31 de enero de 2022

MEDIO MARATÓN DE SEVILLA 2022

Los turnos de trabajo y la COVID-19 sabotearon el calendario atlético que me había hecho en Navidades para enero y febrero de 2022. Lo cierto es que lo del curro era previsible. Hace unos meses me apunté para hacer servicios extraordinarios en la biblioteca, lo que implica, en mi caso, trabajar seis domingos al año, a lo largo de los tres periodos de exámenes universitarios. En este cuatrimestre me tocaban dos domingos. Lo que pasa es que en diciembre aún no tenía el cuadrante y me anoté en la agenda un par de pruebas para finales de enero y principios de febrero, confiando en que no coincidieran con los días en los que iba a tener que cumplir con mis obligaciones laborales. Sin embargo, Murphy volvió a hacer de las suyas y me fastidió sendas citas, porque tras las Navidades supe que los dos domingos de las carreras elegidas por desgracia coincidían con los que yo tenía que ir a la biblioteca. En teoría podía correr en otros lugares los demás fines de semana, pero la pandemia hizo el resto para que tuviera muy complicado hacerlo, dado que el virus hizo estragos entre mis compañeros, y en el primer tramo de apertura extraordinaria de la biblioteca de este curso no voy a tener más remedio que trabajar cuatro domingos. Eso está bien, porque casi me voy a quitar ya todas las horas que tengo que echar en 2022, pero, en contrapartida, me di cuenta de que no iba a poder participar en nada hasta marzo. En efecto, teniendo en cuenta lo del trabajo y que los dos últimos findes de febrero voy a estar de viaje, solo tenía libre el fin de semana del 29 y 30 de enero, pero en él parece que el universo atlético de Andalucía occidental y del sur de Extremadura se detienen para rendirle pleitesía al Medio Maratón de Sevilla


Ese fin de semana no había ninguna prueba además de esa, pero yo no estaba apuntado y las inscripciones estaban cerradas. En consecuencia, renuncié a competir hasta casi primavera. No obstante, hace pocos días surgió la posibilidad de aprovechar el dorsal de un conocido y decidí obviar que no está permitido correr en nombre de otra persona. Lo se. No es buena idea participar en una carrera con un número ajeno. Sin embargo, al hacerlo el riesgo que ello conlleva lo asume el corredor, ya que no va cubierto por el seguro, pero eso solo implica que si a uno le da un jamacuco, el dinero que cueste su asistencia lo tendrá que pagar de su bolsillo. Aparte, si a un desgraciado le da por morirse compitiendo con un dorsal que no sea suyo, pues su familia será la que tenga que hacerse cargo del marrón, sin que ninguna compañía aseguradora mueva un dedo. Por ello, no es para nada recomendable correr así. No tengo la intención de hacerlo más, pero lo cierto es que el peligro que acarrea es moderado, y el perjuicio que causa dicha acción no es comparable con el que supone ir sin dorsal o hacerlo con uno fotocopiado. En definitiva, pese a que creo que se deben hacer las cosas por lo legal, y así lo he hecho siempre en las 231 carreras precedentes que he acabado en mi vida, tampoco me pesa en la conciencia haber corrido una vez aprovechando la inscripción de un conocido que había pagado religiosamente su cuota. Gracias a mi compi benefactor completé mi séptima participación en la cita antes conocida como Media Maratón Isla de la Cartuja, y que en este 2022 ha vuelto a denominarse Medio Maratón de Sevilla por las buenas.

Mi anterior participación en este evento fue en 2018. Por aquel entonces ya escribía este blog y pude hablar de la evolución que ha seguido la media maratón de la ciudad de Sevilla desde 2003, año en el que debuté en ella. No me voy a repetir. Solo quiero añadir que en 2018 aún se terminaba la prueba en el Estadio de la Cartuja, pero que, desde 2020, la meta se ubica en el Paseo de las Delicias. Yo viví un final en esa gran avenida en la última edición del Maratón de Sevilla que he disputado, pero me faltaba hacerlo también en la media. Lo hice ayer y comprobé que merece la pena. 

Por otro lado, el trazado del Medio Maratón de Sevilla también me pareció brillante. Es un gran acierto dejar para el final el paso por el centro de la ciudad. En efecto, fue una gozada pasar en los últimos kilómetros bajo las Setas, cruzar La Campana, y recorrer, sucesivamente, la Calle Tetuán, la Plaza Nueva, la Avenida de la Constitución, la Puerta de Jerez y la Calle San Fernando. Después, el paso por la Plaza de España y por el Parque de María Luisa fue hasta emocionante, y la citada recta de meta es de las que te hacen flipar.


Yo, además, tuve la suerte de acabar hecho un torpedo. Por la marca, tengo la sensación de que me limité a cumplir, pero la verdad es que corrí de maravilla, es decir, de menos a más.

Con respecto al tiempo final que me salió, que fue de 1h34:39, en realidad mi objetivo inicial era terminar en torno a 1h32, pero pronto lo reajusté y lo dejé en 1h34, buscando ser realista. En noviembre marqué 1h33:31 en la Media Maratón Entreparques y, desde entonces, creo que he apretado un poco en los entrenamientos, por lo que pensé que el reto de 1h34 no era descabellado. De todas formas, tengo que tener en cuenta que ese día apenas si perdí unos segundos antes de poder echar a correr, pero ayer se me fue 1:16. Lo cierto es que el compi que me dio el dorsal tenía asignado el cajón cuatro en la salida, lo que hizo que me viera de inicio bastante atrás. Dentro del cajón avancé todo lo que pude, pero aun así no pude evitar que se me fuera más de un minuto antes de pasar por el arco de salida. Los 76 segundos por supuesto van incluidos en la 1h34:39. Eso implica que mi marca real fue de 1h33:23. Se puede decir, por tanto, que los tiempos desde la salida hasta la meta, en mis dos últimas medias, han sido casi calcados.

Aparte, es muy diferente la manera de correr una media en la que no se llega a los 400 participantes, con respecto otra en la que hay más de 7.700. Ayer, tras conseguir arrancar, me pegué avanzando a base de esprints más de dos kilómetros. Había tanta gente, que me encontré varios tapones que me ralentizaron y, aunque intenté echarme a un costado para poder seguir una línea lo más recta posible, la verdad es que para lograr ir adelantando corredores tuve que pegar un buen número de acelerones y de quiebros. En La Rinconada, en noviembre, cogí el ritmo crucero a los 100 metros y ya gestioné yo mi avance sin injerencias. Ayer tardé algo más en poder poner el piloto automático, en lo que a la trayectoria se refiere. La foto que voy a poner a continuación, que es la única que tengo en la que salgo (en la segunda fila vertical, empezando por la derecha) está hecha en el kilómetro dos y pico. La aglomeración de gente ahí era aún considerable.


Otra particularidad de la carrera de ayer fue que corrí sin saber qué tiempo llevaba. Creo que es la primera vez que me pasa eso en una media maratón. En efecto, en la salida me armé un lio con el pistoletazo inicial y le di tarde al reloj. Luego, encima, me confundí y en uno de los puntos kilométricos, en vez de darle al botón con el que se registran los parciales, lo que hice fue parar el cronómetro. Tardé un rato en darme cuenta. Parece mentira a estas alturas. En definitiva, lo que iba viendo en mi muñeca pronto dejó de ser una referencia, así que me fui centrando en mirar cuanto iba tardando en recorrer cada kilómetro, pero hasta que no enfilé la línea de meta no tuve una idea clara de la marca que iba a hacer.

Un elemento más de confusión, a la hora de poder ir controlando el ritmo, fue el de los globos que hacían de liebre. A veces los mismos me han sido muy útiles como referencia, pero la verdad es que en otras ocasiones son un elemento que, más que ayudar, provoca dudas. Ayer, al darse la salida tardé en ver al globo más cercano. Lo llevaba lejos, por lo que no fui capaz, durante mucho rato, de ver qué tenía escrito. Me imaginé que marcaba el ritmo para bajar de 1h35. Con el transcurso de los kilómetros le fui comiendo terreno, pero hasta que no lo alcancé, cumplidos ya los 5.000 metros, no supe que, en realidad, era el de 1h40. En ese momento creí que mi objetivo de bajar de 1h35 era una quimera. Sin embargo, pronto lo dejé atrás y volví a centrarme en mi ritmo por kilómetro, que estaba siempre entre 4:22 y 4:32. Sabía que si lograba una media final de 4:30 iba a bajar de 1h35, así que era consciente de ir corriendo dentro de los límites de lo planeado. Me quedaba la duda de si iba a conseguir recortarle al crono el 1:16 que había perdido en la salida. Luego me he enterado de que marqué 23:22 en el kilómetro 5, es decir, que hasta ahí mi ritmo oficial era de 4:40. No obstante, el real era de 4:25. Le iba recortando unos 5 segundos por kilómetro a los 76 que había perdido en el arranque. Tenía opciones, por tanto, pero estaba la cosa justita.

Poco antes del kilómetro 7 nos internamos en Triana y atravesamos el barrio por sus arterias principales, que son bien anchas. Luego nos dirigimos hacia Los Remedios. Este es el barrio donde viven mis padres y mi hermana, por lo que voy por allí con mucha frecuencia. Durante una década, además, también fue mi barrio. Sabía que a las 9:40 de la mañana, ni mi padre, ni mi madre, ni mucho menos mi hermana, iban a estar en la acera animándome, pero aún así la familiaridad del perímetro del Parque de Los Príncipes, por donde he entrenado cientos de veces, así como de las Calles Santa Fe y Virgen de Luján, me hicieron venirme arriba. Precisamente, al final de esta última estaba el kilómetro 10. Lo pasé en 45:34 y fue ese el peor momento de la carrera para mí. Me quedaba mucho, iba hecho un lío con el reloj, por lo que no sabía si iba en tiempo de cumplir con el objetivo o no, y encima acababa de vivir un subidón al principio de Virgen de Luján, que provocó el consiguiente bajón posterior. Por fortuna, el momento de debilidad, física y mental, duró un suspiro. En el kilómetro 11 decidí poner el crono a cero y tomarme el resto de la prueba como un diezmil, en el que tenía que bajar en cada parcial de 4:30. Por la razón que sea, al resetear el cronómetro me reseteé yo también, y a partir de ahí avancé mucho más suelto. Hasta el punto kilométrico 15, aunque iba bien, me mostré más conservador, pero al pasar por él tomé la decisión de apretar... y a ver hasta donde llegaba. Los últimos seis kilómetros los hice a 4:22, no es que sea una locura, pero hay que tener en cuenta lo que ya llevaba encima. Lo cierto es que gané 83 puestos en ese tramo. A lo mejor tampoco sorprende, pero a mí me produce una gran satisfacción haber corrido los tramos de cinco, cinco, cinco y seis kilómetros a una media sucesiva de 4:25, 4:26, 4:28 y 4:22.

El caso es que la última parte del Medio Maratón de Sevilla, tal y como está planteada ahora, es alucinante, y yo encima la hice pleno de energía y adelantando gente. El paso por la Plaza de España, que estaba en el último kilómetro, lo disfruté a tope. Aún no sabía si estaba en disposición de bajar de 1h35, pero confiaba en que sí. Evidentemente, teniendo en cuenta el tiempo real sí iba a ser capaz, dado que la gran mayoría de los parciales de la carrera habían sido inferiores a 4:30. Ese detalle sí lo había ido viendo. Sin embargo, no llevaba en el reloj el tiempo total y sabía que se me habían ido en la salida un buen puñado de segundos. Para mi tranquilidad, al enfilar el Paseo de las Delicias ya vi al fondo el cronómetro que había sobre la meta, y calculé que iba a conseguirlo. No quise dormirme en los laureles y seguí apretando, pero esta vez pude disfrutar de la recta final sin agonías. Acabé, oficialmente, en 1h34:39 (puesto 1.709 de 7.702 finishers). Ni que decir tiene que hubiera logrado adelantar al globo de 1h35, pero luego me he enterado de que esa liebre nunca existió. Da igual. Aparte, me hubiera gustado mejorar la marca de la media maratón de noviembre, y también es verdad que he llegado a liquidar los 21.097 metros de Sevilla hasta cinco minutos más rápido un par de veces, pero lo cierto es que eso fue hace mucho y me pone muy contento seguir pudiendo correr medias de manera natural a menos de 4:30 el kilómetro.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 231.
% del Total de Carreras a completar: 23%.

Reto Atlético 102 MEDIAS
Medias Maratones completadas: 41.
% del Total de Medias Maratones a completar: 40'1%.

Reto MEDIAS DE ESPAÑA Y PORTUGAL
Completado Media Maratón en la PROVINCIA DE SEVILLA.
En 2000 (año de la primera Media corrida en la Provincia de Sevilla), % de Provincias en las que había corrido una Media: 1'8% (hoy día 24'5%).

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SEVILLA.
En 2000 (año de la primera carrera corrida en Sevilla), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 0'9% (hoy día 37'1%).


22 de enero de 2022

TORRE DEL ORO Y PASEO COLÓN 2022

Hace unos meses decidí que iba a dejar de darle bola en los posts a la COVID-19 y a sus efectos. Es evidente que la pandemia está marcando nuestras vidas, pero me niego a que afecte a mi motivación por hacer cosas. Desde siempre, en cada momento he hecho lo que se ha podido, en lo que a viajes y a carreras se refiere, adaptándome a las circunstancias. Por ejemplo, cuando he tenido más dinero he viajado más, y cuando he estado tieso me he movido menos. Sin embargo, ni en uno ni en otro caso he hecho referencia al dinero en los posts. Doy por hecho que se sobreentiende que hago siempre todo lo que estoy en posición de hacer. Partiendo de esa mentalidad, en relación con la COVID-19 tomé una postura similar, por lo que empecé a obviar al virus al escribir. El bicho persiste y limita, pero yo sigo exprimiendo las posibilidades que nos va dejando. Por ello, las cortapisas por la pandemia las puse al mismo nivel que las monetarias y, en vista de eso, dejé también de mencionarla en cada artículo. Pese a esto, en algunos posts no me ha quedado más remedio que nombrarla. Este va a ser uno de ellos: resulta que en diciembre le regalé a María por su cumpleaños un par de entradas para ir al ballet. Tras las navidades, es bien sabido que el SARS-CoV-2 está campando a sus anchas por España y, por lo que a nosotros respecta, tras varias falsas alarmas, entró en casa la semana pasada. El bache se ha sobrellevado bien, pero María ha tenido algo de fiebre y ha estado una semana aislada. Los demás no nos hemos contagiado, no me explico como. El caso es que el sábado, María y yo teníamos previsto ir al ballet, pero ella, como es lógico, no pudo ir. Yo sí fui, no era plan de que se echaran a perder las entradas, y tanto Ana como Julia se mostraron bien dispuestas a acompañarme. De hecho, llegué a intentar comprar otra entrada para que vinieran las dos, pero me encontré conque ya no había. En consecuencia, lo eché a suertes y, finalmente, fue Julia la que vino conmigo. Dicen que no hay mal que por bien no venga, y esto es una prueba más, porque pasé con mi hija en el Teatro de la Maestranza una velada que perdurará en mi memoria para siempre. Además, puede entrar en el edificio.


En cualquier caso, todo esto lo cuento porque, a raíz de pensar en ir con María al Teatro de la Maestranza, se me ocurrió que era el momento perfecto para terminar de explorar uno de los lugares que están en mi lista de enclaves andaluces que hay que conocer sí o sí. En efecto, en dicho listado hay uno que fijé como Torre del Oro y Paseo Colón, incluyendo el Kiosco. En diciembre de 2020, tras ver la Torre del Oro, escribí el primero de los posts que tenía pensado dedicar a este edificio y a la calle en la que está. El presente complementa a aquel. La visita al Maestranza ha provocado la coyuntura idónea para diseccionar el Paseo Colón.


Como ya conté en el post de 2020, toda la orilla oriental del Río Guadalquivir forma un continuo de varios kilómetros, desde el Puente de San Telmo hasta el del Alamillo. En todo ese tramo hay un camino peatonal al nivel del agua y, pocos metros por encima, una calle asfaltada paralela, por donde circulan los coches (realmente, el nivel de la ciudad se encuentra por encima del río, como queda patente). Paseo de Cristóbal Colón es el nombre completo que recibe el tramo de esa larga arteria que va desde su confluencia con la Calle Almirante Lobo hasta el Puente de Isabel II. Por uno de sus lados tiene una acera normal, a la que dan un buen número de inmuebles de varios tipos. Por el opuesto, en cambio, lo que tiene es un amplio paseo, a cuyos pies está el otro que va al nivel del Río Guadalquivir.

Se podría decir que los enclaves destacados del Paseo Colón se agrupan en cuatro grupos. En primer lugar, están los edificios especialmente destacados, entre los que se encuentran la Torre del Oro, la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y el Teatro de la Maestranza. De los dos primeros ya he hablado en este blog, y del tercero lo haré un poco más abajo. 


El teatro y la plaza de toros están en el lado edificado de la calle, mientras que la torre se encuentra en el que da al río. La acera de este último es, en sí misma, otro de los lugares sobresalientes de la avenida. En efecto, dado su destacado emplazamiento al borde del río y frente a Triana, las vistas desde el flanco oeste del Paseo Colón son una maravilla, que lo convierten en una atracción turística. 

El tercer grupo de enclaves destacados de la calle, además de los inmuebles y de los sitios desde donde hay bonitas vistas, es el de los muchos bares de copas que están emplazados en la acera edificada, así como el de los dos kioscos que, en cambio, están en la que da al río. Por último, en cuarto lugar, la avenida tiene diseminadas, por sus 770 metros, hasta siete esculturas, que son independientes, pero que tienen una cierta relación.

Como he comentado, el pasado sábado fui con Julia al Teatro de la Maestranza. De los edificios más destacados del Paseo Colón, este era el que tenía pendiente. 



Vimos en él una representación de El Lago de los Cisnes, que es un auténtico clásico del ballet. Su partitura es de Piotr Ilich Chaikovski y tiene un fragmento que se repite en cada acto, que es muy conocido. En este caso, la pieza musical fue interpretada por la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Aparte, El Lago de los Cisnes es la obra de danza por excelencia. Se estrenó en 1877 y en un primer momento no tuvo mucho éxito, pero en 1895 se representó de nuevo con una nueva coreografía, creada por Lev Ivanov y Marius Petipa, y ahí sí pegó el pelotazo. Desde entonces, se han sucedido las revisiones a esa versión, hasta el punto de que, en la actualidad, El Lago de los Cisnes está considerado como el paradigma del ballet. Por tanto, para un absoluto desconocedor de lo que es este arte, como lo soy yo, es perfecta. En el Teatro de la Maestranza la puesta en escena correspondió al Aalto Ballet Essen. Vi bailarinas con tutú blanco, bailarines que eran como juncos, giros por doquier y movimientos llenos de lirismo, es decir, no faltaron ninguno de los elementos que yo identifico con el ballet. Eso sí, no fui capaz de seguir la historia. En efecto, disfruté de la función y capté el sentido de la trama, pero lo hice sin tener apenas idea de por donde iba el hilo argumental. Aún así, como buena expresión artística que es, me da la impresión de que el espectáculo no pretendía contar una historia en plan realista, sino que era como un cuadro abstracto, que te transmite sensaciones sin que entiendas demasiado bien lo que ves. En todo caso, con independencia de esto, me encantó ver que el Teatro de la Maestranza se llenó a tope. En el patio de butacas, que tiene capacidad para 1.800 personas, no cabía ni un alfiler, lo que fue bastante estimulante. 


Además, el público fue muy variado, en lo que a edad se refiere: había muchos veteranos, pero yo no desentonaba en absoluto, y también vi a jóvenes, a adolescentes e incluso a niños. Julia no estuvo fuera de lugar, ni mucho menos. En el entreacto, bajamos abajo y nos tomamos un piscolabis en el bar. Antaño, parece que este estaba en el interior del edificio, pero ahora, con la pandemia, lo han montado en el rellano de la entrada, que está bajo unos soportales, pero al aire libre. 


En definitiva, las tres horas que eché con Julia en el Teatro de la Maestranza fueron inolvidables para mí.


He dicho antes que los enclaves destacados del Paseo Colón se agrupan en cuatro grupos. El primero es el de los edificios. El segundo sería el de los sitios outdoors con vistas destacables, que realmente son solo uno, dado que todo el frente occidental de la avenida forma un continuo, abierto por completo al río. En un buen tramo de esa parte, además, el acerado se ha ensanchado, con la idea de que se pueda pasear con más facilidad, disfrutando del lugar.


El tercero de los puntos fuertes del Paseo Colón sería el de los bares. A este respecto, el propio sábado vi que el extremo norte de la calle es un auténtico foco de marcha pureta. Nosotros aparcamos en un aparcamiento subterráneo que recorre el subsuelo de la avenida, y salimos a la superficie a la altura de los veladores de los baretos. Hace tres o cuatro siglos, cuando yo salía, estos eran de ambiente. Yo una vez estuve en uno de ellos. Desde hace años, el perfil ha cambiado, y tanto esos pubs, como lo que hay a la vuelta de la esquina, en la Calle Reyes Católicos, son locales de copas para gente de mi quinta, sin que la orientación sexual de los clientes esté ya tan definida. En uno de los de Reyes Católicos sí estuve una noche, hace un par de años o tres. 

Pese a todo, del conjunto de bares que hay en la vía, yo adonde quería ir esta vez era a uno de los dos kioscos que hay en la otra acera. No en vano, en mi lista de lugares andaluces de imprescindible visita, la maravilla que ha originado este post se fijó como Torre del Oro y Paseo Colón, incluyendo el Kiosco. Así estaba en la relación de sitios que me sirvió de base para elaborar mi listado, y así la incluí yo. Lo que pasa es que, para ir a alguno de los kioscos tenía que volver en otro momento que no fuera el sábado por la noche. Para hacerlo, aproveché que, apenas un par de días después de ir al teatro, tuve que ir al centro de Sevilla. En efecto, el lunes no me fui para casa después del trabajo y, antes de ir a hacer los mandaos que tenía pendientes, me fui hasta el Paseo Colón para dar un paseo, valga la redundancia. En ese rato hice dos cosas: la segunda fue ir a ver todas las estatuas que están repartidas por la calle, pero antes me tomé un café en el Kiosco del Agua.


De los dos kioscos que hay en el Paseo Colón, el Kiosco del Agua es el que es apropiado para tomar un café tranquilo. El otro está más enfocado a las copas. Yo, por tanto, me senté en el lugar correcto. En principio, estaba dispuesto a que me clavaran. Era consciente de que el emplazamiento se paga y, sin duda ninguna, el del Kiosco del Agua es soberbio. Por eso, la minúscula bebida me costó dos euros, pero di por bien gastado el dinero.


Lo que pasa es que, además, el café estuvo muy bueno. No daba un duro por la calidad de lo que me iban a poner en el Kiosco del Agua, dado que es un lugar tan enfocado al turismo, que yo nunca había parado en él. Sin embargo, para mí sorpresa, lo que me tomé me gustó mucho. Eso que me llevé.

El cuarto punto fuerte del Paseo Colón es el comentado de las estatuas. En efecto, a lo largo de la avenida hay siete obras escultóricas de diversa factura, que representan a personas concretas. Se han ido colocando a lo largo del tiempo, por lo que no forman ningún conjunto. No obstante, no se si por lo turístico que es el emplazamiento o por qué, pero seis de las siete esculturas son de lo más costumbrista: hay tres de toreros, una de un cantaor flamenco, otra de una condesa vestida de corto y, por último, otra de una cigarrera gitana. La séptima es de Mozart.

Por orden cronológico, la más antigua es la Estatua de Carmen La Cigarrera, que data de 1973. Se encuentra enfrente de la Plaza de Toros de la Real Maestranza, en la acera contraria. Como digo, es la estatua más veterana, pero también es la que menos se ve, ya que desde su lado de la calle queda oculta por la vegetación que hay, en ese tramo, entre el bordillo y la zona por la que se pasea. Además, la acera opuesta queda un poco alejada. Por ello, desde donde mejor se aprecia es desde el asfalto por el que pasan los coches, pero cuando uno va circulando no se repara en ella. Sin embargo, ahí lleva casi medio siglo, homenajeando a Carmen, la gitana que trabajaba en la Real Fábrica de Tabacos, y que sirvió de inspiración en 1845 a Prosper Mérimée para escribir su novela Carmen, que años después fue convertida en una ópera por Georges Bizet


Algo posterior a la de Carmen es la segunda estatua que se erigió en el Paseo de Cristobal Colón. Está situada en la zona ajardinada, denominada Jardines de Rafael de Montesinos, que se encuentra en el extremo norte de la calle, en el lado del río, enfrente de la zona de bares de copas. En medio de ese pequeño espacio de parterres y glorietas se erige, desde 1990, la Estatua de Antonio Mairena. Por lo visto, Antonio Mairena es uno de los cantaores más relevantes de la historia del flamenco, y por eso se le inmortalizó cantando. Hace años, cuando estaba recién inaugurado el monumento y yo estaba entrando en la adolescencia, un amigo mío dijo de broma que, en vez de cantar, parecía que se estaba quemando. Aquel día me entró la risa floja con el comentario jocoso, y desde entonces cuando la veo ya no se me viene a la cabeza otra cosa que el "¡Ay! Que me quemo".


Bromas aparte, lo que sí que es cierto es que el busto debería estar más limpio. Yo mismo eché la foto e inmortalicé a una paloma sobre la testa del cantaor. No queda muy bien que la representación de la cabeza calva de Antonio Mairena esté llena de heces de paloma. No obstante, el jardín urbano en el que está el monumento es agradable.


La Estatua de Mozart es la tercera más antigua, y es la única que se sale del costumbrismo sevillano. Se colocó ahí en 1991, unos meses después de que se inaugurara el Teatro de la Maestranza, que ahora está al lado. No obstante, pese a que parece lógica su ubicación, el monumento y el teatro no siempre formaron un tandem. En efecto, la estatua estuvo durante trece años no muy lejos de la Torre del Oro. En 2004 se desmontó para su restauración y, dado que había sufrido ataques vandálicos, se fue a colocar en los Jardines de La Caridad, que están junto al Teatro de la Maestranza y que, por la parte de atrás, dan al Paseo Colón. Sin embargo, Wolfgang Amadeus Mozart nunca llegó a estar en ese recinto vallado, ya que al final se ubicó en el lugar donde sigue hoy día, delante de esos jardines, pero fuera.


En 1991 la estatua conmemoraba el segundo centenario de la muerte del genio, que situó en Sevilla la trama de dos de sus óperas más famosas, Las Bodas de Fígaro y Don Giovanni, a pesar de que nunca estuvo en España.

De vuelta al costumbrismo, en el presente siglo se colocaron, en tres puntos no muy alejados de la Plaza de Toros de la Maestranza, otras cuatro estatuas, tres de toreros y otra de un personaje de la familia real española. La más antiguas de las taurinas es la de Curro Romero, que data de 2001. En realidad, la misma no está en el Paseo Colón, sino en una pequeña plaza que da a ella, que se ha denominado Glorieta de Curro Romero


Sin embargo, esa minúscula zona ajardinada realmente no es más que un ensanchamiento de la acera oriental del Paseo Colón, por lo que considero que la Estatua de Curro Romero no debe faltar en este post.

Enfrente de la Plaza de Toros de la Maestranza, pero en la otra acera, están las otras dos estatuas de toreros. De ellas, la más antigua es la de Pepe Luis Vázquez, que se inauguró en 2003.


La otra es la de su hermano, Manolo Vázquez, que data de 2006. Los dos diestros eran sevillanos y tienen una calle en el recinto de la Feria de Abril, al igual que Curro Romero. Pepe Luis fue el más importante, pese a que toreó a pleno rendimiento menos de tres lustros, en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Su hermano pequeño, Manolo, recibió la alternativa en 1951 y toreó hasta los años ochenta.


Por último, la séptima estatua de la calle es la de María de las Mercedes de Borbón y Orleans, condesa de Barcelona y abuela del actual rey de España. Se inauguró en 2008. Mercedes de Borbón vivió en Sevilla entre los diez y los veinte años, aunque realmente estuvo interna en el mismo colegio de Castilleja de la Cuesta en el que mi madre pasó dos años, como ya conté en su día. Por ello, su relación con la ciudad hispalense fue siempre especial. De todas las obras escultóricas que hay en el Paseo Colón, la suya es la que mejor se ve.


En definitiva, con este post el Paseo Colón queda analizado con detalle. El enclave que denominé Torre del Oro y Paseo Colón, incluyendo el Kiosco ya no tiene secretos para mí.



Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado TORRE DEL ORO Y PASEO COLÓN, INCLUYENDO EL KIOSCO.
En 1988 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Sevilla: 18'7% (hoy día 68'7%).
En 1988 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 4'1% (hoy día 38%).

Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
Visitado SEVILLA.
En 1988 (aún incompleto este reto), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 10% (hoy día 50%).
En 1988 (aún incompleto este reto), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 0'1% (hoy día 4%).