31 de julio de 2020

ANDORRA 2020

El Principado de Andorra es uno de esos pequeños países que han conseguido de manera casi milagrosa sobrevivir independientes a los devenires de la historia. Oficialmente es una nación soberana desde 1278 y, de los 196 estados que hay en el mundo, en cuanto a superficie ocupa el puesto 179. En Europa, no obstante, hay cinco países más pequeños, por lo que al final sus 468 kilómetros cuadrados parecen hasta muchos comparados con los 61 de San Marino, por ejemplo. Lo que sucede es que los microestados suelen tener una densidad de población muy alta, dada su poca superficie, pero Andorra no destaca tanto por eso debido a que tiene muchas zonas montañosas no habitadas (solo cuenta con unos 78.000 habitantes). De todos modos, el Principado por lo que era famoso en el pasado era por ser un paraíso fiscal, realmente resultaba muy goloso para algunos tener tan cerca a un estado que en temas económicos pasaba de la transparencia y permitía pagar menos impuestos incluso a los no residentes que tenían allí su dinero. En 2011, sin embargo, después de que tomara una serie de medidas, España dejó de considerarlo un paraíso fiscal. Luego, en 2012 lo eliminó de la lista gris la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y en 2018 la UE también lo sacó de su listado de territorios financieramente chungos: Andorra había sido durante muchos años el refugio de un buen número de fortunas que se escondían de hacienda en sus respectivos países, ya que su sistema respetaba a rajatabla el secreto bancario, pero en 2017 puso en marcha convenios de transparencia con más de 50 estados, los cuales implicaban el abandono del secreto bancario y el intercambio de información de los clientes de sus entidades financieras con las naciones de la UE y de la OCDE, por lo que los bancos andorranos dejaron de ser un refugio fácil para piratas. Aún así, Andorra sigue contando con una de las tasas impositivas más bajas de Europa, por lo que el que quiere (y puede) irse a vivir allá paga pocos impuestos.

En cualquier caso, con independencia de esos datos lo que uno ve al adentrarse en el país es que no hay manera de escapar de la orografía escarpada. En Andorra las enormes montañas rodean un valle alargado y urbanizado a cada poco, que acompaña la trayectoria del Río Valira. Por ese valle discurre la principal carretera andorrana, que permite ir de una punta a otra del territorio en 40 minutos.

Andorra 2020

Nosotros nos hemos alojado durante una semana en Bonascre, en Francia, pero no muy lejos de la frontera, por lo que era imposible que dejáramos pasar la oportunidad de visitar Andorra. Realmente nunca pensé que precisamente este año, en el que estamos todavía inmersos en plena crisis de la COVID-19, fuera a salir al extranjero, pero al final así ha sido, aunque es cierto que no nos hemos alejado mucho de España. Con respecto a Andorra, como nunca lo había pisado he podido sumar uno más a mi lista de países visitados, ya llevo 19. El número sigue siendo muy modesto, pero lo llamativo es que hace un par de meses ni soñaba conque esta lista avanzara en 2020. La visita a Andorra ha sido, por tanto, especialmente ilusionante.


De todas formas, echamos en tierras andorranas solo una jornada, bien aprovechada, eso sí, pero solo una. En este caso, dadas las dimensiones del país, eso ha sido menos raro, no es lo mismo ir un solo día a China que a un estado cuatro veces más pequeño que la provincia española con menor superficie, pero aún así incluso en Andorra me quedé con ganas de ver muchas más cosas. A pesar de que está cerca, el Principado se encuentra un poco a trasmano y no pilla de paso para nada, es pequeño y solo está comunicado por carreteras de montaña, por lo que no es fácil ir, pero me gustaría en el futuro profundizar más en sus maravillas, que una vez que nos informamos nos dimos cuenta de que son muchas. 

Nosotros dividimos la jornada en tres partes. La primera fue la urbana, yo quería ir a una oficina de turismo y además quería visitar alguna ciudad andorrana, por lo que decidimos llegar hasta Andorra La Vella, dado que es la capital, pese a que casi había que atravesar el país entero. El recorrido por la carretera lo disfruté mucho, como he dicho otras veces soy muy aficionado al ciclismo como espectador, de ello hablaré algo más en el próximo post dedicado a Francia, pero ahora sí puedo decir que me encantó ver a tantísimos ciclistas. Estoy seguro de que muchos eran profesionales, otros no lo serían, pero es indudable que todos eran unos máquinas, porque circular en bici por esas cuestas no lo hace cualquiera. Dado que vimos decenas de ciclistas, durante los trayectos del día intenté reconocer a alguno. Me resultó imposible, aunque sí vi a un equipo de mujeres (no logré ver cual) con su coche auxiliar, a dos chicas vestidas del Movistar de arriba a abajo, así como a otro ciclista que iba solo y que tenía también pinta de ser del Movistar Team. En Andorra tienen fijada su residencia más de 50 ciclistas profesionales y solo hay una gran vía de comunicación, así que por fuerza tuve que ver a alguno.


En definitiva, lo que quería decir es que disfruté mucho del trayecto en coche por Andorra, pero la realidad es que la razón por la que casi atravesamos el país de lado a lado fue que quería ver su capital.

Andorra La Vella (Vella es Vieja en catalán, la palabra no tiene que ver con la belleza) ostenta la capitalidad del Principado, pero solo tiene 22.000 habitantes. Sin embargo, que nadie espere encontrar allí algo que se parezca a un pueblo, en primer lugar porque la población está pegada a otras dos llamadas Las Escaldas y Engordany, y entre las tres suman más de 35.000 habitantes, casi la mitad del total del país (de hecho Las Escaldas y Engordany están tan indisolublemente unidas que forman un solo ente administrativo llamado Escaldes-Engordany). Además, Andorra la Vella tiene aspecto de ciudad, porque en ella hay muchos bloques de pisos y grandes construcciones, aunque todo es bastante armónico y está erigido con gusto (y dinero).


Para definirla en tres líneas, se puede decir que Andorra La Vella es una curiosa mezcla entre edificios modernos llenos de referencias al consumo y otros de corte más tradicional con tejados de pizarra, todos rodeados de naturaleza y de montañas que se ven desde casi cualquier sitio.


La parte por la que nosotros paseamos es como un gran centro comercial abierto. En concreto, recorrimos la Avinguda Meritxell desde que pasa por encima del Río Valira.


Esta avenida es la gran arteria comercial de la ciudad y va a dar a su zona más antigua. Se podría decir que es como si cogemos un duty free de un aeropuerto y lo trasladamos a una calle en la que se suceden las perfumerías, las tiendas de tecnología, las relojerías, las tiendas de complementos,... Como es habitual en Andorra, todo está muy cuidado, lo que ayuda a darle ese aire de centro comercial al aire libre. 



Nosotros además de recorrer la Avinguda Meritxell nos asomamos a la parte vieja, en concreto llegamos hasta la Plaça Príncep Benlloch


A la Plaça Príncep Benlloch desemboca Carrer de la Vall, en cuyo inicio está la Iglesia de San Esteve, cuyo origen es del siglo XII, pero que está tan reformada que no impresiona demasiado.


El templo conserva, sin embargo, un ábside románico semicircular que es del siglo XIII y que es el más grande de Andorra


Lo que vi de Andorra La Vella me causó una grata impresión, me pareció una ciudad amable, bien mantenida y, hasta cierto punto, respetuosa con el entorno.


Nuestro segundo plan de la jornada, como no podía se de otra manera en Andorra, fue en la naturaleza. En efecto, para comer compramos pan para hacer unos bocadillos y nos fuimos hasta el Llac d'Engolasters


El Llac d'Engolasters es un embalse que existía por razones naturales y al que en los años 30 del siglo XX se le construyó una presa para que sirviera de cámara de carga de una central hidroeléctrica que se halla 500 metros más abajo y que no se ve desde el lago. De él parte una tubería que da vida a esa central eléctrica. El pantano tiene de particular que es de origen glacial (no lo alimenta ningún río), pero es muy accesible, ya que está apenas a 5 kilómetros del meollo formado por Andorra La Vella,  Las Escaldas y Engordany, es decir, no hay que adentrarse en las montañas para verlo como pasa con el resto de los lagos andorranos. A nosotros nos dijeron que el Llac d'Engolasters es artificial, pero realmente no lo es, aunque supongo que el tamaño que tiene y sus 10 metros de profundidad sí están relacionados con el hecho de que se levantara la presa. En cualquier caso, su papel para dotar de energía a Andorra es muy importante y, debido a ese rol y a la presencia de la central, no se permite el baño en él, lo que no es óbice para que sea un lugar muy agradable y frecuentado por los andorranos.

En el entorno del embalse nos encontramos una serie de rutas marcadas muy cómodas, de manera que tras comernos el bocata al borde del agua hicimos un tramo de una de ellas, la verde, llamada Circuit del Mig, que rodea por completo el perímetro del lago. 


No hicimos entera la ruta porque en un momento dado bajamos un poco para andar por el borde del agua siguiendo el Camí Inundable, por el que llegamos hasta la presa.




En el embalse y en sus alrededores nos encontramos un buen ambiente, no había masificaciones y estuvimos en plena naturaleza, pero tampoco es aquel un sitio recóndito en exceso, por lo que se ajustó perfectamente a lo que buscábamos.

Antes de irnos del entorno del embalse hicimos parte de otra ruta que se aleja un poco de este, llamada Circuit de Les Fonts. La misma discurre por un camino que permite avistar un total de cuatro fuentes, de ahí su nombre.


Nuestro objetivo, sin embargo, no era ver las surgencias de agua (aunque vimos una, la Font de Les Ordigues), sino participar en un juego que proponen las autoridades turísticas andorranas y que consiste en encontrar la figura de un tamarro en cada una de las siete parroquias en las que está dividido administrativamente el país. Los tamarros son unos seres fantásticos y legendarios que son propios de la tradición de las zonas pirenaicas, y las autoridades turísticas de Andorra, para motivar a los niños a recorrer sus caminos, han disneyzado siete de ellos, han ligado cada uno a una parroquia, los han convertido en figuras de madera y los han colocado en un lugar de su parroquia correspondiente. En la parroquia de Escaldes-Engordany, que es donde está el Llac d'Engolasters, el tamarro, llamado Caldes, estaba situado a medio camino del Circuit de les Fonts


Nos quedamos con las ganas de recorrer el país buscando los otros seis tamarros. A pesar de esto, el hecho de buscar la Figura de Caldes nos dio la oportunidad de ver una impresionante vista de Andorra La Vella, ya que junto al tamarro estaba el Mirador del Circuit de les Fonts y desde allí vimos una preciosa panorámica de la parte del valle donde se asienta la capital.


Antes de volver a Francia aún tuvimos tiempo de llevar a cabo un tercer plan: visitar la Basílica Santuario de Meritxell. Este edificio es el templo religioso más importante de Andorra, ya que alberga la imagen de la Virgen de Meritxell, patrona del país. Como casi todo en el Principado, el complejo religioso no está muy lejos de la carretera principal, por lo que decidimos parar a verlo antes de irnos.


Por lo visto, el santuario sufrió un aparatoso incendio en 1972 que provocó la destrucción de la talla original de la Virgen de Meritxell y de toda la iglesia. Del templo original ya no queda casi nada, el antiguo se reconstruyó y se dejó a un lado del nuevo complejo, pero de la iglesia románica original se pudieron conservar muy pocos elementos. Pese a esto, las ruinas sirvieron de base para levantar un nuevo edificio que, por lo que he visto en fotos, recuerda mucho al antiguo. Ahora alberga un centro de interpretación en el que nosotros no pudimos entrar.


Por su parte, la nueva construcción es obra de Ricardo Bofill y me resultó sorprendente. No puedo decir que no me gustara, al revés, me resultó impactante por su modernidad. No cabe duda de que la idea no era erigir un edificio que suplantara al antiguo, sino crear algo nuevo con personalidad propia. Con todo, tendrán que pasar muchos años para que una iglesia así provoque la atracción sus homólogas del medioevo.


La Basílica Santuario se inauguró en 1976 y no acabó siendo tan radical como Bofill la había proyectado, aunque su idea de reinterpretar la arquitectura típica local se mantuvo, ya que usó materiales tradicionales de la zona (madera y pizarra con recubrimientos de cobre, que se pone verde con el tiempo, así como cristal y tonos blancos). La intención era hacer un templo que se integrara con la naturaleza, fuera austero y tuviera poca ornamentación. El complejo forma un conjunto único, pero no pudimos entrar a todas sus partes. Sí vimos la Capilla de Santa María de Meritxell. Tiene planta de cruz griega y un ábside de forma cuadrada, está en el centro del edificio y nos la encontramos abierta, gracias a lo cual pude ver de cerca la talla de la virgen. 




Rodeando la capilla se distribuyen los diferentes espacios del santuario. Así, en su lado sur hay un claustro cubierto y en el norte hay un patio abierto con arcos que no sujetan nada. También tiene una torre campanario de planta cuadrada. Nosotros la zona del patio descubierto tampoco pudimos verla, solo me asomé a ella un segundo antes de que la cerraran. 


En cambio, sí recorrí el claustro cubierto, donde había una exposición de maquetas de las iglesias románicas de Andorra



En definitiva, el día fue una buena toma de contacto con el Principado de Andorra. Me pareció un país muy atractivo y amable, da gusto disfrutar de un entorno cuidado que mezcla construcciones y naturaleza de una forma tan ensamblada. Me gustó además el respeto de la población por las medidas contra la COVID-19. Las mascarillas eran obligatorias y la gente las llevaba incluso mientras andaba por la montaña. Chapeau.



Reto Viajero TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO
Visitado ANDORRA.
De los 44 Países del Mundo que están en Europa, % de visitados: 40'9%.
De los 196 Países del Mundo, % de visitados: 9'7%.


28 de julio de 2020

TERUEL 2020

Ya puedo decir por mí mismo que Teruel existe y, es más, estoy en posición de afirmar, después de la visita del otro día, que es una ciudad que merece la pena.

Dicho esto, tengo que empezar el presente post hablando del contexto en el que seguimos. Llevaba más de un mes sin escribir en el blog, en parte porque hemos estado de mudanza durante el mes de julio y eso siempre absorbe, pero también porque la vida sigue golpeada por el impacto del maldito SARS-CoV-2. En efecto, durante la primavera de este apocalíptico año la crisis de la COVID-19 nos ha tenido dos meses metidos en casa y luego ha provocado que durante el largo desconfinamiento haya sido muy complicado moverse. En junio hicimos un esfuerzo para inventarnos algunos planes, pero la cosa no se arregla, la pandemia nos sigue azotando y tras lograr una relativa estabilidad están apareciendo por doquier un montón de rebrotes. En España se está extendiendo un cierto clima de psicosis, no entre toda la población, pero sí entre parte de ella. Yo, a pesar de esto, no quería dejarme llevar por la negatividad y he programado unas vacaciones que sean compatibles con la realidad que estamos viviendo, pero que no se vean afectadas por el clima catastrofista. Por ello busqué un lugar asequible y retirado donde pudiéramos pasar unos días tranquilos, haciendo senderismo, que es un plan muy aséptico. Lo encontré en los Pirineos franceses, por lo que hemos pasado unos días en Ax-les-Thermes. Esto, sin embargo, será objeto de otro post. Este se va a centrar en la tarde-noche que pasamos en Teruel, que es donde paramos a pernoctar camino de Francia.

Dada la preocupación que hay en España con el tema de los rebrotes, existe mucha información sobre qué sitios están peor o mejor en ese sentido, por lo que unos días antes de partir vi que atravesar la Península Ibérica es como cruzar un campo de minas, dado el elevado número de lugares afectados por casos de COVID-19 que hay repartidos por la geografía nacional. Yo no estoy muy preocupado por el tema, pero tampoco quiero ser irresponsable y, sobre todo, cumplo las normas, así que me propuse atravesar el país evitando puntos conflictivos y sin entrar en bares ni parar en ninguna población, salvo para dormir, con la idea de evitar riesgos. Llevando bocadillos solventamos el tema de las comidas y para pernoctar elegí hacerlo en Teruel, que permanece ajeno a los rebrotes y que nos cogía más o menos de camino. Además, reservé un par de habitaciones en el Parador de Teruel, en principio porque es un hotel que ofrece todas las garantías de salubridad del mundo. Sin embargo, no se puede negar que, además de por precaución, también nos alojamos allí para darnos el gustazo.


El Parador de Teruel es el 19º establecimiento de la cadena Paradores de Turismo en el que he pernoctado (el 8º desde que escribo este blog). El mismo es menos señorial que otros que conozco, pero lo disfruté mucho. Se inauguró en 1956, por lo que es el 19º más antiguo de los 98 que ya hay. Su edificio es un palacete de inspiración mudéjar, lo que hace que a pesar de ser menos espectacular que los de otros Paradores, en Teruel se encuentre dentro de contexto.


Al hacer la reserva no miré cuales eran los servicios que ofrecía el Parador, pesaron más otras circunstancias, pero al llegar nos enteramos de que tiene piscina y de que estaba abierta. Dado que iba con María y con las niñas, desde el momento en el que nos lo dijeron en recepción fui consciente de que íbamos a aprovecharla. Yo no soy muy aficionado a las piscinas, pero en este caso no me resultó difícil darme un chapuzón, porque hacía bastante calor y porque está realmente bien, la han hecho rodeada de una amplia explanada de césped, a pocos metros del edificio principal, y su recinto es muy agradable.


Como pude comprobar, allí se podían respetar perfectamente las medidas de distanciamiento social, así que fue un rato relajado. El otro momento conflictivo en el hotel, en relación con las posibles bullas, era el del desayuno, pero también estaba bien resuelto: para evitar aglomeraciones se organizaron turnos y en el mostrador del desayuno bufé todo lo habían empaquetado, o bien se cogía con unas pinzas individuales que nos dieron a cada uno. El uso de la mascarilla para ir a coger la comida era, por otro lado, obligatorio, pero no fue desagradable cumplir lo que estaba prescrito y pudimos desayunar a gusto. Por lo demás, la noche antes decidimos no quedarnos en el Parador para cenar. Creímos que iba a ser posible dar un paseo por Teruel y buscar un sitio seguro sin problema y, en efecto, no fue complicado. En Teruel lo que vi se parece a lo que hay en Sevilla: la gente que sale de casa necesita desfogar y, aunque se cumplen las medidas de seguridad, los veladores están llenos y la gente parece estar en actitud distendida, pese al uso generalizado de mascarillas.

El Parador de Teruel está algo separado del casco urbano, por lo que es necesario coger el coche para ir al centro. Nosotros aparcamos junto al Camino de la Estación y por esta calle llegamos hasta La Escalinata, que es un monumento en sí mismo y que, además, permite salvar el desnivel que hay entre la parte baja de la ciudad y el meollo turolense, que está en alto.



La Escalinata se inauguró en 1921 y aunque su propósito era eminentemente práctico, el ingeniero José Torán de la Rad, a quien se debe el diseño, decidió darle un carácter monumental para engrandecer el acceso al casco antiguo de Teruel desde la Estación de Trenes, que está abajo. No cabe duda de que lo consiguió.




Una vez que llegamos arriba de La Escalinata enfilamos la Calle Nueva, ya que es la que lleva a la Plaza del Torico, en cuyo centro está el monumento turolense más emblemático, la Fuente del Torico. No íbamos a tener mucho tiempo para explorar la ciudad, así que quise ir al grano. No dejar de echarle un ojo al símbolo de Teruel era mi principal objetivo.



Después de ver la fuente regresamos en la misma dirección, buscando ya un buen lugar para cenar, pero recorriendo la calle paralela a la de la ida, que se llama Ramón y Cajal. En esta vía peatonal casi paramos para quitarnos el hambre, dado que tenía muy buena pinta. 


También habíamos visto muy animado, pero no demasiado, el Paseo del Óvalo, que es donde termina La Escalinata. Sin embargo, buscando un bar no llegamos allí, porque andando desembocamos en la Plaza de San Juan, un espacio muy diáfano al que se abren varios edificios oficiales. A ella da, igualmente, el inmueble que alberga el Teatro Marín y el Casino de Teruel, en cuyo bajo se abre un bar llamado Ambigú, el cual tenía muchas mesas repartidas por una de las esquinas de la plaza. 


Allí fue donde nos sentamos a cenar. Se da la circunstancia de que el bar realmente estaba especializado en jamón, así que además de unas patatas bravas que estuvieron muy buenas me pedí un bocadillo de jamón de Teruel. El jamón turolense no es el de Jabugo, pero tiene denominación de origen y una cierta fama, así que me pareció una buena oportunidad para probarlo.

En general el Ambigú Jamónbar me gustó, aunque hay que decir que en la carta ponía los precios del interior, no de la terraza, donde la comida era más cara, sin que eso quedara muy claro, por lo que el precio final, sobre todo por la sorpresa del incremento, nos pareció un poco excesivo.


En cualquier caso, Teruel se merece una visita más detallada. Cierto es que es la capital de provincia más pequeña de España, que es una ciudad que está un poco aislada en mitad de ninguna parte, y que se halla muy mal comunicada viniendo desde el sur, como pudimos comprobar, pero está muy cuidada y me pareció que tiene un centro muy amable y coqueto, a la par que animado en las noches de verano. Además, con los años han adquirido bastante renombre algunos de sus monumentos, construidos en estilo mudéjar, ya que es una población con una cierta historia. Yo esos monumentos no los vi de cerca, quedan pendientes para la próxima visita, que espero que no se demore demasiado.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado TERUEL.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Teruel: 20%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 35'7%.