7 de enero de 2020

GUADALUPE 2019

Ya ha comenzado 2020, y aún me quedaba pendiente un post de la escapada que nos hemos pegado en diciembre de 2019. Con él, me pongo al día, mientras espero a que se me planteen las circunstancias propicias para recabar nuevo material. Todo apunta a que el año que tengo por delante será muy bueno en el aspecto laboral (ya tocaba), pero me temo que va a ser poco pródigo en carreras y en viajes, que son el objeto de este blog, por lo que es posible que escriba menos. En el transcurso de los últimos diez meses, ya ha sido complicado sacar huecos para disfrutar de mis dos grandes aficiones, dado que, desde febrero, trabajo los fines de semana. Sin embargo, parece que voy a tener que rizar el rizo, todavía más, durante una temporada. En efecto, cuando me arranqué a redactar estos artículos, allá por mayo de 2016, mi situación laboral era inestable, pero me dejaba bastante tiempo libre. Luego, en enero de 2019, la espada de Damocles cayó finalmente sobre mi cabeza, y, a lo largo de dos meses, viví en mis carnes lo que es pasar los lunes al sol. Por fortuna, tuve suerte, cambié de sector, y empecé a currar tres o cuatro días a la semana, con la cosa de que dos de ellos han sido, salvo excepciones, los sábados y los domingos. Mientras, me he dedicado a estudiar oposiciones, con el objetivo de revertir esa realidad, y de entrar a trabajar como técnico de bibliotecas en la Universidad de Sevilla. Al final, en noviembre hice el examen para el que me había preparado. Fue uno similar al que había hecho en 2010, y que me había permitido entrar en la bolsa para las sustituciones en el penúltimo lugar. Lo de verme en ella estuvo bien, pero, durante una década, no he tenido esperanzas de que fuera a llegar mi turno. Con la convocatoria de unas nuevas oposiciones, además, no me quedó ni un atisbo de duda de que esa bolsa se iba a convertir en papel mojado, antes de que me llamaran. Me equivoqué: la prueba me salió bien, y ya estaba haciendo cábalas sobre el puesto en el que podría quedar en la nueva bolsa, cuando el 2 de enero sonó el teléfono por la mañana, y me avisaron de que mi momento había llegado. Iba a trabajar, por fin, en la Universidad de Sevilla, como personal laboral, casi diez años después del domingo de febrero en el que hice aquel examen, que me jodió el Maratón de Sevilla en el que iba a tomar parte (ambos coincidieron en fecha y hora, lo que me sentó como una patada en la espinilla), pero que, a la vez, me permitió acceder a la bolsa de interinos en la remota posición 129.

El caso es que llevo una semana trabajando en la Universidad, y aún sigo sin dar crédito. Lo que pasa es que estoy haciendo una sustitución, dicen que va para largo, pero no lo puedo saber seguro, y el otro empleo no puedo dejarlo, por si las moscas. En consecuencia, estoy yendo a currar de lunes a viernes en una biblioteca, y los findes en el negocio turístico que me ha dado de comer últimamente ¿Planear viajes y correr carreras? Ustedes me dirán cuando. Estoy feliz, y la actual situación es el primer paso para la solución total de mis problemas, en el futuro seguro que voy a participar en muchas competiciones y que exploraré infinidad de sitios, pero a día de hoy...

No obstante, me las seguiré ingeniando para visitar lugares, aunque sean pocos, y haré encaje de bolillos para correr dos o tres pruebas antes del verano. No voy a dejar de entrenar, para mí salir a correr un rato, cada mañana, es tan importante como comer, por lo que no voy a perder la forma y estaré ojo avizor, para apuntarme a alguna competición que logre que me cuadre. Para empezar, estoy inscrito en el próximo Maratón de Sevilla, ese día lo tengo pedido en la tienda desde diciembre, y no creo que vaya a faltar a la cita.

De todas maneras, a pesar de haber contado mi vida en los tres párrafos anteriores, este post va a estar dedicado a Guadalupe, el pueblo cacereño donde estuve el pasado 29 de diciembre, después de haber disfrutado de un fin de semana en Jarandilla de la Vera. Con él, cierro una etapa y abro otra, que será el preludio, seguro, de la definitiva, en la cual viajaré y correré sin lastres.

Guadalupe no llega a los 2.000 habitantes, pero es de esos sitios que tienen algo, que hace que este dato sea secundario. En el caso del pueblo extremeño, ese algo es un monasterio, que es responsable, en gran parte, de que la población sea la quinta más visitada de Extremadura, tan solo por detrás de Cáceres, Badajoz, Mérida y Trujillo. El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe estuvo muy ligado a los personajes que, allá por los albores de la Edad Moderna, dirigieron el descubrimiento, conquista y colonización de América. Esa importancia que se le dio en aquella época, provocó que el cenobio adquiriera unas dimensiones impresionantes, y también hizo que acaecieran en la localidad varias situaciones, que se pueden calificar de históricas, y que han quedado reflejadas en el archivo monacal. Este es uno de los más ricos de España. Las propias calles guadalupenses, así como otros edificios, se han beneficiado, igualmente, de la relevancia que el Monasterio ha tenido siempre.

Pese a esto que he contado, he de reconocer que yo no vi la mayoría del Monasterio. "¡Pues vaya mierda!" Pues sí, en efecto, tendré que volver a Guadalupe, porque el cenobio no solo es una joya en sí misma, sino que parece que tiene múltiples atractivos en su interior. En cualquier caso, me di un buen paseo por el pueblo, comí en la cafetería del Parador, y también entré en la Basílica, que es la parte del Monasterio que tuve la oportunidad de conocer, ya que tiene un acceso independiente. La iglesia es muy grande, aunque no desentona en el contexto, dada la enorme edificación que la rodea.


Del origen y del por qué de la importancia del Monasterio de Guadalupe, hablaré cuando lo visite bien. La Basílica, por su parte, es del siglo XIV, y muestra también interesantes detalles. Yo me fijé en el retablo de la capilla mayor, que es tremendo.


Por lo demás, el pueblo es precioso, pero la visita estuvo lejos de ser normal, por la que había liada en él, lo cual es otra razón para volver. Nosotros llegamos a mediodía a Guadalupe, y nos extrañó la cantidad de gente que rondaba por doquier, pero, en ese momento, éramos ajenos a lo que sucedía. A esa hora, la policía ya había cortado el acceso rodado a la parte más céntrica de la localidad, y creí que nos íbamos a tener que guardar el coche en el bolsillo, pero, finalmente, logramos aparcar de milagro, y nos internamos en el meollo de Guadalupe a pie. Estaba todo muy concurrido, por lo que nos metimos, sin perder tiempo, en el Parador a almorzar. En su cafetería volvimos a tener suerte, y conseguimos sentarnos en la última mesa, aunque a los camareros se les veía desbordados. Tardamos bastante en comer unas raciones, pero, al menos, estuvimos muy cómodos.

El Parador está muy cerca del Monasterio, y ocupa dos antiguos edificios, el Hospital de San Juan Bautista y el Colegio de Infantes, que en la actualidad parecen uno.


Del Parador, nosotros solo vimos su bonito patio porticado, que se encuentra rodeado de naranjos y de otras plantas, y que formaba parte del primero de los edificios comentados en el párrafo anterior.


Al acabar de almorzar, tiramos para la cercana Plaza Santa María de Guadalupe. La misma, a esa hora, estaba ya tan repleta, que parecía que acababa de finalizar en ella un concierto o un partido de fútbol. La foto inferior la hice echándole mucha paciencia, para sacar a la menor cantidad de personas posible, y, pese a esto, lo más que conseguí fue que no saliera (demasiada) gente en primer plano.


Guadalupe es un sitio muy visitado, por su belleza y porque el Monasterio es un enclave de peregrinación habitual para los católicos, pero el jaleo que había montado me pareció excesivo, incluso así. Pronto, me enteré de la razón de la masificación: desde Guadalupe, dos días después, se iban a retransmitir por Telecinco las campanadas de fin de año. ¡Toma puntería! Hay 8.131 municipios en España, y nos fuimos al que iba a ser sede, 48 horas más tarde, de un evento televisado que se iba a desarrollar en mitad de la plaza principal del pueblo. Para esa fiesta, Guadalupe ya estaba de punta en blanco, el escenario lo estaban montando, y, aunque los presentadores que iban a ejercer de maestros de ceremonias en Nochevieja, que resultaron ser Jesús Vázquez y Paz Padilla, aún se encontraban a muchos kilómetros, por lo visto, al anochecer iba a tener lugar un espectáculo de luces, por lo que, dado que era domingo, todos los cacereños residentes en las localidades de los alrededores parecían estar desembarcando en Guadalupe, como si fueran a tocar allí The Rolling Stones.

Nosotros entramos en la Basílica, pero, a cada rato que pasaba, todo se llenaba más, así que decidimos separarnos del epicentro de la bulla. Para mi sorpresa, en cuanto nos alejamos un poco, Guadalupe se convirtió en un pueblo tranquilo.


Gracias al paseo, vimos que los atractivos de la población no se limitan al magnífico edificio que monopoliza, en gran medida, la atención de los visitantes, sino que, una vez que se cruza la Plaza Santa María de Guadalupe y se atraviesa el Arco de Sevilla, se accede a una bonita zona de empedradas callejuelas, con casas porticadas y recoletas plazas, como la Plazuela de los Tres Chorros, en la que destaca la Fuente de los Tres Chorros. Esa parte es conocida como La Puebla.



Guadalupe se desarrolló en torno al Monasterio, y, dada la afluencia masiva de peregrinos y la actividad comercial que se derivaba de este, se construyó una muralla, que tenía tres puertas y que incluía, en su interior, el edificio religioso y sus alrededores. El Arco de San Pedro enmarcaba la puerta que daba al norte.


La puerta que daba al sur y a La Puebla formaba parte del ya mencionado Arco de Sevilla.


La Puebla, a su vez, también tenía su propia muralla. Por el norte, compartía la que rodeaba el Monasterio, con el que se comunicaba a través del Arco de Sevilla, mientras que, por el sur, daba al exterior por medio del Arco de las Eras.


Nosotros, el Arco se Sevilla lo habíamos atravesado para acceder a La Puebla, y, tras recorrer la Calle Ruperto Cordero (en la foto inferior), salimos de la zona amurallada por el Arco de las Eras.


Tras el paseo, regresamos a la Plaza Santa María de Guadalupe, pero esta vez pasamos de largo, camino del lugar donde habíamos aparcado. A la hora de irnos, la policía no es que ya no dejara acceder a los vehículos al centro, es que no les permitía entrar, directamente, en el casco urbano de Guadalupe. El pifostio llegaba hasta la carretera, donde la gente había empezado a abandonar los automóviles en las cunetas, prados y campos de los alrededores. El atasco, en dirección a Guadalupe, era tremendo, estoy seguro de que muchos se tuvieron que volver por donde habían venido, porque allí todo estaba colapsado. Nosotros, por suerte, íbamos en dirección contraria, y tomamos rápido las de Villadiego.

El pasado 31 de diciembre puse Telecirco, poco antes de las 12 de la noche, para ver Guadalupe. No quiero ni pensar como tenía que estar el pueblo en ese momento, habida cuenta de como se había puesto dos días antes. En cualquier caso, la plaza lucía preciosa, aunque yo solo vi unos minutos del previo a las campanadas, porque Jesús Vázquez y Paz Padilla son superiores a mis fuerzas. Por ello, aborté sobre la marcha la idea de vivir la Nochevieja con Telecinco. Lo que tenía que ver ya lo había visto, por lo que cambié de canal antes de medianoche. En Antena 3 tampoco mejoró demasiado la cosa, hay que decirlo, pero, al final dio igual, porque mi hija Julia le metió, sin querer, un golpe a mi plato, dos segundos antes de la primera campanada, y 2020 lo he comenzado recogiendo las uvas de debajo del sofá y de la mesa. Teniendo en cuenta que al día siguiente me llamaron de la Universidad, creo que, a partir de ahora, nunca más voy a comerme las uvas de la suerte, que además no me gustan. Este año, he inaugurado una nueva tradición, que consiste en tirarlas por los suelos. A mí, eso es lo que me traído la buena fortuna.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado GUADALUPE.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cáceres: 62'5%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 35'3%.


4 de enero de 2020

GARGANTA LA OLLA 2019

¡Feliz Año! Ya empezó 2020, pero aún tengo pendientes un par de post de la escapada con la que terminamos 2019, que nos llevó a la comarca cacereña de La Vera. En efecto, durante el último fin de semana del año estuvimos pernoctando en el Parador de Jarandilla de la Vera y aprovechamos esa circunstancia para conocer un poco el entorno. La jornada más activa fue la del sábado. Ese día pasamos la mañana visitando la principal atracción de los alrededores, que es el Monasterio de Yuste, y por la tarde nos dirigimos a la que nos dijeron que es la localidad más bonita de la zona, Garganta la Olla.

Hay que decir, en primer lugar, que Garganta la Olla tenía un nombre más bonito en la Edad Media, ya que en aquella época el pueblo era conocido como Ad Fauces, que en latín significa junto a las gargantas. Pese a esto, la actual denominación no le viene mal, ya que la población está en el fondo de una enorme hondonada y se encuentra en la confluencia de dos gargantas (las mismas que en el medioevo ya formaban parte de la designación latina).


La Vera ya es, de por sí, una zona un tanto recóndita, y Garganta la Olla ni siquiera está en la carretera principal que atraviesa la comarca, por lo que se encuentra bastante aislado de todo. Dado que solo se accede al pueblo por pequeñas carreteras no es de extrañar que el mismo tenga poco más de 900 habitantes. Es uno de esos asentamientos en los que la población está cayendo lenta pero inexorablemente desde hace 70 años, el lugar es bonito, pero de eso, en un sitio así, solo pueden vivir unos cuantos. Yo recomiendo su visita, a mí me gustó y nos encontramos, además, conque nos trataron muy bien.

Garganta la Olla destaca principalmente por la buena cantidad de elementos de arquitectura popular que conserva. Para verlos, nosotros al llegar aparcamos pronto y, para empezar, recorrimos entera la Calle Chorrillo, que es la más importante y llega hasta la Plaza Diez de Mayo, la que ejerce de centro neurálgico de la localidad.



La Calle Chorrillo está flanqueada por un buen número de casas del siglo XVI y XVII, muchas de las cuales conservan en buen estado las balconadas sobre vigas de madera y otros componentes originales que están bien identificados. Me llamó la atención que en los dinteles de piedra que coronaban muchas de las puertas y ventanas, así como en otros elementos supervivientes de la Edad Moderna, estaban bien visibles fechas, nombres y símbolos que tenían pinta de llevar ahí tanto tiempo como las viviendas.



La pena (para el visitante) es que esas casas son privadas, tanto que en una de ellas vi entrar a un señor que venía de currar del campo, tal cual. Debido a eso creí que nos íbamos a ir sin ver ninguna por dentro, pero tuvimos mucha suerte y acabamos visitando la más interesante de todas, La Casa de Las Muñecas, que data del siglo XVI. Por su nombre y por su aspecto esta casa es como de cuento, pero en realidad las muñecas eran las prostitutas que trabajaban allí hace 500 años.


La Casa de Las Muñecas tiene hoy día un negocio de alimentación en su parte baja, nosotros nos detuvimos en él para comprar un poco del afamado pimentón de La Vera, un producto que tiene su denominación de origen protegida. El que nosotros compramos me he fijado después y no se si se ajusta a los cánones que se exigen para usar la denominación Pimentón de La Vera, ya que el envoltorio es bastante sibilino y en ningún lado pone de manera explícita que sea pimentón de La Vera, ni que tenga la denominación de origen protegida. Solo dice que es pimentón y que se produce en Aldeanueva de la Vera, ergo es pimentón de La Vera, pero en ninguna frase aparecen juntas las palabras pimentón y La Vera, ni se dice lo de la denominación, por lo que supongo que no se ajusta por alguna razón a los preceptos necesarios para ser llamado Pimentón de La Vera.


Con independencia de esto, que no es relevante, lo que sucedió fue que mientras María compraba la bolsa de pimentón, yo, que me había salido del local, intenté asomar la cabeza por el vecino portón entreabierto que daba al recibidor de La Casa de Las Muñecas, y un señor que no estaba muy lejos y que parecía estar ocioso me preguntó si quería ver bien su interior. Fui afortunado, porque la persona en cuestión, que resultó llamarse Mario, era la propietaria actual de la vivienda y del negocio donde acabábamos de comprar el pimentón. Según nos dijo, él y su familia son de Plasencia, pero viven allí, en esa impresionante casona. Con mucha amabilidad nos abrió la puerta y accedimos al enorme vestíbulo de la misma, desde donde apreciamos perfectamente su distribución. Me pidió que no echara fotos y yo respeté su voluntad, pero a cambio nos contó que la edificación, además de 140 m² de buhardilla, tiene otros 520 m² divididos en dos pisos. El segundo de ellos cuenta con un balcón corrido interior adonde dan las habitaciones y que se asoma a la entrada. En total, en la casa había hasta 28 habitaciones, la más grande, que tiene casi 40 m², era la de la madame. Esta estancia cuenta con tres ventanas, una orientada a cada punto cardinal (por el cuarto está la puerta de la habitación). Desde ellas la señora controlaba todo lo que pasaba en los alrededores (en la imagen inferior se ve, en la primera planta de la casa azul, la ventanita desde la que avistaba la embocadura de la plaza mayor).


Las 28 habitaciones estaban comunicadas entre sí por dentro y, por lo visto, en el sótano del inmueble arranca un túnel que se supone que llegaba hasta la plaza (los más osados dicen que iba hasta las afueras), y que servía para entrar y salir del lupanar con discreción. Mario nos dijo que ese fue el primer prostíbulo oficial de España. Eso no se si es cierto, pero lo que sí es seguro es que se creó a raíz de la llegada de Carlos I a La Vera para que su séquito pudiera aliviar las calenturas. En Jarandilla de la Vera hay otra casa parecida, cuya fachada también está pintada de azul añil, pero la de Garganta, gracias a Mario y a su familia, parece estar en un mejor estado de conservación.

El otro lugar que vimos por dentro en Garganta la Olla fue la Iglesia de San Lorenzo Martir, que está en la zona más alta del pueblo. Siempre me gusta entrar en algún edificio cuando visito los sitios, para que no se quede todo en un mero callejeo, así que me alegré de poder dar una vuelta por el interior de este.



Por lo demás, nos dimos detenido paseo, el pueblo tiene muchos rincones pintorescos y merece la pena verlos con calma.

Nosotros, tras dejar atrás la Plaza Diez de Mayo pasamos, por ejemplo, por la Calle Huertas, que a pesar de la cantidad de coches que tiene aparcados es muy pintoresca y es un lugar perfecto para comprobar como es la arquitectura tradicional de la zona, en la que destacan las casas con soportales y con balcones sostenidos mediante vigas de madera.



Más allá, casi en el extremo norte del pueblo, está la Calle Piornala, en la que es digna de observar una casa soportada por tres vigas que están apoyadas en una roca sin más. La estructura que sujeta la vivienda produce un poco de vértigo.


Tras llegar a la Plaza Portal y ver la Iglesia de San Lorenzo nos encaminamos de nuevo al sur, hacia la Plaza Diez de Mayo. Garganta La Olla no es la típica población turística en la que todo está montado para que el entorno sea armónico. Económicamente Extremadura en general no está para tirar cohetes y en los pueblos cada uno tiene su casa como puede, pero en Garganta se ve que tratan de que haya la mayor cantidad posible de lugares vistosos.



En definitiva, me fui con buen sabor de boca, y eso que no vimos el museo etnográfico ni el museo dedicado a la inquisición que parece que hay. No fue necesario para irme contento.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado GARGANTA LA OLLA.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cáceres: 50%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 34'9%.


1 de enero de 2020

JARANDILLA DE LA VERA 2019 (VISITA DE DICIEMBRE)

El pasado mes de agosto estuve en Jarandilla de la Vera y escribí el correspondiente post sobre mi experiencia. Como es costumbre, redacté su contenido sin ponerme trabas, siempre cuento con respeto mis impresiones sobre los lugares que visito, pero nunca pongo límites a mi sinceridad. Si algo no me gusta no lo oculto. En el caso de Jarandilla, la verdad es que el pueblo me decepcionó un poco y lo dije sin poner paños calientes. Eso no significa, no obstante, que me guste hablar mal de los sitios, mi objetivo es ser ecuánime y, salvo que los desastres clamen al cielo, lo normal es que intente ser comprensivo y juzgue las circunstancias desde todos los puntos de vista. Es por esto que me dejó un cierto mal sabor de boca el artículo que escribí sobre Jarandilla de la Vera, hasta el punto de que al acabarlo me prometí que volvería para intentar matizarlo. Lo que no podía prever es que mi segunda visita sería tan pronto.

Aparte de esto, como se puede comprobar en este blog las Navidades no son una época en la que suela viajar. Para mí estas fechas son para dedicárselas a la gente, lo que hace que se llenen de planes y de quedadas que acaban convirtiendo en un problema el hecho de programar una escapada. Este año, sin embargo, ha sido complicado para mis padres y necesitaban unos días de relax con todos nosotros. Por desgracia, desde que yo trabajo los fines de semana resulta harto difícil programar pequeños viajes, porque concentro la mayor parte de mi actividad laboral los sábados y los domingos, que es cuando la mayoría de la gente libra. Por esa razón, desde octubre buscamos una fecha apropiada para irnos de finde familiar y la misma no apareció hasta los últimos días del año: en Navidades yo he trabajado más días entre semana y eso ha posibilitado que haya podido librar un sábado y un domingo. Era ahora o nunca y por eso este 2019 lo hemos terminado pasando tres días en Jarandilla de la Vera.

Lo de ir a Jarandilla ha sido casualidad, yo no he tenido nada que ver a pesar de mi propósito de volver a la localidad cacereña. En este caso el destino de la escapada ha venido dado por la confluencia de una serie de factores: mi madre quería invitarnos a un Parador, mi hermana viaja con dos perros y, por último, no podíamos alejarnos demasiado de Sevilla solo para un fin de semana. Dados esos tres condicionantes solo hubo una opción: el Parador de Jarandilla de la Vera, que es el único cercano que admite mascotas.


El hecho de pasar un fin de semana en Jarandilla me ha permitido empezar a explorar la comarca de La Vera de una manera más intensa que cuando estuvimos en verano. Aquel día fuimos del tirón al pueblo y de allí no salimos, pero esta vez sí hemos dedicado buenos ratos a explorar los alrededores. Por contra, en esta ocasión, más allá del Parador, que lo hemos vivido con intensidad, si no me hubiera ido a pasear con mi cámara de fotos el domingo temprano antes del desayuno prácticamente no habría pisado las calles de Jarandilla, ya que el viernes llegamos a la hora de la cena, el sábado estuvimos en Garganta La Olla y viendo el Monasterio de Yuste, y el domingo tras desayunar nos fuimos. Yo tenía una cuenta pendiente con la población, quería ver de nuevo lo que tiene que ofrecer y, además de visitar el edificio más destacado que tiene, cosa que no hice en agosto y que ahora venía dado por el sitio donde nos alojamos, también quería volver a patearme sus principales calles. Para ello me pegué un buen madrugón el domingo y, al alba, con un frío pelón, salí y me di un largo paseo, a una hora en la que el tibio sol aún no llegaba a calentar.


El paseo me confirmó algunas impresiones y matizó otras. Para empezar, Jarandilla no puede esconder que es un pueblo extremeño. Extremadura es la comunidad autónoma española con el PIB per cápita más bajo y la provincia de Cáceres en ese ranking está en el puesto 49 de las 52 provincias de nuestro país. El Producto Interior Bruto per cápita, también llamado Renta Per Cápita por habitante, es una magnitud que intenta medir la riqueza material disponible en un lugar. El indicador muestra que en Extremadura no están para derroches y eso se nota en localidades como Jarandilla, donde incluso en las calles más pintorescas, a una casa antigua bien conservada le siguen otra con la fachada alicatada hasta el tejado, un solar, una casa moderna, otra en ruinas y otra que necesita una mano de pintura. Así es difícil que se observen estampas dignas de una foto.


No obstante, en la anterior visita llevaba unas expectativas demasiado altas y eso hizo que el pueblo me decepcionase, pero esta vez como sabía lo que iba a ver me puse menos negativo y todo me pareció menos feo. De hecho, el paseo matutino fue una gozada, el día amaneció limpio y claro, hacía frío y al ser domingo la calma era la nota predominante, por lo que pude callejear en medio de las más absoluta tranquilidad y disfruté bastante del entorno.

Para llegar a los puntos más bonitos que conocía recorrí la Avenida Soledad Vega Ortíz, que ejerce de travesía y que bordea el casco histórico por el norte, y me interné en busca de los rincones más pintorescos por la Avenida Virgen de Sopetrán.


Vi de nuevo la Picota, y también la Calle Machín y la Plaza de la Constitución, que son los enclaves más destacados del pueblo.


El arco de la Calle Machín no es tan antiguo como podría parecer, se construyó en 1757 para corregir la inclinación de la casa de uno de los lados, que sufrió los efectos del terremoto de Lisboa de 1755. Pese a esto, hace un efecto bonito en la calle.


Aparte, callejeé por todo el centro durante un buen rato, llegando incluso a la Calle de las Espeñas, que rodea la Iglesia de Nuestra Señora de la Torre por detrás, pero eso solo sirvió para que me convenciera de que la Calle Machín y la Plaza de la Constitución son, en efecto, los dos puntos que merecen más la pena en Jarandilla. Más a sur había aún algunas calles que no visité, las dejé por si vuelvo alguna otra vez. Desde la Plaza de la Constitución tiré de vuelta al Parador por la Calle Antonio Casado, doblé por Manuel García y llegué a la Plaza de la Soledad, donde vi abierta la Iglesia de San Agustín. La misa dominical estaba a punto de comenzar, pero como quería ver algún edificio por dentro entré con discreción. Esta no es la iglesia principal de la población y en la otra no pude entrar, pero me valió.


También ayudó bastante a mejorar la imagen que tenía del pueblo el hecho de recorrer a fondo su edificio más emblemático. En agosto nos lo dejamos atrás y eso no ayudó a que me fuera con una buena impresión. Dicho edificio es el Castillo-Palacio de los Condes de Oropesa, que alberga el Parador de Jarandilla de la Vera y que me dejó con la boca abierta.


El Castillo-Palacio fue construido a finales del siglo XIV. Por fuera su carácter defensivo no pasa desapercibido por sus torres y almenas, así como por el foso y la muralla que todavía se conservan.


Una vez que se pasa el portón impacta la visión del edificio principal del Castillo-Palacio, que da al Patio de Armas a través de una preciosa galería con arcos.


La fortaleza palaciega vivió su etapa de gloria del 12 de noviembre de 1556 al 3 de febrero de 1557, ya que durante ese lapso de tiempo Carlos I se alojó allí. Este para ese entonces ya había abdicado en su hijo Felipe y había decidido retirarse al cercano Monasterio de Yuste, pero cuando llegó a La Vera no habían concluido las reformas necesarias para que estuviera un poco cómodo en su nuevo hogar y se acomodó con paciencia en el Castillo-Palacio de los Condes de Oropesa para esperar a que las obras en el monasterio estuvieran acabadas.

En la actualidad, más de cuatro siglos después, el edificio se conserva en perfecto estado. El hecho de que se abriera como Parador en 1966 tiene mucho que ver en eso.


A mí me encantan los Paradores, ya lo he dicho otras veces. Como a cualquier persona, me gustan los buenos hoteles, pero los Paradores ponen especial énfasis en el ambiente, son alojamientos pensados para saborear en ellos el tiempo. En los Paradores se disfruta del simple hecho de ir por los pasillos, dan ganas de reposar en los salones y de curiosear por los rincones.


Desde que escribo este blog he dormido en los Paradores de Soria, Antequera, Lerma, Oropesa, Mazagón, La Granja y Córdoba. Ahora puedo sumar el de Jarandilla de la Vera a la lista. En total, la red de Paradores cuenta ya con 97 establecimientos y yo he pernoctado en 18 (en Soria y en Zafra he hecho doblete). Mucho voy a tener que currar para poder alojarme en todos, pero de momento no cabe duda de que no me puedo quejar.

De los Paradores que he conocido el de Jarandilla es de los que más me han gustado, el edificio quita el hipo y por dentro te permite creer que estás andando por un verdadero castillo. Como de costumbre, por las mañanas desayunamos de bufé, para Ana y Julia ese tipo de desayuno es tan divertido como ir a un parque de atracciones. En este viaje, además, tuvimos el premio extra de cenar las dos noches en el Restaurante. Esta circunstancia sí que fue más novedosa, no es raro que por las noches cuando nos alojamos en Paradores piquemos algo en la cafetería, pero no solemos cenar en el restaurante.


Esta vez, sin embargo, decidimos darnos un par de homenajes, y vaya si los disfrutamos. El menú incluía un primero, un segundo y un postre a elegir, por lo que pude cambiar de platos cada noche y probar varios, entre ellos unas deliciosas patatas revolconas con pulpo a la plancha, pero en lo que repetí los dos días fue en el delicioso postre, que tenía brownie y helado de vainilla.



En Jarandilla en esta ocasión no comimos en ningún otro sitio, ni falta que hizo, la experiencia en el restaurante, por la comida, la ambientación y la amabilidad de los camareros, fue de diez.

En conclusión, la visita de diciembre a Jarandilla de la Vera ha hecho que me haya quedado con una impresión más favorable del pueblo. En muchos aspectos al mismo se le podría sacar más partido, otras poblaciones de los alrededores están en las mismas circunstancias y, por lo que he podido ver, han logrado que su atractivo resalte más. Sin embargo, después de pasear por Jarandilla de la Vera sin ser tan exigente, y tras haber conocido su edificio más señero, me he ido de allí con mejor sabor de boca.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado JARANDILLA DE LA VERA.
En  Agosto  (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cáceres: 37'5% (en Diciembre 50%).
En  Agosto  (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 34'7% (en Diciembre 35%).