23 de diciembre de 2019

CASTILLEJA DE LA CUESTA 2019

Castilleja de la Cuesta es un pueblo que está situado a unos tres kilómetros al oeste de la ciudad de Sevilla. Por ese lado, nada más salir del casco urbano de la capital el terreno se eleva debido a la presencia de una meseta que llega hasta el cauce del Río Guadiamar, como se puede ver en el mapa que he puesto abajo, que está extraído de un artículo del profesor de la Universidad de Sevilla Miguel García Martín.


Castilleja de la Cuesta es uno de los municipios que se asoma a la cornisa oriental de esa meseta, de hecho se puede decir que está en la ladera de la elevación, circunstancia que le ha valido el apelativo que conforma su nombre. Castilleja tiene además la particularidad de que es el primer pueblo que atraviesa la carretera que une Sevilla con Huelva y con el sur de Portugal. Pese a esto, hoy día la presencia de la A-49, que también atraviesa el término municipal alixeño, ha reforzado el papel urbano de la travesía de esa carretera, que a su paso por Castilleja recibe el nombre de Calle Real.


Dada su cercana posición a SevillaCastilleja triplicó su población entre 1970 y 1990, de manera que ahora ronda los 17.000 habitantes. No es una barbaridad y, además, a pesar de su crecimiento ha sabido conservar su personalidad y un cierto atractivo, aunque por tres de sus lados está rodeado sin solución de continuidad por Gines, Bormujos, Tomares y Camas. Solo por el norte el final del pueblo da paso al campo. 

Yo he estado en Castilleja de la Cuesta en muchas ocasiones, pero no han sido tantas las veces en las que he paseado por sus calles. La población cuenta con un par de iglesias, con una ermita y con cuatro antiguas haciendas que ahora están dedicadas a diversos menesteres, pero ninguna construcción destaca tanto allí como la Casa-Palacio de los Montpensier.


Hasta el otro día nunca había entrado en este imponente edificio, pero el pasado viernes tuve la oportunidad de visitarlo, pese a que no está abierto al público. Gracias a esto y al paseo que me di después he pensado que es una buen momento para dedicarle a Castilleja de la Cuesta un post en este blog. La Casa-Palacio de los Montpensier da a la Calle Real, se conserva muy bien y le da un empaque a Castilleja que no tienen ninguno de los pueblos que la rodean. 

Por el nombre puede que la Casa-Palacio de los Montpensier no impresione demasiado, pero la edificación tiene una larga vida llena de hitos importantes. Para empezar, su parte más antigua pertenecía en el siglo XVI a un tal Alonso Rodríguez, que por alguna razón era amigo de Hernán Cortés, nada más y nada menos. Cortés es uno de los personajes más destacados de la historia de la humanidad, su figura es polémica y controvertida por la manera en la que dirigió la conquista de lo que hoy es México, pero su influencia en el devenir de la historia de occidente está fuera de toda duda. El caso es que Hernán Cortés durante su vida estuvo más tiempo en América que en España, pero en 1541 volvió a la Península cuando contaba con 56 años para tratar en persona ciertos asuntos. Aquí no llegó a estar a gusto y en 1547 decidió que se volvía a América, pero para ese entonces ya estaba bastante cascado y como paso previo a embarcarse en Sevilla fue a reponerse a la casa que su amigo Alonso Rodríguez tenía en la cercana localidad de Castilleja. La propiedad por aquel entonces no pasaba de ser un palacete rural que estaba en el extremo de un pequeño pueblo, no se exactamente cuanto tiempo llegó a estar el célebre conquistador en él, pero lo que sí se es que allí murió el 2 de diciembre de 1547 a la edad de 62 años.


300 años después de que Hernán Cortés muriese en ella la casa se encontraba en estado de ruina, pero seguía estando a la vista de todos los que iban desde Sevilla al suroeste de la Península Ibérica. Uno de ellos era con frecuencia Antonio de Orleans, que aunque por el nombre no nos suene era el décimo hijo del rey Luis Felipe I de Francia. Con 22 años Antonio, que no tenía opciones de reinar en el país vecino, se casó con María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de la reina española Isabel II y heredera al trono de España hasta que Isabel diera a luz un heredero. Tras el matrimonio, Antonio y Luisa Fernanda fueron nombrados duques de Montpensier. Por su parte, el hijo y heredero de Isabel II se hizo esperar, por lo que Antonio de Orleans se vio cerca del trono durante bastante tiempo, lo cual no parece que le supusiera un problema, de hecho eran tantas sus ganas de meter baza en la política española que la reina Isabel invitó a su hermana a que se fuera a vivir con su señor esposo lejos de Madrid. Por ello, en 1849 Luisa Fernanda y Antonio se instalaron en Sevilla, de donde ya no se fueron y desde donde se movieron con bastante soltura por las provincias de SevillaCádiz y Huelva durante casi medio siglo. Además, en la ciudad hispalense crearon una especie de mini corte que rivalizó con la de la reina en Madrid y gracias a la cual siguieron influyendo bastante en la política nacional.

La presencia de los duques de Montpensier fue clave para que Sevilla levantara algo de cabeza después de 150 años de marasmo, y además, por lo que respecta a lo que ahora nos interesa, su influencia llegó a Castilleja de la Cuesta. El caso es que el duque se hizo con una propiedad en Villamanrique a la que iba a menudo, para lo cual atravesaba lo que actualmente es la Calle Real de Castilleja, adonde se asomaba la semiderruida casa en la que Hernán Cortés había muerto. Antonio de Orleans estaba personalmente bastante interesado en la historia de América y debía dolerle en el alma ver como ese edificio en particular se iba viniendo abajo, así que en 1853 decidió comprarlo y restaurarlo. Después, en 1855 creó en él un pequeño museo centrado en la figura del conquistador. En cualquier caso, el inmueble no era más que un palacete campestre y quizás al duque le pareció poca cosa limitarse a restaurarlo, por lo que también fue comprando las propiedades anexas y las incorporó a su proyecto, en el que unió su deseo de que no se derrumbara el último refugio de Hernán Cortés, con la idea de convertirlo en algo que le resultara habitable a él mismo. De esa forma, en 1867 la casa que perteneciera a Alonso Martínez, junto a otras tres contiguas, se habían transformado en un palacio, y en la misma parcela otras cuatro viviendas se habían unido al conjunto para alojar a la servidumbre y para instalar allí las caballerizas (en los planos inferiores se aprecia como cambió la manzana en los años posteriores al desembarco de Antonio de Orleans en Castilleja).


La historia del edificio no acaba ahí, ya que acabó engrosando la herencia de Alfonso XII, sobrino de los duques de Montpensier, y después, tras el prematuro fallecimiento del monarca, la de su hija, la cual pasó de la Casa-Palacio, entre otras cosas porque era una niña (era la hermana de Alfonso XIII, que aún no había nacido al morir su padre). Tras 15 años cerrado a unas avispadas monjas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, una congregación católica conocida popularmente como Las Irlandesas, las cuales necesitaban un edificio para trasladar un colegio que tenían en El Puerto de Santa María, se les ocurrió que ese inmueble les venía al pelo para su propósito y pidieron a la reina regente que se lo prestara. En 1891 esta accedió a alquilárselo a las monjas, que se trasladaron allí y acabaron haciéndole considerables reformas al palacio. Finalmente, cuando la hermana de Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y ya pudo tomar sus propias decisiones no tuvo problema en vendérselo a las religiosas, que pasaron a ser sus propietarias en 1904.


Y ahí es donde entra mi familia en escena, porque resulta que en ese colegio de monjas, que sigue activo, estuvo mi madre interna dos años, entre 1964 y 1966. Ella tiene muy buenos recuerdos de su estancia allí y, por una serie de carambolas, hace unos meses entró en contacto con una profesora de la Universidad de Sevilla que sigue ejerciendo (mi madre también lo fue, pero está jubilada) y entre las dos quieren escribir un libro que cubra la historia del edificio desde que fue adquirido por Las Irlandesas hasta el presente. Por esta razón mi madre programó una visita al mismo, a la que yo me he unido, como no.


En la actualidad, se puede decir que el edificio consta de cuatro partes. En primer lugar se conservan las habitaciones que ya existían en tiempos de Hernán Cortés, que son pocas, porque en aquella época la casa era pequeña. Luego, adosadas a esas estancias están las que Antonio de Orleans construyó después de adquirir el inmueble y los que quedaban a sus lados, para convertirlos todos en un palacio. El tercer grupo se corresponde con una ampliación que hicieron las monjas para agrandar el colegio, precisamente en los años en los que mi madre estudiaba en él. Por último, hace no mucho se levantó otro ala para agrandar aún más el centro escolar. Por dentro, todo está unido.

Nosotros entramos en la Casa-Palacio por uno de sus extremos, a través de una puerta normal que cuenta incluso con un telefonillo, y que da acceso a la parte del complejo que las monjas usan para su vida diaria. Actualmente el colegio es concertado y solo residen allí cinco de ellas, por lo que los roles ha cambiado y la actividad de las hermanas no está ligada a la enseñanza como en tiempos de mi madre. De hecho no estaban, por lo visto un día a la semana salen para algo que no me quedó claro. En principio, a nosotros nos iba a enseñar el edificio una de las religiosas, pero al final coincidió conque no iba a estar y la misma delegó en Juani, una encantadora mujer que trabaja para ellas como asistenta y como cocinera.

A mí lo primero que me interesaba era ver la parte primigenia en la que murió Hernan Cortés. En ella, en la habitación donde pasó a mejor vida las monjas conservan un pequeño museo a su memoria.


El mismo es muy modesto y apenas si consta de un par de carteles explicativos y unos cuantos muebles que se suponen que son de aquella época, además de un busto de Cortés. Realmente, la pequeña muestra no tiene más pretensiones que la de servir de homenaje íntimo al conquistador extremeño, justo en el sitio donde falleció.

Esa habitación y la zona a la que se asoma se conservan igual, aunque esta última ha sido cerrada para hacerla habitable y se ha convertido en una galería.


A esa galería da también la habitación en la que el duque de Montepensier instaló el museo original dedicado a Hernán Cortés.


El citado museo que promovió Antonio de Orleans no se como fue, pero me imagino que no debía ser muy diferente al que en la actualidad mantienen las monjas en la habitación contigua. Ellas, por otro lado, han convertido la estancia donde estuvo la exposición en un lujoso salón.


Salvo estas habitaciones, que están igual, todo lo demás ha sido alterado por las obras que las religiosas han ido haciendo. Hay, en primer lugar, una parte en la que ubicaron el colegio en el que estudió mi madre. Está a la espalda del salón del que acabo de hablar y se accede a él por una escalera que queda a su izquierda. Por esa misma escalera se accede a la vivienda de las cinco monjas, que tiene una pinta normal.


Juani nos abrió esa zona privada para que la viéramos (los dormitorios no, como es lógico, solo las estancias comunes). Me sorprendió ver en el salón una cinta de correr (o de andar), una bici estática y una elíptica, mola comprobar que hoy día las monjas viven en el mundo real.

El resto del edificio se corresponde con las instalaciones del Colegio Bienaventurada Virgen María (o Colegio de Las Irlandesas, que es como se le conoce). Al principio pareció que no íbamos a poder ver ese sector, pero mientras visitábamos la otra parte llegó la hora del recreo y Juani nos pudo abrir la puerta de la escalera que daba a la zona escolar, que es muy grande.


Lo primero que vimos fue la ampliación de los Montpensier, que fue lo que las monjas convirtieron en colegio interno a principios de siglo. Allí es donde estaban las estancias en las que mi madre vivió y estudió el final del bachillerato. Por lo visto, en su curso eran unas quince adolescentes, la mitad estudiaba secretariado y la otra mitad estudiaba bachillerato. Aparte de las niñas que estaban en su clase, había, como es lógico, una clase para cada curso, por lo que se juntaban en el centro educativo un montón de personas.

Toda la parte que se usaba como colegio sigue estando igual, aunque el estado de conservación de las estancias difiere. Las de abajo y las de la primera planta se siguen usando. Las de la segunda planta, por contra, están en desuso, ya que no hay niñas internas, y si bien no se han abandonado, presentan un aspecto un tanto tétrico y frío.


La primera planta, por contra, tiene otro aspecto, ya que está en uso. Nosotros nos dedicamos a curiosear durante la hora del recreo y, gracias a eso, vimos a un montón de chicos y chicas que deambulaban por allí en su rato de asueto. Yo tuve cuidado de que no salieran en las fotos, pero estaban.


En ese rato vimos también la enorme sala donde se reunían las niñas con sus familias cuando aquello era un internado. Ese lugar ha variado, porque ahora en uno de los lados han levantado unas paredes de pladur y han creado allí la conserjería del colegio. El resto, que sigue siendo enorme, está montado como salón de actos.


Lo que me resultó más curioso fue ver como ha mutado la habitación que los duques de Montpensier en su día diseñaron para ellos. Ese espacio estaba en un torreón que le hicieron al edificio y que desde la calle se sigue viendo tal cual.


Por dentro, sin embargo, el mismo ha cambiado y la habitación, que estaba en la primera planta, ha quedado relegada a la función de pasillo.


En origen la habitación tenía un balcón y dos ventanas, ya que ocupaba toda la planta del torreón y daba al exterior por tres de sus cuatro lados. Por el cuarto es por donde comunicaba con el resto de la edificación. En la actualidad por este último lado, que da al oeste, sigue estando el pasillo, por el norte aún existe el balcón, pero da por dentro a un servicio, y por los otros dos lados donde antes había ventanales que llegaban hasta el suelo y daban afuera ahora está la nueva ampliación que fue construida por las monjas en 1965. Debido a su presencia, ahora en la pared este lo que hay es una puerta que da a una azotea y por el sur han convertido lo que otrora fue una bonita ventana en un arco lobulado que da paso a la zona más moderna del edificio escolar.


Después de este recorrido por el edificio, que se ha formado por la superposición de las sucesivas ampliaciones hechas en los últimos dos siglos, llegó el momento de salir a los espectaculares jardines que tiene la finca. El valor que debe tener a día de hoy esa enorme parcela debe ser estratosférico.

Desde el jardín se distingue perfectamente la parte más moderna del colegio.


En otra esquina de la parcela hay otro edificio más, también dedicado a la enseñanza, y repartidas por la parte este se encuentran las instalaciones típicas que tienen todos los patios de colegio. Fue entrañable ver por allí a la juventud jugando o pelando la pava, según la edad.

Nosotros nos centramos en la parte opuesta del jardín, la oeste, que está abierta a los estudiantes, pero en la cual no vi a ninguno.


En ese sector hay varios elementos destacados: el primero es la enorme iglesia en la que me detendré más adelante, el segundo es una alberca y un pozo que llevan ahí desde el principio. Por último, es interesante también la tumba del caballo que montó Hernán Cortés en sus últimos años de vida.


Se cuenta que Hernán Cortés tenía tanto aprecio por su caballo Cordobés que se lo trajo a España en el que, a la postre, sería el último viaje de ambos. Parece ser que Cordobés murió en el lapso de tiempo en el que Cortés estuvo aposentado en Castilleja, poco antes de que lo hiciera él mismo. La diferencia es que los restos del conquistador se conservaron y se encuentran en México, mientras que los del caballo, que supuestamente fue enterrado en el jardín, no se han encontrado. Pese a esto, se conserva su lápida, que no parece ser la original y que ha sido cambiada de lugar varias veces, pero que sirve para que el nombre del equino no caiga en el olvido.


Hablando de tumbas, también me resultó muy curioso el cuidado cementerio donde están enterradas las monjas de la congregación de Las Irlandesas que han ido muriendo en Castilleja en el último siglo.



Muchas eran extranjeras, otras no, y a algunas las conoció mi madre. De hecho, buscamos la tumba de una monja que murió al despeñarse por las escaleras de la iglesia en la época en la que mi madre fue alumna. Como es lógico, aquel suceso fue muy sonado en el colegio. Hoy día, esa escalera está cerrada por una puerta (me da que no debe ser muy segura), pero puede verse un poco a través de una ventana.


Con respecto a la enorme iglesia, la misma la levantaron las monjas en 1909 dando al patio original de la casa de Alonso Rodríguez, que había sido arreglado por los duques de Montpensier.


La iglesia es obra de José Espiau y Muñoz, un célebre arquitecto que es responsable de muchos de los edificios sevillanos más llamativos del pasado siglo y que se erigió en uno de los principales representantes del estilo regionalista. De todas formas, la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús fue una de sus primeras obras y no se adscribe al regionalismo, sino que es neogótica.


La monumentalidad de la iglesia me sorprendió y, por lo visto, no ha cambiado nada en el último medio siglo, ya que mi madre la recordaba igual.


En la iglesia terminó nuestra visita. Juani hacía rato que nos había dejado a nuestro aire y había vuelto a sus quehaceres, por lo que la parte del jardín y la del templo la vimos por nuestra cuenta. Para salir usamos la misma puerta por la que habíamos entrado. Al atravesarla, el recio edificio recuperó su opacidad, ya que desde la calle parece una fortaleza.


Ahora ya se que por el otro lado rebosa vida, como corresponde a un centro educativo, aunque los niños acceden por una cancela que da al patio por el costado este de la parcela y los portones que dan a la Calle Real solo se abren puntualmente. La entrada que nosotros usamos es la que utilizan las monjas. La que está cerca de la conserjería del colegio también se usa, aunque no es la habitual para el acceso de los alumnos. Las demás, incluido el recio portón que instalaron los duques de Montpensier y que se conserva intacto, permanecen siempre cerradas.


Después de la exhaustiva visita mi madre y yo subimos por la Calle Hernán Cortés hasta la Plaza de Santiago, que puede ser considerado el epicentro del pueblo.



Yo hacía muchos años que no veía la Plaza de Santiago, en mi opinión la misma destaca por los arcos que conserva en tres de sus cuatro equinas, que dicen que pueden ser reminiscencias de un antiguo castillo medieval. No he encontrado ninguna fuente en la que esto se corrobore de manera mínimamente fehaciente, lo que hace que para mí los arcos no pasen de ser tres elementos arquitectónicos que embellecen la plaza.




Antes de irnos nos tomamos un refresco en Calamocha, un restaurante que da por una puerta a la plaza y por la otra a la Calle Convento.


Al día siguiente, sabiendo ya que iba a escribir este post sobre Castilleja, se me ocurrió ir a cenar a Casa Joselito, aprovechando que fuimos a ver el partido del Betis Féminas y que íbamos de vuelta a casa ya casi a las 9 de la noche. Casa Joselito es un sitio mítico para mí y está en un lugar donde se puede aparcar bien. Por eso, yendo de Sevilla a Villanueva es siempre una magnífica opción para hacer un alto, si se sabe donde está.

Casa Joselito se fundó en 1977, por lo que es de mi quinta. Yo fui por primera vez con mis padres cuando tenía siete u ocho años y desde ese momento se convirtió en un bar donde periódicamente nos pegábamos un homenaje. Mi hermana con cinco o seis años comía fatal y mi madre siempre cuenta que cuando íbamos a Casa Joselito disfrutaba como nunca, porque se podía relajar, ya que allí mi hermana se ponía de caldereta hasta los ojos sin que ella tuviera que hacer nada. Eso, por lo visto, no pasaba en ningún otro lado. Luego, con los años yo he seguido yendo a veces, aunque hacía ya bastante tiempo que no saboreaba sus deliciosas croquetas.


Para mis padres, Casa  Joselito era, y es, el Josele, yo me he enterado hace relativamente poco de que su verdadero nombre no es ese. En cualquier caso, el bar restaurante está un lugar escasamente lustroso.


En efecto, Casa  Joselito está abierto en una vivienda normal y corriente, al principio se veía mejor que aquello era un apaño, luego con los años han ido reformando el inmueble y aunque la esencia se conserva, han cerrado los patios interiores.


Como restaurante su aspecto es cutre y en las reformas no se han comido el coco. Los patios, por ejemplo, los han cerrado con techos de uralita, y punto. Lo que pasa es que allí se come de lujo y eso, al final, es lo que cuenta. El sábado, además de la caldereta no dejamos de pedir las croquetas que comentaba y, sobre todo, los huevos con bechamel, que es mi plato favorito en ese sitio.



Hay que destacar que la caldereta la acompañan con patatas fritas totalmente verdaderas, todo un lujo en los tiempos que corren. Volveremos a Casa Joselito, que duda cabe.

Para acabar, no puedo dejar de hacer referencia al hecho de que el pasado fue, sin duda, el fin de semana de Castilleja de la Cuesta. Yo hacía años que no iba y en cuatro días fui tres veces. De las dos primeras ya he hablado y dependieron de mí, pero la tercera fue inesperada y me llevó el lunes por la mañana al polígono industrial que tiene el pueblo, justo a la espalda del colegio de Las Irlandesas, entre este y la A-49. En ese pequeño polígono tiene su fábrica la empresa de dulces Upita de los Reyes.


Castilleja de la Cuesta es famosa por producción de dulces, entre los que destacan las tortas de aceite. Antiguamente la producción no era tan exagerada, pero hoy día incluso se exportan dulces alixeños al extranjero, por lo que las fábricas se han desplazado del centro de la población a los polígonos. A mí en principio no se me había perdido nada en la fábrica de Upita de los Reyes, pero el lunes por la tarde se celebró en el colegio de mis hijas la tradicional zambombá, que no es más que una fiesta navideña de final de trimestre. El caso es que los preparativos se llevaron a cabo el lunes por la mañana, montar un evento así es un trabajazo y a primera hora me enteré de que nadie podía ir a recoger los dulces que estaban encargados. Yo no trabajaba y ante ese hecho me presenté voluntario para ir a por ellos, de manera que a mediodía me desplacé a Castilleja para recoger de la fábrica de Upita de los Reyes 800 magdalenas para la fiesta, las cuales colapsaron el maletero y la parte de atrás de mi coche.


En definitiva, este post me he explayado hablando de la Casa-Palacio de los Montpensier y he aprovechado para mencionar otros lugares destacados del pueblo, pero no he dicho nada de las cuatro haciendas y de las dos iglesias que también tiene. Dado que aún hay material, en el futuro escribiré un nuevo post sobre Castilleja de la Cuesta empezando donde lo he dejado en este.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado CASTILLEJA DE LA CUESTA.
En 2004 (primera visita real), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 20% (hoy día 62'9%).
En 2004 (primera visita real), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 7'7% (hoy día 20'6%).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres comentar algo, estaré encantado de leerlo