31 de marzo de 2023

DUATLÓN CROS CIUDAD DE TOMARES 2023

Hacía tiempo que no le prestaba atención a los deportes combinados. En concreto, desde septiembre de 2018 no participaba en una cita de las que unen la carrera a pie con alguna otra disciplina. Me divierten los triatlones y las pruebas afines, pero solo las he podido entrenar de manera puntual. De hecho, hace años que no nado. Por eso, las competiciones que incluyen la natación las tengo aparcadas de forma indefinida. Diferente es lo del ciclismo. Es verdad que no salgo con la bici desde hace siglos, pero, durante el confinamiento, le quité el polvo a mi infrautilizado rodillo, y, desde entonces, es muy habitual que haga en él una sesión a la semana de bicicleta, además de las cinco de carrera. A lo largo de los casi tres meses que estuvimos encerrados en casa, en 2020, el mencionado rodillo me libró de la inactividad y me ayudó a aguantar el tirón con buena cara. Después, no lo he dejado del todo, y he pensado, a menudo, que estaría bien aprovechar que me siento cómodo sobre la bici, aunque esté en modo estático, para vivir la experiencia del duatlón. Esta primavera decidí que era el momento. Mi idea primigenia fue apuntarme al Duatlón de Sevilla. Este se disputó el pasado 19 de marzo, y se ajusta bien a mis circunstancias, dado que los veinte kilómetros ciclistas son llanos, están llenos de rectas y discurren por asfalto, por lo que demandan menos habilidad y más piernas. Sin embargo, ese día el destino quiso que tuviera que trabajar. Chasco. Se me chafó el plan. No obstante, ya que estaba, decidí curiosear, a ver si había alternativas. Para mí sorpresa, programado para el 26 de marzo apareció, que ni pintado, el Duatlón Cros Ciudad de Tomares.


He dicho repetidas veces en este blog que yo me crie en Tomares. No es, por tanto, un sitio cualquiera para mí. Además, ahora vivo a quince minutos. En ese sentido, la prueba era perfecta. La fecha también me cuadraba. La única pega era que ya no estábamos hablando de un duatlón normal, sino de un duatlón cros. Ahí, la cosa se podía poner peliaguda. No obstante, decidí liarme la manta a la cabeza. Si uno no se tira un poco a la piscina, de vez en cuando, no hay manera de hacer nada. Sabía que no iba a brillar sobre la BTT, precisamente, pero esperaba compensarlo corriendo. Pensé que la distancia de ciclismo no parecía imposible, y que, en cambio, los tramos de carrera tenían su miga, por lo que podría equilibrar la balanza en ellos. Asimismo, tenía la opción de hacerme con una bicicleta de montaña en condiciones. La última vez que participé en un triatlón, decidí que no volvería a competir con una bici que fuera un lastre. Lo cierto es que mi parque móvil no ha mejorado, pero, en esta ocasión, tenía a mi alcance una buena burra.

El caso es que, el pasado viernes por la tarde, me fui a la tienda de mi cuñada, que tiene un negocio turístico de alquiler de bicicletas, en el que también reparan las de otra gente, y le pedí una pedazo de BTT que tienen allí. Esta vez, cuando vi mi bici junto a las de los demás competidores, no me sentí tan intimidado como antaño.


Durante más de un año yo trabajé en el negocio de mi cuñada Ana, encargándome de la parte del alquiler de bicicletas a turistas. Por ello, conocía la bici. Para el evento era perfecta, aunque yo nunca la había montado. En vista de eso, el sábado me fui a dar una vuelta con ella, para probarla y para tratar de recuperar un poco la maña, después de tanto tiempo sin circular sobre dos ruedas. Tampoco podía fundirme el día antes de la competición, así que me limité a ajustar el sillín, a dar pedales, sin irme muy lejos, y a jugar con los cambios. Por último, el domingo me planté en Tomares, con los nervios a flor de piel. Lo de correr lo controlo, pero estas pruebas, en las que lo de dar zancadas parece ser lo menos importante, me ponen como un flan.

No es de extrañar que uno, en este tipo de citas, se ponga inquieto, porque la competición es tan historiada, que los jueces tienen que explicar su dinámica antes de dar el pistoletazo de salida. Es factible retener todo lo que te dicen, pero sale uno con la mosca detrás de la oreja, ante el peligro de cagarla en alguna de las transiciones, o ante la posibilidad de no haberse enterado bien de cómo son los circuitos.


Pese a los nervios, los prolegómenos fueron como la seda. Así, llegué a la salida a la hora apropiada, dejé mi bici a buen recaudo y me preparé. No éramos muchos. La poca participación suele significar que el nivel competitivo será alto, pero en el momento de echar a correr eso se me olvidó.


El duatlón estuvo compuesto de dos tramos de carrera a pie, con otro de bicicleta intercalado, como todos. El primer sector pedestre constaba de 6.000 metros y el segundo de la mitad. En bici, había que recorrer 20 kilómetros. Para la parte atlética, estaba medido un circuito de 3.000 metros, al que se le daban dos vueltas en el tramo inicial y una en el final. Su principal peculiaridad era que no incluía ni un trozo llano.


En efecto, de esos 3.000 metros, los primeros 1.500 eran cuesta abajo, y discurrían, en su mayoría, por tierra, por dentro del Parque Olivar del Zaudín, y los restantes eran cuesta arriba. En estos últimos se bordeaba por fuera la valla del parque, corriendo por la acera o por el carril bici. Yo iba mentalizado para no caer en el error de desbocarme al principio, espoleado por el perfil favorable. Fue fácil no hacerlo, porque, como he dicho, no éramos muchos, la carrera se abrió en seguida, y pronto me vi avanzando sin nadie alrededor que me hiciera alterar el ritmo. Transcurridos unos minutos, fijé la referencia de un par de competidores que llevaba delante, y, al ver que les iba comiendo terreno poco a poco, me propuse pillarlos, sin cebarme. En el trecho ascendente de la primera vuelta rebasé a la chica, y en el de la segunda, pasado ya un rato, al chico. A ella no le saqué, al final del tramo, más de 20 segundos, por lo que mantuvo el tipo de una manera impresionante. Al chaval, por su parte, apenas si tuve tiempo de distanciarlo unos metros, con la cosa de que pude fijarme en que tenía piernas de ciclista. Me di el gustazo de adelantarlo, pero era evidente que me iba a reventar vivo en cuanto nos montáramos en la bicicleta. En lo referido a los números, los 3 kilómetros iniciales los hice en 12:23. Corrí a 4:08, sin ir demasiado asfixiado, pero, al empezar otra vez el trozo descendente, pensé que, en un duatlón, la verdadera fiesta empieza cuando hay que ponerse a dar pedales, por lo que decidí levantar el pie. Tenía que empezar fresco el sector de ciclismo. En consecuencia, el segundo 3.000 lo hice en 13:23, a 4:28. Acabé el parcial en 25:46, en el puesto 36, de los 65 duatletas que éramos. Eso confirmaba que había nivel.

Cuando me monté en la bici iba bien. Al salir de la transición, los 20 metros iniciales fueron cuesta abajo, por asfalto. Los siguientes 70 u 80 discurrieron por un camino de los que atraviesan el Parque Olivar del Zaudín, y, a partir de ahí, la cosa se descontroló. Tampoco me voy a ensañar conmigo mismo, pero no puedo esconder que mis primeros 5 o 6 kilómetros sobre la bicicleta fueron un puto esperpento. Evidentemente, los que acabaron el sector de carrera no muy lejos de mí me adelantaron en un santiamén. Si el tramo en BTT hubiera circulado por caminos de tierra, transitables por coches, también hubiera sido un cros, pero no se habría notado tanto mi poca pericia ciclista y lo cagado que me he vuelto para todo. Sin embargo, no fue así. El circuito fue muy técnico. Yo no recuerdo más que giros cerrados, revueltas, descensos estrechos, caminitos, algún pequeño barranco, cachos off road y hasta un trozo en el que recorrimos una especie de pista de ciclocrós.


Lo reconozco. Me vi dando con los dientes en el suelo un par de veces, me salí del camino y me fui contra los arbustos en otras dos o tres ocasiones, y hasta tuve que saltar de la bici en un giro, para no caerme. Un espectáculo, vamos. Para evitar desgracias, fui tomando unas precauciones tales, que me sentí ridículo. Por suerte, no había nadie por allí. Me adelantaron innumerables compis, o al menos eso es lo que me pareció a mí, pero el público era escaso, salvo en ciertos puntos. Mi otro gran problema, durante ese rato, fue mi limitada maña para jugar con las marchas. A lo largo de mi vida he montado poco en BTT, y también se notó en esto. Por suerte, no toqué fondo, en el sentido de que no me quedé clavado en ninguna pendiente ascendente, pero la verdad es que no supe usar los cambios bien. Siempre iba con la impresión de haber logrado dar con el desarrollo justo, cuando la cuesta, arriba o abajo, ya se estaba acabando. Como consecuencia, fui perdiendo tiempo sin remedio. 

No puedo negar que los primeros 7 kilómetros sobre las dos ruedas fueron un suplicio. Se me hicieron interminables, y es en este punto donde tengo que volver a referirme a la explicación inicial que nos habían dado los jueces. Yo, en casa, había inspeccionado bien las imágenes en las que se especificaba el trazado por el Parque Olivar del Zaudín, y me había parecido que solo se daba una vuelta por el itinerario marcado. En ningún lugar leí que fuéramos a dar varios giros. Por eso, cuando el juez, antes de dar la salida, habló de "vueltas", en plural, creí haber escuchado mal. No obstante, consideré que tampoco era grave. Al fin y al cabo, eran 20 kilómetros, no importaba si se pasaba una o tres veces por los sitios. Lo que sucede es que, luego, yendo ya en la bicicleta, perdí pronto la noción de los kilómetros transcurridos, y cuando había recorrido 5, tenía la sensación de llevar 15. Se me iba haciendo eterno. En ese instante, pensé que era imposible que al circuito le fuéramos a dar tres giros. Yo aún no había pasado dos veces por ningún lado, y ya debía estar terminando... sí... lo que tú digas. En un momento determinado, llegué a una recta entre los árboles, y, al final, vi gente, junto a unos carteles. Uno de ellos señalaba a la izquierda, y en él ponía "Segunda Vuelta". Joder. Estuve a punto de bajarme de la bici. No podía ser que tuviera que sufrir el mismo calvario dos veces más. 

Como es lógico, no puse pie a tierra. De hecho, pensé que, de perdidos al río, y eso me vino bien. Cada vez que me superaba un duatleta asumía que, sin duda, ya iba cerrando la prueba. La resignación me quitó presión. Peor no lo podía hacer. El caso es que, entre esto, entre que fui cogiendo algo de pericia, entre que reconocí los lugares por los que había pasado antes y los afronté con una mayor seguridad, y entre que, en realidad, iba aeróbicamente sobrado, con el transcurso de los kilómetros me fui viniendo arriba. El regusto de mi participación en el tramo de bici no es malo, pese a todo lo que he contado. La verdad es que la segunda vuelta se me pasó más rápido y fui mejor, y en la tercera hasta disfruté y me sentí ciclista. Al principio de esta me rebasó un compi, al que ya no le perdí la estela... y no acabé último... aunque es cierto que, al final, mucha gente detrás no llevaba. En efecto, cruzamos la meta 65 personas, y yo marqué el tiempo 53. Tardé 1h12:27, según mi reloj (1h14:14 oficiales, con las transiciones incluidas. El ganador tardó 50:47, por poner mi marca en contexto). Aparte, me doblaron cinco o seis de los primeros. Parecía que iban en moto. Yo dejé pasar, de manera ostensible, a los que me adelantaron, incluidos los que me ganaron una vuelta. Sin embargo, el que iba en cabeza tuvo mala suerte, porque me pasó en uno de los pedazos más estrechos del circuito. En consecuencia, no logré apartarme por completo y el tipo se me enfadó un poco. Cosas del directo.

De la bicicleta me bajé con las piernas hechas un trapo, pero con confianza. Como digo, fui de menos a más, y la tercera vuelta, circulando por sitios por los cuales ya había rodado dos veces, hasta la disfruté. Tras eso, echar a trotar fue un subidón. Me sentí liberado y libre. Al poco de salir de la transición, pasé al compañero al que había venido persiguiendo en bici, me metí en el Parque Olivar del Zaudín para bajar por la zona de tierra, y empecé a pegarle todo lo fuerte que mi maltrecho tren inferior me permitió. Al principio, delante de mí no vi a nadie. Pensé que no iba a recuperar ni una posición. Sin embargo, en un momento dado, vi bajando, a un centenar de metros, a un chico, y, en la lejanía, a otro. Pasado un rato los volví a avistar, y me percaté de que les iba ganando terreno con cierta rapidez. Pese a esto, no se puede decir que apretara. Iba al límite, pero, aun así, al empezar la rampa ascendente final ya los veía, y pronto fue evidente que, al menos al más cercano, lo iba a pillar. Lo hice. Luego, me fui acercando al siguiente, aunque ahí me faltó terreno. Lo atrapé en la recta de meta. El chaval, al ponerme a su altura apretó, y no quise picarme. Entró justo antes que yo. En el tramo definitivo quedé el 35, de un total de 65 finishers. Terminé en 14:22, lo que significa que corrí los 3.000 metros a 4:47. Si se saca de contexto no es gran cosa, a ese ritmo entreno algunos días, cuando estoy bien y me veo con ganas. No obstante, considero que, con lo que llevaba encima, y con esos últimos 1.500 metros cuesta arriba, pues no está mal. Mi tiempo global fue de 1h54:23. Finalicé en el puesto 50. Acabamos 65 duatletas. 62 fuimos hombres y 3 fueron mujeres.

Como siempre, me lo pasé de miedo. Eso es lo que engancha de estas pruebas. Yo no las entreno de manera específica, y, por ello, me tengo que limitar a salvar los muebles, pero lo cierto es que molan. Además, siempre son exigentes, por lo que tiene su valor el simple hecho de acabar, aunque sea en la zona media-baja de la clasificación. Tras la experiencia, en los próximos meses lo que toca es volver a la carrera a pie, que la tengo muy abandonada, y que no me pone tan atacado. Hasta final de año no voy a tener demasiado espacio mental para aventuras. Después, ya veremos. Me gustaría participar en el Duatlón de Sevilla de 2024, a ver si, por asfalto, y en un circuito llano y libre de curvas, puedo brillar un poquito. Antes, sin embargo, me voy de vacaciones. Con las zapatillas de correr, sí, pero de vacaciones. En Semana Santa, lo que toca es despejar la mente.


Reto 102 TRIATLONES Y SIMILARES
Pruebas de Deportes Combinados completadas: 9.
% del Total de Pruebas de Deportes Combinados a completar: 8'8%.


20 de marzo de 2023

IGLESIA PRIORAL DE NUESTRA SEÑORA DEL MAYOR DOLOR 2023

La Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor, que está situada en lo alto del Cerro del Castillo, en Aracena, fue uno de los monumentos que se maquetaron y se incluyeron en un espacio expositivo, llamado Andalucía de los Niños, que se montó en la Exposición Universal de Sevilla 1992. Ese museo al aire libre estaba compuesto por 72 maquetas de los principales construcciones hechas por el hombre en Andalucía, a lo largo de la historia.

Tras el final de la Expo'92, el recinto de las maquetas se integró en Isla Mágica, con el nombre de Balcón de Andalucía, antes de ser desvinculado del parque temático y abandonado. Se podría hablar, largo y tendido, de ese espacio, que hoy día se ha reabierto como lugar de celebraciones. En él, se organizan eventos de todo tipo, en los que me da que nadie le echa cuenta a las pequeñas representaciones de los monumentos, pero lo cierto es que el objeto de este post no es ese sitio, sino la iglesia de Aracena a la que he hecho referencia. Lo que sucede es que quería explicar por qué la misma va a ser objeto de un post concreto. El caso es que las citadas maquetas reproducen diversos monumentos emblemáticos de Andalucía, como he dicho. Para su realización, se hizo una valoración de cuáles merecían ser maquetados, por ser los más importantes de cada provincia. Por ello, esa relación de highlights me sirvió a mí de referencia, a la hora de fijar mi lista de Maravillas de Andalucía. Esta, está compuesta por las construcciones andaluzas de indispensable visita. En el listado, se incluyen los grandes clásicos, pero la verdad es que se hicieron tantas maquetas, que también se pudo dar cabida a entes menos obvios, que son las joyas escondidas de la comunidad. La Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor se encuentra entre ellas.


No voy a engañar a nadie. De todas las maravillas de Andalucía que están en mi lista, la Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor era de las que menos me llamaban la atención. Por eso, no he ido a verla expresamente. Más bien, he esperado a que se surgiera la oportunidad de ir a Aracena, y entonces sí he hecho por entrar en ella. Sin embargo, no me cabe duda de que es un edificio muy importante.

En la Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor se aprecia una mezcla de los estilos gótico y mudéjar. Eso la hace especialmente interesante. El primero era el característico en Europa en la Baja Edad Media, pero en España, por la influencia de la herencia musulmana, también floreció el segundo. En el templo aracenero hay elementos de los dos tendencias, como es lógico, dado que se empezó a construir en el Siglo XIII, poco después de que la sierra onubense pasara a estar controlada por los cristianos, tras varios siglos de dominio musulmán. No obstante, con el paso de los años, las obras sufrieron largos parones, que provocaron que la iglesia se terminara ya en el siglo XVI. Tiempo después, con el despoblamiento del Cerro del Castillo y la expansión de Aracena por el valle, la misma quedó un poco en segundo plano. Sin embargo, por fortuna, se ha conservado perfectamente hasta nuestros días.

Por fuera, la iglesia muestra un aspecto bastante voluminoso y compacto, ya que está construida con gruesos y altos muros de mampostería. En los pies, que dan al este, tiene un bonito porche, hecho de piedra.


Además de la del soportal, el templo cuenta con dos entradas más, que parecen realizadas a posteriori. Una está en el flanco sur y la otra en el norte. Con independencia de eso, su aspecto de mole está relacionado, en parte, con el hecho de que tiene, adosadas a la cabecera, sendas torres. La meridional presenta un aspecto homogéneo con el resto de la iglesia, y alcanza la misma altura que esta. En su interior, hoy día, hay una tiendecita de recuerdos y de bebidas, a la que se accede por una pequeña puerta independiente. Dentro, yo no vi ninguna comunicación con el resto del edificio.


En cualquier caso, es mucho más significativa la torre que da al norte, hasta el punto de que es la responsable de gran parte del atractivo de la iglesia.




La torre norte de la Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor es el elemento en el que se ve mejor su ramalazo mudéjar. Se ha hablado de que está inspirada en la Giralda de Sevilla, o en algún otro alminar desaparecido. Lo cierto es que le da al templo una originalidad única, al igual que hace la Giralda con la Catedral sevillana, salvando las distancias. En todo caso, me resultó curioso que el torreón no tenga puerta por fuera, y que, por dentro de la iglesia, no se vea su acceso. Seguramente, estará junto al altar, pero el mismo se encuentra enrejado, y, en lugar de retablo, tiene unas cortinas, a la espalda de la imagen de la virgen, por lo que no se ve lo que hay detrás.


Tapada por esas cortinas estará la puerta que sube a la torre, pero la verdad es que esta parece un poliedro hermético, adosado, al templo, pero independiente, ya que no presenta aberturas, salvo en la cara este, en la que solo hay un pequeño balconcito y unas cuantas saeteras. Por los demás lados no tiene vanos, ni ventanas, y encima no se llega a ver ninguna puerta, ni por fuera (porque no la hay), ni por dentro. Me hubiera gustado subir a lo alto del torreón, pero no es posible, de una manera sencilla. En consecuencia, me conformé con verlo desde el exterior. Me resultó precioso y, como digo, creo que convierte una iglesia bastante sosa, en un edificio interesante.

El otro elemento que le otorga valor a la Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor es su ubicación. En efecto, al estar en lo alto de un prominente cerro pelado, su aspecto, desde lejos, es muy llamativo. Yo no tengo fotos mías que muestren eso, y no me gusta coger imágenes ajenas para el blog, pero se puede ver en Internet, con facilidad, que la iglesia se halla en un sitio muy chulo.

Antes de acabar, voy a hablar un poco de como es el templo por dentro. La visita es gratuita, lo que es de agradecer. A mí, lo que más me gustó es su techo, que está lleno de bóvedas nervadas.


Por dentro, es donde mejor se aprecia que las tres naves del templo alcanzan la misma altura. Evidentemente, no se trata de una catedral, pero la elevación de los techos es considerable, dado el tamaño de la planta que tiene.


En la cabecera del templo solo destaca el altar, que tenía un aspecto curioso, ya que no parecía tener mesa para las ceremonias. Como, en su lugar, lo que había era una virgen bajo un palio, yo me imagino que allí no se dice misa.


Por otro lado, la iglesia no tiene capillas laterales, y es en los pies donde están individualizados un par de espacios, enrejados también, que parecen pequeños oratorios. Ninguno de los dos albergaba nada demasiado especial.


En definitiva, la Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor fue seleccionada, a principio de los años 90 de siglo XX, como uno de los once monumentos más representativos de la provincia de Huelva. Por eso, he hablado de ella en este post. Reconozco que no es la maravilla que me ha impresionado en mayor medida, pero había que verla bien, y se ha hecho con mucho gusto.



Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitada IGLESIA PRIORAL DE NUESTRA SEÑORA DEL MAYOR DOLOR.
% de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Huelva: 41'2%.
% de Maravillas de Andalucía visitadas: 39'7%.


18 de marzo de 2023

ARACENA 2023

Aracena es un bonito pueblo de 8.200 habitantes, que ejerce de centro neurálgico de la sierra a la que da nombre. 


En la actualidad, la Sierra de Aracena se encuentra integrada en un espacio protegido, denominado Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. En Andalucía hay 24 parques naturales, y este es el segundo más grande. Por esa razón, la zona es una referencia. Sin embargo, Aracena y su entorno no solo atraen por su relevancia, sino que actúan también a modo de imán por la belleza de sus paisajes de dehesa, formados por encinas y alcornoques, así como por el alto nivel de sus productos gastronómicos, que proceden, en su mayor parte, de los cerdos ibéricos. En efecto, la ganadería porcina es una de las principales fuentes de ingresos para la gente de la región. Esos animales se usan para la producción de carne fresca de categoría suprema y de delicioso jamón ibérico. Además, son la base de la elaboración de embutidos de calidad. Debido a todo lo comentado, y al hecho de que el pueblo está a poco más de una hora de Sevilla, el mismo es un destino recurrente para los sevillanos, cuando quieren disfrutar del ambiente serrano.


De todas formas, a los atractivos comentados de Aracena hay que sumarle otros, que son los patrimoniales. Efectivamente, en el pueblo onubense sobresalen un buen número de edificios, de diferentes épocas, que, ya de por sí, hacen que este merezca la pena, y, además, allí se halla una de las joyas naturales más destacadas de Andalucía. Se trata de la Gruta de las Maravillas. En resumen, Aracena es un sitio de visita indispensable para los sevillanos, para los andaluces, para los españoles y, como no, para los extranjeros. Por eso, en su casco histórico tiene una zona en la que uno puede sumergirse en el auténtico ambiente del turismo masivo. En esas calles, uno encuentra mesones con la carta en cuatro idiomas, tiendas con los típicos souvenirs y grandes grupos de excursionistas. No obstante, ese entorno, a la escala en la que se ha desarrollado en Aracena, no solo no resulta molesto, sino que es fácilmente obviable, si se desea. En definitiva, la capital de la sierra de Huelva es un destino obligado, al que yo estaba tardando en volver.


Y digo que estaba tardando en volver, porque lo cierto es que yo ya había estado en Aracena, antes del pasado fin de semana. En primer lugar, de niño fui con el colegio y un par de veces con mis padres. Como he dicho, es un destino recurrente para las excursiones de grupos, y también lo es para las familias. Sin embargo, entre 1990 y 2007 no regresé ni una vez. En ese último año sí lo hice, pero después se habría abierto un nuevo paréntesis en las visitas, si en 2008 no me hubiera salido un trabajo en las instalaciones del Grupo de Desarrollo Rural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Por aquel entonces, yo aún me ganaba la vida como documentalista freelance, y, aunque la gran mayoría de mis actividades profesionales las desempeñaba en Sevilla, aquella me hizo ir a Aracena 22 veces, a lo largo de 2008. Casi todas fui y regresé en el día, pero una vez me quedé a dormir en el propio pueblo, y otras tres pernocté en localidades vecinas. En noviembre de 2008 acabé el proyecto, y las escapadas de 2010 y de 2014 fueron, de nuevo, por motivos puramente lúdicos. En la de 2014 quise llevar a Ana y a Julia, cuando eran pequeñas, lo mismo que habían hecho mis padres conmigo. Tenían seis y cuatro años, respectivamente.


Desde 2014 no había vuelto a Aracena, hasta el otro día. Lo cierto es que no tenía planeado ir a ningún lado este mes de marzo, pero el pasado fin de semana a mi cuñada Rocío le dejaron, muy barata, una casa bastante grande, ubicada en la zona de expansión del pueblo, y nos sugirió que fuéramos con ella y con mis sobrinas.


Nosotros teníamos que estar en Sevilla el domingo, pero la oportunidad de pasar una noche y un día en la sierra no la podíamos desaprovechar, de manera que nos fuimos el viernes por la tarde a Aracena, y echamos allí un sábado muy completo.

En Aracena, el principal foco de atracción turística es la Gruta de las Maravillas. Como dije antes, se trata de una joya natural alucinante. Yo la he visto cinco veces, si no recuerdo mal. Pese a esto, tenía ganas de penetrar de nuevo en sus entrañas, por lo que intenté comprar entradas para el sábado. Fue imposible, ya no quedaban. Dado que ahora no entré en la cueva, no voy a hablar de ella. Lo haré cuando tenga oportunidad de recorrerla una vez más. En esta ocasión, me voy a centrar en lo que sí vi, que no fue poco. 

El caso es que el pueblo de Aracena se extiende por una zona, más o menos llana, que está situada al pie de una prominente elevación, denominada Cerro del Castillo.


Debajo de esa montaña está la Gruta de las Maravillas. Encima, como bien indica su nombre, hay un castillo, que domina el entorno por completo. 


En relación con el Castillo de Aracena, tengo que decir que me siento afortunado, porque yo, que no soy tan viejo, lo conocí cuando sus ruinas no eran más que un montón de piedras ignoradas. Por lo visto, en 2015 se rehabilitó la fortaleza, y se abrió organizadamente al público la parte del Alcázar. Esa es la que yo vi el otro día. La diferencia, con respecto a como estaba en 2007, es bastante considerable. 





En 2007, la muralla y las torres del Alcázar estaban abandonadas. Desde que se restauraron, esa parte presenta un aspecto totalmente distinto.



Seguramente, la próxima vez que vaya a Aracena y suba al Castillo veré nuevas mejoras. En efecto, el recinto es bastante grande, y, en la actualidad, solo se ha abierto al público el sector superior, donde estaban el Patio de Armas, el Aljibe y la muralla que los protege. En el centro, lo poco que queda de la Torre del Homenaje está igual de mal que estaba. La única diferencia es que, en 2007, uno podía trepar por sus ruinas, y ahora, con buen criterio, eso no se permite. Esa era la parte de la fortaleza destinada a convertirse en último reducto de resistencia, si había un ataque. A su alrededor se extendía el resto del Alcázar, que ofrecía un nivel de protección intermedio. Hoy día, su extremo sur es el que está más excavado.


Contigua al Alcázar hay otra parte, muy amplia, separada por un muro interior, que está a medio recuperar y que se encontraba cerrada. En verano de 2020 hablaban de que era inminente la apertura de todo el recinto del Castillo, así como de un centro de interpretación. Sin embargo, han pasado más de dos años, y ese proyecto se ha quedado estancado. No parece faltar mucho para su finalización, pero ahora ese sector no se visita. En el futuro lo podremos ver, supongo. De momento, hay que conformarse con lo que está abierto, que tiene un cierto interés.


En efecto, en el sector visitable hay una zona arqueológica. Al verla, creí que lo que se habían excavado ahí eran las habitaciones de la fortificación, pero lo cierto es que esa parte está hundida, porque en ella se encuentran los cimientos de varias viviendas que había en ese lugar en época islámica. Parece que el Cerro del Castillo estuvo habitado desde la prehistoria, pero en el siglo XIII, tras la conquista cristiana, se construyó la fortaleza y las casas preexistentes quedaron relegadas al olvido.

En definitiva, lo que se ve del Castillo tampoco es para tirar cohetes. No está mal para un paseo relajado, eso sí, pero la verdad es que lo mejor de la visita son las vistas que se ven desde el Adarve.


En realidad, para nosotros lo del Castillo fue la culminación al plan del sábado. Antes de eso, nos habíamos montado en el Tren Turístico, a media mañana, después nos habíamos dado un paseo por la parte baja de Aracena, habíamos almorzado en un sitio llamado Bar C, y nos habíamos marcado una ruta de senderismo, en el rato de la sobremesa. Más, no se puede aprovechar el tiempo. Yo, aparte, había intentado, a primera hora de la mañana, encontrar una copistería donde imprimir un documento que necesitaba para el domingo. No lo logré, pero mientras buscaba el negocio en cuestión, me di un buen pateo por Aracena, que me permitió ver la mayoría de sus lugares pintorescos.

Con respecto a lo del Tren Turístico, la verdad es que el viajecito no estaba previsto, pero pasamos por delante de la parada del vehículo cuando nos disponíamos a subir al Castillo a pie, y nos pareció buena idea ahorrarnos la caminata. Ana, Lucía, Julia y Laura lo agradecieron muchísimo.



La idea primigenia fue ir para arriba en el tren, y olvidarnos de él para bajar. Luego, resultó que decidimos no entrar en el Castillo por la mañana, sino completar el trayecto del vehículo, y regresar por la tarde a ver la fortificación. Gracias a eso, hicimos el recorrido completo. Estuvo bien. Siempre me gustan este tipo de tours, como complemento a una visita más detallada de los lugares. En este caso, dimos, yendo muy cómodos, una larga vuelta, que nos permitió contemplar los sitios emblemáticos de Aracena, mientras un audio grabado nos iba contando cosas. Una vez que el tren, callejeando y subiendo cuestas de una manera increíble, logró llegar a la cumbre del cerro, tuvimos un rato para entrar en la Iglesia Prioral de Nuestra Señora del Mayor Dolor.


De esa iglesia hablaré en un post aparte, porque es tan emblemática, que está incluida en mi lista Maravillas de Andalucía. Tras verla, es cuando decidimos descender de nuevo con el tren, que nos dejó en el lugar donde nos habíamos montado.

Tras bajarnos del tren, nos dimos un paseo en familia, que complementó al que yo me había dado por la mañana, buscando una copistería. Andando, llegamos hasta la Plaza Marqués de Aracena.


El Marqués de Aracena, que da nombre a la plaza, se merece unas palabras, porque las muestras destacadas del patrimonio inmueble de la población se deben a él, así como la adecuación del acceso a la Gruta de las Maravillas. Efectivamente, Javier Sánchez-Dalp fue un aracenero de buena familia, que nació en 1866, y que se metió en política al más alto nivel. Por lo visto, fue todo un cacique en la zona, durante casi tres décadas. Gracias a eso, fue elegido diputado a Cortes por Aracena en doce legislaturas consecutivas, por lo que ejerció entre 1896 y 1923. Además, llegó a ser una persona bastante cercana a Alfonso XIII, que le nombró Marqués de Aracena en 1917. Si nos quedáramos solo en esas credenciales, la figura de ese terrateniente daría un poco de tirria, pero la verdad es que Javier Sánchez-Dalp fue un activo mecenas, y realizó en su pueblo un ambicioso plan de obras públicas. Por un lado, sus paisanos contemporáneos se beneficiaron de ellas, al menos en parte, pero lo cierto es que, 92 años después de su muerte, los actuales habitantes de Aracena siguen sacándole jugo a las obras que sufragó, entre 1910 y 1926. No en vano, le encargó las mismas a Aníbal González, al que había conocido en 1906, y que acabó casado con su hija. El célebre arquitecto sevillano, que es famoso por la Plaza de España de Sevilla, y por otras edificaciones que proyectó en la capital andaluza, también dejó un considerable legado en la localidad onubense, gracias a la relación que mantuvo con el Marqués de Aracena, del que acabó siendo yerno. Una de las cosas que hizo Aníbal González en Aracena fue el Lavadero Público Fuente del Concejo.

 
Aníbal González también proyectó otros inmuebles, que están dispersos por el casco urbano de Aracena. Destacan el Casino Arias Montano y el edificio que alberga el Ayuntamiento en la actualidad.  

Aparte del Castillo, de la Gruta de las Maravillas y de la huella que ha dejado en Aracena Aníbal González, en la localidad también sobresalen otros detalles, que la hacen muy especial. Para empezar, sus calles están jalonadas de cuidadas plazas. La mayoría se caracterizan por las estatuas que las decoran.




De las plazas de Aracena, destaca, por encima de todas, la Plaza de San Pedro, debido a que, en ella, más que una estatua hay un museo.


En efecto, en la Plaza de San Pedro de Aracena se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo Andalucía, que presenta la notable particularidad de que está al are libre. El mismo se inauguró en 1986, y ha tenido tan buena acogida, con el paso de los años, que se ha visto ampliado a las calles y plazas de los alrededores.

En cualquier caso, Aracena destaca por algo más que por los espacios concretos. En realidad, su principal atractivo es que toda la población presenta un aspecto muy homogéneo y cuidado. Esa es su gran virtud. Así, la mayoría de las calles y plazas del centro están empedradas, de tal manera que, al final, uno se olvida de que las casas, que tampoco desentonan, no son nada del otro mundo.


En la Calle Constitución, que sale de la Plaza Marqués de Aracena, abre sus puertas la Confitería Rufino, que es toda una institución en el pueblo, ya que vende dulces desde 1875. Nosotros no nos detuvimos, pero sí compramos unos pasteles, que devoramos en la merienda. El merengue estaba espectacular.


No obstante, antes de merendar, comimos en un lugar que nos habían recomendado, cerca del donde estábamos alojados, en el extremo oeste de Aracena. El aspecto exterior del Bar C ya dejaba traslucir que aquello no era un restaurante para turistas.


En el Bar C, la comida y la bebida había que pedirlas en la barra, pero en su terraza se estaba de lujo. Era amplia y la tranquilidad era la nota predominante en ella. Estuvimos en la gloria, y comimos bien y barato. 

La zona de Aracena donde está el Bar C, y en la que nosotros pernoctamos, yo no la conocía. Esa parte no es demasiado pintoresca, pero es un escenario perfecto para desconectar y para respirar aire puro. Sin ir más lejos, el sábado por la mañana, antes de desayunar, salí a correr, y, al regresar, me quedé un rato en la Plaza Cercado de Reyes, disfrutando del sosiego y de la pureza del ambiente serrano en las primeras horas del día. 


Con todo, el verdadero contacto con la naturaleza no llegó hasta el mediodía. En efecto, tras la comida, María, Rocío y yo dejamos a las adolescentes en casa, y nos fuimos a andar por el campo. Aprovechando que nos encontrábamos casi en el límite occidental del pueblo, cogimos un camino que empezaba no muy lejos, y que nos permitió hacer una ruta circular de 3.700 metros por el Sendero La Molinilla (es el que está dentro del círculo azul, en la siguiente imagen).


Nosotros, la ruta la hicimos al revés, por lo que bajamos la cuesta que tenía una pendiente más pronunciada, en vez de subirla. Eso sí, al ser un recorrido circular, el desnivel tuvimos que ascenderlo, aunque el repecho estuviera menos empinado.


Lo cierto es que nos pegamos andando el rato que estaba destinado a la siesta, pero no cabe duda de que la sobremesa estuvo mucho más aprovechada que si nos hubiéramos quedado sobando. Fue una gozada disfrutar de la naturaleza típica de la Sierra de Aracena.


Haciendo la ruta, a medio camino nos encontramos con la peculiar Área Recreativa La Molinilla, en la que, además de bancos y de mesas de piedra para comer, han habilitado una serie de juegos tradicionales, que están perfectamente conservados.


Cuando acabamos de andar, recogimos a las niñas y fuimos a por la ultima etapa del día, que fue la del Castillo. Esta vez, nos acercamos en coche, pero no subimos del todo, sino que aparcamos en la Plaza Alta. Eso nos permitió pasar andando bajo la Espadaña Puerta del Castillo.


Al bajar, nos detuvimos en el Mirador de Aracena. Tras haber subido al Castillo, ese mirador no nos ofreció nada nuevo. De hecho, desde la Torre del Homenaje de la fortaleza se ven mejores vistas, ya que está más arriba. Sin embargo, nunca sobra una bonita ojeada desde las alturas.


Tras ese postrero vistazo, nos despedimos de Aracena por esta vez. En el pueblo hay sitios que conozco, de los que no he hablado. También me quedan otros por explorar. No pasa nada. Tengo muy claro que volveré.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado ARACENA.
En 1990 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Huelva: 33'3% (hoy día 100%).
En 1990 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 6'8% (hoy día 36%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ARACENA.
En 1990 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 1'3% (hoy día 30'4%).
En 1990 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'6% (hoy día 21'3%).