30 de octubre de 2021

MINAS DE RIOTINTO 2021

El entorno de Minas de Riotinto es un lugar que me produce una gran fascinación. Sin embargo, mis dos visitas anteriores a esa zona habían sido un tanto distraídas, por lo que tenía unas ganas enormes de regresar, para profundizar en los encantos del pueblo y de toda su comarca. Hace unos meses, mi amigo Dani me habló de la posibilidad de ir allí a echar un día del fin de semana y pensé que era una oportunidad perfecta para saldar esa cuenta pendiente. Tendré que volver de nuevo, porque todo lo que puede ofrecer Minas de Riotinto y sus alrededores no se ve en una jornada, pero al menos ya he empezado a explorar el terreno de una manera más consciente. La próxima vez empezaré donde lo dejé el otro día.

Aunque en el presente post quiero empezar haciendo una introducción histórica a lo que voy a contar, con la idea de ponerlo en contexto, no me voy a extender demasiado en los acontecimientos pasados acaecidos en la Cuenca Minera de Río Tinto-Nerva. Hay mucha literatura sobre el tema y creo que en aquí solo es relevante dar unos breves trazos de lo que pasó en esa región a finales del siglo XIX. Lo sucedido tuvo una importancia capital, pero se puede resumir en un par de párrafos. Resulta que la zona que circunda Minas de Riotinto y Nerva es muy rica en pirita, que es un mineral formado por hierro y azufre. Por esa razón, allí hubo actividades mineras ya en la protohistoria. No obstante, fueron los romanos los primeros que aprovecharon los recursos mineros de manera intensa y organizada. Después, en el medioevo la producción no fue significativa, y hasta 1725 no se recuperó el interés por la explotación del territorio. Desde esa fecha, y durante casi un siglo y medio, las minas volvieron a ser trabajadas, unas veces con capital privado y otras gracias a inversiones públicas, pero, aunque hubo periodos de intenso trajín, en muchos de esos años la actividad extractiva avanzó a trancas y barrancas. Finalmente, en 1873 el yacimiento llamó la atención de inversores extranjeros. El despegue industrial que estaba teniendo lugar en el Reino Unido exigía el acceso a nuevas materias primas, de manera que los británicos se fijaron en los recursos piríticos onubenses. La suerte que tuvieron fue que el Estado español estaba canina, por lo que fue sencillo lograr que este le vendiera las minas a un consorcio de capital foráneo, que se denominó Río Tinto Company Limited. Con las mismas en propiedad, los ingleses desembarcaron en Huelva y, además de traer consigo el fútbol, se dedicaron a vaciar el subsuelo todo lo que pudieron. El aspecto desde el aire de la zona en la que faenaron, evidencia que lo hicieron con ahínco, hasta que en 1954 se dieron por satisfechos y se fueron.


Durante el periodo en el que los británicos explotaron las minas, no solo se vio afectado el paisaje natural del entorno, sino también el humano. Es alucinante comprobar como ha quedado el territorio, pero me parece igualmente asombrosa la evolución del poblamiento. El antiguo asentamiento de Ríotinto nació cuando la extracción de las minas se reactivó en 1725, y tenía unos 2.000 habitantes cuando los ingleses las compraron en 1873. Quince años después ya contaba con 7.200 almas. Para entonces, sin embargo, ya no era el único núcleo habitado de la zona, junto con Nerva, que quedaba al este. En efecto, en esa década y media se habían construido ex novo varios barrios, que estaban aislados los unos de los otros, porque servían de base a los trabajadores que se dedicaban a los diferentes menesteres en las excavaciones y se levantaron cerca de donde estos se desarrollaban. Así pues, en 1875 se erigió Riotinto-Estación, en 1876 La Naya, en 1878 Alto de la Mesa, en 1881 El Valle y en 1883 La Atalaya. En ellos se acomodaron los mineros. Para los directivos de la Río Tinto Company Limited y sus familias, en 1881 se construyó Bella Vista. Lo curioso, y lo dramático a la vez, es que, en poco tiempo, la actividad extractiva arrampló con todo lo que encontró a su paso, incluidas las casas de la gente que trabajaba las minas. Así pues, poco a poco estas fueron fagocitando Ríotinto hasta hacerlo desaparecer, y acabaron asimismo con La Atalaya, que es evidente que se había erigido demasiado pegada a Corta Atalaya. Otras aldeas, como La Naya o Riotinto-Estación, acabaron por abandonarse cuando perdieron su funcionalidad. Esto quizás es más normal, pero me impacta lo de que una mina avance tanto en dirección a las poblaciones, que acabe tragándoselas. Por lo visto, la aldea de El Valle fue acogiendo poco a poco a todas las personas que se fueron yendo de los otros poblados y, pasados unos años, cambió su nombre por el actual de Minas de Riotinto. Además, con el crecimiento del nuevo centro neurálgico riotinteño, este se fue uniendo con los demás que sobrevivieron (Bella Vista y Alto de la Mesa, en concreto), que pasaron a ser barrios de ese nuevo enclave principal del municipio. Merece la pena visitar el pueblo teniendo presente esa evolución urbanística.

Por otro lado, también impresiona recorrer la zona explotada, entre otras cosas porque lo que se extraía era pirita, como he dicho, es decir azufre y hierro, que son minerales de un fuerte color amarillo y rojo, respectivamente. Eso hace que el paisaje circundante sea impresionante. Sin ir más lejos, el Río Tinto tiene un aspecto que, si no fuera porque es así de manera natural, entre los tramos rojos y los tramos amarillos daría miedo.



Al principio comenté que yo ya había estado dos veces en el entorno de Minas de Riotinto. La primera fue en 1993. Fui con mis compañeros de curso en una excursión organizada por el instituto en el que estudiaba. Estaba en 2º de BUP, no pasaba por mi mejor momento y aquel día no se puede decir que pasara a la historia para mí. No obstante, vimos el Museo Minero, que llevaba abierto solo un año, y eso sí me gustó. También estuvimos en Corta Atalaya, la mina a cielo abierto más impresionante de la zona. Por último, recuerdo que comimos en un parque de Nerva, el pueblo vecino de Minas de Riotinto. La segunda visita fue en 2006 y ya fue otra historia. En esa ocasión fui con María a ver la Mina Peña de Hierro y luego a andar por el campo, pero en la población no hicimos apenas nada. Mi conocimiento de Minas de Riotinto, por tanto, era manifiestamente mejorable. Ahora sigue siendo incompleto, pero algo hemos avanzado.

En la actualidad, en el pueblo de Minas de Riotinto y en su entorno son cinco las visitas que se ofrecen. Existe la posibilidad de realizarlas todas o solo algunas, pero realmente es muy difícil ver en condiciones los cinco enclaves en un solo día. Yo tengo mucho interés por echarle un ojo de nuevo a Corta Atalaya, pero quiero hacerlo bien y decidí que era mejor dejarlo para otro momento.

Las otras cuatro visitas que se ofertan en la actualidad son a la Mina Peña de Hierro, al Museo Minero, a la Casa Número 21 del Barrio Bella Vista y a todo el territorio explotado, haciendo el recorrido en el Ferrocarril Turístico Minero.


Nuestra jornada empezó en la Mina Peña de Hierro, que en realidad está en el término municipal de Nerva. Al igual que Corta Atalaya, se trata de una explotación a cielo abierto, pero para llegar a ella hay que atravesar un largo túnel. Yo, como he dicho, ya la había visto en 2006. Ahora han mejorado el entorno más inmediato y han construido cerca un cuidado centro de interpretación, donde se ve un video y una pequeña exposición. La visita en sí, sin embargo, es similar. Hay que ponerse un casco, se accede a la galería por la entrada original y se camina por debajo de la tierra unos 200 metros, hasta que se desemboca a la parte de la mina a cielo abierto.



El trayecto por el túnel es horizontal, no se desciende, pero no por ello deja de ser interesante. Luego, la mina a cielo abierto es menos espectacular que Corta Atalaya. El agujero es impresionante, pero los laterales están erosionados, por lo que parece más un cráter que una explotación minera. 


En el fondo del agujero lo que hay es agua, que resulta que es el nacimiento del Río Tinto. En efecto, la corta minera de Peña de Hierro se considera la fuente original de este río tan peculiar y único. Ver el sitio donde nace me encantó.

Al salir de la mina subimos a visualizar el agujero y la corta desde el borde exterior, donde han habilitado un mirador.


Antes de la comida también realizamos lo que, para mí, fue la actividad más interesante del día, que fue la del Ferrocarril Turístico Minero. Para ello nos desplazamos desde Peña de Hierro hasta la estación donde se coge el tren, que está en mitad de la nada. 


El tren recorre dos veces, una para ir y otra para volver, doce kilómetros rehabilitados de la línea férrea que se construyó en 1873, para llevar el mineral desde las minas hasta el puerto de Huelva. La vía seguía en todo momento el curso del Río Tinto.


Me gustó el hecho de poder ir observando desde el tren como la mano del hombre modificó el paisaje. En la primera parte del trayecto vimos la zona más devastada (la que estuvo más trabajada). 



También vimos restos de trenes abandonados y de otras instalaciones. Siempre me han impresionado los sitios de aspecto apocalíptico. La zona donde se acumulaban los viejos ferrocarriles tenía esa pinta.


En la segunda parte del trayecto penetramos en un terreno más arbolado, en el que solo se habían talado los árboles originales y, después, se replantaron pinos para evitar la erosión. El tren nos llevó hasta la Estación de Los Frailes, donde nos pudimos bajar un rato para acercarnos al Río Tinto.




Tras el paseo en tren ya sí nos fuimos hasta el pueblo de Minas de Riotinto. Desde las 16'00 horas podíamos entrar en el Museo Minero, por lo que nos dirigimos allí, con la esperanza de encontrar no muy lejos algún sitio agradable donde comernos los bocadillos que llevábamos. Lo había, pero no lo vimos al principio y, dada el hambre que llevábamos, tampoco buscamos demasiado. Al final, nos acabamos comiendo los bocatas apoyados en un poyete, de una manera un tanto precaria. Por fortuna, luego nos acercamos al bar del Hostal Restaurante Atalaya para tomarnos un café. En su terraza, sí nos sentamos cómodamente.


He de decir que el Museo Minero es uno de los museos que más grata impresión me ha causado en mucho tiempo. No recordaba apenas nada de la visita de 1993 y, por ello, no esperaba encontrarme allí algo tan bien montado. Está ubicado en el edificio del antiguo hospital de la Río Tinto Company Limited y está dividido en 17 salas. 


Yo sabía que me iba a resultar imposible ver bien todas las salas, por lo que fijé mi atención en algunas y dejé otras para el futuro. La número 1 está dedicada a la geología y la 2 gira entorno a una serie de conflictos laborales que se vivieron en Ríotinto cuando la mina estaba dirigida por los ingleses. Tanto esas salas, como las que van de la 3 a la 7, no las vi. Estas últimas son las que están centradas a las distintas civilizaciones que han protagonizado la historia minera de la Cuenca de Río Tinto-Nerva.

Sí vi con detenimiento, en cambio, las salas que van de la 8 a la 17. Las mismas están destinadas a mostrar los artefactos relacionados con la explotación de las minas en la época contemporánea. En ellas se ven algunos cacharros que se asocian con facilidad a las actividades mineras, pero están igualmente expuestos otros que están más relacionados con la vida cotidiana de los trabajadores o con actividades accesorias de la Río Tinto Company Limited. Está montado tras un cristal, por ejemplo, un consultorio médico de la época, con todos sus utensilios. También me encantó ver una imprenta, perfectamente conservada.


La sala 14, está centrada en el Ferrocarril Minero de Riotinto, que era el que llevaba el mineral desde la mina hasta Huelva. En ella se ha montado un andén, y hay una locomotora y un vagón, pertenecientes a la Rio Tinto Railway.


La sala 12 está dedicada a la relación entre el ferrocarril y la mina, desde el punto de vista de la extracción del mineral. Por ello, está recreada a escala real la boca del túnel 16, que fue la galería minera interior más larga de Europa y que unía Corta Atalaya con la zona donde se procesaba lo extraído y donde se montaba en los trenes con destino a Huelva. Allí también se conserva una locomotora eléctrica auténtica, que funcionó desde 1916 hasta 1984.


No obstante, la sala que más interesante me pareció fue la 13, que está dedicada a la incidencia en el territorio de las explotaciones mineras. En ella se exponen unas magníficas maquetas que muestran, de una manera meridianamente clara, como fue la evolución de la zona desde que se empezó a extraer mineral de su subsuelo hasta nuestros días. En las reproducciones se aprecia a la perfección como las cortas se fueron agrandando y fueron arramplando con todo, incluidos los pueblos.


Sin embargo, lo más espectacular del museo no son las maquetas, sino la réplica que hay de una mina romana. La realidad es que uno está acostumbrado a ver en los centros de interpretación reproducciones de cartón piedra de un cierto tamaño, que normalmente representan una cueva, un acantilado o cosas así, pero nunca había visto en un museo una imitación tan fiel, como la de la galería romana que hay en el Museo Minero


La entrada a la mina es llamativa, pero es que por dentro la réplica es un laberinto de pasillos oscuros, en el que hay recovecos en penumbra, figuras humanas y hasta una noria de tamaño natural, que muestra como sacaban los romanos el agua del túnel. No se que superficie tendrá el montaje, pero lo cierto es que dentro uno pasa unos minutos muy divertidos. Julia y Ana se lo tomaron como una especie de pasaje del terror. Gracias a la reproducción de la galería y a los trenes no creo que olviden el museo, así que hay que quitarse el sombrero, porque este gusta tanto a niños como a adultos. 

La jornada la acabamos yendo en coche al Barrio Bella Vista. Como he dicho antes, ese grupo de casas se construyó aislado en 1881, para que vivieran en él los capos de la mina. Hoy día aquello tiene pinta de urbanización. Los casoplones siguen siendo los mismos, pero Bella Vista ya se ha integrado en Minas de Riotinto. Sigue estando en uno de sus extremos, pero por el sur se encuentra unido por completo al resto del pueblo. En el Barrio Bella Vista está habilitada como museo las Casa Número 21, que se ha dejado como estaba en el siglo XIX, por lo que resulta muy ilustrativo. 



Al rondar por la casa queda claro que no está vivida, a pesar de que se encuentra totalmente amueblada, pero con lo que hay allí lo cierto es que uno puede hacerse una idea fácil de como vivían los jerifaltes de la mina. 

Me resultó muy curiosa una foto, que yo reproduzco, en la que se ve a unas mujeres participando en una carrera en 1914, creo recordar, con motivo de la principal festividad celebrada por los ingleses asentados en Bella Vista, que no era otra que la del cumpleaños de la Reina Victoria. La monarca murió en 1901, pero el día de fiesta, el 24 de mayo, no se cambió.


La carrera se estaba celebrando junto a las casas de Bella Vista. Hoy día, el lugar no ha cambiado tanto como cabría esperar. En la actualidad, el camino por donde corrían las mujeres es más estrecho, porque en el lado opuesto a las casas hay una valla que las separa de la piscina de la urbanización. También hay parterres frente a los porches de las viviendas, pero, como digo, cuando vi la foto identifiqué al instante donde estaba tomada.


Normalmente intento irme de los sitios sin tener demasiadas deudas pendientes y este caso no ha sido diferente, pero en esta ocasión las cosas que me dejé las voy a comentar, para que el presente post me sirva de referencia cuando vuelva. Para empezar, quiero ver las salas del museo que van de la 1 a la 7. También quiero recorrer el pueblo, mas allá de la Plaza Ernest Lluch y de su alrededores, que es donde está el Museo Minero. Creo que la disposición de las calles de Minas de Riotinto es una herencia de su historia y eso me apetece comprobarlo sobre el terreno. Por último, quiero ir de nuevo a Corta Atalaya, aunque esto, cuando ocurra, dará lugar a un post independiente.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado MINAS DE RIOTINTO.
En 2006 (primera visita real), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 13'9% (hoy día, confirmada ya esta visita, 30'4%).
En 2006 (primera visita real), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 10'9% (hoy día, confirmada ya esta visita, 21%).


8 de octubre de 2021

CARRERA POPULAR NERVIÓN SAN PABLO 2021

Volvieron las carreras populares organizadas por el Instituto Municipal de Deportes de Sevilla. Si no me equivoco, son más de 30 los años que este organismo, dependiente del Ayuntamiento de Sevilla, lleva montado sus pruebas. En el pasado ya he hablado varias veces sobre cómo he vivido las diferentes etapas que han atravesado estas citas a lo largo de más de tres décadas. El último trance que han sufrido ha sido, como no, el de la suspensión de todas las carreras en 2020 y el retraso de las de 2021 al otoño, debido a la pandemia de COVID-19. Una vez que parece que estamos regresando a la normalidad, el circuito ha logrado arrancar. En esa vuelta a las andadas, la Carrera Popular Nervión San Pablo ha sido la primera del calendario.


Yo otros años he tenido el objetivo de correr las cinco pruebas que componen el circuito. Lo he logrado dos veces (2014 y 2017). En 2013 solo me faltó la primera y en 2019 la última, a la que no pude ir por motivos laborales. Después de esta, nos paralizó el virus y hasta ahora no se ha reactivado en Sevilla el tema de atletismo popular. Yo, en principio, este año tenía la intención de pasar del circuito. Si no le he hecho, finalmente, ha sido porque en la Carrera Popular Nocturna de Almensilla logré una media de 4:14 y me vine arriba. Por fin, tras un periodo oscuro, que empezó ya en 2019 y que ha durado hasta hace poco, me estoy volviendo a motivar de verdad. A principios de 2021 recuperé el gusanillo por la competición, pero el pasado mes, de cara a las dos primeras carreras que he corrido después de la pandemia, todavía me he notado un poco pesimista. Sin embargo, el otro día, tras correr en Almensilla a 4:14, de repente me sentí aún competitivo... y no hay nada que me guste más, cuando me siento así, que correr un diezmil homologado.

La Carrera Popular Nervión San Pablo, además, es una de mis preferidas el circuito del IMD. Me gusta por motivos subjetivos, porque su recorrido no es bonito, pero esta y la prueba que discurre por La Macarena me traen un montón de buenos recuerdos.

En consecuencia, el domingo pasado me planté en las inmediaciones del Pabellón de los Deportes de San Pablo dispuesto a darlo todo. Al llegar, noté que la afluencia de gente era menor que en ediciones anteriores. Luego he comprobado que había menos de la mitad de las personas que en 2019. Eso hizo disminuir las complicaciones en los prolegómenos de la prueba. De hecho, me metí en mi cajón de salida pocos minutos antes del inicio y, aún así, me vi colocado en una buena posición de partida. Con respecto a los protocolos derivados de la pandemia, los mismos no fueron muy pesados. Evidentemente, la disminución de participantes está relacionada con el virus pero, más allá de eso, fue como si nada hubiera sucedido. Yo eché a correr con la mascarilla, pero enseguida me la pude quitar.

Por lo que respecta a la carrera en sí, lo más llamativo fue que en los primeros 4 kilómetros mantuve una regularidad que asusta. En efecto, el ritmo en cada uno de ellos fue de 4:17. Impresionante. Lo que sí es cierto es que al principio iba muy suelto a esa velocidad, pero a los 3.500 metros, yendo por la Avenida Ramón y Cajal, noté un bajón, por lo que la media ya fue un poco más esforzada en ese cuarto kilómetro. 


Debido a ese ligero bajonazo, los dos siguientes kilómetros los hice a 4:23. No es que fuera mal, pero perdí brío. A ese ritmo iba cuando pasé por el ecuador de la carrera.



El séptimo kilómetro lo volví a clavar en 4:17, pero después de ese breve paréntesis la cuesta abajo continuó, ya que marqué 4:24 y 4:26 en los dos siguientes parciales. Fui a menos sin que pudiera evitarlo. Lo que es curioso es que mi peor mil en toda la carrera fue el noveno, que es precisamente donde vi a mi cuñada. Para mí fue un aliciente y creo que apreté, pero lo cierto es que no se notó mucho. Pese a esto, se ve que guardaba fuerzas para el arreón final, porque el último kilometro, aunque picaba arriba en parte, fue el que hice más rápido. Lo corrí en 4:13. Quise apretar y pude hacerlo.

En la meta paré el cronometro en 43:14. El objetivo mínimo de correr, como mucho, a 4:19 de media, lo cumplí... por un pelo. Dos segundos más y se me hubiera ido. Del 4:14 de la carrera de Almensilla me quedé lejos, aunque la de Nervión San Pablo fue 4 kilómetros más larga que aquella. Por otro lado, las cuatro pruebas de distrito que disputé en 2019, que son mi última referencia, las acabé sucesivamente en 42:59, 42:30, 42:12 y 42:41. En consecuencia, con mi 43:14 del pasado domingo he bajado el rendimiento con respecto a todas ellas. No obstante, no me he despeñado, solo ha sido un leve descenso. De hecho, quedé en el puesto 232 de los 1542 llegados a meta (en la foto inferior estoy a pocos metros de cruzar el arco).


La siguiente carrera de distrito me la voy a saltar, pero a finales de octubre intentaré participar en la tercera, la del Parque Miraflores. Allí me encantaría pegarle un bocado de quince segundos al crono.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 229.
% del Total de Carreras a completar: 22'8%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SEVILLA.
En 2000 (año de la primera carrera corrida en Sevilla), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 0'9% (hoy día 36'1%).