12 de junio de 2022

SEVILLA 2022

El 30 de junio de 2021 escribí el undécimo post dedicado a Sevilla en este blog. Desde entonces, le había dedicado un artículo al barrio de Triana, pero a la ciudad hispalense llevaba meses sin echarle cuenta. Ahora, con motivo de la semana más movidita que he vivido en mucho tiempo, voy a retomar la costumbre de hablar de los enclaves sevillanos que voy conociendo, o que voy visitando. En estos años he mencionado un montón de lugares, pero todavía no he acabado, ni remotamente, de peinar la capital. No obstante, después de los últimos días, ya puedo agrandar la lista de sitios de Sevilla a los que he aludido en En Ole Väsynyt.

El caso es que, entre el sábado 4 y el miércoles 8 de junio, he presenciado en mi ciudad dos grandes conciertos de música, he hecho un par de visitas turísticas, he ido a mi último lugar de trabajo, en el que estoy desde noviembre, y también al de los fines de semana. En general, lo he pasado de miedo.

Yo trabajo en la biblioteca de la Universidad de Sevilla. Hasta noviembre, mi puesto concreto se encontraba en la Biblioteca de Humanidades, pero ahora estoy en la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez, que es la que ejerce de sede central. Además, algunos fines de semana también hago servicios extraordinarios en el CRAI Antonio de Ulloa, que alberga las bibliotecas de farmacia, física, química y biología. En total, tengo que echar allí siete domingos al año. Este 2022 ya llevo cinco, incluido el pasado día 5 de junio. 


En realidad, el CRAI Antonio de Ulloa no es un sitio que la gente vaya a ver por su belleza. Sin embargo, a mí me parece interesante, porque es una perfecta muestra de hacia donde se están moviendo las bibliotecas universitarias. En la actualidad, la función de estas, como lugar para guardar y servir libros, está unida a otros cometidos, relacionados con la información, con el estudio y con las nuevas tecnologías. No en vano, el acrónimo CRAI significa Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación. Pese a todo esto, lo cierto es que, un domingo de junio, los estudiantes a lo que van a esas instalaciones es a empollar para los exámenes, por las buenas. En cualquier caso, para un friki de las bibliotecas como yo, es una suerte conocer bien un edificio así. Se inauguró en 2013, y, antes de hacer servicios extraordinarios en él, trabajé allí, a diario, durante diez meses, en 2020. Fue mi primer destino como bibliotecario de la Universidad de Sevilla

Aparte, el CRAI Antonio de Ulloa está en el Campus Reina Mercedes, que es uno de los cuatro en los que se divide la Universidad.


En total, las instalaciones de la Universidad de Sevilla están repartidas en catorce ubicaciones distintas, aunque solo cuatro son denominadas campus. Las demás sedes están aisladas entre sí. Son facultades, escuelas, instalaciones deportivas y edificios destinados a tareas específicas, necesarios para que la institución funcione. 


De los cuatro campus, los dos más grandes, que son el Campus Ramón y Cajal y el Campus Reina Mercedes, tienen siete facultades o escuelas cada uno, pero este último cuenta, además, con cuatro edificios más. Uno de ellos es el CRAI Antonio de Ulloa.


El Campus Reina Mercedes se denomina así, porque da a la Avenida Reina Mercedes, que es una de las calles más bipolares de Sevilla. Lo digo, porque la misma es un auténtico hervidero durante el curso escolar, pero cae en una especie de letargo infinito cuando se baja el telón universitario, cada año. Por uno de sus lados está el campus, desde el principio hasta casi el final de la vía, pero por el otro tiene altos edificios, que no consiguen evitar que la calle sea un muermo en época de vacaciones.


Yo no hice la carrera en el Campus Reina Mercedes, pero todos los cursos fui varias veces a la semana al Instituto de Idiomas, que está en él. También iba allí a estudiar con frecuencia, pero lo que me liga a esa zona, desde niño, es que mis padres fueron ambos profesores de la Universidad, y ejercieron en facultades que están en ese campus. Mi padre enseñó e investigó, durante más de cuatro décadas, en la Facultad de Física, y mi madre hizo lo propio, inicialmente en ese mismo centro, y después, tras un parón, en la Facultad de Informática. Él estuvo más tiempo de profe, y ella algo menos, pero, en cualquier caso, yo he estado yendo al Campus de Reina Mercedes desde que tengo uso de razón. Además, desde 2003 hasta 2006, fui becario en el Servicio de Informática, que tiene sus instalaciones allí, y desde 2007 a 2009, primero, y desde 2011 hasta 2018, en otra etapa, trabajé como autónomo en dicho servicio, ejerciendo de documentalista. En 2018 finalizó mi relación con el Servicio de Informática. Los últimos años en él no fueron buenos, desde el punto de vista laboral, y mis padres ya estaban jubilados, por lo que pensé que mi andanzas por Reina Mercedes habían acabado para siempre, pero parece que hay unos lazos invisibles que me unen a ese lugar, porque el 2 de enero de 2020 me llamaron, por fin, de la bolsa de técnicos de biblioteca de la Universidad de Sevilla. El examen de oposición lo hice en 2010, pero tardé una década en poder meter cabeza como personal de pleno derecho de la institución. Mi primer destino fue el CRAI Antonio de Ulloa.

Con respecto al edificio de la Biblioteca Antonio Machado, el mismo es el tercero en el que trabajo en la Universidad (el segundo fue el de la Biblioteca de Humanidades, del que ya hablé). Se inauguró en 2017 y es muy moderno. Es sede de los servicios centrales de la biblioteca universitaria, a los que yo estoy adscrito ahora, y también alberga el archivo histórico y el fondo antiguo.


La Universidad de Sevilla tiene 17 centros bibliotecarios y este ejerce de corazón del sistema. Por otro lado, su ubicación es digna de mención, ya que da al Parque de María Luisa por uno de sus extremos. De hecho, yo tengo a mis espaldas, cada día, un gran ventanal, que se asoma directamente a la zona ajardinada sevillana más famosa.


Es evidente que conozco bien el edificio en el que trabajo. No obstante, precisamente este lunes realicé una visita guiada al mismo y vi cosas novedosas. En efecto, durante una hora me paseé por la biblioteca como si fuera un ocioso turista. Evidentemente, mi jefa, que tiene su despacho enfrente de mi mesa, estaba al tanto. Además, lo del tour no fue tan raro. La Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez los organiza periódicamente, dado que custodia fondos de gran valor y tiene unas instalaciones muy destacadas. Esta semana, con motivo del día internacional de los archivos, se montó una exposición y se programaron una serie visitas a ella, así como a zonas del inmueble. Yo, como he dicho, ya he recorrido gran parte de las instalaciones de este, pero no había visto sus principales fondos archivísticos. Por ello, me pareció el momento perfecto para acabar de profundizar en una de las principales edificaciones bibliotecarias y archivísticas de la ciudad de Sevilla. En consecuencia, pedí permiso, María José no tuvo problema en concedérmelo, y, gracias a eso, pude escuchar lo que mi compañera Almudena nos contó, a mí y a los que asistimos a la primera sesión.


Como he comentado antes, una buena parte de la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez ya la conozco. El edificio está compuesto de una planta baja, donde está la sala de estudio y una de las grandes zonas de trabajo, así como de dos plantas más. En la primera está, a un lado, otra gran estancia con muchas mesas, adonde se asoman los despachos de los jefes de sección. Esa es la mía. En el lado opuesto, se encuentra Villa Moqueta, es decir, el pasillo con los despachos de los capos de la biblioteca universitaria. Más arriba, en la segunda planta, es donde está el archivo, el depósito de libros, el taller de digitalización y el espacio habilitado para la consulta de fondos. Además, en el vestíbulo se hallan las vitrinas preparadas para albergar las exposiciones.


Almudena fue la encargada de seleccionar los diez documentos del archivo que consideró más interesantes para la exposición. Me encantó lo que vi, porque todo era original. No había copias, ni tampoco facsímiles. Eran las piezas verdaderas, que es lo que le da valor a este tipo de muestras. No obstante, de lo expuesto me llamaron la atención tres documentos de gran importancia. El primero fue la Bula Fundacional de la Universidad de Sevilla. La promulgó el Papa Julio II el 12 de julio de 1505, nada menos. A través de ella, autorizó la creación del Colegio de Santa María de Jesús, que fue el embrión de la actual institución universitaria.


Los otros originales que me resultaron llamativos eran más modernos, pero, me impactaron en mayor medida. El primero era una especie de cuadernillo mecanografiado, en el que la autoridades franquistas, tras el golpe de estado de 1936, fueron anotando de que palo iba cada trabajador de la Universidad de Sevilla. Me parece muy fuerte, porque se hizo una minuciosa labor de depuración de los empleados de la institución, no solo de los profesores, sino también del personal administrativo y de servicios. Sevilla cayó del lado de los sublevados, pocos días después de que el golpe de estado tuviera lugar. De hecho, la capital andaluza se convirtió en una de las bases principales franquistas en los compases iniciales de la Guerra Civil. Por tanto, hasta el final de esta, las autoridades del bando nacional tuvieron tiempo de limpiar Sevilla de personas no afines. En la Universidad se redactaron las 141 hojas que vimos expuestas, en el que se hizo un análisis personalizado de la ideología de todos sus trabajadores, y se tomaron medidas contra los que fueron tachados de izquierdosos. Lo que impacta es que la relación se redactó con una inquina, que parece propia de un niño mimado de ocho años, pero tuvo consecuencias nefastas para gente que no hacía más que trabajar en la Universidad, como yo hago.


El otro documento que me pareció especialmente relevante también estaba relacionado con la represión franquista, acaecida tras el golpe de estado. Era el expediente personal de María del Rosario Montoya Santamaría, que fue la primera mujer docente de la Universidad de Sevilla. Por desgracia, solo pudo ejercer unos meses, porque fue represaliada en 1936 por el régimen y cesada en su cargo por ser "simpatizante con las izquierdas". 


Rosario Montoya no consiguió volver a las aulas universitarias, a pesar de que solicitó su rehabilitación varias veces. En una de sus reclamaciones, presentó testimonios exonerantes de compañeros, de su párroco y hasta de un alcalde, pero solo pudo retomar la docencia como profesora de instituto. Durante décadas, no hubo más mujeres impartiendo lecciones en la Universidad de Sevilla. Parece que mi madre, que empezó a dar clase en 1975, fue una pionera. 

Además de los documentos comentados, también vi otros interesantes, como los primigenios reglamentos de la Universidad, los primeros libros de matrículas, así como algunos expedientes de limpieza de sangre. Hasta 1835, para obtener un grado los alumnos tenían que demostrar que eran hijos legítimos, que no tenían antepasados judíos ni musulmanes, y que no habían tenido problemas de conducta.

Almudena nos explicó, de manera muy amena, todo lo relativo a lo expuesto, y luego nos condujo al Taller de Restauración, que era uno de los pocos lugares que yo no conocía del edificio. Esa sala se encuentra en la segunda planta y siempre está cerrada a cal y canto, por motivos de seguridad. Por lo visto, las máquinas de restauración de documentos que pudimos ver están a la altura de las de la Biblioteca Nacional. La pena es que parece que la biblioteca de la Universidad no anda tan sobrada de personal, como para usarlas con regularidad, pero lo cierto es que están disponibles para cuando se necesitan.

En conclusión, quitando sitios puntuales, por suerte me puedo mover con soltura por el edificio de la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez. Soy un friki de las bibliotecas, ya lo he dicho arriba y en otros artículos, por lo que es un privilegio para mí trabajar en un lugar así.


Dejando a un lado ya los edificios donde trabajo en la actualidad, voy a hablar a continuación de los lugares que he visitado a lo largo de estos cinco días, y que han estado ligados a actividades más lúdicas. En efecto, los principales planes de la semana pasada, que realmente han sido los que me motivaron a escribir este post, han sido dos conciertos de música a los que he asistido en sendos grandes escenarios sevillanos. 

En julio 2021 fui a El Puerto de Santa María, a un concierto de Aitana. Con anterioridad, en noviembre de 2016, hice lo propio con Paul Simon, al que vi en Madrid. De ambas jornadas ya hablé en este blog. Soy muy aficionado a la música, pero lo cierto es que en los últimos cinco años y pico el tema de ir a conciertos ha estado un poco venido a menos, sobre todo a los de rock y a los de metal, que son mis favoritos. Paul Simon está dentro del círculo, y Aitana, aunque se sale de él, me sorprendió gratamente, pero a mí, lo que de verdad me chifla, es la música leñera. No obstante, todavía no había encontrado el momento de hablar de conciertos hard as a rock en algún post. Por suerte, en los últimos días he podido resarcirme un poco, gracias a los espectáculos de Red Hot Chili Peppers y de Guns N' Roses.



Dicen que las comparaciones son odiosas, pero en este caso no tengo más remedio que echar a pelear a los dos conciertos. Ambos estuvieron cortados por un patrón similar. Al de Red Hot Chili Peppers asistieron 56.000 personas y se celebró en el Estadio de la Cartuja. Al de Gun's N' Roses fueron 49.000 almas y tuvo lugar en el Estadio Benito Villamarín. Las dos bandas californianas no tocan el mismo estilo de música, pero coinciden en el hecho de haber llevado a las masas el heavy, hablando en el sentido más general del término. Red Hot Chili Peppers empezaron su carrera haciendo Funk Metal, y, tras hacer algunas probaturas, han acabado convertidos en un grupo mainstream, gracias a su habilidad para fusionar el Funk Rock con el Rock Alternativo. Guns N' Roses, por su parte, arrasó en su día con su salvaje Sleaze Metal, y no han variado mucho, aunque también se han prodigado con las baladas y con las versiones jevis de canciones de otros estilos, circunstancia que les ha permitido llegar a más público. Por lo que respecta a mis gustos, no puedo negar que Red Hot Chili Peppers me gusta, y escucho con frecuencia sus discos, pero, para mí, Guns N' Roses está en un nivel superior. Mis apreciaciones sobre los conciertos de la semana pasada, por tanto, seguramente estarán influidas por eso, aunque creo que es vox populi que el de Guns N' Roses fue netamente superior. Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Dizzy Reed, Richard Fortus y Melissa Reese dieron un espectáculo memorable. Descargaron 25 temas, pródigos en solos de guitarra y en guiños al público, entre los que no faltaron Paradise City, You Could Be Mine o Rocket Queen, que es una de mis canciones favoritas. También tocaron varios covers. Entre todos ellos, destacaron Back in Black y I Wanna Be Your Dog. Este último lo cantó Duff McKagan. En resumen, derrocharon energía de una manera apabullante, durante casi 3 horas, aprovechando que el sonido fue bueno. Fue de estas veces en las que uno podría llegar a creer que los artistas están dando la última actuación de su existencia y, por tanto, están echando ya el resto sin guardarse nada. Los cracks de Guns N´ Roses nos hicieron sentir como si el concierto de Sevilla fuera el más importante de sus vidas. Cuando te dejas un pastizal para ir a un evento así, eso es lo que esperas ver.


Los integrantes de Red Hot Chili Peppers, por su parte, dieron un concierto muy correcto y profesional. Flea, Anthony Kiedis, Chad Smith y John Frusciante tienen tablas, talento demostrado y repertorio de sobra. Sin embargo, su show estuvo lejos de transmitir las mismas sensaciones que el de Guns N' Roses. Para empezar, el Estadio de la Cartuja es un recinto menos apropiado para conciertos, que el Benito Villamarín, aunque no lo parezca a priori.


Sin embargo, lo peor fue que en La Cartuja el escenario lo tuvimos muy lejos. Las entradas no las comparamos de reventa, pero sí de rebote, a la amiga de una amiga, por lo que los sitios no los elegí yo. Al llegar a nuestro asiento, me di cuenta de que estábamos en el quinto pino. A los músicos los vimos como si fueran los personajes de Cariño, He Encogido a los Niños. Además, las proyecciones que pusieron en las pantallas gigantes fueron pródigas en elementos psicodélicos, estuvieron bien, pero a los del grupo los vimos poco, y, en la mayoría de las ocasiones, cuando aparecieron en las imágenes, lo hicieron tuneados por colores y por efectos visuales. Eso no ayudó.

Por otro lado, el sonido no estuvo bien calibrado. En efecto, la voz de Anthony Kiedis sonaba en demasía por debajo del sonido del bajo y de la batería. Ese hecho se notó menos en canciones como Give It Away, que pertenecen al pasado funkmetalero del grupo. En ellas, hay menos melodía y Kiedis rapea con más vehemencia, por lo que su papel se hizo más notorio. No obstante, la mayor parte del setlist se compuso de canciones de la vertiente rockalternativa de la banda, en la cual la melodía es importante. Pese a esto, se distinguía poco. Algunas de ellas se convirtieron en una sucesión de líneas de bajo y de ritmos de batería, que sonaron espectaculares, pero que hicieron que la voz y la guitarra se quedaran sumergidas y perdieran relevancia. En los temas melódicos más conocidos, la colaboración del público mitigó un poco las carencias, pero en los que tocaron del nuevo álbum, que fueron cinco, y en otros menos conocidos de su discografía, el sonido fue manifiestamente mejorable, de una manera mucho más evidente. Además, Red Hot Chili Peppers tocó solo 17 canciones, en 90 minutos. Lo justo. Sus integrantes se mostraron enérgicos y están en buena forma. En general, dejaron sensaciones positivas, pero no apuraron el pastel. Faltó pasión. Lo de Guns N´ Roses fue totalmente diferente, como he comentado. Ellos se fueron exhaustos, y dejaron a la gente totalmente saciada.


En todo caso, para nosotros las dos experiencias fueron sobresalientes. Al concierto de Red Hot Chili Peppers llegamos a buena hora, de manera que María y yo pudimos tomarnos tranquilos el bocata y la cerveza, rodeados del típico ambiente hedonista que se estila en los eventos relacionados con el rock. Una vez concluida nuestra previa, accedimos al estadio con pasmosa facilidad, a tiempo de oír seis canciones de Beck, entre ellas la mítica Loser. Escuchar ese tema en directo fue un regalo inesperado para mí. Desde luego, el telonero fue de postín.


Después, ya con Red Hot Chili Peppers en escena, me quedé impresionado con la cantidad de gente que asistió al concierto.


A ver a Red Hot Chili Peppers fuimos tranquilos, pero, en cambio, llegar puntuales al concierto de Gun N' Roses nos costó más. No en vano, era martes, no sábado. Tanto María como yo habíamos trabajado por la mañana, y la jornada fue apretadita. Nos movilizamos a tiempo, y no fuimos con estrés, pero llegamos al Benito Villamarín muy justitos. El acceso al campo del Betis, además, fue menos fluido. Mis entradas estaban compradas desde 2019, el espectáculo se había atrasado dos veces debido a la pandemia, y pocas horas antes de su inicio había recibido un correo avisando que había que descargar una nueva versión de los tickets, contradiciendo así lo que habían venido diciendo durante meses. Yo no pude conseguirlos, por lo que me fui con los antiguos, con un poco de incertidumbre. Entre esa circunstancia, y la bulla que me encontré en los accesos, viví momentos de inquietud. Luego, me di cuenta de que nosotros podíamos entrar por una de las puertas en las que había menos gente. Lo cierto es que en su día hice la puta locura de gastarme 107'5 euros en cada entrada, en parte por precipitarme (me creí que ya no quedaban de las baratas, cosa que no era cierta, y me entró el pánico, por lo que me lie la manta a la cabeza y compré dos de las caras). Gracias a ello, nos libramos de la masificación. Visto lo visto, di por bien gastados los más de 200 pavos, porque pudimos acceder al estadio con comodidad. Por otro lado, la entrada que llevaba fue válida. Todo cuadró. Después, eso sí, tuvimos que ver el concierto sentados. No es algo que me guste mucho, prefiero ir a pista, pero sí es verdad que acabé bastante menos machacado que si hubiera estado tres horas de pie.


En definitiva, fueron dos experiencias míticas en dos de los grandes estadios que hay en Sevilla. En el de La Cartuja ya había estado en varios conciertos. En concreto, allí vi a U2, a Bruce Springsteen, a Mark Knopfler, a AC/DC y a Iron Maiden. Desde las gradas, también presencié, una vez, un partido de fútbol, y, por supuesto, asistí a todas y cada una de las jornadas del Campeonato del Mundo de Atletismo que se celebró en 1999, que es el evento para el que se construyó. En el Estadio de la Cartuja el atletismo se ve muy bien, lo demás no tanto.

Diferente es lo del Estadio Benito Villamarín. En él he disfrutado de dos centenares de partidos de fútbol, desde todas las ubicaciones posibles. El último fue el Real Betis-FC Barcelona de Liga del pasado 7 de mayo.


En cambio, nunca había visto un concierto allí. El 30 de junio de 1992, Guns N' Roses, Faith No More y Soundgarden tocaron en el estadio. ¡Vaya trío! Siempre me he arrepentido de no haber ido a ese evento, en el que tocaron tres bandas que están entre mis favoritas. Sin embargo, por aquel entonces yo tenía tan solo 14 años, y meterme en ese berenjenal me dio miedo. En cualquier caso, creo que no me hubieran dejado ir, pero lo cierto es que ni lo intenté. Ya nunca podré ver en directo a Soundgarden, al menos con Chris Cornell al frente. Faith No More sí siguen por ahí. Lo mismo aún tengo la oportunidad de disfrutarlos en vivo. Con respecto a Guns N' Roses, se volvió a demostrar que hay trenes que pasan dos veces. El espectáculo que vi el otro día compensó con creces lo que me perdí en 1992. No puedo pedir más.

Para acabar, voy a rematar el post con los planes con los que puse el colofón a los cinco días narrados. Siempre que escribo sobre Sevilla me gusta hacer algo que me convierta en turista, en el sentido más estricto de la palabra. Mi ciudad está llena de visitantes foráneos y es un destino para miles de personas, que llenan las calles del centro. A mí, me encanta unirme a veces a ellos, y lo hago, sobre todo, cuando me propongo escribir sobre la antigua Hispalis en En Ole Väsynyt.

El caso es que, en esta ocasión, sumé dos sitios emblemáticos a la lista de lugares turísticos de los que he hablado en este blog: son el Parque de María Luisa y el Antiquarium.

El Parque de María Luisa es el gran espacio arbolado sevillano. Fue el primer parque urbano de la ciudad y se inauguró en 1914. En origen, sus 34 hectáreas pertenecían al Palacio de San Telmo, que está en el entorno de la Antigua Real Fábrica de Tabacos y del Hotel Alfonso XIII. En 1848, dicho palacio fue adquirido por los duques de Montpensier, que eran María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de la reina española Isabel II, y su marido Antonio de Orleans, el décimo hijo del rey Luis Felipe I de Francia. La pareja fijó en él su residencia. En 1893, María Luisa cedió a la ciudad los jardines palaciegos, en los que no se acometieron grandes reformas hasta 1911. Ese año, dado que los terrenos iban a formar parte de una gran exposición que se iba a celebrar en Sevilla en 1929, se decidió adecuarlos. El paisajista Jean-Claude Nicolas Forestier fue el encargado de remodelar el espacio, y lo transformó en un parque público, añadiendo más rincones monumentales y también más zonas de esparcimiento. Por último, se sumaron al recinto la Plaza de España y la Plaza de América. Hasta 1973, cuando se abrió el Parque de los Príncipes, el de María Luisa fue gran el pulmón de Sevilla.

En la actualidad, el Parque de María Luisa es uno de los espacios en los que se mezclan, en mayor grado, los turistas con los sevillanos. Para nosotros, los autóctonos, es normal ir allí a pasear con los niños los días de fiesta, por ejemplo. No es el típico parque boscoso, como pueda serlo el Parque del Alamillo, sino que es muy monumental, y está lleno de elementos que hacen que sea atractivo, tanto para los adultos, como para los pequeños. La Glorieta de las Palomas, por ejemplo, es un sitio muy socorrido, al que todos hemos ido alguna vez con nuestros padres, y al que también hemos llevado a nuestros hijos.


Aparte, el Parque de María Luisa tiene un gran estanque con patos, bastantes plazoletas y caminitos, una misteriosa montaña rocosa artificial, buenas explanadas con hierba y grandes árboles. Hay pocos niños sevillanos que no hayan ido a echar alguna mañana de domingo con sus padres a esos jardines. A mí, además, dado que viví muy cerca hasta los seis años, también me llevaron, junto a mi hermana, en muchas otras ocasiones. Luego, en 1983, nos mudamos a Tomares y me alejé, pero al regresar a Sevilla a vivir, en 1996, nos trasladamos al barrio de Los Remedios. El mismo está en el lado opuesto del rio, pero el parque me quedaba muy a mano para ir a correr. En él hay un circuito perfectamente medido de 2 kilómetros, que alterna la tierra y el asfalto, al que le he dado, en mi vida, cientos de vueltas. De hecho, ese trazado, o parte de él, ha sido escenario de numerosas carreras en las que yo he participado. Para mí, el recinto es un clásico, y ahora, además, lo veo cada día desde el ventanal de la sala donde trabajo.

Todo lo comentado, sin embargo, es lo que percibimos del Parque de María Luisa los sevillanos, pero el mismo también es un referente para los turistas, como he dicho. El miércoles, aprovechando que me quedé en Sevilla después del trabajo, decidí comerme un bocadillo en el parque y explorarlo con detenimiento, para refrescar mi memoria y poder hablar de él. Vi sitios que conocía, y otros en los que nunca había estado.

Yo dividiría el parque en seis espacios distintos. El más septentrional de ellos es el que incluye la Plaza de América, que es el ovalo que se ve a la derecha, en el siguiente mapa. 


La segunda zona sería la que está incluida en el espacio rectangular que queda en el centro del parque. La tercera estaría conformada por los dos laterales de ese rectángulo central, que quedan arriba y abajo en el plano. La cuarta sería la del triángulo que está a la izquierda del mapa, pasada la Avenida Rodríguez de Caso, que es la que une la Glorieta de los Marineros con la Plaza de España. La quinta sería, precisamente, la Plaza de España, mientras que el sexto y último sector sería el que está fuera del perímetro vallado del parque, pero que tiene su propio cercado y no está accesible, normalmente. Esta última parte yo no la conozco, y es la que queda a la derecha de la Plaza de España, Este monumento, por otro lado, está integrado en el recinto ajardinado, pero tiene una entidad de tal calibre, que le dedicaré un post independiente en el futuro. 

Con respecto a las zonas que sí conozco, quizás la menos llamativa es la que he mencionado en tercer lugar. La misma está salpicada de glorietas y es la que atrae la atención en menor medida, porque sus elementos ornamentales están semi ocultos entre la vegetación. No obstante, creo que ese es su mayor encanto. Merece la pena detenerse en las trece glorietas. Cada una está dedicada a alguna persona concreta, o a dos, en el caso de la Glorieta de los Hermanos Machado. En esta, precisamente, es donde el otro día me comí el bocadillo.


Los hermanos Machado eran, por supuesto, Manuel y Antonio Machado. No necesitan más presentación. En el caso de Manuel, no puedo dejar de destacar que uno de los documentos que vi en la exposición de la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez era su expediente académico.


El mayor de los Machado era todo un empollón. Hay que aclarar, por otro lado, que el Antonio Machado que da nombre a la biblioteca de la Universidad de Sevilla no era el poeta homónimo, sino su abuelo, y el de Manuel, lógicamente.

Volviendo al Parque de María Luisa, la parte más expuesta del mismo es la de la Plaza de América. A ella dan los principales edificios del parque, que son el Pabellón Real, el Pabellón Mudéjar y el Pabellón de Bellas Artes. Los tres son obra del arquitecto Aníbal González, artífice también de la Plaza de España. En medio de todos ellos, hay un óvalo ajardinado y perfectamente estructurado.


De los tres edificios comentados, el primero contenía dependencias municipales hasta 2019 (yo estuve allí hace años), y ahora está en proceso de ser convertido en un centro de interpretación dedicado a Aníbal González. Por ello, muy probablemente en el futuro será objeto de otra visita por mi parte. El Pabellón Mudéjar, por otro lado, es sede del Museo de Artes y Costumbres Populares, en el que nunca he entrado. Con respecto al Pabellón de Bellas Artes, el mismo alberga el Museo Arqueológico de Sevilla. En 2019 lo critiqué en este blog, por todas las deficiencias que tenía. Unos meses después lo cerraron para reformarlo (no creo que fuera por lo que yo dije...), por lo que también iré a verlo, de nuevo, cuando lo reabran. A la espalda del Museo Arqueológico hay una pista de patinaje. A ella da el ventanal frente al que está mi mesa de trabajo. Está oculto, detrás del cúmulo de vegetación que se amontona tras la palmera que se ve en la siguiente foto.


En cualquier caso, la Plaza de América es una de las partes más transitadas del Parque de María Luisa. En ella está la Glorieta de las Palomas. No creo que haya sevillano o sevillana que no se haya visto alguna vez acosado por esas palomas, o por sus antepasadas. Es casi una tradición infantil la de comprar comida y darles de comer, sintiendo sus pequeños picotazos en las palmas de las manos. De hecho, es muy habitual que los niños llamen Parque de las Palomas a todo el Parque de María Luisa, pese a que estas solo están en ese lugar.

A la Plaza de América también dan los tres negocios de restauración que hay en el parque. Uno de ellos es el Kiosco Abilio, que está a la espalda del Pabellón Real, pegado a la valla del recinto por el lado de la Avenida de la Borbolla. Los otros dos, en cambio, están en el extremo opuesto de la Plaza de América, de manera que dan por fuera a la Avenida de la Palmera. Son la Terraza Alfonso y el Bilindo. El Abilio es un kiosco con aspecto de chiringuito, en el que se está muy a gusto comiendo, si hace buen tiempo. El Alfonso y el Bilindo, por su parte, son dos bares de copas. Lo que pasa es que el Bilindo abre igualmente por las mañanas, para dar desayunos. Yo no suelo ir, pero el miércoles sí desayuné allí, con mi jefa y con un compañero. Es un sitio agradable, pero tengo entendido que clavan a los turistas. No obstante, creo que les da cierto pudor hacerlo con el personal de la Universidad. No en vano, somos los únicos autóctonos que paramos en sus mesas, de vez en cuando, para desayunar, por lo que nos hacen un precio especial.


Como digo, no suelo ir al Bilindo. Desayunar en su terraza, frente a la Plaza de América, es muy agradable, pero yo seguiré siendo fiel al lugar adonde voy normalmente, que se llama Taberna La Auténtica. Está en la Calle Felipe II, al otro lado del parque.


En la Taberna La Auténtica, además de poner un tomate triturado muy rico, solo cobran 1'80 por el café y la media tostada, y como punto a favor extra, cuando acumulas nueve desayunos, te premian con el décimo gratis.

Para acabar con el Parque de María Luisa, tengo que decir que las dos partes de las que aún no he hablado son la central y la triangular que está en el extremo opuesto a la Plaza de América. En esta última destaca el Estanque de los Lotos y sus alrededores, así como la Glorieta de Gustavo Adolfo Bécquer, que esta vez estaba cerrada. Sin embargo, para mí, la zona más chula del Parque de María Luisa es la que ocupa su centro. Por allí es por donde deambulaban el miércoles, a pesar del calor, un buen número de guiris. Yo también tenía pinta de turista, así que no resultó raro lo que hice, que no fue otra cosa que recorrer los principales puntos de interés de ese trozo del parque. Los mismos son el Monte Gurugú, el Jardín de los Leones y la Isleta de los Patos

El Monte Gurugú, realmente, es una elevación que está situada en Marruecos, pero muy cerca de Melilla. En ese monte, a principios del siglo XX, murieron numerosos soldados del ejército español, a manos de los rebeldes encabezados por Abd El-Krim. Este hombre lideró la resistencia en la región del Rif, contra las administraciones coloniales de España y de Francia en Marruecos. Con respecto a los españoles, en el Monte Gurugú hubo encarnizados combates, en los que perecieron bastantes soldados, a los que se quiso homenajear poniéndole ese nombre a la pequeña elevación artificial del Parque de María Luisa. Hoy día, creo que las laderas del Monte Gurugú marroquí están llenas de migrantes subsaharianos, que esperan allí la oportunidad propicia para entrar ilegalmente en Melilla. La situación del montículo artificial sevillano, sin embargo, es más amable. En su cima hay un templete, al que se accede por una escalera de piedra.


Desde lo alto, parte una cascada de agua, que acaba en un estanque, que está rodeado de vegetación. Gracias a ello, esa zona tiene pinta de vergel.


El Jardín de Los Leones está enfrente del Monte Gurugú, y ejerce, prácticamente, de centro geográfico del Parque de María Luisa. Se trata de un sector organizado de manera muy simétrica. Más allá, está el otro gran punto de atracción del parque para los niños. Es la Isleta de los Patos y el estanque que la circunda, que está lleno de patos, de cisnes y de pavos reales. Además de dar de comer a las palomas, una actividad clásica para los niños es ir a hacer lo propio con los patos, y ese laguito es un lugar espectacular para hacerlo.


A la Isla de los Patos se puede acceder por dos pequeños puentes. Cerca, hay otro islote, al que solo pueden llegar las aves.

En definitiva, el Parque de María Luisa está repleto de rincones dignos de elogio, que tienen su pequeña historia a cuestas. En total, se pueden individualizar hasta 47 puntos de interés en él. Yo he nombrado 14, en los que he estado alguna vez en mi vida. No he querido ser ahora más prolijo, por lo que dejo otros para el futuro.

El miércoles, tras recorrer el Parque de María Luisa como un turista más, me encaminé al centro. Tenía que hacer unas cosillas allí, pero antes de regresar a casa hice una parada, para liquidar una cuenta que tenía pendiente desde hace unos años. Ya he hablado, en el pasado, de las Setas de Sevilla, de sus cinco niveles, y de los tres que yo he ido conociendo, desde que se inauguró la estructura en 2011. Hasta el otro día, no había estado en el bar de la cuarta planta, ni en el sótano, donde están los vestigios arqueológicos, que se denominan Antiquarium. Estos salieron a la luz al construir la novedosa construcción. Al bar no se si iré, en principio no me llama especialmente la atención, pero la visita al Antiquarium sí me apetecía. A primera hora de la tarde hacía un calor apañado, tenía tiempo, y me pareció que era el momento perfecto para ver las ruinas. Además, para los sevillanos de nacimiento o de residencia, que lo acrediten, la entrada es gratuita. Todo vino rodado, y los restos arqueológicos me encantaron.


Me gustaron, en primer lugar, porque los vi en un clima de relax total y absoluto. El Antiquarium estaba fresquito y apenas si había gente. Además, cogí un folleto explicativo y pude ir viendo, a la perfección, gracias al inteligente sistema de pasarelas que han montado por encima de los restos, lo que queda de las calles y de las casas romanas que, hace siglos, se alzaban en esa parte de la ciudad.


Es impactante comprobar todo lo que ha crecido Sevilla a lo alto, desde el siglo I a. C. También me impresionó ver como se había elevado el suelo, ya en el siglo XIII, puesto que en uno de los lados del Antiquarium se conservan los cimientos de una casa de época bajomedieval, que está un par de metros por encima de los restos romanos.

En definitiva, en el Antiquarium acabé estos cinco días, que vengo a sumar a los 31 que ya narré en el pasado. El verano se nos echa encima, y en julio y agosto ejerceré de turista real. Tenemos muchos planes, que quedarán convenientemente relatados en este blog, pero en este mes de junio, que aún se presenta calmado, no he perdido la oportunidad de volver a hablar de más maravillas de las que ofrece mi ciudad, Sevilla.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado SEVILLA.
En 1977, % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Sevilla: 14'2% (hoy día 100%).
En 1977, % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 0'2% (hoy día 35'7%).

Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
Visitado SEVILLA.
En 1977 (aún incompleta esta visita), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 10% (hoy día, completada ya esta visita, 50%).
En 1977 (aún incompleta esta visita), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 0'1% (hoy día, completada ya esta visita, 4%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado SEVILLA.
En 1977, % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 0'9% (hoy día 65'7%).
En 1977, % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'1% (hoy día 21'3%).