28 de marzo de 2017

CARRERA POPULAR UPO 2017

Lo cierto es que a la Carrera Popular Universidad Pablo de Olavide probablemente nunca habría ido, si no hubiera aparecido una razón extradeportiva para hacerlo. De hecho, ya se habían celebrado dos ediciones de esta prueba, y no me había sentido tentado a participar en ninguna de ellas, dado que, en principio, correr 8 kilómetros por el interior del campus de una universidad, que se encuentra en mitad de la nada, camino de Dos Hermanas, no parece demasiado atractivo. Además, vivo en la periferia de Sevilla, pero en dirección opuesta, y, salvo que las carreras se organicen en municipios en los que no haya competido aún (que no es el caso de Dos Hermanas), o que se me metan por los ojos por alguna razón especial, la verdad es que tiendo a apuntarme a citas que queden lo más cerca posible de casa.

Sin embargo, el año pasado estuve unos meses trabajando en un proyecto con la responsable de comunicación de la Fundación Pablo de Olavide, y, durante ese tiempo, me enteré de que esta organización es la encargada de la montar la carrera. Mi compi de trabajo, por tanto, está también muy implicada en la puesta en marcha de la prueba, y, en vista de eso, en su día le dije que, como corredor, no faltaría a la próxima edición, que menos.


En consecuencia, el pasado sábado me fui para el Campus de la UPO, con la idea de correr por él, y, también, con la intención de echarle un ojo, ya que nunca había estado allí. La Olavide es una universidad que se creó en 1997, y que tiene un campus bien organizado y compacto, que está cerrado incluso por una valla. La Universidad de Sevilla, la de toda la vida, tiene sus centros repartidos por el casco urbano de Sevilla, y, pese a que se ha intentado que los mismos estén dispersos lo menos posible, la verdad es que tiene facultades y escuelas ubicadas en diversos puntos de la ciudad. La Olavide no es así, eso lo sabía, pero lo que no me imaginaba es que sus instalaciones fueran tan amplias.



El caso es que el Campus de la UPO es lo suficientemente grande, como para organizar por él una carrera de 8 kilómetros a una sola vuelta. Como dije al principio, a la misma no fui por motivos estrictamente deportivos, pero, una vez que ya me había mentalizado para ir, era preceptivo hacerlo lo mejor posible. Afortunadamente, la prueba no era temprano y no tuve que pegarme un madrugón importante, pero al salir de casa temí que me iba a mojar un poco. En efecto, la mañana amaneció lluviosa, no chispeaba, pero las nubes sí descargaban grandes chaparrones, de forma dispersa. Por la noche, sin embargo, había diluviado insistentemente, de manera que, aunque a la hora de empezar la competición el tiempo estaba solo inestable, el agua caída durante las horas nocturnas había convertido un tramo del recorrido, que iba a discurrir por tierra, en un intransitable fangal. Eso hizo que los organizadores tuvieran que modificar parte del circuito. Debido a ello, el trazado pasó de medir 8 kilómetros, a medir 7. El problema fue que nadie avisó de esa eventualidad, por lo que la descubrí de sopetón. El cambio fue algo muy de última hora, como lo demuestra el hecho de que los puntos kilométricos, que estaban fijos, no se pudieran mover y estuvieran, la mayoría, mal ubicados. Yo nunca había visto unos indicadores kilométricos tan currados, dicho sea de paso. Estaban colocados cada 500 metros, y conmemoraban los 250 años de la puesta en marcha de un proyecto ilustrado, encomendado a Pablo de Olavide, mediante el que se pretendió repoblar una gran extensión de terreno deshabitado que existía en Andalucía. Para llenar ese espacio se crearon una serie de nuevos pueblos, que hoy perviven (por ejemplo La Carlota, que se encuentra en la provincia de Córdoba).


Aparte del problema del cambio de recorrido (inevitable, aunque sí se podría haber avisado por el megáfono unos minutos antes de la salida) y de la inexplicable (y grave) circunstancia de que no hubo agua en meta (tampoco esto lo había visto nunca, solo dieron bebidas isotónicas), hay que decir que la carrera estuvo organizada con mucho mimo, lo cual se agradece.

Por mi parte, salí demasiado fuerte, no me había colocado bien en la salida y, para adelantar gente, apreté excesivamente en los dos primeros kilómetros (hice el primero en 3:44, se me fue un poco la pinza).



Luego moderé el ritmo, pero la carrera tuvo una cantidad enorme de rotondas y de giros cerrados (algunos incluso de 180º), así como algún que otro estrechamiento, por lo que no llegué, en ningún momento, a alcanzar un ritmo crucero, y fui incómodo hasta el final. La siguiente imagen muestra como era el circuito original. En el modificado, se suprimió el paso por la pista de atletismo y se incluyeron algunas revueltas más por otras zonas.


En cualquier caso, me fui contento, porque la semana pasada acusé la falta de punch en pruebas cortas, por no haber participado en ninguna en cuatro meses, y en esta carrera, en cambio, ya me vi mucho más potente, por lo que pasé del ritmo medio de 4:14 el kilómetro del otro día, a un decente 4:07 (puesto 77 de 712 finishers).


La carrera estuvo bien, hubo que sortear algunos charcos enormes, pero tuve suerte y, finalmente, no me cayó ni una gota (los que llegaron últimos, por desgracia, no pueden decir lo mismo). Tras la prueba, aproveché para conocer personalmente a unas cuantas personas, de esas que, desde el punto de vista laboral, es importante que te pongan cara, y, en líneas generales, di por bueno el desplazamiento hasta Dos Hermanas. Si puedo, volveré a participar en esta cita el año que viene.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 196.
% del Total de Carreras a completar: 19'5%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en DOS HERMANAS.
En 2002 (año de la primera carrera corrida en Dos Hermanas), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 3'8% (hoy día 34'2%).


21 de marzo de 2017

CARRERA POPULAR NERVIÓN SAN PABLO 2017

Comenzó un año más el circuito de carreras populares de la ciudad de Sevilla. El mismo está compuesto por cinco pruebas que se disputarán a lo largo de 2017, cuatro antes del verano y la última en octubre.


Las carreras por los barrios de la capital se han convertido en un auténtico fenómeno entre los sevillanos aficionados al deporte, que se están apuntando en masa a las citas con una motivación digna de elogio. Pese a este éxito, hay corredores con un largo bagaje que necesitan significarse un poco y reniegan de ellas de manera más o menos explícita, precisamente porque en estas carreras ahora participa hasta el que empezó a correr ayer. Las mismas, sin embargo, a mí me encantan por su ambiente y por la ilusión con la que la gente las afronta. Cierto es que al abrir de par en par la puerta del running se han colado también unos cuantos pamplinas y algún que otro fantasma, lo cual se nota especialmente en este tipo de pruebas, pero la gente con motivaciones sanas son una abrumadora mayoría en ellas. Además, sé de buena tinta que hay fantasmas que corren desde hace mucho tiempo, no todos son nuevas adquisiciones. En cualquier caso, el perfil popular de las carreras del IMD no es incompatible con su alto nivel deportivo (no todos los cracks las han repudiado, ni mucho menos), así que las mismas tienen de todo.

En mi caso, corrí mis primeras carreras de distrito en Sevilla en el año 2000, hubo luego una época en la que me prodigué menos, pero desde que les dieron lustre y ajustaron a 10.000 metros sus distancias en 2013, he corrido todas las que he podido. De hecho, de la última carrera del circuito de 2016 ya hablé en este blog. Fue en octubre y me encontraba inmerso en una mala racha de lesiones musculares que, afortunadamente, dejé atrás a principios de diciembre. Ahora estoy bien y, por ello, me planteo intentar completar este año el circuito completo, algo que solo pude hacer en 2014. No obstante, hay que ir poco a poco, el pistoletazo de salida se dio ayer con la Carrera Popular Nervión San Pablo y aún quedan las otras cuatro citas.


La Carrera Popular Nervión San Pablo la había corrido ya tres veces (2011, 2014 y 2016) y ayer la disputé por cuarta vez. No es la más vistosa del circuito, precisamente, pero es llana, como todas las carreras en Sevilla. Pasa por San Pablo y por Nervión. El primero es un barrio mucho más popular que el segundo, pero ambos están conformados por bloques de pisos sin demasiado atractivo. Sin embargo, en pleno corazón de San Pablo está el complejo deportivo sevillano por excelencia (no se llama Centro Deportivo San Pablo por casualidad). El mismo es una referencia dentro del deporte en la ciudad, ya que incluye, entre otras instalaciones, el Pabellón de Deportes, una piscina, un campo de rugby y una pista de atletismo adonde acude a entrenar mucha gente. La carrera por este distrito ha cambiado de trazado varias veces, pero en esta ocasión la misma acabó y empezó junto al Centro Deportivo.

Desde el punto de vista puramente atlético, en esta ocasión las cosas no me salieron todo lo bien que me hubiera gustado, me sentía bien al empezar, pero al poco de echar a correr me di cuenta de que me faltaba frescura en las piernas y eso condicionó la carrera. Salí siguiendo al globo de los 40 minutos y el primer kilómetro lo hice en 4:01, pero enseguida vi que no iba suelto y aminoré a 4:15. A ese ritmo me mantuve estable los 9 kilómetros que faltaban. No era el día, el año pasado en esta misma carrera acabé en 40:18 y ayer marqué 42:17 (puesto 482 de 3.843 llegados a meta), aunque hay que reconocer que no ir fresco y acabar en ese tiempo no está mal. Además, desde noviembre solo he corrido una media y un maratón, por lo que es evidente que me falta un poco de punch para afrontar pruebas más cortas y explosivas.



Aparte, la carrera de ayer tuvo un buen aliciente añadido, y es que la misma la corrió también María. Mi cuñada no vive lejos de la salida y se quedó un rato con las niñas, de manera que pudimos correr los dos a la vez y después nos juntamos todos para reponer fuerzas desayunando. Para ello nos metimos en el Bar Rubén, que está enfrente del Centro Deportivo San Pablo. Para lo que queríamos tomar la cosa no estuvo mal, pero hacía tiempo que no entraba en un bar tan costras...


Seguro que en la próxima carrera del circuito mejoraré el tiempo de ayer, aunque para eso falta un mes. Antes tengo una cita el próximo sábado en la carrera que se organiza en el campus de la Universidad Pablo de Olavide.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 195.
% del Total de Carreras a completar: 19'4%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SEVILLA.
En 2000 (año de la primera carrera corrida en Sevilla), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 0'9% (hoy día 34'2%).


10 de marzo de 2017

MEANDRO DE MONTORO 2017

En el post dedicado a la Real Colegiata de Santa María la Mayor de Antequera expliqué cual es el criterio que seguí para hacer mi lista de los monumentos andaluces que hay que visitar sin excusa, pero entonces solo hablé de los que están hechos por el hombre y no dije nada de los naturales, que también están en esa lista y que tuvieron su propio criterio de selección. Realmente, para encontrar una fuente relevante que me ayudara a elegir los monumentos hechos por la mano humana más destacados de Andalucía tuve que complicarme un poco la vida, pero en el caso de los naturales la fuente estuvo mucho más clara, ya que la Junta de Andalucía creó en 1999 la figura Monumento Natural de Andalucía para agrupar a los espacios o elementos de la naturaleza que destacan por su rareza o belleza, y que merecen ser objeto de una protección especial (pueden ser geológicos, bióticos, geográficos, ecoculturales o mixtos, y se pueden considerar también como tales las formaciones geológicas, los yacimientos peleontológicos y los demás elementos inorgánicos que tengan un interés especial por la singularidad o importancia de sus valores científicos, culturales o paisajísticos).

El caso es que los Monumentos Naturales de Andalucía son un conjunto de enclaves que pueden recogerse directamente en una lista. En la provincia de Córdoba hay tres y uno de ellos es el Meandro de Montoro. El mismo es un tramo del Río Guadalquivir de unos cinco kilómetros de extensión en el que este discurre encajonado en un meandro de curvatura muy acusada, formando uno de los ejemplos más espectaculares de este tipo de formaciones en la Península Ibérica.


El pasado fin de semana, además de explorar bien el casco histórico de Montoro, teníamos como objetivo recorrer también su Meandro y conocerlo bien. Durante gran parte de la mañana del domingo estuvo chispeando, por lo que la visita estuvo pendiente de un hilo, pero a las doce, cuando ya no quedaba otra que arriesgarse o renunciar, decidimos hacer la ruta. Fue una decisión acertada, porque apenas si cayeron cuatro gotas más.

Al nivel del río bajamos por el extremo de la parte de Montoro que queda más encajada en el meandro. Como en esa parte no hay puente para cruzar a la otra orilla, nos dirigimos a la izquierda siguiendo el curso del río y recorrimos el trozo de la zona declarada Monumento Natural que queda a los pies del centro de la población.


En esa parte lo que hay es un camino de tierra bien preparado que deja el río a su derecha. Entre el camino y el agua hay un buen número de huertas que, de hecho, forman parte del Monumento Natural Meandro de Montoro de manera explícita, ya que se pretende proteger también esa forma tradicional y sostenible de explotar la tierra, que es compatible con la preservación de la riqueza natural y biológica de la ribera. Ese uso de la orilla como huerta y la dinámica natural del río, que crece de vez en cuando, ayudan a preservar los laterales del río de ocupaciones más agresivas.



En nuestro caso, tras recorrer esa parte del camino llegamos, finalmente, al puente por el que queríamos cambiar de orilla. Ese puente se inauguró en julio de 2009, por lo que hace apenas diez años no hubiera sido posible realizar el cómodo recorrido casi circular que nosotros hicimos.


Tras cruzar el puente caminamos, ya en la otra orilla, por la parte más arreglada del recorrido. En ese tramo fuimos por una acera que está muy bien para pasear e incluso para correr, sin mancharse los zapatos. Desde la valla vimos bonitas vistas del pueblo, del meandro y del camino por el que habíamos caminado antes de atravesar el puente, pero también pudimos observar que por la parte más cercana al río, en ese trozo es imposible avanzar.



Tras un rato caminando por esa acera divisamos el Puente de las Donadas, construido con piedra molinaza en 1498. Este es el puente tradicional de Montoro y une el núcleo principal de la población con el barrio de Retamar.


Antes de llegar al Puente vimos que se podía bajar de la zona peatonal y no lo dudamos dos veces. El acceso al nivel inferior realmente está construido para que se pueda uno acercar a la Fuente de la Oliva, otro emblemático lugar de Montoro. Se trata de un manantial que ya existía a finales del siglo XV, aunque la estructura actual con los caños es posterior. Esta construcción es uno de los elementos de patrimonio monumental que están insertos en el Monumento Natural Meandro de Montoro. Por desgracia, había bastante basura en los alrededores de la Fuente, aunque conseguí que no se notara mucho en la fotografía.


En ese punto vimos que la parte agreste que va pegada al río ya era más transitable y que había un acceso a ella desde la plataforma de la Fuente. El día anterior nos habían comentado que hace un tiempo (no se si dos o tres años), habilitaron por esa zona un paseo para que se pudiera recorrer el meandro al nivel del río. El Guadalquivir, sin embargo, tiene sus propios ciclos y no pareció muy dispuesto a permitir que aquello durara mucho, de manera que el camino no aguantó ni un invierno. En la actualidad, aún se pueden ver los restos de la valla de madera que se construyó, aunque me parece a mí que dentro de no mucho ya no quedará nada.




En cualquier caso, pese a que las crecidas del río no permiten que ninguna estructura se mantenga en esa zona de manera perenne, la verdad es que la misma es transitable, hay un caminito que, dado lo que había llovido, estaba bastante embarrado, pero que pudimos recorrer sin problemas. Finalmente, tras un rato pasamos por debajo del Puente de las Donadas y accedimos a la parte del Meandro que más me gustó. En ella se puede, incluso, tocar el agua del río, que el domingo iba bastante embravecido (razón por la cual no llegué a acercarme tanto como para meter la mano).


El hecho de que nos encontráramos, en esa parte, con arena de playa da muestras de que por ahí el agua corre de vez en cuando. No debe ser una cosa muy brutal, porque los bancos que pusieron resisten a duras penas, pero está claro que tampoco es una zona por la que puedan pasear los abuelos de Montoro con facilidad.



La parte final del recorrido que hicimos fue la más desoladora, aunque las vistas siguieron siendo una maravilla.


Sin embargo, al llegar al punto donde el Monumento Natural se ensancha nos encontramos con el típico merendero que, seguramente, un día se construyó con buenas intenciones y con algún tipo de partida presupuestaria puntual, pero que luego no se ha mantenido... o quizás es que se construyó en una zona poco apropiada que también se inunda...

El caso es que había repartidas por la planicie un montón de mesas con bancos y varias barbacoas de piedra, pero es evidente que aquello no se usa. Un poco más allá, cruzamos un riachuelo que desemboca en el Guadalquivir y accedimos a la Huerta de la Isla, una zona donde en su día había huertas que, con las crecidas, quedaban aisladas. En ese lugar se construyó un Arboreto para la educación ambiental que gestionaba el Ayuntamiento, pero que está cerrado y que, al igual que el merendero, se encuentra algo deteriorado (sobre todo el edificio y la valla, los árboles que se ven en el interior parecen estar bien).



Tras bordear la valla del Arboreto llegamos al Puente de Hierro, por el que volvimos a pasar por encima del río.



Tras cruzar el Puente de Hierro y salvar una buena pendiente volvimos a acceder al casco urbano de Montoro. Al final de esa cuesta hay un mirador desde el que nos despedimos el Meandro disfrutando de otra bonita vista. Está claro que el Meandro de Montoro no es una de esas maravillas naturales que quitan el hipo, pero tras recorrerlo casi en su totalidad puedo decir que bien ser merece un detenido paseo.


Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado MEANDRO DE MONTORO.
% de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Córdoba: 45'5%.
% de Maravillas de Andalucía visitadas: 33'9%.


9 de marzo de 2017

MONTORO 2017

En navidades de 2016 me regalaron un Cofre VIP que incluía una estancia de una noche para dos personas en alguno de los hoteles rurales del catálogo que venía en él. Durante todo el año 2016 he tenido en la recámara ese fin de semana de escapada rural, pero no he visto el momento de encajarlo en el calendario. Por un error, hace un par de meses creí que el 31 de marzo de este año expiraba el plazo para usar el bono y, por ello, busqué a marchas forzadas el fin de semana en el que nos pudiéramos ir María y yo una noche, dejando a las niñas a buen recaudo. Finalmente, resulta que miré mal la fecha límite para gastar la estancia hotelera, pero para cuando me enteré ya teníamos maquinado completamente el plan y habíamos elegido Montoro como nuestro destino, así que decidimos utilizar finalmente el bono sin dejarlo para más adelante.


La provincia de Córdoba es para mi una zona bastante desconocida, ya que, pese a estar colindante con la de Sevilla, apenas si conozco de ella un par de pueblos y la capital. El poder de atracción de la ciudad califal tiene un poco que ver con esa circunstancia, pero es raro que estando tan cerca haya mirado tan pocas veces al noreste de Sevilla a la hora de organizar una escapada. La razón de ir a Montoro a gastar el Cofre VIP ha tenido un poco que ver con las ganas de empezar a remediar esa carencia, aparte del atractivo del pueblo en sí, como no (hay que tener en cuenta también que con un bono solo para una noche muy lejos no se puede ir, y, por el error comentado, creí que ya no iba a tener la oportunidad de encajar la estancia en el contexto de un viaje más largo por España).

El caso es que el pasado sábado dejamos tempranito a las niñas con sus abuelos y pusimos rumbo a Montoro con ganas de conocer este bonito pueblo, cuyo nombre, hoy día, nos trae a la mente la cara de un ministro, antes que otra cosa.

A la hora de elegir el lugar donde gastar el bono no solo tuve en consideración que el pueblo elegido fuera cordobés, que no estuviera muy lejos y que fuera bonito, sino también que el propio hotel tuviera unas determinadas características. Realmente, se puede decir que hice un auténtico casting en el que tuve en cuenta que el alojamiento en cuestión estuviera céntrico en el pueblo (para olvidarme del coche) y que fuera atractivo. Estoy acostumbrado a ahorrar dinero al viajar buscando lugares donde dormir poco llamativos. En julio, en Ribadesella, por ejemplo, María y yo dormimos en una habitación alquilada en su piso por un casi-estudiante, la cual era de todo menos romántica. En aquel momento primó el hecho de que queríamos hacer dos días de senderismo por los Picos de Europa y buscábamos una simple cama cercana y barata para pasar la noche. En esta ocasión, sin embargo, era preceptivo buscar un hotel que fuera bonito y que invitara al relax. Del mencionado casting salió elegida Casa Maika, una casa rural ubicada en pleno centro de Montoro que tenía muy buena pinta.


Hay que decir que Casa Maika es un alojamiento muy vistoso, ubicado en una antigua casona montoreña. En el centro de esa casa hay un bonito patio de dos pisos que distribuye las estancias. La más grande de las del piso de abajo hace las veces de salón comedor y a ella da una espectacular terraza que se asoma desde lo alto al Río Guadalquivir.



Aparte, en mi opinión, el hotel destaca por lo cuidado que está todo, tanto en las zonas comunes, como en la habitación que nos dieron (estaba completamente reformada, parecía casi de estreno). Realmente, es un lugar perfecto para una escapada en pareja.

Pese a esto, en nuestro caso tuvimos un poco de mala suerte, porque, por una confusión un tanto inexplicable, nos quedamos con la peor habitación de la casa: resulta que creyeron que teníamos reservada la noche del jueves, en vez de la del sábado, y cuando me llamaron el jueves por la noche, algo mosqueados, para preguntarme dónde estaba, y pudimos aclarar la confusión, ya solo tenían libre para el fin de semana una habitación, la de minusválidos, que está junto a la puerta de entrada. Quizás debí anular el plan y dejar el viaje para otro momento, pero, como comenté antes, teníamos a las niñas ya ubicadas para el sábado y, además, todavía no me había percatado de que no era a finales de marzo de este año cuando caducaba el bono, sino en 2018. En consecuencia, dije que sí a la habitación de minusválidos junto a la entrada, y la misma resultó ser un poco oscura, fría y ruidosa. No digo que estuviera mal, pero si la comparo con las bonitas habitaciones que dan al otro lado de la casa, pues es evidente que salimos perdiendo. Aparte, el desayuno fue del montón (pan rústico, pero de los envasados, y café de máquina, estilo sala de juntas de una oficina). Además, casi nos lo tuvimos que preparar todo nosotros, porque la chica llegó un pelín tarde y, al final, para no esperar sentados, las dos parejas que allí estábamos optamos por ayudarla a meter el pan en la tostadora y a hacer los cafés. Pese a todo, yo repetiría, así que no quiero transmitir al rollo: la chica que nos atendió fue muy simpática en todo momento y, con respecto a las pegas que le he puesto a la habitación, hay que decir que el hecho de que la misma fuera algo oscura dejó de ser importante en cuanto se fue el sol. Por otro lado, resultó que no era tan ruidosa en horario nocturno como temimos, por lo que no llegamos a tener problemas. Lo de que fuera fría, por último, se podría haber solucionado poniendo la calefacción un par de horas antes de nuestra llegada. Eso hubiera evitado el primer rato helador, que nos sentó bastante mal. Realmente, por la tarde-noche, tras llevar la calefacción tres o cuatro horas dando caña, la habitación estaba bastante más acogedora. En consecuencia, se puede decir que la estancia en Casa Maika fue positiva.

Aparte de esto, María y yo dividimos el fin de semana en dos días totalmente distintos, no por nada en concreto, sino porque nos relajamos y nos salió así: el sábado nos dedicamos a dormir, correr, comer y beber. Todo lo hicimos en Montoro, pero creo que si hubiéramos estado solos en casa, el plan hubiera sido el mismo. El domingo, por contra, nos levantamos temprano y con las pilas bien puestas, con ganas de conocer a fondo el pueblo y también el Meandro de Montoro.


En el plan del sábado influyó que llegamos muy cansados y, tras comer, nos echamos una buena siesta. Después, nos levantamos con el muermo y para espabilarnos salimos a correr un rato. Por último, por la noche nos topamos con una de las fiestas grandes de Montoro: resulta que allí lo dan todo por el Carnaval, yo no me lo esperaba, pero desde media tarde ya vimos que se iba a formar una buena y, en efecto, cuando salimos a cenar el pueblo se había echado a la calle... disfrazado.


Si lo hubiéramos hecho a posta no nos habría salido mejor: fuimos a Montoro en uno de sus días más señalados. Seguramente, si el ambiente nocturno hubiera sido más triste María y yo habríamos acabado viendo la tele en la habitación después de la cena, pero en ese clima de locura no fue difícil venirse un poco arriba: antes de cenar vimos entero el pasacalles en la Plaza del Charco y, al acabar este, la citada plaza se quedó muy animada (había buen ambiente de tipo familiar).


En esas circunstancias, nos dejamos llevar por el buen rollo y, tras la cena, acabamos en el Bar Moroco  (que está en la misma Plaza del Charco) echando algo más que un rato (cayeron tres Desperados...). Me agradó mucho el ambiente de este pub, donde tuvieron el buen gusto de poner rock como fondo musical.

Como he dicho, el primer día nos mezclamos con los autóctonos y lo pasamos de miedo, pero no fue una jornada precisamente turística. El domingo, por contra, sí nos levantamos con ganas de ver Montoro con más cuidado. Realmente, los eventos carnavalescos no habían acabado, ya que en la Plaza de España estaba prevista una gran fiesta para niños que, por lo visto, se suele petar. Por desgracia, llovía y el evento se suspendió. Nosotros, en cualquier caso, ya a lo que íbamos era a por un plan turístico más ortodoxo: en la Oficina de Turismo nos informaron de maravilla de las opciones y vimos la Iglesia de San Juán de Letrán y el Museo Arqueológico Municipal, ubicado en la Iglesia de Santa María de la Mota, la más antigua de la localidad (el edificio es del siglo XIII y se levantó sobre una mezquita anterior).




El Museo lo vimos con calma y me gustó por el contenido, pero también por el hecho de estar situado en un edificio tan bonito. Aparte, partiendo de la Plaza de España, donde está la Iglesia de San Bartolomé, también recorrimos el entramado de callejuelas que conforman el precioso casco histórico de Montoro.


Los edificios de piedra roja molinaza (los más importantes) están combinados con las casas con fachadas encaladas, dándole a todo el centro de Montoro un aspecto uniforme y atractivo.



Durante un par de horas nos pateamos bien el pueblo, pero sobre las doce abandonamos el casco histórico y bajamos al entorno del Guadalquivir, un río que es espectacular en muchos lugares y que en Montoro ha generado un enclave que ha sido declarado Monumento Natural, del cual escribiré en el siguiente post.

Para acabar, no me puedo despedir sin hablar de los lugares donde comimos, ya que, como no podía ser de otra forma, este fin de semana tocaba disfrutar también de algún que otro homenaje culinario. De los tres establecimientos que visitamos, sin duda el mejor fue el primero y el menos céntrico. Su nombre es La Tapería del Pintor y de él me gustó su ambiente distendido, la amabilidad de la dueña (era alemana, yo creo), así como la calidad y la originalidad de las tapas, que parece que se deben al otro dueño, que es el que está entre los fogones (es un gastro bar).



Las tapas de las fotos de arriba son de diseño, pero como tapa de regalo con la primera bebida (que buena costumbre es esa, en Sevilla no se practica) nos pusieron un arroz normal y corriente, que estaba para chuparse los dedos.

Los otros dos establecimientos donde comimos son más tradicionales y están en la céntrica Plaza del Charco, pero nos los recomendaron y, realmente, estuvieron bien: el sábado cenamos en el Restaurante Belsay, que tiene un aspecto poco sofisticado, por decirlo así, pero que ofrece comida sin florituras aceptable, y el domingo comimos en Casa Bar Yépez, que tiene un aspecto más rústico, pero que también ofreció una buena relación calidad-precio (aquí pedí un flamenquín, que es algo típico de Córdoba, hacía bastante tiempo que no me comía uno). Ambos sitios estaban hasta los topes, así que es verdad que son dos lugares bastante apreciados por los montoreños.


En definitiva, me quedé con una muy grata impresión de Montoro, el Toledo andaluz, como lo llaman. A mí, al menos, ya se me vienen a la cabeza imágenes más entrañables, cuando pienso en su nombre, que la cara del ministro.



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado MONTORO.
% de Municipios ya visitados en la Provincia de Córdoba: 5'3%.
% de Municipios de Andalucía ya visitados: 19%.

Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MONTORO.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Córdoba: 50%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 32%.