29 de octubre de 2020

ZAFRA 2020

Hace unos años, tras pasar una noche en un Parador de Turismo me saqué la tarjeta de Amigos de Paradores, aunque lo hice sin mucha fe en que me fuera a servir para algo. Por esto nunca le había prestado demasiada atención, a pesar de que se que con cada gasto en un Parador se generan puntos que pueden acabar canjeándose por estancias gratis. Sin embargo, soy consciente de que no voy tanto a esos hoteles como para que me de tiempo a acumular puntos suficientes antes de que caduquen. Por ello, me sorprendió recibir el otro día un correo electrónico en el que los responsables de Paradores de Turismo me informaban de que tenía bastante saldo como para dormir por la cara en alguno de sus establecimientos. Supongo que, por las circunstancias en las que estamos, quieren poner las cosas fáciles para que se les llenen al menos algunas habitaciones y, no solo han reducido la cantidad de puntos que hacen falta para disfrutar de una noche, sino que además te avisan de que tienes la opción, con la idea de que no se te pase. Yo llevo más de dos meses sin hacer viajes que impliquen planes urbanos, pero una oportunidad así no se puede desaprovechar y decidí no dejarla pasar. Eso sí, la oferta exigía gastar el saldo antes del final de octubre, de manera que no teníamos apenas margen. Por esa razón, sin pensarlo más elegí para pernoctar el Parador de Zafra, también llamado Alcázar de los Duques de Feria, por aquello de que es uno de los que nos quedan más a mano y de que está en un edificio espectacular. 


Como consecuencia de todo, el pasado fin de semana pasamos una noche en Zafra que han sido como una bocanada de aire fresco. Fuimos a dormir allí el domingo, porque no tenía puntos suficientes para hacerlo en viernes o en sábado, pero desde hace diez meses tanto yo como María, cuando no nos confinan, trabajamos en horario de tarde, por lo que le sacamos partido a ese hecho y, tras pasar el domingo en el Parador, echamos parte de la mañana del lunes en Zafra y, aún así, estuvimos a tiempo en Sevilla para entrar a currar.

Zafra es una localidad de 16.000 habitantes que sorprende. En Extremadura no tiene el prestigio histórico de Mérida y, pese a que está en plena tierra de conquistadores, los segedanos que participaron en la conquista de América no alcanzaron el renombre de Pedro de Alvarado (natural de Badajoz), Hernán Cortés (nacido en Medellín), Vasco Núñez de Balboa (natural de Jerez de los Caballeros), Francisco de Orellana o Francisco Pizarro (nacidos ambos en Trujillo). No obstante, aunque Zafra no quedó asociada a ninguna hazaña de índole descubridora, sí tuvo sus padrinos, que seguramente no fueron tan mediáticos como los personajes comentados, pero sin duda tuvieron más impacto en su entorno a corto plazo. En efecto, Zafra estuvo ligada durante la edad moderna a los señores de Feria, que construyeron a mediados del siglo XV una residencia acorde a su estatus y contribuyeron a que la población amurallada tuviera un próspero porvenir. En la actualidad, ese patrimonio urbano está muy bien mantenido, por lo que es una delicia pasear por las calles del pueblo.


Yo había estado ya varias veces en Zafra. De hecho, en el Parador había dormido en dos ocasiones en el pasado. Se ubica el espectacular palacio fortificado de los duques de Feria, que hace que pueda incluirse en el grupo de los Paradores de Turismo más impresionantes. Alojarse en un hotel que tiene ese maravilloso patio renacentista y ese interior tan majestuoso es un lujo.




Como digo, me he alojado en tres ocasiones en el Parador de Zafra y se da la curiosa circunstancia de que en ninguna he pagado, aunque nunca he hecho un sinpa, evidentemente. La primera de las veces era todavía adolescente y pagaron mis padres (fue en 1996). La segunda, ya en 2010, me beneficié de una carambola sorprendente que sigo sin explicarme. El caso es que corrían las Navidades de ese año y una amiga nos comentó a María y a mí que tenía una tarjeta-regalo de Paradores que estaba a punto de caducar con seis noches gratis. Por lo visto, la misma se la habían regalado en origen a un señor coreano, a cuyo nombre estaba, pero él tenía su estancia en España apañada al completo, por lo que se la había regalado a su vez al padre de nuestra amiga, no se por qué. Este, que es un artista un tanto ermitaño, no había hecho ni intención de usarla y se la había dado a su hija apenas diez días antes de que finalizara el año, sin tener en cuenta que caducaba el 31 de diciembre. Alicia había gastado una noche, pero tenía compromisos ineludibles durante las Navidades que le impedían hacer más escapadas, de manera que nos pasó la tarjeta apenas una semana antes de acabar 2010. Nosotros logramos cuadrar dos días fuera de casa, entre Nochebuena y Nochevieja, y mi suegra llegó a dormir en Mérida con una amiga suya otra noche, pero al final se perdieron irremediablemente tres pernoctaciones. Una pena. Aún así, echamos en Zafra un par de jornadas entrañables y relajadas (por aquel entonces, Julia era un bebé recién nacido y Ana tenía poco más de dos añitos).


Esta ha sido la tercera vez que he dormido en el Alcázar de los Duques de Feria y tampoco he pagado por ello. De hecho, toda la estancia en el Parador, que incluyó la cena en el Restaurante y el desayuno bufé, así como el precio del aparcamiento, nos salió por 49 euros. Increíble.


Además, hay que decir que en esta ocasión le hemos sacado mucho partido a la habitación. Es bien sabido que cuando estoy de viaje no soy de los que se encierran en los hoteles, para mí es esencial salir a la calle y no llevo muy bien el plan vegetativo. Aún así, el pasado domingo se puso a llover y sin atisbo de pena pasamos la tarde tirados en la cama, más a gusto que un arbusto. Ya a las ocho salimos a dar un paseo, tras comprobar que había amainado la lluvia. Gracias a eso vimos la Calle Sevilla, la principal arteria comercial de Zafra, desierta y reluciente.


También recorrimos el entorno de las preciosas Plaza Chica y Plaza Grande, que dadas las circunstancias eran, igualmente, un desierto.



Después de un paseo de una hora nos volvimos a meter en el Parador, justo a tiempo para disfrutar de una rica cena en su restaurante. Para el lunes daban buen tiempo, así que nos fuimos a dormir sabiendo que por la mañana tendríamos ocasión de profundizar un poco más en los encantos de Zafra.

El día siguiente, tras desayunar, salimos de la almendra que conforma el casco histórico de Zafra y nos dirigimos a la Plaza de España para ir a la Oficina de Turismo. Mientras la abrían no sentamos a leer el periódico al sol en dicha plaza como dos jubilados. Fue otro rato muy gozoso.

Tras conseguir un mapa e informarnos en la Oficina de Turismo, regresamos a la zona céntrica segedana y nos pegamos una buena caminata que nos llevó de nuevo por la Calle Sevilla, que ahora sí tenía los comercios abiertos, hasta la Plaza Grande y la Plaza Chica. Luego salimos del centro por la Puerta de Jerez, que da al oeste, y entramos otra vez en él por la Puerta del Cubo o de Badajoz, que es la del norte.



Zafra estuvo amurallada y tres de sus ocho sus puertas se conservan casi intactas, lo que ayuda a que sea muy pintoresco acceder al centro. La puerta del este está junto al Parador y, de las importantes, solo la del sur ha pasado a mejor vida (en el mapa inferior el oeste encuentra abajo).


En nuestro paseo entramos en la Colegiata de la Candelaria, que es la principal iglesia del pueblo. Presenta una estructura constructiva propia del gótico tardío, aunque tiene detalles renacentistas y la torre, junto con su decoración interior, son claramente barrocas. Dentro vimos el Retablo de Nuestra Señora de los Remedios, que es obra de Zurbarán.



También entramos en la Antigua Casa-Palacio de García de Toledo y Figueroa, que en la actualidad alberga el Ayuntamiento. Construido a principios del XVI, en 1600 el edificio lo compró una congregación de monjas y lo convirtió en un convento. Hoy día alberga las dependencias municipales y se puede entrar sin problema en su patio claustral, que está impecable con sus columnas de mármol.


Esta vez no pudimos ver el otro edificio emblemático de Zafra, el Monasterio de Santa María del Valle, popularmente conocido como Convento de Santa Clara, dado que estaba cerrado por ser lunes. En la actualidad alberga el Museo de Santa Clara, que es el gran referente turístico de Zafra. En él se muestra el patrimonio histórico-artístico con el que contaba el convento y también se hace un repaso de la historia del pueblo a través de sus vestigios materiales. Nosotros este museo ya lo vimos en 2010, lo que nos permitió entrar en el inmueble. Recuerdo que aprovechamos un rato en el que Julia iba dormida en la bandolera portabebés de María y Ana se quedó frita en el carrito.

Por lo que respecta a las experiencias culinarias, antes de acabar este post voy a hablar de La Tarama, el bar de tapas donde almorzamos el domingo. Se trata de un negocio que se encuentra en la Calle Santa Marina, que está a dos pasos del Parador.


Resulta que en 2010 comimos en El Acebuche, otro bar de tapas que está en esa calle. El domingo al pasar por Santa Marina tenía la intención de repetir y volver a entrar allí para comer, pero por equivocación nos metimos en La Tarama, que está al lado. Solo al salir me di cuenta de que el local no era el mismo. Aún así, el error fue providencial, porque comimos genial. Aparte, el dueño, llamado Manuel, resultó ser un magnífico comercial que, sin ponerse pesado, nos dio bastante palique. Entre plato y plato nos contó fragmentos de su interesante vida, de tal modo que parecía estar recitando un monólogo de los de El Club de la Comedia, pero sin pretender ser gracioso. De hecho, hablaba igual que Leo Harlem. En su forma de narrar sus anécdotas se parecía a este cómico, aunque no era chistoso ni lo pretendía, pero sí fue muy amable. Además, comimos muy bien, que es lo importante. Por desgracia, la próxima vez que vayamos a Zafra ya no estará La Tarama, dado que Manuel va a traspasar el negocio para noviembre. Tiene otros planes y no corren buenos tiempos para la hostelería...

En definitiva, pasamos dos días balsámicos en Zafra que dieron mucho de sí. Muy probablemente, cuando vuelva a poner mis pies en el pueblo estaré haciendo el Camino de Santiago. Se que para eso falta bastante, pero ahí dejo el apunte...



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado ZAFRA.
En 1996 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la provincia de Badajoz: 20% (hoy día 40%).
En 1996 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'7% (hoy día 35'7%).


16 de octubre de 2020

TAJOS DE MOGAREJO 2020

La pandemia de COVID-19 sigue azotando España y, como consecuencia, no solo resulta difícil organizar ciertos planes, sino que, además, conforme avanzan los meses hacerlo es cada vez más cansado, mentalmente hablando. Del confinamiento salimos con energía a raudales y las vacaciones de verano las hemos maquinado para que no nos faltaran los viajes y las excursiones, pero el hecho de tener que hacerlo todo con tanto miramiento, con tantas limitaciones y con tanto respeto, acaba pasando factura. En el día a día no hay más remedio que avanzar como sea y, por ello, contra viento y marea vamos a trabajar y a la compra, las niñas van al colegio y al instituto, hacemos deporte e incluso intentamos salir a los sitios de siempre, donde sabemos que podemos estar más o menos relajados. Sin embargo, el problema no solo no tiene visos de remitir, sino que está de nuevo in crescendo y yo empiezo a notar que, para la diversión, estoy mejor yendo a lo seguro que inventando historias en las cuales no se por donde van a salir los tiros. 

Pese a todo, mi naturaleza me obliga a no dejarme vencer por el desánimo y, como tercera vía, he encontrado en estos dos meses un modo de escape en el hecho de organizar planes en la naturaleza. Los mismos no suponen ningún riesgo y no cargan con ninguna restricción, por lo que uno puede aflojar y desconectar cuando se mete en faena. Gracias a eso, el mes pasado estuvimos en el Acantilado del Asperillo y hace poco visitamos otro monumento natural que está en mi lista de imprescindibles, los Tajos de Mogarejo.


El Monumento Natural de los Tajos de Mogarejo es un desfiladero de hasta 30 metros de altura en uno de sus lados, ubicado en la provincia de Sevilla, que ha sido labrado a lo largo de los siglos por el Arroyo Salado de Morón, un afluente del Río Guadaira (que, a su vez, desemboca en el Río Guadalquivir). En el escarpe, siguiendo el curso del mencionado arroyo, se ha formado un bosque de galería con abundante vegetación y con una gran riqueza natural. En la superficie que comprende el monumento natural también están las instalaciones de un antiguo molino harinero llamado Molino Pintao. De igual modo, se conservan por allí restos de lo que fue en su día un oppidum ibérico, así como un puente, construido en el siglo XVII sobre cimientos romanos. Este se denomina Puente de la Vera Cruz.


Con todo, he de decir que el monumento natural en sí me decepcionó un poco, quizás porque al pensar en un desfiladero uno se imagina el de la Ruta del Cares, el Tajo de Ronda o el del Caminito del Rey. Los Tajos de Mogarejo están a años luz de esos lugares.


Realmente, el bosque que se extiende a los pies de la elevación en la que se ha formado el acantilado es interesante. Desde lejos se puede apreciar bien como ese corredor verde acompaña el curso del agua desde bastante antes de llegar a los Tajos, aunque es en ellos donde destaca más. En efecto, en la parte del monumento natural esa arboleda queda encajada en el desfiladero, de manera que es impenetrable y no se puede apenas recorrer. Solo se puede atravesar en perpendicular, vadeando el río.

Por lo que respecta al escarpe, este, aun siendo elevado, no es comparable a los murallones magníficos que se pueden ver en otros sitios.


En cualquier caso, a pesar de lo dicho echamos un día campestre sensacional y la excursión que hicimos mereció la pena. A los Tajos de Mogarejo se puede llegar en coche, de hecho el molino harinero del que he hablado lo están rehabilitando y por las marcas del suelo se ve que los vehículos pueden acceder a las obras. Pese a esto, las personas anónimas tienen que aparcar en la puerta metálica de la finca en la que está el monumento natural. Nosotros, sin embargo, queríamos andar y dejamos nuestro coche más lejos aún, junto a la Venta El Salado, que está al borde de la A-375. Ese restaurante en la actualidad está cerrado, pero su aparcamiento es muy útil como punto de partida. Desde las inmediaciones de esa venta enganchamos una vía pecuaria, el Cordel de los Puertos de la Charca, que es amplia y cómoda de recorrer. Por ella anduvimos 3 kilómetros, bordeando campos de cultivo y llevando no muy lejos el Arroyo Salado de Morón.


Después de un rato encontramos la cancela metálica de la que hablaba. En realidad, a la primera nos la pasamos de largo, pero por fortuna, tras andar en balde como 500 metros, me dio en la nariz que nos la habíamos dejado atrás y volvimos sobre nuestros pasos. Una ruta no sería lo mismo para nosotros si no nos perdiéramos en algún momento...



Tras cruzar la verja metálica por una abertura lateral accedimos a la finca y vimos por primera vez el bosque de galería (se aprecia bien en la foto superior). Un poco más adelante llegamos a una bifurcación de la que partían dos caminos. Decidimos ir por el de la derecha, que era el ancho. No obstante, hubiera sido mejor ir por el otro, pero esto no importó demasiado, porque los dos acababan en el mismo punto. A la vuelta, sí regresamos por el más estrecho, que es el que va pegado a la pared del acantilado.



Al final de ambos caminos estaba el molino, junto al puente. El Arroyo Salado de Morón estaba completamente seco, lo que me permitió penetrar un poco más en el desfiladero andando por su cauce. Esto fue francamente divertido, ya que, pese a que fui por el lecho del río, avanzar no fue nada fácil por la abundante maleza y el irregular suelo. 



En un momento dado llegué a un punto en el que no podía continuar más, debido a la espesa vegetación. Desde allí se veían a ambos lados las elevadas paredes del desfiladero. Fue el sitio desde el que vi mejor los Tajos


Por lo demás, también fue curioso cruzar el Puente de la Vera Cruz, tanto por arriba como por debajo. Esto último parece ser que solo es posible hacerlo en esta época del año. 



Al molino no pude acercarme, porque lo están rehabilitando y había una valla en todo su perímetro. Fue una pena, porque hace unos meses estaba aún abandonado y, por lo que he visto en Internet, se podía curiosear por entre los muros de todas sus partes. Ahora está cerrado y en el futuro imagino que se podrá visitar. 


Nosotros nos comimos nuestros bocadillos sobre el lecho seco del mismo río, en una zona llana y sombreada. Luego emprendimos la vuelta y recorrimos, esta vez sin perdernos, los 4 kilómetros de trayecto. A pesar de la fecha pasamos calor, caminando en torno a las 16'00 horas por esas inhóspitas planicies de la campiña del oriente sevillano. Aún así, la verdad es que lo pasamos genial.

También he visto en Internet que el Arroyo Salado de Morón en primavera baja como un torrente, lleno de agua. Yo lo vi más seco que la mojama, por lo que me parece increíble que llegue a tener ese caudal. El hecho de que aquello cambie tanto me motiva a volver en otra época del año. El lugar, pese a lo que he dicho un poco más arriba, me gustó y no me importaría regresar para fijarme en los detalles que el otro día no advertí



Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado TAJOS DE MOGAREJO.
% de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Sevilla: 68'7%.
% de Maravillas de Andalucía visitadas: 37'2%.