31 de julio de 2023

LLANES 2023 (VISITA DE JULIO)

La visita veraniega a Llanes no puede faltar. Es una tradición, que no he roto desde hace catorce años. De hecho, 2004 y 2008 son los dos únicos años en los que he dejado de ir a Asturias en julio y agosto, desde 1997. Ni siquiera este 2023, en el que he encontrado un buen número de trabas, he querido prescindir de pasar unos días allí, en la casa que mis padres se construyeron, en 2006, en aldea llanisca de La Galguera.


No me voy a alargar en exceso en este post, porque el presente verano está siendo el primero sin mi padre, y eso, en Llanes, se nota más que en ningún sitio. Pese a ello, lo hemos pasado bien en muchos momentos, y he cumplido con mis dos propósitos de cada estancia llanisca, por lo que quiero dedicarle unas palabras a esta. El primero de esos propósitos consiste en conocer algún núcleo nuevo de población, de los 71 que tiene el concejo (este año, tras visitar Pancar, me he vuelto a Sevilla con 26 explorados ya, de los cuales he hablado de 23 en el blog).


Mi segunda intención de cada año es pisar alguna playa desconocida, de las 53 que se reparten por la costa del concejo de Llanes (con las 3 nuevas de este verano, he estado en 23, y he hablado de 21 en En Ole Väsynyt). 


Aparte, estoy tratando de hacer un repaso de todas las fiestas populares que tienen lugar en el concejo llanisco, a lo largo del año. Ahí no aspiro a ser tan exhaustivo como con los pueblos y con las playas, pero ya he mencionado muchos festejos, y la cosa va quedando bastante completa. En ese sentido, la pasada semana vivimos, en primera persona, uno de los días de las Fiestas de la Magdalena, y pude sumar a la lista de celebraciones vividas, las correspondientes a esa jornada. También voy a hablar un poco de eso.


El caso es que este 2023, a pesar de que mi padre nos dejó en mayo, he querido pasar una pequeña parte de mis vacaciones estivales en su querida casa de La Galguera. He ido con las niñas, que no han faltado ningún verano, desde que nacieron, a la cita asturiana. En origen, mi plan era ir solo con ellas, ya que María no tiene días libres hasta agosto. Sin embargo, finalmente también ha venido mi madre, que no estaba claro que estuviera en condiciones emocionales de ir a Llanes el presente año. No obstante, tras darle unas cuantas vueltas, decidió acompañarnos. Eso no le ha evitado un buen número de momentos difíciles, pero, en contrapartida, le ha regalado ratos entrañables, por lo que pienso que el balance ha sido positivo. 

Con respecto a lo de las poblaciones, como he dicho, por el concejo de Llanes se reparten 71 núcleos habitados de diferente entidad. Este verano, la novedad ha sido que he ido a Pancar.


Pancar cuenta con 351 habitantes, según el último censo, y está muy cerca de la capital del concejo. Por eso, ha habido ya movimientos, por parte de los responsables concejiles, para que deje de ser considerado un núcleo rural y se convierta, formalmente, en un arrabal de Llanes. Ni que decir tiene, que los vecinos de Pancar se oponen a esto, y reclaman su derecho a mantener su independencia, dado que conservan sus tradiciones y muestran una cierta unidad. Realmente, yo pude ver que, hoy por hoy, el pueblo se encuentra separado lo suficiente, como para que se le considere una localidad autónoma.

Yo he pasado a la carrera por Pancar un buen puñado de veces. Hace años, encontré una ruta que me llevaba desde La Galguera hasta Llanes capital, en treinta minutos, y, por tanto, en ocasiones, cuando quiero rodar una hora, voy y vuelvo por ese recorrido, que me resulta muy ameno. El mismo atraviesa Pancar. En vista de eso, el otro día, aprovechando que ahora no estoy para correr una hora seguida, decidí que esa población podía ser la elegida, a la hora de visitar una nueva localidad. Lo que hice fue irme hasta allí, trotando media hora, y volverme andando, cruzando el pueblo y explorando, también, las partes por las que nunca había transitado. Lo que sí conocía está compuesto por un montón de casas unifamiliares con jardín, típicas de los núcleos residenciales de Llanes.


Lo que he descubierto, ahora, ha sido que Pancar parece estar dividida en cuatro sectores. La cuadrícula la crea la confluencia de dos grandes brechas: por una parte, la aldea está atravesada por la vía del tren, en sentido norte-sur, y, de manera más o menos transversal a ella, cruza la población la carretera local LL-7


En el sector noroeste de esa cuadrícula, que parece ser el más importante, destaca la Capilla de San Patricio, que está ubicada en una elevación. Se trata de la única ermita dedicada a ese santo que hay en España. Data de 1922, y se encuentra junto a una espectacular Encina Centenaria, que supera los 300 años.


En la porción noreste de la mencionada cuadrícula, hay una bolera de una entidad considerable, así como una pista deportiva con muy buena pinta. Sin embargo, además de la noroeste, es la zona sureste la otra que parece tener una mayor relevancia. En ambas es donde hay un mayor número de casas de corte tradicional, en hilera, lo que evidencia que ahí estaban los núcleos originales de la localidad. Junto a ese grupito de viviendas del sector sureste, es donde se abre un espacio, que hace las veces de plaza del pueblo. Junto a él, hay una fuente.

 
En definitiva, me pegué una buena vuelta por Pancar, que resultó ser una localidad eminentemente residencial, muy cuidada. Desde allí, me volví andando a casa, lo que me permitió pasar, una año más, por Soberrón, el pueblo vecino a La Galguera. Fue un bonito paseo, por un entorno que puede llegar a engañar, porque no está enfocado al turismo, sino que se encuentra habitado por gente de a pie, que vive su día a día al margen de los turistas. Otra cosa es que a los foráneos urbanitas nos guste integrarnos, de vez en cuando, en un ambiente campestre amable. En Asturias, tienen muy trabajado ese nicho de mercado del turismo rural, lo que hace que haya alojamientos por doquier, en muchas de las aldeas que se reparten por el territorio, en las cuales veranean multitud de visitantes. No obstante, la explotación turística de ese factor rústico, trae aparejado un lado oscuro, que queda retratado a la perfección en un cartel que, este 2023, he visto colocado en diversos puntos del concejo.


En Llanes, invitan con bastante clase a los urbanitas delicados, con menos dedos de frente de lo pertinente, a vivir sus experiencias rurales en otro sitio. Chapeu

Con respecto a las playas, en esta ocasión tuve fácil lo de conocer alguna nueva, porque Ana y Julia dieron tres clases de surf, como ya hicieran en 2019. Aquel año, contratamos el curso en Llanes Surf School, y la experiencia fue muy positiva, por lo que hemos repetido.



No obstante, este 2023 lo del surf ha sido algo distinto, porque en 2019 dos de los tres días de actividad se desarrollaron en las playas de Celorio, y solo uno en la Playa de Portiellu. Esta vez, en cambio, las tres jornadas hemos ido a esta última, que se encuentra mucho más aislada. Yo no hice surf, porque los deportes acuáticos no son lo mío, pero acompañé a las niñas, lo que me permitió explorar con sumo detenimiento el grupo de playas que acompañan a la de Portiellu, cosa que no pude hacer en  2019. En total, en ese apartado rincón de la costa llanisca hay cuatro arenales, que están comunicados, y que se abren en medio de los acantilados. 


De oeste a este, de esas cuatro playas, la primera es la Playa de San Martín, que es la más importante. Tanto, que a menudo a todas se las considera una sola, y esta es conocida con ese nombre. Realmente, se trata de un arenal imponente.


En su extremo occidental, la Playa de San Martín tiene una zona rocosa, muy chula, en la que se han formado pequeñas cuevas.



A continuación, está la Playa de Portiellu, que es donde se hace surf. Este arenal es más estrecho y profundo que el de San Martín. Con la marea baja, se convierte en otra impresionante playa.


En la Playa de Portiellu se encuentra la única escalera de acceso a todo el conjunto de playas. Más allá, las dos orientales tienen la particularidad de que se quedan completamente aisladas cuando hay marea alta.



En efecto, tras el saliente donde termina la Playa de Portiellu, está la Isla de Poo o Isla de La Almenada. Entre esta y el acantilado, se forma una barra de arena perpendicular a la costa. La parte de ella que mira hacia occidente es la Playa de La Isla, y la que da a oriente es la de La Almenada. La Playa de La Isla es la que se comunica con la de Portiellu, cuando la marea baja. Ni que decir tiene, que hay que tener cuidado para no quedar aislado en ella, cosa que tampoco parece tan complicado, dado que el paso no se queda despejado mucho rato. Esa inaccesibilidad hace que sea una playa prácticamente virgen.


La Playa de La Almenada, por su parte, es más pequeña, y también se queda aislada. Cuando yo fui no había nadie, por lo que disfruté de un rato de tranquilidad impagable.


La citada Isla de Poo, que es la que se ve al fondo, en la foto inmediatamente superior, es una especie de cúmulo rocoso, en el que solo hay pequeños matorrales. Cuando la marea está baja, es accesible desde la playa. Yo iba descalzo y no subí por donde se podía, pero sí descubrí que, a pesar del aspecto monolítico que presenta desde lejos, en realidad la isla se encuentra partida en dos. Parece que una parte se ha desgajado, y se ha creado una especie de pasillo de roca espectacular.


En definitiva, en esta ocasión mi propósito de conocer alguna playa nueva del concejo de
Llanes se convirtió en un entretenido rato de exploración, que me permitió profundizar en otro rincón de la costa asturiana.


Cambiando de tercio, mis veraneos en Llanes no serían los mismos, sin los homenajes culinarios que nos pegamos. Este año fue bastante prolífico en ese sentido. Seguramente, lo más destacado fue que probé los percebes en la Sidrería El Bodegón.


Los percebes son una delicatessen, que yo no había tenido el gusto de catar aún, dado lo que valen. El platito de la foto nos costó 12 euros, sin ir más lejos. Pese a esto, mereció la pena, puesto que me encantaron. El sabor a mar de ese molusco es delicioso.

A otro nivel, también cenamos una noche en la Sidrería La Casona, disfrutando del ambiente, ya que en la Plaza de la Magdalena, que está al lado, iba a tener lugar la Hoguera de la Magdalena. De ella hablaré más adelante. En esa ocasión, nos tomamos un tomate aliñao, unas buenas patatas bravas y una rica ración de parrochas (son como unas sardinas pequeñas, que se comen fritas).


La parada en la Heladería Revuelta y el aperitivo en el Café Bitácora tampoco faltaron, en diferentes días. De todas formas, fue el rato de la cerveza vespertina, en el Bluu Beach Cafe Bar, lo que se merece un comentario especial.


El Bluu Beach Cafe Bar es una especie de chiringuito, que solo abre en verano, y que está al final del Paseo de San Pedro, sobre la Playa de El Sablón. Nosotros fuimos un día, al caer la tarde, y tuvimos la suerte de pillar una de las mesas que se asoman al casco urbano de Llanes. La 1906 que me tomé, en ese maravilloso emplazamiento, me supo a gloria.

Con respecto al mencionado casco urbano de Llanes, estas vacaciones, aparte de ir a la peluquería, cosa cotidiana que nunca había hecho allí, y que me gustó, porque me permitió sumergirme, durante un rato, en un ambiente local muy auténtico (fui a la Peluquería Gustavo), también he conocido dos sitios más. Después de tantos años, es casi un milagro que sigan surgiendo lugares nuevos para visitar, en la capital concejil. Uno fue el edificio del Ayuntamiento, en el que no había entrado. No hay papeleo que por bien no venga.


La casa consistorial se construyó en 1862, y no es un edificio reaprovechado, sino que se erigió para albergar la alcaldía desde el principio. Dentro, me llamó la atención que el Salón de Plenos estuviera ubicado en el patio central, abierto y muy a la vista. 


El otro sitio que no conocía, y que vi por dentro, es la Capilla de San Roque. Está un poco oculta por los veladores del bar de enfrente, y flanqueada por edificios de viviendas, por lo que pasa totalmente desapercibida.


Aunque parezca mentira por su aspecto, la Capilla de San Roque data del siglo XIV, y es una de las edificaciones más antiguas de Llanes. En realidad, es lo único que queda en pie, de un hospital de peregrinos que se construyó en ese lugar, al final de la Edad Media. Dentro, está la imagen de San Roque, que es el patrón local.


Y ya para acabar, voy a hacer mención a la festividad popular que vivimos en esta ocasión. Se trata de las Fiestas de la Magdalena. El día grande de la celebración es el 22 de julio, pero la noche antes tiene lugar un evento de lo más particular, que fue lo que nosotros vimos. Se conoce como Hoguera de la Magdalena. Esta comenzó con un desfile, que se inició en la Calle Mayor. Lo encabezó la Banda de Gaitas El Llacín


El desfile congregó a mucho público. Me pareció interesante el contraste, con respecto a lo que vivimos en abril, durante la procesión de Semana Santa, que tuvo escasa repercusión.

El caso es que el desfile estuvo encabezado por las gaitas, y detrás vimos como marchaban un montón de llaniscos y de llaniscas, con sus trajes típicos. Por lo visto, iban a recoger la hoguera, que llevaba cortada una semana.

La hoguera no es más que un tronco, que se transporta por los lugareños de cada aldea, y que se planta en algún prado de la localidad. Este año, yo vi, por ejemplo, la imponente hoguera de Pancar.


Conseguir clavar un palo de esas dimensiones en el suelo no es fácil. Presenciar como lo hacen es un espectáculo. Yo lo he visto otros años, en San Roque del Acebal y en Villahormes, pero lo que no sabía, es que la hoguera de la capital del concejo es diferente. Esta no la plantan en el suelo. Allí, con el tronco hacen una verdadera hoguera. Una fogata, vamos. De hecho, cierran la Plaza de la Magdalena, y habilitan en ella el lugar para hacer el gran fuego.


El público, tras ver como se inicia el desfile, lo que hace es esperar a que regresen los llaniscos con la hoguera, es decir, con el gran tronco. Tardan un buen rato. Tanto, que a nosotros nos dio tiempo a cenar en la Sidrería El Bodegón. Al final, llega un momento en el que aparecen los mozos, cargando el enorme palo sobre sus hombros. 


Hasta ahí, todo normal. La novedad de la capital del concejo estriba en el hecho de que, en ese momento, en vez de ponerse a clavarlo en la tierra, lo que hacen es sacar una motosierra, partir el tronco en trozos, y prenderle fuego a la madera. 


Todo se hace en medio de una gran algarabía, y sin que falte la música. No deja de ser una fiesta. Después, la gente se dispersa, porque, realmente, el día grande es el siguiente. Nosotros, a la segunda jornada de los festejos ya no acudimos.

En definitiva, nuestras vacaciones llaniscas de este año fueron raras. Más de lo que he reflejado aquí, dado que en En Ole Väsynyt solo hablo de lo bueno. No significa eso que hubiera momentos muy malos, pero sí es cierto que la semana en Llanes del presente verano ha tenido un puntillo agridulce. No obstante, como se puede comprobar, lo hemos peleado para que los ratos agradables acabaran imponiéndose. Ha habido tantos, que al final el post no me ha quedado precisamente breve...

No quiero acabar sin comentar, aunque no tenga que ver con Llanes, que a la ida a Asturias dormimos en el Parador de Gredos, y a la vuelta hicimos lo propio en el Parador de Tordesillas. Lo digo, porque también llevo la cuenta de todos los establecimientos de la red de Paradores de Turismo en los que he tenido la suerte de pernoctar. En relación con esto, tengo que decir que lo he hecho ya en 24 de los 98 hoteles que tiene esa cadena. Con esto, actualizo la cifra de paradores que conozco, porque el número de ellos en los que he pasado noche lo tengo que elevar, con respecto a lo que he venido diciendo en otros post. En efecto, hasta ahora creía que llevaba 22, por lo que el de Gredos sería el 23 (en el de Tordesillas ya había estado). Sin embargo, me estaba dejando atrás el de Puebla de Sanabria, por lo que, en realidad, he dormido en 24 (en Tordesillas, en Soria y en Salamanca lo he hecho dos veces, y en Zafra tres). Del de Gredos quiero poner una foto, aunque no sea el objeto de este post, dada la pinta de Overlook Hotel que se gasta. 


También quiero comentar dos particularidades suyas. Una es que se trata del parador primigenio, es decir, el primero que se abrió, allá por 1928. La otra es que, en 1978, en él se reunieron los siete Padres de la Constitución, para redactar y consensuar el texto constitucional que sigue vigente en España. La sala donde se juntaron esos días no está igual, pero me gustó verla. Allí han colocado una placa conmemorativa, para que no caiga en el olvido la relevancia que tuvo el lugar.


Como he venido diciendo, la estancia en Llanes de este verano de 2023 ha tenido momentos algo oscuros. Sin embargo, no nos hemos dejado vencer por el desánimo, y hemos hecho un montón de cosas. La vida sigue, y no se pueden desaprovechar las oportunidades de disfrutar de ella, todo lo posible. 



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado LLANES.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 13'3% (hoy día 60%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'8% (hoy día 36%).


24 de julio de 2023

AVILÉS 2023

Las tres localidades más pobladas del Principado de Asturias son Gijón (275.200 habitantes), Oviedo (225.300 habitantes) y Avilés (83.600 habitantes). La primera es la ciudad asturiana moderna y actual por antonomasia, gracias a sus servicios y a su oferta de ocio. La segunda es la histórica, ya que destaca por su patrimonio y por su relevante pasado. La tercera, por su parte, ha quedado relegada, tradicionalmente, al papel de urbe industrial. Las tres forman una especie de triángulo, en el eje del territorio asturiano, y huelga decir que el patito feo del trío es Avilés. Sin embargo, esta población no es lo que parece a simple vista, porque, debajo de su antiestético envoltorio, esconde un centro precioso.


Lo cierto es que, cuando uno circula por la A-8, que es la autopista que cruza el Principado de lado a lado, yendo paralela a la costa, lo que ve, al pasar cerca de Avilés, es una gigantesca y horrorosa franja industrial, llena de fábricas. No obstante, resulta que, mucho antes de convertirse en un enorme enclave siderúrgico, Avilés fue un próspero núcleo comercial y marinero. En efecto, durante la Baja Edad Media, su puerto fue el más importante de la costa norte atlántica de la Península Ibérica, con la cosa de que los vestigios que quedan de aquella época no han sido destruidos. Lo que sucede es que, a partir de 1950, la zona fabril se desmadró, y acabó opacando por completo la impronta medieval de la localidad. En veinte años, la población avilesina se cuadruplicó, gracias a la necesidad de mano de obra de la industria, y esa masiva emigración hizo crecer la urbe de una forma escasamente vistosa, de manera que el barrio histórico quedó convertido en algo parecido al corazón de una cebolla. Hoy día, en España, el sector secundario no es capaz de proporcionar un nivel de vida aceptable para demasiada gente, por lo que Avilés, lo mismo que todo el Principado de Asturias en general, ha tenido que reinventarse. En ese contexto, la ciudad trata de mostrar, desde hace años, lo bonito que tiene en su interior.

Yo estuve en Avilés, por primera y única vez, en 2006. Fue una visita breve, pero me permitió comprobar que su casco histórico merece la pena. Por aquel entonces, no existía el complejo cultural que fui a ver el otro día, y que me ha brindado la excusa perfecta para regresar a la ciudad, 17 años después. Se trata del Centro Niemeyer.



Oscar Niemeyer fue un brasileño, que, a lo largo de sus 104 años de vida, logró convertirse en uno de los más grandes exponentes de la arquitectura moderna mundial. Su obra es extensísima, pero a mí lo que más me impacta es que fue el responsable de las principales construcciones de la ciudad que, entre 1956 y 1960, se creó en Brasil, ex novo, para ejercer de capital de la nación. Tras ser una pieza clave en el desarrollo de la faraónica erección de Brasilia, Niemeyer siguió trabajando de manera muy prolífica, pese a que tuvo que exiliarse en Europa en 1966, por motivos políticos. En el viejo continente, el arquitecto carioca siguió proyectando edificios, aunque ninguno estaba en España. Su primer contacto con nuestro país llegó en 1989, cuando fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Años después, Niemeyer parece que quiso agradecer a los asturianos ese reconocimiento, y les donó el que, a la postre, sería su mayor proyecto en Europa. Se denominó Centro Niemeyer, y es un recinto dedicado a la cultura.


Se da la circunstancia de que, en un primer momento, estaba previsto que el Centro Niemeyer se erigiera en Oviedo, que es el referente histórico del Principado. Sin embargo, como el complejo ya venía diseñado, tenía unas características fijas, que hacían necesaria una superficie plana de más de 35.000 m², para levantarlo tal cual. En la capital de Asturias no había ninguna explanada con esas dimensiones, pero en Avilés sí.

Así, frente a la Ría de Avilés, entre la zona siderúrgica y las viviendas, se inauguró, en 2011, el Centro Niemeyer, que se convirtió en una especie de Museo Guggenheim a la asturiana. Como he dicho arriba, cuando yo fui a Avilés en 2006, el complejo cultural no existía. Años después, me enteré de su creación, y hace unos días, cuando buscaba un pretexto para organizar una excursión a la ciudad avilesina, que me permitiera escribir este post y cerrar un primer acercamiento de En Ole Väsynyt al triplete urbanita de Asturias, me acordé del Centro y busqué si se podía visitar. Por fortuna, es posible, así que el pasado jueves abandonamos el entorno de Llanes, por única vez en la semana que hemos estado allí, y nos plantamos en Avilés.

No me voy a enrollar mucho, hablando del Centro Niemeyer. No es el objeto de este post describirlo de manera pormenorizada. Solo voy a decir que consta de cinco espacios. Nuestra toma de contacto con el complejo tuvo lugar en el Edificio Polivalente, que es donde está la cafetería y el área de atención al usuario.


Hay que decir que nuestra llegada al Centro Niemeyer fue bastante accidentada, lo cual me hizo poca gracia. Resulta que salimos tarde de Llanes, lo que provocó que llegáramos con unos minutos de retraso a la visita guiada, a pesar de que fuimos cagando leches. Por suerte, aunque el recorrido con la guía ya había comenzado, nos dejaron unirnos al grupo, justo cuando iba a entrar en el Auditorio, que es el segundo espacio, de los cinco que decía que tiene el Centro.

Una vez bajadas mis pulsaciones, y rebajado el nivel de estrés, pude empezar a escuchar las explicaciones de la guía. El Auditorio tiene capacidad para unos mil espectadores, y es un prodigio, desde el punto de vista acústico y visual. Además, me gustó eso de que Niemeyer concibiera un recinto igualitario, sin palcos, ni zonas nobles para gente pudiente. En su patio de butacas, todas las personas son iguales y pagan lo mismo por ver los espectáculos.



En efecto, los casi 1.000 asientos del Auditorio tienen un estatus idéntico. Además, están colocados de forma asimétrica, para favorecer la visión. Durante unos diez minutos, la guía nos contó esas y otras cosas. 

El tercer espacio del Centro es el de la Plaza. Este es un recinto abierto a todos, destinado a actividades de carácter lúdico y cultural. Quizás, lo que más me llamó la atención fue que el escenario del Auditorio, que por dentro del edificio da al patio de butacas, por detrás puede abrirse a la Plaza, permitiendo los espectáculos al aire libre. 


Además, durante la pandemia, en la época en la que el distanciamiento social era preceptivo, se montó en la Plaza un autocine, de manera que las películas se proyectaban en la gran pared blanca del Auditorio


Esa iniciativa, por lo visto, tuvo mucho éxito, aunque en 2022 y 2023 no he encontrado noticias de que se hayan proyectado más películas.

Aparte, la Plaza está atravesada por una marquesina, que no tiene más función que la estética, y, si acaso, la de permitir que la gente pueda ir del Auditorio a la Cúpula sin mojarse, cuando llueve.


Precisamente, la Cúpula es el cuarto espacio del Centro Niemeyer, de los cinco a los que hacía referencia. Se trata de una semiesfera, dedicada a exposiciones y a actividades culturales.


A mí, la Cúpula me recordó un poco a la casa en la que vivía el joven Luke Skywalker en Tatooine, en La Guerra de las Galaxias. Frikadas al margen, cuando nosotros entramos, lo que había allí era una exposición temporal, dedicada a Eduardo Úrculo.


Por desgracia, a la muestra tan solo pudimos echarle una rápida ojeada, dado que costaba dinero, y la visita a los edificios no incluía una parada para ver los cuadros. Sí nos detuvimos a contemplar la curiosa lámpara del techo.


La lámpara fue un ejemplo del gusto de Niemeyer por los efectos visuales, ya que, desde abajo, parece que se encuentra pegada al techo, pero desde los laterales se ve que está completamente separada.


El quinto espacio del Centro Niemeyer es la Torre. La misma se alza unos 20 metros, y cuenta con un escalera helicoidal exterior, que sube hasta la planta elevada, la cual tiene forma de disco. En ella, lo que hay es un restaurante.


Ana y yo subimos hasta la puerta del restaurante en cuestión, dado que la visita guiada acabó a los pies de la Torre. No pudimos entrar, pero pude ver como es el edificio por dentro. No niego que me gustaría comer ahí.


La visita al Centro Niemeyer duró unos 40 minutos. Estuvo muy bien, la verdad, porque fue ilustrativa, pero no resultó pesada. Ana y Julia siguieron las explicaciones con interés, dado que la guía hizo hincapié en los aspectos curiosos y llamativos de los edificios, sin perderse en explicaciones técnicas.

La realidad es que el Centro Niemeyer, tal y como está diseñado, solo tiene cabida en un sitio del estilo de Avilés. Oscar Niemeyer destacó, como arquitecto, por la explotación de las posibilidades constructivas del hormigón armado, y eso hace que el complejo cultural no tenga un solo árbol. La Plaza es una explanada infinita de cemento, que no tendría cabida en un lugar como Sevilla, por ejemplo. En Avilés, en cambio, si no se le tiene miedo a la lluvia, no supone ningún problema atravesar una planicie así de pelada. Sin ir más lejos, nosotros realizamos la visita a mediodía de una mañana del mes de julio, y, pese a ello, no sufrimos, en absoluto, por el sol, ni por el calor, aunque es cierto que se agradecieron las gafas de sol cuando el lorenzo salió, ya que el reflejo de la luz solar resultaba molesta.

Por otro lado, el Centro Niemeyer se encuentra unido al casco urbano de Avilés por el Puente de San Sebastián. El mismo está pintado de colores, y es una réplica de la antigua pasarela metálica que salvaba la Ría de Avilés.



Al otro lado de la Ría de Avilés, lo primero que nos encontramos fue la Antigua Pescadería Municipal, un edificio que ha sido intervenido de una manera bastante heterodoxa. En origen, fue erigido en 1918, para dar salida al pescado que llegaba, cada día, al puerto avilesino. Funcionó hasta finales de los años 80 del siglo XX, y luego quedó en desuso. Al construirse el Centro Niemeyer, el inmueble se integró en el proyecto, que incluía también la construcción del Puente de San Sebastián, así como de otra pasarela que salvara las vías del tren, las cuales corren paralelas a la Ría. Esta pasarela se denominó La Grapa. Hasta ahí, todo es normal. Por medio de los dos puentes, se unió el Centro Niemeyer con el meollo de Avilés, y listo. 


Lo que pasa es que La Grapa, no se por qué, se construyó de forma que corta por la mitad la Antigua Pescadería Municipal, como se ve en la foto superior. Esta, ahora, tras haber sido convertida en un anexo del Centro Niemeyer, se encuentra dividida en dos. Es raro, porque se podía haber evitado alterar de ese modo el edificio, pienso yo, pero, a la vez, queda original y curioso. En conclusión, es un ejemplo más de las contradicciones en las que nos hacen caer los arquitectos, con cierta frecuencia.

Viniendo desde el Centro Niemeyer, La Grapa desemboca en la Plaza de Santiago López, que ejerce de puerta de entrada al centro de Avilés. En esa plaza es, precisamente, donde está la Antigua Pescadería Municipal.


El casco antiguo de Avilés es uno de los mejor conservados del norte de España. Cuenta con dos kilómetros de soportales, y está formado por una sucesión de plazas, calles y jardines, flanqueados por iglesias y palacios, que impresionan y sorprenden.



No espera uno encontrarse algo tan pintoresco y cuidado, en una ciudad conocida por su pasado industrial y siderúrgico.


El epicentro del meollo avilesino es la Plaza de España. En una ciudad que destaca por sus soportales, no extraña que el espacio que ejerce de plaza mayor esté porticado, pero, en este caso, su planta es irregular.



A la espalda de la Plaza de España, tras una fila de casas, está el Parque de Ferrera, que antaño perteneció al Palacio de Ferrera. Este, en la actualidad se ha transformado en un hotel. Por su parte, el parque mide 81.000 m², y se merece una buena visita. Para mí, no era el día de enredarme, por lo que solo me adentré un poco en él, accediendo por la entrada que da a la Calle Rivero. Además, tiene otros cuatro accesos. 

En realidad, apenas si tuve tiempo de curiosear por el casco urbano de Avilés. En el futuro me desquitaré, pero en esta ocasión iba con las niñas y con mi madre, y quemé los barcos en la visita al Centro Niemeyer. Después, nos internamos en el centro avilesino para comer, y eso me permitió ver sus calles principales, pero, como digo, no pude ponerme a explorar con detalle. Sí intenté ir a ver la Fuente de Los Caños de San Francisco, que es uno de los principales emblemas de la población. Yo la recuerdo de cuando estuve en Avilés en 2006, pero esta vez me lie y acabé junto a otra fuente, denominada Fuente de los Caños de Rivero.


Con respecto al almuerzo, como llevábamos varios días en Asturias y ya nos habíamos pegado varios homenajes de comida autóctona, decidimos darnos el gustazo de buscar un restaurante italiano. Acabamos en uno que estaba en la Calle La Ferrería, que es de las más señeras de Avilés.


En concreto, comimos en el Ristorante Pizzeria Don Pasquale. Estuvimos muy a gusto, y el camarero que nos atendió no pudo ser más simpático y eficiente. El único lunar fue la carta, que me confundió. A mí, me encanta la pizza, pero no me gusta con demasiado queso, y lo normal es que, en todos lados, la pongan con un dedo de mozzarrella. Por ello, yo me hago mis pizzas en casa, pero no suelo pedirlas en los restaurantes. Además, como me chifla la pasta, en los italianos me suelo decantar por ella, sin problema. Esta vez, sin embargo, me encontré con una amplia carta de pizzas, en la cual se detallaban los ingredientes de cada una. En la mayoría, ponía mozzarella entre ellos, pero en algunas no, lo que me hizo pensar que las mismas eran herederas directas de la Pizza Marinara, que es uno de los dos tipos pizzeros que se inventaron en Nápoles. En efecto, en origen, solo había un par de clases de pizza. Una era la Margherita, que sí llevaba mozzarella, y otra era la Marinara, que solo estaba compuesta de tomate, ajo, orégano y aceite de oliva. Esta última no la hay en casi ningún sitio, supongo que porque le parece sosa a la gente. No obstante, a mí me encanta. Por eso, al ver que había pizzas que parecían tomarla como base, me vine arriba y pedí una Frutti di Mare, que ponía que llevaba, tan solo, tomate, orégano, gambas, mejillones y almejas. Craso error, porque, finalmente, también tenía un montón de mozzarrella. Me la tomé, claro. Faltaría más, pero me decepcionó por el exceso de queso. Fue un chasco lo poco clara que estuvo la carta. Pese a esto, el almuerzo en el Ristorante Pizzeria Don Pasquale fue muy agradable.

En definitiva, tras ir a Oviedo en abril, quería hablar de Avilés, para que las tres grandes ciudades de Asturias ya estuvieran presentadas en este blog. A ese trío tengo que volver, porque apenas si he hablado de unos pocos de sus encantos. En Avilés, sin ir más lejos, el antiguo barrio de pescadores, que queda al norte del casco histórico, no lo conozco. Por eso, regresaré más pronto que tarde.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado AVILÉS.
En 2006 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 55'3% (hoy día 60%).
En 2006 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 27'5% (hoy día 36%).