1 de agosto de 2016

TRIATLÓN CROS MINAS DE LA REUNIÓN 2016

En junio de 2010 decidí perder los miedos y debutar en triatlón. Me apetecía probar con esta disciplina y, sin pensármelo mucho, me inscribí en la edición número 13 del Triatlón Cros Minas de la Reunión, prevista para finales de julio.


Las distancias me parecieron asequibles (500 metros de natación, 17 kilómetros de bicicleta de montaña y 4 kilómetros de carrera) y aunque llevaba años sin nadar y sin coger una bicicleta, pensé que, en general, estaba en buena forma y que en un mes tenía tiempo de soltarme un poco en esas disciplinas.

En realidad, el reglamento de la prueba, que se celebra cada verano en el municipio sevillano de Villanueva del Rio y Minas, avisaba (y avisa) de que el tramo ciclista es muy duro y de que hay un tiempo límite para acabar cada sector (20 minutos el tramo de natación y 1h30 los tramos de natación y bici). Yo no hice demasiado caso a esas dos indicaciones, que no llegaron a amedrentarme. Apenas entrené la natación ni la bici, pero realmente estaba en buena forma para correr y decidí ir a por todas, sin preocuparme mucho más.

Como no podía ser de otra forma, la prueba fue un desastre, quería probar con los triatlones y me fui a uno muy jodido. La natación no fue del todo mal, nadé los 500 metros en 13:44 minutos, me sobraron más de 6 minutos, aunque no dejó de extrañarme que salí del agua casi el último (el 214 de 227), lo que es una muestra del nivel que alcanza esta prueba. Sin embargo, lo que acabó en desastre fue la parte ciclista: mi vestusta bici de montaña pesaba muchísimo, hacía más de 35º, subestimé la necesidad de llevar agua y, por desgracia, el perfil que tiene el triatlón fue demasiado para mí. Durante más de 1h20 luché contra las cuestas y el calor, y aunque conseguí completar el recorrido y regresar a boxes, lo hice fuera de control (llegué a la segunda transición en 1h36). Pagué la novatada y lo pasé fatal, pero me fui de allí sabiendo que algún día volvería para saldar esa cuenta pendiente.

Desde entonces han pasado los años, y por unas cosas o por otras hasta ahora nunca había estado en disposición de ir a sacarme la espinita. Este año, sin embargo, tras la estancia en Llanes volvimos a Sevilla unos días, con la idea de hacerle una buena fiesta a Anita el día de su octavo cumpleaños, que es el 29 de julio, así como para cambiar la ropa usada en los días de camping en León y en los días en Asturias, por la que nos íbamos a llevar a Irlanda. El caso es que este año vi que el 30 de julio iba a estar en disposición de ir de nuevo a pelearme con el calor y las cuestas a Villanueva del Rio y Minas, así que me apunté al triatlón. La prueba ahora la han suavizado un poco, ya no son 17 kilómetros de bicicleta, sino 12, y también le han quitado un kilómetro al tramo de carrera, pero, fuera como fuese, tenía que volver a Villanueva a desquitarme.

Con esa idea, a las cinco de la tarde del pasado sábado, con una calufa monumental, me dirigí a las estribaciones del Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla para participar en el 19 Triatlón Cros Minas de la Reunión. Esta vez fui solo, la vez anterior me había acompañado María, embarazadísima de Julia, con Ana con sus dos años recién cumplidos. Pasaron mucho calor, por lo que este año, tras pensarlo, decidieron quedarse en casa descansando de las emociones de la fiesta del día 29.


Iba nervioso, lo reconozco. Me sentía intranquilo, pese a los recortes en las distancias de competición y a pesar de que era consciente de haber puesto remedio a los fallos cometidos en 2010. En efecto, llevaba la MTB de María, que no es una Trek ni una Spezialized, pero que está más nueva que mi BH del pleistoceno, llevaba agua en abundancia y he entrenado un poco la natación durante el año, así que iba más preparado. Aún así, me inquietaba el calor (34º a las 19'15, hora de inicio de la prueba) y la dureza del tramo de bici. En cualquier caso, me había mentalizado para mantener la calma.

Toda esa mentalización se vino abajo, no obstante, cuando, aparcado ya el coche y bajada la bici del portabicis, decidí probar que los frenos seguían a punto, como paso previo a que lo hicieran los jueces. No los había mirado en casa, pero entendía que estaban como el último día que había cogido la bicicleta, es decir, en perfecto estado. Probé el freno de delante y funcionó a la perfección, pero al presionar el de atrás la pastilla de freno se quedó atrancada y no retrocedió a su posición original. Separé la pastilla de la rueda con los dedos, volví a probar y la zapata frenó otra vez la rueda, pero tampoco volvió en esta ocasión a su posición de origen, dejando la rueda de atrás atascada de nuevo.

"¿Que cojones le pasa a esto?". Nuevas pruebas volvieron a arrojar el mismo resultado. "¡Carajo!".

Intenté aflojar el mecanismo de la pastilla, pero no llevaba material mecánico, así que no pude hacer nada. En consecuencia, decidí ir a dejar la bicicleta en boxes tal cual. El objetivo era que los jueces que revisan la bici no se percataran del problema, la idea era meterla en boxes, intentar de nuevo arreglar el freno allí, y si no era posible, pues a nadar, ya vería al empezar el tramo de bici si era capaz de completarlo sin usar el freno de atrás. Tenía que ser así, no me había ido hasta Villanueva otra vez para irme por donde había venido.

Afortunadamente, pasé de milagro el control de jueces: el juez apretó el freno, que detuvo la rueda, pero no se dio cuenta de que la misma se quedó bloqueada y me dio el visto bueno. En ese momento yo me llevé la bici literalmente a rastras, con la rueda de atrás fija como si fuera la de una bici de madera. Por fortuna nadie se percató. Dentro de los boxes volví a desbloquear el freno con los dedos y, tras otro infructuoso intento por arreglar el puñetero mecanismo, desistí y dejé allí la bici.

A la zona de natación me fui como un flan. El sector empezó puntual, ya no en el Lago de San Fernando, como años atrás, sino en el pantanito que forma la pequeña presa que amansa un poco las aguas del Río Huesna. El pantano tendrá unos 300 metros de largo y da para nadar 250 metros de ida y 250 de vuelta, pero es muy estrecho y sus márgenes son bastante agrestes. Desde la orilla, por un lugar en donde, en circunstancias normales, yo no hubiera metido ni las manos para refrescarme, me tiré al agua oscura, nadé 20 metros y esperé flotando a que se diera la salida.



Mis nervios habituales ante los tramos de natación de este tipo de pruebas, exacerbados aún más por el incidente de la bici, estuvieron a punto de jugarme una mala pasada, como me pasa siempre. Los cinco minutos que tuve que estar flotando en mitad del agua, esperando a que se diera la salida, se me hicieron eternos. Después, el tramo de natación resultó ser el más jodido de todos los que he hecho en triatlones o acuatlones. Salí atrás para evitar conflictos, y aún así me llevé unos cuantos golpes, pero lo peor fue que la forma del laguito comprimía a los nadadores, de manera que hasta que no me quedé, literalmente, de los últimos, no pude nadar de una manera medio normal.


Al girar la boya de los 250 metros ya iba más suelto y respiré un poco, porque pensé que empezaba el tramo más calmado del sector, pero al nadar en ese sentido el sol, a esa hora, nos caía justo enfrente a una altura endemoniada, y ni veía debajo del agua, ni era capaz de ver absolutamente nada al sacar la cabeza. Se que no es excusa, porque los que nadaron en siete minutos y pico con seguridad tampoco vieron ni torta, pero yo no soy nada diestro nadando y todos los elementos disturbadores de este tramo lo convierten en un auténtico infierno para mí. El resultado fue que, tras nadar 250 metros a ciegas, salí del agua en el puesto 186 de 197 triatletas, batiendo mi propio récord de incompetencia acuática. En piscina completo 500 metros en algo más de 12 minutos, habitualmente, y en competición tardé 15:15. Una pena.



La primera transición me gustó, aunque fue bastante original: entre la salida del agua y los boxes había unos 400 metros, que había que hacer corriendo. Ese tramito me dio confianza para llegar al momento clave, el sector donde peté la otra vez. Me esperaban subidas muy duras, bajadas peligrosas y firme en mal estado en algunas zonas... y todo ello aderezado con una buena dosis de calor veraniego sevillano.


Al coger la bici me sentí bien. Pese a haber salido del agua tan atrás no iba solo, y pronto me vi encarando la primera rampa asesina en compañía de otros cuatro tíos. Era consciente de que apretar el freno de atrás era sinónimo de tener que bajarme de la bici a desbloquearlo con los dedos, así que me conjuré para no tocarlo... y no matarme. Las sensaciones en la bici, con respecto a mi participación en 2010, fueron totalmente distintas. No digo que me haya convertido en Indurain, de hecho acabé con el tiempo 157 de los 193 que terminaron el sector, pero esta vez me sentí mínimamente competitivo, lo de 2010 fue como si a Mr. Bean le hubiera dado por participar en un triatlón.

Pronto me di cuenta de que en las subidas las piernas me respondían, y en las bajadas me la jugué frenando poco y solo con el freno de delante. El mal estado de los frenos me hizo cortarme un poco en las bajadas y seguramente eso me hizo perder algo de tiempo, pero al llegar entero a boxes y soltar la bici creí tocar el cielo. La segunda transición volvió a ser un poco caótica, como todas las que hago, pero no metí la pata en ningún momento y pude salir corriendo con todas mis ganas.


No hice los mejores 3 kilómetros de carrera de mi vida, precisamente. El perfil del tramo de bici es una auténtica salvajada y lo había dado todo, así que corrí los 3 kilómetros en 13:44 minutos, y gracias. Fui recuperando terreno y adelanté a ocho triatletas, pero en 3.140 metros reales no me dio tiempo de más, iba muy atrás y todos los participantes corríamos ya muy dispersos. Ni siquiera desde el punto de vista global el resultado del tramo fue muy lustroso, ya que acabé con el tiempo 83 de 192 (yendo yo a 4:22 de ritmo, como he dicho en la prueba había buen nivel). El perfil no fue duro, pero el piso era de tierra y picaba a ratitos un poco hacia arriba, así que hubo que echar el resto. Pese a todo, 3.000 metros corriendo sí que no me amilanan, los hice y disfruté de la recta de meta como un niño. Resultado final: puesto 158 de 192, con un tiempo de 1h12:51.


En mi opinión, la prueba no es fácil por el tramo de natación tan encajonado, por la dureza del tramo de bici y por el calor sofocante que hace. No hay profesionales en ella, pero es la competición de triatlón con mas nivel y la mas dura en la que he participado, pese a que le han quitado 5 kilómetros a la parte ciclista y eso la hace un poco más accesible. Conseguí acabarla y me saqué la espina de 2010 ¡Prueba superada! En septiembre volveré a centrarme en la carrera pedestre, que es mi favorita, pero antes ¡Nos vamos a Irlanda!


Reto 102 TRIATLONES Y SIMILARES
Pruebas de Deportes Combinados completadas: 5.
% del Total de Pruebas de Deportes Combinados a completar: 4'9%.


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