23 de diciembre de 2021

CARRERA POPULAR FRAN CASTILLO 2021

Fran Castillo no se cansa y, tras un año de parón debido a la pandemia, en 2021 ha vuelto a implicarse a muerte en la organización de la carrera que lleva su nombre. La misma ya va por su cuarta edición, lo que me produce una gran satisfacción.


Yo me alegro mucho de que la carrera de Fran haya cuajado, porque gracias a ella en Villanueva del Ariscal se monta una entrañable fiesta deportiva que trae a gente de fuera, pero que también junta a muchos vecinos de todas las edades, en una preciosa mañana de convivencia. Este 2021, finalmente la participación de los adultos fue menor, pero en cambio la respuesta de los niños fue sensacional. En efecto, las pruebas de los peques fueron un éxito. Ana tomó parte en la infantil y recorrió los 800 metros en 3:08. Está muy bien. No lo he mirado con detenimiento, pero debe ser de las pocas personas que ha corrido las cuatro ediciones que se llevan celebradas de la carrera. En cuanto a Julia, ella no quiso disputar la competición de su categoría, a pesar de lo rápida que es. Este año solo ejerció de voluntaria y el que viene ya veremos lo qué quiere hacer.

Por lo que a mí respecta, tras participar en la edición inaugural de 2017 y en la de 2019, en 2021 me volví a inscribir sin dudarlo. La novedad, en este caso, fue que no le di ni una vuelta al hecho de competir delante de todos mis vecinos. Los otros años me puse nerviosillo, pero ahora estoy más pasota. Quizás la clave es que, tras el parón competitivo por la pandemia, en las pocas carreras que he disputado desde septiembre me he puesto como un flan, por el simple hecho de ponerme un dorsal. No obstante, tras el buen resultado de la media maratón que corrí en noviembre decidí que se había terminado lo de comerse el coco en plan principiante. Seguramente por eso, tras apuntarme a la Carrera Solidaria Fran Castillo no pensé en ella hasta que me puse en la línea de salida. En 2019, además, por la excitación salí escopetado tras el pistoletazo inicial, lo que acabó provocando que los 7.000 metros se me hicieran muy largos. Esta vez fue diferente, aunque fue inevitable que me viniera arriba en varios momentos. No en vano, Ana y Julia estuvieron de voluntarias en la cita de mayores, marcando el camino, lo que hizo que las viera un par de veces a cada una. Cuando eran muy niñas, María a menudo las llevaba a las carreras, pero desde hace un lustro ya no van a verme, como es lógico. En esta ocasión, sin embargo, estaban de nuevo allí con sus amigas, y al pasar a su lado no pude evitar embalarme un poco. De todas formas, fueron acelerones muy puntuales. Ahora, a diferencia de 2019, controlé mucho mejor los ritmos. Es curioso, por tanto, que entonces finalizara en 30:01 y el domingo pasado lo hiciera, sobre prácticamente el mismo trazado, en 30:06. Este año las sensaciones fueron mucho mejores, pero casi calqué el tiempo. Eso, para empezar, es una buena noticia, porque es una muestra más de que esta racha, tan complicada por la situación sanitaria, no me han dejado huella desde el punto de vista deportivo. 

Por otro lado, he entrenado por el recorrido de la carrera cientos de veces, por lo que sabía cómo debía correr para sacarme todo el partido posible. Tenía claro que, salvo una cuesta tendida de unos 400 metros que había en el kilómetro inicial, el perfil era bastante favorable hasta el cuarto punto kilométrico. Hasta ahí tenía que llegar con fuelle, para encarar con garantías la parte final del trazado, que era más dura.

El caso es que, tras darse la salida, los primeros 150 metros fueron cuesta abajo y los siguientes 300 discurrieron por la Avenida de Andalucía, que es llana y recta. En la mitad de la misma, en un cruce, estaba Ana, y al final, en el sitio donde girábamos para enfilar la Calle La Zorzala, se encontraba Julia. En ese punto, los primeros ya habían metido el turbo y se habían separado de los demás, pero todavía no se había roto el gran pelotón de cabeza, que, eso sí, marchaba muy estirado. Yo iba a la cola, buscando un ritmo alto pero confortable.


Tras el giro, empezó el tramo de 400 metros cuesta arriba. Ese era el único pedazo más duro de los primeros 4 kilómetros. Como lo sabía, al empezar a subir bajé una marcha y me quedé a cola del grupito, corriendo en el puesto 28. Además, ya había visto a las niñas y pensé que era el momento de intentar estabilizarme. No obstante, a los 1.300 metros, aproximadamente, pasamos por la salida y pegué otro pequeño acelerón, entre otras cosas porque vi a María. Tras pasar por la línea inicial, que iba a ser también la de meta, el circuito fue calcado hasta el punto donde estaba Julia, en la confluencia con la Calle La Zorzala. En consecuencia, volvimos a recorrer la misma cuesta abajo con la que había comenzado la carrera, y de nuevo nos pateamos entera la Avenida de Andalucía hasta el final. A esa altura, los grupos se habían roto y lo que veía delante mía era un reguero de corredores. Marchaba en la posición 25.



Tras recorrer la Avenida de Andalucía por segunda vez, en esta ocasión seguimos recto por la Calle Manuel Castillo Reyes y, al final de la misma, giramos a la derecha y tomamos el Camino de Sanlúcar. Llevábamos 1.900 metros y ahí se terminó el asfalto por un buen rato. Desde ese sitio, hasta el punto kilométrico 4, el camino de tierra, que está en buen estado, picaba hacia abajo. Fue en ese momento donde hice valer mi condición de local que conoce el terreno y puse en práctica una estrategia bien definida, basada en el perfil de la carrera. En efecto, tras esos dos siguientes miles en paulatino descenso, venían 2.000 metros duros en los que se subía por una pista complicada, lo que antes se había ido bajando. Por ello, en lugar de despendolarme cuando la inclinación se volvió favorable, me dejé llevar un poco. En consecuencia, me adelantaron hasta cinco corredores. Justo en el kilómetro 4 empezó el tramo fatigoso, que era todo cuesta arriba y en el que apenas si hubo descansillos. Fue la típica subida que no mete miedo, en principio, pero que luego resulta que no da tregua. Por eso, si no la conoces, te incita a mantener el ritmo, pero luego se alarga más y más, y acaba por hacer que la gente caiga de madura. 

Yo hice el kilómetro 4, que era muy benévolo, en 4:26. En ese momento iba en el puesto 30. Inmediatamente después, hice el cinco en 4:25 y el seis en 4:27. En apariencia me mantuve estable, pero lo cierto es que el primer parcial lo hice dejándome llevar un pelín, mientras que en los dos siguientes me vacié. Gracias a que no empecé la subida cebado, no acumulé perdidas de tiempo en los 2 kilómetros duros, y a tres de los cinco que me habían adelantado en los 2.000 metros anteriores les fui recortando terreno, los alcancé y los dejé atrás. También pasé a otro. A falta de un kilómetro para la meta marchaba el 26 en la general.


Luego, en la recta de meta perdí una posición y entré el 27, lo que no deja de estar bien. Me salió un ritmo final de 4:18. Es evidente que el nivel de los corredores que se desplazaron hasta Villanueva no fue altísimo. Pese a esto, yo no me puedo quejar. Las circunstancias me permitieron ir sabiendo, más o menos, en qué puesto iba estando. Eso es algo que normalmente no puedo hacer, ya que me suelo ver inmerso en una masa incontrolable de runners. Esta vez, sin embargo, a grosso modo fui controlando mi situación con respecto a los demás, lo que le dio a la experiencia un plus extra de diversión.

Por ser en mi pueblo, otra cosa positiva que tuvo esta carrera, al igual que han tenido las de otros años, fue que, además de divertirme como lo hago siempre en todas las pruebas, compitiendo contra mí mismo, y además de pelear los puestos, también tuve la oportunidad de luchar por alguno de los premios a los mejores atletas locales.


En efecto, estaban en juego varios galardones para los locales más destacados y yo tuve la suerte de poder optar a ganarlos. En la edición de 2017 me quedé a las puertas de llevarme algo, pero en 2019 acabé como segundo mejor atleta local. Sin embargo, este año repetir esto era casi una quimera, porque corrían Carlos López y Javier Toscano, y contra ellos no tengo nada que hacer. No obstante, como había reconocimientos a los tres primeros ariscaleños, pensaba luchar por el tercer premio, que al final fue el que conseguí. Aún así, me llevé la placa gracias a una carambola, dado que realmente, además de Carlos y de Javier, se me metió por delante otro paisano, llamado José Ignacio Fernández, y quedé cuarto local. Lo que pasó fue que Carlos, quedó también segundo en la categoría Veterano A. Por eso, dado que los trofeos no eran acumulativos, el podio local se desplazó una posición y yo quedé tercero en él. Lo gracioso es que el que quedó segundo local me precedió tan solo cinco segundos, pero no lo conocía (está a mi izquierda en la foto superior, de amarillo), por lo que no le peleé el puesto 26. 

En definitiva, la mañana fue una gozada en todos los sentidos. Me lo pasé pipa en la carrera y, además, como dije al principio, el evento trajo consigo un largo rato de convivencia de los que se quedan grabados, con María, con las niñas, con sus amigas, y también con muchos de nuestros amigos y conocidos del pueblo, que después de casi 14 años son muchos. 


En el Parque de la Cruz de Velasco, que estaba junto a la meta, se montó un ambigú y hasta mediodía estuvimos echando un rato maravilloso. Ni que decir tiene que el año que viene no me pienso perder la próxima edición de la Carrera Solidaria Fran Castillo.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 231.
% del Total de Carreras a completar: 23%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en VILLANUEVA DEL ARISCAL.
En 2012 (año de la primera carrera corrida en Villanueva del Ariscal), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 19% (hoy día 37'1%).


20 de diciembre de 2021

UMBRETE 2021

Umbrete es un pueblo engañoso, porque tiene una iglesia enorme. Tanto, que se la conoce como La Catedral del Aljarafe. También tiene un gran palacio arzobispal, unido a esa iglesia mediante un llamativo arco, por el que se podía ir de un edificio a otro.



Por esa monumentalidad que muestra en su meollo, Umbrete aparenta ser una población de más entidad, pero realmente tiene unos 9.000 habitantes. Está en la segunda corona metropolitana de Sevilla, de las tres que tiene la capital por el lado del Aljarafe. En esta comarca, esa segunda corona está compuesta por diez municipios y Umbrete es el quinto más poblado. Con independencia de eso, desde un punto de vista personal, este pueblo es uno de los tres a los que voy más a menudo. Los otros dos son Espartinas y Olivares. Yo vivo en Villanueva del Ariscal, que queda en medio de todos. 


EspartinasOlivares y Umbrete están tan cerca de mi casa, que llego hasta ellos corriendo con frecuencia, pero aparte, son numerosas las circunstancias en las que tengo la oportunidad de visitarlos. Con respecto a Umbrete, lo cierto es que paso por su casco urbano cada vez que voy y vengo en coche de Sevilla. Llevo viviendo en Villanueva casi 14 años y siempre he trabajado en la capital, por no hablar de que toda mi familia vive allí, por lo que he atravesado Umbrete conduciendo miles de veces. Parar, no he parado tanto, pero sí lo suficiente como para conocer bien el pueblo. Actualmente, por ejemplo, llevo a Ana y a Julia a clases de atletismo un día a la semana a la Ciudad Deportiva Manuel Ruiz Vargas.

En definitiva, Umbrete es una localidad muy familiar para mí. Para hablar de ella en este blog estaba esperando a que se presentara una ocasión especial. La misma no ha aparecido sola, me la tuve que buscar, pero el pasado sábado lo hice, conocí Bodegas Salado y, a raíz de eso, voy a hablar de ese día y de los otros cuatro que he estado en Umbrete este mes. Entre todos, conforman una gran súper visita, en la que el pueblo ha quedado bastante explorado.

Para empezar, en tres de las cinco ocasiones en las cuales he estado en Umbrete en lo que va de diciembre, lo que he hecho ha sido ir a llevar a Ana y a Julia a atletismo. La escuela en la que están apuntadas entrena los miércoles en Villanueva, pero los viernes utilizan la magnífica pista de la Ciudad Deportiva Manuel Ruiz Vargas.


La Ciudad Deportiva Manuel Ruiz Vargas es otro lugar que hace que Umbrete parezca una población mucho más grande de lo que es, porque es digna de una gran ciudad. En efecto, en ella hay una zona de piscinas al aire libre, un gran gimnasio con una piscina cubierta, un estadio dedicado al atletismo, denominado Estadio Vicente Bautista García, otro para jugar al fútbol al que han bautizado como Estadio Carlos Ruiz Moreno, así como varias pistas de tenis, pádel y futbito. Por último, tiene un pabellón cubierto con capacidad para 500 personas. Con respecto a los estadios, que están contiguos, resulta muy curioso como se ha diseñado el graderío de ambos, ya que comparten la misma estructura rectangular, que por un lado tiene gradas a las instalaciones de atletismo, y por el opuesto las tiene mirando al campo de fútbol. En cada sector caben también medio millar de personas.

De los tres días de diciembre que he llevado a las niñas a la Ciudad Deportiva Manuel Ruiz Vargas, en dos me fui a correr por Umbrete y sus alrededores mientras ellas entrenaban. La tercera vez, sin embargo, lo que hice fue darme un buen paseo. Con idea de reflejar en este post como es el pueblo, quería recorrer con tranquilidad sus zonas más emblemáticas. Por eso, desde el extremo oeste del casco urbano umbreteño, que es donde están ubicadas las instalaciones deportivas, me encaminé al centro, que rodea la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación. Desde donde me encontraba, mi objetivo estaba claro.


Lo curioso es que elegí para pasear por Umbrete uno de esos días en los que todo el mundo parece que se ha echado a la calle. En efecto, conforme me acercaba a la Plaza de la Constitución, que está situada frente a la iglesia, empecé a sentir un poco de tumulto, luego oí unas notas de bajo y un breve redoble de batería, y cuando desemboqué en la plaza me percaté de que estaba montado un pequeño escenario tras la Estatua de Santa Ángela de la Cruz, que se inauguró en 2008 (la primera vez que recuerdo haber estado en Umbrete, allá por 2006, aún no existía). En ese estrado había músicos y un coro. La función empezó justo cuando yo llegué a su altura, como si me hubiesen estado esperando a mí para empezar.


Por lo visto, los artistas eran alumnos de la Escuela de Música de Umbrete y estaban promocionando sus actuaciones navideñas con un pequeño concierto de adelanto. Eso no fue, sin embargo, el único jaleo que me encontré en el centro de Umbrete, porque en el Antiguo Palacio Arzobispal había otro evento. Este edificio alberga en la actualidad un colegio, y en su entrada principal había una fila de gente esperando para acceder al interior. Aparte, la puerta lateral del palacio da acceso a una zona en la que se han habilitado varias dependencias municipales, y en estas también había algo organizado, a lo que estaban accediendo un montón de padres con niños. Por último, un poco más allá, en los Jardines del Arzobispo, todo parecía preparado para que diera comienzo una obra teatral. La animación era tal, que incluso habían montado en la Plaza del Arzobispo, frente al palacio, algunos puestecillos de dulces, de artesanía y de juguetes.

Se puede decir que el ambiente prenavideño era entrañable, pero desde luego no era el mejor día para explorar con tranquilidad el centro de Umbrete. Yo ya sabía que no iba a poder entrar en la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, pero mi intención era poder acceder al Antiguo Palacio Arzobispal, tanto al Colegio Marcelo Spinola, como a las dependencias municipales, en la que también hay un bar. En principio, pensaba hablar de ambas partes en este post, pero como no logré entrar en ninguna de las dos, pues dejaré la explicación para la próxima. 


Sin embargo, ahora sí diré que el edificio primigenio, que es donde está el colegio y que, en la imagen superior, tiene los tejados recubiertos de tejas de color marrón oscuro, tiene adosado en su esquina inferior derecha uno cuadrado, más moderno, con el tejado más claro. Ahí es donde se encuentran el Centro Cívico umbreteño, la Casa de la Juventud y el Bar Tercera Edad al que me referí antes. Desde la calle, parece que el Antiguo Palacio Arzobispal tiene dos puertas. No obstante, solo la más cercana al arco permite entrar en su parte histórica. La otra entrada (la que se ve más cerca, en la foto inferior), a pesar de su aspecto exterior da acceso a la zona anexa al palacio, que es la moderna.


Yo, esta última puerta sí la crucé, pero dentro me encontré con un patio de más reciente construcción en el que, como ya he dicho, había muchos padres con niños haciendo cola para entrar a ver algo en el Centro Cívico. Por eso, me di la vuelta y me fui. 

Con respecto a los Jardines del Arzobispo, que tienen su entrada a la derecha del edificio palaciego, los mismos eran, como es fácil deducir, la zona ajardinada del Antiguo Palacio Arzobispal. Datan de la segunda mitad del siglo XVIII y se construyeron aprovechando la existencia de una alberca. En ellos se instalaron más de 50 esculturas de mármol y una fuente. En 1844, este jardín artístico, propio de una residencia cortesana, fue desmantelado y las estatuas, hoy día, solo se conservan en parte, repartidas por diversas ubicaciones. Actualmente, el espacio es público y se ha habilitado como parque. Dentro, destaca el Merendero, que es heredero de la estructura de una antigua noria. 


El Merendero está muy cuidado, pero se encontraba cerrado y vacío. En los Jardines también hay un pequeño bar, que tiene un buen número de mesas repartidas por allí. Cuando yo estuve, tanto las mismas como la zona de juegos infantiles que hay cerca, estaban a tope. La tarde se había puesto muy agradable y reinaba un ambiente muy amable. Sin embargo, la mitad de los jardines los habían vallado y a esa parte no pude acceder, ya que había empezado a representarse la obra de teatro navideña a la que antes hice mención.

Se quedó un poco a medias, por tanto, la visita al patrimonio umbreteño que está ligado a la figura de Luis de Salcedo y Azcona. Fue este el arzobispo que impulsó la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación y que reconstruyó el Palacio Arzobispal, con el objetivo de que sirviera de lugar de descanso a los obispos y arzobispos de la diócesis de Sevilla. No obstante, el turismo de Umbrete no tiene como único eje a las obras de mecenazgo obispal. Los atractivos umbreteños también giran entorno a otro pilar bastante más prosaico: el mosto. En relación a esto, hay que explicar, antes de nada, que Umbrete es uno de los vértices del Triángulo Vinatero Aljarafeño, que está integrado, además, por Villanueva del Ariscal y por Espartinas. En realidad, toda la comarca del Aljarafe sevillano es famosa por el mosto que se produce en ella, pero el corazón de ese enclave vitivinícola está conformado por esos tres pueblos. Yo, en este blog ya he hablado de Villanueva y de Espartinas. Me quedaba hacerlo de Umbrete, que realmente es la población que está considerada como la capital del mosto. Por esa razón, el Centro de Interpretación dedicado a ese vino joven supuestamente se abrió allí, en una antigua bodega. Y digo "supuestamente", porque realmente, pese a lo que se anuncia en los carteles turísticos que hay por la localidad, el Centro de Interpretación del Mosto de Umbrete no existe como tal. Sí existe un edificio, que fue la sede primigenia de Bodegas Salado, empresa vinícola de la que hablaré en breve, y que se rehabilitó para albergar el pequeño museo.


Ese inmueble lo venden, incluso en el cartel de la puerta, como el Centro de Interpretación del Mosto de Umbrete. Dentro, sin embargo, apenas hay nada. Recuerdo que se inauguró con bastante boato en febrero de 2013, pero yo nunca llegué a verlo abierto. Un día, en 2017, me enteré de que había en él una exposición de pintura y me fui hasta Umbrete, no para ver los cuadros (que me perdone el artista, que no recuerdo ni quien era), sino para poder entrar en el Centro de Interpretación. Ni que decir tiene que lo que vi me decepcionó totalmente, ya que lo que allí había, aparte de los cuadros del pintor que exponía, eran unos cuantos barriles y unas máquinas con unos escuetos carteles, repartidos por un amplio espacio tremendamente desangelado. Aquello era una mierda de centro de interpretación, hablando mal y pronto. No me extraña que lo tuvieran cerrado. El otro día pasé por delante en coche y vi que volvía a estar abierto, dado que habían montado dentro un belén. Por eso, el viernes, tras ver los Jardines del Arzobispo, entré de nuevo y vi que aquello no solo no ha mejorado, sino que está casi desmantelado. De todas formas, el edificio por dentro está muy cuidado, por lo que se puede ver una antigua nave bodeguera bien conservada. En esta ocasión, vi también un portal de belén.

En Umbrete, además de lo ya comentado son dignas de mención las cruces del término. En el pasado, estas cruces estaban colocadas un poco a las afueras, en los diferentes caminos de entrada al pueblo. En la actualidad, se conservan seis, cinco de las cuales han sido engullidas por el casco urbano. Yo vi dos de ellas. Ambas, a pesar de que ya se erigen en un entorno totalmente urbanizado, se encuentran en zonas un poco más tranquilas de la población. La primera que vi fue la Cruz de Almarchar, que antaño delimitaba los términos municipales de Umbrete y Bollullos de la Mitación


La otra que pude fotografiar fue la Cruz de la Carrera, que, por su ubicación, yo deduzco que marcaba el inicio del camino que conducía a Sanlúcar La Mayor.


En cualquier caso, este post lo imaginé a raíz de la visita que hice a Bodegas Salado. La razón de ser de esta tuvo que ver con el hecho de que el pasado 9 de diciembre fue mi aniversario con María. Por eso, el día 8 yo había planeado una celebración redonda, que incluía un recorrido por la citada bodega, con degustación incluida, y un homenaje en forma de almuerzo en Casa Rufino. Sin embargo, al final ese gran plan tuve que partirlo en dos, porque lo de Bodegas Salado se aplazó al sábado 11 de diciembre. En consecuencia, el 8 nos limitamos a almorzar en el restaurante. Umbrete es un lugar de referencia para comer y, por tanto, los fines de semana se llena de sevillanos que van hasta allí, igual que a otros pueblos aljarafeños, a disfrutar de la buena mesa y del buen mosto. En ese sentido, a mí en Umbrete también me encanta el Bar Batato, pero es el Restaurante Casa Rufino el sitio de referencia para disfrutar de una comida sobresaliente.


Casa Rufino está en la Calle Traspalacio, es decir, en la vía que queda a las espaldas del Antiguo Palacio Arzobispal. Por fuera, el restaurante se parece a otros casoplones típicos del pueblo, pero por dentro está reformado. No obstante, parte de su encanto radica en que el interior del inmueble mantiene la estructura de la casa primigenia, de manera que las mesas están repartidas por las diferentes estancias y salones, que no han perdido su aire sevillano, dado que conservan todos los azulejos.


En Casa Rufino comimos de miedo. La celebración de aniversario con María estuvo a la altura de las circunstancias. Al finalizar, nos dimos un pequeño paseo, que nos llevó, sin pretenderlo, hasta la Plaza de la Constitución. El día 8 estaba mucho más tranquila que cuando la vi, casi diez días después, el viernes que ya he relatado.


Tres días después de nuestro almuerzo en Casa Rufino, exploramos Bodegas Salado y se completó lo que yo tenía previsto inicialmente. Podría parecer que el hecho de tener que partir el plan fue un fastidio, pero lo cierto es que al final el cambio fue para bien. Efectivamente, gracias al imprevisto, el almuerzo del día 8 adquirió todo el protagonismo de la celebración de aniversario y, por su parte, el 11 por la mañana pudimos ver la bodega, sin tener que guardar fuerzas para luego poder comer (y beber) en el almuerzo de celebración. A este respecto, tengo que decir que hacía tiempo que no me divertía tanto con una visita turística. El rato que echamos en Bodegas Salado fue sensacional.


El primer punto a favor que tuvo la visita a Bodegas Salado fue que salió una mañana maravillosa de finales de otoño. A las 11, nos juntamos cinco parejas desconocidas en la tienda donde, en horario comercial, la empresa despacha sus caldos al público. 


El grupito tenía el tamaño perfecto, ya que no era tan grande como en otras visitas similares que he hecho, pero era suficientemente numeroso como para que la experiencia no fuera fría en exceso. A todos los presentes nos unía, además, el gusto por los placeres de la vida. En mi día a día yo no soy muy de vinos, pero da igual. Se apreciar lo bueno, y a los demás tenía pinta de pasarles lo mismo. El tour comenzó en el patio central de la bodega.


Durante una hora, Paco, uno de los capos actuales de Bodegas Salado, que fue el que ejerció de cicerone, nos desgranó cual es el proceso de creación del mosto y de los demás tipos de vino que vende su empresa vinícola. El hecho de fuera uno de los jefes, y no un guía profesional, el que nos enseñó las instalaciones, le dio un punto extra de interés a la visita, porque nos contó muchas cosas que él sabe, por que sí, no porque se las haya estudiado. Quizás no fue tan exhaustivo con los datos y las explicaciones de los procesos como lo habría sido un guía, pero en cambio nos habló con la naturalidad del que ha mamado el entorno. Nos dijo, por ejemplo, que las bodegas se fundaron en 1810, que el negocio sigue siendo familiar y que las tierras donde estuvieron plantadas las vides estaban en Umbrete hasta 1984, pero que desde entonces la uva se cultiva en otras dos fincas aljarafeñas (una de 20 hectáreas, llamada Finca Las Yeguas, que está en Carrión de los Céspedes, y otra de 40, denominada Finca La Serrana, que se halla en Huevar del Aljarafe). También nos enseñó las instalaciones con detalle. En el propio patio vimos el sitio donde se descarga la uva de los camiones y donde se le da el primer meneo. Junto a ese lugar hay una nave que alberga la maquinaria para procesar los primeros caldos.




Después, vimos los tanques modernos, donde el vino pasa la primera etapa de su vida. Las explicaciones, que no tiene sentido reproducir aquí, fueron muy interesantes. 


Sin embargo, la parte más divertida de la visita fue la última. En ella accedimos a la gran nave en la que están los bocoyes, en los cuales el vino pasa su etapa final. Ese espacio, lleno de barriles, tiene el aspecto típico de las bodegas.


En esa nave acabaron las explicaciones. Una de las cosas más curiosas que nos dijo Paco, en ese lugar, fue que una serie de bocoyes, que estaban un poco apartados del resto, eran los que la familia propietaria de la bodega se reservaba cada año para ella. Eran unos cuantos barrilitos, más pequeños, que se hallaban como en una esquina, sin distintivos y más sucios que los demás. Su aspecto era el peor, pero resulta que eran los barriles apartados para los jefes y sus invitados, nada menos.


Fue tras recorrer la zona de barriles de la bodega cuando llegó el momento de la degustación, que iba incluida en el precio. En principio, la misma constaba de tres vinos, pero ahí se vio, una vez más, que lo de ser solo diez personas, además de convertir la visita en algo más personal y cercano, tuvo otras ventajas. En efecto, nosotros probamos cuatro vinos distintos, no tres, y nos bebimos cuatro o cinco copas en total. Yo, al apurar la quinta copa de vino decidí parar, porque no era plan de salir a rastras, pero nadie nos metió prisa ninguna, ni nos puso límites. Por ello, nos relajamos y el vino se nos subió un poco a todos. Eran las 12 de la mañana, y allí el que más y el que menos tenía el estómago medio vacío. Debido a eso, la lengua se nos soltó y acabamos hablando de nuestra vida con algunos, como si nada, pero lo más interesante fue que salió a relucir el tema de la política. Paco, nuestro guía, resultó ser de esas personas que, aprovechando cualquier excusa, desliza, como el que no quiere la cosa, opiniones personales sobre temas de lo más variopinto. Esas personas, ya sean de corte conservador o de corte progresista, suelen estar bastante politizadas, por lo que, al final, no es difícil que se les acabe viendo el plumero. De hecho, que se les vea el plumero es lo que pretenden. Por lo que respecta a Paco, sus opiniones eran más bien de corte tradicional, y a lo largo del recorrido abonó bien el terreno para que, después, con unas cuantas copichuelas de más, afloraran entre algunos de nuestros compis ciertas opiniones relativas a cómo nos vendemos los andaluces y a cómo es el trato que se dispensa a Andalucía, en general, por parte de la clase política española. De ahí saltamos a hablar de los políticos, y de ahí se pasó a sacar a colación el tema de Cataluña, los pactos de la izquierda con los amigos de los terroristas, etc. En fin, se montó un polvorín de lo más divertido. Es evidente que nos excedimos bastante de la hora a la que, teóricamente, acababa la visita. Tanto, que Paco acabó por dejarnos bebiendo y se fue a hacer algo. Luego volvió y entonces sí se tomó una copita de vino, pero hasta ese instante había estado debatiendo a pelo. Hay que decir, en todo caso, que el ambiente nunca dejó de ser afable. Como he dicho, me lo pasé muy bien, e incluso las personas que tenían ideas más distintas a las mías, fueron correctas y amables al 100%. En el debate no hubo energúmenos, ni actitudes reprobables, y así da gusto. Por otro lado, para compensar nuestra relajación a la hora de alargar nuestra estancia en Bodegas Salado, la mayoría acabamos yéndonos a casa con un buen puñado de botellas de vino.


En definitiva, de los tres días de diciembre que he llevado a las niñas a Umbrete a entrenar, en uno me di un largo paseo, y luego fueron especiales el día de la comida y el de las bodegas, por lo que he conseguido el objetivo, que era que cuando hablase del pueblo en el blog, el post tuviera suficiente chicha.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado UMBRETE.
En 2006 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 28'6% (hoy día 64'8%).
En 2006 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 10% (hoy día 21%).