demasiado lejos, pasaba los días de fiesta jugando en descampados similares, más feliz que una perdiz.

En definitiva, la divertida mañana tuvo para mí también un componente sentimental importante. Aparte, la visita está montada de tal manera que uno tiene tiempo de observar aquello con tranquilidad. Gracias a eso pude incluso subir al túmulo bajo el cual está la tumba.


La zona arqueológica en la que están el Tholos de La Pastora y el de Matarrubilla es enorme, puesto que supera las 400 hectáreas, lo que indica que el gran promontorio sobre el que se situaba fue un sitio de mucha importancia allá por el 2.000 a. C. De hecho, se conocen en los alrededores otros tres monumentos del calcolítico además de los dos visitables, y se sabe que bajo la tierra puede haber de todo, no solo por la parte que aún es campo, sino también debajo de las casas de Valencina, que es donde estuvo el asentamiento que dio lugar a los megalitos.

La última parada de la mañana fue en el Tholos de Matarrubilla. Como pude comprobar, los alrededores del bunker de hormigón que lo protege están más arreglados de lo que lo estaban hace una década, pero eso no significa que aquello parezca un yacimiento prehistórico, ya que no hay ni valla. Resulta que aquel olivar es privado y el dueño permite que se acceda a la finca para enseñar el monumento, pero poco más.



El Tholos de Matarrubilla es menos vistoso que el de La Pastora, en parte porque está más reconstruido. La razón de esto es que fue literalmente volado con dinamita en 1917, que es cuando se descubrió. Por lo visto, un agricultor que estaba arando el campo se encontró con un pedrusco que le molestaba y que no fue capaz de quitar, por lo que decidió volarlo por los aires. La piedra era, realmente, un saliente del tholos, por lo que el mismo se vino abajo con la explosión e incluso hubo rocas que salieron despedidas varios metros. Algunas se han dejado donde cayeron.


El megalito, por su parte, se reconstruyó intentando dejarlo como estaba, aunque no se consiguió del todo. Además, es menos grande que el de La Pastora, está hecho de ladrillos de arcilla, no de pizarra, y no tiene el suelo de piedra, sino de tierra apelmazada.


Sin embargo, en su cámara guarda una novedad que sí lo hace especial: se trata de un gran bloque de roca tallada con un rebaje en la parte superior, que no se sabe para qué se usaba (quizás era una mesa de ofrendas o un altar), pero que es único y que llama mucho la atención.


En definitiva, la visita fue entretenida, distendida, relajada y muy personalizada. Como éramos solo siete personas se puede decir que lo que hicimos con el guía fue charlar sobre lo que íbamos viendo. Eso es siempre mucho más ameno e instructivo que asistir a una clase magistral.

Por lo que a mí respecta, la mañana dio para un poco más, ya que no quise dejar de aprovechar la ocasión para conocer un poco Valencina como población. Yo en ella con anterioridad había estado dos veces, pero en la primera estuve comiendo en un lugar que no he conseguido ubicar y en la segunda no me moví del entorno del Polideportivo Municipal Diego de Paz Pazo, puesto que fui a correr una carrera que empezó y acabó allí. Del pueblo, por tanto, apenas si recordaba nada. Por ello, dado que nos habían citado en la Casa de la Cultura y que la misma está muy céntrica, me fui un poco antes y aparqué algo más lejos, para dar un paseo y acceder al meollo de Valencina a pie. En concreto, aparqué en la Calle Mariana de Pineda, que es muy larga y que va del extremo este de la localidad hasta el centro. Su comienzo atraviesa la zona de chalés con jardín que compone el sector occidental del casco urbano valencinero, pero en un determinado momento el pavimento pasa a ser de adoquines y a partir de ahí se accede la parte más tradicional de Valencina.


En ella está la Plaza de España, que tiene unas curiosas gradas en uno de sus lados y que es adonde se asoma la Casa de la Cultura.


No muy lejos, en la Plaza Nuestra Sra. de la Estrella está el edificio del Ayuntamiento y la Iglesia de Nuestra Sra. de la Estrella.


Tras la visita, a eso de las 12 de la mañana, como todavía tenía tiempo conduje de nuevo hacia el pueblo y esta vez aparqué en el lado oriental. Desde allí me volví a dar un paseo que me llevó otra vez a la Plaza Nuestra Sra. de la Estrella. Gracias a eso vi el centro desde varios ángulos, por lo que comprobé que en general está muy cuidado y que guarda un cierto aire tradicional que hace que resulte atractivo.


Al filo de las 13 horas acabó mí jornada turística en Valencina de la Concepción. En ella vi cosas muy relevantes que hay que conocer, sobre todo si se vive en el entorno, ya que no es lógico irse al fin del mundo a ver cosas si luego se ignoran relevantes maravillas que están a 5 kilómetros de casa. También conocí el casco urbano del pueblo, por lo que di la mañana por muy bien empleada.



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado VALENCINA DE LA CONCEPCIÓN.
En 2006 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 31'4% (hoy día 62'9%).
En 2006 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 10'8% (hoy día 20'6%).