10 de agosto de 2016

MADRID 2016 (VISITA DE AGOSTO)

Madrid es una de mis ciudades favoritas, pero soy consciente de que puede ser duro vivir en ella. Eso es algo que creo que pasa en todas las grandes metrópolis. Sin embargo, desde el punto de vista turístico Madrid es una urbe alucinante que no debería sentirse inferior a ninguna otra, y no solo porque sea "fun", como decía aquella, ni por sus "relaxing cups of café con leche in Plaza Mayor" (que seguro que merecen la pena, no digo que no). Es alucinante porque es una ciudad con una personalidad apabullante, pese a que en España no goza de tanto prestigio como Barcelona.

Tengo la suerte de haber podido ir Madrid una o dos veces al año desde hace más de dos décadas. Allí tenemos amistades y también tengo familia que vive en los alrededores. De hecho, mi madre es madrileña de nacimiento y vivió en Chamberí hasta los diez años. Además, en Madrid estuvo trabajando mi hermana una buena temporada, por lo que no han faltado a lo largo de los años las excusas para hacer escapadas a la capital.


De niño también visité Madrid con frecuencia. Sin embargo, la realidad es que en ella no siempre he sido turista. La he paseado mucho y la he vivido bastante, pero tengo carencias en lo que se refiere a haber visto bien sus museos y sus monumentos, por ejemplo. Desde hace un tiempo estoy intentando poco a poco poner remedio a esa laguna, siempre que aparece la oportunidad.


Este verano ha surgido una de esas oportunidades. Tan solo dos días después de sacarme la espinita del Triatlón Cros Minas de la Reunión comenzamos la siguiente etapa de nuestras vacaciones, que este año han sido más que completas. El destino final era Irlanda, pero el avión lo cogimos en Madrid y quisimos aprovechar esa circunstancia para pasar un día allí.

En este viaje hemos vuelto a coincidir con mis padres y ahora también hemos estado en compañía de mi hermana y de mi cuñado. Ha sido un viaje familiar, porque ha sido un regalo: el 5 de agosto mi madre cumplió 65 años y decidimos que no había mejor lugar para celebrarlo que Dublín, la ciudad donde pasó el verano en el que cumplió 20 años, trabajando de au pair. Nunca había vuelto a Irlanda y sabíamos que regresar con nosotros en una efeméride tan especial como la de su 65 cumpleaños iba a ser para ella una gran alegría.

El plan estaba pensado para que pudiéramos disfrutar un poco de Madrid el día que íbamos a estar allí, pero tampoco quisimos madrugar demasiado, por lo que llegamos a la Estación de Atocha en AVE a las 14'15 horas. A esa hora comer es una prioridad, por lo que ya llevábamos bien pensado el sitio al que ir a almorzar: el Restaurante Tony Roma's de la célebre Calle Génova. Yo no iba desde 2006 y las niñas nunca habían estado, así que me pareció una buena elección. El sitio no es nada del otro mundo, es una hamburguesería, pero es especial para nosotros por motivos sentimentales (cuando era adolescente iba con mis padres siempre unos días en navidades a Madrid a ver a la familia y nunca faltaba algún almuerzo en el Tony Roma's). Lo normal allí es pedir costillas ("las mejores del mundo", te dicen), pero yo soy más de hamburguesas y en ese lugar siempre me doy un buen homenaje.


Por la noche cenamos en el Rodilla de la Puerta del Sol, que me gusta menos, pero que también tiene su punto sentimental: a mi me recuerda a mis padres, porque ellos tienen especial afición desde hace años a comer en Rodilla cuando van a Madrid y quieren quitarse el hambre de manera rápida, barata y sencilla. Acabar allí fue, esta vez, algo totalmente improvisado, pero nos pareció una buena opción, dado que se nos hizo tarde y que había que apañar la cena por los alrededores de la Puerta del Sol de manera rápida.

El plan vespertino también había tenido que ser bastante improvisado. Tras acabar de comer fuimos a descansar un poco al hotel, pero después la idea era ir al Museo del Prado, un clásico adonde las niñas aún no habían ido, pero donde hay cuadros que ya les suenan. Por desgracia era lunes y al llegar allí nos dimos cuenta de que estaba cerrado. Nos quedamos algo chafados.

Había que inventarse algo que hacer, teniendo en cuenta que ya no era temprano, así que tras dudar mucho decidimos coger el bus turístico de Madrid City Tour. Es un plan raro para alguien que conoce Madrid, pero resultaba novedoso y divertido para Ana y Julia, así que acabamos rulando por la ciudad en un autobús lleno de guiris. Realmente me gustan estos autobuses, en sitios como San Sebastián o Bratislava los hemos cogido y ayudan a hacerse una idea de como están distribuidos los principales puntos de interés en el entramado urbano. Limitarse a estos servicios para conocer un lugar es absurdo, pero como paso previo a explorarlo más a fondo a pie de calle, están bien. En este caso el proceso fue al revés, Madrid ya la tenemos bastante explorada, pero no por eso el trayecto dejó de tener su interés.


Junto al Museo del Prado había una parada de la Ruta 1 (llamada Madrid Histórico) y aunque los autobuses de Madrid City Tour están pensados para que se puedan usar durante 24 horas, subiendo y bajando de ellos, nosotros lo usamos como un simple vehículo para hacer un recorrido turístico de un tirón. El trayecto fue muy agradable, el calor del mediodía había amainado y nos sentamos en la parte descapotable del autobús. Por otro lado, gracias a los auriculares me enteré de detalles que no sabía y además vi algunas cosas como nunca las había visto

Por ejemplo, en la Plaza de Colón, por donde ya habíamos pasado andando después de comer, rodeamos el Monumento a Colón y, ya al final del trayecto, pasamos al lado, también, de la Puerta de Toledo. La novedad fue que al pasar junto a estos monumentos más cerca de lo normal y a una altura inusual, los pude ver mejor que nunca, con explicación incluida.

También me gustó especialmente el paso por la Gran Vía, una calle que he recorrido muchas veces, pero que nunca había admirado a media altura: a pie de calle es un autentico hervidero y nunca mira uno para arriba, pero al pasar en el segundo piso de un autobús, con la ayuda de la audioguía me fijé en los edificios y en la Gran Vía como proyecto urbanístico.


Por la noche, de vuelta al hotel, ya sí caminamos por ella buscando una boca de metro y me reafirmo: cuando se anda por sus aceras es difícil levantar la vista. Entonces destaca por su carácter más mundano.

Las vistas desde el Viaducto de Segovia, ubicado en la Calle Bailén, fueron también espectaculares gracias al autobús.

Finalmente no completamos la ruta entera, porque se hacía tarde y nos bajamos en la parada que hay en la Calle Mayor. Nos quedamos, por tanto, en el corazón de la zona conocida como el Madrid de los Austrias, que tiene para mi un sabor impresionante (allí los edificios, a pesar del gentío actual, te acercan a la época de los Austrias, que es apasionante). No obstante, no nos detuvimos mucho, el cansancio y el hambre ya apretaban a los abuelos y a las niñas, por lo que tiramos hacia la Puerta del Sol, tan especial como siempre por el carácter mítico que tiene. Allí acabamos cenando en Rodilla, como dije antes. Este establecimiento tiene su historia, ya que el primigenio (el de la Plaza de Callao) fue fundado por Antonio Rodilla en 1939 como negocio de venta de sándwiches a precios populares. Hoy día se ha convertido en una cadena y tiene más pinta de fast food que de otra cosa, además de que sus sándwiches me empachan un poco, pero puede uno decantarse por un bocadillo de jamón serrano de los de toda la vida y, como conté antes, para mi tiene ese valor sentimental que hizo que fuera una buena opción.

Para dormir, esta vez tuvimos la suerte de disfrutar del Hotel VP El Madroño, ubicado en la Calle General Díaz Porlier, en pleno Distrito de Salamanca. Yo a Madrid he ido en todas la circunstancias posibles, he dormido en sofás y en colchones tirados por el suelo, pero esta vez pudimos dormir en este aparthotel, que tiene una muy correcta relación calidad/precio.


En él otras veces sí hemos aprovechado la existencia de la cocinita en las habitaciones, pero esta vez ya llegamos cenados.

Al día siguiente por la mañana se nos pegaron las sábanas a tope y casi nos quedamos sin desayunar, lo que hubiera sido una tragedia, ya que la estancia incluía desayuno de bufé, algo que para las niñas es una gozada sin parangón (les divierte mucho y no están acostumbradas, aunque en este viaje los homenajes en este sentido hayan sido diarios).

Por el relax matutino, la mañana se nos quedó un poco corta, ya que a las dos había que estar en el aeropuerto. Teníamos poco tiempo, pero sobre la marcha buscamos un plan que cuadrara con todo y nos fuimos al Parque del Retiro, que estaba relativamente cerca. Por él yo he corrido varias veces en otras visitas (entrenando y también acabando dos de los cuatro maratones de Madrid en los que he participado) y, de hecho, fui a correr un rato por él la mañana del día que volvimos de Irlanda, pero nunca lo había explorado demasiado caminando. De hecho, solo conocía la Fuente del Ángel Caído: supe de su existencia al ver la película El Día de la Bestia y un año fui a ver la estatua entrando al parque por la entrada más cercana y yendo a tiro hecho.

En esta ocasión, sin embargo, nos dimos por el parque un buen paseo, lo que no nos pareció mala idea, teniendo en cuenta que Ana y Julia iban a tener que pasar tres horas sentadas en un avión por la tarde. El Monumento a Alfonso XII y el Estanque Grande del Retiro los vimos bien, pero lo que de verdad vimos a fondo fue el Palacio de Cristal, ya que entramos y tuvimos tiempo de explorarlo con calma. En la actualidad este edificio es una de las dos sedes expositivas que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía tiene en el parque, así que vimos dentro una exposición del autor mexicano Damián Ortega, llamada El Cohete y el Abismo. La misma no me dijo nada, la verdad, pero me dio igual, porque yo lo que iba a contemplar era el edificio en si, que dicen que es la obra cumbre de la arquitectura de cristal y hierro española. Este sí que me encantó.





Al salir llegó el momento de volver al hotel, coger las maletas y tirar para el aeropuerto.

La estancia en Madrid amenazó con quedarse un poco descafeinada al principio, pero creo que supimos encontrar la manera de pasar un buen rato en la capital. Aún así, para mi el simple hecho de dar una vuelta por el Paseo del Prado y echarle un ojo a la Fuente de Neptuno (la Fuente de Cibeles estaba en esta ocasión cubierta de andamios) da por bien empleada una visita a Madrid.

Incluso a la vuelta de Irlanda, pese a que por la conexión de aviones y trenes llegamos a Madrid a las seis de la tarde y cogimos ayer el tren a las 11 de la mañana, he disfrutado de la ciudad.

En esta última parte del viaje apenas si hemos tenido tiempo de darnos un paseo por el Distrito de Salamanca (hemos vuelto a dormir en el mismo hotel) y, además, la ciudad el 8 de agosto la hemos visto desierta, con el agravante para nosotros de que el calor, tras una semana de tiempo otoñal, nos ha dado un buen golpe. Sin embargo, la cena en la Taberna Cazorla, uno de los mejores bares del barrio, nos permitió volver a disfrutar de una buena comida española (tomate aliñao, croquetas, pescaito frito y chipirón plancha) regada con unas cañas.

Antes de acabar el post voy a explicar con brevedad por que me he referido en dos ocasiones al Distrito de Salamanca en vez de al Barrio de Salamanca, que es como se conoce a la zona popularmente. Realmente el Barrio de Salamanca como tal no existe formalmente en Madrid, lo que existe es el Distrito de Salamanca, uno de los 21 distritos en los que está dividida la ciudad. Este distrito está, a su vez, dividido en 6 barrios que son muy cuadriculados. Nosotros nos movimos por el Barrio de Lista, donde estaba el hotel (en el extremo noroeste del distrito) y un poco por el de Castellana, que es el de la gente con más pasta (es una zona de pisos, residencial y comercial, pero de gente de dinero). De hecho es en el Barrio de Castellana donde está la denominada Milla de Oro (la parte de la Calle Ortega y Gasset que está entre la Calle Serrano y la Calle Velázquez). Sin embargo, nosotros no llegamos hasta allí, en el Barrio de Castellana está la Taberna Cazorla, pero se ubica más al norte. En definitiva, el distrito es una zona agradable como visitante, está céntrico y es un lugar tranquilo y seguro.

Como he dicho, Madrid es una ciudad que me encanta.




Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Comunidad de Madrid: 7'7% (hoy día 19'2%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'4% (hoy día 31'7%).

Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de las Principales Ciudades del Mundo que están en Europa que ya estaban visitadas: 2'7% (hoy día 37'8%).
En 1988 (primera visita consciente), % de las Principales Ciudades del Mundo que ya estaban visitadas: 1% (hoy día 16%).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres comentar algo, estaré encantado de leerlo