28 de diciembre de 2016

TOMARES 2016

Las experiencias que se viven durante la infancia y la adolescencia quedan grabadas a fuego en la mente en forma de recuerdos imborrables, y los lugares donde han tenido lugar esas experiencias siguen provocando un montón de sensaciones especiales, aunque pasen los años y uno acabe viviendo en otro sitio totalmente diferente.

Yo me mudé a Tomares en 1983, cuando tenía 5 años, y estuve viviendo allí hasta después de cumplir los 19. En total, he vivido más tiempo fuera de ese pueblo que en él, pero en Tomares pasé unos años clave y eso no se olvida.


Actualmente Tomares no se parece en nada a lo que era en 1983. Hay lugares que han cambiado menos, pero Tomares ha mutado completamente: a principios de los ochenta era un municipio de unos 6.000 habitantes, en el que se estaba empezando a desarrollar, colindante al casco urbano tradicional, una zona residencial en la que aún solo había unas cuantas urbanizaciones de pisos, entre olivos, y algunas parcelas con chalets. Hoy, Tomares tiene alrededor de 25.000 habitantes y es el municipio con mayor renta per cápita de Andalucía (y el 58º de España). A mediados de los 80 empezaron a proliferar allí los adosados y los pareados, y esa tendencia se mantuvo hasta que el término municipal estuvo prácticamente colmado, dado que, por su cercanía a Sevilla, la zona siempre ha estado muy valorada. En Tomares, durante años, la lluvia de dinero fue abundante y eso se nota en sus calles.

Así pues, Tomares actualmente se parece poco al pueblo en el que yo crecí. Sin embargo, los mimbres siguen estando. Ya no queda ni un olivo y probablemente los niños ya no se muevan por allí con la libertad con la que nosotros íbamos y veníamos, pero cuando me doy un paseo por sus calles sigo reconociendo muchos lugares, como si no hubiera pasado el tiempo.


Hay que decir que aún conservo las amistades de la adolescencia (o de la infancia, en algunos casos), es decir, que mis amigos siguen siendo los que hice en Tomares. Dos siguen viviendo allí y los padres del resto también. Por eso, o porque la cabra siempre tira al monte, el caso es que tendemos a quedar en Tomares de vez en cuando. Hacía ya varios meses que no se daban las circunstancias para vernos allí, pero el pasado sábado organizamos una quedada navideña y el lugar fijado para el encuentro volvió a estar en nuestro pueblo de la juventud.

Como casi todo el mundo sabe, en Navidades los planes se amontonan y para atenderlos todos a veces casi hay que hacer milagros. En esas circunstancias, si en estos días no se encuentra el momento para ver a los amigos que siguen viviendo en los alrededores de Sevilla, no pasa nada, solo hay que esperar a que pasen las fiestas y la ocasión aparecerá con más facilidad. Sin embargo, para ver a los que viven lejos a veces no hay más remedio que abrir como sea un hueco en la agenda, tal y como tuvimos que hacer el sábado pasado, a pesar de que era día 24 de diciembre. Esta vez, para encajar la quedada tuvimos que cambiar las cervezas y las tapas de otras veces por café y tostadas (quedamos a las diez y media de la mañana, aquello no llegó ni a la categoría de brunch). La Plaza del Ayuntamiento de Tomares, que tiene una buena zona peatonal y es muy cómoda para estar en ella con niños, nos pareció el lugar perfecto para echar un rato relajado.

Como he dicho antes, en los años lustrosos de la economía española en Tomares el dinero fluyó en abundancia y hay que decir que le dieron al mismo un buen uso, al menos en parte, porque el pueblo está muy cuidado. Para llegar a nuestro punto de encuentro aparcamos en la Calle Príncipe de Asturias y pasamos por el meollo tradicional del pueblo, un cruce conocido como las cuatro esquinas, que en mis tiempos era un galimatias de tráfico. Hoy día las cuatro calles que dan a ese cruce se han peatonalizado y aunque, por fortuna, algunos de los negocios de mi época resisten aún (la Papelería Andaluza, la Peña Bética, la Freiduría Carmelita, el Bar Estanco,...), la verdad es que el lugar ha cambiado mucho y para mejor. De hecho, el sábado había allí un mercadillo y la animación navideña era máxima.

Tirando por la calle que sale de ese cruce en dirección sur se llega a la Plaza del Ayuntamiento. La misma es tan amplia que había en ella una pista de patinaje sobre hielo y otras atracciones para niños.


Lo primero que hicimos al llegar fue desayunar (la mayoría por primera vez, yo me había levantado temprano para correr y había desayunado antes, de manera que en mi caso aquello era la media mañana). Para tomarnos el café y las tostadas nos sentamos en la terraza de Chocolatíssimo, que estaba muy agradable (la mañana invernal salió deliciosa). La chica que atendía el bar nos miró como si fuéramos marcianos cuando le pedimos los desayunos, cosa que no entiendo, porque no eran ni las once, pero evidentemente no pudo objetar nada y con parsimonia fue sacando las tostadas. Desayunando echamos un buen rato, hacía tiempo que no nos veíamos y estuvimos muy a gusto.


Luego no teníamos planes preestablecidos, pero rápidamente improvisamos un par de ellos, sin alejarnos mucho. Lo primero que hicimos fue coger el Tren de la Navidad, un vehículo articulado gratuito que, por gentileza de las autoridades municipales, recorre durante las fiestas parte del pueblo, varias veces al día. La cosa prometía, y lo pasamos bien, aunque el recorrido fue un poco sui géneris: ya suponía que el trenecito no iba a llegar hasta la zona de Tomares donde yo vivía, pero además de no ir hasta allí también evitó el centro del pueblo, centrándose en recorrer la zona de adosados que está al sur del municipio, la cual, en su mayor parte, ni existía en los 90. Visualmente el viaje no aportó nada, pero los niños se lo pasaron bien y el aire que nos dio en la cara fue muy agradable.

La segunda actividad de la mañana fue más interesante. Hace un mes, cuando estuvimos en Estepa, vimos una exposición de muñecos de Playmobil formada por cuatro escenas independientes, y en el post de ese día comenté que, pese a estar muy bien esa exposición, no se podía comparar con la que vimos en Tomares en 2014, cuando montaron un monumental belén de clicks en el Salón de Plenos del Ayuntamiento

Este año en Tomares han hecho algo parecido a lo de Estepa, pero mucho más a lo grande: han disminuido el tamaño del belén de otros años, pero en el propio Salón de Plenos y en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento han montado en cambio otras 13 maquetas con más de 10.000 muñequitos, que hacen un recorrido por la historia de la humanidad. Los responsables de los dioramas han sido coleccionistas de clicks de toda Andalucía.


Me gustó sobre todo el diorama de la prehistoria (titulado Cazadores de Mamuts) y el medieval (en la primera foto que hay abajo). También estaba muy simpático el del mundo tenebroso, el único que era más fantástico (se titulaba El Mundo Oscuro del Rey Enano y es el de la segunda foto).



Entrar a ver la exposición de Playmobil nos permitió curiosear un poco por las dependencias del Ayuntamiento, ubicadas en la Hacienda Santa Ana. Tomares, como ya he dicho, está muy cuidado, pero no tiene monumentos que vayan más allá del siglo XVII. El origen del pueblo está ligado a la actividad de las haciendas que estaban destinadas a la explotación de los olivares circundantes, y esas haciendas, precisamente, son su mayor atractivo. El Ayuntamiento está en la más destacada, es decir, en el edificio de mayor interés arquitectónico y patrimonial del pueblo.


La hacienda fue mandada construir por el conde-duque de Olivares en el siglo XVII y ha sido rehabilitada en 2004, respetando el carácter que tenía cuando su función era rústica, pero adaptándola a su nueva realidad. Al edificio se puede entrar a través del precioso jardín que tiene a un lado o desde la Calle de la Fuente. Las diferentes dependencias municipales están distribuidas en torno a una serie de bonitos patios.



Tras la visita llegó el momento de despedirnos y a nosotros no nos quedó más remedio que desandar el camino hasta el coche. Seguro que dentro de no mucho regresaré a Tomares y probablemente recorreré otras partes del pueblo. Ese día, sin duda, volveré a sentir un cosquilleo en la barriga similar al que sentí el sábado.


Nos vemos en 2017. ¡Feliz Año!


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado TOMARES.
En 1983 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 1'9% (hoy día 61%).
En 1983 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'2% (hoy día 18'9%).


14 de diciembre de 2016

CERRO DEL HIERRO 2016

Apenas un par de días después de volver de Grazalema disfrutamos de la que será, seguramente, la última excursión de este 2016. Se acercan las Navidades y en las próximas semanas es más probable que dediquemos nuestras energías a la familia y a los amigos que a movernos mucho. En cualquier caso, el año ha sido muy completo desde el punto de vista viajero y también deportivamente hablando, por lo que podemos tomarnos un pequeño respiro sin problema, seguramente desde mediados de enero no podremos evitar volver de nuevo a las andadas para seguir disfrutando de los viajes y las carreras.

La última salida del año no nos llevó muy lejos, de hecho fuimos solo a echar el día a Cerro del Hierro, que está ubicado en el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla. El lugar ya lo conocía, dado que estuve allí con María en diciembre de 2004. En aquella ocasión recorrimos bien el sitio y tengo bastantes recuerdos de esa jornada, pero la visita en sí fue un tanto distraída y tenía ganas de volver otra vez a ver lo típico y, además, echar un ojo algo más profundo al lugar.


Cerro del Hierro es una zona en la que la existencia de metal propició la creación de una mina ya en época romana, la cual se ha mantenido activa hasta el siglo XX. Antes de la intervención humana el lugar ya había sufrido, de manera natural, un proceso de karstificación que había creado una amplia extensión de terreno lleno de galerías y cuevas (la karstificación es un proceso, propio de terrenos calizos, en el que el agua disuelve la roca y provoca la creación natural de grietas y cavidades). Como he dicho, en la antigüedad esa zona se empezó a explotar como mina y el resultado es un paisaje espectacular donde se aúnan los vestigios de la acción de la naturaleza y de la mano del hombre (es algo similar a lo que vimos en julio en Las Médulas, aunque allí se extraía oro, no hierro, y el procedimiento minero era diferente). Hace unos años el enclave se declaró Monumento Natural por su singularidad y por la biodiversidad que se ha generado en el ecosistema rocoso.

La explotación de la mina pasó, desde época romana, por multitud de fases, hasta que a finales del siglo XIX la misma empezó a ser trabajada por una compañía escocesa, que creó en la zona bastantes infraestructuras para extraer el hierro del subsuelo y poder llevárselo. Como recuerdo de aquella época se conserva, colindante a la zona de minas, el poblado en el que vivían los mineros, llamado, como no, Cerro del Hierro. Actualmente el mismo está aún habitado (depende del municipio de San Nicolás del Puerto), por lo que se conserva perfectamente, en su mayor parte, si bien la aldea no es más que una funcional calle con casas iguales a los lados.


No muy lejos de esa zona, resisten también aún las Casas de los Ingleses, que son los restos de las viviendas de los británicos que dirigían la mina. Las mismas han corrido diversa suerte: tres están abandonadas y en ruinas, pero una ha sido rehabilitada y en ella está ubicado el Punto de Información Cerro del Hierro.



Junto a estas casas se ha habilitado un descampado para aparcar y una zona de merendero, y es ahí donde, en teoría, empieza las rutas que recorren Cerro del Hierro. Creo que con el tiempo las mismas han sido alteradas, debe haber otros caminos que se recorrían en el pasado, pero ahora yo solo vi dos opciones. La primera opción es la de la ruta más básica. Es la que se denomina Sendero Cerro del Hierro, mide unos 2.700 metros y es apta para todos los públicos (en el mapa que he puesto más abajo está señalada con una flecha roja). Está perfectamente señalizada y se encuentra tan preparada, que tiene una especie de bordillo de madera a ambos lados del camino, y en algunas zonas han puesto también barandillas de troncos.


Además, hay otra ruta circular que rodea por completo Cerro del Hierro. Parte del mismo lugar que la otra, pero se desvía del camino comentado, junto al punto señalado con una flecha naranja. Luego rodea toda la zona minera y acaba llegando al punto de partida, tras pasar por el poblado.


El día lo pasamos con otra pareja de amigos y con sus dos hijos (el pequeño tiene la edad de Ana y ha estado en su clase varios años). Realmente, somos casi vecinos, pero por diversos asuntos decidimos quedar directamente en Cerro del Hierro. Como punto de encuentro fijamos el bar del poblado, un lugar que todos conocíamos y que es bueno para esperar si alguno se retrasa un poco. Por ello, todos aparcamos el coche junto a la aldea y desde allí echamos a andar, caminando hacia el meollo de la zona minera por un camino más directo (señalado con una flecha verde arriba). Es el que sale en la siguiente foto.


Como habíamos dejado el coche junto al poblado no empezamos la ruta en el inicio oficial de esta, que está junto al Punto de Información (el tramo de acceso a la ruta desde ahí está señalado en el mapa de arriba con las palabras Sendero Cerro del Hierro). Una vez que cogimos el camino formalmente establecido en la ruta más básica lo seguimos hasta el final. La última parte tiene un tramo mucho menos preparado que se adentra en una grieta de la mina hasta un polvorín abandonado. En cualquier caso, el Sendero Cerro del Hierro hay que desandarlo al llegar al extremo, porque la garganta en la que penetra es un fondo de saco.

Cuando volvíamos sobre nuestros pasos tomamos una decisión improvisada que nos hizo alterar el recorrido y ya no volvimos al camino estándar: lo que sucedió fue que en un momento dado nos desviamos por otro sendero también menos preparado, por el que vimos venir a una pareja, el cual parecía dirigirse a la parte alta de algunas rocas. Pensamos que desde allí se verían bonitas vistas y, en efecto, no nos equivocamos.


El caminito parecía no ser muy largo, pero uno de los niños vio que, detrás de la maleza, a uno de los lados, había un túnel. En principio solo asomamos la cabeza un poco, pero cuando estábamos en esas vino por detrás una pareja de mediana edad que iba acompañada de un chico que parecía un guía (al final resultó que no lo era, o al menos no estaba de servicio, pero era evidente que conocía aquello al dedillo). El chico, mientras daba a sus acompañantes una lección magistral, tiró por el túnel y nosotros también le seguimos (el mismo estaba oscuro, pero se veía el final a unos 20 o 25 metros). Por detrás vino otra familia, así que en ningún momento tuvimos la sensación de estar recorriendo ninguna ruta secreta, precisamente. Tras dejar atrás el túnel seguimos avanzando, recorriendo una zona rocosa (señalada por una flecha marrón en el mapa de arriba) en la que atravesamos otros túneles, pasamos tramos donde la maleza lo había invadido todo, serpenteamos por pequeños desfiladeros y vimos preciosos miradores. Fue alucinante.





 



Después de un buen paseo encontramos una larga escalera de madera que descendía de la zona rocosa. La seguimos y conectamos con otro camino, que resultó ser el principio de la ruta circular oficial.


Lo que habíamos hecho había sido recorrer parte de la mina por el centro, por una zona que se usa habitualmente para practicar la escalada (Cerro del Hierro es uno de los sitios de referencia para practicar este deporte). Cuando desembocamos de nuevo al camino más ancho vimos una señal que indicaba que el sendero que nosotros habíamos seguido estaba inhabilitado (por esa razón no aparece señalado en el mapa que he puesto arriba). Pese a esto, por el otro lado no habíamos visto advertencia alguna. Además, en ese punto nos tomamos un respiro y no tardó en aparecer un grupo de unas veinte personas con un guía (este sí, con acreditación), que se internó por donde habíamos venido nosotros.


La ruta que hicimos fue segura, en ningún momento corrimos riesgo alguno, pero es evidente que los túneles circulan junto a barrancos y que hay que tomarse aquello con respeto. Realmente, pese a que fuimos por un sendero, el mismo no es el oficial y por tanto se desaconseja merodear por allí. En cualquier caso, el paso no está prohibido y nosotros no vimos ningún peligro.

En definitiva, tras la visita nos quedamos con una idea bastante exacta de lo que es Cerro del Hierro. Los túneles son espectaculares, en algunos sitios se observan interesantes restos de la actividad minera de antaño y las vistas del conjunto desde algunos puntos se merecen una parada.


Tras la caminata nos dirigimos a la zona del merendero que hay junto a las Casas de los Ingleses y allí nos comimos el bocadillo, bajo un sol muy agradable.

Cerro del Hierro se podría explorar más en profundidad. Sin embargo, el Sendero Cerro del Hierro, aunque solo recorre una parte del monumento natural, permite conocer el enclave suficientemente, y el Punto de Información Cerro del Hierro, que está bastante bien montado, despeja cualquier duda que pueda surgir.

Me gustaría hacer la ruta circular (probablemente la haga algún día). Mientras tanto, gracias a nuestro recorrido me quedo con una idea bastante certera de lo que es Cerro del Hierro.




Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado CERRO DEL HIERRO.
En 2004 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Sevilla: 43'7% (hoy día 56'2%).
En 2004 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 15'7(hoy día 32'2%).


10 de diciembre de 2016

GRAZALEMA 2016

El Parque Natural Sierra de Grazalema es un amplio territorio de más de 50.000 hectáreas que incluye total o parcialmente a catorce municipios de las provincias de Málaga y Cádiz. De todos esos municipios, cinco tienen un núcleo urbano dentro de los límites del Parque, y otro, Grazalema, tiene dos: el pueblo homónimo y Benamahoma.

Benamahoma es una localidad de unos 600 habitantes formada por casas bajas y encaladas, que está recostada en la ladera de la Sierra del Pinar (la subsierra de la Sierra de Grazalema donde está El Torreón, el pico más alto de la provincia de Cádiz). Al seguir las curvas de nivel de una ladera, las dos calles principales de la población no están muy empinadas, pero para llegar a ellas es necesario subir una gran cuesta desde la rotonda que hace de puerta de entrada al pueblo.


En 2008 María y yo ya estuvimos en Benamahoma y comimos en La Tasquita del Majaceite, uno de los restaurantes que están cerca de la rotonda. Luego subimos por la cuesta hasta El Nacimiento de Benamahoma, el abundante manantial que da vida al Río Majaceite (el caudal de la fuente es tan copioso que en pocos kilómetros permite la existencia de varias piscifactorías e incluso alimentaba, antiguamente, unos cuantos molinos e industrias que aprovechaban la fuerza del agua para crear energía). En 2016 hemos vuelto con las niñas, aunque en esta ocasión nuestra llegada a Benamahoma no fue en coche como en 2008, sino que veníamos andando por el Sendero Río Majaceite desde El Bosque, por lo que no ascendimos hasta el manantial. Sí subimos a la zona principal de la pedanía, que está vertebrada por las dos calles paralelas a las que antes hacía referencia.



En una de ellas, la Calle Real, están los dos principales espacios abiertos del pueblo, la Plaza de Andalucía, con su fuente, sus bancos y sus blancas arquerías, y también la Plaza de las Huertas, que es el corazón de la aldea.



En esta ocasión, por la Calle Nacimiento nos aproximamos un poco a la zona del manantial, pero nos quedamos en la Fuente de los Tres Chorros: aún nos quedaba bajar la cuesta y recorrer de nuevo, en sentido inverso, el sendero de 5 kilómetros que nos había traído desde El Bosque, así que decidimos no apurar mucho. Al salir de El Bosque nuestra idea era hacer solo la ruta de ida hasta Benamahoma, ya que no sabíamos como iban a responder las niñas, que están demostrando cada vez más dotes para el senderismo, pero que no dejan de tener 6 y 8 años. Sin embargo, se portaron como jabatas, con paciencia salvamos los momentos de crisis, y para cuando llegamos a nuestro destino, Ana ya estaba queriendo volver por el mismo camino. Julia, por su parte, necesitó una Fanta, un bocadillo de salchichón con pavo y un helado para recuperar las fuerzas, pero al final decidimos echarle valor y regresar también andando. La decisión fue un acierto, porque la vuelta, por la razón que sea, se nos hizo mucho más corta y, además, al seguir el Río Majaceite en el sentido de sus aguas pudimos apreciar, mejor que a la ida, como al principio de su andadura el torrente va más encajonado y forma un bosque de galería espectacular.





En la parte más cercana a El Bosque el relieve se suaviza un poco y el sendero pasa a ir más abierto, pero la ruta al completo se merece el paseo. La misma es una de las más transitadas de Andalucía, por su accesibilidad y por su belleza. Yo sabía de su popularidad, por lo que no fue casualidad que nosotros la hiciéramos el miércoles por la mañana, que era laborable. Vimos gente, pero no mucha, por lo que pudimos disfrutar del entorno en todo su esplendor.


Esta vez en Benamahoma no llegamos a hacer grandes alardes consumistas: en la Venta El Bujío, que es muy típica, nos tomamos una cervecita nada más acabar la ruta de ida (su terraza, ubicada a la entrada del pueblo, invita a ello sin remedio) y en La Tasquita del Majaceite nos tomamos un café, justo antes de emprender la vuelta. Como he dicho antes, en este último restaurante almorzamos María y yo en 2008, unos meses antes de que naciera Ana. Al verlo recordé, como no, la trucha que nos comimos y también la agradable terraza interior que tiene, dando al Río Majaceite. Esta vez no fue trucha lo que pedimos, solo fue un café, pero no nos quedamos con las ganas de volver a echar un rato en esa bonita terraza.



El municipio de Grazalema lo acabamos de explorar al día siguiente al visitar la capital municipal. La visita fue ya menos esforzada que la de Benamahoma y fue más propia de un día de fiesta nacional como el 8 de diciembre, en el que ir a darse un homenaje gastronómico a algún lugar de sierra es una tradición para muchos. Yo nunca había estado en el pueblo de Grazalema y con el largo paseo que nos dimos por sus calles y la rica comida que disfrutamos, puedo dar por completada la visita, de cara al reto de conocer todos los municipios de Andalucía.


A Grazalema llegamos sobre las doce de la mañana. El día era frío y soleado, por lo que vimos radiante la blancura de este precioso enclave. Al igual que Benamahoma, Grazalema forma parte de los denominados Pueblos Blancos, que son un grupo de pintorescas poblaciones de la zona, caracterizadas por sus casas blancas distribuidas de forma más o menos irregular.



Tras dar un largo paseo por el pueblo tuvimos el acierto de no apurar mucho con el almuerzo: nuestras niñas tienen un buen pico y después de un buen rato andando dijeron que, o se comía o no daban más vueltas por aquellas calles. Yo no tenía ni idea de donde nos podíamos meter a comer, la oferta era amplia, pero no tenía noticias de cual podía ser la mejor opción. En esas condiciones decidí ponerme en manos de TripAdvisor, algo que mi hermana siempre hace y que le suele dar un gran resultado. Sobre la marcha hice la búsqueda en el móvil y obtuve el listado de los mejores restaurantes para comer en Grazalema. Descarté el primero, porque lo había visto al pasar y no me apeteció (aunque las críticas que tiene son geniales), así que nos fuimos a por el que estaba en segundo lugar en la lista: el Gastro Bar La Maroma.



Entrar a comer a la 13'30 fue un acierto, mi teoría es que cuando, estando de visita en algún sitio, llega el momento de almorzar, si se puede trae más cuenta hacerlo pronto, con menos hambre, que esperar a que la misma te esté taladrando la barriga, que es lo que parece que algunos necesitan para pararse a comer en circunstancias como esta. Si se espera demasiado, no solo el hambre ya aprieta mientras se busca, sino que además resulta bastante más complicado encontrar un sitio donde sentarse de manera agradable. Nosotros, al entrar en La Maroma antes de las 14'00 nos encontramos el restaurante casi vacío. Media hora después ya no se cabía, literalmente, y la gente que entraba se tenía que volver por donde había venido, pero para entonces nosotros estábamos ya disfrutando de nuestra comida como señores.

El Gastro Bar La Maroma es un restaurante de base tradicional en el que han dado una pequeña vuelta de tuerca a algunas recetas, ya que al frente del negocio están dos chicas muy jóvenes. Yo, por ejemplo, me volví a pedir trucha, pero en este caso el pescado estaba acompañado de una loncha de jamón de bellota, y también probé la Ensalada Grazalemeña, que tenía dados de queso de cabra Payoyo (una marca autóctona), frutos secos y miel de Grazalema. En total, comimos los cuatro por 46 euros, una pasada si tenemos en cuenta que además de los platos principales pedimos bebidas, tres tartas de postre y dos cafés.

Con respecto a las visitas, solo entramos en la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, aunque lo más destacable de este templo está en la fachada, ya que tiene dos portadas. Aparte, en Grazalema hay otras iglesias, pero realmente en este pueblo lo importante es pasear, ya que su principal atractivo son los rincones pintorescos y las calles llamativas (es el típico lugar donde apetece ir fotografiando todas las esquinas). El epicentro de la población está en la Plaza de España (la de la foto de abajo) y me gustaron especialmente la Calle Agua, que sale de ella y que da a la Plaza de Andalucía, muy bonita también, así como la Calle Las Piedras, la principal arteria del pueblo (se llama Calle Nueva a partir de un determinado momento).


En el extremo sur del pueblo es también digno de mención el Mirador del Tajo, desde donde se ve una bonita vista en todas las direcciones.


Por último, me resultó curiosa la Fuente de la Puentezuela, que señala la frontera entre dos partes del pueblo que rivalizaban y que aún lo hacen un poco, por lo visto. Las dos partes rivales son el llamado Barrio Alto, formado por manzanas de forma rectangular y calles largas, donde vivían los Jopones (pastores y ganaderos, principalmente) y el conocido como Barrio Bajo, donde vivían los Jopiches (obreros de fábricas textiles y batanes). En esta última zona, que tiene una distribución más irregular, propia del origen musulmán de los primeros asentamientos de Grazalema, estaban las mejores casas del municipio y los edificios institucionales. La citada fuente está en la calle que separa ambos barrios.


Tras la comida completamos el paseo y con esto acabamos nuestras mini vacaciones pre-navideñas. En esta ocasión tocó volver a Sevilla, pero queda pendiente volver por la zona para visitar el Pinsapar, que es la zona más protegida del Parque Natural (se requiere autorización previa para recorrerlo). Dado que esta es una de las zonas más lluviosas de España, espero que cuando volvamos tengamos tanta suerte como esta vez, ya que disfrutamos de tres otoñales días de sierra realmente magníficos.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado GRAZALEMA.
En 2008 (primera visita incompleta al municipio), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 40'9% (hoy día, confirmada ya esta visita, 50%).
En 2008 (primera visita incompleta al municipio), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 14'1% (hoy día, confirmada ya esta visita, 18'9%).

Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado GRAZALEMA.
En 2008 (primera visita incompleta al municipio), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 71'4% (hoy día, confirmada ya esta visita, 78'6%).
En 2008 (primera visita incompleta al municipio), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas: 26% (hoy día, confirmada ya esta visita, 31'6%).