22 de enero de 2021

EL GARROBO 2021

El Garrobo es un pequeño pueblo de algo menos de 800 vecinos. Está 40 kilómetros al norte de Sevilla y es el cuarto municipio con menos habitantes de la provincia. En apariencia, es una población que no ofrece gran cosa, pero en realidad se halla en una encrucijada de caminos. Por un lado, por el este dista escasos 4 kilómetros de la ruta de la plata, que une Andalucía occidental con el norte de España. Por otro, yendo desde la capital da paso a la comarca onubense de la Cuenca Minera, que se encuentra al oeste, así como al Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, que se extiende al noroeste. El problema para El Garrobo es que en ningún momento hay necesidad de hacer un alto en él cuando se va a cualquiera de esos destinos. Realmente, es puerta de acceso a muchos sitios, pero uno nunca se queda parado en las puertas, por mucho que las tenga bien presentes.


A pesar de eso, en 1999 yo ya estuve en El Garrobo, pero fue una estancia tan sui generis que nunca la he tenido en consideración. Sin embargo, he oído hablar hasta la saciedad de esa localidad, porque es la patria chica de la familia de mi amigo Fran. En efecto, él no creció allí, sino en mi misma urbanización y en un pupitre no muy lejano al mio, pero su padre nació en El Garrobo y en él siempre han vivido su abuela y sus tíos. De niños, la mitad de las veces que Fran no se encontraba conmigo echando la tarde estaba en El Garrobo. Aún así, yo solo fui una vez con él, ya con 22 años. Fue un día que decidimos, él, los demás amigos y yo, hacer una barbacoa en el campo. Era otro siglo, no existía Internet y lo de mirar el tiempo cada dos por tres no era posible. Además, nosotros no nos sentábamos delante de la tele después de comer para ver la predicción meteorológica cuando hacíamos planes. Los hacíamos y punto. Lo malo era que, luego, pasaba lo que pasaba. Aquel sábado, sin ir más lejos, salió metido en agua, pero nosotros no habíamos pensado en esa posibilidad y habíamos comprado ya un mogollón de carne, por no hablar de las bebidas. Posponer el plan no era una opción, pese a la lluvia, pero teníamos un problema. Del atolladero salimos gracias a Fran, que cogió el teléfono, llamó a su tío y le preguntó si en la nave que él tenía en El Garrobo nos podíamos reunir para hacer la barbacoa a cubierto. No recuerdo donde estaba esa nave. No he podido poner en pie su ubicación (tampoco le he preguntado a Fran), pero lo que sí se es que, al final, lo pasamos genial. Fuera llovía, pero no hacía demasiado frío y en aquel tosco recinto de hormigón armado, no muy lejos de su puerta, estuvimos muy a gusto. De todas formas, considerar eso como una visita a El Garrobo nunca se me ha pasado por la cabeza. Es ahora cuando puedo decir que he estado en el pueblo.


En esta ocasión, la razón de ser de ir a El Garrobo ha venido dada por una conjunción de factores que nada han tenido que ver con Fran. Por un lado, María y yo teníamos ganas de echar una jornada de senderismo, pero buscábamos un itinerario no muy largo y que no quedara muy lejos. Consultando la página de rutas de la Diputación de Sevilla, vi que había una que discurría por el llamado Sendero Los Camellos, desde El Garrobo hasta el Río Guadiamar, y que cumplía todos los requisitos: El Garrobo está a 45 minutos de casa y el sendero tiene solo unos 3.700 metros de distancia.


Al final, el trayecto fue una delicia. Lo comenzamos en el extremo norte del pueblo, junto a las instalaciones deportivas y al cementerio. 



Lo de llamar al sendero Los Camellos no se si tiene que ver con lo sinuoso de su trazado, pero podría ser. El recorrido no es abrupto, pero las subidas y bajadas son continuas.


Aparte de esto, el entorno en el que se encuentra enclavado El Garrobo es de dehesa pura. Me encantó, por tanto, ver esos paisajes típicos de Sierra Morena, en los que abundan las encinas, los alcornoques y ese monte bajo tan característico de la zona, formado por plantas aromáticas como el romero o el tomillo.


Después de caminar poco más de 3'5 kilómetros llegamos a la ribera del Río Guadiamar. Ese tramo del mismo es anterior al que fue contaminado por la rotura, en 1998, de la balsa minera de Aznalcóllar, propiedad de la empresa sueca Boliden. La zona afectada por el desastre medioambiental ahora es un corredor verde que yo conozco bien, pero nunca había visto el río a esa altura, antes del trecho que se llenó de lodo tóxico. Fue allí, en una parte rocosa de la orilla, donde nos comimos los bocadillos. Luego nos echamos la siesta al sol.


De vuelta a El Garrobo nos dimos un paseo por la población. Deambulando por ella recorrimos la Calle Iglesia y vimos la Iglesia de la Purísima Concepción.


También pasamos por la Plaza de la Constitución. La misma está ubicada en pleno centro geográfico del pueblo.


Nosotros habíamos aparcado en una vía que tiene un curioso nombre. Se denomina Calle Antigua Calle Real. Que digo yo... Si una calle se llama Calle Real y se le decide cambiar el nombre, ¿qué sentido tiene ponerle Antigua Calle Real? ¿No hubiera sido más lógico que se hubiera seguido llamando Calle Real por las buenas? La próxima vez que vea a Fran le haré esta observación, a ver que opina...


En cualquier caso, la Calle Antigua Calle Real es que la que ejerce de espina dorsal de la población. A partir de la Plaza de la Constitución cambia de nombre, pero por esa parte yo ya no fui.

Urbanísticamente, me llamó la atención la Calle Clara Campoamor. Está formada por un descampado y una hilera de casas adosadas que no me esperaba en un pueblo tan pequeño.


También fuimos a ver la Fuente y el Lavadero de Nuestra Señora de la Estrella. Ambos se erigieron en 1928 y ahora están rodeados de una agradable zona verde.



Presenciar como un pastor pasaba a mi lado con su rebaño de ovejas me encantó. Tampoco es que yo sea un urbanita de libro, pero no estoy acostumbrado a ver a un centenar de ovejas circular, como si tal cosa, a un metro de mí.


Fue junto a la Fuente de Nuestra Señora de la Estrella donde apuramos el último rato de calor solar del día, sentados en una de las mesas del merendero. Me encantó la tranquilidad que se respiraba en El Garrobo. Pude haber ido de niño con mi amigo Fran y, al final, la cosa nunca cuadró. Pasados 30 años, la parte indispensable de esa cuenta pendiente ha quedado saldada.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado EL GARROBO.
En 1999 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 9'5% (hoy día, confirmada ya esta visita, 62'9%).
En 1999 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 4% (hoy día, confirmada ya esta visita, 20'6%).


7 de enero de 2021

CERRO DEL HIERRO 2021

Aprovechando las Navidades y el hecho de que, de momento, no hay confinamientos perimetrales, decidimos regresar a Cerro del Hierro. En 2016 ya lo visitamos, como quedó reflejado en este blog, pero en aquella ocasión no acabamos de explorarlo por completo y yo tenía pendiente volver para hacerlo. Hablando hace poco con mi amigo Dani, llegamos a la conclusión de que la de Cerro del Hierro podía ser una buena excursión para hacer durante el periodo vacacional navideño y, en consecuencia, el pasado domingo lo organizamos todo para echar un día en familia en ese pintoresco punto del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla.


Después de pasar la jornada dominical allí, ya puedo darme por satisfecho, dado que antes de comer hicimos un circuito perimetral que rodea la mina, deteniéndonos en varios puntos de interés, y también recorrimos el camino habilitado que se interna en ella. Tras el almuerzo, además, anduvimos por otro sendero menos preparado, que se adentra igualmente en la zona minera, repitiendo lo que hicimos en 2016, e incluso yendo más allá. Esta vez me volví del Monumento Natural Cerro del Hierro sin cuentas pendientes.


La mañana salió muy fría, pero soleada. El punto de partida de nuestras rutas fue de nuevo el poblado de Cerro del Hierro, que tiene un bar perfecto para ser fijado como punto de encuentro. Allí nos vimos con Dani, con Ángela y con su hijo Hugo, que tiene seis años. El hecho de no saber como iba a responder el pequeño a la caminata constituyó la mayor incertidumbre inicial, pero pronto descubrí que Hugo es un máquina. Aguantó todo el tute que le dimos sin rechistar ni lo más mínimo. 

El caso es que, tras tomar un cafelito en el Bar Restaurante La Mina, echamos a andar. Al salir del poblado, el sendero se bifurca y hay varios caminos, que llegan al mismo punto. En 2016 tiramos por uno (el de la flecha verde en el mapa que he puesto abajo) y en esta ocasión, casi sin querer, cogimos otro (el de la flecha azul). Empezó así una jornada en la que exploramos Cerro del Hierro de manera bastante exhaustiva.


Al poco de echar a andar, lo primero que llamó nuestra atención de este tramo de la ruta que no conocía fue un pequeño lago que vimos a nuestra izquierda. Seguro que en verano está seco, dado que es casi un charco grande. El otro día, sin embargo, estaba helado (en el mapa está dibujado en celeste, junto al punto donde se juntan los dos caminos antes indicados). 


A continuación, tras enlazar ya con lo que sí habíamos visto en 2016, recorrimos el denominado Sendero Cerro del Hierro, que quedó incluso fotografiado en este blog hace casi cinco años (está señalado con una flecha roja en el mapa superior).

De nuevo comprobamos que ese sendero se interna en la explotación minera. Esa es una de las partes más espectaculares de todo el monumento.


Gracias a la nueva visita vi cosas que no recordaba. Una de ellas fue el interior de la casa en ruinas que hay al fondo del desfiladero que se adentra en la mina. Allí había dos cajas fuertes abandonadas, semienterradas, que me resultaron de lo más llamativo.


En 2016, lo que pasó fue que, en lugar de desandar el Sendero Cerro del Hierro del todo, nos salimos del camino estándar y recorrimos un tramo alucinante del que hablaré más adelante (lo he señalado con una flecha marrón en el mapa, el sendero en sí no aparece dibujado, porque realmente no está acondicionado). Esta vez, en cambio, desandamos nuestros pasos hasta el final y eso nos permitió hacer lo que yo quería: enlazar con una ruta circular que rodea la mina. La misma está señalada por las flechas naranjas en el mapa que he puesto, pero no parece tener nombre ni estaba señalizada. Nosotros la recorrimos entera, tal y como aparece marcada en el croquis. Al principio de ella se ven preciosas vistas.


Después, al poco de coger el camino se encuentra uno con una subida larga y pronunciada. El suelo está en buen estado, pero la cuesta se acaba haciendo dura.


Gracias a la ruta bordeamos entera la formación rocosa que constituye Cerro del Hierro. Bien es cierto que al seguir ese camino las rocas dejan de verse. Se recorre un sendero muy bonito, desde el que se ven paisajes característicos de la Sierra Norte, pero, sin salir de la zona considerada Monumento Natural, se pierde contacto con la propia mina durante un rato.



Toda esa parte estaba menos concurrida que la del sendero más corto y sencillo, que se encuentra incluso habilitado para minusválidos. Pese a que, como he dicho, durante un rato se camina por la dehesa, realmente, si uno se fija, se ven a menudo detalles que demuestran que se está en una zona rica en hierro.


Nosotros, dado el frío que había hecho por la noche, también disfrutamos al ver multitud de rincones que, a pesar de lo avanzado de la mañana, aún estaban helados.


Tras la subida inicial, el camino fue muy llevadero el resto del trayecto. Durante toda la segunda parte de la ruta circular bajamos lo que antes habíamos andado cuesta arriba. Antes de acabar volvimos a ver los afloramientos rocosos.



Al final, desembocamos en el poblado. Prueba superada. Recorrer el perímetro del monumento natural era justo lo que quería hacer.


Sin embargo, como he dicho, habíamos perdido un poco el contacto con la mina. Dani y Ángela, además, no conocían la parte offroad que yo había visto en 2016, así que después de comernos el bocata volvimos a hacer el principio del sendero perimetral y nos metimos por el camino fuera de ruta que recordaba, con la diferencia de que esta vez lo hicimos al revés.


En efecto, recorrimos los túneles y el desfiladero en sentido inverso, empezando por subir la escalera que bajamos en 2016. Con todo, disfruté de nuevo de la espectacularidad de ese tramo, en el que se ven huellas de la verdadera explotación minera.


Además, gracias a que volví a ir por allí en sentido inverso, al llegar al sitio donde me había incorporado a esa zona en 2016, vi que también se podía avanzar en dirección opuesta, atravesando otro túnel. 


Sin pensarlo dos veces, decidimos explorar ese sector desconocido y llegamos a otro lugar espectacular. En esa parte de la mina hay una gran explanada abierta, en medio de un circo rocoso. En las paredes que encierran este hay una cueva muy bonita.




En toda esa parte había carteles de advertencia, pero el paso estaba abierto. Vimos a más gente merodeando por allí. En definitiva, en esta visita a Cerro del Hierro no solo visualicé de nuevo lo que ya conocía, sino que además recorrí entero el sendero circular que rodea la mina y, por último, vi partes interiores de esta que no sabía ni que existían. Puede que en otros lados del afloramiento rocoso haya entrantes más intrincados en la zona explotada, pero con todo lo que contemplé me fui con una idea bastante exacta de como es el monumento natural.


Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado CERRO DEL HIERRO.
En 2004 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Sevilla: 43'7% (hoy día 68'7%).
En 2004 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 15'7(hoy día 37'2%).