30 de diciembre de 2019

TOMARES 2019

A punto de finalizar 2019 voy a cumplir con mi tradición anual y voy a dedicarle un post a Tomares. Desde que escribo este blog no ha faltado uno ningún año, y dado que la pasada semana viví un bonito día en el pueblo donde pasé mi infancia y mi adolescencia, voy a mantener la costumbre.


En 2016, durante las primeras Navidades que quedaron reflejadas en En Ole Väsynyt estuvimos un día en Tomares viendo una exposición de Playmobil que se montó en las dependencias del Ayuntamiento, ubicadas en la Hacienda Santa AnaEste año me enteré por casualidad de que en el mismo sitio habían montado un belén de plastilina de más de 20 m² y, como tenía varias mañanas libres en las que iba a estar con las niñas, me pareció una actividad estupenda para hacer con ellas.


En consecuencia, el pasado jueves volví a asomar la nariz en la hacienda que desde 1987 alberga la casa consistorial tomareña. Ese edificio es la típica construcción rural del Aljarafe sevillano, una comarca donde en los siglos XVII y XVIII proliferaron las fincas para el cultivo y la explotación de los campos de olivos. En Tomares, uno de los centros neurálgicos de esa actividad en la zona, había catorce haciendas cuando el conde-duque de Olivares mandó construir Santa Ana a mediados del siglo XVII. En 1987 esta se adaptó en parte para albergar las dependencias municipales, pero fue en 2004, en los años de mayor enriquecimiento del municipio, cuando se acometió la reforma definitiva, en la que se respetó la fachada, que es donde se encuentra el actual acceso principal.


En el interior de la Hacienda Santa Ana destacan los patios, el primero de ellos es pequeño y tiene un ficus tan enorme que parece que el patio tenga techo (el árbol se ve a través de la puerta y por encima del tejado en la foto superior). El segundo es el patio del señorío propiamente dicho, que ejercía de núcleo de la parte habitable del complejo.


El tercero era el patio central de la hacienda y en la actualidad sigue siendo el más amplio de todo el conjunto.


Hoy día alrededor de esos espacios abiertos se distribuyen todas las dependencias municipales. Más allá todavía hay un cuarto patio y al oeste de todo se han conservado unos bonitos jardines. Toda esa distribución se puede ver muy bien en el dibujo inferior, que está extraído de la página web de la Junta de Andalucía.


En 2016 la exposición de Playmobil estaba montada tanto en la Sala de Exposiciones, que es el edificio que separa el tercer y el cuarto patio, como en el Salón de Plenos, que da por un lado al tercer patio y por el otro a los jardines. En esta ocasión el belén de plastilina estaba en este último. Por su parte, en la Sala de Exposiciones habían colocado una reproducción de la casa de Papá Noel, en la cual vimos a... un rey mago.



Como llegamos apurando la hora del cierre y además nos entretuvimos en los patios, cuando entramos en la casa no me quedó tiempo para indagar si el rey mago había encerrado a Papá Noel en un armario o si, directamente, a Santa le habían rescindido el contrato y le habían expulsado de su propio hogar. Bromas aparte, lo de la visita a la cabaña de Papá Noel nos lo encontramos de sopetón y no tuvimos más remedio que echar en ella unos minutos, pero lo que íbamos a ver era el belén.



Las 220 figuras del belén me encantaron, son obras de arte hechas a mano con 35 kilos de plastilina. Por lo visto, en años anteriores ya estuvieron expuestas en otras ciudades españolas.



He leído que las figuras están inspiradas en el universo del cómic, estoy seguro de que es verdad, pero a mí Ana lo que me dijo es que San José y la Virgen María tenían cara de malotes. No pude decirle que no...


Al acabar salimos a la Plaza del Ayuntamiento, donde estaba montada una gran pista de patinaje sobre hielo.


Las niñas se empeñaron en patinar y tuve que convencerlas de que no era el momento, pero esta vez el destino estaba de su lado, porque por la noche volvimos a Tomares a esa misma plaza. No fue casualidad, yo había quedado con mis amigos de toda la vida para cenar en el Mesón Casa Esteban y cuando decidí ir por la mañana a lo del belén ya lo sabía. Era consciente, por tanto, de que el jueves iba a hacer doblete en Tomares. Lo que no podía saber es que antes de la cena iba a acabar echando el rato precisamente en la Plaza del Ayuntamiento. En efecto, por la tarde los que llegamos pronto a la quedada nos fuimos allí con todos los niños para hacer tiempo y, en ese impasse, Ana y Julia sí pudieron sacarse la espinita.


Los adultos, mientras, como la tarde-noche estaba agradable nos sentamos a tomar una cerveza en el Badá Café Bar. Se da la circunstancia de que en este sitio ya estuvimos en 2016 y hablé de él en el primer post que dediqué a Tomares en este blog, pero desde entonces ha cambiado de nombre. En aquella ocasión lo que hicimos fue desayunar y no quedamos demasiado contentos. Esta vez solo nos tomamos una caña, por lo que no he podido hacerme una idea profunda de como es el nuevo negocio.

Después del rato de patinaje y de la cerveza, cuando ya estábamos todos los que habíamos quedado, llegó la hora de ir a cenar. Todos los años por estas fechas quedo con mis amigos de siempre y vamos en familia a tomar algo, somos siete (más Nacho, que nunca falta porque está presente en nuestros corazones) y es raro que podamos estar todos, ya que algunos viven por España e incluso en el extranjero, pero esta vez los astros se alinearon de manera increíble y no hubo ninguna baja. Éramos toda una tropa y, como he dicho, elegimos para la reunión el Mesón Casa Esteban, pero no fuimos al local que tienen desde 1995 (en el que estuvimos, por cierto, en 2014), sino a la nueva sucursal que han abierto muy cerca, en la Calle Virgen de los Dolores.


Este nuevo emplazamiento me trae muchos recuerdos, ya que en ese mismo local llevo 25 años viendo pasar negocios. Los últimos fueron todos restaurantes, el lugar no es muy grande, pero tiene un patio estupendo para ir con niños (el que se ve en la foto de arriba) y antes de ser Casa Esteban no fueron pocas las veces que fuimos a comer a sus antecesores, en las mismas circunstancias que el otro día. Sin embargo, retrotrayéndome más aún, ese local me recuerda a mi adolescencia, cuando yo y todos mis amigos vivíamos no muy lejos. En aquella época, a mediados de los 90, lo que se sucedían en ese sitio eran los bares de copas, cada vez que cerraban uno abrían al poco otro nuevo sin que hubiera cambiado nada, salvo el nombre. Nosotros, que no llegábamos ni a los 18 años, íbamos allí algunos días a tomar unas cañas (ya teníamos edad legal...) mientras jugábamos al futbolín. Nos gustaba aquello, porque se llamara como se llamase siempre estaba casi vacío y eso hacía que fuera muy cómodo para echar el rato. Un día, estando en ese garito, varios de los que nos vimos el pasado jueves presenciamos en directo como entraba la policía dando voces y lo clausuraba. A nosotros nos dijeron que nos marcháramos, no teníamos nada que ver, pero no se me olvidará la pregunta inocente del camarero preguntándole al policía si él también se iba. Huelga decir que se tuvo que quedar.

Los tiempos han cambiado y ese local alberga ahora un restaurante de ambiente taurino. Nosotros también hemos cambiado y ya no vamos a echar futbolines, sino a cenar con todos nuestros niños y niñas, además de con nuestras parejas. Seguro que dentro de otros 25 años Edu, Dani, Fran, Raúl, Ignacio, Luisma, (Nacho) y un servidor seguiremos parando por allí, se llame Casa Esteban o no.

Como se puede comprobar, me pongo en plan nostálgico siempre que voy a Tomares. Eso esta vez fue más patente que nunca durante el rato que estuve por la mañana con Ana y con Julia. El caso es que al llegar a Tomares aparqué cerca del Monumento a Ricardo Torres Bombita y nos fuimos andando hacia la zona del Ayuntamiento para ver el belén, pero antes de llegar recordé que la entrada al mismo costaba algo de dinero, por lo que me desvié y tiré por la Calle Navarro Caro buscando un cajero. Al hacerlo vi en una bocacalle el cartel del Bar Hermanos Montes y recordé que me habían dicho que allí trabaja un viejo compañero de colegio (en realidad, es uno de los hermanos Montes). En ese momento no me detuve, pero decidí pararme a tomar una caña a la vuelta.

Lo de tener que sacar dinero hizo, no solo que viera el bar de Jesús Montes y se me encendiera la bombilla, sino también que diéramos un rodeo que me hizo pasar por la Plaza de la Constitución.


Hoy día la misma está en todo el meollo de Tomares, que surgió en torno a otra de las haciendas de las que hablé antes, llamada Montefuerte. En otra ocasión hablaré de ella con detenimiento, porque esta vez nos limitamos a bordearla, pasando por la mencionada Plaza de la Constitución, para llegar a la Calle La Fuente, donde está el Ayuntamiento.

Después de ver el belén, como había decidido me paré a tomar una cerveza en el bar de Jesús. Él repitió quinto de E.G.B. y eso hizo que le perdiera la pista, en los años siguientes me lo crucé en alguna ocasión, pero desde hace casi 30 años no lo había visto. Pese a esto, nada más asomar la cabeza en su minúscula tasca lo reconocí, ha perdido el pelo, pero por lo demás no ha cambiado mucho. A él le sonó mi cara, pero no me ubicó (yo iba con ventaja). Le pedí un botellín y un refresco para las niñas, y sin decirle nada salí al exterior.


Durante un rato dudé si darme a conocer, soy muy tímido para esas cosas, pero al poco salió a recoger las mesas de fuera y ya no me lo pensé dos veces. En ese momento, tras decirle mi nombre, sí me situó. Me invitó a otro botellín y durante un cuarto de hora estuvimos charlando. En su día no tuvimos mucha relación, pero sí recordaba que él era de Tomares de toda la vida, es un auténtico autóctono de los pocos que deben quedar en el pueblo, que tenía poco más de 5.500 habitantes cuando yo me fui a vivir allí de niño y que en la actualidad supera las 25.000 almas. El rato de charla con Jesús Montes en ese agradable mediodía navideño me resultó entrañable, al igual que la jornada en Tomares al completo. En 2020 volveré.



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado TOMARES.
En 1983 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 1'9% (hoy día 62'9%).
En 1983 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'2% (hoy día 20'6%).


23 de diciembre de 2019

CASTILLEJA DE LA CUESTA 2019

Castilleja de la Cuesta es un pueblo que está situado a unos tres kilómetros al oeste de la ciudad de Sevilla. Por ese lado, nada más salir del casco urbano de la capital el terreno se eleva debido a la presencia de una meseta que llega hasta el cauce del Río Guadiamar, como se puede ver en el mapa que he puesto abajo, que está extraído de un artículo del profesor de la Universidad de Sevilla Miguel García Martín.


Castilleja de la Cuesta es uno de los municipios que se asoma a la cornisa oriental de esa meseta, de hecho se puede decir que está en la ladera de la elevación, circunstancia que le ha valido el apelativo que conforma su nombre. Castilleja tiene además la particularidad de que es el primer pueblo que atraviesa la carretera que une Sevilla con Huelva y con el sur de Portugal. Pese a esto, hoy día la presencia de la A-49, que también atraviesa el término municipal alixeño, ha reforzado el papel urbano de la travesía de esa carretera, que a su paso por Castilleja recibe el nombre de Calle Real.


Dada su cercana posición a SevillaCastilleja triplicó su población entre 1970 y 1990, de manera que ahora ronda los 17.000 habitantes. No es una barbaridad y, además, a pesar de su crecimiento ha sabido conservar su personalidad y un cierto atractivo, aunque por tres de sus lados está rodeado sin solución de continuidad por Gines, Bormujos, Tomares y Camas. Solo por el norte el final del pueblo da paso al campo. 

Yo he estado en Castilleja de la Cuesta en muchas ocasiones, pero no han sido tantas las veces en las que he paseado por sus calles. La población cuenta con un par de iglesias, con una ermita y con cuatro antiguas haciendas que ahora están dedicadas a diversos menesteres, pero ninguna construcción destaca tanto allí como la Casa-Palacio de los Montpensier.


Hasta el otro día nunca había entrado en este imponente edificio, pero el pasado viernes tuve la oportunidad de visitarlo, pese a que no está abierto al público. Gracias a esto y al paseo que me di después he pensado que es una buen momento para dedicarle a Castilleja de la Cuesta un post en este blog. La Casa-Palacio de los Montpensier da a la Calle Real, se conserva muy bien y le da un empaque a Castilleja que no tienen ninguno de los pueblos que la rodean. 

Por el nombre puede que la Casa-Palacio de los Montpensier no impresione demasiado, pero la edificación tiene una larga vida llena de hitos importantes. Para empezar, su parte más antigua pertenecía en el siglo XVI a un tal Alonso Rodríguez, que por alguna razón era amigo de Hernán Cortés, nada más y nada menos. Cortés es uno de los personajes más destacados de la historia de la humanidad, su figura es polémica y controvertida por la manera en la que dirigió la conquista de lo que hoy es México, pero su influencia en el devenir de la historia de occidente está fuera de toda duda. El caso es que Hernán Cortés durante su vida estuvo más tiempo en América que en España, pero en 1541 volvió a la Península cuando contaba con 56 años para tratar en persona ciertos asuntos. Aquí no llegó a estar a gusto y en 1547 decidió que se volvía a América, pero para ese entonces ya estaba bastante cascado y como paso previo a embarcarse en Sevilla fue a reponerse a la casa que su amigo Alonso Rodríguez tenía en la cercana localidad de Castilleja. La propiedad por aquel entonces no pasaba de ser un palacete rural que estaba en el extremo de un pequeño pueblo, no se exactamente cuanto tiempo llegó a estar el célebre conquistador en él, pero lo que sí se es que allí murió el 2 de diciembre de 1547 a la edad de 62 años.


300 años después de que Hernán Cortés muriese en ella la casa se encontraba en estado de ruina, pero seguía estando a la vista de todos los que iban desde Sevilla al suroeste de la Península Ibérica. Uno de ellos era con frecuencia Antonio de Orleans, que aunque por el nombre no nos suene era el décimo hijo del rey Luis Felipe I de Francia. Con 22 años Antonio, que no tenía opciones de reinar en el país vecino, se casó con María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de la reina española Isabel II y heredera al trono de España hasta que Isabel diera a luz un heredero. Tras el matrimonio, Antonio y Luisa Fernanda fueron nombrados duques de Montpensier. Por su parte, el hijo y heredero de Isabel II se hizo esperar, por lo que Antonio de Orleans se vio cerca del trono durante bastante tiempo, lo cual no parece que le supusiera un problema, de hecho eran tantas sus ganas de meter baza en la política española que la reina Isabel invitó a su hermana a que se fuera a vivir con su señor esposo lejos de Madrid. Por ello, en 1849 Luisa Fernanda y Antonio se instalaron en Sevilla, de donde ya no se fueron y desde donde se movieron con bastante soltura por las provincias de SevillaCádiz y Huelva durante casi medio siglo. Además, en la ciudad hispalense crearon una especie de mini corte que rivalizó con la de la reina en Madrid y gracias a la cual siguieron influyendo bastante en la política nacional.

La presencia de los duques de Montpensier fue clave para que Sevilla levantara algo de cabeza después de 150 años de marasmo, y además, por lo que respecta a lo que ahora nos interesa, su influencia llegó a Castilleja de la Cuesta. El caso es que el duque se hizo con una propiedad en Villamanrique a la que iba a menudo, para lo cual atravesaba lo que actualmente es la Calle Real de Castilleja, adonde se asomaba la semiderruida casa en la que Hernán Cortés había muerto. Antonio de Orleans estaba personalmente bastante interesado en la historia de América y debía dolerle en el alma ver como ese edificio en particular se iba viniendo abajo, así que en 1853 decidió comprarlo y restaurarlo. Después, en 1855 creó en él un pequeño museo centrado en la figura del conquistador. En cualquier caso, el inmueble no era más que un palacete campestre y quizás al duque le pareció poca cosa limitarse a restaurarlo, por lo que también fue comprando las propiedades anexas y las incorporó a su proyecto, en el que unió su deseo de que no se derrumbara el último refugio de Hernán Cortés, con la idea de convertirlo en algo que le resultara habitable a él mismo. De esa forma, en 1867 la casa que perteneciera a Alonso Martínez, junto a otras tres contiguas, se habían transformado en un palacio, y en la misma parcela otras cuatro viviendas se habían unido al conjunto para alojar a la servidumbre y para instalar allí las caballerizas (en los planos inferiores se aprecia como cambió la manzana en los años posteriores al desembarco de Antonio de Orleans en Castilleja).


La historia del edificio no acaba ahí, ya que acabó engrosando la herencia de Alfonso XII, sobrino de los duques de Montpensier, y después, tras el prematuro fallecimiento del monarca, la de su hija, la cual pasó de la Casa-Palacio, entre otras cosas porque era una niña (era la hermana de Alfonso XIII, que aún no había nacido al morir su padre). Tras 15 años cerrado a unas avispadas monjas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, una congregación católica conocida popularmente como Las Irlandesas, las cuales necesitaban un edificio para trasladar un colegio que tenían en El Puerto de Santa María, se les ocurrió que ese inmueble les venía al pelo para su propósito y pidieron a la reina regente que se lo prestara. En 1891 esta accedió a alquilárselo a las monjas, que se trasladaron allí y acabaron haciéndole considerables reformas al palacio. Finalmente, cuando la hermana de Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y ya pudo tomar sus propias decisiones no tuvo problema en vendérselo a las religiosas, que pasaron a ser sus propietarias en 1904.


Y ahí es donde entra mi familia en escena, porque resulta que en ese colegio de monjas, que sigue activo, estuvo mi madre interna dos años, entre 1964 y 1966. Ella tiene muy buenos recuerdos de su estancia allí y, por una serie de carambolas, hace unos meses entró en contacto con una profesora de la Universidad de Sevilla que sigue ejerciendo (mi madre también lo fue, pero está jubilada) y entre las dos quieren escribir un libro que cubra la historia del edificio desde que fue adquirido por Las Irlandesas hasta el presente. Por esta razón mi madre programó una visita al mismo, a la que yo me he unido, como no.


En la actualidad, se puede decir que el edificio consta de cuatro partes. En primer lugar se conservan las habitaciones que ya existían en tiempos de Hernán Cortés, que son pocas, porque en aquella época la casa era pequeña. Luego, adosadas a esas estancias están las que Antonio de Orleans construyó después de adquirir el inmueble y los que quedaban a sus lados, para convertirlos todos en un palacio. El tercer grupo se corresponde con una ampliación que hicieron las monjas para agrandar el colegio, precisamente en los años en los que mi madre estudiaba en él. Por último, hace no mucho se levantó otro ala para agrandar aún más el centro escolar. Por dentro, todo está unido.

Nosotros entramos en la Casa-Palacio por uno de sus extremos, a través de una puerta normal que cuenta incluso con un telefonillo, y que da acceso a la parte del complejo que las monjas usan para su vida diaria. Actualmente el colegio es concertado y solo residen allí cinco de ellas, por lo que los roles ha cambiado y la actividad de las hermanas no está ligada a la enseñanza como en tiempos de mi madre. De hecho no estaban, por lo visto un día a la semana salen para algo que no me quedó claro. En principio, a nosotros nos iba a enseñar el edificio una de las religiosas, pero al final coincidió conque no iba a estar y la misma delegó en Juani, una encantadora mujer que trabaja para ellas como asistenta y como cocinera.

A mí lo primero que me interesaba era ver la parte primigenia en la que murió Hernan Cortés. En ella, en la habitación donde pasó a mejor vida las monjas conservan un pequeño museo a su memoria.


El mismo es muy modesto y apenas si consta de un par de carteles explicativos y unos cuantos muebles que se suponen que son de aquella época, además de un busto de Cortés. Realmente, la pequeña muestra no tiene más pretensiones que la de servir de homenaje íntimo al conquistador extremeño, justo en el sitio donde falleció.

Esa habitación y la zona a la que se asoma se conservan igual, aunque esta última ha sido cerrada para hacerla habitable y se ha convertido en una galería.


A esa galería da también la habitación en la que el duque de Montepensier instaló el museo original dedicado a Hernán Cortés.


El citado museo que promovió Antonio de Orleans no se como fue, pero me imagino que no debía ser muy diferente al que en la actualidad mantienen las monjas en la habitación contigua. Ellas, por otro lado, han convertido la estancia donde estuvo la exposición en un lujoso salón.


Salvo estas habitaciones, que están igual, todo lo demás ha sido alterado por las obras que las religiosas han ido haciendo. Hay, en primer lugar, una parte en la que ubicaron el colegio en el que estudió mi madre. Está a la espalda del salón del que acabo de hablar y se accede a él por una escalera que queda a su izquierda. Por esa misma escalera se accede a la vivienda de las cinco monjas, que tiene una pinta normal.


Juani nos abrió esa zona privada para que la viéramos (los dormitorios no, como es lógico, solo las estancias comunes). Me sorprendió ver en el salón una cinta de correr (o de andar), una bici estática y una elíptica, mola comprobar que hoy día las monjas viven en el mundo real.

El resto del edificio se corresponde con las instalaciones del Colegio Bienaventurada Virgen María (o Colegio de Las Irlandesas, que es como se le conoce). Al principio pareció que no íbamos a poder ver ese sector, pero mientras visitábamos la otra parte llegó la hora del recreo y Juani nos pudo abrir la puerta de la escalera que daba a la zona escolar, que es muy grande.


Lo primero que vimos fue la ampliación de los Montpensier, que fue lo que las monjas convirtieron en colegio interno a principios de siglo. Allí es donde estaban las estancias en las que mi madre vivió y estudió el final del bachillerato. Por lo visto, en su curso eran unas quince adolescentes, la mitad estudiaba secretariado y la otra mitad estudiaba bachillerato. Aparte de las niñas que estaban en su clase, había, como es lógico, una clase para cada curso, por lo que se juntaban en el centro educativo un montón de personas.

Toda la parte que se usaba como colegio sigue estando igual, aunque el estado de conservación de las estancias difiere. Las de abajo y las de la primera planta se siguen usando. Las de la segunda planta, por contra, están en desuso, ya que no hay niñas internas, y si bien no se han abandonado, presentan un aspecto un tanto tétrico y frío.


La primera planta, por contra, tiene otro aspecto, ya que está en uso. Nosotros nos dedicamos a curiosear durante la hora del recreo y, gracias a eso, vimos a un montón de chicos y chicas que deambulaban por allí en su rato de asueto. Yo tuve cuidado de que no salieran en las fotos, pero estaban.


En ese rato vimos también la enorme sala donde se reunían las niñas con sus familias cuando aquello era un internado. Ese lugar ha variado, porque ahora en uno de los lados han levantado unas paredes de pladur y han creado allí la conserjería del colegio. El resto, que sigue siendo enorme, está montado como salón de actos.


Lo que me resultó más curioso fue ver como ha mutado la habitación que los duques de Montpensier en su día diseñaron para ellos. Ese espacio estaba en un torreón que le hicieron al edificio y que desde la calle se sigue viendo tal cual.


Por dentro, sin embargo, el mismo ha cambiado y la habitación, que estaba en la primera planta, ha quedado relegada a la función de pasillo.


En origen la habitación tenía un balcón y dos ventanas, ya que ocupaba toda la planta del torreón y daba al exterior por tres de sus cuatro lados. Por el cuarto es por donde comunicaba con el resto de la edificación. En la actualidad por este último lado, que da al oeste, sigue estando el pasillo, por el norte aún existe el balcón, pero da por dentro a un servicio, y por los otros dos lados donde antes había ventanales que llegaban hasta el suelo y daban afuera ahora está la nueva ampliación que fue construida por las monjas en 1965. Debido a su presencia, ahora en la pared este lo que hay es una puerta que da a una azotea y por el sur han convertido lo que otrora fue una bonita ventana en un arco lobulado que da paso a la zona más moderna del edificio escolar.


Después de este recorrido por el edificio, que se ha formado por la superposición de las sucesivas ampliaciones hechas en los últimos dos siglos, llegó el momento de salir a los espectaculares jardines que tiene la finca. El valor que debe tener a día de hoy esa enorme parcela debe ser estratosférico.

Desde el jardín se distingue perfectamente la parte más moderna del colegio.


En otra esquina de la parcela hay otro edificio más, también dedicado a la enseñanza, y repartidas por la parte este se encuentran las instalaciones típicas que tienen todos los patios de colegio. Fue entrañable ver por allí a la juventud jugando o pelando la pava, según la edad.

Nosotros nos centramos en la parte opuesta del jardín, la oeste, que está abierta a los estudiantes, pero en la cual no vi a ninguno.


En ese sector hay varios elementos destacados: el primero es la enorme iglesia en la que me detendré más adelante, el segundo es una alberca y un pozo que llevan ahí desde el principio. Por último, es interesante también la tumba del caballo que montó Hernán Cortés en sus últimos años de vida.


Se cuenta que Hernán Cortés tenía tanto aprecio por su caballo Cordobés que se lo trajo a España en el que, a la postre, sería el último viaje de ambos. Parece ser que Cordobés murió en el lapso de tiempo en el que Cortés estuvo aposentado en Castilleja, poco antes de que lo hiciera él mismo. La diferencia es que los restos del conquistador se conservaron y se encuentran en México, mientras que los del caballo, que supuestamente fue enterrado en el jardín, no se han encontrado. Pese a esto, se conserva su lápida, que no parece ser la original y que ha sido cambiada de lugar varias veces, pero que sirve para que el nombre del equino no caiga en el olvido.


Hablando de tumbas, también me resultó muy curioso el cuidado cementerio donde están enterradas las monjas de la congregación de Las Irlandesas que han ido muriendo en Castilleja en el último siglo.



Muchas eran extranjeras, otras no, y a algunas las conoció mi madre. De hecho, buscamos la tumba de una monja que murió al despeñarse por las escaleras de la iglesia en la época en la que mi madre fue alumna. Como es lógico, aquel suceso fue muy sonado en el colegio. Hoy día, esa escalera está cerrada por una puerta (me da que no debe ser muy segura), pero puede verse un poco a través de una ventana.


Con respecto a la enorme iglesia, la misma la levantaron las monjas en 1909 dando al patio original de la casa de Alonso Rodríguez, que había sido arreglado por los duques de Montpensier.


La iglesia es obra de José Espiau y Muñoz, un célebre arquitecto que es responsable de muchos de los edificios sevillanos más llamativos del pasado siglo y que se erigió en uno de los principales representantes del estilo regionalista. De todas formas, la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús fue una de sus primeras obras y no se adscribe al regionalismo, sino que es neogótica.


La monumentalidad de la iglesia me sorprendió y, por lo visto, no ha cambiado nada en el último medio siglo, ya que mi madre la recordaba igual.


En la iglesia terminó nuestra visita. Juani hacía rato que nos había dejado a nuestro aire y había vuelto a sus quehaceres, por lo que la parte del jardín y la del templo la vimos por nuestra cuenta. Para salir usamos la misma puerta por la que habíamos entrado. Al atravesarla, el recio edificio recuperó su opacidad, ya que desde la calle parece una fortaleza.


Ahora ya se que por el otro lado rebosa vida, como corresponde a un centro educativo, aunque los niños acceden por una cancela que da al patio por el costado este de la parcela y los portones que dan a la Calle Real solo se abren puntualmente. La entrada que nosotros usamos es la que utilizan las monjas. La que está cerca de la conserjería del colegio también se usa, aunque no es la habitual para el acceso de los alumnos. Las demás, incluido el recio portón que instalaron los duques de Montpensier y que se conserva intacto, permanecen siempre cerradas.


Después de la exhaustiva visita mi madre y yo subimos por la Calle Hernán Cortés hasta la Plaza de Santiago, que puede ser considerado el epicentro del pueblo.



Yo hacía muchos años que no veía la Plaza de Santiago, en mi opinión la misma destaca por los arcos que conserva en tres de sus cuatro equinas, que dicen que pueden ser reminiscencias de un antiguo castillo medieval. No he encontrado ninguna fuente en la que esto se corrobore de manera mínimamente fehaciente, lo que hace que para mí los arcos no pasen de ser tres elementos arquitectónicos que embellecen la plaza.




Antes de irnos nos tomamos un refresco en Calamocha, un restaurante que da por una puerta a la plaza y por la otra a la Calle Convento.


Al día siguiente, sabiendo ya que iba a escribir este post sobre Castilleja, se me ocurrió ir a cenar a Casa Joselito, aprovechando que fuimos a ver el partido del Betis Féminas y que íbamos de vuelta a casa ya casi a las 9 de la noche. Casa Joselito es un sitio mítico para mí y está en un lugar donde se puede aparcar bien. Por eso, yendo de Sevilla a Villanueva es siempre una magnífica opción para hacer un alto, si se sabe donde está.

Casa Joselito se fundó en 1977, por lo que es de mi quinta. Yo fui por primera vez con mis padres cuando tenía siete u ocho años y desde ese momento se convirtió en un bar donde periódicamente nos pegábamos un homenaje. Mi hermana con cinco o seis años comía fatal y mi madre siempre cuenta que cuando íbamos a Casa Joselito disfrutaba como nunca, porque se podía relajar, ya que allí mi hermana se ponía de caldereta hasta los ojos sin que ella tuviera que hacer nada. Eso, por lo visto, no pasaba en ningún otro lado. Luego, con los años yo he seguido yendo a veces, aunque hacía ya bastante tiempo que no saboreaba sus deliciosas croquetas.


Para mis padres, Casa  Joselito era, y es, el Josele, yo me he enterado hace relativamente poco de que su verdadero nombre no es ese. En cualquier caso, el bar restaurante está un lugar escasamente lustroso.


En efecto, Casa  Joselito está abierto en una vivienda normal y corriente, al principio se veía mejor que aquello era un apaño, luego con los años han ido reformando el inmueble y aunque la esencia se conserva, han cerrado los patios interiores.


Como restaurante su aspecto es cutre y en las reformas no se han comido el coco. Los patios, por ejemplo, los han cerrado con techos de uralita, y punto. Lo que pasa es que allí se come de lujo y eso, al final, es lo que cuenta. El sábado, además de la caldereta no dejamos de pedir las croquetas que comentaba y, sobre todo, los huevos con bechamel, que es mi plato favorito en ese sitio.



Hay que destacar que la caldereta la acompañan con patatas fritas totalmente verdaderas, todo un lujo en los tiempos que corren. Volveremos a Casa Joselito, que duda cabe.

Para acabar, no puedo dejar de hacer referencia al hecho de que el pasado fue, sin duda, el fin de semana de Castilleja de la Cuesta. Yo hacía años que no iba y en cuatro días fui tres veces. De las dos primeras ya he hablado y dependieron de mí, pero la tercera fue inesperada y me llevó el lunes por la mañana al polígono industrial que tiene el pueblo, justo a la espalda del colegio de Las Irlandesas, entre este y la A-49. En ese pequeño polígono tiene su fábrica la empresa de dulces Upita de los Reyes.


Castilleja de la Cuesta es famosa por producción de dulces, entre los que destacan las tortas de aceite. Antiguamente la producción no era tan exagerada, pero hoy día incluso se exportan dulces alixeños al extranjero, por lo que las fábricas se han desplazado del centro de la población a los polígonos. A mí en principio no se me había perdido nada en la fábrica de Upita de los Reyes, pero el lunes por la tarde se celebró en el colegio de mis hijas la tradicional zambombá, que no es más que una fiesta navideña de final de trimestre. El caso es que los preparativos se llevaron a cabo el lunes por la mañana, montar un evento así es un trabajazo y a primera hora me enteré de que nadie podía ir a recoger los dulces que estaban encargados. Yo no trabajaba y ante ese hecho me presenté voluntario para ir a por ellos, de manera que a mediodía me desplacé a Castilleja para recoger de la fábrica de Upita de los Reyes 800 magdalenas para la fiesta, las cuales colapsaron el maletero y la parte de atrás de mi coche.


En definitiva, este post me he explayado hablando de la Casa-Palacio de los Montpensier y he aprovechado para mencionar otros lugares destacados del pueblo, pero no he dicho nada de las cuatro haciendas y de las dos iglesias que también tiene. Dado que aún hay material, en el futuro escribiré un nuevo post sobre Castilleja de la Cuesta empezando donde lo he dejado en este.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado CASTILLEJA DE LA CUESTA.
En 2004 (primera visita real), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 20% (hoy día 62'9%).
En 2004 (primera visita real), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 7'7% (hoy día 20'6%).