25 de septiembre de 2016

MILLA DE VILLANUEVA DEL ARISCAL 2016

Nunca había competido en una milla, la verdad es que siempre he pensado que para correr 1.609 metros no merece la pena hacer ni el más mínimo desplazamiento. El pasado viernes, sin embargo, se celebró la primera edición de la Milla Nocturna Solidaria Villanueva del Ariscal en el pueblo donde vivo. No había excusa para no correrla.


En efecto, a pesar de mis reticencias habituales a participar en este tipo de pruebas, a esta milla no podía faltar, porque, además de ser en mi pueblo, el Club Atletismo Guadiamar al que pertenezco ha participado en la organización del evento. De hecho, yo mismo he estado un poco implicado en los preparativos del mismo, aunque mi labor como colaborador se ha limitado a ir a las reuniones con los representantes del Ayuntamiento para solventar dudas y para opinar. También puse unos cuantos carteles de la carrera por el pueblo, pero hasta el viernes a las seis de la tarde tampoco había hecho mucho más.

El viernes, no obstante, ya había que arrimar el hombro a tope, de manera que María y yo nos acercamos un par de horas antes del inicio de la carrera a la Caseta Municipal, en cuyas inmediaciones estaba el circuito, para ayudar en lo que pudiera hacer falta. La recaudación del evento ha estado destinada a Cáritas, que montó en la propia Caseta un ambigú muy agradable. A las seis ellos estaban ultimando el montaje de la barra, pero, por falta de experiencia, hubo un buen número de cosas relativas a la carrera que los responsables del Ayuntamiento dejaron para el último momento y que estaban por hacer a esa hora: faltaban trofeos, no estaban preparadas las plaquitas de los que había, no habían traído el agua del lugar donde la tenían almacenada, estaban sin acabar de preparar las bolsas de regalos,... Aún así, dado que la prueba no iba a ser multitudinaria, entre los que allí estábamos fuimos resolviendo temas, de manera que poco antes de las ocho todo estaba ya aparentemente en orden.

Sin embargo, cuando se acercaba ya el momento de la primera competición, la de benjamines, con los jueces de la Federación Andaluza de Atletismo ya allí, alguien se dio cuenta de que faltaba algo esencial: la ambulancia. En este tipo de carreras sin ambulancia los jueces no se hacen responsables de los problemas que puedan surgir, lo que significa que es como si no estuvieran: no controlan la carrera, ni oficial ni extraoficialmente. Por desgracia, la autoridad competente se había olvidado por completo de avisar a los servicios médicos, con lo que eso supone.

Afortunadamente, la gente esperó con paciencia, no hubo sensación de nerviosismo, pero la suspensión del evento planeó sobre nuestras cabezas durante un buen rato, lo que hubiera sido un desastre sin precedentes. No había ambulancia y durante media hora no pareció que fuera a haberla. Por ello, los del Club decidimos coger el toro por los cuernos y empezar con las carreras de los niños. Los de la Federación dijeron que sin asistencia médica no se responsabilizaban de nada, pero, más allá de eso, con el consentimiento de los padres no había impedimentos para que nosotros organizáramos a los pequeños y controláramos sus carreras, que eran muy cortas y no parecían entrañar riesgo alguno. Los circuitos estaban medidos, por lo que se empezó con las pruebas sin esperar más. Yo me situé en meta y fui apuntado, con la ayuda de otro compañero del club, el orden de llegada de los niños y niñas. Gracias a la ayuda de todos las competiciones se fueron disputando, no había tantos críos como para que no fuera posible tomar nota manual de los dorsales de los que iban llegando (los tiempos no los anotamos, eso era ya imposible sin medios). Así, además, ganamos tiempo, de manera que cuando la última carrera de chavales ya se había disputado y tocaba empezar con las verdaderas millas nos dijeron que la ambulancia ya estaba avisada y que venía de camino. Por fortuna, las carreras restantes se iban a poder disputar en condiciones, con jueces y todo. Lo malo fue que la ambulancia tardó bastante en llegar, por lo que la primera milla de adultos empezó con más de una hora de retraso.

Lo importante, sin embargo, es que la prueba se disputó al completo. Desde juveniles a veteranos se corrían ya los 1.609 metros, pero como tampoco había tanta gente se unieron varias categorías, de manera que se minimizó un poco el retraso. Así, primero se disputó la carrera de Juveniles y Senior A, luego la de Senior B (la mía y la de María) y, por último, la de Veteranos A y B.


Yo había estado liado mucho rato con el tema de las clasificaciones de los niños. De hecho, tras la última carrera de peques el de la Federación cogió mi papel con los dorsales apuntados en orden de llegada, por categorías, y pasó los resultados al ordenador para establecer los premios. Hasta que no acabó con esta tarea no pude desentenderme del asunto (mis números eran un poquito difíciles de entender). Por fin, cuando llegó la ambulancia pude cambiar el chip, yo en teoría había ido allí a correr.

Como he dicho al principio, nunca había corrido una milla y no tenía ni idea de como encarar una prueba aparentemente corta, pero que se puede hacer muy larga si se sale demasiado rápido. Para añadir más incertidumbre, no sabía como me iban a responder las piernas, porque me lesioné el día del Triatlón Puerto de Sevilla y había estado casi dos semanas totalmente parado (de hecho, hasta el mismo viernes por la mañana, que hice una pequeña prueba, ni siquiera sabía si podría participar).

Por otro lado, para cuando empezó la carrera yo estaba ya bastante cansado, hasta las seis de la tarde la jornada había sido un día normal de madrugón y trabajo (este en abundancia, no solo trabajé hasta las 16'00 horas en Sevilla, sino que desde que llegué a casa hasta el momento de irme a la carrera también estuve resolviendo asuntos). Además, desde las seis de la tarde no había parado ni un segundo.

Pese a todo, llegado el momento de correr había que darlo todo. Por ello, al darse la salida salí escopetado y aguanté a un ritmo lo más alto posible todo el tiempo que puede. El recorrido de la milla fue feo, la verdad, mi pueblo tiene un centro bonito, pero el Recinto Ferial es como todos, un descampado. Darle vueltas a su perímetro es funcional, pero poco vistoso. Además, aunque el terreno donde se ponen las casetas es llano, la calle que lo circunda tiene una cuesta apañada. Las tres vueltas al rectángulo donde se pone la feria tenían, por tanto, tres buenas rampas para arriba y las consiguientes rampas para abajo. Aún así, eran 1.609 metros, se trataba de salir rápido y apretar los dientes. Finalmente acabé en 5:55 (3:41 el kilómetro), lo doy por bueno porque me noté más tieso que un palo, tras trece días parado. Además, quedé el séptimo en mi carrera (7 de 24, no éramos muchos...) y acabé subiendo al podio a recoger una medalla de manos de las autoridades: fui el primer atleta local de mi categoría.


Lo mejor fue que María también consiguió su medalla (acabó la segunda atleta local), así como las niñas, que participaron en la prueba de benjamines (Ana quedó sexta y Julia novena: ambas se llevaron también sus premios como locales, Ana el primero y Julia el segundo de su categoría).


Hay que decir que, de cara al reto de correr una carrera en cada municipio de Sevilla, no ha sido esta la primera carrera que he corrido en Villanueva del Ariscal. En 2012 el profesor de educación física del instituto organizó con mucho merito una carrera para recaudar fondos para el viaje de fin de curso de los chicos y chicas de segundo de bachillerato, consiguió su objetivo económico, pero la carrera fue tan modesta que ni me enteré. Al año siguiente repitió y sí me enteré: me apunté y quedé quinto (ya digo, la carrera fue modestísima, solo se tomó nota de los tres primeros de cada sexo). Me lo pasé pipa corriendo cerca de la cabeza.

En 2014 ya sí se organizó, desde el Ayuntamiento, una carrera más estándar, fue por el centro del pueblo, igual que la otra, pero en esta ocasión hubo clasificaciones y categorías. Mi objetivo en esa carrera fue ganar el premio a mejor local de mi categoría, cosa que no conseguí (quedé segundo). Al año siguiente volví a intentarlo en la segunda edición de la carrera. Esta vez la misma también empezó y termino en el campo de la feria, pero por problemas con la policía local, que no quería follones por el centro de Villanueva, el trazado salió del pueblo y discurrió por caminos (con buenas cuestas). En esa ocasión sí logré quedar primer atleta local de mi categoría y gané, no sin pelea, el que hasta el viernes era el único premio real de mi vida (tengo más medallas, como todo el mundo, pero siempre por participar o por acabar). Aquel día corrí los 8.000 metros a 4:07, pero el segundo local de mi categoría quedó solo 20 segundos por detrás mía, después de ir conmigo hasta el kilómetro 7. Esa pugna también la disfruté al máximo (a pesar de la cara que llevo en la foto de abajo).


Lástima que esa carrera, que se llamó en su día Carrera Solidaria de Villanueva del Ariscal, no haya cuajado tras esas dos primeras ediciones, esta milla ha sido, en cierto sentido, heredera de aquellas. Las cosas no salieron todo lo bien que podrían haber salido, pero yo espero que el año próximo vuelva a disputarse, ya que los detalles que fueron mal pueden solventarse sin problemas.



Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en VILLANUEVA DEL ARISCAL.
En 2012 (año de la primera carrera corrida en Villanueva del Ariscal), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 19% (hoy día 34'2%).

Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 188.
% del Total de Carreras a completar: 18'7%.


13 de septiembre de 2016

TRIATLÓN PUERTO DE SEVILLA 2016

En septiembre empieza una de las épocas más bonitas para hacer deporte. Con el final del mes de agosto se reducen bastante los planes viajeros (pese a la escapadita a Matalascañas del otro día) y, por contra, empieza una etapa en la que abundan las carreras y la motivación es enorme para conseguir hacerlo bien en las competiciones que uno se pone como objetivo. 

Yo, desde hace unas semanas, estaba ya centrado en organizar un calendario de carreras compatible con el trabajo y que no fuera demasiado condicionante para la familia. Pensaba solo en las carreras pedestres, ya que con mi participación en el Triatlón Cros Minas de la Reunión del 31 de julio había dado por finalizada la breve temporada triatlética de este año, pero al volver de Irlanda decidimos apuntar a las niñas a clases de natación en el pueblo durante la segunda quincena de agosto y, como años atrás, me pusieron a huevo la posibilidad de utilizar la piscina municipal para nadar yo también esos días (tiene 25 metros y dan la posibilidad de que los adultos la usen durante una hora tras las clases de los niños). Ante la posibilidad de entrenar la natación durante casi tres semanas pensé en buscarme otro triatlón en el que pudiera aprovechar ese entrenamiento, que venía casi como caído del cielo. No me costó mucho trabajo decidirme por la prueba sprint del Triatlón Puerto de Sevilla, que me pillaba al lado y parecía que iba a estar muy bien organizado.


El caso es que el pasado sábado me vi, una vez más, vestido de triatleta y dispuesto a tirarme al Río Guadalquivir a nadar. Para mi sorpresa, después de apuntarme al triatlón vi que el recorrido del mismo ya no discurre, como en ediciones anteriores, por la parte del río y de la ribera que está más cerca del Puerto de Sevilla (el nombre de la prueba ha quedado un poco obsoleto), sino que ahora se disputa en la Isla de la Cartuja: empieza en el Centro Especializado de Alto Rendimiento de Remo y Piragüismo, al igual que el Triatlón de Sevilla, el circuito de natación es idéntico al de esta prueba y el de ciclismo es muy parecido. Solo cambia sustancialmente el trazado de la parte de la carrera. En principio no me importó la nueva ubicación de la competición, de hecho es una zona que ya conozco, pero no sabía si esos cambios afectarían negativamente a la participación. Nada más llegar el sábado al C.E.A.R. vi que no, el ambiente era fenomenal y la prueba iba a estar muy competida.

Los preparativos matutinos del material me resultaron ya menos estresantes que en otros triatlones, poco a poco me voy acostumbrando a la rutina de preparación de las cosas que harán falta durante el transcurso de la prueba.



Por la tarde, sin embargo, todos los protocolos previos al momento de echar a nadar me volvieron a poner atacado: esperar diez minutos en la cámara de llamadas, ver durante un rato como la gente calienta en el agua, ir hasta el pantalán y buscar un hueco, tirarme al agua, esperar flotando a que se de la salida,... Si todo fuera para correr no me importaría, pero tanta espera para empezar a nadar me pone siempre como un flan. Esta vez fue igual. Me moría de ganas de comenzar.

El tramo de natación volvió a ser igual que siempre. Ni mas entrenamiento ni leches, está claro que para mejorar en este sector voy a tener que dar clases para pulir mi deficiente estilo, no es cuestión de ir más días a la piscina por mi cuenta, porque durante tres semanas he entrenado más, he hecho series de 750 metros bastantes días y me he sentido mucho más cómodo nadando, pero en el momento de la verdad he vuelto a repetir el tiempo que hice en mayo, e incluso lo he empeorado un poco, pese a que intenté nadar de una manera más estable y pese a que hubo menos gente, por lo que no tuve apenas roces con otros nadadores (hice 20:26 en mayo, ahora eché 20:39 y salí del agua el 302 de 350 participantes) ¡Que largo se me hace este tramo!

En cambio, el tramo de la bici, que ya fue bien en el triatlón de mayo, ahora fue mejor, si cabe ¡Aquí sí que me divertí! Hice 37:42, incluyendo en ese tiempo los 20 kilómetros y las dos transiciones. Mi bici sigue siendo igual de veterana, sigue teniendo los cambios en el cuadro y sigue siendo de aluminio, pero esta vez la había revisado con más mimo y estaba bien a punto: no se me salió la cadena como la última vez y pude jugar con los cambios sin miedo. Desde el primer momento me vi fuerte, empecé a adelantar gente y acabé enganchado a tres ciclistas a los que pude aguantar hasta los boxes. Finalicé con el tiempo 153 de los 345 acabados, se puede hacer mejor, que duda cabe, pero me sentí competitivo y la actuación me dejó bastante satisfecho (la verdad es que la bicicleta la entreno poquísimo).


El sabor amargo, no obstante, lo estaba reservando todo para el final. Venía tocado, no notaba molestias desde hacía tres días y eso me dio confianza, pero la verdad es que nada más bajarme de la bici en la transición ya noté que el maldito sóleo de mi pierna izquierda estaba muy mal. No había notado nada en la bicicleta, pero al empezar a correr fue automática la aparición de dolor. Lo más cabal hubiera sido retirarse en ese punto, si hay alguien al que no le gusta inmolarse haciendo deporte ese soy yo, alabo a los que acaban las competiciones a rastras a base de pundonor, por puro amor propio, pero a mí no me compensa acabar lesionado. Esta vez, sin embargo, rompí mis propias reglas y seguí. Dejé la bici y eché a correr por la transición. Al principio iba asfixiado, con la bicicleta me había exprimido bastante, de manera que el primer rato corriendo, más allá de los dolores en la pierna, lo hice sin resuello, no hubiera podido ir mucho más rápido, en cualquier caso. En el kilómetro 2 ya sí me vine arriba aeróbicamente, sin dejar de correr me había serenado un poco y empecé a apretar. Era mi momento, si repetía en el tramo el tiempo de mayo estaba para acabar en 1h20, cuatro minutos menos que entonces. La pierna me dolía horrores, pero, ya que estaba, había decidido apurar. Por desgracia, en el kilómetro 3 empezó el principio del fin: me dio el leñazo, el dolor pasó de castaño a oscuro y tuve que parar a estirar por primera vez. A partir de ahí tuve que parar a estirar el sóleo cuatro veces más y durante un minuto, incluso, fui caminando. Iba cojo. Sin embargo, me iba doliendo más el amor propio que la pierna, eran solo 5 puñeteros kilómetros los que tenía que correr, ir andando a falta de uno y medio, como si no pudiera con mi alma, me iba torturando, así que busqué la manera de trotar y, por suerte o por desgracia, encontré la forma de avanzar al trote cochinero, cojeado de una manera muy amorfa sin cargar tanto el sóleo de la pierna izquierda. Ya no paré más, el último kilómetro lo hice del tirón, dando saltitos que me permitían avanzar un poco más rápido, y acabé el tramo en unos paupérrimos 31:19 (por tiempo, puesto 237 de 345), lejos de los 22:30 del mes de mayo. Tiempo final: 1h29:40, puesto 225 de los 345 finishers. Hace cinco meses me hubiera ido a casa con esa marca creyéndome Gómez Noya, pero el sábado, sabiendo que estuve a punto de acabar en 1h20, me fui dolorido, sobre todo de mente.



Pasado ese primero momento, la marca ya apenas me importa, se que lo volveré a intentar y, realmente, veo muy factible bajar de 1h20, visto lo visto, incluso sin necesidad de mejorar la natación. Ahora lo que me jode es lo de la lesión, me hice polvo, tengo una rotura fibrilar en el sóleo que me va a tener parado un tiempo y eso nunca es fácil para mi. De hecho, esa sensación es la que me hace no forzar nunca, si me tengo que retirar me retiro, pienso siempre en que no me compensa no poder hacer un poco de deporte el día después. Esta vez no lo hice así y ahora toca tener paciencia.


Reto TODOS LOS DEPORTES COMBINADOS
Completado TRIATLÓN SPRINT.
En Mayo (primer Triatlón Sprint completado), % de Pruebas de Deportes Combinados ya completadas: 6'2% (hoy día 6'2%).

Reto 102 TRIATLONES Y SIMILARES
Pruebas de Deportes Combinados completadas: 6.
% del Total de Pruebas de Deportes Combinados a completar: 5'8%.


8 de septiembre de 2016

ALMONTE 2016

Dentro de los límites del municipio de Almonte hay tres poblaciones: el propio pueblo de Almonte, donde no he estado, El Rocío, adonde sí he ido un par de veces (nunca durante la célebre romería) y Matalascañas, un núcleo que surgió a principios de los años 60 junto a la costa y que es el sitio que mejor conozco de los tres.


Matalascañas tiene tres particularidades que lo hacen un lugar único: su playa es la que está más cerca de Sevilla capital (hay unos 80 kilómetros de distancia), está enclavado junto al corazón del Parque Nacional de Doñana y es, desde siempre, el destino playero preferido de las clases populares sevillanas. La idiosincrasia de este núcleo costero está marcada por estas tres circunstancias.


Pese a que es algo raro siendo de Sevilla, yo no fui a Matalascañas hasta los 16 años, ya que a la hora de ir a la playa mis padres siempre tiraban para la costa de Cádiz en vez de para la de Huelva.

Sin embargo, Matalascañas, además de lo ya comentado, es (o, al menos, era) un lugar muy popular como destino iniciático fiestero-veraniego de los adolescentes sevillanos. Ese fue el contexto en el que fui yo las primeras veces. Para los jóvenes, Matalascañas tiene de bueno que está bien comunicado por autobús con Sevilla (algo fundamental cuando tienes menos de 18 años y quieres ir a los sitios), se llega rápido y tiene juntos la playa, los bares y los posibles alojamientos. Yo fui una vez al piso de los padres de un amigo y el resto de las veces pernoctamos en el Camping Rocío Playa, que era barato y estaba estratégicamente ubicado: colindaba con la parte del casco urbano de Matalascañas donde había más bares y estaba, también, al borde de la playa. Ese camping está abandonado desde hace una década y ahora, por lo que he visto en fotos, presenta un aspecto bastante apocalíptico, está claro que ya no es una opción.

Tras mis primeros contactos con Matalascañas dejé de ir allí cuando crecí un poquito y he retomado las visitas no hace mucho, con otra perspectiva totalmente distinta: la del dominguero. Como he dicho, cuando yo era un mico y mis padres querían pasar un día de playa tiraban para la costa gaditana, pero yo en esto voy a lo práctico, vivo a las afueras de Sevilla en dirección a Huelva y la verdad es que últimamente cuando quiero ir a la playa sin más pretensión que la de darme un chapuzón tiro para la costa almonteña, que es la que me queda más cerca.

Con la idea de ir a una buena playa, huir del calor que aún asola Sevilla en septiembre, gastar poco y no complicarnos mucho la vida, el pasado domingo tiramos una vez más para allá. No siempre vamos a Matalascañas, otras veces echamos el día en rincones más salvajes de esa parte de la costa, pero esta vez decidimos buscar un entorno urbanizado.

Salimos en cuanto se despertaron las niñas y llegamos a Matalascañas a las 11'45. Lo primero que hicimos fue pegarnos un buen desayuno. Por puro azar acabamos en el Restaurante Cafetería La Bota.


Matalascañas tiene un ambiente muy propio. De las tres particularidades que he comentado arriba, una de las más llamativas es la del ambiente popular que define la población. En mi opinión, Matalascañas es como coger un barrio popular de Sevilla, cortarlo y pegarlo junto al mar. Se nota en los bares, se nota en la pinta de los bloques de pisos y se nota en el ambiente que hay en la playa. El bar donde desayunamos fue un perfecto ejemplo de bar de barrio, el tipo que más abunda allí.

Tras desayunar nos dimos un breve paseo por la zona que ejerce de centro en Matalascañas, que no está en su parte central, sino en el extremo donde hay mayor concentración de pisos. El Paseo Marítimo es el punto clave de la población, pero el otro centro neurálgico está distribuido entorno a la Plaza del Pueblo.



Cierto es, por otro lado, que Matalascañas también tiene casas, no todos son pisos. Sin embargo, eso no rebaja necesariamente el ambiente popular, a todo el mundo le gusta tener una casa con piscina si se lo puede permitir y esto no siempre está ligado al origen de cada uno.

Otra particularidad que he comentado es que Matalascañas está junto al corazón del Parque Nacional de Doñana. Resulta muy curioso que en mitad de una zona natural, que es tan valiosa que está protegida por kilómetros de valla, se dejara un rectángulo junto a la costa para crear la playa de Sevilla.


Ese rectángulo se llenó de edificaciones, pero todo lo que hay alrededor es una zona natural tan preciosa que faltan las palabras. La playa, salvo la parte a la que da la zona urbanizada, es virgen hasta donde se pierde la vista. Realmente toda la costa de Huelva, desde la desembocadura del Río Odiel hasta la del Río Guadalquivir, es una única playa, ancha y arenosa. A la misma se le han dado varios nombres en función del municipio a la que pertenezca cada trozo de costa o en función de algún elemento que permita identificarla. No obstante, dado que no hay discontinuidades en 50 kilómetros, esos nombres no siempre están del todo consensuados y para ciertos trozos de costa puede haber diferentes denominaciones. Con respecto al enorme trozo de costa que pertenece al municipio de Almonte, lo más oficial (según la guía de playas del Ministerio de Medio Ambiente) es llamar Playa de Castilla a los 17 kilómetros que van del extremo oeste del municipio hasta el inicio de la zona urbanizada, Playa de Matalascañas a la parte que es urbana (más de 4 kilómetros) y Playa de Doñana a los 28 kilómetros que van desde el extremo este de Matalascañas hasta la desembocadura del Río Guadalquivir (a esta última playa no se puede acceder de manera normal, ya que es una zona natural protegida). Para la Playa de Doñana y para la parte que da a la zona urbanizada está bastante consensuado utilizar los nombres que he referido, pero la Playa de Castilla se suele dividir extraoficialmente en varias partes: la que está inmediatamente contigua a la Playa de Matalascañas se suele llamar Playa de Torre de la Higuera, ya que está junto a lo que queda de la torre homónima, una de las once torres almenara que vigilaban la costa de Huelva en el siglo XVI (hoy día está tan hecha polvo que, por su forma, sus restos son conocidos como El Tapón). A esa playa, precisamente, es adonde fuimos nosotros tras acabar con nuestro desayuno y con el breve paseo posterior.



Al igual que pasa por el este, por el oeste de Matalascañas es bastante sencillo salirse del meollo de la playa. Con andar unos 150 metros en esa dirección, desde el bien delimitado extremo de la población, ya puede uno encontrarse cómodo. Ahora en ese lado han creado un parque (Parque Dunar Doñana) y eso ha hecho que, aunque no haya paseo marítimo ni puedan pasar los coches, sí se pueda andar por una zona de caminos rodeados de césped. Por allí se puede elegir lo lejos que se desea ir, cuanto más se aleje uno menos gente encontrará. Hay una bajada pasado el Faro de Matalascañas y otra antes.


Nosotros tampoco tuvimos necesidad de andar mucho para estar a gusto. Lo bueno es que hay un par de chiringuitos sobre la playa en esa zona, útiles para tomar un café o para comprar bebidas. Están bien hechos, son de madera y no tienen acceso para coches, lo que hace que no se peten. Alrededor de los mismos se pone gente, pero no demasiada. Más allá del segundo, hay pocas personas. Nosotros no nos alejamos tanto, nos quedamos entre el primero y el segundo, a esa altura ya se estaba bien y no vimos la necesidad de ir más allá. En ese punto nos instalamos, nos bañamos, jugamos con la arena y nos comimos nuestros bocadillos. Para tomar café nos fuimos al Chiringuito Pedro José, el más cercano a la población. Increíblemente, cada café nos costó solo un euro (las bebidas en el otro, llamado Chiringuito El Coto Playa, fueron más caras, un euro y medio por lata).



En definitiva, Matalascañas tiene fama de ser el paraíso del dominguero de clase obrera sevillano, y, si bien es cierto que en esa etiqueta hay un trasfondo de verdad, también es verdad que, a diferencia de lo que pasa en otras playas similares, en Matalascañas puede uno salirse casi sin esfuerzo del tipiquismo y disfrutar de uno de los entornos playeros más bonitos que existen. Por eso, últimamente, cuando simplemente queremos ir a darnos un baño marino sin más pretensiones, acabamos yendo allí.



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ALMONTE.
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 2'5% (hoy día 27'8%).
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'5% (hoy día 18'9%).