30 de septiembre de 2017

BERLÍN 2017

Berlín forma parte del selecto club de ciudades que no solo destacan por su importancia objetiva, sino que van más allá y han alcanzado un estatus casi mítico. En esas ciudades se junta todo: bienes culturales de primer nivel, eventos de importancia mundial, lugares que han marcado la historia, monumentos que se han convertido en iconos de la grandeza humana, sitios que nos resultan familiares incluso sin haberlos visto en persona,... Berlín es una metrópoli pródiga en todo eso.

Hasta la fecha yo había estado en Alemania dos veces, pero siempre me había movido por el suroeste del país. No obstante, la idea de correr el Maratón de Berlín la tenía en la cabeza desde hacía tiempo, así que sabía que tarde o temprano acabaría volviendo al país teutón para visitar su capital. Este año por fin me decidí a organizar el viaje al citado maratón y, en consecuencia, hemos cerrado el verano pasando tres días en Berlín. La mañana del tercero de los días la dediqué a correr la carrera, esa había sido la excusa para montar la escapada, pero el resto del tiempo lo gastamos en explorar, en la medida de lo posible, la ciudad germana. Debido a la magnitud de la prueba que iba a disputar intenté reducir un poco el efecto machacante que uno sufre cuando visita grandes urbes y, ciertamente, el ritmo que nos marcamos fue algo menor que el que llevamos el pasado mes de agosto en Amsterdam, sin ir más lejos, pero aún así no está la cosa como para dejar pasar oportunidades, por lo que intentamos sacarle a Berlín todo el jugo posible.


Las maravillas que hay que ver en Berlín son muchas y el tiempo del que disponíamos era poco, así que intenté organizar los días para que pudiéramos echarle el ojo a las cosas que más nos apetecían. Sin embargo, esta vez solo llevábamos una visita reservada con antelación, la de la cúpula del Reichstag.

El Reichstag es un edificio con una larga historia. Durante años fue la sede del parlamento (llamado Reichstag) en cada uno de los diferentes regímenes que se sucedieron en Alemania desde la segunda mitad del siglo XIX hasta 1944. Tras la Segunda Guerra Mundial el edificio quedó muy maltrecho y, pese a que estaba en el lado occidental de Berlín, la situación en la quedó la ciudad hizo que cayera en desuso. En 1955 el parlamento de la República Federal Alemana, que se había trasladado a Bonn y era llamado desde 1949 Bundestag en vez de Reichstag, decidió restaurar el edificio, las reformas acabaron en 1973, pero nadie se planteó entonces volver a utilizarlo como sede del parlamento, ya que la parte occidental de Berlín estaba completamente rodeada por la RDA y Bonn seguía siendo una ciudad mucho más idónea como capital. Con la reunificación alemana la sede del Bundestag ya sí se trasladó a Berlín y el Reichstag recuperó su estatus de sede del poder legislativo de Alemania.


Sin embargo, para que el edificio pudiera cumplir de nuevo su recuperada función era necesario modernizarlo y en el marco de esas reformas se construyó su cúpula transitable de cristal, diseñada por el arquitecto Norman Foster, que se ha convertido en una gran atracción turística en Berlín y que es lo que nosotros fuimos a ver.

La visita al tejado del Reichstag fue gratuita, pero para poder subir tuve que hacer una reserva previa en la que di nuestros datos y luego, una vez allí, tuvimos que atravesar un control de seguridad similar al de un aeropuerto. Tras el trámite nos montamos en un ascensor que subió directamente al nivel superior.



La visita la realizamos con una audioguía que nos dieron nada más salir del ascensor. Con ella subimos la rampa que va ascendiendo hasta la parte superior de la cúpula, de manera que fuimos oyendo de manera paulatina cosas acerca de la propia estructura y de las vistas de Berlín que se iban viendo. Fue muy interesante.



Como colofón, pudimos dar un paseo por la azotea del edificio. La verdad es que tuvimos mucha suerte, porque la tarde era maravillosa.


Por desgracia, no vimos nada del interior del parlamento (debajo del cristal que se ve en la foto de abajo está, por lo visto, la sala de plenos del Bundestag, pero no se distingue nada).


Por una casualidad para nada planeada (como es lógico), el fin de semana que nosotros estuvimos en Berlín se celebraron en Alemania elecciones generales, de manera que la persona que maneja los hilos del país desde el Reichstag podría haber cambiado tan solo dos días después de haber estado nosotros allí. Finalmente no fue así y Angela Merkel fue reelegida canciller por otros cuatro años. 


Ya que estábamos en Berlín, el día de las elecciones le propuse a María que fuéramos a votar, al fin y al cabo lo que se decide en Alemania acaba afectando bastante a la Unión Europea y, por tanto, a España, pero pronto llegamos a la conclusión de que con eso no iba a ser suficiente para que nos dejaran meter allí el papelito en la urna...

Bromas aparte, además del edificio del Reichstag los otros dos platos fuertes de Berlín que quería ver sin falta eran el Museo de Pérgamo y el Mauermuseum - Haus am Checkpoint Charlie (el museo que está dedicado al Muro de Berlín).

El Museo de Pérgamo es uno de los cinco grandes museos de la Isla de los Museos berlinesa y fuimos a verlo el domingo por la tarde, una vez que yo ya había acabado el maratón.


Una de las principales joyas del Museo de Pérgamo es el Altar de Pérgamo, que por desgracia no se podía ver, dado que están reformando su sala, pero en cambio sí pudimos disfrutar sin problemas de la Puerta de Ishtar y de la Vía Procesional de Babilonia.



También me dejó con la boca abierta la Puerta del Mercado Romano de Mileto.


El Museo de Pérgamo es un solo museo, pero en él están diferenciadas tres colecciones: una dedicada a las antigüedades clásicas, otra centrada en el arte del Próximo Oriente y otra tercera dedicada al arte islámico. En esta última parte me impresionó ver un trozo de la Alhambra (la mayor parte de las maravillas del museo son obras de arte arquitectónicas que se han trasladado allí tal cual).


Con respecto a lo de la Alhambra, no tenía ni idea de que hay trozos de la misma que no están en Granada. Por lo visto, el techo que está en el Museo de Pérgamo se lo llevó a Alemania un banquero llamado Arthur von Gwinner en el siglo XIX, en una época en la que partes del palacio eran todavía privadas (digamos que no expolió la Alhambra, sino que se llevó algo que consideraba suyo). En los años siguientes la vicisitudes que sufrió el techo no fueron pocas, pero en la actualidad parece que esa obra maestra de la carpintería ya ha encontrado acomodo definitivo en Berlín (en la Alhambra, en la Torre de las Damas, que es donde estaba, por lo visto lo que hay es una réplica).

El otro museo que vimos, como he dicho, fue el Mauermuseum - Haus am Checkpoint Charlie. El Muro de Berlín dividió la ciudad en dos partes durante casi tres décadas, miles de ciudadanos vieron su vida marcada por ese lamentable hecho, pero me sorprendió muchísimo que los berlineses, lejos de tratar de esconder ese pedazo de su historia, han convertido el Muro de Berlín en uno de sus signos de identidad. Hay tramos de Muro por todos lados, toda la ciudad está plagada de recuerdos al mismo, lo que, a mi modo de ver, es un síntoma de la fuerte personalidad de los alemanes (el trozo de la foto de abajo estaba justo enfrente de nuestro hotel).


En Niederkirchnerstrasse, no muy lejos de Checkpoint Charlie, había otro tramo que se ha conservado tal cual.


Los alemanes han corregido su pasado, no se enorgullecen de sus errores, pero tampoco esconden su historia, de hecho te recuerdan continuamente lo que sucedió, quizás para que no vuelva a pasar. El Mauermuseum va en esa dirección, no es un museo al uso, de hecho lo que uno hace en él es leer paneles, pero te da la posibilidad de enterarte de un montón de cosas.


En las diferentes salas se van desgranando historias humanas que tuvieron el Muro como telón de fondo, a mí me entretuvo y a las niñas más, si cabe, porque lógicamente no se pudieron poner a leer carteles en inglés, pero estuvieron dos horas preguntando con bastante interés por muchas de las historias que se mostraban (es muy llamativo como lograron algunas personas cruzar el muro, las historias de las fugas les llamaron mucho la atención).


Julia incluso se llevó a casa un verdadero (dicen) pedazo de Muro de Berlín que compró en la tienda. En la misma, sin que tenga nada que ver, vivimos en primera persona hasta que punto los alemanes pueden llegar a ser cuadriculados: antes de ver el Mauermuseum entramos por casualidad en dicha tienda, que tiene una salida directa a la calle. En el mostrador de la misma vi que se podían comprar las entradas al Museo, a pesar de que para acceder al mismo había que salir de nuevo a la acera y entrar por otra puerta, pero como vi que allí no había cola me pareció cómodo ir ya con los tickets sacados. El problema fue que decidí pagar con tarjeta y el dependiente, que era un alemán de origen chino (oriental de aspecto y yo creo que alemán en todo lo demás) no se que hizo, que se lió con el TPV y marcó una cantidad que no era. Primero tardó en reaccionar, se quedó un tanto bloqueado, pero la cantidad que me había marcado era mínima (eran un par de euros o así) y yo creo que se habría solucionado el tema cogiendo una calculadora y marcando en el TPV lo que quedaba en una nueva operación, pero decidió, no sin titubeos, que lo que iba a hacer era devolverme el dinero en mano y empezar de nuevo. Para ello, nos pidió que comprobáramos que la operación se había hecho realmente, por suerte María pudo consultar la web del banco desde su móvil y se lo pudimos enseñar, podría haber sido suficiente, pero no lo fue, porque a continuación sacó el extracto de la operación del TPV y comenzó a escribir en el dorso una especie de Quijote en alemán, explicando lo que había ocurrido, que se había confundido, pero que había comprobado que la operación se había hecho y que procedía a devolverme los pocos euros en monedas. Luego me tradujo al inglés lo que había redactado en alemán, y, tras comunicarle expresamente que estaba conforme con lo que había reflejado en el papel, tuve que firmar el texto. Fueron cinco minutos de espera, porque el chico se pensó bien lo que poner, yo no se si es que redactó aquello en plan Goethe o es que pensaba que le podían fusilar por una equivocación de dos euros y quería dejarlo todo constatado hasta el más mínimo detalle, pero el caso es que cuando acabamos estaba un poco ofuscado y me pidió por favor que finalmente sacara el ticket en la taquilla de la entrada y no allí. Yo accedí, evidentemente...

Más allá de las anécdotas, como digo el Museo, si bien es raro, es muy instructivo y además está al lado del verdadero Checkpoint Charlie, el paso más famoso que había entre Berlín oriental y Berlín occidental. En la actualidad han dejado la casetilla, pero la misma está en mitad de una calle con bastante tráfico, por lo que resulta complicado imaginarse como era aquello cuando el Muro estaba operativo (de hecho, no hay apenas parecido).



Además, no se por qué habían escogido para hacer el papel de guardias de la frontera a tres tipos con tanta pinta de trasnochados (al menos cuando eché la foto el de la izquierda ya había guardado el móvil).


Aparte del Mauermuseum, el otro lugar de referencia en Berlín para ver el Muro es la East Side Gallery. Se trata del trozo más largo que se conserva del mismo, con lo cual es un sitio que hay que ver sin falta.


En ese tramo, por un lado el Muro lo han cubierto de pintura blanca y tiene algunos grafitis, pero por el otro se decoró a conciencia entre febrero y septiembre de 1990, unos meses después de que dejara de dividir la ciudad.


Pese a estar al aire libre, todas las pinturas están firmadas, por lo que se ha creado una auténtica galería de arte, tal y como el nombre que se le ha dado indica.


En 2009 se restauraron la mayoría de las pinturas, lo que hace que estén muy bien conservadas (hay alguna que no se reparó y se nota la diferencia, pero son muy pocas, la mayoría lucen espectaculares).


A pesar de lo famosa que es la East Side Gallery, el lugar en el que está se sale un poco del Berlín más céntrico, lo cual está bien. No es que en esa zona no haya turistas, pero nosotros fuimos a la caída de la tarde del viernes y en ese momento los autóctonos eran mayoría en los alrededores, de hecho cuando íbamos hacia la estación de tren para volver al hotel me di cuenta de que por allí se reúne la gente para salir de fiesta.

Por otro lado, como dije al principio, la excusa para ir a Berlín fue correr su maratón, pero no quise en ningún momento dejar de sacarle el jugo al fin de semana por ese hecho. Finalmente, tanto el viernes como el sábado los pasamos sin parar de ver cosas, como ya va quedando patente, pero intentamos que el ritmo fuera algo más pausado que otras veces y también intentamos reducir un poco las caminatas. Aún así, nos dimos unos cuantos paseos que son ineludibles. El mejor fue el que nos llevó desde la Isla de los Museos hasta la Puerta de Brandenburgo a través de Unter den Linden (por desgracia, el mítico bulevar estaba en obras y no lo pudimos disfrutar en todo su esplendor).


El punto de partida del paseo fue el Lustgarten, allí echamos un buen rato.


Caminando por Unter den Linden llegamos hasta la Pariser Platz y, tras atravesar la Puerta de Brandenburgo, paramos en la Platz des 18. März, el punto de llegada del Maratón de Berlín.


Allí estaban acabando de montar toda la parafernalia de la meta y se encontraban ya funcionando a pleno rendimiento un montón de negocios ambulantes de comida rápida.


Nosotros ya habíamos almorzado, por lo que nos adentramos en el Tiergarten y echamos en él una relajada hora. Este parque es enorme, así que nos quedamos en su parte este, en concreto estuvimos en una zona llamada Grosse Hain en la que había una pradera que invitaba a la siesta.


Todo lo hicimos con calma, finalmente cumplí el objetivo de no machacarme en exceso, pero el domingo inevitablemente se notó la actividad de los dos días anteriores. De hecho, el sábado por la tarde nos dimos otro buen paseo desde los alrededores de Checkpoint Charlie hasta la Postdamer Platz, recorriendo parte de Leipziger Strasse, otra gran avenida que es paralela a Unter den Linden por el sur. Allí presenciamos, casi sin querer, la prueba de patines en línea que se celebra en el marco del Maratón de Berlín, prácticamente por el mismo circuito. Primero vimos a los patinadores que iban en cabeza, pero luego empezaron a pasar miles de rollers más, muchos de los cuales ya eran evidentemente sufridos populares. Verlos fue como un recordatorio de que yo, al día siguiente, también tenía un trabajito que hacer.


En cualquier caso, como contaré en el próximo post, lo que torció un poco más de la cuenta el maratón no fue el cansancio de piernas, que estaba asumido, sino los problemas de estómago. Realmente, durante todos los días en Berlín intenté minimizar la ingesta de alimentos contraproducentes, las cenas las hicimos en la habitación del hotel y lo que compré en el supermercado para tomar por la noche fue de lo más suave, y para los desayunos fui muy cuidadoso con el bufé del hotel. Las comidas, sin embargo, fueron otro cantar, aunque realmente solo la primera fue poco apropiada, ya que me comí una salchicha en un puesto callejero que estaba cerca de la Puerta de Brandenburgo (me tomé una Berliner Currywurst mit Brötchen, para ser exactos).


El entorno para comer fue alucinante, nada más que por eso mereció la pena, pero la salsa que le echaron al perrito caliente picaba a saco y acabé echando fuego por la boca.


Como era viernes a mediodía pensé que el exceso de pique y la dosis de comida basura no iba a tener consecuencias y, de hecho, no tengo muy claro que ese bombazo fuera el responsable del desastre estomacal del domingo, pero el sábado volví a almorzar una comida muy picante y quizás ahí sí que traspasé ya la línea roja. La verdad es que en ese almuerzo tuve mala suerte, porque comimos en la Trattoria Da Vinci, un restaurante italiano con una amplia carta.


Mi idea era comerme un plato de pasta ligera y por ello pedí unos spaghetti aglio e olio. Esa receta me encanta, incluso la hago en casa a veces y la he comido en muchos restaurantes, pero nunca la había probado tan tremendamente picante (la receta lleva ajo y guindilla, suele tener un toque picantón, pero la pido mucho y no es normal salir del restaurante con la boca como el infierno). En cualquier caso, en la trattoria estuvimos muy a gusto.


Aparte de la comida, también traté de tener cuidado con la bebida. Por ello apenas si tomé otra cosa que agua en los dos días previos a la carrera (salvo con la salchicha), aunque el domingo, una vez que ya había corrido, a última hora de la tarde sí me tomé una cerveza alemana como está mandado.


Para acabar, quiero dedicarle unas palabras al lugar donde dormimos, el Hotel Abba Berlin. Como esta vez planeamos el viaje a través de una agencia, que es la única manera de correr el Maratón de Berlín, pues no tuve nada que ver en la elección del alojamiento, pero la verdad es que estuvo al más alto nivel: dormimos los cuatro en una misma habitación (al reservar con varios meses de antelación nos pudimos quedar con la única junior suite del hotel), la misma era enorme y rayaba la perfección en cuanto a comodidades y a estado general, el desayuno bufé estuvo de diez, el trato del personal fue magnífico, es un hotel que está muy bien situado y, además, incluso hicimos uso del gimnasio, que estaba simpático (las niñas quisieron bajar y echamos en él un rato, no había nadie y pudimos divertirnos sin molestar).


En definitiva, los tres días en Berlín estuvieron un poco condicionados por mi participación en el maratón, pero no quise que esa circunstancia nos impidiera disfrutar de la ciudad y, por ello, prácticamente hicimos planes turísticos normales, no tan exhaustivos como otras veces, pero sí bastante completos. Me gustaría volver a la capital alemana algún día, porque es una ciudad que da para mucho, pero de momento me fui con la sensación de que había podido vivir la ciudad de una manera apropiada.



Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado: BERLÍN.
% de las Principales Ciudades del Mundo que están en Europa que ya están visitadas: 43'2%.
% de las Principales Ciudades del Mundo ya visitadas: 18%.


27 de septiembre de 2017

AEROPUERTO DE MÁLAGA-COSTA DEL SOL 2017

El Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol es uno de los sitios más raros de mi lista de enclaves de Andalucía que hay que visitar sin falta. La fuente que usé para confeccionar esa lista lo incluía y por eso forma parte de ella.

Realmente, un aeropuerto es una instalación con edificios que bien pueden acabar siendo obras maestras, pero al ser edificaciones modernas y prácticas no es normal que sean un referente artístico. Por ello, la mayoría de los aeropuertos son meramente funcionales, pero aún así son un ejemplo de como construir grandes espacios en los que se desarrollan actividades que requieren una logística complicada. Lo que sucede es que si los complejos elementos normales de un gran aeropuerto, que de por sí requieren soluciones arquitectónicas estudiadas, son además diseñados con maestría artística, dan como resultado un lugar ciertamente grandioso.


El Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol en apariencia no es de los aeropuertos que destacan, pero en realidad es toda una referencia: en primer lugar es el decano de los aeródromos españoles (lleva funcionando sin interrupción desde 1919), pero además es el cuarto con más tráfico de España y el vigésimo de la Unión Europea. Por otro lado, cuenta con tres terminales y las dos más recientes se deben a prestigiosos arquitectos.

La fuente que yo tomé como referencia para elegir los lugares andaluces que han de ser visitados sin falta es de 1992. Tan solo unos meses antes se había acabado de construir la T2, la segunda terminal, que data de 1991. La T1 había funcionado durante los años 60 y 70 del siglo XX como puerta de entrada a todo el turismo europeo que convirtió la Costa del Sol en una referencia internacional, pero a finales de los 80 el aeropuerto se había quedado pequeño y se amplió con la nueva terminal, a la que se denominó Pablo Ruiz Picasso. El proyecto de ampliación lo llevó a cabo el Ricardo Bofill Taller de Arquitectura. En 2010 se inauguró una tercera terminal, obra del arquitecto Bruce S. Fairbanks, construida a continuación de la T2 con un diseño que consigue integrar los tres edificios para que los usuarios puedan transitar a través de ellos de manera sencilla, sin tener que salir al exterior (de hecho la T2 y la T3 desde dentro parecen la misma).



Yo ya había estado en el Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol, fue en 2013 cuando viajamos a Finlandia, pero en esa ocasión apenas pasé tiempo en él, ya que a la ida llegamos con el tiempo justo de embarcar y a la vuelta nos recogieron nada más aterrizar.


En esta ocasión, en cambio, camino de Berlín tuvimos más tiempo e incluso dejamos el coche en el aparcamiento de larga estancia (afortunadamente llevaba hecha la reserva, porque estaba lleno hasta el punto de que había overbooking y nos pidieron que dejáramos el coche en el aparcamiento para empleados que estaba al lado). Luego en un pequeño autobús nos llevaron a la T3 con tiempo para tomar café y todo.


En la T3, no falta de nada, aquello es como un gran centro comercial de 10.800 metros cuadrados de superficie con más de 50 tiendas de las marcas más conocidas y con bastantes lugares donde comer o tomar café.


No obstante, es un aeropuerto, así que no tiene pinta de que sus establecimientos de hostelería sean buenos y baratos. Nosotros merendamos antes de embarcar en el Soho Coffee Co, una cafetería que tenía buena pinta y que estuvo agradable, pero en la que nos clavaron un poco.


A la vuelta también hicimos una parada para tomar café en el Gambrinus, que está fuera de la terminal. En la fotografía que he puesto arriba, en la que estoy yo en 2013, ya aparece ese Gambrinus, pero ahora lo han cambiado del todo, como se puede comprobar en la siguiente foto (el nuevo edificio es el de cuadros grises que aparece al fondo).


Dada la importancia que tiene el aeropuerto es posible que volvamos. La primera vez apenas pude fijarme en él y en esta ocasión ya lo he podido recorrer con más calma. Si se da la circunstancia de que vuelva a utilizarlo entonces podré seguir fijándome en más detalles.



Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado AEROPUERTO DE MÁLAGA-COSTA DEL SOL.
En 2013 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Málaga: 17'6% (hoy día 23'5%).
En 2013 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 28'9% (hoy día 34'7%).


2 de septiembre de 2017

TOMARES 2017 (VISITA DE SEPTIEMBRE)

Si tuviera que escoger mi deporte favorito tengo claro que el elegido sería el atletismo. Más allá, solo hay otro deporte que le haga un poco de sombra, y no es el fútbol, que en una hipotética competición se llevaría el bronce, sino el ciclismo (en realidad, por delante del fútbol pasaría también el triatlón, pero ya que este incluye atletismo y ciclismo, vamos a darle al balompié el tercer puesto para no repetir disciplinas).

Soy corredor aficionado desde hace casi dos décadas, y eso ha apuntalado definitivamente mi afición al atletismo, pero mi atracción por el ciclismo realmente empezó con anterioridad. De hecho, ya seguía las competiciones ciclistas antes de que Miguel Indurain convirtiera este deporte, durante una época, en un fenómeno de masas en España. En efecto, desde 1990 intento ver por televisión todo el ciclismo que puedo, a pesar de que en la actualidad tengo que llevar a cabo arduas negociaciones cada vez que se acerca una gran vuelta, ya que al contrario que el atletismo, que causa furor en casa, el ciclismo aburre mortalmente a María y a las niñas.

Afortunadamente, las negociaciones siempre llegan a buen puerto, por lo que sigo disfrutando con frecuencia de ver ciclismo en directo cuando hay grandes carreras. Por ello, no he perdido la costumbre de echarle un vistazo al recorrido de las grandes vueltas un par de meses antes de que empiecen. El pasado mes de julio lo hice con la Vuelta Ciclista a España, y vi con sorpresa que este año una etapa acababa en Tomares.


Siempre que he tenido la oportunidad de ver la Vuelta en directo lo he hecho y esta ocasión, en la que la etapa acababa en el pueblo en el que crecí, no iba a ser menos, pero siempre había ido a ver a los ciclistas a sitios elegidos teniendo en cuenta factores como la comodidad para llegar y la accesibilidad del lugar, mientras que esta vez me compliqué un poco la vida para ver pasar las bicis lo mejor posible.

Efectivamente, aprovechando que conozco Tomares al dedillo, me estudié bien el recorrido por el pueblo y elegí el mejor sitio para ver la etapa. María, Ana y Julia decidieron acompañarme, no les gusta el ciclismo, pero se apuntan a un bombardeo. En principio, tenía la idea de ir a la meta, pero tras evaluar los pros y los contras decidí que esa no era la mejor opción (en la tele estaba viendo masificadas las llegadas y hubiera sido menester ir allí con mucha antelación para ponernos delante, algo que con las niñas no era recomendable). Descartado ese lugar busqué otro, y pensé en ir a un punto que estaba situado a 2 kilómetros y medio del final. Se trata de una cuesta de unos 200 metros, que para los ciclistas profesionales es un simple repecho, pero que para mí, que la subo siempre que voy de Sevilla a casa en bici, es como una especie de Tourmalet. Finalmente, comprobé que realmente la subida es dura, la etapa para los ciclistas era oficialmente llana, pero la trampa se le atragantó a unos cuantos corredores, como pude ver.


Nosotros nos fuimos para Tomares con tiempo para no tener problemas con los cortes de tráfico (la etapa pasaba antes por Sevilla, muy cerca de donde trabajo), y allí comimos, separándonos un poco de donde íbamos a ubicarnos, dado que en ese lugar no hay ningún sitio donde echarse algo a la boca.

Así pues, no muy lejos, en la zona residencial primigenia del pueblo, nos metimos en la Cervecería Cafetería Jaramillo, un bar que no existía cuando yo era joven y que tuvo dos cosas positivas: por un lado, el camarero fue muy amable, y por otro, el frito variado que pedimos estuvo muy bueno (en un sitio así, con frecuencia los fritos se convierten en fritanga, e incluso el adobo a veces tiene ese regustillo a amoniaco tan característico del pescado pasado).


Pedir pescado frito en bares de ese pelaje es arriesgado, pero en la Cervecería Cafetería Jaramillo lo hicimos y nos sorprendió gratamente, porque estaba muy rico. Lo demás fue lo esperado. En esa clase de establecimientos de tapeo rápido y barato, la limpieza no es la nota predominante y la comida, salvo honrosas excepciones, como la del pescado frito en este caso, es del montón. Lo bueno que tienen este tipo de cervecerías es que el servicio suele ser eficiente, son baratas, los niños no molestan nunca, porque no destacan en el cierto caos que acostumbra a haber en ellas, y, por último, casi siempre ponen la cerveza Cruzcampo en su punto.

Aparte, como no podía ser de otra forma, en la pared del establecimiento había una buena tele en la que sintonizaron la etapa, de manera que pudimos ver por donde venían los corredores mientras comíamos.


Tras la comida nos dirigimos ya directamente al sitio donde íbamos a ver la etapa. El calor allí era apañado, así que buscamos donde ponernos y encontramos un lugar perfecto, en plena cuesta, con buena visibilidad y a la sombra. En ese lugar esperamos el rato que quedaba.


Cuando yo era niño, con 12 o 13 años, a esa cuesta la llamábamos La Cuesta de la Muerte (ahora la calle se llama Avenida Reina Sofía). Yo vivía muy cerca, a unos metros de donde acaba arriba, y pese a que la zona donde estaban mis pisos era buena, esa rampa era como un descenso a los infiernos, ya que no estaba urbanizada, aunque sí se encontraba asfaltada, y lo que había abajo era muy chungo. En efecto, por esa cuesta solo circulaban los que querían hacer cosas poco recomendables. Yo me interné en territorio comanche con mis amigos en dos ocasiones, en las que la mezcla de aburrimiento y curiosidad nos hizo aventurarnos a ver que había allí. Ambas veces nos acojonamos vivos, aunque la verdad es que lo que se veía era lo normal: jeringuillas, preservativos usados, compresas, escombros, restos de hogueras, botellas rotas por todos lados... Nada raro...

Ahora la zona se ha llenado de buenas urbanizaciones, de hecho uno de mis mejores amigos vive muy cerca de la cuesta.

La cosa es que para subir desde Sevilla a mi casa en bici, el trayecto más corto pasa por Tomares y solo hay dos caminos por donde se pueda circular en bicicleta. Ambos tienen pendientes parecidas, pero el otro tiene mucho tráfico, así que yo casi siempre voy por la cuesta esta, que está mucho más tranquila. Ese repecho es duro para cualquiera y por eso nos fuimos allí. Tenía mucha curiosidad por ver como subían los profesionales por la misma rampa por la que yo me tengo que dejar los higadillos.


Cuando llegó el pelotón, que venía agrupado, ya vi que el posición elegida realmente era buena, pero eso no evitó que viéramos pasar a los primeros como un rayo, yo en esa cuesta tengo que apretar bien los dientes, pero los profesionales que se jugaban algo pasaron por delante nuestra como si fueran hacia abajo. En directo solo acerté a reconocer a Bob Jungels, que iba tirando del grupo y al que identifiqué por el maillot de campeón de Luxemburgo. La etapa la ganó Matteo Trentin, que ya iba bien situado (es el de verde en la foto de abajo).


En el grupo principal también reconocí a Alberto Contador, al que vi pasar por delante con su estilo inconfundible de dar pedales de pie sobre la bici.

Pasado el primer grupo empezó el rosario de corredores que subían a su ritmo. El colombiano Juan Felipe Osorio (de rosa en la foto de abajo) aún peleaba por no perder comba...


Por detrás estuvieron varios minutos pasando ciclistas desperdigados.


A muchos de ellos no los he conseguido identificar a posteriori, pero a otros sí (en la foto de abajo aparecen en primer plano Valerio Agnoli y Giovanni Visconti del Bahrein, y detrás Jérémy Maison del FDJ).


Ian Stannand del Sky subía como podía y, justo delante de él, Stefan Denifl del Aqua Blue hacía lo propio.


Jetse Bol se había caído un rato antes e iba roto.


Pasados unos minutos empezaron a llegar los que iban últimos, algunos de los cuales empezaban a retorcerse encima de la bici más de lo normal. Ahí no vi mucha diferencia con la manera en la que asciendo yo... aunque hay que reconocer que yo cuando subo por ahí llevo recorridos 10 kilómetros, no 195 como ellos, ni tengo 2.000 kilómetros acumulados en las piernas en los últimos 15 días yendo 40 km/h de media...


Jimmy Turgis (Cofidis) y Bert Lindemann (Lotto-Jumbo), que aparecen a lo lejos en la foto de abajo, entraron en meta 4º y 5º por la cola.


Matvev Mamikin (Katusha) y Manuele Boaro (Bahrein), que es el de rojo que va delante en la foto siguiente, acabaron la etapa antepenúltimo y penúltimo. El último pasó poco después y entró en meta a más de 13 minutos del primero.


En definitiva, nos lo pasamos pipa animando a todos los corredores. Yo ya había visto otras etapas de la Vuelta Ciclista a España y también vi una del Giro de Italia en el año 2000, pero nunca había disfrutado tanto tiempo del espectáculo. Lo que sí es cierto es que pasamos un calor de muerte, hasta el punto de que, una vez que hubo acabado de pasar la caravana ciclista, cogimos el coche y nos fuimos a tomar algo fresco al Horno San Tomás, que está muy céntrico en Tomares (está en la Calle Tomás de Ibarra), pero que tiene fácil aparcamiento cerca y que, además, era justo lo que necesitábamos, ya que es una cafetería amplia y bien acondicionada donde se comen buenos pasteles.

Tras merendar nos despedimos por esta vez de Tomares, no sin antes pasar por la Glorieta de Doña Elvira y echarle un ojo al Monumento a Ricardo Torres Bombita, inaugurado en 1999 para honrar al tomareño más ilustre (fue un torero muy famoso en la primera década del siglo XX).



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado TOMARES.
En 1983 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 1'9% (hoy día 61%).
En 1983 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'2% (hoy día 19'5%).