13 de mayo de 2021

VALLADOLID 2021 (VISITA DE MAYO)

Estamos de celebración, dado que se acaba de cumplir un lustro desde que empecé a escribir en este blog. En total, han caído ya 198 posts. Me parece una pasada y me ilusiona que esta idea, que tuve de manera un tanto sobrevenida, haya cuajado. Cierto es que el número de artículos ha ido decreciendo, puesto que en cada uno de los cinco años he escrito sucesivamente 53, 51, 42, 30 y 20 entradas. La razón de la disminución, sin embargo, no ha sido la dejadez, sino que ha tenido que ver con las circunstancias que han hecho que haya viajado y haya corrido menos carreras desde principios de 2019, primero porque estuve quince meses trabajando los fines de semana, y después porque, cuando iba a empezar de nuevo a currar solo de lunes a viernes, empezó la movida de la COVID-19. La situación en el último año y pico, desde luego, no ha favorecido el ocio viajero ni la participación en carreras. Más bien los ha cercenado de raíz. Pese a todo, lo que he podido narrar lo he narrado, y en un futuro cercano, cuando terminemos de salir del bache del SARS-CoV-2, estoy seguro de que podré recuperar el hábito de viajar y de competir, lo que se verá reflejado en En Ole Väsynyt.

Ahondando un poco más en lo del ritmo de publicaciones en el blog, he de añadir que en 2020 pasamos más de dos meses encerrados en casa, pero desde mayo, con prudencia y restricciones, pudimos movernos con cierta libertad. En 2021, sin embargo, hemos estado la mayor parte del tiempo con limitaciones de movilidad. Eso ha hecho que solo haya escrito cinco post en lo que va de año, y que, además, todos hayan estado dedicados a lugares ubicados en la provincia de Sevilla. A pesar de esto, el pasado fin de semana, como si pretendiera estrenar el sexto año de En Ole Väsynyt por todo lo alto, no solo volví a atravesar los límites provinciales, cosa que no hacía desde octubre, sino que también salí de Andalucía y fui a Valladolid.


En este caso, el desplazamiento estuvo justificado, ya que fui a hacer un examen. Gracias a eso pasé un día en Pucela, e incluso conocí una zona que no debe ser muy transitada por los foráneos. No obstante, fue raro, porque me moría de ganas de patearme bien la ciudad y de conocerla, estoy muy necesitado de planes como ese, pero me jugaba mucho y al final solo pude sacar un rato, después de la prueba, para darme un paseo por el centro y visitar un par de sitios.


Hay que decir que yo ya había estado en una ocasión en Valladolid. Fue en el año 2001. Por aquel entonces yo tenía 24 años, por lo que no puedo entender por qué no recordaba nada de la ciudad. Todo lo que he visto esta vez ha sido nuevo para mí, es comprensible que la zona universitaria y el Barrio España, que es donde me he alojado, no los recordara, porque es seguro que por allí no estuve, pero la Plaza Mayor y sus alrededores sí debí verlos. Aun así, los había borrado de mi mente.

Por poner la visita en contexto, he de explicar por qué la misma estuvo motivada por la realización de un examen. Tampoco me quiero alargar en exceso con la razón de ser de que yo fuera a opositar a una población casi desconocida para mí y que queda a 600 kilómetros de casa, pero resumiendo puedo decir que trabajo en la Universidad de Sevilla como interino y que, hasta que me saque la plaza, puedo llegar a pasar, en los próximos años, alguna temporada en paro. Es por esto que me interesa estar en otra bolsa de interinos en alguna otra universidad, en un puesto similar al mío. Lo ideal hubiera sido que la convocatoria de oposiciones hubiera partido de las universidades de Huelva, Cádiz o Córdoba, pero la que salió fue para la de Valladolid. Era lo que había y he ido a por todas. Durante cinco meses me he preparado lo que buenamente he podido, y el viernes a mediodía me planté en la ciudad del Pisuerga con la intención de darlo todo al día siguiente.

Como he dicho, tenía muchas ganas de pasearme, pero para mí las horas previas a los exámenes son clave, por lo que no me quedó otra que encerrarme a estudiar cuando llegué a Valladolid. Previamente había buscado un alojamiento barato (dejaremos los grandes estipendios para los planes divertidos), y debido, tanto a esto, como a mi desconocimiento de la ciudad, acabé en un lugar de lo más curioso: el Barrio España. Yo no tenía ni idea, pero resulta que aquella zona es de las más humildes de Valladolid. Está al noroeste del Río Esgueva, que corta el casco urbano antes de desembocar en el Pisuerga


Yo elegí el apartamento porque era muy económico, pero también porque al norte del Esgueva, justo al sur de la barriada de San Pedro Regalado, que también aparece en el mapa, están el Campus Miguel Delibes y el Campus Esgueva, que es donde yo tenía que hacer el examen. Al mismo quería ir andando, para evitar estreses, y por eso acabé hospedado en una zona que resultó ser de lo más popular.


El Barrio España tiene aspecto de pueblo y, aunque muchas de sus casas son nuevas, otras se ve que no han cambiado demasiado desde hace décadas. La barriada pertenece al distrito de Valladolid con la renta per cápita más baja de la ciudad. En sus calles percibí el ambiente típico de las zonas populares, en el buen sentido.

Con respecto al alojamiento en sí, no suelo hacer mención expresa de los sitios donde duermo cuando simplemente alquilo un apartamento, pero en este caso lo voy a hacer, porque acabé en un lugar de lo más pintoresco. Estaba situado en la Calle Roncal y, más allá de que estuviera en el barrio comentado, lo primero que me chocó fue que la puerta que daba al exterior era de metal, estaba bastante deteriorada, y parecía más propia de un trastero que de una vivienda.


En la foto superior, la puerta de entrada al apartamento es la blanca pequeña. Sin embargo, la misma no comunicaba directamente con el alojamiento, sino que daba a un garaje, que resultó ser una especie de pasaje de los horrores. 


Mi primera impresión no fue buena, pero según avanzaba por el garaje la cosa fue empeorando, ya que al final de este se amontonaban un montón de utensilios de obra y de muebles abandonados, junto a los que tuve que pasar. Al salir por la puerta que comunicaba con el segundo patio pude comprobar, además, que lo que había en este era muy parecido. 


Solo al atravesar la segunda cancela me encontré ya con un lugar medio decente.


Por suerte para la dueña que me alquiló aquello, y a la que no vi, yo estaba solo e iba en plan monje, dispuesto a encerrarme durante toda la tarde a estudiar. En vista de eso, como comprobé que el apartamento propiamente dicho realmente estaba reformado y confortable, no le di más vueltas al asunto y dejé pasar lo del acceso surrealista.


Más allá de eso, la ubicación estuvo bien elegida, ya que, como he comentado, yo lo que quería era estar más o menos cerca del Aulario del Campus Esgueva, cosa que logré.


El viernes por la tarde, en un mini receso que me concedí, hice el camino para localizar bien el Aulario. Gracias a eso recorrí por primera vez el Paseo del Cauce, que discurre paralelo al Río Esgueva y que acaba pasando junto al Campus Esgueva


Dentro del recinto universitario encontré sin dificultades el edificio que iba buscando. Al día siguiente ya fui hasta allí a tiro hecho.


Aparte de eso, mi siguiente momento de relax no llegó hasta que no acabé el examen. El mismo terminó sobre las 12'30 y, aunque tenía que volver conduciendo a Sevilla, decidí internarme en el centro de Valladolid para despejarme un poco. No es de recibo ir a una ciudad así y no echarle un ojo a su parte más emblemática. Gracias a ese paseo comprobé que, como dije al comienzo, no recordaba nada de Pucela. Mi intención desde el primer momento fue llegar a la Plaza Mayor y lo conseguí, pero no fue fácil, porque no encontré ninguna calle que fuera directamente hasta allí.

Valladolid me pareció una población con empaque. No en vano es la capital de Castilla y León. Con 300.000 habitantes, es evidente que es una de las grandes urbes españolas. Además, tiene historia, aunque no cuenta con ningún monumento que destaque, como Ávila o Segovia, ni tampoco su catedral aparenta estar al nivel de la de Burgos o de la de León. Por otro lado, su casco histórico no tiene el carisma del de Salamanca. Por ello, pese a su papel de epicentro administrativo de la comunidad autónoma más grande de España, está un poco eclipsada por sus vecinos. 

Por lo que a mi respecta, caminando desde el noreste observé calles del centro con bloques de pisos de buen nivel, pero poco vistosos. Luego ya sí vi edificios históricos imponentes, pero parecen estar más dispersos que en otras ciudades. En el recorrido que yo hice, el que más me llamó la atención fue, sin duda, el Palacio de Santa Cruz, que es la primera muestra de arquitectura renacentista en España


Como no iba con mucho tiempo dudé si entrar a verlo, pero lo cierto es que ese impresionante inmueble, ubicado en la Plaza Colegio de Santa Cruz, en la actualidad es la sede del Rectorado de la Universidad de Valladolid, del Museo de la Universidad de Valladolid (MUVA) y del Museo de Arte Africano Arellano Alonso, que también pertenece a la Universidad. Se da la circunstancia de que en el temario del examen que acababa de hacer había un tema dedicado al MUVA. Me había examinado de él, por lo que no podía irme sin entrar a rendirle cuentas.


El MUVA en realidad tiene tres sedes, además de la del Palacio de Santa Cruz. Esta última es la principal, pero en ella no se expone nada. Allí, realmente, solo está la dirección oficial, y no se si habrá oficinas por algún lado. El edificio, eso sí, como he dicho alberga también el Museo de Arte Africano Arellano Alonso, que pertenece a la Universidad de Valladolid, pero que no está integrado en el Museo de la Universidad, sino que conserva una cierta independencia. El Museo de Arte Africano está dividido en cuatro partes. Yo las vi todas. La primera, ubicada en la Sala Renacimiento, que tiene un artesonado original precioso, está en la planta baja del palacio y acoge una colección de terracotas africanas, algunas de ellas antiquísimas.


En la Sala San Ambrosio vi la parte del museo dedicada al Reino de Oku, cuyo territorio en la actualidad pertenece a Camerún. Este pueblo vive relativamente aislado, y en la muestra se exponen toda clases de elementos de su cultura, como máscaras ceremoniales, trajes tradicionales u objetos pertenecientes a la realeza de Oku. Un ejemplo de estos últimos es la Cama Ritual Ebkun, que data de mediados del siglo XX (no es muy antigua, pero me llamó la atención, porque muy cómoda no parecía ser, no se que clase de rituales se hacían ahí).



La tercera parte del museo está en la Galería San Ambrosio, que es como un largo pasillo situado en la parte alta de la Sala San Ambrosio. Allí vi una exposición temporal de fotografías sobre África y pude contemplar, también, un gran número de objetos de pueblos de ese continente.


Me llamó la atención un arma denominada tan solo como Espada, perteneciente a la cultura Masai. Tampoco era de una antigüedad apabullante, ya que estaba datada en el siglo XIX, pero me gustó ver un arma de una tribu tan conocida como esa.


Por último, al volver a la planta baja recorrí el Salón de Rectores, en el que estaba la parte de la exposición dedicada a las monedas. Lo que pasa es que en contextos como el de las culturas a las que está dedicado el museo, el concepto de lo qué se entiende por una moneda se amplía. Lo característico de una moneda es que es un medio de pago, pero en África no todas son redondas y pequeñas, como pude ver.


Aparte, el palacio, sin importar lo que alberga, es una maravilla que se merece una visita. Tanto por dentro como por fuera me pareció un edificio muy elegante.



Tras pasar un buen rato en el museo continué mi camino y ya no me detuve hasta dar con la Plaza Mayor. De primeras no parece tan bonita como otras que conozco, pero me asombró su gran tamaño. Por lo visto, es una de las más grandes de España. Su aspecto diáfano y despejado me encantó.


En el centro de la plaza esta la Estatua del Conde Ansúrez. Yo no sabía quien era este señor, pero ya me he enterado de que fue amigo personal de Alfonso VI, y de que se le considera el repoblador de Valladolid. Al parecer, en el lugar donde se levanta la ciudad hubo asentamientos en épocas prerromanas, pero no hubo población estable hasta la repoblación de la Cuenca del Duero, en época del citado rey. Fue entonces cuando este monarca le entregó a su viejo amigo y fiel vasallo ciertos dominios en el centro de Castilla, y Ansúrez, dado que en ellos apenas había nada, fundó un núcleo estable en 1072 y lo convirtió en el centro de sus actividades. Ese asentamiento ha derivado en el Valladolid que hoy día conocemos.

Personalmente, me gustaron las calles porticadas que hay entre la Plaza Mayor y la Calle Vicente Moliner. En concreto, merece mucho la pena la Calle Ferrari, que termina en la Plaza de la Fuente Dorada (foto inmediatamente inferior), y también la Calle Especería (segunda foto).



Tras echarle un vistazo a la Plaza Mayor inicié la vuelta, intentado recorrer otro camino. Gracias a ello pasé por la Plaza de Portugalete, que bordea una colegiata en ruinas que tendré que ver en otra ocasión. Lo que sí vi en dicha plaza fue una curiosa estatua de un nazareno, a tamaño natural. El efecto que creaba era bonito. A pesar de esto, resulta que lleva ahí colocada menos de un año. La escultura se llama Homenaje a los Cofrades y es obra del escultor Oscar Alvariño. A su espalda está la Iglesia de Santa María La Antigua.


Al pasar por delante de la puerta vi que la iglesia estaba abierta y, pese a que iba ajustadito de tiempo, entré. 


En otro orden de cosas, cuando me dirigía al lugar donde tenía aparcado el coche vi lo animada que estaba Valladolid. Era sábado a mediodía y hacía un tiempo estupendo, por lo que es normal que todas las terrazas estuvieran a reventar. Yo, esta vez, no pude unirme a la fiesta, pero para mí fue como una bocanada de aire fresco el hecho de contemplar ese ambiente. La pandemia se nos está haciendo muy larga y ya hay ganas de disfrutar de las terrazas sin miedo.


Pese a las ganas que me entraron, yo no me paré, dado que aún me quedaban seis horas de coche hasta Sevilla. Sin embargo, tenía que almorzar, pero ya solo me detuve unos minutos a comerme un bocata que me había agenciado.

El examen me salió regular, la verdad, pero confío en que la apuesta que he hecho por entrar en la bolsa de técnicos de biblioteca de la Universidad de Valladolid no haya acabado aún. Si, tras hacer esta primera prueba, quedo entre los mejores 140 mejores, podré volver a hacer la segunda, que ya sí será definitiva (en la bolsa solo entrarán 35 personas). ¿Tendré la oportunidad de regresar en breve a Valladolid? En pocos días lo sabremos.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado VALLADOLID.
En 2001 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la provincia de Valladolid: 50% (hoy día 50%).
En 2001 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 19'2% (hoy día 35'7%).