31 de marzo de 2023

DUATLÓN CROS CIUDAD DE TOMARES 2023

Hacía tiempo que no le prestaba atención a los deportes combinados. En concreto, desde septiembre de 2018 no participaba en una cita de las que unen la carrera a pie con alguna otra disciplina. Me divierten los triatlones y las pruebas afines, pero solo las he podido entrenar de manera puntual. De hecho, hace años que no nado. Por eso, las competiciones que incluyen la natación las tengo aparcadas de forma indefinida. Diferente es lo del ciclismo. Es verdad que no salgo con la bici desde hace siglos, pero, durante el confinamiento, le quité el polvo a mi infrautilizado rodillo, y, desde entonces, es muy habitual que haga en él una sesión a la semana de bicicleta, además de las cinco de carrera. A lo largo de los casi tres meses que estuvimos encerrados en casa, en 2020, el mencionado rodillo me libró de la inactividad y me ayudó a aguantar el tirón con buena cara. Después, no lo he dejado del todo, y he pensado, a menudo, que estaría bien aprovechar que me siento cómodo sobre la bici, aunque esté en modo estático, para vivir la experiencia del duatlón. Esta primavera decidí que era el momento. Mi idea primigenia fue apuntarme al Duatlón de Sevilla. Este se disputó el pasado 19 de marzo, y se ajusta bien a mis circunstancias, dado que los veinte kilómetros ciclistas son llanos, están llenos de rectas y discurren por asfalto, por lo que demandan menos habilidad y más piernas. Sin embargo, ese día el destino quiso que tuviera que trabajar. Chasco. Se me chafó el plan. No obstante, ya que estaba, decidí curiosear, a ver si había alternativas. Para mí sorpresa, programado para el 26 de marzo apareció, que ni pintado, el Duatlón Cros Ciudad de Tomares.


He dicho repetidas veces en este blog que yo me crie en Tomares. No es, por tanto, un sitio cualquiera para mí. Además, ahora vivo a quince minutos. En ese sentido, la prueba era perfecta. La fecha también me cuadraba. La única pega era que ya no estábamos hablando de un duatlón normal, sino de un duatlón cros. Ahí, la cosa se podía poner peliaguda. No obstante, decidí liarme la manta a la cabeza. Si uno no se tira un poco a la piscina, de vez en cuando, no hay manera de hacer nada. Sabía que no iba a brillar sobre la BTT, precisamente, pero esperaba compensarlo corriendo. Pensé que la distancia de ciclismo no parecía imposible, y que, en cambio, los tramos de carrera tenían su miga, por lo que podría equilibrar la balanza en ellos. Asimismo, tenía la opción de hacerme con una bicicleta de montaña en condiciones. La última vez que participé en un triatlón, decidí que no volvería a competir con una bici que fuera un lastre. Lo cierto es que mi parque móvil no ha mejorado, pero, en esta ocasión, tenía a mi alcance una buena burra.

El caso es que, el pasado viernes por la tarde, me fui a la tienda de mi cuñada, que tiene un negocio turístico de alquiler de bicicletas, en el que también reparan las de otra gente, y le pedí una pedazo de BTT que tienen allí. Esta vez, cuando vi mi bici junto a las de los demás competidores, no me sentí tan intimidado como antaño.


Durante más de un año yo trabajé en el negocio de mi cuñada Ana, encargándome de la parte del alquiler de bicicletas a turistas. Por ello, conocía la bici. Para el evento era perfecta, aunque yo nunca la había montado. En vista de eso, el sábado me fui a dar una vuelta con ella, para probarla y para tratar de recuperar un poco la maña, después de tanto tiempo sin circular sobre dos ruedas. Tampoco podía fundirme el día antes de la competición, así que me limité a ajustar el sillín, a dar pedales, sin irme muy lejos, y a jugar con los cambios. Por último, el domingo me planté en Tomares, con los nervios a flor de piel. Lo de correr lo controlo, pero estas pruebas, en las que lo de dar zancadas parece ser lo menos importante, me ponen como un flan.

No es de extrañar que uno, en este tipo de citas, se ponga inquieto, porque la competición es tan historiada, que los jueces tienen que explicar su dinámica antes de dar el pistoletazo de salida. Es factible retener todo lo que te dicen, pero sale uno con la mosca detrás de la oreja, ante el peligro de cagarla en alguna de las transiciones, o ante la posibilidad de no haberse enterado bien de cómo son los circuitos.


Pese a los nervios, los prolegómenos fueron como la seda. Así, llegué a la salida a la hora apropiada, dejé mi bici a buen recaudo y me preparé. No éramos muchos. La poca participación suele significar que el nivel competitivo será alto, pero en el momento de echar a correr eso se me olvidó.


El duatlón estuvo compuesto de dos tramos de carrera a pie, con otro de bicicleta intercalado, como todos. El primer sector pedestre constaba de 6.000 metros y el segundo de la mitad. En bici, había que recorrer 20 kilómetros. Para la parte atlética, estaba medido un circuito de 3.000 metros, al que se le daban dos vueltas en el tramo inicial y una en el final. Su principal peculiaridad era que no incluía ni un trozo llano.


En efecto, de esos 3.000 metros, los primeros 1.500 eran cuesta abajo, y discurrían, en su mayoría, por tierra, por dentro del Parque Olivar del Zaudín, y los restantes eran cuesta arriba. En estos últimos se bordeaba por fuera la valla del parque, corriendo por la acera o por el carril bici. Yo iba mentalizado para no caer en el error de desbocarme al principio, espoleado por el perfil favorable. Fue fácil no hacerlo, porque, como he dicho, no éramos muchos, la carrera se abrió en seguida, y pronto me vi avanzando sin nadie alrededor que me hiciera alterar el ritmo. Transcurridos unos minutos, fijé la referencia de un par de competidores que llevaba delante, y, al ver que les iba comiendo terreno poco a poco, me propuse pillarlos, sin cebarme. En el trecho ascendente de la primera vuelta rebasé a la chica, y en el de la segunda, pasado ya un rato, al chico. A ella no le saqué, al final del tramo, más de 20 segundos, por lo que mantuvo el tipo de una manera impresionante. Al chaval, por su parte, apenas si tuve tiempo de distanciarlo unos metros, con la cosa de que pude fijarme en que tenía piernas de ciclista. Me di el gustazo de adelantarlo, pero era evidente que me iba a reventar vivo en cuanto nos montáramos en la bicicleta. En lo referido a los números, los 3 kilómetros iniciales los hice en 12:23. Corrí a 4:08, sin ir demasiado asfixiado, pero, al empezar otra vez el trozo descendente, pensé que, en un duatlón, la verdadera fiesta empieza cuando hay que ponerse a dar pedales, por lo que decidí levantar el pie. Tenía que empezar fresco el sector de ciclismo. En consecuencia, el segundo 3.000 lo hice en 13:23, a 4:28. Acabé el parcial en 25:46, en el puesto 36, de los 65 duatletas que éramos. Eso confirmaba que había nivel.

Cuando me monté en la bici iba bien. Al salir de la transición, los 20 metros iniciales fueron cuesta abajo, por asfalto. Los siguientes 70 u 80 discurrieron por un camino de los que atraviesan el Parque Olivar del Zaudín, y, a partir de ahí, la cosa se descontroló. Tampoco me voy a ensañar conmigo mismo, pero no puedo esconder que mis primeros 5 o 6 kilómetros sobre la bicicleta fueron un puto esperpento. Evidentemente, los que acabaron el sector de carrera no muy lejos de mí me adelantaron en un santiamén. Si el tramo en BTT hubiera circulado por caminos de tierra, transitables por coches, también hubiera sido un cros, pero no se habría notado tanto mi poca pericia ciclista y lo cagado que me he vuelto para todo. Sin embargo, no fue así. El circuito fue muy técnico. Yo no recuerdo más que giros cerrados, revueltas, descensos estrechos, caminitos, algún pequeño barranco, cachos off road y hasta un trozo en el que recorrimos una especie de pista de ciclocrós.


Lo reconozco. Me vi dando con los dientes en el suelo un par de veces, me salí del camino y me fui contra los arbustos en otras dos o tres ocasiones, y hasta tuve que saltar de la bici en un giro, para no caerme. Un espectáculo, vamos. Para evitar desgracias, fui tomando unas precauciones tales, que me sentí ridículo. Por suerte, no había nadie por allí. Me adelantaron innumerables compis, o al menos eso es lo que me pareció a mí, pero el público era escaso, salvo en ciertos puntos. Mi otro gran problema, durante ese rato, fue mi limitada maña para jugar con las marchas. A lo largo de mi vida he montado poco en BTT, y también se notó en esto. Por suerte, no toqué fondo, en el sentido de que no me quedé clavado en ninguna pendiente ascendente, pero la verdad es que no supe usar los cambios bien. Siempre iba con la impresión de haber logrado dar con el desarrollo justo, cuando la cuesta, arriba o abajo, ya se estaba acabando. Como consecuencia, fui perdiendo tiempo sin remedio. 

No puedo negar que los primeros 7 kilómetros sobre las dos ruedas fueron un suplicio. Se me hicieron interminables, y es en este punto donde tengo que volver a referirme a la explicación inicial que nos habían dado los jueces. Yo, en casa, había inspeccionado bien las imágenes en las que se especificaba el trazado por el Parque Olivar del Zaudín, y me había parecido que solo se daba una vuelta por el itinerario marcado. En ningún lugar leí que fuéramos a dar varios giros. Por eso, cuando el juez, antes de dar la salida, habló de "vueltas", en plural, creí haber escuchado mal. No obstante, consideré que tampoco era grave. Al fin y al cabo, eran 20 kilómetros, no importaba si se pasaba una o tres veces por los sitios. Lo que sucede es que, luego, yendo ya en la bicicleta, perdí pronto la noción de los kilómetros transcurridos, y cuando había recorrido 5, tenía la sensación de llevar 15. Se me iba haciendo eterno. En ese instante, pensé que era imposible que al circuito le fuéramos a dar tres giros. Yo aún no había pasado dos veces por ningún lado, y ya debía estar terminando... sí... lo que tú digas. En un momento determinado, llegué a una recta entre los árboles, y, al final, vi gente, junto a unos carteles. Uno de ellos señalaba a la izquierda, y en él ponía "Segunda Vuelta". Joder. Estuve a punto de bajarme de la bici. No podía ser que tuviera que sufrir el mismo calvario dos veces más. 

Como es lógico, no puse pie a tierra. De hecho, pensé que, de perdidos al río, y eso me vino bien. Cada vez que me superaba un duatleta asumía que, sin duda, ya iba cerrando la prueba. La resignación me quitó presión. Peor no lo podía hacer. El caso es que, entre esto, entre que fui cogiendo algo de pericia, entre que reconocí los lugares por los que había pasado antes y los afronté con una mayor seguridad, y entre que, en realidad, iba aeróbicamente sobrado, con el transcurso de los kilómetros me fui viniendo arriba. El regusto de mi participación en el tramo de bici no es malo, pese a todo lo que he contado. La verdad es que la segunda vuelta se me pasó más rápido y fui mejor, y en la tercera hasta disfruté y me sentí ciclista. Al principio de esta me rebasó un compi, al que ya no le perdí la estela... y no acabé último... aunque es cierto que, al final, mucha gente detrás no llevaba. En efecto, cruzamos la meta 65 personas, y yo marqué el tiempo 53. Tardé 1h12:27, según mi reloj (1h14:14 oficiales, con las transiciones incluidas. El ganador tardó 50:47, por poner mi marca en contexto). Aparte, me doblaron cinco o seis de los primeros. Parecía que iban en moto. Yo dejé pasar, de manera ostensible, a los que me adelantaron, incluidos los que me ganaron una vuelta. Sin embargo, el que iba en cabeza tuvo mala suerte, porque me pasó en uno de los pedazos más estrechos del circuito. En consecuencia, no logré apartarme por completo y el tipo se me enfadó un poco. Cosas del directo.

De la bicicleta me bajé con las piernas hechas un trapo, pero con confianza. Como digo, fui de menos a más, y la tercera vuelta, circulando por sitios por los cuales ya había rodado dos veces, hasta la disfruté. Tras eso, echar a trotar fue un subidón. Me sentí liberado y libre. Al poco de salir de la transición, pasé al compañero al que había venido persiguiendo en bici, me metí en el Parque Olivar del Zaudín para bajar por la zona de tierra, y empecé a pegarle todo lo fuerte que mi maltrecho tren inferior me permitió. Al principio, delante de mí no vi a nadie. Pensé que no iba a recuperar ni una posición. Sin embargo, en un momento dado, vi bajando, a un centenar de metros, a un chico, y, en la lejanía, a otro. Pasado un rato los volví a avistar, y me percaté de que les iba ganando terreno con cierta rapidez. Pese a esto, no se puede decir que apretara. Iba al límite, pero, aun así, al empezar la rampa ascendente final ya los veía, y pronto fue evidente que, al menos al más cercano, lo iba a pillar. Lo hice. Luego, me fui acercando al siguiente, aunque ahí me faltó terreno. Lo atrapé en la recta de meta. El chaval, al ponerme a su altura apretó, y no quise picarme. Entró justo antes que yo. En el tramo definitivo quedé el 35, de un total de 65 finishers. Terminé en 14:22, lo que significa que corrí los 3.000 metros a 4:47. Si se saca de contexto no es gran cosa, a ese ritmo entreno algunos días, cuando estoy bien y me veo con ganas. No obstante, considero que, con lo que llevaba encima, y con esos últimos 1.500 metros cuesta arriba, pues no está mal. Mi tiempo global fue de 1h54:23. Finalicé en el puesto 50. Acabamos 65 duatletas. 62 fuimos hombres y 3 fueron mujeres.

Como siempre, me lo pasé de miedo. Eso es lo que engancha de estas pruebas. Yo no las entreno de manera específica, y, por ello, me tengo que limitar a salvar los muebles, pero lo cierto es que molan. Además, siempre son exigentes, por lo que tiene su valor el simple hecho de acabar, aunque sea en la zona media-baja de la clasificación. Tras la experiencia, en los próximos meses lo que toca es volver a la carrera a pie, que la tengo muy abandonada, y que no me pone tan atacado. Hasta final de año no voy a tener demasiado espacio mental para aventuras. Después, ya veremos. Me gustaría participar en el Duatlón de Sevilla de 2024, a ver si, por asfalto, y en un circuito llano y libre de curvas, puedo brillar un poquito. Antes, sin embargo, me voy de vacaciones. Con las zapatillas de correr, sí, pero de vacaciones. En Semana Santa, lo que toca es despejar la mente.


Reto 102 TRIATLONES Y SIMILARES
Pruebas de Deportes Combinados completadas: 9.
% del Total de Pruebas de Deportes Combinados a completar: 8'8%.


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