28 de noviembre de 2019

SAN SEBASTIÁN 2019

En un estudio que elaboró en 2017 la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR), en colaboración con Coca-Cola, se incluye una curiosa estadística que indica que San Sebastián es la 7ª capital de provincia de España con más bares por habitante. Eso significa que tiene por detrás en el ranking a 43 importantes ciudades españolas, pero también es verdad que hay otras seis en las que, en proporción a su tamaño, hay más ofertas para comer y beber en la calle (son León, que está en lo más alto, Salamanca, Zamora, Ourense, Palencia y Logroño, es decir, que con la probable excepción de Salamanca son sitios que no se le vienen a uno a la cabeza cuando piensa en ciudades para salir a darse un homenaje). Sin embargo, según el anuario de 2018 de la Confederación Empresarial de Hostelería de España (CEHE), en 2016 y 2017 el País Vasco fue la comunidad autónoma española en la que más dinero gastaron cada uno de sus habitantes en restauración. En 2018 Navarra la superó en 49 euros por persona y ahora Euskadi ocupa el segundo lugar, pero no deja de ser curioso que, aún así, con sus 1.400 euros anuales de media gastados por cada vasco, incluso duplique los valores que arrojan otras comunidades.


Todo esto viene a cuento porque la verdad es que el pasado domingo por la tarde estuve paseando cerca de cuatro horas por San Sebastián, el tiempo estaba desangelado al máximo y me sorprendió la cantidad de gente que vi por los bares, no en una sola zona, sino en todas las que visité, que fueron varias. Tanto me llamó la atención el buen ambiente que he buscado las estadísticas para ver si coincidían con mi impresión y, en efecto, los números corroboran que Donostia tiene un ambientazo sensacional (en este post me voy a referir a ella de manera indistinta usando su nombre en español y su nombre en vasco, ya que ambas denominaciones son oficiales).

Dicho esto, hay que puntualizar que en San Sebastián hay algo más que juerga, de hecho su belleza la convierte es una de las ciudades más paseables que he visto en mi vida. No deja de ser curioso, por ello, que las dos veces que la he visitado iba con María y, en ambas ocasiones, ella iba coja: en verano de 2015 se cayó por las escaleras justo antes de irnos de vacaciones y llegó al norte de España con un esguince grado II en su tobillo derecho, y ahora, como si de una maldición se tratase, ha ido con un problema de rodilla que mucho me temo que sea una rotura de menisco. Lo del tobillo evidentemente nos limitó bastante, porque iba con muletas, aunque hicimos muchas cosas durante dos días.


Lo de la rodilla ha sido diferente, porque puede caminar con cuidado, siente molestias, pero tiene más movilidad. La semana que viene le hacen una resonancia, de manera que sabremos qué tiene y cual es el tratamiento, pero mientras tanto en San Sebastián, tirando de transporte público con la idea de no forzar inútilmente, pudimos movernos bastante. Además, el domingo por la tarde yo ya estaba solo y entonces, pese que había corrido el Maratón de San Sebastián por la mañana, sí que me dediqué a andar para ponerle el colofón a la visita de tres días que he hecho esta vez.


Dado que San Sebastián es una población en la que son más importantes las visitas outdoors que las indoors, yo iba con la intención de conocer un poco todos sus barrios. En total, a pesar de que en el mapa superior aparecen solo 18, el Ayuntamiento divide el casco urbano donostiarra en 20 demarcaciones, por lo que ese fue mi punto de partida para destripar los intríngulis de la Bella Easo. Como es lógico, no he podido hacer pleno, de hecho he estado solo en ocho barrios, pero considero que no es un mal número, sobre todo porque ese octeto es el que configura fundamentalmente el carácter de San Sebastián. Yo voy a hablar de cada sector con una cierta independencia. Antes, sin embargo, tengo que decir que en 2015, dado que María apenas podía moverse, inauguramos nuestra estancia en Donostia montándonos en el tren turístico Donostia/San Sebastián City Tour, que hizo un recorrido muy completo.

Esta vez no ha habido ruta en tren y todas las visitas las hice a pié o usando el autobús urbano. Mi primer contacto con la ciudad el viernes tuvo el barrio de Eguía como protagonista, ya que en él se encuentra la Estación de Autobuses de San Sebastián. Esa tarde mientras esperaba a María, que por circunstancias llegó una hora después que yo, me di un paseo por la Calle Eguía, pero esta se empina pronto y dado que yo iba con la maleta opté por no explorar mucho más. Pese a esto, volví a Eguía tanto el sábado como el domingo. Este segundo día empecé la larga caminata que me di recorriendo el precioso Paseo del Urumea, que bordea el Río Urumea y que ejerce, por tanto, de límite del barrio por el oeste.


Por su parte, el sábado fuimos a Tabakalera, un centro de cultura contemporánea que está ubicado desde 2015 en una antigua fábrica de tabaco. La idea era que María no se pegara un pateo mortal, por lo que buscamos un sitio en el que pudiéramos echar un buen rato sin necesidad de caminar demasiado. Además, la mañana salió lluviosa. Yo me había informado y lo de Tabakalera tenía buena pinta, así que echamos allí sus buenas dos horas.


El edificio donde ahora está Tabakalera funcionó como fábrica de tabaco desde 1913 a 2003. Doce años después de su clausura como factoría se abrió como centro cultural, tras haber sido reformado internamente por completo.


En la actualidad consta de cinco plantas en las que hay un montón de cosas diferentes, todas relacionadas con las artes visuales. Está allí, por ejemplo, la Filmoteca Vasca y también una de las sedes del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, pero aparte hay diversas zonas para exposiciones y para encuentros, un espacio para apoyar a los creadores dándoles recursos o una biblioteca destinada a fomentar la capacidad creativa.


En cualquier caso, para el visitante ocasional lo que destaca de Tabakalera es el propio edificio, que se ha remodelado con un gusto exquisito. Es verdad que en ningún momento tiene uno la impresión de estar en una antigua fábrica de tabaco, en apariencia la misma la vaciaron entera, pero a la hora de reconstruir su interior han creado un espacio diáfano y luminoso que invita a echar un buen rato en plan relajado.


La quinta planta, además, es una moderna estructura cuadrada de metal que le han colocado encima al edificio original, a la que han llamado Prisma y desde la que hay bonitas vistas, aunque nosotros no pudimos salir a la terraza, ya que estaba cerrada por seguridad, dado el viento huracanado que estuvo azotando San Sebastián todo el día.



En la planta baja también hay varios negocios de restauración que comparten una zona denominada genéricamente Espacio Taba (son varias barras en un mismo recinto cerrado). Nosotros vimos aquello muy animado y no dejamos pasar la oportunidad de tomarnos una cerveza y unas banderillas en Madamar Garagardotegia.


El segundo barrio del que voy a hablar es el de Aiete-Miramon, que ocupa el límite sur de la ciudad y que es donde nos alojamos. Se trata de un amplio sector bastante abierto en el que hay un parque tecnológico, un hospital y un par de zonas residenciales. También están allí las instalaciones de la televisión vasca. No obstante, lo que define el barrio es la dispersión de la población, que hace que aunque haya muchas casas la sensación sea de amplitud y no sea difícil ver verde.



Nosotros en esta ocasión encontramos el alojamiento a través de Airbnb y tengo que decir que ha sido de las veces en las que más he disfrutado del sistema que ha puesto en marcha esta web, ya que en este caso el proceso se ajustó al paradigma por completo. En efecto, como he dicho, en Aiete-Miramon hay algunas zonas residenciales y nosotros nos hospedamos en una de ellas, en la que predominaban los casoplones. En uno de estos sus dueños han hecho bajo la casa una planta sótano que alquilan a la gente.


En un primer momento, al acceder al sótano por la puerta del garage yo tuve la impresión de que me estaba metiendo en el escenario de la película Tesis.


Luego, sin embargo, no solo no nos asesinaron, sino que comprobamos que el alojamiento estaba muy cuidado y era muy amplio, con la cosa de que tenía separadas las habitaciones de la zona de la cocina y del comedor. Esta última estaba montada como un txoko, en el que se ve que se ve que se reúnen de vez en cuando a comer y a ver el fútbol los dueños del lugar. Con ellos nos cruzamos un par de veces en el jardín, dado que viven arriba.


Podría parecer que ha sido molesto estar viendo a los anfitriones al entrar y al salir, pero la verdad es que salvo en esos momentos puntuales en el apartamento se gozaba de una independencia total, han conseguido que no parezca un zulo (en el txoko entraba incluso luz exterior) y, además, hospedarnos allí nos ha permitido entrar en una casa real de un barrio residencial de Donostia. Por otro lado, cerca del chalé comenzaba un camino que descendía, atravesando el Miramón Basoa, hasta Amara Nuevo, que ya forma parte del San Sebastián más estándar para un visitante. Me pareció una gozada tener la oportunidad de recorrer el Miramon Pasalekua y bajar atravesando el bosque a la zona de Anoeta por un lugar que no hubiera conocido ni por asomo si hubiera buscado un alojamiento más céntrico.


Amara Nuevo (o Amara Berri) surgió como tercer ensanche donostiarra en los años 60 del siglo XX y colinda por el norte con el segundo, llamado Amara Viejo (Amara Zaharra en vasco). En Amara Nuevo hay pisos y amplias avenidas, y allí se concentran también muchas de las instalaciones deportivas de la ciudad.


De ellas, yo solo entré en el Velódromo Antonio Elorza, ya que allí se entregaron los dorsales del Maratón de San Sebastián y se instaló también el guardarropa el domingo. Nunca había estado en un velódromo y aunque no lo vi funcionando como tal, ni tampoco siendo usado como instalación atlética indoor, la verdad es que me encantó.


En el Estadio Municipal de Anoeta por desgracia no pude entrar, pero aún así me gustó lo bonito que se ve desde el Paseo de Anoeta.


Ya he hablado de tres de los barrios de San Sebastián donde he estado, que son Eguía, Aiete-Miramon y Amara Nuevo, y ahora voy a fijarme en los otros cinco. De ellos, cuatro se asoman al Mar Cantábrico (hay aparte otros dos barrios que también dan al mar, pero que están en los extremos del casco urbano y no los vi).

En San Sebastián se da la curiosa particularidad de que los donostiarras no llaman Centro a la zona más antigua, ya que esta es denominada Parte Vieja. Así pues, el barrio del Centro (o Erdialdea) se corresponde en realidad con el primer ensanche, que data del siglo XIX. Es un sector muy cuadriculado, hoy día alberga el eje comercial y colinda por el norte con la citada Parte Vieja, la que fue la antigua población amurallada, surgida en el siglo XII en el itsmo que une el Monte Urgull con el continente. La frontera entre Erdialdea y la Parte Vieja la conforma claramente el Boulevard.


Por el sur, el Centro colinda con Amara Viejo, la segunda continuación del ensanche, que llega hasta Amara Nuevo. Esa secuencia de barrios que va de norte a sur conforma el corazón de San Sebastián. Por su parte, la Playa de la Concha también forma parte del Centro, según el Ayuntamiento, junto con la hilera de casas que dan a ella, pero San Sebastián se empina enseguida y la zona residencial que está inmediatamente detrás de ese frontal ya pertenece a Aiete-Miramon.

Como es lógico, en mis dos visitas a San Sebastián es en el Centro y en la Parte Vieja donde más he estado. En 2015, pese a las muletas de María nos dimos un paseo por el lado oeste de la Parte Vieja y por toda la zona del Centro que va desde la Playa de la Concha hasta la Plaza del Buen Pastor, donde está la Catedral. Nuestro radio de acción fue muy limitado, porque María no podía andar casi nada. De aquella visita lo mejor, aparte de la agradable ruta en tren, fue que nos bañamos en la Playa de la Concha y que vimos los famosos fuegos artificiales que iluminan el cielo de San Sebastián durante su Semana Grande.

Estos fuegos son distintos cada jornada, de hecho tienen lugar en el marco del Concurso Internacional de Fuegos Artificiales de Donostia-San Sebastián, en el que todas las noches participa una pirotecnia diferente. Nosotros vimos el espectáculo del 10 de agosto de 2015, que corrió a cargo de una empresa de Castellón llamada Pirotecnia Tomás. A la postre, la 52 edición del concurso, que fue la que se celebraba, se la llevó la pirotecnia valenciana Europlá, que fue la última que participó, el día 14. En total, fueron siete espectáculos pirotécnicos, yo he visto unos cuantos de gran calidad, porque en Sevilla el que clausura todos los años la Feria de Abril suele ser una pasada, y he de decir que el que presencié en San Sebastián, que en esa Semana Grande no finalizó ni entre los tres primeros, fue alucinante, lo que demuestra que el nivel es altísimo.

En cualquier caso, como ha quedado patente, mi visita a San Sebastián en 2015 se centró en experiencias estáticas (un baño en la playa y un espectáculo de fuegos artificiales) o motorizadas (el paseo en tren). Por ello, pese a que la zona que he comentado la vimos bien, yo me quedé con las ganas de vivir una verdadera experiencia donostiarra. Esta por fortuna no se ha hecho esperar mucho, porque solo han pasado cuatro años y esta vez he podido venirme con una idea mucho más certera de lo que es la ciudad, no solo porque me he pateado otros barrios, sino también porque los que ya conocía los he vivido mucho más.

En esa línea, el viernes por la noche María y yo nos fuimos a la Parte Vieja a sacarle su verdadero jugo, para lo cual es indispensable hacer una buena ruta de cañas y pintxos. La otra vez vinimos con las niñas y nos tomamos un simbólico piscolabis en la Taberna Ttun Ttun, pero aquello fue solo una faena de aliño. La del pasado viernes no. Realmente solo estuvimos en dos bares de pintxos y en otro donde solo se bebía, pero entre los tres comimos y bebimos lo suficiente como para dar la experiencia por vivida. Todos estaban en la Calle Femín Calbetón, una de las que tienen más bares en la Parte Vieja. De los dos sitios en los que comimos el primero fue el mejor. Se llamaba Restaurante Zumeltzegi y los pintxos estuvieron muy buenos, tenían buen tamaño y no fuero caros.


Por contra, el segundo, llamado Beti Jai Berria, salió perdedor en esas tres categorías, aunque tampoco estuvo mal. Ambos tenían una zona de restaurante, pero lo animado de verdad eran sus barras, donde estaban los pintxos, así como las mesas que aquellas tenían alrededor.


Para terminar, nos tomamos dos cañas más en el Bar Itxaso. Allí no había pintxos, solo se podía beber, pero no era el típico pub, ni un bar de copas. Tenía menos gente que los otros, pero en ningún momento estuvimos solos y, además del agradable ambiente general, me gustó que estaban poniendo buena música.



También en Zumeltzegi estaba puesta de fondo la radio con Rock FM. Estoy tan poco acostumbrado a que en el sur pongan buena música en los bares que el simple hecho de tomarme unos pintxos escuchando de fondo a The Police o unas cañas con el sonido lejano de unas cuantas canciones pop rock españolas ya hace que me venga arriba. También hay que decir que el tamaño de las cañas en San Sebastián no ayuda a mantener la serenidad. Cierto es que son bastante más caras que en Sevilla, pero no se puede negar que están bien servidas.

En resumen, la velada de pintxeo (que sería el equivalente euskaldún a nuestro tapeo sureño) no me defraudó en absoluto. El sábado tocaba cuidarse, porque no en vano estaba en San Sebastián para correr su maratón el domingo, pero el viernes por la noche no me privé de vivir la experiencia donostiarra autóctona por excelencia.

El domingo por la tarde durante mi largo paseo volví a la Parte Vieja, ya que no la había explorado lo suficiente, ni en 2015 ni el viernes. Empecé recorriendo el Salamanca Pasalekua, el precioso y salvaje paseo que la bordea por el exterior y que se abre al mar. Las vistas de la ciudad en la primera parte son espectaculares y, más adelante, lo que me sorprendió fue la fuerza con la que las olas golpeaban las rocas que hay a los pies del malecón. Me encantó.


Después ya me interné en el barrio por la Calle San Juan, vi la Plaza de Zuloaga y luego me dediqué a callejear, que es lo que no había hecho en el pasado.


Acabé, finalmente, en la Calle Mayor, que estaba rebosante de vida. Allí, antes de continuar mi paseo me tomé una caña en Nagusia Lau, la cual estaba igual de bien despachada que las del viernes.

Con respecto a lo que vi en esta ocasión en el Centro, la bonita cuadrícula urbanizada edificada en el siglo XIX para que se expandiera la ciudad, con María ya estuve el sábado en la arbolada Plaza Gipuzkoa antes de coger el autobús que nos llevó al Peine del Viento. En esa plaza vimos, por ejemplo, el precioso Templete Meteorológico y Astronómico que está ubicado en su centro.


El domingo, ya sin María, justo después de recorrer parte de Amara Viejo acabé mi paseo, precisamente, en el Centro, donde tenía ganas de ver de nuevo la Plaza del Buen Pastor, rememorando la visita de 2015. Esta vez, además, tuve la suerte de poder entrar en la Catedral, ya que cuando pasé por delante acababa de terminar una misa y estaba abierta.

La Catedral del Buen Pastor es sorprendente, porque se consagró en 1897 y no adquirió el rango catedralicio hasta 1953, pero cuando se erigió, en la última década del siglo XIX, en vez de hacer un edificio moderno levantaron una catedral de estilo neogótico.


En San Sebastián ya había dos iglesias de una cierta monumentalidad en la Parte Vieja, pero al proyectarse el ensanche se decidió levantar allí otra y se ve que se vinieron arriba, porque construyeron el edificio religioso más grande de Guipúzcoa, circunstancia que al final pesó a la hora de nombrarlo catedral.

Volviendo al sábado, como dije antes ese día nos moderamos bastante, por la mañana estuvimos recogiendo el dorsal del maratón y en Tabakalera, y por la tarde nos desplazamos al penúltimo barrio del que voy a hablar, el segundo de los que he comentado que dan al Cantábrico. Se trata de El Antiguo y lo que en él destaca es el Peine del Viento, el gran icono de San Sebastián. En 2015 no lo había visto, pese a que estuvimos en El Antiguo, pero como ya he dicho, en aquella ocasión nuestro radio de acción fue mínimo, estuvimos en esa parte de la ciudad la segunda jornada que visitamos San Sebastián, porque aparcamos allí el coche al principio y nos comimos un bocadillo en el Zubimusu Parkea, pero María no podía apenas andar y para asomarnos al mar optamos por llevar el coche hasta el aparcamiento subterráneo que está más cercano a la Playa de la Concha. Eso fue, precisamente, lo que marco el área que luego abarcamos. El Peine del Viento, por su parte, nos lo dejamos atrás y ya no regresamos.

Esta vez para mí era un objetivo prioritario saldar esa cuenta pendiente, pero ni por esas me he ido satisfecho del todo. Ver Donostia en noviembre me gustó, uno siempre viaja en verano y tiene su atractivo ir a los sitios en otras épocas, pero eso tiene el inconveniente de que a finales del otoño se hace de noche mucho más temprano y sin luz no hay quien vea nada. Nosotros el sábado después de comer nos movilizamos relativamente pronto para ir hasta el Peine, pero la combinación de autobuses fue lenta y los trayectos en ellos nos fueron retrasando, hasta el punto de que ya había anochecido cuando llegamos al lugar desde donde se ven las célebres esculturas de Eduardo Chillida. No puedo decir que no tuviera su gracia avanzar entre tinieblas hasta el extremo del Paseo de Eduardo Chillida para tratar de contemplar el Peine del Viento, de hecho no fuimos los únicos que andábamos por allí a esa hora. Por otro lado, también es cierto que algo vi entre las brumas, y sin duda resultó espectacular presenciar como las olas que salían de la oscuridad golpeaban las cercanas rocas, pero es evidente que habrá que volver para ver en plenitud la maravilla donostiarra por excelencia y para poder echarle al menos alguna foto.

Por último, voy a hablar del octavo barrio que visité, llamado Gros. En él no había plantado un pie en 2015 ni tampoco en este 2019 hasta el domingo, pese a su relevancia actual dentro de la ciudad y a pesar de que está muy cerca del Centro y de la Parte Vieja (se encuentra al otro lado del Urumea). Por eso, en mi larga caminata dominical no escatimé pasos a la hora de recorrer esa zona, también bastante cuadriculada, hasta el punto de que empecé en la Plaza Euskadi, que está en la esquina suroeste del barrio, fui por el Paseo Colón hasta la Plaza Cataluña, luego continué por la Calle Zabaleta hasta el final y cuando vi que ya casi me salía del vecindario por la esquina noreste, regresé bordeando la Playa de Zurriola, donde un centenar de surfistas cogían olas sin descanso.


Por el Paseo de la Zurriola llegué hasta los pies del famoso Kursaal antes de cruzar el Puente del Kursaal e internarme en la Parte Vieja.


En definitiva, San Sebastián aún tiene muchas cosas que enseñarme, pero después de esta visita ya puedo decir que la conozco mínimamente. Ahora ya se que hace honor a su fama, a mí me sorprendió su animado ambiente, así como el buen gusto con el que se encuentran dispuestas sus calles y también lo cuidadas que están. Además, en todos los barrios donostiarras hay altos edificios, pero la mayoría de ellos están erigidos de forma que desde abajo no resultan atosigantes. Me encantó la ciudad y también su maratón, que es sobre lo que voy a hablar en el siguiente post.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado SAN SEBASTIÁN.
En 2015 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Guipúzcoa: 22'2% (hoy día 22'2%).
En 2015 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 30'3% (hoy día 34'7%).


15 de noviembre de 2019

ALMONTE 2019 (VISITA DE NOVIEMBRE)

El pasado sábado, apenas un par de horas después de acabar el examen que me ha tenido exprimido desde hace varios meses, María, las niñas y yo tiramos para nuestra playa más cercana, con la idea de echar el resto de la jornada. Yo estaba mentalmente muy cansado, y necesitaba un poco de aire puro, salió un día magnífico y desde que trabajo los fines de semana no está la cosa como para desperdiciar tardes de sábado libres, por lo que llegamos a Matalascañas a la hora de comer con la idea de disfrutar del aroma del mar y de la luz que regala la costa de la provincia de Huelva en cualquier época del año.


Este es el tercer post que le dedico a Matalascañas el presente año, no es la pedanía almonteña un lugar que se merezca una narración tan exhaustiva de mis visitas a ella y podría, por tanto, haber prescindido de este artículo, pero el examen que he hecho se que, a la larga, marcará un antes y un después en mi vida, por lo cual me apetece dejar por escrito como fue la tarde que pasamos después de que yo lo diera por finiquitado. Esa tarde transcurrió en Matalascañas, por lo que este enclave ha entrado por derecho propio a formar parte de esta etapa de mi pequeña historia personal y eso es, al fin y al cabo, lo que hace que vuelva a ser protagonista en En Ole Väsynyt

Matalascañas es un sitio que está volcado a su maravillosa playa y, por tanto, a mediados de noviembre no se puede decir que sea precisamente un foco de intensa actividad. Para mí eso, lejos de ser un problema, es un atractivo extra. Sin embargo, el sábado necesitábamos, antes de nada, dar con alguno de los lugares para comer que en Matalascañas aguantan abiertos todo el año. Mi primera idea fue ir a ver si estaba operativo el Chiringuito El Navegante, en el que estuvimos comiendo en 2010 y que está justo en el extremo este de la localidad. Junto a él comienza el Parque Nacional de Doñana, como queda patente por la cercana valla que corta la playa y se adentra en el mar. Esa empalizada está abierta y no impide el paso real, pero sí recuerda que lo que hay más allá es un espacio natural altamente protegido.


Por desgracia para nosotros, un chiringuito ubicado en un sitio así es de los primeros que echan la cancela en cuanto la temporada de verano termina, por lo que nos lo encontramos cerrado.


Aún así, dado que nos habíamos ido hasta el límite este de Matalascañas, que es un lugar donde no había estado desde que escribo en este blog, decidimos intentar encontrar por allí algún otro sitio para almorzar que estuviera abierto, en vez de ir al extremo oeste de la población, que es la parte de la que ya he hablado en otros post. Pronto vimos que todos los chiringuitos que hay a esa altura en el Paseo Marítimo estaban cerrados, así que nos alejamos un poco del mar y nos internamos en un sector que es eminentemente residencial y que está compuesto principalmente de viviendas unifamiliares con jardines privados.


En una zona así es evidente que no abundan los negocios de restauración, pero finalmente encontramos sin mayores problemas un lugar perfecto que se ve que no cierra en invierno.


Se trata del Bar Restaurante Benelux, que está como en tercera línea de playa y que es el típico lugar sin ínfulas de ningún tipo donde te puedes quitar el hambre tomando unas raciones por poco dinero. Se ajusta al perfil de restaurante de barrio en el que prima más la cantidad que la calidad de la comida. De todos modos, en ese momento era lo que buscábamos. Además, el bar tiene una terraza que es perfecta para los días de fuera de temporada en los que va uno buscando el sol como un lagarto.

En definitiva, en el Bar Restaurante Benelux Ana y Julia se zamparon sendos serranitos de un tamaño considerable, María pidió calamares fritos y yo me pedí un tomate aliñado que estaba criminal y un montadito de pollo que resultó ser medio bocadillo de filete con patatas precocinadas, pero ya digo que yo iba buscando un lugar tranquilo donde despejar mi mente y comer al sol con mi familia, y eso lo encontré en ese restaurante. Fue de esas veces en las que disfrutas del momento del almuerzo sin que te importe una mierda lo que te pongan por delante.


Después de comer llegó el momento de acercarnos al mar y fuimos de nuevo en dirección al Paseo Marítimo por la bajada más cercana.


Por lo que pude ver, el Paseo Marítimo por ese lado también es estrecho y tiene los muros de la primera línea de casas dando directamente a él. Sin embargo, a finales de otoño su morfología y su disposición son secundarias gracias a la inmensa playa a la que se abre.


Nosotros echamos un par de horas en la playa disfrutando de la amplitud, la tranquilidad, el fresco aire marino y el sol otoñal. A mí la combinación de esos cuatro factores me proporcionan un placer y una tranquilidad de espíritu difícil de explicar. Matalascañas como población no es un lugar bonito, pero si se le da la espalda a las casas y a los pisos ofrece una playa que quita el sentido. Por eso no me canso de ir.



Aún así, a finales del otoño cuando el sol deja de calentar lo suficiente la temperatura cae en picado. En ese momento nosotros salimos de nuestro universo paralelo, abandonamos la Playa de Matalascañas y nos fuimos para el centro de la localidad con la idea de merendar.


Como ya he dicho otras veces, en Matalascañas el centro no está en medio de la población, sino en el extremo oeste. Allí se encuentra la zona comercial, que está formada por un curioso entramado de estrechas callejuelas que se asemejan a las de un zoco. La diferencia es que aquello no tiene un aire moruno, sino que el ambiente más bien parece sacado de un barrio del extrarradio de una gran ciudad.



En cualquier caso, aunque la tranquilidad era también la nota predominante en aquella parte, no fue difícil encontrar un lugar para tomar un café y para que las niñas se pidieran unos pasteles.

Después de la merienda en la Cafetería La Naranja nos acercamos paseando al Faro de Torre la Higuera y apuramos hasta que el sol empezó a desaparecer por el horizonte.


La caída de la tarde señaló el momento en el que ya tocaba volver a casa, con ese cansancio tan característico y tan agradable que tiene uno cuando ha pasado gran parte del día al sol y recibiendo aire del mar en la cara.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ALMONTE.
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 2'5% (hoy día 30'4%).
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'5% (hoy día 20'6%).


2 de noviembre de 2019

CARRERA POPULAR FRAN CASTILLO 2019

Es difícil para alguien como yo subir a un podio en una carrera. Realmente, es complicado para casi todo el mundo, la verdad, pero para mí ganar algo corriendo ha sido siempre una quimera. Pese a esto, en 2008 me vine a vivir a una localidad de 6.000 habitantes y eso ha acabado teniendo consecuencias inesperadas en mi palmarés, gracias a que me convertí en corredor local en un lugar relativamente pequeño. No obstante, los éxitos se hicieron esperar, porque pasaron cuatro años antes de que se organizara una competición por las calles de mi pueblo de adopción. La misma fue, además, muy modesta, por lo que no hubo premios a los locales. Ya en 2013, en otra prueba distinta, pero también celebrada aquí en Villanueva del Ariscal, sí hubo reconocimientos a los mejores locales, pero en esa ocasión me quedé a las puertas de subir al cajón por primera vez como mejor participante ariscaleño. Sin embargo, al año siguiente tuve más suerte (o corrí más rápido) y recibí el primer galardón de mi vida deportiva. Fue una sencilla medalla que tiene incluso una tachadura, pero a mí me llenó de satisfacción.


La medalla que me dieron en 2016 en una milla que también se celebró en el pueblo tengo que contarla como el segundo premio de mi vida, a pesar de lo humilde que fue aquella cita, pero para ese entonces ya habían salido corredores en Villanueva de debajo de las piedras, por lo que disfruté de la entrega de trofeos pensando que iba a ser la última vez en mi vida que me iba a ver en una igual. Me equivoqué, porque ayer volví a subir a un podio.


Resulta que desde 2017 se celebra en Villanueva del Ariscal una carrera que parece que ha cuajado, porque cuenta con el apoyo del Ayuntamiento y porque lleva el nombre de Fran Castillo, un atleta de los que se hartan de ganar copas. Fran es ariscaleño de verdad (no es forastero como yo) y tiene mucho tirón en su patria chica. En este blog ya hablé de esta carrera con motivo de la primera edición, en la que me impliqué bastante en las tareas organizativas. En aquella ocasión fui consciente de que había premio al campeón local de cada categoría, pero sabía que no tenía ninguna opción de llevarme el galardón correspondiente al mejor veterano A, dada la cantidad de personas que ya corrían en el pueblo, y en efecto, no solo no vencí sino que quedé cuarto. El año pasado no pude participar en la segunda edición, pero tampoco habría ganado. Para la tercera, no obstante, decidí volver a apuntarme, pese a que queda apenas una semana para el examen para el que llevo estudiando meses. Esto, en principio, me iba a hacer renunciar a la cita, pero por circunstancias laborales imprevistas al final no pude disputar la última prueba del circuito de carreras populares de Sevilla, el pasado 20 de octubre, lo cual me fastidió un poco y me hizo pensar que no podía dejar pasar la oportunidad de acudir a la Carrera Solidaria Fran Castillo, aprovechando que estaba programada para el 1 de noviembre, un festivo que este 2019 ha caído en viernes (yo los viernes no trabajo, aunque sean festivos).


No podía faltar a esta competición, aunque en esta edición no he tenido nada que ver con la organización por falta de tiempo. No pensaba, por supuesto, ganar nada, pero al cerrarse las inscripciones miré el listado de participantes y vi que no se habían inscrito dos de los compañeros que son vecinos de aquí y que desde hace tiempo me enseñan la espalda en cualquier carrera. Otro tercero, llamado Carlos López y que es el mejor de todos, sí lo estaba, y Fran Castillo también, pero al resto de la veintena larga de atletas locales apuntados confiaba en poder vencerlos y, además, habían cambiado el reglamento y ya no había premio al mejor del pueblo en cada categoría, sino solo a los tres mejores locales, en general. Esto podría parecer perjudicial para mí, pero la realidad es que Carlos López tiene justo mi edad, con lo que el galardón al primer veterano A ariscaleño ya estaba dado. Quedar tercer local en general, en cambio, parecía más factible. Además, al final Fran Castillo renunció a correr la prueba que lleva su nombre, dado que prefirió quedarse supervisando que todo saliera bien e hizo el recorrido en bici delante de los atletas (cosas de Villanueva, le hacen al hombre un evento homenaje, pero eso implica que tiene que ser él el que ejerza de coordinador para que todo funcione in situ y su nombre no acabe ligado a un desastre organizativo, dadas las escasas aptitudes para el trabajo de campo que demuestran año tras año los responsables municipales). Gracias a la renuncia de Fran, el esfuerzo que hice esta vez tuvo recompensa y quedé segundo atleta local. Una pasada.




Aparte de esto, la carrera me salió regular, o mejor dicho, salvé los muebles a base de echarle narices, pese a que corrí de pena. La verdad es que me había mentalizado para intentar mantener un ritmo estable, pero lo hice fatal, a pesar de que conocía el circuito como la palma de mi mano.


El caso es que he entrenado por esas calles y caminos mil veces e incluso había hecho el recorrido de la carrera en dos ocasiones, por lo que sabía que, salvo una cuesta tendida de unos 400 metros que había al poco de salir, el trazado era bastante favorable en los 4 kilómetros iniciales (los dos primeros eran por asfalto, los dos siguientes ya por tierra). Luego, sin embargo, había 2.000 metros más duros en los que se subía por un camino complicado lo que antes se había ido bajando paulatinamente. Mi idea era guardar fuerzas al principio para llegar a ese tramo final con fuelle, estaba tan mentalizado para arrancar de un modo conservador que incluso evité ponerme en primera fila en la salida, de hecho me pegué a un lado y dejé tres hileras de personas delante.


Sin embargo, al final no me hice ni caso, al darse el pistoletazo inicial me vi jaleado por un montón de conocidos, era el momento de quedar bien y me dejé llevar, por lo que hice los primeros dos kilómetros por las calles del pueblo, con cuesta y todo, en 7:58. Para mi yo actual ese ritmo es una locura.


Al meterme por los caminos aminoré un poco, no porque ya no hubiera público, sino más bien porque vi que o levantaba el pie o reventaba. Por ello, los dos siguientes kilómetros los hice en 4:21 y 4:22, y gracias. Luego, en la parte de la subida bajé justo diez segundos más por kilómetro, hace años que suelo controlar bien los ritmos para darlo todo sin sufrir, pero ayer las pasé canutas por culpa de la explosiva salida. Aún así, al volver a desembocar en el pueblo para el kilómetro final la emoción me volvió a llevar en volandas, y aunque me dio la sensación de que iba parado y de que no pude apretar, la realidad es que sí lo hice y marqué un último parcial de 4:16.

Bingo, entré en meta en el puesto 56 de 209 personas, no sabía exactamente quienes eran los 55 que me habían precedido, pero no me sonaba la cara de ninguna de las 18 o 20 personas que me habían adelantado desde el kilómetro 2, y me resultaba raro que más adelante aún hubiera corrido algún atleta local más rápido, dejando a un lado a Carlos López, que quedó el 22 después de cubrir los 7.000 metros en 26:34 (yo marqué 30:01). No me equivocaba, el tercer local fue Óscar Sánchez, que acabó en 32:39.

Subir al podio fue bonito, aunque el premio local sea modesto y fuera para mí el segundo puesto por la incomparecencia de varios compañeros, pero incluso así no es fácil ganar algo en una carrera y yo esta vez no solo me llevé una placa a casa, sino que además me hice con un vale para un masaje que donó el propio Carlos López, que es quiromasajista.


El masaje me vendrá genial de cara al maratón que voy a correr a finales de mes. Antes, sin embargo, tengo otra prueba más importante que pasar, y esta no es deportiva. Se trata del examen de oposición que tengo el próximo día 9. Hasta que pase no volveré a escribir nada, así que me despido hasta dentro de un par de semanas.



Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 225.
% del Total de Carreras a completar: 22'4%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en VILLANUEVA DEL ARISCAL.
En 2012 (año de la primera carrera corrida en Villanueva del Ariscal), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 19% (hoy día 35'2%).