24 de noviembre de 2016

MADRID 2016 (VISITA DE NOVIEMBRE)

Cuando estuvimos en Madrid en agosto no tenía ni idea de que podría volver a esta ciudad antes de final de año. Esta posibilidad surgió en septiembre, cuando decidimos que no nos íbamos a perder el concierto de Paul Simon en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, programado para el 18 de noviembre.


En origen, el motivo del viaje fue ir a dicho concierto el viernes por la noche, pero después el plan del fin de semana se ha ido completando hasta el punto de que en los dos días que hemos estado en Madrid tampoco han faltado las visitas culturales ni el buen comer. Hemos, incluso, corrido una carrera el domingo por la mañana...

Como he dicho, la mecha del viaje se encendió en septiembre cuando mi madre nos propuso ir con ella y con mi padre al concierto de Paul Simon. Yo he crecido escuchando las canciones de Simon & Garfunkel gracias a los gustos de mis padres, pero, además de esto, es algo universalmente reconocido que Paul Simon es un mito de la música, de manera que no lo dudé demasiado y le dije que sí. Mucha gente que me conoce se ha sorprendido un poco de que me haya ido hasta Madrid para ver a un cantante tan melódico como el estadounidense. No es rara la sorpresa, porque es cierto que desde hace más de dos décadas escucho fundamentalmente música de estilos como el Heavy Metal o el Punk Rock. Sin embargo, en realidad me gustan casi todos los géneros del denominado metal y tampoco le hago ascos al rock en la mayoría de sus vertientes. Está claro que hay estilos que me gustan más que otros, pero tengo oídos para todos los hijos y nietos del Rock & Roll. El Folk Rock de Simon & Garfunkel no es una excepción y la música en solitario de Paul Simon, que es en su mayoría una especie de Pop Rock plagado de influencias, tampoco.

Mis padres nunca habían ido a un concierto de los que llenan pabellones, el evento les imponía un poco de respeto y nos pidieron que les acompañáramos. Mi hermana Inés y mi cuñado Diego se unieron después y, al final, resulta que también han venido dos primos de mi madre de su misma generación... El concierto acabó convertido en todo un acontecimiento familiar.

Para poder ir al concierto dejamos a las niñas en Sevilla. Ellas se quedaron encantadas de pasar el fin de semana mimadas por su otra abuela y nosotros aprovechamos la ocasión para vivir Madrid a ritmo adulto.

Yo nunca había estado en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid (el edificio se ha llamado durante dos años Barclaycard Center por motivos de patrocinio y desde hace unos días ha cambiado su nombre oficial a WiZink Center, pero yo prefiero llamarlo por el nombre que perdurará). El concierto estuvo genial y fue un inicio de fin de semana magnífico. Sobre el escenario Simon se mostró relajado y su banda, más de una decena de músicos, me sorprendió por su maestría.


El concierto empezó algo frío (estaba todo el mundo sentado), pero tras su primera incursión en los clásicos de Simon & Garfunkel (cantó America), Simon enlazó dos de sus temas más famosos, entre ellos Mother and Child Reunion, el ambiente se caldeó y a partir de ahí el nivel se mantuvo hasta el final. Hizo el amago se acabar el concierto tres veces, yo nunca había visto tantos bises, pero gracias a eso tocó 30 canciones, incluidas varias muy conocidas de su época con Garfunkel (fue preciosa la versión acústica de The Sound of Silence y también brilló Bridge Over Troubled Water, con la que acabó definitivamente). No obstante, mi momento favorito fue cuando tocó The Werewolf, que no es un clásico, sino que es un tema de su último disco. Me encantó como sonó esa canción. Gran parte de la culpa del éxito del concierto la tuvieron los músicos de la banda, que demostraron ser unos ases (entre todos tocaron una treintena de instrumentos, yo creo). También ayudó la calidad del sonido en el recinto, que fue espectacular. No se como era el Pabellón antes de quemarse en 2001, pero ahora el mismo, que estaba casi lleno, tiene una acústica sensacional. Durante más de dos horas Simon repasó muchas de sus canciones y dio un espectáculo soberbio.

Como dije antes, ir al concierto fue la razón de ser inicial del viaje, pero las circunstancias invitaron a ampliar el plan todo lo posible. En muchas ocasiones en Madrid se está de paso (así estuvimos en agosto), lo que limita un tanto. Por ello, merece la pena ir de vez en cuando de manera expresa a esta gran ciudad para hacer cosas que de otra forma son complicadas.

En agosto dije que a Madrid he ido en múltiples circunstancias que me han hecho desde pernoctar en grandes hoteles hasta dormir en sofás. El pasado verano tocó pernoctar en un hotel, pero en esta ocasión no tuve problemas en sacarle partido al cómodo sofá de nuestra amiga Ruth. Tras el concierto nos fuimos para su casa y con ella estuvimos todo el sábado y gran parte de la mañana del domingo. Ella no solo es autóctona, sino que además conoce en profundidad el ambiente del madrileño de a pié (conoce un montón de sitios geniales donde comer o donde picar en zonas como Lavapiés, Malasaña o el Barrio de las Letras). Gracias a ella, el tour gastronómico del sábado, que empezó con el desayuno y acabó con la cena, no tuvo desperdicio.


Para empezar, desayunamos en La Infinito, un café-librería ubicado el la Calle de los Tres Peces (nos metimos de lleno en Lavapiés desde primera hora). Ahí no me salí del tradicional "café sólo y tostada con tomate" que suelo pedir siempre de desayuno en los bares, el pan estuvo a la altura, pero lo mejor fue el ambiente relajado del lugar. Para comer, tras pasar parte de la mañana en el Barrio de las Letras, volvimos a Lavapiés, que realmente es una porción del Barrio de Embajadores, y allí almorzamos en el Restaurante Ecológico Yatiri, un lugar famoso en Internet por tres razones: porque comió allí la reina Letizia cuando aún era princesa, porque su dueño, por lo visto, es un personaje bastante peculiar (lo acusan de ser un gurú que se ha forrado a costa de sus discípulos) y porque la sucursal ibicenca del restaurante, regentada por los hijos del susodicho, era una ruina y salió en el programa de Chicote.


Por fortuna, yo, cuando entré a comer, no sabía nada de esto y disfruté de la comida sin ideas preconcebidas. Algunos de los platos eran veganos, otros eran vegetarianos y otros eran directamente carnivorianos. Allí había para todos los gustos: yo me pedí un crepe con revuelto de verduras y setas, María una brocheta de seitán con salsa de boletus (probé el seitán y creo que con eso bastará, porque, además de ser una gran fuente de proteínas para vegetarianos, resulta que es bastante indigesto) y Ruth se pidió albóndigas de bacalao. Para el entrante todos nos dimos una vuelta por el bufé libre de ensaladas, guisotes y similares, y de postre me tomé un riquísimo bizcocho con chocolate. El almuerzo fue, además, divertido, porque nos sentamos sobre una especie de cojines altos. Nuestra amiga come allí a menudo y la conocen, de manera que, pese a que era sábado, nos cobraron el precio del menú de entre semana: solo 11 euros por comer en cantidad con calidad. Un lujo.

Para cenar estuvimos en otro lugar que no tuvo desperdicio, pero a lo largo de la tarde hicimos otras tres paradas de lo más variopinto. Para empezar, ante la necesidad de tomar un café medicinal antes de la hora fijada para la visita vespertina que teníamos concertada, pasamos en un momento del cielo al suelo sin cambiar de barrio: habíamos comido en un restaurante con evocaciones místicas y, poco después, nos tomamos el café en uno de esos bares costras que tienen en la pared la misma foto del bocadillo de calamares desde los tiempos en que Conchita Velasco era una chica de la Cruz Roja. No obstante, el objetivo era estar bien activo para patear Lavapiés con frío durante dos horas y la tacita de petroleo que me tomé cumplió su misión. Después, tras la interesantísima visita guiada que disfrutamos por el citado barrio, estábamos un tanto pelados de frío e hicimos la segunda parada de la tarde. Esta vez volvimos a cambiar el chip y nos metimos en Cafelito, una cafetería de ambiente muy similar al de La Infinito, donde me pedí un Cola Cao por las buenas. Más repuestos, continuamos nuestro paseo, ya sin guía, por Lavapiés y a las nueve de la noche nos metimos a tomar una cerveza en un curioso local llamado La Vida Tiene Sentidos. El mismo es como una tienda de ultramarinos en plan moderno, donde también se organizan cursos de cocina y talleres similares, y donde se podían consumir productos in situ. En carta había cervezas normales y corrientes, y también cervezas exclusivas. Yo opté por una San Miguel de toda la vida, pero María se pidió una cerveza con un nombre muy sugerente:


Estaba buena, aunque su sabor era muy intenso y yo a esa hora buscaba suavidad, así que fui a lo seguro.

Tras disfrutar de esta última pequeña parada llegó el momento de ir a por la experiencia culinaria estrella de la noche: las hamburguesas veganas de La Oveja Negra. Puede sonar raro eso de tomarse una hamburguesa de garbanzos y remolacha con cebolla caramelizada, pero doy fe de que la misma estaba absolutamente deliciosa. La de quinoa con aceitunas negras también la probé y estaba igualmente riquísima.


Los precios fueron increíblemente baratos para Madrid, por lo que no es de extrañar que la hamburguesería estuviera hasta arriba. Había mucha gente joven, como es normal, pero lo que ya no es tan común es encontrar un lugar donde se sirva comida vegetariana de batalla (barata y en formatos poco selectos). En Sevilla, al menos, es imposible. Con respecto al ambiente, resultaba evidente que la gente que allí había no estaba sufriendo por no estar viendo el partido entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid que se estaba jugando justo a esa hora...


La noche no dio para más, somos jóvenes, pero Madrid la nuit, más allá de una buena cena en un buen restaurante, ya no me llama demasiado, así que nos recogimos poco después de la media noche.

Al día siguiente madrugamos para correr la Carrera Solidaria Madrid Emprendedores y, después de acabar y de ducharnos, volvimos a salir a la calle. Lloviznaba y ya no había tiempo para planes complicados, así que optamos por acompañar a Ruth a recoger un tiramisú que había encargado para una comida a la que iba. Eso nos permitió tomar un café en una agradable cafetería de Malasaña llamada Café de la Luz y probar, también nosotros, el delicioso tiramisú que hacen en Medri, El Mundo del Tiramisú. Este lugar es, más bien, una pastelería en cuya trastienda hacen los dulces, pero tiene habilitada una tranquila zona donde se puede degustar el tiramisú acompañado de café.


Antes de coger el AVE, María y yo aún tuvimos tiempo de probar el cuscús de Lacaña, un bar que está muy cerca de la Estación Madrid Puerta de Atocha y que es muy recomendable para comer, cuando uno tiene que coger un tren y no quiere alejarse mucho, pero tampoco quiere que le timen en alguno de los negocios de restauración de la estación. En Lacaña yo ya había desayunado y había tapeado por la noche, pero aún no había podido probar su recomendado cuscús. El domingo lo hicimos y no nos defraudó.


Pese a lo que pueda parecer, no todo ha sido comer y beber en el fin de semana madrileño. De hecho, el sábado hicimos turismo del bueno: por la mañana visitamos la Casa Museo Lope de Vega, que podría estar en la calle dedicada al Fénix de Ingenios, pero que está en la Calle Cervantes. La casa del genio madrileño, como se puede deducir, está en el Barrio de las Letras y visitarla es muy recomendable.


Es preciso reservar con tiempo la visita, ya que en cada pase solo entran unas diez personas, pero la misma es gratuita y es guiada, con lo que se entera uno de un montón de cosas. La casa se conserva como estaba en su día y los muebles, aunque no son los mismos, son piezas de museo de la época (los libros, por ejemplo, son ejemplares auténticos cedidos en depósito por la Biblioteca Nacional).


Lope de Vega era uno de los galácticos de su época y, aún así, en su casa, pese a ser grande, él y su familia estaban bien apretados (eran muchos y tenía servicio). Con la visita se hace uno a la idea, a la perfección, de como era la vida de un hombre de éxito, pero no noble, en el Siglo de Oro.



El sábado por la tarde la visita fue diferente, pero no resultó menos interesante: nos unimos a una de las rutas guiadas de PlanVe, una iniciativa llevada a cabo por dos chicas que se han inventado un buen número de recorridos temáticos por la capital. Nuestra ruta se tituló Madrid de los Barrios Bajos, aunque, evidentemente, no nos dieron una vuelta por Pan Bendito, sino por los barrios bajos históricos de Madrid, es decir, por Lavapiés.


Hacía frío, pero el recorrido por el Madrid castizo fue muy interesante. Nuestra guía se llamaba Vanessa y nos recogió en la Plazuela de Antón Martín. Allí mismo empezó las explicaciones, que continuaron en lugares como la Plaza de Tirso de Molina, la Plaza de Cascorro o la Calle Embajadores, por ejemplo. Durante el recorrido nos habló de las figuras históricas de los chulapos, los manolos, los majos y sus equivalentes femeninas, de como vivían y de como se movían por aquellas calles y plazas.


El grupo fue bastante nutrido, más de veinte personas. Me alegro por las chicas, es una buena noticia que estas iniciativas tengan éxito, aunque se hubiera disfrutado más la visita con un grupo más reducido, con tanta gente se interactúa menos con la guía y todo es más académico. No obstante, las chicas, supongo que por motivos legales, no cobran oficialmente, les das la voluntad y ellas no miran ni lo que echas en la bolsa. En esas condiciones, es normal que no limiten el número de personas del grupo.

Uno de los sitios más interesantes que nos mostró la visita fue la Plaza del Duque de Alba, a la que da el Palacio de la Duquesa de Sueca. El mismo, construido en el siglo XVIII, vio tiempos mejores (en él vivió Manuel Godoy), pero lleva décadas abandonado. Pese a esto, su popularidad se ha disparado últimamente, ya que es una localización de la serie El Ministerio del Tiempo (se supone que en él está la sede de ese ministerio en la serie, que yo apenas he visto, pero que creo que ha tenido mucho éxito).


También fue muy ilustrativa la explicación sobre La Corrala, un símbolo del Madrid galdosiano. Desde la Calle del Mesón de Paredes se ve lo que queda del interior de esta corrala (solo uno de los laterales, los otros tres han desaparecido), que ayuda a que nos hagamos una idea de lo que era una vivienda popular madrileña en el siglo XIX.


La visita duró dos horas y al acabar la misma volvimos por nuestra cuenta a ver por dentro el Mercado de San Fernando, uno de los lugares de los que nos habían hablado. No esperaba encontrarme en su interior el buen ambiente que había, la mayoría de los puestos de pescados, frutas y verduras estaban cerrados, pero entre ellos se intercalaban puestos habilitados como pequeños bares. Allí se podía estar de charla tomando algo sin pasar frío, por lo que había bastante gente.


La próxima visita a Madrid volverá casi seguro a ser con las niñas, estoy deseando ir con ellas al Museo del Prado, por ejemplo, pero en esta ocasión estuvimos solos y aprovechamos para adaptar los planes a esa circunstancia. Madrid se disfruta de todas las maneras.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Comunidad de Madrid: 7'7% (hoy día 19'2%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'4% (hoy día 31'7%).

Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de las Principales Ciudades del Mundo que están en Europa que ya estaban visitadas: 2'7% (hoy día 37'8%).
En 1988 (primera visita consciente), % de las Principales Ciudades del Mundo que ya estaban visitadas: 1% (hoy día 16%).


2 comentarios:

  1. Qué bien lo pasamos en el concierto!!! Fue muy emocionante!!. Pero me parece que la próxima vez yo también me voy con Ruth... Me apetece un montón la casa de Lope de Vega, las visitas guaidas me encantan... y comer en esos sitios debe de ser muy divertido.. salvo el café "petróleo". Ese me lo salto, jajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya está hablado lo de la visita al Congreso de los Diputados, así que la próxima vez el que se une al plan soy yo, que no me importaría volver a verlo

      Eliminar

Si quieres comentar algo, estaré encantado de leerlo