7 de enero de 2020

GUADALUPE 2019

Ya ha comenzado 2020, y aún me quedaba pendiente un post de la escapada que nos hemos pegado en diciembre de 2019. Con él, me pongo al día, mientras espero a que se me planteen las circunstancias propicias para recabar nuevo material. Todo apunta a que el año que tengo por delante será muy bueno en el aspecto laboral (ya tocaba), pero me temo que va a ser poco pródigo en carreras y en viajes, que son el objeto de este blog, por lo que es posible que escriba menos. En el transcurso de los últimos diez meses, ya ha sido complicado sacar huecos para disfrutar de mis dos grandes aficiones, dado que, desde febrero, trabajo los fines de semana. Sin embargo, parece que voy a tener que rizar el rizo, todavía más, durante una temporada. En efecto, cuando me arranqué a redactar estos artículos, allá por mayo de 2016, mi situación laboral era inestable, pero me dejaba bastante tiempo libre. Luego, en enero de 2019, la espada de Damocles cayó finalmente sobre mi cabeza, y, a lo largo de dos meses, viví en mis carnes lo que es pasar los lunes al sol. Por fortuna, tuve suerte, cambié de sector, y empecé a currar tres o cuatro días a la semana, con la cosa de que dos de ellos han sido, salvo excepciones, los sábados y los domingos. Mientras, me he dedicado a estudiar oposiciones, con el objetivo de revertir esa realidad, y de entrar a trabajar como técnico de bibliotecas en la Universidad de Sevilla. Al final, en noviembre hice el examen para el que me había preparado. Fue uno similar al que había hecho en 2010, y que me había permitido entrar en la bolsa para las sustituciones en el penúltimo lugar. Lo de verme en ella estuvo bien, pero, durante una década, no he tenido esperanzas de que fuera a llegar mi turno. Con la convocatoria de unas nuevas oposiciones, además, no me quedó ni un atisbo de duda de que esa bolsa se iba a convertir en papel mojado, antes de que me llamaran. Me equivoqué: la prueba me salió bien, y ya estaba haciendo cábalas sobre el puesto en el que podría quedar en la nueva bolsa, cuando el 2 de enero sonó el teléfono por la mañana, y me avisaron de que mi momento había llegado. Iba a trabajar, por fin, en la Universidad de Sevilla, como personal laboral, casi diez años después del domingo de febrero en el que hice aquel examen, que me jodió el Maratón de Sevilla en el que iba a tomar parte (ambos coincidieron en fecha y hora, lo que me sentó como una patada en la espinilla), pero que, a la vez, me permitió acceder a la bolsa de interinos en la remota posición 129.

El caso es que llevo una semana trabajando en la Universidad, y aún sigo sin dar crédito. Lo que pasa es que estoy haciendo una sustitución, dicen que va para largo, pero no lo puedo saber seguro, y el otro empleo no puedo dejarlo, por si las moscas. En consecuencia, estoy yendo a currar de lunes a viernes en una biblioteca, y los findes en el negocio turístico que me ha dado de comer últimamente ¿Planear viajes y correr carreras? Ustedes me dirán cuando. Estoy feliz, y la actual situación es el primer paso para la solución total de mis problemas, en el futuro seguro que voy a participar en muchas competiciones y que exploraré infinidad de sitios, pero a día de hoy...

No obstante, me las seguiré ingeniando para visitar lugares, aunque sean pocos, y haré encaje de bolillos para correr dos o tres pruebas antes del verano. No voy a dejar de entrenar, para mí salir a correr un rato, cada mañana, es tan importante como comer, por lo que no voy a perder la forma y estaré ojo avizor, para apuntarme a alguna competición que logre que me cuadre. Para empezar, estoy inscrito en el próximo Maratón de Sevilla, ese día lo tengo pedido en la tienda desde diciembre, y no creo que vaya a faltar a la cita.

De todas maneras, a pesar de haber contado mi vida en los tres párrafos anteriores, este post va a estar dedicado a Guadalupe, el pueblo cacereño donde estuve el pasado 29 de diciembre, después de haber disfrutado de un fin de semana en Jarandilla de la Vera. Con él, cierro una etapa y abro otra, que será el preludio, seguro, de la definitiva, en la cual viajaré y correré sin lastres.

Guadalupe no llega a los 2.000 habitantes, pero es de esos sitios que tienen algo, que hace que este dato sea secundario. En el caso del pueblo extremeño, ese algo es un monasterio, que es responsable, en gran parte, de que la población sea la quinta más visitada de Extremadura, tan solo por detrás de Cáceres, Badajoz, Mérida y Trujillo. El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe estuvo muy ligado a los personajes que, allá por los albores de la Edad Moderna, dirigieron el descubrimiento, conquista y colonización de América. Esa importancia que se le dio en aquella época, provocó que el cenobio adquiriera unas dimensiones impresionantes, y también hizo que acaecieran en la localidad varias situaciones, que se pueden calificar de históricas, y que han quedado reflejadas en el archivo monacal. Este es uno de los más ricos de España. Las propias calles guadalupenses, así como otros edificios, se han beneficiado, igualmente, de la relevancia que el Monasterio ha tenido siempre.

Pese a esto que he contado, he de reconocer que yo no vi la mayoría del Monasterio. "¡Pues vaya mierda!" Pues sí, en efecto, tendré que volver a Guadalupe, porque el cenobio no solo es una joya en sí misma, sino que parece que tiene múltiples atractivos en su interior. En cualquier caso, me di un buen paseo por el pueblo, comí en la cafetería del Parador, y también entré en la Basílica, que es la parte del Monasterio que tuve la oportunidad de conocer, ya que tiene un acceso independiente. La iglesia es muy grande, aunque no desentona en el contexto, dada la enorme edificación que la rodea.


Del origen y del por qué de la importancia del Monasterio de Guadalupe, hablaré cuando lo visite bien. La Basílica, por su parte, es del siglo XIV, y muestra también interesantes detalles. Yo me fijé en el retablo de la capilla mayor, que es tremendo.


Por lo demás, el pueblo es precioso, pero la visita estuvo lejos de ser normal, por la que había liada en él, lo cual es otra razón para volver. Nosotros llegamos a mediodía a Guadalupe, y nos extrañó la cantidad de gente que rondaba por doquier, pero, en ese momento, éramos ajenos a lo que sucedía. A esa hora, la policía ya había cortado el acceso rodado a la parte más céntrica de la localidad, y creí que nos íbamos a tener que guardar el coche en el bolsillo, pero, finalmente, logramos aparcar de milagro, y nos internamos en el meollo de Guadalupe a pie. Estaba todo muy concurrido, por lo que nos metimos, sin perder tiempo, en el Parador a almorzar. En su cafetería volvimos a tener suerte, y conseguimos sentarnos en la última mesa, aunque a los camareros se les veía desbordados. Tardamos bastante en comer unas raciones, pero, al menos, estuvimos muy cómodos.

El Parador está muy cerca del Monasterio, y ocupa dos antiguos edificios, el Hospital de San Juan Bautista y el Colegio de Infantes, que en la actualidad parecen uno.


Del Parador, nosotros solo vimos su bonito patio porticado, que se encuentra rodeado de naranjos y de otras plantas, y que formaba parte del primero de los edificios comentados en el párrafo anterior.


Al acabar de almorzar, tiramos para la cercana Plaza Santa María de Guadalupe. La misma, a esa hora, estaba ya tan repleta, que parecía que acababa de finalizar en ella un concierto o un partido de fútbol. La foto inferior la hice echándole mucha paciencia, para sacar a la menor cantidad de personas posible, y, pese a esto, lo más que conseguí fue que no saliera (demasiada) gente en primer plano.


Guadalupe es un sitio muy visitado, por su belleza y porque el Monasterio es un enclave de peregrinación habitual para los católicos, pero el jaleo que había montado me pareció excesivo, incluso así. Pronto, me enteré de la razón de la masificación: desde Guadalupe, dos días después, se iban a retransmitir por Telecinco las campanadas de fin de año. ¡Toma puntería! Hay 8.131 municipios en España, y nos fuimos al que iba a ser sede, 48 horas más tarde, de un evento televisado que se iba a desarrollar en mitad de la plaza principal del pueblo. Para esa fiesta, Guadalupe ya estaba de punta en blanco, el escenario lo estaban montando, y, aunque los presentadores que iban a ejercer de maestros de ceremonias en Nochevieja, que resultaron ser Jesús Vázquez y Paz Padilla, aún se encontraban a muchos kilómetros, por lo visto, al anochecer iba a tener lugar un espectáculo de luces, por lo que, dado que era domingo, todos los cacereños residentes en las localidades de los alrededores parecían estar desembarcando en Guadalupe, como si fueran a tocar allí The Rolling Stones.

Nosotros entramos en la Basílica, pero, a cada rato que pasaba, todo se llenaba más, así que decidimos separarnos del epicentro de la bulla. Para mi sorpresa, en cuanto nos alejamos un poco, Guadalupe se convirtió en un pueblo tranquilo.


Gracias al paseo, vimos que los atractivos de la población no se limitan al magnífico edificio que monopoliza, en gran medida, la atención de los visitantes, sino que, una vez que se cruza la Plaza Santa María de Guadalupe y se atraviesa el Arco de Sevilla, se accede a una bonita zona de empedradas callejuelas, con casas porticadas y recoletas plazas, como la Plazuela de los Tres Chorros, en la que destaca la Fuente de los Tres Chorros. Esa parte es conocida como La Puebla.



Guadalupe se desarrolló en torno al Monasterio, y, dada la afluencia masiva de peregrinos y la actividad comercial que se derivaba de este, se construyó una muralla, que tenía tres puertas y que incluía, en su interior, el edificio religioso y sus alrededores. El Arco de San Pedro enmarcaba la puerta que daba al norte.


La puerta que daba al sur y a La Puebla formaba parte del ya mencionado Arco de Sevilla.


La Puebla, a su vez, también tenía su propia muralla. Por el norte, compartía la que rodeaba el Monasterio, con el que se comunicaba a través del Arco de Sevilla, mientras que, por el sur, daba al exterior por medio del Arco de las Eras.


Nosotros, el Arco se Sevilla lo habíamos atravesado para acceder a La Puebla, y, tras recorrer la Calle Ruperto Cordero (en la foto inferior), salimos de la zona amurallada por el Arco de las Eras.


Tras el paseo, regresamos a la Plaza Santa María de Guadalupe, pero esta vez pasamos de largo, camino del lugar donde habíamos aparcado. A la hora de irnos, la policía no es que ya no dejara acceder a los vehículos al centro, es que no les permitía entrar, directamente, en el casco urbano de Guadalupe. El pifostio llegaba hasta la carretera, donde la gente había empezado a abandonar los automóviles en las cunetas, prados y campos de los alrededores. El atasco, en dirección a Guadalupe, era tremendo, estoy seguro de que muchos se tuvieron que volver por donde habían venido, porque allí todo estaba colapsado. Nosotros, por suerte, íbamos en dirección contraria, y tomamos rápido las de Villadiego.

El pasado 31 de diciembre puse Telecirco, poco antes de las 12 de la noche, para ver Guadalupe. No quiero ni pensar como tenía que estar el pueblo en ese momento, habida cuenta de como se había puesto dos días antes. En cualquier caso, la plaza lucía preciosa, aunque yo solo vi unos minutos del previo a las campanadas, porque Jesús Vázquez y Paz Padilla son superiores a mis fuerzas. Por ello, aborté sobre la marcha la idea de vivir la Nochevieja con Telecinco. Lo que tenía que ver ya lo había visto, por lo que cambié de canal antes de medianoche. En Antena 3 tampoco mejoró demasiado la cosa, hay que decirlo, pero, al final dio igual, porque mi hija Julia le metió, sin querer, un golpe a mi plato, dos segundos antes de la primera campanada, y 2020 lo he comenzado recogiendo las uvas de debajo del sofá y de la mesa. Teniendo en cuenta que al día siguiente me llamaron de la Universidad, creo que, a partir de ahora, nunca más voy a comerme las uvas de la suerte, que además no me gustan. Este año, he inaugurado una nueva tradición, que consiste en tirarlas por los suelos. A mí, eso es lo que me traído la buena fortuna.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado GUADALUPE.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cáceres: 62'5%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 35'3%.


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