29 de noviembre de 2016

CÓRDOBA 2016

En junio me apunté a la Media Maratón de Córdoba con la idea de correr ahora en noviembre esta célebre prueba de una vez por todas. Entonces pensé que si, llegado el momento, no se daban las circunstancias adecuadas para organizar un desplazamiento familiar a Córdoba, siempre podría ir yo solo muy temprano a la carrera y volverme después. No obstante, en octubre María me dijo que le apetecía que fuéramos todos juntos a pasar un par de días, así que al final organizamos un plan más completo.


Hace un par de semanas mi cuñada, sin saber nada de nuestros planes, nos pidió el favor de que nos quedáramos con mis sobrinas la noche que teníamos pensada pasar en Córdoba. A María y a mi nos supo mal decirle que no, así que decidimos liarnos la manta a la cabeza y llevarnos a la ciudad califal a las cuatro niñas: mis sobrinas de 5 y 7 años y mis hijas de 6 y 8. 

El día antes de la carrera me hice daño entrenando y vi que finalmente no podría correrla. El contratiempo me jodió de una manera infinita, pero esto prefiero no recordarlo demasiado. Lo que cuenta ahora es que el infortunio terminó de cambiar el plan del todo: al principio, en junio, me vi yendo yo solo a correr en media mañana, pero, llegado el momento, ahora en noviembre, ya no solo no ha habido carrera para mí, sino que el fin de semana ha girado en torno a visitar Córdoba con cuatro niñas. No obstante, fue precisamente el atractivo de este plan un poco atrevido lo que me ayudó a olvidar pronto la decepción de haberme quedado a las puertas de correr por fin la media maratón cordobesa.

El alojamiento lo teníamos pillado con Airbnb y los seis nos metimos en él sin problema. El mismo se ajustó perfectamente a nuestras necesidades, aunque no pudimos instalarnos en el apartamento hasta pasadas las siete de la tarde: es muy raro que yo tenga que trabajar un sábado por la mañana, pero en este caso tuve que hacerlo, por lo que no pudimos salir de Sevilla hasta después de comer. Una vez que estábamos ya ubicados decidimos salir a dar un paseo por el centro de la ciudad, a pesar de que a esa hora ya era de noche y lloviznaba.

Yo a Córdoba he ido bastantes veces, pero, al igual que me pasa en Madrid, Granada y Cádiz, allí tengo familia y eso ha hecho que en muchas ocasiones no haya visto más que cuatro paredes y un jardín particular. Ya a partir de 2000 sí he tenido la oportunidad de explorar la ciudad en varias ocasiones, pero no tengo recuerdos de haber visitado nada antes de ese año. No obstante, desde 2000 he ido a Córdoba cuatro veces con ánimo de conocerla (y alguna vez más, de nuevo, solo de visita familiar).


La zona donde estuvimos alojados en esta ocasión, sin embargo, no la conocía en absoluto, pero gracias a la ubicación del apartamento (estaba en la Calle María Auxiliadora) pudimos recorrer el Barrio de San Lorenzo, que es el que está al noreste del centro de Córdoba (justo en el extremo opuesto a la zona más célebre del casco histórico).

 

El sábado, dada la tardía hora a la que llegamos a la ciudad, tuvimos que olvidarnos de los planes que habíamos pensado para esa tarde y simplemente decidimos salir a dar un paseo y a cenar. Para no vagar sin rumbo nos fijamos como destino la Plaza de las Tendillas, pero nos despistamos y en vez de llegar a esta plaza acabamos frente al Palacio de Viana, después de dar una vuelta tremenda que nos llevó incluso a ver el Monumento a Manolete y la Plaza de Santa Marina. Afortunadamente, para volver nos orientamos mejor. Antes, también por suerte, encontramos en la Plaza de Don Gome, justo enfrente del Palacio de Viana, un lugar perfecto para cenar. Allí nos quitamos todos el hambre y eso hizo que la vuelta, pese a que seguía lloviendo, no se hiciera tortuosa (cenamos en la Taberna Viana, que debe petarse en otros momentos, pero que en esa noche lluviosa y algo desangelada estaba vacía, por lo que estuvimos a nuestras anchas, pese a que el bar no es muy grande. Allí nos pedimos unas tapas de tortilla, unos pinchos de pollo y media ración de croquetas de jamón, y con eso nos dimos todos por cenados. Nos atendieron con cordialidad y el precio estuvo ajustado).

La excursión del sábado por la noche no tenía un objetivo claro, solo queríamos pasear y por eso tampoco nos importó demasiado perdernos, pudimos ver el Barrio de San Lorenzo y el de Santa Marina, y con eso nos fuimos felices a la cama. El domingo, sin embargo, sí que teníamos un objetivo claro, por lo que espabilamos para no volvernos a perder. La mañana empezó tranquila, nos levantamos sin despertador y desayunamos bien en el apartamento para coger fuerzas, pero a las once nos pusimos en marcha con la idea fija de llegar atravesar el Barrio de la Catedral y llegar hasta el Alcázar de los Reyes Cristianos. En Córdoba, el atractivo de la Mezquita-Catedral hace que siempre que voy de turismo acabe visitándola (he entrado tres veces). Sin embargo, esta vez quería conocer algo nuevo, por lo que decidimos que íbamos a prescindir de entrar de nuevo allí y que íbamos a explorar el Alcázar. En nuestro periplo matutino tuvimos que pasar junto a la Mezquita-Catedral y estuvimos tentados de volver a entrar, pero nos resistimos a sus cantos de sirena y continuamos un poco más. Para entonces llevábamos caminando con las niñas más de una hora, ya que atravesamos el centro de extremo a extremo. Durante el trayecto hicimos breves paradas en la Plaza del Poeta Juan Bernier, en los Jardines de Orive y en la Calle Claudio Marcelo, donde nos hicimos unas fotos delante de las ruinas romanas que allí hay.


Luego recorrimos la Calle San Fernando y atravesamos el Arco del Portillo para llegar a la Mezquita-Catedral por esas calles tan bonitas que conformaban el corazón de la ciudad en época musulmana. En nuestra visita a Córdoba del año 2014 ya habíamos estado por esa zona.



El pateo que nos dimos fue apañado, las niñas respondieron como campeonas, hubo que poner cuidado en que ninguna se nos descalabrara o se nos perdiera, como es normal con la edad que tienen, pero se portaron como auténticas jabatas. Por ello, al llegar a la Plaza Campo Santo de Los Mártires, que está frente al Alcázar, se merecían un tentempié antes de visitar el mismo.


Para dar un respiro a las chicas nos metimos en La Flor del Azahar, el bar más cercano que encontramos, con la idea de tomar una media mañana. Lo malo fue que la mitad de la mañana, tras nuestro periplo, quedaba ya algo lejos, pasaban las 12 y en el bar ya no servían tostadas. Por suerte, en Andalucía, las tostadas con jamón y aceite de oliva, a partir de las 12 pasan a llamarse bocadillo de jamón. En muchos sitios ambas cosas son lo mismo, solo que desde el mediodía el pan no va tan tostado y la consumición vale el doble. No obstante, en este caso el bocadillo de jamón que nos pusieron tenía un buen tamaño, no se como sería la tostada, pero con el bocata bastó para que todos recobráramos fuerzas y afrontáramos con energía la visita al Alcázar, de la cual hablaré en otro post.

La visita la hicimos con total parsimonia, las chicas volvieron a portarse de miedo y pudimos explorar con detenimiento el edificio, pero al salir el hambre apretaba de nuevo y la papeleta ya no se solventaba con un piscolabis, porque eran casi las tres. En ese momento se planteó la típica circunstancia en la que las cosas pueden salir muy bien o muy mal, dependiendo de la suerte: no teníamos pensado ningún lugar adonde ir a comer, no conocíamos la zona y la misma es muy turística, así que eran altas las probabilidades de acabar siendo timados en un restaurante para guiris y/o acabar comiendo con cuatro niñas en un lugar poco apropiado para peques (por estar muy lleno, por la distribución,...). En este caso, sin embargo, la diosa fortuna decidió que el último detalle del fin de semana también iba a salir redondo y el lugar donde nos metimos por pura casualidad, llamado La Posada del Caballo Andaluz, fue perfecto: el restaurante, al que se entra por la Calle San Basilio, ocupa una casa entera y conserva la estructura de la misma, con una serie de habitaciones distribuidas alrededor de un patio central techado. Gran parte del restaurante estaba hasta los topes, pero en el piso de arriba había aún una habitación bastante grande que estaba medio vacía. A un lado de la misma había una familia bastante amplia, pero al otro lado, tras una zona de mesas que no estaban llenas, junto a una ventana con bonitas vistas (no nos arrinconaron), había sitio de sobra para que comiéramos a nuestras anchas. Estábamos en el centro de Córdoba e iba a comer tranquilo y rico, por ello hubiera pagado medio riñón, pero lo mejor es que no hizo falta: nos atendieron a la perfección, pedimos lo que quisimos (salmorejo, ensalada, croquetas, huevos fritos e incluso dos tartas de chocolate de postre) y el precio fue más que ajustado.



El fin de semana acabó, por tanto, de maravilla. Tras comer volvimos a pasar por la zona de la Mezquita-Catedral y nos dimos un paseo por la orilla del Río Guadalquivir, ya no por turismo, sino porque el coche lo habíamos dejado en la zona del apartamento y atravesar de nuevo el centro, andando en dirección contraria, no era una opción. Por ello buscamos la forma de volver en bus y fue eso lo que posibilitó que nos diéramos ese paseito tan agradable junto al río. Ese último rato fue el colofón perfecto a un día y medio muy diferente al que había pensado en un principio, pero que acabó siendo entrañable.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado CÓRDOBA.
En 2000 (primera visita real), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Córdoba: 16'6% (hoy día 33'3%).
En 2000 (primera visita real), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 17'1% (hoy día 31'7%).

Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
Visitado CÓRDOBA.
En 2000 (primera visita real, aunque incompleta aún para este reto), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 50% (hoy día, estando aún esta visita incompleta, 50%).
En 2000 (primera visita real, aunque incompleta aún para este reto), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 2'6% (hoy día, estando aún esta visita incompleta, 4%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado CÓRDOBA.
En 2000 (primera visita real), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Córdoba: 1'3% (hoy día 4%).
En 2000 (primera visita real), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 4'3% (hoy día 18'9%).


26 de noviembre de 2016

CARRERA MADRID EMPRENDEDORES 2016

Unas semanas después de cerrar el plan de la visita otoñal a Madrid me di cuenta de que en esta ocasión íbamos a estar en la capital un domingo, y además con bastante libertad de actuación. Esto no es tan normal, por lo que se me ocurrió darme el gustazo de apuntarme a una carrera allí. El ambiente runner madrileño está muy desarrollado, pero como no soy de Madrid siempre lo he observado en la distancia, a través de revistas y noticias, y siempre he tenido ganas de conocerlo en primera persona. Ir a correr un rato al Parque del Retiro es una manera de hacer esto y participar en el Maratón de Madrid también. Ambas cosas las he hecho, pero correr por el Retiro te acerca al mundillo madrileño del running de una manera un poco intangible y disputar el citado maratón es alucinante, pero el localismo del mismo se diluye un poco por la magnitud del evento. Este fin de semana, por contra, surgió la oportunidad de correr una carrera de andar por casa, que es la manera real de ver desde dentro el ambiente en el que se mueven los corredores madrileños.

En Madrid y alrededores hay cientos de carreras. Si en Sevilla, tras el boom del atletismo popular, el tema se ha desatado, lo de Madrid tengo entendido que es aún más exagerado. En consecuencia, estaba seguro de que en un fin de semana normal de noviembre alguna prueba iba a encontrar, porque, además, como he dicho, el domingo por la mañana tenía cierta libertad de movimientos y estaba dispuesto a coger el metro y a complicarme un poquito la vida. Mi agradable sorpresa fue comprobar que no iba a hacer falta: había una carrera programada para el domingo en los alrededores del Parque del Retiro, muy cerca de donde vive nuestra amiga Ruth, en cuya casa estábamos durmiendo. Vi, incluso, que la competición, llamada Carrera Solidaria Madrid Emprendedores, pasaba frente al portal de su casa en el kilómetro 2. Fue una suerte tremenda.


La carrera en si me pareció un poco rara, era solidaria, pero no estaba muy claro a favor de qué. Vi, sin embargo, que había sido multitudinaria en ediciones anteriores y que tenía un recorrido espectacular. Luego, con más calma, me he enterado de que lo recaudado irá destinado a centros educativos de la Comunidad de Madrid, lo que me parece una buena causa. Aparte de todo, lo que está claro es que la fundación que ha promovido la prueba tiene mano, porque el recorrido fue privilegiado.


Por todo lo dicho, la carrera para mí era perfecta, así que me apunté a la prueba de 10 kilómetros. María se apuntó a la de 5. Luego resultó que tuvimos mala suerte, porque dieron agua para el domingo y, en efecto, cuando salimos de casa llovía y el termómetro marcaba 7º. Afortunadamente, estábamos cerca de la salida y apuramos mucho a buen recaudo, pero no nos libramos de correr bajo la lluvia y con frío. 

Pese a esto, la experiencia mereció la pena. Seguramente quede como un paleto de provincias por esto que voy a escribir, pero la sensación de pasar corriendo a los pies de la Puerta de Alcalá, de la Fuente de Cibeles y del Monumento a Colón fue mágica, y más aún lo fue la experiencia de ver el Paseo del Prado, el Paseo de Recoletos y el Paseo de la Castellana vacíos, con apenas ciento y pico corredores ante mí. Yo, al pensar en correr este fin de semana en Madrid no aspiraba a hacerlo por la arteria principal de la ciudad, estando esta casi vacía, pero tuve suerte y eso que me llevo para siempre.

Además, la carrera físicamente fue una gozada. La semana pasada en Gerena todo fueron malas sensaciones, pero, como dije entonces, suelo ser bastante habilidoso a la hora de ir a tope sin fundirme, ajustando el ritmo. En Madrid lo hice, el recorrido fue duro, como no podía ser de otra forma, pero en este caso supe ir repartiendo las fuerzas a lo largo de los 10 inclinados kilómetros.


El resultado, no obstante, me decepcionó un poco al principio, ya que al acabar vi que el ritmo medio por kilómetro había sido de 4:20. Luego, sin embargo, me he enterado de tres circunstancias que acaban con la decepción: en primer lugar, que el vencedor acabó en 33:35, un tiempo relativamente alto para el ganador de un diez mil (la marca es indicativa de que el trazado no era fácil), en segundo lugar, que la tercera chica de la general quedó por detrás mía y a la segunda la llevé unos metros por delante casi toda la carrera (entró solo 11 segundos antes que yo), y, por último, que quedé el 125 de 1.079 participantes, lo que no está mal. El recorrido tuvo largas cuestas y estaba lloviendo, supongo que todo ello influyó en mi ritmo medio. María, por su parte, aguantó muy bien el envite de los 5 kilómetros bajo la lluvia y acabó en 33:03 (puesto 430 de 807 participantes).

En cualquier caso, esta es la típica carrera en la que lo más importante no es, precisamente, el reloj.


Algún día volveré a Madrid a correr su media maratón y, como no, su San Silvestre. No descarto tampoco regresar a disfrutar por quinta vez de su increíble maratón, pero, mientras tanto, me lo pasé pipa corriendo por la ciudad en una carrera de las de todos los domingos.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 192.
% del Total de Carreras a completar: 19'1%.


24 de noviembre de 2016

MADRID 2016 (VISITA DE NOVIEMBRE)

Cuando estuvimos en Madrid en agosto no tenía ni idea de que podría volver a esta ciudad antes de final de año. Esta posibilidad surgió en septiembre, cuando decidimos que no nos íbamos a perder el concierto de Paul Simon en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, programado para el 18 de noviembre.


En origen, el motivo del viaje fue ir a dicho concierto el viernes por la noche, pero después el plan del fin de semana se ha ido completando hasta el punto de que en los dos días que hemos estado en Madrid tampoco han faltado las visitas culturales ni el buen comer. Hemos, incluso, corrido una carrera el domingo por la mañana...

Como he dicho, la mecha del viaje se encendió en septiembre cuando mi madre nos propuso ir con ella y con mi padre al concierto de Paul Simon. Yo he crecido escuchando las canciones de Simon & Garfunkel gracias a los gustos de mis padres, pero, además de esto, es algo universalmente reconocido que Paul Simon es un mito de la música, de manera que no lo dudé demasiado y le dije que sí. Mucha gente que me conoce se ha sorprendido un poco de que me haya ido hasta Madrid para ver a un cantante tan melódico como el estadounidense. No es rara la sorpresa, porque es cierto que desde hace más de dos décadas escucho fundamentalmente música de estilos como el Heavy Metal o el Punk Rock. Sin embargo, en realidad me gustan casi todos los géneros del denominado metal y tampoco le hago ascos al rock en la mayoría de sus vertientes. Está claro que hay estilos que me gustan más que otros, pero tengo oídos para todos los hijos y nietos del Rock & Roll. El Folk Rock de Simon & Garfunkel no es una excepción y la música en solitario de Paul Simon, que es en su mayoría una especie de Pop Rock plagado de influencias, tampoco.

Mis padres nunca habían ido a un concierto de los que llenan pabellones, el evento les imponía un poco de respeto y nos pidieron que les acompañáramos. Mi hermana Inés y mi cuñado Diego se unieron después y, al final, resulta que también han venido dos primos de mi madre de su misma generación... El concierto acabó convertido en todo un acontecimiento familiar.

Para poder ir al concierto dejamos a las niñas en Sevilla. Ellas se quedaron encantadas de pasar el fin de semana mimadas por su otra abuela y nosotros aprovechamos la ocasión para vivir Madrid a ritmo adulto.

Yo nunca había estado en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid (el edificio se ha llamado durante dos años Barclaycard Center por motivos de patrocinio y desde hace unos días ha cambiado su nombre oficial a WiZink Center, pero yo prefiero llamarlo por el nombre que perdurará). El concierto estuvo genial y fue un inicio de fin de semana magnífico. Sobre el escenario Simon se mostró relajado y su banda, más de una decena de músicos, me sorprendió por su maestría.


El concierto empezó algo frío (estaba todo el mundo sentado), pero tras su primera incursión en los clásicos de Simon & Garfunkel (cantó America), Simon enlazó dos de sus temas más famosos, entre ellos Mother and Child Reunion, el ambiente se caldeó y a partir de ahí el nivel se mantuvo hasta el final. Hizo el amago se acabar el concierto tres veces, yo nunca había visto tantos bises, pero gracias a eso tocó 30 canciones, incluidas varias muy conocidas de su época con Garfunkel (fue preciosa la versión acústica de The Sound of Silence y también brilló Bridge Over Troubled Water, con la que acabó definitivamente). No obstante, mi momento favorito fue cuando tocó The Werewolf, que no es un clásico, sino que es un tema de su último disco. Me encantó como sonó esa canción. Gran parte de la culpa del éxito del concierto la tuvieron los músicos de la banda, que demostraron ser unos ases (entre todos tocaron una treintena de instrumentos, yo creo). También ayudó la calidad del sonido en el recinto, que fue espectacular. No se como era el Pabellón antes de quemarse en 2001, pero ahora el mismo, que estaba casi lleno, tiene una acústica sensacional. Durante más de dos horas Simon repasó muchas de sus canciones y dio un espectáculo soberbio.

Como dije antes, ir al concierto fue la razón de ser inicial del viaje, pero las circunstancias invitaron a ampliar el plan todo lo posible. En muchas ocasiones en Madrid se está de paso (así estuvimos en agosto), lo que limita un tanto. Por ello, merece la pena ir de vez en cuando de manera expresa a esta gran ciudad para hacer cosas que de otra forma son complicadas.

En agosto dije que a Madrid he ido en múltiples circunstancias que me han hecho desde pernoctar en grandes hoteles hasta dormir en sofás. El pasado verano tocó pernoctar en un hotel, pero en esta ocasión no tuve problemas en sacarle partido al cómodo sofá de nuestra amiga Ruth. Tras el concierto nos fuimos para su casa y con ella estuvimos todo el sábado y gran parte de la mañana del domingo. Ella no solo es autóctona, sino que además conoce en profundidad el ambiente del madrileño de a pié (conoce un montón de sitios geniales donde comer o donde picar en zonas como Lavapiés, Malasaña o el Barrio de las Letras). Gracias a ella, el tour gastronómico del sábado, que empezó con el desayuno y acabó con la cena, no tuvo desperdicio.


Para empezar, desayunamos en La Infinito, un café-librería ubicado el la Calle de los Tres Peces (nos metimos de lleno en Lavapiés desde primera hora). Ahí no me salí del tradicional "café sólo y tostada con tomate" que suelo pedir siempre de desayuno en los bares, el pan estuvo a la altura, pero lo mejor fue el ambiente relajado del lugar. Para comer, tras pasar parte de la mañana en el Barrio de las Letras, volvimos a Lavapiés, que realmente es una porción del Barrio de Embajadores, y allí almorzamos en el Restaurante Ecológico Yatiri, un lugar famoso en Internet por tres razones: porque comió allí la reina Letizia cuando aún era princesa, porque su dueño, por lo visto, es un personaje bastante peculiar (lo acusan de ser un gurú que se ha forrado a costa de sus discípulos) y porque la sucursal ibicenca del restaurante, regentada por los hijos del susodicho, era una ruina y salió en el programa de Chicote.


Por fortuna, yo, cuando entré a comer, no sabía nada de esto y disfruté de la comida sin ideas preconcebidas. Algunos de los platos eran veganos, otros eran vegetarianos y otros eran directamente carnivorianos. Allí había para todos los gustos: yo me pedí un crepe con revuelto de verduras y setas, María una brocheta de seitán con salsa de boletus (probé el seitán y creo que con eso bastará, porque, además de ser una gran fuente de proteínas para vegetarianos, resulta que es bastante indigesto) y Ruth se pidió albóndigas de bacalao. Para el entrante todos nos dimos una vuelta por el bufé libre de ensaladas, guisotes y similares, y de postre me tomé un riquísimo bizcocho con chocolate. El almuerzo fue, además, divertido, porque nos sentamos sobre una especie de cojines altos. Nuestra amiga come allí a menudo y la conocen, de manera que, pese a que era sábado, nos cobraron el precio del menú de entre semana: solo 11 euros por comer en cantidad con calidad. Un lujo.

Para cenar estuvimos en otro lugar que no tuvo desperdicio, pero a lo largo de la tarde hicimos otras tres paradas de lo más variopinto. Para empezar, ante la necesidad de tomar un café medicinal antes de la hora fijada para la visita vespertina que teníamos concertada, pasamos en un momento del cielo al suelo sin cambiar de barrio: habíamos comido en un restaurante con evocaciones místicas y, poco después, nos tomamos el café en uno de esos bares costras que tienen en la pared la misma foto del bocadillo de calamares desde los tiempos en que Conchita Velasco era una chica de la Cruz Roja. No obstante, el objetivo era estar bien activo para patear Lavapiés con frío durante dos horas y la tacita de petroleo que me tomé cumplió su misión. Después, tras la interesantísima visita guiada que disfrutamos por el citado barrio, estábamos un tanto pelados de frío e hicimos la segunda parada de la tarde. Esta vez volvimos a cambiar el chip y nos metimos en Cafelito, una cafetería de ambiente muy similar al de La Infinito, donde me pedí un Cola Cao por las buenas. Más repuestos, continuamos nuestro paseo, ya sin guía, por Lavapiés y a las nueve de la noche nos metimos a tomar una cerveza en un curioso local llamado La Vida Tiene Sentidos. El mismo es como una tienda de ultramarinos en plan moderno, donde también se organizan cursos de cocina y talleres similares, y donde se podían consumir productos in situ. En carta había cervezas normales y corrientes, y también cervezas exclusivas. Yo opté por una San Miguel de toda la vida, pero María se pidió una cerveza con un nombre muy sugerente:


Estaba buena, aunque su sabor era muy intenso y yo a esa hora buscaba suavidad, así que fui a lo seguro.

Tras disfrutar de esta última pequeña parada llegó el momento de ir a por la experiencia culinaria estrella de la noche: las hamburguesas veganas de La Oveja Negra. Puede sonar raro eso de tomarse una hamburguesa de garbanzos y remolacha con cebolla caramelizada, pero doy fe de que la misma estaba absolutamente deliciosa. La de quinoa con aceitunas negras también la probé y estaba igualmente riquísima.


Los precios fueron increíblemente baratos para Madrid, por lo que no es de extrañar que la hamburguesería estuviera hasta arriba. Había mucha gente joven, como es normal, pero lo que ya no es tan común es encontrar un lugar donde se sirva comida vegetariana de batalla (barata y en formatos poco selectos). En Sevilla, al menos, es imposible. Con respecto al ambiente, resultaba evidente que la gente que allí había no estaba sufriendo por no estar viendo el partido entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid que se estaba jugando justo a esa hora...


La noche no dio para más, somos jóvenes, pero Madrid la nuit, más allá de una buena cena en un buen restaurante, ya no me llama demasiado, así que nos recogimos poco después de la media noche.

Al día siguiente madrugamos para correr la Carrera Solidaria Madrid Emprendedores y, después de acabar y de ducharnos, volvimos a salir a la calle. Lloviznaba y ya no había tiempo para planes complicados, así que optamos por acompañar a Ruth a recoger un tiramisú que había encargado para una comida a la que iba. Eso nos permitió tomar un café en una agradable cafetería de Malasaña llamada Café de la Luz y probar, también nosotros, el delicioso tiramisú que hacen en Medri, El Mundo del Tiramisú. Este lugar es, más bien, una pastelería en cuya trastienda hacen los dulces, pero tiene habilitada una tranquila zona donde se puede degustar el tiramisú acompañado de café.


Antes de coger el AVE, María y yo aún tuvimos tiempo de probar el cuscús de Lacaña, un bar que está muy cerca de la Estación Madrid Puerta de Atocha y que es muy recomendable para comer, cuando uno tiene que coger un tren y no quiere alejarse mucho, pero tampoco quiere que le timen en alguno de los negocios de restauración de la estación. En Lacaña yo ya había desayunado y había tapeado por la noche, pero aún no había podido probar su recomendado cuscús. El domingo lo hicimos y no nos defraudó.


Pese a lo que pueda parecer, no todo ha sido comer y beber en el fin de semana madrileño. De hecho, el sábado hicimos turismo del bueno: por la mañana visitamos la Casa Museo Lope de Vega, que podría estar en la calle dedicada al Fénix de Ingenios, pero que está en la Calle Cervantes. La casa del genio madrileño, como se puede deducir, está en el Barrio de las Letras y visitarla es muy recomendable.


Es preciso reservar con tiempo la visita, ya que en cada pase solo entran unas diez personas, pero la misma es gratuita y es guiada, con lo que se entera uno de un montón de cosas. La casa se conserva como estaba en su día y los muebles, aunque no son los mismos, son piezas de museo de la época (los libros, por ejemplo, son ejemplares auténticos cedidos en depósito por la Biblioteca Nacional).


Lope de Vega era uno de los galácticos de su época y, aún así, en su casa, pese a ser grande, él y su familia estaban bien apretados (eran muchos y tenía servicio). Con la visita se hace uno a la idea, a la perfección, de como era la vida de un hombre de éxito, pero no noble, en el Siglo de Oro.



El sábado por la tarde la visita fue diferente, pero no resultó menos interesante: nos unimos a una de las rutas guiadas de PlanVe, una iniciativa llevada a cabo por dos chicas que se han inventado un buen número de recorridos temáticos por la capital. Nuestra ruta se tituló Madrid de los Barrios Bajos, aunque, evidentemente, no nos dieron una vuelta por Pan Bendito, sino por los barrios bajos históricos de Madrid, es decir, por Lavapiés.


Hacía frío, pero el recorrido por el Madrid castizo fue muy interesante. Nuestra guía se llamaba Vanessa y nos recogió en la Plazuela de Antón Martín. Allí mismo empezó las explicaciones, que continuaron en lugares como la Plaza de Tirso de Molina, la Plaza de Cascorro o la Calle Embajadores, por ejemplo. Durante el recorrido nos habló de las figuras históricas de los chulapos, los manolos, los majos y sus equivalentes femeninas, de como vivían y de como se movían por aquellas calles y plazas.


El grupo fue bastante nutrido, más de veinte personas. Me alegro por las chicas, es una buena noticia que estas iniciativas tengan éxito, aunque se hubiera disfrutado más la visita con un grupo más reducido, con tanta gente se interactúa menos con la guía y todo es más académico. No obstante, las chicas, supongo que por motivos legales, no cobran oficialmente, les das la voluntad y ellas no miran ni lo que echas en la bolsa. En esas condiciones, es normal que no limiten el número de personas del grupo.

Uno de los sitios más interesantes que nos mostró la visita fue la Plaza del Duque de Alba, a la que da el Palacio de la Duquesa de Sueca. El mismo, construido en el siglo XVIII, vio tiempos mejores (en él vivió Manuel Godoy), pero lleva décadas abandonado. Pese a esto, su popularidad se ha disparado últimamente, ya que es una localización de la serie El Ministerio del Tiempo (se supone que en él está la sede de ese ministerio en la serie, que yo apenas he visto, pero que creo que ha tenido mucho éxito).


También fue muy ilustrativa la explicación sobre La Corrala, un símbolo del Madrid galdosiano. Desde la Calle del Mesón de Paredes se ve lo que queda del interior de esta corrala (solo uno de los laterales, los otros tres han desaparecido), que ayuda a que nos hagamos una idea de lo que era una vivienda popular madrileña en el siglo XIX.


La visita duró dos horas y al acabar la misma volvimos por nuestra cuenta a ver por dentro el Mercado de San Fernando, uno de los lugares de los que nos habían hablado. No esperaba encontrarme en su interior el buen ambiente que había, la mayoría de los puestos de pescados, frutas y verduras estaban cerrados, pero entre ellos se intercalaban puestos habilitados como pequeños bares. Allí se podía estar de charla tomando algo sin pasar frío, por lo que había bastante gente.


La próxima visita a Madrid volverá casi seguro a ser con las niñas, estoy deseando ir con ellas al Museo del Prado, por ejemplo, pero en esta ocasión estuvimos solos y aprovechamos para adaptar los planes a esa circunstancia. Madrid se disfruta de todas las maneras.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Comunidad de Madrid: 7'7% (hoy día 19'2%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'4% (hoy día 31'7%).

Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de las Principales Ciudades del Mundo que están en Europa que ya estaban visitadas: 2'7% (hoy día 37'8%).
En 1988 (primera visita consciente), % de las Principales Ciudades del Mundo que ya estaban visitadas: 1% (hoy día 16%).


19 de noviembre de 2016

CARRERA POPULAR GERENA 2016

Pedro Delgado ha dicho varias veces en las retransmisiones de ciclismo por televisión que los puertos de montaña no son duros en si mismos, sino que los hacen duros la actitud de los ciclistas y las circunstancias de carrera. Eso es un poco relativo, pero se entiende lo que pretende expresar. Con las carreras pedestres pasa un poco lo mismo: su grado de dureza es, hasta cierto punto, producto de la manera en que uno las afronte.

Mis dos participaciones en la Carrera Popular Gerena son un claro ejemplo de esto que acabo de escribir: en la edición del año pasado me sentí muy fuerte y ni me fijé en la dureza del trazado, mientras que este 2016 la carrera me ha salido algo torcida y he tenido que pelear cada una de sus cuestas, quedándome con la impresión de que el recorrido es un infierno. No lo es, pero tampoco es fácil. Todo depende de como se afronte.


Gerena es un pueblo que me pilla bastante cerca (está apenas a 19 kilómetros de Villanueva), pero que parece muy lejano (ya no está en el Aljarafe, sino que sirve de puerta de entrada por el sur a la Sierra Norte de Sevilla). El año pasado fui a correr la decimotercera edición de su carrera, me pilló bien y pensé que era un buen momento para sumar Gerena a mi reto de correr al menos una carrera en todos los pueblos de la provincia de Sevilla. Este año no pensaba volver, pero me estoy encontrando cada vez mejor desde que dejé atrás la racha de lesiones a mediados de octubre y las carreras son un medio cómodo para hacer rodajes más intensos que permitan seguir progresando, así que de manera casi improvisada me apunté. En consecuencia, el pasado fin de semana, tras haber estado todos de excursión en Estepa el sábado, dejé a María y a las niñas en la cama y me fui hasta Gerena a echar media mañana.


Como he dicho, la prueba gerenense se podría incluir dentro del grupo de carreras populares de pueblo con un cierto grado de dureza, debido a las cuestas que tiene en sus 8.100 metros de distancia. La principal diferencia entre el año pasado y este es que en 2015 supe encontrar un buen equilibrio entre el perfil que me fui encontrando y mis fuerzas, mientras que este año lo he hecho peor en ese sentido. Como no me gusta sufrir y ya llevo un buen puñado de carreras en las piernas soy bastante habilidoso a la hora de ir a tope sin fundirme. Sé administrar bien las fuerzas, de manera que lo más normal para mí es encontrar el equilibrio del que hablaba antes. A veces, sin embargo, se me va un pelín la mano y salgo más embalado de la cuenta. Esto es lo que me pasó el domingo.


En cualquier caso, la carrera no lo pone fácil para no sufrir, ya que su primer kilómetro y medio no para de subir. Sin preámbulos, desde el primer metro la carrera pica hacia arriba y para cuando se empieza a bajar, se hace por un tramo de unos 400 metros que es de tierra. Luego se vuelve a subir y durante más de 2 kilómetros el trazado es una sucesión de toboganes por una urbanización de chalets en la que uno se encuentra incluso un par de auténticos muros. Es cierto que si una carrera empieza y acaba en el mismo punto, todo lo que sube baja, pero hay carreras en las que las subidas y las bajadas parecen estar mal distribuidas. En Gerena, para cuando se empieza a bajar de una manera más continua, pasado el kilómetro 4, ya se va sin aliento. Lo peor, sin embargo, es que el penúltimo kilómetro vuelve a ser cuesta arriba. El último, en cambio, es de nuevo muy tendido hacia abajo, pero cuando llega el momento de apretar buscando la meta ya es difícil evitar que esa larga recta no se haga interminable.


El año pasado yo estaba bastante fuerte, todas las trampas en forma de pendiente no me llamaron demasiado la atención y la carrera me salió perfecta: rodé a 3:58 de media, con cuestas y todo, y acabé en el puesto 25. Una pasada. Este año, evidentemente, esa actuación no se iba a repetir, pero quería mejorar el ritmo por kilómetro de la semana anterior en Olivares. Lo conseguí, pero fui de más a menos y pasé media carrera bastante desfondado (yendo a 4:12 acabé el 58 de 218). El muro del kilómetro 4 me dejó listo y de ahí a la meta tuve que apretar los dientes más de lo deseado, pese a que en ese tramo estaban los kilómetros más favorables.


Hay que decir que el trazado de la carrera no es demasiado bonito. Cierto es que Gerena tiene su centro en una elevación. El mismo está, además, completamente adoquinado y tiene un buen número de callejuelas, por lo que esa amplia zona se evita por completo y la competición se disputa en su mayoría por la parte norte de la población, que es más moderna o que, incluso, está sin urbanizar, pese a tener calles asfaltadas. Ya que la carrera, en cualquier caso, es durilla, en mi opinión se podría haber cambiado el penúltimo kilómetro, que transcurre por las calles de un descampado, por un paso por la zona más céntrica. Fácil no sería, pero bueno, ya que estamos se ganaría en vistosidad. La parte de la urbanización de chalets tampoco tiene ningún atractivo y de las zonas más destacadas del pueblo solo se pasa por la Avenida de la Estación, que precisamente marca el extremo norte del casco histórico.


Luciría más otro recorrido, pero la carrera, aparte de esto, está muy bien organizada y cumplió con mis expectativas: quería correr 8 kilómetros a tope, de cara a seguir creciendo, y lo pude hacer de una manera divertida.


Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en GERENA.
En 2015 (año de la primera carrera corrida en Gerena), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 32'3% (hoy día 34'2%).

Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 191.
% del Total de Carreras a completar: 19%.


18 de noviembre de 2016

ESTEPA 2016

Estepa es un municipio de unos 12.000 habitantes que está situado en el extremo oriental de la provincia de Sevilla. Dada la forma de la provincia y dado que Sevilla capital está más bien pegada al lado occidental de la misma, los pueblos de la parte oriental tienen un aire más cordobés y malagueño que sevillano. De hecho, cuando estudiaba en Granada tuve un compañero que era de Estepa y que con veintitantos años sólo había estado en Sevilla capital dos veces.


Pese a esto, en la zona oeste de la provincia de Sevilla el nombre de Estepa es muy familiar gracias a sus dulces navideños, aunque no sea habitual desplazarse hasta allí para comprarlos (están por todos lados). De hecho, yo a Estepa solo había ido una vez, en 1999, cuando estaba en la universidad. Ese año me apunté a unas jornadas sobre castillos que incluían una excursión a los restos de algunos de ellos. Gracias a esa excursión pude ver, entre otros lugares, lo que queda del Castillo de Estepa. El autobús nos subió al Cerro de San Cristóbal, donde está encaramado, y pudimos entrar en la fortificación, pero del pueblo no vi nada más. Por tanto, había estado ya en Estepa, pero esa visita había que completarla un poco.

Este sábado surgió la oportunidad de volver a Estepa por todo lo alto, yendo a ver una fábrica de mantecados y polvorones por dentro. En Estepa hay más de 30 fábricas de dulces navideños, lo que es una pasada teniendo en cuenta la población que tiene. Es evidente que todo el pueblo gira en torno a esa industria, aunque también tenga otros atractivos. 

Yo no soy muy dulcero, las navidades me gustan, pero no siento especial atracción por los turrones, mantecados, hojaldrinas, polvorones, mazapanes, peladillas o alfajores. Me como algún dulce en los días señalados, pero poco más. Sin embargo, ir al meollo de la industria de los dulces navideños y ver, en plena temporada alta, como es el verdadero proceso de fabricación de los mismos, es un privilegio que tuvimos la suerte de poder disfrutar gracias a unos amigos que tenemos en Villanueva. Ellos tienen una conocida que es la jefa de la Fábrica de Mantecados y Polvorones El Santo y van todos los años a Estepa de excursión con la excusa de pertrecharse bien para las navidades. Este año nos animaron a nosotros y a otros cuantos amigos a ir con ellos. Por supuesto, nos volvimos con tres kilos de dulces, pero también regresamos a casa con la experiencia de haber visto la fábrica en plena efervescencia. Me enteré de muchas cosas.


Lo primero que me llamó la atención es que la fábrica, que emplea de agosto a enero a 100 empleados (y no es de las más grandes), produce al día 20.000 kilos de dulces (dado que cada uno pesa 30 gramos, cada día se empaquetan allí 650.000 dulces navideños... las cifras son mareantes). Viendo la velocidad a la que las máquinas envolvían los mantecados y polvorones es normal que el ritmo de producción alcance semejante volumen.




Todo el proceso de elaboración del dulce se concentra en una misma nave, de manera que para verlo todo bien nos subimos a una pasarela que recorre por las alturas uno de los lados de la misma. Desde allí vimos perfectamente como los trabajadores son como piezas de una máquina perfectamente engrasada. Todos saben lo que tienen que hacer, realizan pequeñas tareas, pero son fundamentales para que el proceso no se pare. Me gustó ver que esta fábrica, pese a estar bastante mecanizada, necesita mano de obra humana. También me gustó que el buen ambiente era generalizado, no había en los trabajadores ningún atisbo de sufrimiento laboral, el trabajo de todos era muy mecánico, pero por eso mismo había algunos que hasta charlaban mientras depositaban, una y otra vez, polvorones en una cinta mecánica de manera ordenada. Flipante.




La parte más divertida de la visita llegó cuando entramos en la cámara frigorífica. Por lo visto, los dulces salen calientes del horno (lógico), pero antes de empaquetarlos hay que enfriarlos, de manera que se meten en una gran nevera que está a 8º. Para entrar allí nos tuvimos que vestir de astronautas y, una vez dentro, llegó el momento de llenar el estómago: había bandejas y bandejas de dulces navideños y teníamos el permiso expreso de la jefa para comer todos los que quisiéramos...


Yo me comí dos, quería comprobar que los mantecados recién hechos, antes de ser empaquetados, ganan en suavidad. Esa era la idea y, en efecto, pude comprobar que la textura de los dulces es perfecta en ese momento, el sabor es el mismo, pero en la boca se deshacen de una manera especial.




En el grupo hubo niños que reconocieron haberse comido hasta cinco dulces. Seguramente algún adulto también se dio un homenaje semejante, aunque ninguno lo confesó. Lo que sí es cierto es que a la salida todos tuvimos que echar un buen traguito de agua...

La mañana la completamos con otras dos visitas relacionadas con los dulces. La Fábrica de El Santo está en el Polígono Industrial Sierra Sur y tiene allí su despacho de venta al público, pero hay otras marcas que tienen sus despachos en una zona más céntrica del pueblo. En concreto, La Flor de Estepa y La Estepeña tienen sus locales en la Avenida de Andalucía, una de las principales del pueblo, y en ellos han instalado unos reclamos que ayudan a que la gente vaya allí: La Flor de Estepa ha montado una exposición con muñecos de Playmobil y La Estepeña ha construido una enorme maqueta con figuras de Aladdin, hecha toda de chocolate. Yendo con niños ambas visitas eran casi obligadas: la de Playmobil fue muy chula, me encantan esos muñequitos y me gustó ver como habían construido con ellos cuatro escenas muy curradas (una de ellas era un belén, aunque es difícil competir con el que vimos similar en Tomares hace unos años).






Lo de Aladdin fue sorprendente por el tamaño de las figuras y de las casas de chocolate, hasta el más mínimo detalle estaba hecho de este alimento.






El olor en la sala de la maqueta era impresionante y nos ayudó a ir de cabeza, al salir, al sitio donde íbamos a comer, el Restaurante Los Pacos. El lugar fue un acierto, porque tiene un patio enorme bien separado de la calle, donde los niños pueden jugar con libertad sin peligro y al que da una habitación que han habilitado con juegos. Todo está pensado para que los pequeños se entretengan. El comedor, además, es amplio y estaba vacío, por lo que, pese a que éramos 10 adultos y 11 niños menores de 10 años, pudimos estar a nuestras anchas sin molestar. La comida fue normal, la carne no era de primerísima calidad y las patatas eran precocinadas, pero, de lo demás que pedimos probé la ensalada césar, así como las brochetas de gambas, y la verdad es que ambas cosas estaban buenas. El restaurante, además, resultó ser muy barato (55 euros por familia de 4, con bastantes bebidas incluidas, teniendo en cuenta que se quedó comida en la mesa porque no pudimos con todo). El servicio también fue de diez.

Para bajar un poco la comilona decidimos subir al Cerro de San Cristobal, que es el punto más atractivo del pueblo. El Castillo estaba cerrado, pero pude entrar en la Torre Ochavada, donde está la Oficina de Turismo (abierta un domingo por la tarde, mi enhorabuena) y pude asomarme, igualmente, al Mirador Balcón de Andalucía, desde donde se ven unas vistas impresionantes del pueblo y de la llanura que tiene delante.



Para acabar el día, entramos en el Convento de Santa Clara, del cual solo pudimos ver el patio abierto que antecede a las estancias del propio convento, así como el recibidor donde está el tradicional torno y la habitación en la que han montado un stand donde se pueden adquirir dulces, miel, etc. La visita, sin embargo, no quedó ahí, ya que al patio también da la Iglesia de Santa Clara, que estaba cerrada a cal y canto. Tras preguntar si se podía visitar, la señora con aspecto de beata que estaba despachando los dulces me dijo que no, pero que ella tenía la llave y que si compraba algo todo era posible... Independientemente de ese sutil ejercicio de corrupción conventual nosotros teníamos pensado comprar miel, así que lo hicimos, pero no fue suficiente para tener derecho a entrar en la iglesia... había que comprar dulces... En ese momento llegó un numeroso grupo organizado dirigido por un guía que iba vestido de Caballero Templario, pidió la llave y se la dieron. Lo del chantaje de la beata me había parecido hasta simpático al principio, pero tras comprar la miel sin conseguir nada y tras ver como entraba toda esa gente sin más problemas, el sistema de decidir quien entraba y quien no me acabó por tocar un poco las narices, así que nos colamos en la iglesia detrás del grupo. El arrebato un tanto pirata mereció la pena, porque la misma es bastante sorprendente: no tiene ni un centímetro de pared o techo sin decorar (las pinturas murales son del siglo XVII) y su retablo mayor dorado es muy barroco.

Aparte, al poco de estar en la iglesia salieron ocho o nueve monjas de clausura a una habitación que había al fondo de la nave principal, la cual estaba separada del resto de la iglesia por una reja, y se pusieron a cantar. Fue muy pintoresco (una se situó junto a la reja y mientras cantaba, sonreía y le hacía monerías a los peques del otro lado. Las demás, que tenían en su mayoría rasgos extranjeros o una avanzada edad, se situaron más atrás, en una posición más discreta).

Así acabó nuestra aprovechada jornada turístico-gastronómica en Estepa. Para llegar a casa nos quedaba una hora y media de camino, así que a las siete cogimos carretera con la sensación de haber pasado un día estupendo.




Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ESTEPA.
En 1999 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 8'5% (hoy día, confirmada ya esta visita, 61%).
En 1999 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 3'7% (hoy día, confirmada ya esta visita, 18'9%).