31 de octubre de 2017

CARRERA POPULAR CASCO ANTIGUO 2017

Una vez pasado el subidón del Maratón de Berlín, desde el punto de vista deportivo me he tomado el pasado mes con bastante calma con la idea de recuperarme física y mentalmente de la paliza de los 42 kilómetros. No significa eso que haya dejado de correr, de hecho tres días después del maratón ya estaba de nuevo rodando por los caminos, pero lo cierto es que he ido con mucha cautela, lo que se traduce, entre otras cosas, en que no he participado en ninguna competición hasta el pasado fin de semana. El domingo ya sí tenía una carrera marcada en rojo en el calendario y por ello volví a las andadas, recuperado en todos los sentidos.

La carrera en cuestión era la última del circuito de carreras populares del IMD de Sevilla de este año. En 2014 ya corrí las cinco pruebas que componen el circuito, otros años no ha podido ser porque resulta complicado que a lo largo de los meses no coincida ninguna de las fechas con algún plan ineludible, pero en este 2017 vi que el pleno era factible otra vez y logré llegar al verano con las cuatro pruebas del primer semestre completadas. Ahora en octubre ya solo he tenido que rematar la faena.


Con el objetivo bien claro, por tanto, el pasado domingo bajé a Sevilla a disputar la que, para mi gusto, es la cita más bonita del circuito, la Carrera Popular Casco Antiguo. Mi idea era intentar hacer el mejor tiempo de las cinco pruebas, pero sabía que era difícil porque llevaba desde junio sin correr a ritmos tan altos. En cualquier caso, el año pasado, tras haber tenido muchos problemas musculares los meses antes, acabé esta carrera en 44:21 y con mejorar ese tiempo ya me daba por satisfecho. Igualar mi mejor marca en esta prueba (40:15 en 2014) estaba claro que era una utopía y este hecho quedó patente apenas 500 metros después de echar a correr. Solo un par de minutos es lo que necesito a estas alturas para saber donde he de poner el listón y en esta ocasión quedó claro desde el inicio que el mismo no estaba cerca de la barrera de los 40 minutos. Las piernas no andaban frescas del todo y tras un par de kilómetros a 4:05 me acomodé a un ritmo que rondaba los 4:15. No es gran cosa, pero me daba para bajar de 43 minutos. En el kilómetro 5, delante de la Antigua Real Fábrica de Tabacos, marqué 21:07.


Durante los 10.000 metros fui a tope, estable pero muy exigido. No estaba suelto de piernas y eso se nota cuando hay que darlo todo. Pese a esto, el recorrido de la carrera me gusta (rodea entero el centro de Sevilla y se acaba internando en el mismo por la Calle Calatrava) y eso motiva. En la Alameda de Hércules y en la Calle Trajano, donde está el edificio en el cual trabajé durante dos años, apreté todo lo que pude.


Sin embargo, los últimos 300 metros por la Calle Martín Villa y la Calle Laraña, que fueron cuesta arriba y por adoquines, me costaron lo suyo (el circuito se caracteriza por ser más plano que una tabla de planchar, pero los últimos metros del mismo, precisamente, ponen la nota discordante).


En esos últimos metros los segundos que le había limado a la media de 4:15 durante el kilómetro y medio anterior volvieron a caer. Al final marqué 42:39 (puesto 419 de 3.029 atletas que finalizaron), una marca que se incrusta en medio de las que he conseguido este año en las otras carreras del circuito (41:38 fue la más rápida y 42:53 la más lenta).


He sido muy regular, pero me hubiera gustado subir un escaloncito en los tiempos. Pese a esto, he completado el circuito por segunda vez y eso me hace especial ilusión. El año que viene no creo que lo intente, porque tengo otros objetivos, pero a alguna carrera suelta sí iré seguro.


Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SEVILLA.
En 2000 (año de la primera carrera corrida en Sevilla), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 0'9% (hoy día 34'2%).

Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 204.
% del Total de Carreras a completar: 20'3%.


21 de octubre de 2017

MONUMENTO A LAS CORTES DE CÁDIZ 2017

Según el diccionario de la Real Academia Española una constitución es una ley con un rango superior a todas las demás, que define el régimen de los derechos y libertades de los ciudadanos, y que delimita los poderes e instituciones de la organización política de un estado. La constitución es, por tanto, la piedra angular de la organización interna de un país.

En España, como bien es sabido, está vigente la Constitución ratificada el 6 de diciembre de 1978, pero antes ya había habido otras. La primera se promulgó el 19 de marzo de 1812 en Cádiz, en plena Guerra de la Independencia contra los franceses, lo que ha ligado para siempre la historia del constitucionalismo español a la ciudad andaluza. Por ello, es normal que en la Tacita de Plata haya una importante construcción que conmemore ese hecho. Se trata del Monumento a las Cortes, que está situado en la Plaza de España.


El Monumento a las Cortes se levantó entre los años 1912 y 1929, pero la idea de su construcción partió del mismo momento en el que se promulgó el texto constitucional en 1812. De hecho, tan solo ocho días después de la promulgación el municipio de Cádiz ya solicitó a las Cortes la realización de un monumento conmemorativo y la petición llegó a ser aprobada en la sesión del 28 de marzo. Poco después, en el mes de abril, el Ayuntamiento de la ciudad convocó el concurso de proyectos, la cosa en un principio iba volada, pero en realidad no estaba el horno para bollos, la inestabilidad política era absoluta (la propia Constitución fue derogada en 1814) y el desgaste económico provocado por la Guerra de la Independencia hizo que España fuera cuesta abajo durante todo el siglo XIX y el proyecto quedara enterrado, a pesar de la importancia indudable del primer intento constitucional español.


Pese a todo, la idea estaba tocada pero no hundida, y en 1910, al acercarse la conmemoración del centenario de la promulgación de la Constitución, la Comisión Provincial de Monumentos y la Real Academia Hispano-Americana de Cádiz pidieron al Gobierno que cumpliera lo acordado 98 años antes. Como consecuencia, en 1911 se convocó un nuevo concurso, que fue ganado por el proyecto presentado por el arquitecto Modesto López Otero y el escultor Aniceto Marinas García, y la primera piedra del Monumento se colocó por fin el 3 de octubre de 1912. Sin embargo, a pesar de ese avance la obra tardó casi 17 años en terminarse y no se inauguró hasta el 2 de mayo de 1929.


El lugar donde se erigió el Monumento a las Cortes no fue casual, en su configuración inicial la Plaza de España daba a la Bahía de Cádiz, después de que se derribara el lienzo de muralla que tenía delante esa zona, y eso pesó mucho a la hora de elegir el emplazamiento. El conjunto se diseñó cargado de mucho simbolismo alegórico y el hecho de que la obra se abriera al mar fue un elemento simbólico más (hoy día ya se han construido edificios que impiden la visión de la Bahía desde la Plaza).

Antes del pasado fin de semana yo ya conocía bastante bien la Plaza de España, de hecho mis tíos vivieron durante muchos años en la Calle Antonio López, que desemboca a ella por su lado sur. Sin embargo, nunca me había fijado demasiado en el Monumento y, por eso, esta vez, aprovechando que el domingo fuimos con tiempo a ver la Torre Tavira y el autobús nos dejó en la Plaza, nos acercamos a ver con detenimiento la obra.


Como he dicho, la misma está cargada de elementos simbólicos y alegóricos, el más evidente es que su planta tiene forma de hemiciclo, al igual que los edificios parlamentarios.

Además, la escultura de mármol que preside el Monumento es, como no, el símbolo de la constitución, con la ley escrita en una mano y una espada en la otra. Partiendo de ese eje, la obra es simétrica y sus componentes no están repartidos por ella al azar: los de un lado tienen un carácter bélico y los del otro tienen un carácter más pacífico. Aparte, también hay altorrelieves de temática histórica y elementos plásticos que aluden al papel desempeñado por Cádiz y por América en el nacimiento de la Constitución de 1812.

Por último, en el centro destaca un pilar de 32 metros de altura sobre el hay cuatro figuras alegóricas que levantan, en lo más alto, un ejemplar de la Constitución.


En el lado convexo de los brazos del hemiciclo aparecen distribuidas varias placas con los nombres de los diputados que desarrollaron aquella primera constitución española.


En definitiva, el Monumento a Las Cortes es uno de los emblemas de Cádiz y también tiene su importancia a nivel nacional, por lo que merece la pena prestarle un rato de atención al pasear por la ciudad.


Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado MONUMENTO A LAS CORTES DE CÁDIZ.
En 2007 (primera visita consciente), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Cádiz: 50% (hoy día 66'7%).
En 2007 (primera visita consciente), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 23'9 % (hoy día 34'7%).


20 de octubre de 2017

MURALLA COSTERA DE CÁDIZ CON SUS BALUARTES 2017

Cádiz es una ciudad con una distribución única: su casco histórico está rodeado por el mar por tres de su cuatro lados y la periferia del centro, por tanto, no lo envuelve en círculos concéntricos como ocurre en la mayoría de las poblaciones, sino que se ha repartido por una estrecha lengua de tierra que sale del trocito del centro que no da al mar y llega hasta un estrecho istmo que une la ciudad con la Isla de León, en la que está San Fernando.


El municipio de Cádiz, por tanto, no está unido de manera natural al continente y casi el 67% de su suelo lo forman marismas y playa, por lo que tiene muy poco terreno urbanizable (en la actualidad la totalidad del mismo se encuentra ya construido).

Está claro, por tanto, que en el caso de Cádiz las barreras geológicas han sido siempre elementos que la han constreñido y han limitado su crecimiento físico y económico (ha perdido 30.000 habitantes en los últimos 25 años y es la capital de provincia con mayor tasa de paro de España), pero, por otro lado, no cabe duda tampoco de que su estratégica situación ha provocado que sea una de las ciudades españolas con un papel histórico más relevante: su valiosa posición como puerto marítimo le ha conferido un importante rol en varias épocas y sus singulares características la han convertido en un bastión imposible de atacar desde tierra, lo cual se ha aprovechado en diversos momentos de la historia. En relación a esto último, dado que Cádiz sí era un lugar sensible de ser atacado por mar se construyó una muralla que circunscribe todo su casco histórico y que se conserva perfectamente. Con anterioridad, la ciudad ya había estado fortificada en la Edad Media, pero la población medieval acabó desbordando esa protección y dos años después del saqueo inglés de 1596 se inició la construcción de otro muro perimetral que convirtiera en inexpugnable la totalidad de la plaza gaditana.


Hoy día la Muralla se conserva en casi toda su extensión, aunque la parte que da al actual Puerto de Cádiz fue derribada casi por completo por las necesidades de espacio. Por el contrario, el frente que se abre al Océano Atlántico es el mejor conservado, localizándose en él varios baluartes y el Castillo de Santa Catalina. Por su parte, el tramo que da al sur, conocido como Frente del Vendaval, generó importantes problemas de construcción debido a la inestabilidad del terreno y a la presión del mar, de manera que no se terminó hasta finales del siglo XVIII (es el sector que se ve en la foto inferior, en la actualidad el nivel de la ciudad ha subido y la Calle Campo del Sur discurre por esa parte de la Muralla).


En abril de 2007 María y yo recorrimos, dando un largo paseo, todo el perímetro del centro de Cádiz bordeando el mar. Mi objetivo es volver a hacerlo por partes, fijándome bien en los diferentes elementos defensivos que jalonan la Muralla (en la foto de abajo se ve al fondo el Baluarte de la Candelaria, que es el que está más al norte).


Quizás el elemento defensivo de la Muralla Costera de Cádiz que mejor conocía hasta el pasado fin de semana era el Baluarte de los Mártires, que está mirando al sur, porque en la actualidad se ha adecuado como lugar de celebraciones y yo he ido allí en dos ocasiones (una vez para celebrar un bautizo y la otra un cumpleaños, si no recuerdo mal). El hecho de que el catering que gestiona el edificio sea del Grupo el Faro hizo que en ambas ocasiones la comida fuera muy buena, pero lo que recuerdo con más gusto fueron las vistas del océano y del Castillo de San Sebastián que se divisan desde la terraza del Baluarte.

En esta ocasión nos asomamos al mar por un punto situado junto al Baluarte de la Soledad o de La Bomba, que da al noroeste y que tiene a su espalda el Parque Genovés, luego recorrimos sin alejarnos del agua el Paseo de Santa Bárbara y llegamos hasta el Castillo de Santa Catalina. En esa parte se vuelve a apreciar como la Muralla Costera de Cádiz no es un amurallamiento al uso, ya que en ningún momento se ve uno delante de una pared que le impida ver el mar, sino que la ciudad ha ido subiendo y siempre parece que se va caminando por lo alto del muro.


Como he dicho, el pasado sábado recorriendo el Frente de Poniente llegamos hasta el Castillo de Santa Catalina y entramos en él (yo no lo conocía). El mismo se levantó para defender la Playa de la Caleta, el lugar natural de desembarco en Cádiz, que quedó así protegida entre el Castillo de San Sebastián y el mencionado de Santa Catalina.


El Castillo de Santa Catalina es una construcción con forma de estrella que permite defender desde sus puntas todo su perímetro. Lo mejor que tiene es que se ha conservado sin demasiadas alteraciones, por lo que se pueden visitar con calma todos sus elementos: los baluartes que dan a la playa, el patio de armas, la Capilla de Santa Catalina y los diferentes pabellones de la fortificación, que en la actualidad se utilizan con fines culturales (por lo visto se realizan allí talleres de todo tipo y también están habilitados para albergar exposiciones temporales, como pude ver).


Por el patio de armas parece que va a salir corriendo El Zorro en cualquier momento. A él dan los pabellones que en su día se utilizaban como dependencias del fuerte.



También la pequeña capilla da al patio. La misma está muy bien conservada tanto por dentro como por fuera, aunque ya no parece que se use con fines religiosos.



Son muy llamativos los diferentes baluartes del Castillo, hechos de la misma piedra ostionera que el resto de la Muralla. Desde esas garitas se podía divisar La Caleta por un lado y parte del Frente de Poniente por el otro.



Como está perfectamente conservado, el acceso al Castillo se sigue haciendo a través de la puerta que da al foso que protegía el acceso desde tierra.


En el futuro mi idea es seguir explorando a fondo la Muralla Costera y sus elementos defensivos. Los mismos son 16, sin contar los del Frente de Tierra y los cinco desaparecidos en el Frente Portuario, y sin contar tampoco los dos castillos, que no son propiamente de la Muralla, pero que yo los considero parte fundamental del entramado defensivo y, por tanto, los incluyo en el objetivo. Poco a poco estoy seguro de que los iré visitando todos.



Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitada MURALLA COSTERA DE CÁDIZ CON SUS BALUARTES.
En 2003 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Cádiz: 33'3% (hoy día 67'7%).
En 2003 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 13'2% (hoy día 34'7%).


19 de octubre de 2017

CÁDIZ 2017

En 2006, mis padres compraron un pequeño apartamento en Cádiz, ciudad en la que viven mis tíos desde hace décadas. El mismo se encuentra a escasos 50 metros de la bajada a la playa, pero está en un entorno totalmente urbano. Por eso, siempre ha sido aprovechable, tanto en invierno, como en verano. En realidad, su ubicación es perfecta, aunque la calle donde se halla no sea demasiado pintoresca.


A partir de 2006, el hecho de tener en Cádiz un refugio gratuito, hizo que María y yo, durante cuatro años, fuéramos con cierta frecuencia a esa ciudad, al principio solos, luego con Ana, y, al final, incluso con Julia. Sin embargo, entre 2011 y 2012 las circunstancias no favorecieron que nos dejáramos caer por allí, y apenas fuimos al pisito. Mis padres, por otro lado, siempre hicieron poco uso real de él. Iban a Cádiz de vez en cuando, a ver a la familia, pero casi nunca se quedaban a dormir. Por todo ello, en un momento determinado optaron por alquilar la propiedad, y, desde principios de 2013, hasta hace unas semanas, el apartamento ha estado ocupado por inquilinos.

A finales de agosto, el pequeño piso se quedó vacío. Mis padres, ante esa circunstancia, en lugar de tratar de alquilarlo de nuevo, decidieron ponerlo en venta. A mí, la decisión me pareció muy bien, pero eso no impidió que, al enterarme, me entraran unas ganas enormes de echar un último par de días en el apartamento. Pese a esto, durante varias semanas nos ha resultado imposible ir, pero la venta no se ha acabado de materializar, de manera que el pasado finde aún estuvimos a tiempo de aprovechar, una vez más, el alojamiento. Como todavía hacía buena temperatura, pudimos disfrutar de la playa, pero ese plan no fue impedimento para que profundizáramos también, un poco, en las demás maravillas de la Tacita de Plata.


Cádiz es, con seguridad, la población en la que, sin haber vivido, he pasado más tiempo en mi vida. La posibilidad de poder disponer allí, durante unos años, de un alojamiento magníficamente situado, ha influido en ello, pero también lo ha hecho que tengo familia gaditana, y que la ciudad, en sí misma, me encanta. He ido varias veces a la Semana Santa, he estado en las barbacoas del Carranza, he comido en restaurantes magníficos y en otros no tan excelsos, he ido por trabajo, he disfrutado de la playa, he salido de marcha por la noche, he dado muchos paseos por su centro y por su Paseo Marítimo, he disfrutado de multitud de celebraciones y de encuentros familiares, he ido al cine, al fútbol, a correr carreras, he ejercido de turista,... Han sido decenas de visitas, desde que era niño, por lo que he tenido ocasión de hacer innumerables cosas. Solo me ha faltado ir al Carnaval, pero todo se andará.

Como dije antes, el pasado fin de semana volvimos a Cádiz, una vez más. Estuvimos de viernes a domingo, y aprovechamos muy bien el tiempo. Para empezar, el viernes, al llegar, ya bajamos a la Playa de la Victoria, que es el mejor arenal urbano que he visto. A esa hora de la tarde, sin embargo, no hacía suficiente calor como para bañarse, y nos contentamos con estar un buen rato junto al mar, dejando que nuestros sentidos disfrutaran del entorno.


Realmente, el rato más playero del fin de semana lo vivimos el domingo, justo después de comer. En ese momento, sí hacía calorcillo, y, echándole valor, hasta yo me di un chapuzón.

Las horas centrales del sábado también hubieran sido apropiadas para pasarlas en la playa, pero ese día decidimos ir ver la Torre Tavira, que es algo que me apetecía hacer desde que me enteré de su existencia, hace nueve años, y que no había podido llevar a cabo.



La Torre Tavira es una torre del siglo XVIII, que corona la Casa-Palacio de los Marqueses de Recaño. Está ubicada en el centro del casco antiguo de Cádiz, y es la cota más alta de la ciudad, por lo que fue designada torre vigía oficial del Puerto en 1778 (su primer oteador se llamó Antonio Tavira, de ahí su nombre).


Hoy día, en la última planta de la Torre Tavira se ha colocado una cámara oscura, que permite hacer un recorrido visual de 360º por toda la ciudad, a través de imágenes reales y en movimiento.

El sábado reservé la visita, pero llegamos unos minutos tarde y no pudimos entrar. Nos quedamos con la miel en los labios, pero decidimos ponerle remedio, y, sin esperar, cogimos sitio en otra sesión, al día siguiente por la mañana. Retrasarnos de nuevo ya hubiera tenido delito, pero el domingo nos aseguramos de estar allí a la hora apropiada, y pudimos, finalmente, subir a la Torre. Antes de llegar arriba, vimos que esta también cuenta con dos salas de exposiciones. La primera está dedicada a la historia de Cádiz, y la segunda se centra en las cámaras oscuras.


Para llegar a a la Torre, que está en el mismo corazón de Cádiz, los dos días tuvimos que atravesar parte de su casco histórico. Sin ir más lejos, la Calle Sacramento, que es la que vertebra el sector oeste del centro, la recorrimos casi entera (desde lo alto, se observa a la perfección hasta que punto esa calle ejerce de columna vertebral del meollo de Cádiz).


Al ir a la visita, pudimos ver como el casco antiguo de Cádiz, que está dividido en varios barrios, tiene, en general, ese aire desgastado y encantador de los centros de las ciudades de mar.


También pasamos por la Calle Columela, y vimos la diferencia entre como estaba el sábado por la tarde, y como estaba el domingo. La razón del cambio es que es una de las principales vías comerciales de la ciudad. De hecho, en ella se encuentran representadas las firmas multinacionales de moda más importantes, aunque todavía resisten algunos pequeños comercios de corte tradicional.

La visita a la Torre Tavira mereció la pena, ya que, además de la mencionada cámara oscura, tiene también una atractiva azotea, que es la verdadera atalaya que permite contemplar Cádiz en todas las direcciones, desde su punto más alto. El día estaba claro y luminoso, por lo que pudimos permanecer veinte minutos disfrutando de las vistas.



No obstante, la atracción estrella de la Torre Tavira es la cámara oscura, que está en el piso inmediatamente inferior a la azotea. Durante un rato, la habitación en la que se encuentra se queda sin luz, y en una especie de pantalla blanca, horizontal y cóncava, se refleja la ciudad, como si la estuviéramos mirando a través de un periscopio, con capacidad para alejar o aumentar las imágenes. El ingenio lo maneja un guía, que es el que va explicando todo lo que se va viendo.

Llegados a este punto, hay que decir que lo de la cámara oscura habría estado muy bien, simplemente con un cicerone que hubiera hecho de forma correcta su trabajo, pero, haciendo honor al tópico, que dice que en Andalucía somos graciosos, y que los gaditanos son los andaluces con más arte, el guía que nos tocó sumó a su explicación, el valor añadido del desparpajo, de manera que nos ofreció una explicación, a la par interesante y desenfadada. No se hizo el gracioso, porque no hizo falta, el salero lo llevaba de serie, y nos obsequió con un rato muy divertido, que no por ello dejó de ser didáctico.

Aparte, como dije antes, el sábado llegamos con retraso a la Torre Tavira, pero, a la vez, llegamos igualmente tarde a la cita con Teresa y con José Lucas, unos amigos de Sevilla que estaban también en Cádiz, y con los que habíamos quedado para hacer la visita. Ellos fueron puntuales, y pudieron subir a ver la cámara oscura, por lo que a nosotros no nos quedó más remedio que esperarlos abajo, dado que la idea era echar el resto de la jornada juntos. Cuando acabaron, lo primero que hicimos fue irnos hasta el Parque Genovés, a comernos unos bocatas. El día era sensacional, y el plan de comer de pícnic nos apeteció a todos. Gracias a eso, tuve la oportunidad de recorrer, de nuevo, esa preciosa zona ajardinada, que está situada en el extremo noroeste de Cádiz, y que, en realidad, es un jardín botánico, creado a finales del siglo XIX, cuando se plantaron los árboles y arbustos, y se le dio el aspecto actual a una zona verde que ya existía con anterioridad (se hizo siendo alcalde Eduardo Genovés, de ahí su nombre). En el parque, hay un centenar de especies vegetales, además de un vivero, en el que no se puede entrar, y un auditorio (el de la foto de abajo es un ejemplar, bastante llamativo, de palo borracho, que es el nombre común de la chorisia speciosa).



Realmente, por su ordenación y por su carácter, el Parque Genovés no está pensado para hacer pícnics en él, pero nosotros no llevábamos apenas parafernalia, solo unos bocadillos, así que no fue complicado comer allí. Luego, nos dimos una vuelta, para ir a ver la Gruta de la Cascada y el lago que tiene al lado. Ambos le acaban de dar al lugar un aire muy romántico, en el sentido más becqueriano de la palabra.



La siguiente foto es de marzo de 2008, que es cuando yo estuve en el Parque Genovés la otra vez, y da fe de lo agradable que puede llegar a ser el mismo. Su paseo central tiene los árboles podados al estilo inglés.


Tras la comida y el paseo, nos dirigimos hasta la Playa de la Caleta, la más propia de Cádiz. Es la que está junto al centro de la ciudad, por lo que es la playa gaditana histórica por antonomasia.


Yo, en ella solo he estado una vez en plan playero, siempre me ha pillado a trasmano, pero paseando la he visto a menudo, y en esta ocasión creo que la disfruté más que nunca, porque nos sentamos a tomar café en el Bar Club Caleta, un bar cuyo interior tiene un aspecto extremadamente cutre, pero que cuenta con una terraza que es una delicia.


Al Bar Club Caleta le tengo que dar un punto positivo, por algo que considero muy importante, y es que estuvimos en su terraza dos horas, habiéndonos pedido solo un café cada uno, sin que los del bar nos pusieran mala cara ni por un momento. En el resto de las mesas hubo movimiento continuo de personas, que estuvieron, en la mayoría de los casos, comiendo, a pesar de que era media tarde, pero nosotros éramos cuatro adultos con cinco niños, y nos tomamos una única ronda de bebidas, sin movernos del mismo sitio en ese tiempo. Se estaba en la gloria y se agradeció el detalle. Aun así, he de decir que, en la mesa de al lado, vi uno de los episodios más exagerados de chulería por parte de un camarero que he presenciado nunca: un cliente echó para atrás una ración de chipirones, porque decía que estos no estaban frescos, y el susodicho camarero, ni corto ni perezoso, metió sus dedazos en el plato sobre la marcha, agarró un chipirón y se lo zampó de un bocado, relamiéndose, ante la estupefacción del chico. Luego añadió, visiblemente irritado, que los chipirones estaban de escándalo, porque eran del día. Como es lógico, a continuación se llevó el plato, y luego intentó suavizar el arrebato con mil explicaciones. Por fortuna para él, el cliente, que en mi opinión había pedido demasiada comida y es verdad que tenía pinta de estarle echando un poco de morro, a ver si lograba no pagar lo que se iba a dejar seguro, optó por no decir nada. Después de todo, había conseguido su objetivo.

De cualquier modo, en nuestro caso no llegamos a pedir comida en el Bar Club Caleta, así que la crítica gastronómica la tendré que hacer en la próxima visita. Nosotros, en esta ocasión, el homenaje culinario nos lo dimos el domingo, a la hora del almuerzo, en el Burguer Yiyi, un lugar que nos parece mítico, y que está muy cerca del apartamento (ante la posibilidad de que el mismo deje de ser pronto nuestro piso franco, y de que la hamburguesería ya no nos coja tan a mano, decidimos darnos el gustazo de comer allí una vez más).


El Burguer Yiyi es el típico bar de barrio, en la que se puede comer de todo: perritos calientes, bocatas, tapas, pizzas, y, por supuesto, hamburguesas. El propio Yiyi es el que está tras la barra, y el lugar no es en absoluto refinado, pero es entrañable y barato, y si no se esperan florituras, no se come mal (me encanta el bocadillo Milagrito... jamón serrano, tomate natural y tortilla francesa). Además, se encuentra justo enfrente de la playa.


No se si podremos volver a Cádiz durmiendo en el apartamento, pero estoy seguro de que, en cualquier caso, la Tacita de Plata seguirá siendo un lugar por el que nos dejaremos ver cada cierto tiempo.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado CÁDIZ.
En 2000 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 35'7% (hoy día 78'6%).
En 2000 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 16'5% (hoy día 32'5%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado CÁDIZ.
En 2000 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 20'4% (hoy día 50%).
En 2000 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 4'1% (hoy día 19'5%).


1 de octubre de 2017

MARATÓN DE BERLÍN 2017

Cada año se celebran en el mundo más de 800 maratones. De todos ellos sobresalen seis, que son considerados como los más importantes, por su historia y porque reúnen a los mejores maratonianos del momento, pero también porque son los maratones más multitudinarios y los que acaparan más atención mediática. Son los World Marathon Majors. No todos los corredores tienen la necesidad de participar en ellos, pero sí es cierto que hay muchos maratonianos que acaban teniendo como objetivo correr alguna vez en esos grandes eventos, conociéndolos desde dentro.


A mí me encanta viajar y normalmente no me supone ningún problema dejarme seducir por el lado mítico de las cosas, así que tenía en mente desde hace tiempo correr algún Major. Hacerlo no es fácil, por lo que he tardado bastante tiempo en decidirme a intentarlo, pero este año me propuse no dejar pasar más tiempo e ir a por alguno. De esos seis maratones, solo dos son europeos, así que me resultó fácil hacer una primera criba a la hora de elegir destino. Ya solo me quedaba decidirme entre el de Londres o el de Berlín. El primero es en abril, es algo más caro y, además, en Londres ya había estado. Berlín, por contra, es una ciudad que no conocía y es más fácil dejarse unos días de vacaciones para septiembre, que es cuando se celebra el Maratón de Berlín, que adelantarlos a abril para ir al de Londres. La decisión, por tanto, no me resultó difícil. Con tiempo, hace unos meses, reservé mi plaza para la cita berlinesa del presente año, y este mes de septiembre he vivido por primera vez la experiencia de ir a correr una carrera formando parte de un grupo organizado y también, como no, he participado por primera vez en un Major.


No soy muy aficionado a ajustarme a paquetes a la hora de hacer viajes o excursiones, pero he de reconocer que en esta ocasión me ha resultado comodísimo ir a Berlín a correr su maratón estando incluido en un grupo (éramos 68 personas, entre corredores y acompañantes), porque a nivel organizativo todo me lo han dado hecho. En lo relativo a los planes turísticos la libertad ha sido absoluta, como a mi me gusta, pero toda la parafernalia que va unida a participar en un evento como un maratón en el extranjero me la he ahorrado, ha sido muy relajado: la agencia Running Travel buscó los vuelos, el alojamiento, ajustó los transfers desde el aeropuerto al hotel y gestionó la inscripción al maratón. Además, el sábado nos puso un autobús para llevarnos a la feria del corredor a recoger los dorsales. Por último, por parte de la agencia venía en el grupo César Corral, que iba a correr la carrera, de manera que nos acompañó, no solo a la feria, sino también a la salida. Lo mejor, sin embargo, es que el trato con César desde unos meses antes fue directo y personalizado, primero ajustó el viaje a nuestras circunstancias (estuvimos un día más de lo normal y las niñas eran las únicas menores del grupo) y, ya en Berlín, estuvo atentísimo a que todo cuadrara a la perfección. El hotel, por último, estuvo genial, así que se puede decir que nuestro estreno en este tipo de viajes fue redondo. Con un poco de suerte volveré a necesitar en el futuro de los servicios de alguna agencia para correr otros maratones en el extranjero y la verdad es que esta ya nos tiene ganados.


A la feria del corredor fuimos el sábado por la mañana. La misma estaba montada en STATION-Berlin, una antigua estación de trenes bastante monumental, construida a finales del siglo XIX y que en la actualidad funciona como palacio de congresos y exposiciones. En ella la organización fue perfecta y la recogida del dorsal fue automática. Luego, la feria en sí me gustó, aunque es como la del Maratón de Sevilla, sin ir más lejos, y además acabó estando un poco masificada, al llegar a las 9'30 aún se podía uno mover con un poco de soltura por allí, pero a las 11 cuando nos fuimos ya no se cabía y las colas estaban empezando a proliferar por doquier. Por suerte, nosotros madrugamos un poquito.


El día de la carrera la cita en la recepción del hotel era a las siete de la mañana, por lo que bajé a desayunar antes de las 6'30. Tampoco es que el madrugón fuera un problema, porque la noche antes de los maratones suelo dormir regular y en este caso dormí directamente mal. Por otro lado, las pequeñas rutinas que tengo establecidas antes de los maratones las tuve que adaptar: no cené pasta y el desayuno incluyó pan, que es algo que no suelo tomar a primera hora. En cualquier caso, intenté en los días previos cuidarme todo lo posible desde el punto de vista alimenticio, pero es evidente que no es lo mismo estar de viaje que estar en casa. Aún así, antes de bajar al hall pude ir al baño y, en principio, me quedé a gusto y tranquilo al respecto. Todavía no presentía que tenía una bomba de relojería en el vientre.

Lo de ir a la salida, como he dicho, fue muy cómodo. El grupo se juntó en la recepción con bastante puntualidad y solo tuvimos que seguir a César, que conocía el camino. El conjunto de corredores era de lo más variopinto: había gente cuyo objetivo era simplemente acabar antes del límite de las seis horas, pero en el otro extremo venía en el grupo Alhassane Bangoura, un guineano afincado en Sevilla que acabó ¡en el puesto 36! (marcó 2h19:01). Yo lo conocía de vista porque gana multitud de carreras en Sevilla y alrededores, en la foto de abajo es el que está atrás a la derecha con una gorra blanca, levantando el brazo (yo estoy el tercero por la izquierda).


En tren llegamos con mucha comodidad a la estación de Berlin Hauptbanhof y desde allí nos plantamos en el área acotada para la salida del maratón en unos minutos. La misma era enorme, y una vez en ella ya cada uno se buscó la vida por su cuenta (solo era accesible para los corredores y ocupaba un espacio muy amplio del Tiergarten). Dada la magnitud del evento y la amplitud de la zona de salida era imposible no marearse un poco en ella, pero hay que reconocer que con la información que nos proporcionaron no fue difícil acabar encontrando los caminos. La masificación no se percibió en absoluto. No tuve, por ejemplo, que esperar mucho para entrar en una letrina a hacer pis, y también me sorprendió que el guardarropa estaba compartimentado hasta tal punto que en cada sector solo se recogían la bolsas de 200 corredores, lo que se traduce en unos 200 compartimentos. Sin embargo, encontrar el de cada uno era fácil, así que dejar las cosas en el guardarropa fue rápido. Después, llegué a mi cajón de salida con facilidad, entré en él y pude avanzar hasta la parte de delante sin traba alguna. Faltaban 40 minutos que se me pasaron volando viendo el ambiente, escuchando al speaker y mirando en una pantalla gigante que tenía delante como se daban las salidas de las carreras de sillas de ruedas y de handbikes.


A pocos minutos para las 8'30 presentaron a los cracks que iban a participar en la carrera y eso acabó por convertir el momento en algo mítico. No en vano estaba allí, en mitad del Tiergarten de Berlín, rodeado por 40.000 personas y a unos pocos metros de tres de los mejores maratonianos del planeta, que se disponían a intentar batir el récord mundial (enumerar los méritos atléticos de Wilson KipsangKenenisa Bekele y Eliud Kipchoge me ocuparía un párrafo bastante largo, pero se pueden resumir sus hitos en una frase: los tres están entre los cinco mejores corredores de maratón de la historia).


El objetivo de los dos keniatas y del etíope era acabar en menos de 2h02:57. El récord del mundo vigente se estableció en Berlín en 2014, Bekele solo tenía que bajar su mejor marca 6 segundos, Kipchoge 8 y Kipsang 16. Finalmente la carrera la ganó Eliud Kipchoge, que atravesó la línea de meta en 2h03:32 (vaya como se ha puesto el tema del récord de maratón, que la novena mejor marca de todos los tiempos ya parece decepcionante...). En chicas ganó la atleta de Kenia Gladys Cherono, que hizo una marca alucinante (2h20:32). Sin embargo, como no se esperaba que batiera ningún récord y no marcó ni siquiera su mejor tiempo, se vio un tanto eclipsada de más por la grandeza del reto que afrontaron los hombres.



Hay que decir, en otro orden de cosas, que la climatología no acompañó, este maratón se disputa en el mes de septiembre porque en esta época en Berlín el clima suele ser el idóneo para correr (seco, soleado y fresco), pero esta vez no fue así. César me dijo que en los últimos siete años el día de la carrera solo había llovido una vez, pero este año tocó tener mala suerte (no tanta como en 2010, eso sí): por la noche cayeron chuzos de punta y me temí lo peor, al final nos mojamos corriendo, pero al menos no llovió hasta las 9 y eso facilitó los prolegómenos. Lo que sí es cierto es que la humedad, según dijeron, era del 99%, lo que es un palo. Allí en la salida, rodeados del boscoso Tiergarten, se notaba mucho. Por fortuna, solo hacía 13º, una buena temperatura.


Al darse la salida tardé más de dos minutos en poder echar a correr (no es mucho, teniendo en cuenta que estaba rodeado por 40.000 personas).


Luego paré a hacer pis detrás de unos arbustos antes de llegar al primer kilómetro. A partir de ahí ya todo fue rodado.

Al margen de la experiencia puramente deportiva, correr en Berlín me ha dejado grabadas en la memoria unas cuantas estampas de la ciudad que ocuparán para siempre un lugar muy especial entre mis recuerdos de la carrera. La primera de esas estampas, sin duda, fue de las más espectaculares, ya que antes de llegar al segundo kilómetro pasamos a los pies de la Columna de la Victoria. El día estaba gris y oscuro, se veía que no faltaba mucho para que empezara a llover de nuevo, pero en esas circunstancias el Tiergarten y la Columna, con su famosa estatua arriba, un poco entre brumas, lucieron espectaculares.

Mis primeros kilómetros fueron muy buenos, iba cómodo rodando por debajo de 5 minutos/km. Cuando iba por el kilómetro 4 el ambiente ultrahúmedo se convirtió en chiribiri y en el kilómetro 5 empezó a llover fuerte. La lluvia torrencial no duró mucho, pero el chispeo estuvo yendo y viniendo toda la carrera, aunque no resultó muy molesto, ciertamente. Quizás fueron los charcos que había en el suelo los que dieron un poco más la lata, porque fue imposible no acabar corriendo con los pies chorreando.


Pasado el kilómetro 6'5 atravesamos el Río Spree por Moltkebrücke (momento que recoge la foto siguiente) y nos dirigimos hacia el Reichstag, junto al cual pasamos antes de llegar al séptimo kilómetro.


Un rato después pasé el kilómetro 10 en 49:56. Iba rodando sin demasiado esfuerzo a un buen ritmo.

Otra cosa que me gustó del Maratón de Berlín fue la cantidad de bandas de música en vivo que vi animando el recorrido. Lo de animar a los corredores y a los espectadores colocando grupos de música a lo largo del trazado de la carrera es algo que ya se hace en muchos maratones, incluido el de Sevilla, y que a mí me encanta. Lo de Berlín, sin embargo, fue lo más espectacular que he visto, ya que había músicos casi en cada kilómetro. Eso hizo que viera de todo, desde un coro cantando una especie de salmodia, a varios grupos de auténtico rock que me dieron un buen subidón. Uno de los grupos, por ejemplo, estaba cantando Punk Rock Song de Bad Religion cuando yo pasé, y otro Wish You Were Here de Pink Floyd, pero lo que más me gustó fue escuchar en plena Kottbuser Tor, en el kilómetro 15, música rock con reminiscencias árabes (Kottbuser Tor es el corazón de Kreuzberg, que otrora fue el barrio bohemio de Berlín y hoy día es conocido como El Pequeño Estambul. Escuchar a un grupo de rock con aire turco en ese punto me pareció una aportación tremendamente auténtica).

Como he dicho antes, hasta el kilómetro 10 fui rodando cómodo, pero a partir de ahí empezaron los contratiempos. El primero y más lógico fue que empecé a ver que las piernas iban menos frescas que otras veces. Las dos jornadas anteriores habían sido bastante intensas, no quise dejar de conocer Berlín y aunque no fueron tan machacantes como podían haber sido en otras circunstancias, lo cierto es que pasamos dos días muy activos. Por ello, a partir del kilómetro 10 se me empezaron a ir segundos, ya corría un poco por encima de 5 minutos/km y es seguro que se debió a la falta de frescura. Sin duda, de coco fueron los peores momentos, porque faltaba mucho y me di cuenta de que la carrera se me iba a hacer larga.

La cosa, sin embargo, se puso peor muy rápido y la causa no tuvo nada que ver con las piernas. Tras hacer pis al principio la sensación interna había sido muy buena, pero tras la primera hora corriendo empecé a notar que no iba de vientre demasiado bien. En origen solo fueron leves retortijones, pero conforme avanzaba la carrera los apretones fueron siendo más fuertes. Aún así, pasé la media maratón en 1h45:54.

Poco antes del kilómetro 22 había quedado en verme por primera vez con María y con las niñas, ellas no se pegaron el mismo madrugón que yo, lógicamente, pero se movilizaron rápido y allí estaban. Verlas fue muy emocionante. Después mi ritmo pegó otro bajón, aún no superaba los 5:20 por kilómetro, pero el avance ya era notablemente más lento que al principio. Ese momento también fue complicado, porque ir a 5:20 en el kilómetro 25 es la confirmación de que el final no será cómodo. Sin embargo, si algo tengo ya a estas alturas es experiencia, así que me propuse llegar hasta el kilómetro 30 a ese ritmo sin mirar más allá, y conseguí ir relativamente desenganchado hasta ese punto.


Por desgracia, al pasar el kilómetro 30 los retortijones pasaron de castaño a oscuro y, por momentos, llegué a temer que no había conseguido evitar algún escape. Cada kilómetro que pasaba iba peor, el kilómetro 31 lo hice en 5:33, el 32 en 5:26 y el 33 en 5:50. A ratos tenía que correr apretando el culo, al principio los apretones habían sido molestos, pero ya lo iba pasando directamente mal, los mismos cada vez venían con más fuerza y tardaban más rato en pasarse.

En el kilómetro 34 vi a María y a las niñas de nuevo, esta vez en Kufürstendamm, cerca de nuestro hotel. Nada más que por eso el ritmo volvió a subir a 5:19 en esos 1.000 metros.


Luego, en el kilómetro 35 aguanté otro retortijón importante y ahí ya vi que o paraba o me lo hacía encima. Por suerte, el Maratón de Berlín estuvo bien surtido de letrinas a lo largo de todo el recorrido, en ese sentido también le doy un diez. Durante un rato seguí corriendo, que remedio, pero ya iba realmente agobiado, estaba a punto de liarla de verdad. Por fortuna, la letrina salvadora apareció cuando empezaba a darlo todo por perdido. Allí dentro me vacié como pocas veces. Hasta acabar del todo con el problema yo creo que pasaron por lo menos diez minutos. Tras ese periodo me noté liberado, salí y volví a correr. Los siguientes kilómetros no fueron malos, volví a rodar a 5:20 por kilómetro sin problema, nada más que por la sensación de ligereza interna. Fue el rato en el que atravesé Postdamer Platz, que fue otro de los puntos que se me han quedado grabados. En el kilómetro 39, en Leipziger Strasse, pasé justo por el punto donde el día anterior habíamos visto a los patinadores de la prueba de patines en línea del Maratón de Berlín. A ese momento corresponden las dos siguientes fotos.



Por desgracia, todavía quedaba un contratiempo en forma de flato. El mismo me vino en el kilómetro 40 y convirtió los dos últimos kilómetros en un suplicio. El dolor era insoportable y a duras penas pude avanzar dando saltitos durante el cuarto de hora que tardé en recorrer esos últimos dos mil y pico metros (abajo estoy atravesando la Pariser Platz, justo antes de llegar a la Puerta de Brandenburgo).


Los 2 últimos kilómetros no pude disfrutarlos como se merecían, pero pese a todo no me privé de pasar la mano por una columna de la Puerta de Brandenburgo al atravesarla por debajo y, en todo caso, que me quiten lo bailao: acabé el Maratón de Berlín en 3h48:58.


 


En otros maratones los momentos de disfrute han comenzado nada más atravesar la meta, pero en este caso no fue así. Estaba fundido como pocas veces, la lucha contra el estómago en la segunda media maratón me había dejado devastado. Aún así, cogí mi medalla, me quité el chip del cordón de la zapatilla y me dirigí al guardarropa. Estaba completamente empapado por la lluvia y el sudor, así que mi prioridad pasó a ser ponerme ropa seca. No se ni como encontré el guardarropa tan pronto, porque iba zombi y aquello era enorme, pero se ve que el piloto automático tiene más vida propia de lo que parece, porque inconscientemente fui directo al lugar donde tenía mi mochila. Cambiarme de ropa fue rápido y me sentó de maravilla. En ese momento ya sí me vine arriba y la vuelta al hotel en tren fue agradable, las piernas las tenía para el arrastre, pero después de 17 maratones es una sensación que ya se como afrontar sin traumas.

La experiencia maratoniana en Berlín me dejó un sabor agridulce por los problemas estomacales y de flato. Siempre me crea una cierta inquietud el pensamiento de que en este tipo de experiencias uno solo tiene una bala para gastar: de un mal maratón en Sevilla uno se puede desquitar doce meses después (doy fe), pero en lugares como Berlín el tren solo pasa una vez. Por fortuna, considero que no lo hice tan mal, deportivamente cumplí el mínimo y, en cualquier caso, la experiencia fue mágica, es difícil explicar con palabras lo que supone cumplir un sueño tan perseguido como acabar un Major, estando además en compañía de mi familia. Por otro lado, el fin de semana entero fue entrañable, salió redondo y, en conjunto, me dejó una sensación maravillosa que perdurará siempre.



Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 203.
% del Total de Carreras a completar: 20'2%.

Reto Atlético 51 MARATONES
Maratones completados: 17.
% del Total de Maratones a completar: 33'3%.

Reto 7 MARATONES 7 CONTINENTES
Completado Maratón en EUROPA.
En 2002 (año del primer Maratón corrido en Europa), % de Continentes en los que había corrido un Maratón: 14'2% (hoy día 14'2%).

Reto MARATONES DE LA UE
Completado Maratón en ALEMANIA.
% de Países de la UE en los que he corrido un Maratón: 14'2%.

Reto GRANDES MARATONES
Completado MARATÓN DE BERLÍN.
% de Grandes Maratones completados: 9%.