24 de agosto de 2023

CARRERA NOCTURNA SAN GINÉS 2023

No es recomendable participar en una carrera estando lesionado, aunque yo lo hice el otro día. En efecto, tomé la salida en una prueba atlética, sabiendo que iba a terminar corriendo con dolor. Mal hecho.

De todas formas, forzar estaba, hasta cierto punto, justificado. Yo siempre he sido muy cuidadoso con mi salud y con mi cuerpo, a la hora de correr. Llevo disputando carreras desde el año 2000, y cuando me han surgido contratiempos he reculado. Eso significa que, si me he tenido que retirar de una competición, lo he hecho. Sin problema. También he renunciado a participar en citas, teniendo incluso el dorsal en mi mano. La última vez fue en enero, sin ir más lejos. En esta ocasión, sin embargo, las circunstancias excepcionales invitaban a asumir riesgos, ya que la prueba se celebraba en mi pueblo. No podía faltar.


En Villanueva del Ariscal se han disputado, desde que vivo allí, once citas atléticas. En parte, se debe al hecho de que Fran Castillo, que es un corredor popular de los que ganan premios, es ariscaleño de nacimiento y de crianza. A Fran le encanta organizar eventos centrados en el atletismo, y la mayoría de las movidas las ha montado en su pueblo, logicamente. Yo he participado en casi todas. Para mí, competir por Villanueva es muy especial, y, además, como Fran es amigo mío, pues trato de no faltar a las carreras que él maquina. La última fue la del 18 de agosto. Lo cierto es que la improvisó un poco, pero acabó siendo un éxito. Uno de sus principales atractivos fue su recorrido.


Efectivamente, el trazado de la competición que disputamos el otro día fue la bomba, puesto que partimos de la Plaza de España y llegamos al mismo lugar. A mitad de trayecto, se cruzó de nuevo el arco de inicio y de fin, y a lo largo de 5.000 metros se dieron vueltas por el meollo de Villanueva. Esto, aunque parezca que es lo lógico, llevaba años sin suceder en las carreras celebradas en el pueblo. De hecho, Fran ha organizado ya cinco ediciones de la prueba que lleva su nombre, y siempre se ha encontrado con trabas a la hora de montar los itinerarios. Por eso, ninguna de sus carreras ha circulado por el centro de la localidad. Estas citas siempre han salido de un parque que está en uno de los extremos de la población, han transitado por una zona de urbanizaciones y por caminos, y han acabado donde habían empezado. La parte noble de Villanueva nunca la han olido. La verdad es que, en el último lustro, los responsables municipales han preferido no complicarse la vida, y no han dado permiso para que la carreras de Fran atraviesen las principales calles ariscaleñas. Ellos siempre le han echado la culpa a la policía, pero el pasado viernes se comprobó que, cuando el alcalde hace un poder y su deseo es lógico, las fuerzas del orden no ponen pegas. Esta vez, el recién estrenado mandamás municipal estaba por la labor, por lo que la edición inaugural de la Carrera Nocturna San Ginés tuvo un recorrido muy vistoso.


De todas formas, Fran Castillo ha organizado sus cinco carreras sin importarle que el recorrido haya estado un poco escondido. En ese sentido, la situación habría seguido siendo calcada, seguramente, si el pasado 28 de mayo hubiera ganado las elecciones, por tercera vez, el alcalde que ha gobernado en Villanueva del Ariscal los últimos ocho años. No obstante, no fue así. Al contrario, el pueblo habló, y Martín Torres tuvo que ceder la vara de mando a Francisco García, con la cosa de que, en la lista electoral, este iba acompañado de José Antonio Castillo, que ha acabado siendo el nuevo Concejal Delegado de Deportes. José Antonio es hermano de Fran, por lo que estaba cantado lo que iba a suceder. Con él, el atletismo ha salido del ostracismo en un tiempo récord. En efecto, el equipo de gobierno entrante tomó posesión el 17 de junio, y el 18 de agosto se ha celebrado la primera edición de un evento, que partió del corazón de la localidad, y que llegó al mismo punto, después de atravesar sus calles más señeras. En esta ocasión, la policía parece que no dijo nada.


Tengo que decir que la organización de una carrera, el 18 de agosto, me pareció algo precipitado. Yo no daba un duro por ella, porque creí que era una fecha nefasta. Yo mismo pude ir de casualidad, ya que, a mediados de agosto no suelo estar en casa, pero lo cierto es que me tuve que tragar mis palabras. La prueba fue un éxito de participación, hasta el punto de que llegaron a meta 239 personas.

Yo me había lesionado dos semanas antes, y sabía, por el test previo que había hecho, que no estaba bien. En consecuencia, no tenía demasiadas expectativas, pero, aun así, no me podía perder la carrera. Buscaba disfrutar, tanto del ambiente, como de la sensación de competir por el centro de Villanueva. Aparte, no puedo negar que quería pillar uno de los trofeos a los mejores corredores locales. En este caso, los otorgaban a los tres mejores, fueran da la categoría que fueran. La verdad es que siempre he sido un atleta del montón, y nunca he ganado nada... salvo en Villanueva. Allí se me considera autóctono, y, dado que el pueblo solo ronda los 6.000 habitantes, pues he optado a esos galardones cada vez que se ha disputado un evento atlético. De los ocho en los que he participado en Villanueva del Ariscal, en cinco he subido al podio a recoger alguno de los premios a los vecinos más rápidos.

Esta vez, sin embargo, estaba fatal. Hasta enero no anduve mal, pero en los últimos ocho meses he tenido tres percances físicos. No han sido graves, pero sí han alterado mi dinámica. Los dos últimos, además, han venido muy seguidos, y el problema de la rodilla, para colmo, aún no lo había superado, por lo que aspiraba a ganar algo, pero porque contaba conque la participación de la carrera iba a ser baja, no porque estuviera muy boyante de estado de forma. Cuando vi la cantidad de gente que se había apuntado, me temí lo peor. Luego, lo cierto es que conozco a la mayoría de los que corren en Villanueva, y se quienes son inalcanzables, y contra quienes puedo competir. De los primeros, solo vi a Javier Toscano. De los demás, mi principal rival era Óscar Sánchez. Había opciones de quedar entre los tres primeros, pero tenía que marcar de cerca a Óscar, por si acaso. Por eso, al empezar me centré en que no se me fuera, sin que se me notara que iba a cuchillo. En efecto, tras el pistoletazo inicial, dejé que me sacara unos metros, para llevarlo delante y tenerlo fichado. Por un momento, temí que se me iba a ir irremediablemente, pero pronto vi que la distancia se mantenía. En vista de ello, corrí los primeros 400 metros más pendiente de no caerme, que de otra cosa. La verdad es que estos discurrieron por la Calle Nueva, que está adoquinada y que es cuesta abajo. Su iluminación no es ninguna maravilla, todavía había muchas personas a mí alrededor, y la agudeza visual no es uno de mis puntos fuertes, así que, al principio, me concentré para no irme de boca. Al llegar al final de la calle, giramos 180 grados y comenzamos a subir por la Calle Juan Antonio Samaranch, que es paralela a la Calle Nueva, pero que no tiene adoquines en su primera parte. Era consciente de que me esperaba un repecho de 600 metros, por lo que pensé en reservarme, pero no lo hice. Conforme avanzaba por la subida, vi que Óscar iba cediendo terreno, y justo al cumplirse el primer kilómetro lo rebasé. La mitad del ascenso la habíamos vuelto a hacer por adoquines, lo que hizo que ese tramo fuera demoledor para mucha gente, que tuvo que bajar el ritmo. Yo me encendí en exceso, pero iba con el objetivo, único y exclusivo, de hacer podio, y no dudé en arriesgar, ir a por Óscar y adelantarlo. Al poco de hacer esto, desembocamos en la zona de salida y atravesamos el pasillo humano que había en ella. Cuando enfilé de nuevo la Calle Nueva, iba demasiado al límite. 

En la segunda vuelta, el circuito se desvió un poco del trazado de la primera, y después volvió a él. Ese trocito novedoso nos hizo atravesar la Plaza del Santísimo Sacramento. Fue un trozo de los que asfixian, porque tuvo tres buenas revueltas, una bajada muy pronunciada, y una pequeña subidita por adoquines. Luego regresamos a la Calle Nueva, donde nos aguardaban 200 metros más de adoquines en descenso. Para cuando llegamos a la Avenida 28 de Febrero, empezamos a correr por asfalto, y nos dirigimos a la zona del recinto ferial, yo todavía no había logrado coger un ritmo estable.

Corriendo por el descampado de la feria aún mantuve el tipo, pero, tras pasar por el kilometro 2, comencé a perder posiciones. Acabé en el puesto 53, y me superaron en los últimos 3 kilómetros unos 15 hombres, y también las mujeres que quedaron en segunda y en tercera posición. En esos 3.000 metros pasé un calvario. Villanueva del Ariscal no tiene grandes pendientes, pero tampoco es un pueblo llano, y yo había salido muy fuerte. Mi ritmo medio final fue de 4:34. No tomé referencias parciales, pero hubo momentos en los que no me eché a andar de puro milagro. El caso es que, entre el kilometro 2'5 y el 3'8 me adelantaron unos cuantos, y uno, que venía solo, se puso a mi lado y no me sobrepasó. Fue en ese instante cuando me empezó a molestar la rodilla. El compi que se puso junto a mí me animó a que me pegara a él. Él iba sobrado, pero parece que no quería rodar en solitario, y me hizo de liebre. Yo decidí sufrir y hacer un esfuerzo por seguirle. Me vino bien para avanzar metros. Lo que ocurre es que, en el kilometro 3'8, nos rebasaron otros corredores, y le dije que se uniera a ellos, que iba suelto. No lo dudó, y tiró hacia delante. Los siguientes 700 metros fueron una pesadilla. Íbamos por una barriada de Villanueva que se llama Almargen, y que tiene una buena cuesta. Justo al quedarme sin compañía enfilé la subida. Todavía no se como no me puse a caminar...

Los últimos 500 metros fueron de nuevo por el centro del pueblo, avanzando por adoquines. Óscar me dijo, después, que iba detrás mía y que había apretado. Corrió el último mil en 4:20. Él aceleró y no logró pillarme. Si yo fui a esa velocidad los últimos 500 metros, no se ni como lo hice. No obstante, conseguí que no me alcanzara. La llegada fue emocionante, pero los primeros minutos fueron un horror, porque acabé fundido y tardé en recuperarme.

Sin embargo, me dio la sensación de que había logrado el objetivo. En efecto, había llegado por delante de Óscar, y aunque cabía la posibilidad de que se me hubiera colado por delante algún otro local ramdom, como así fue, lo cierto es que me pareció que había logrado plaza en el podio. No me equivocaba. 


Además, la rodilla, que me había ido doliendo desde mitad de la carrera, había aguantado. Me molestaba mucho, pero tampoco tenía la sensación de haberla machacado.

Participé en la primera edición de la Carrera San Ginés en unas condiciones que me hubieran dejado en casa en circunstancias normales. En primer lugar, no corro nunca lesionado, pero, además, no suelo competir si no me veo en condiciones de darlo todo sin sufrir. Hago siempre un esfuerzo enorme, pero yo siempre distingo entre lo que es esforzarse a saco y lo que es pasarlas canutas. El otro día comprobé la diferencia entre ambas sensaciones. No es la primera vez que me sucede, ni será la última, en ocasiones el tío del mazo te da cuando menos te lo esperas, pero el viernes sabía a lo que iba, y esa fue la diferencia. No obstante, tenía un objetivo, claro y puntual, y lo alcancé. A la segunda edición de la prueba espero poder acudir de una manera menos forzada.

Con respecto a la valoración global de la carrera, la verdad es que la buena participación le dio lustre a la cita. Además, el circuito estuvo bien señalizado y correctamente medido, hubo agua en abundancia y se tomaron bien los tiempos. Sí es cierto que se notó algo de bisoñez a la hora de organizar el protocolo posterior. En primer lugar, pusieron los papeles con los resultados provisionales en un sitio malísimo. Por otro lado, la idea de usar las escaleras del Ayuntamiento para dar los trofeos fue acertada, pero había coches aparcados delante de ellas, haciendo de barrera, lo que hizo imposible que la gente se acercara mientras se daban los galardones. Semejante obstáculo creó un poco de sensación de lío. Se habían puesto carteles, y la policía multó a los vehículos (lo siento por sus despistados dueños), pero se debía haber previsto con más tiempo que ese espacio tenía que estar libre. En general, la ceremonia de premiación fue un tanto caótica, también debido a la moderada iluminación que había en la Plaza de España, al filo de la medianoche. De todas formas, esos detalles se pueden solventar en el futuro, y lo importante salió bien. En general, la Carrera San Ginés fue un éxito.

Para acabar, quiero hacer notar que los responsables municipales se implicaron en el evento, hasta el punto de que tres participaron en él. No quiero decir con esto, que los ediles y el alcalde, si se celebra una prueba en un pueblo, tengan que echarse a morir si no son corredores habituales. Sin embargo, en Villanueva del Ariscal el apoyo municipal que recibe el equipo de fútbol es brutal, y se ha tendido, durante lustros, a ningunear un poco a los demás deportes, y a tratarlos en plan condescendiente (fue así con los anteriores gobernantes, y también con los que les precedieron, que eran de la misma cuerda que los nuevos). Carreras se han disputado, pero no es igual apostar por algo, porque sabes que te conviene hacerlo, que apostar por algo en lo que crees. Los actuales responsables del Ayuntamiento tienen que demostrar que fomentan el deporte de verdad, en general, no solo que apoyan el atletismo porque el Concejal Delegado de Deportes es hermano de Fran Castillo, pero, para empezar, a mí me ha gustado que haya habido voluntad de organizar una competición pedestre sin reservas.

En todo caso, lo de ver al alcalde y a dos concejales participar en la carrera fue otro punto a favor del evento. El mejor de los tres fue Santiago Limón, el más joven, que corrió los 5.000 metros a 4:46. Es un tiempo muy bueno. Él es el Concejal Delegado de Juventud, Memoria Democrática y Bienestar Animal, y se ve que le gusta el running. El segundo clasificado de la particular competición municipal fue el propio alcalde, Francisco García, cuya media fue de 6:09. No está mal, para tener 48 años. Con esa edad, que es casi la mía, si no haces por mantenerte un poco en forma, no aguantas ese ritmo. Además, me dio la impresión de que el hombre no se vació, ni mucho menos, con la idea de mantener su capacidad para no dejar de sonreír (en la siguiente foto, no es muy difícil averiguar quién es). 


El tercero de los tres políticos fue Manuel Boa, que finalizó en 35:01, por lo que corrió a 7:00. Manuel es dueño, junto con su hermano, de uno de los bares más emblemáticos del pueblo, y ahora también ejerce de Segundo Teniente de Alcalde, así como de Concejal Delegado de Recursos Humanos, Cultura y Fiestas Mayores. A él ya lo había visto participar en alguna carrera. 

En definitiva, el año que viene intentaré volver a la Carrera San Ginés, y lo haré en mejores condiciones, pero, de momento, me quedo conque el otro día disfruté de lo lindo.



Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 244.
% del Total de Carreras a completar: 24'3%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en VILLANUEVA DEL ARISCAL.
En 2012 (año de la primera carrera corrida en Villanueva del Ariscal), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 19% (hoy día 37'1%).


18 de agosto de 2023

MARBELLA 2023

Marbella fue, durante siglos, un pueblo de lo más normal, pero, tras seis agitadas décadas, en la actualidad se ha convertido en una ciudad icónica.


Hoy en día, Marbella es el séptimo municipio de Andalucía más poblado. En España, ocupa el puesto 42, ya que supera los 150.000 habitantes. No obstante, en 1960 vivían allí solo 12.000 personas. Digamos que, hasta ese momento, se trataba de un pueblo corriente, dados los parámetros de la época. 63 años después, no es difícil caer en la tentación de asociar el lugar al lujo desmedido, al despilfarro, a la corrupción, a los vividores, a la fiesta, a los amoríos de la prensa rosa y al turismo desatado. Luego, uno va de visita, y ve que Marbella tiene un casco histórico precioso y un montón de barrios en los que vive gente normal. Lo otro, me temo que también existe, pero no es lo único.

La idiosincrasia de la Marbella actual se empezó a forjar en la década de los 60 del siglo pasado. En esos años, un montón de integrantes de las familias europeas más ricas decidieron que iban a veranear en ese pedazo de la costa andaluza, por lo que este se convirtió en el punto de encuentro de los Hohenlohe, los Bismarck, los Onassis, los Rothschild, los Goldsmith, los de Mora y Aragón, los Thyssen-Bornemisza o los Agnelli. Pronto, al eminente grupo se le unieron otros avispados empresarios españoles, algún traficante de armas, así como un buen número de miembros de las casas reales de Europa y de Oriente Medio. Gracias a ellos, los 70 y los 80 fueron los tiempos en los que la jet set de Marbella llenaba las páginas de las revistas del corazón, mientras sus componentes alternaban allí con modelos, cantantes, actores y actrices de Hollywood, y con caras guapas de todo tipo, mostrando su lado amable, en opulentos eventos y en glamurosas fiestas. Las suntuosas propiedades se fueron multiplicando por la zona, para servir de escenario a ese show. Aparte, junto a los ricos con afán de protagonismo, en aquella época desembarcaron en Marbella muchos saudíes, kuwaitíes, libios o sirios, con sus séquitos, que convirtieron el municipio en uno de los epicentros mundiales del lujo. Y aquí finaliza la primera parte de la historia. 


La segunda parte del relato empieza a principios de los años 90 del siglo XX, con la llegada a la alcaldía de Marbella de un empresario y constructor, llamado Jesús Gil y Gil. Con su encumbramiento, el perfil de la ciudad cambió. Gil, que ya era un personaje conocido, dado que era presidente del Atlético de Madrid, además de ser un tío más listo que el hambre, se caracterizaba por ser estridente, populista, zafio y basto, así como por tener pocos escrúpulos. El dinero corría por Marbella de una manera libre y descontrolada, y él se las apañó para acabar allí de mandamás, pero luego no se preocupó demasiado por guardar las formas, por lo que el nivel cultural de los famosos que poblaban los saraos marbellíes bajó considerablemente. Los discretos jeques y los mafiosos no desaparecieron, al revés, pero los aristócratas dieron paso a las folclóricas y a las estrellas de Telecinco, y el glamour se fue por donde había venido.

Gil y Gil estuvo casi 12 años en la alcaldía de Marbella, y en ese tiempo se hizo muy rico. Durante el periodo en el que ejerció como alcalde, fue acusado varias veces de falsedad, de malversación, de prevaricación y de tráfico de influencias. Siempre se libró, hasta 2002, fecha en la que fue inhabilitado y tuvo que abandonar el cargo. Al final, se le declaró culpable en un delito menor, porque lo cierto es que nunca se le pudo meter mano en serio. Murió en 2004, con 71 años. Justo después, y no creo que sea casualidad, afloró el grueso de la podredumbre gestada en Marbella. Así, en primavera de 2005 se destapó la mayor operación realizada en Europa, hasta entonces, contra el blanqueo de capitales. El epicentro de la trama estaba en un despacho de abogados marbellí, desde donde se canalizaban inversiones millonarias, para dar salida a cuantiosas sumas de dinero negro, provenientes del narcotráfico, del tráfico de armas, de la prostitución y de las estafas. La pasta hacía mucho que afluía a Marbella, a lo bestia y sin control, y esto había convertido la ciudad en un paraíso para la mafia, sin que allí nadie hiciera nada para evitarlo. Además, de los flecos de la investigación que destapó esa trama salió otra instrucción, bautizada con el nombre de Caso Malaya, que se centró en las actividades ilícitas del Ayuntamiento de Marbella, relacionadas con la gestión urbanística y las licencias inmobiliarias, desde la época en la que Jesús Gil era el alcalde. Digamos que, en el paraíso del dinero negro, las autoridades no estaban al margen de ese entramado, y se beneficiaron de él, de manera más o menos tangencial. A Gil no le llegaron a pillar, pero la mierda salió a la luz con la investigación y lo acabó inundando todo, al poco de su muerte. En esos años, Marbella se convirtió en el escenario de un penoso esperpento. Gran parte de esa corrupción estuvo fundamentada en una brutal especulación inmobiliaria, que se extendió por completo a la Costa del Sol, y que transformó aquello en lo que es hoy. 

Lo que he contado es historia, y no se puede obviar al hablar de Marbella, pero yo me voy a referir, a partir de ahora, al presente, no al pasado. Pues bien, Marbella, hoy día, es un municipio en el que 1/3 de sus 150.000 habitantes son extranjeros, que recibe 100.000 visitantes al mes en verano, y en el que la vertiente grotesca del lujo tiene uno de sus epicentros. Sin embargo, es más que eso. Allí también hay vecinos como los de toda la vida, además de turistas normales, que conviven en un ambiente muy amable, y que permiten disfrutar de un centro histórico precioso.

Yo estuve por primera vez en Marbella en 1986. Fui con mis padres y con mi hermana, y nos alojamos en la Residencia de Tiempo Libre Marbella, que depende de la gestión de la Junta de Andalucía. En la actualidad, la misma sigue existiendo, aunque he leído que se encuentra un poco desmejorada. El complejo se halla algo aislado, al pie de la A-7. Está compuesto por 235 bungalows, y tiene salida directa al mar, por lo que es una versión económica del típico resort playero Todo Incluido, en el que se mueve uno menos que un perro de goma. Nosotros, que yo recuerde, fuimos una tarde a Puerto Banús, y un día a un parque acuático, pero, además, no hicimos otra cosa que ir a la playa, y que aprovechar las actividades programadas de la residencia vacacional. Pese a esto, guardo un recuerdo entrañable de aquellas vacaciones de mi niñez.

Para ir a Marbella, realmente tuve que esperar a 2004. Desde entonces, he vuelto cuatro veces, incluida las pasadas vacaciones. No obstante, antes de pasar a hablar de lo que he visto en el municipio malagueño, quiero describir con brevedad como está repartido el poblamiento por su término. Desde el punto de vista administrativo, la alcaldía de Marbella se organiza en cinco distritos: Marbella Este, Marbella Oeste, Las Chapas, San Pedro de Alcántara y Nueva Andalucía. A pesar de esto, esta estructura es más burocrática que otra cosa, y aunque parte de la existencia de una serie de localidades, la división las supera y abarca toda la superficie municipal. 

Para fijar las poblaciones, por tanto, es mejor remitirse al Sistema de Información Multiterritorial de Andalucía (SIMA), que depende del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Pues bien, este organismo oficial hace referencia a once núcleos en el municipio marbellí. Marbella es uno de ellos, y San Pedro de Alcántara y Nueva Andalucía son los otros dos que superan los 20.000 habitantes. Los demás cuentan con menos de 4.000. Ni que decir tiene, que, sobre el terreno, la mayoría de las entidades poblacionales están unidas. La situación actual no se asemeja en nada a la de antaño, cuando el gran número de ramblas y ríos que cortan el término municipal marbellí ejercían de fronteras naturales.


En la actualidad, lo que ha hecho el SIMA es agrupar, bajo diversos nombres, a las urbanizaciones que se reparten por el territorio, partiendo, hasta cierto punto, de las divisiones naturales, hoy día soterradas en muchos casos. De ese modo, en teoría, la Residencia de Tiempo Libre Marbella pertenece a Rícmar, que en realidad está hacia el interior, y que parece ser una enorme zona llena de chalets y adosados, sin uniformidad alguna. A un lado de los residenciales que conforman Rícmar corre el Arroyo Real de Zaragoza. Al otro, el Arroyo Sequillo. Aun así, en todo el municipio, el SIMA no ha respetado tanto las cesuras que marcan los cursos de agua. Si hubiera seguido el mismo criterio, veríamos que en él hay más de once poblaciones.

Yo no he tenido la oportunidad de patearme Marbella con la suficiente exhaustividad, como para hacer una acotación real de las localidades con las que cuenta, y conocer cuales son sus límites y lo que las define. De momento, solo puedo hablar del núcleo de Marbella, que es por donde nosotros nos movimos, de una parte de Nueva Andalucía, llamada Puerto Banús, y del Monumento Natural Dunas de Artola o Cabopino, que pertenece, según el SIMA, a Artola. Al monumento ya le he dedicado un post, y estando en él apenas si se ven unas pocas casas a lo lejos, por lo que no se nada de Artola

Por su parte, Nueva Andalucía, que se extiende entre el Río Verde y el Río Guadaiza, tiene una idiosincrasia muy particular. En esa población, de hecho, está el origen de la vertiente marbellí turística y opulenta. En efecto, en 1943, Ricardo Soriano, un marqués muy sagaz, que se había pegado la vida padre, compró un terreno, entre San Pedro de Alcántara y Marbella, para hacerse un casoplón en el que estar tranquilo, y para montar un hotelito con el que entretenerse. El aristócrata había notado que pasaban muchos franceses de buena posición por la zona, camino de Algeciras, lugar en el que se embarcaban a Marruecos, que fue un protectorado de Francia entre 1912 y 1956, y decidió aprovecharlo, invirtiendo en un negocio hotelero. Soriano estaba emparentado, a través de una prima carnal, con los Hohenlohe, una dinastía principesca alemana, por lo que, pasado un tiempo, tras acomodarse en su retiro dorado, aconsejó a un primo político suyo que se comprara una finquita cerca de la que él poseía. Maximiliano Eugenio de Hohenlohe-Langenburg le hizo caso, en 1947, pero fue su hijo, Alfonso, el que acabó viendo las inmensas posibilidades reales del entorno. Así, en un primer momento, este se construyó allí una gran residencia privada, a la cual invitaba a sus exclusivas amistades. Sin embargo, parece ser que sus amigos estaban tan a gusto en su casa, que Alfonso de Hohenlohe acabó convirtiendo su propiedad en un lujoso hotel, y en 1954 fundó en ella el Marbella Club. De esa forma, tanto él, como sus invitados-clientes y sus amigos, que ya habían empezado a comprarse parcelas por los alrededores, atraídos por sus recomendaciones y por las de Soriano, tenían un sitio donde divertirse. Hohenlohe fue el artífice de la Marbella de la jet set, dado que en su club, y en los otros hoteles y edificaciones en los que fue invirtiendo, ofrecía privacidad, buen clima, atenciones exclusivas y fiesta. Además, era un relaciones publicas magnífico, por lo que llenó sus alojamientos y el club de gente guapa, famosa y rica. También atrajo a nuevos inversores. Uno de ellos fue José Banús, un empresario catalán, que estaba muy bien posicionado en el régimen de Franco, y que compró, en 1962, varias fincas cercanas al mar, en las que solo crecían naranjos y caña de azúcar, para llevar a cabo, en ellas, un proyecto titánico, en una superficie de dos millones de m². Si Hohenlohe y Soriano se habían limitado a montar la infraestructura necesaria para que sus exclusivos amigos estuvieran cómodos, Banús fue más allá, y puso en marcha un macroproyecto, basado en la construcción de Andalucía La Nueva, que era un entramado de urbanizaciones y hoteles, entre los que había varios campos de golf, una plaza de toros, centros comerciales, salas de fiesta, lagos para practicar la pesca, un coto de caza y un puerto deportivo. Este último, el Puerto José Banús, era la joya del proyecto, se inauguró en 1970, y se convirtió en el mayor embarcadero de yates de Europa. En unos años, José Banús transformó un trozo de costa vacío, en uno de los epicentros mundiales de la gente adinerada. Hoy día, Andalucía La Nueva se llama Nueva Andalucía, y allí, de las 20.000 personas empadronadas, el 82% son extranjeras.

Nosotros fuimos una tarde a Puerto Banús, que es la manera en la que se conoce, en la actualidad, al Puerto José Banús y a las edificaciones que lo rodean. Puerto Banús es el corazón de Nueva Andalucía, que, realmente, no es más que un enorme conglomerado de urbanizaciones. Yo quería ver esta población un poco en contexto, y por eso aparqué en su extremo oriental, junto al Río Verde. Allí, al pie de un par de grandes hoteles, hay un descampado semioculto, con un gorrilla y con sitio para que los mortales abandonen sus vehículos, por el módico precio de un euro. Real life para gente de a pie, en pleno corazón de la ostentación y del lujo.

Tras dejar el coche en el descampado, buscamos el mar, y nos asomamos a la playa, al principio del Paseo Alberto Vidiella Tudores. Este, ejerce de paseo marítimo en la zona, y une el extremo oeste de Nueva Andalucía con el puerto deportivo, que está en su centro.


El Paseo Alberto Vidiella Tudores es normal y corriente. Al final del mismo, hay una rotonda, en la que destaca la Escultura de La Victoria, y ahí comienza la Avenida de Julio Iglesias, que es la que bordea la manzana del puerto deportivo y sus edificaciones inmediatamente anexas. 


Al poco de empezar a andar por la Avenida de Julio Iglesias, nos encontramos conque de esta partía una bocacalle, que iba en dirección al puerto deportivo. Esa calle lateral tenía una garita y una barrera. Fue el síntoma de que, a partir de ahí, empezaba la zona VIP, y de que cualquiera no entraba conduciendo en ella. Andando sí. Salvo que se vaya motorizado, no hay ninguna restricción para acceder a ese sector, que tiene el aspecto de un pueblo de aire marinero, repleto, eso sí, de tiendas de lujo. 




En Puerto Banús, lo que destaca, en mayor medida, son los coches deportivos. El que sea fanático del motor lo va a flipar en ese lugar, porque yo me crucé con multitud de vehículos de las marcas Ferrari, Lamborghini y Porsche. Igualmente, me topé con muchos Mercedes y BMW de la gama más alta. Algunos tenían matrícula española, pero también los vi de Qatar, Kuwait o Bahrein. No se cómo habían llegado hasta Marbella esos automóviles, pero seguro que por carretera no. En relación con ellos, me impactó que estaban aparcados de cualquier manera, incluso los descapotables. Los dueños no parecían estar por ningún lado, pese a que sus carros estaban rodeados de gente, lo mismo que si hubieran sido vulgares utilitarios. No obstante, no estaba la cosa para gastar bromitas, que nunca se sabe. A los descapotables, todo el mundo les sacaba fotos, pero nadie hizo el ademán de tocar la tapicería, ni de recostarse en el capó, ni de nada similar.



El Puerto Deportivo José Banús también estaba lleno de lujosos barcos, como no.


Más allá de todo eso, Puerto Banús estaba petado de gente. Nosotros nos dimos un paseo agradable, observando el modus operandi de los ricachones, y viendo los coches, los barcos y los escaparates de las tiendas de lujo. Para picar, optamos por tomarnos algo en Häägen-Dazs. Yo me pedí un simple cucurucho con una sola bola, y pagué por él 4'50 euros. Dos batidos de helado, por su parte, nos costaron 7'90 cada uno. Fue un sablazo, pero no habíamos ido a Puerto Banús a ser remilgados con el dinero. Después, caminando, llegamos hasta el Mirador del Muelle de Honor, y vimos la pequeña Capilla de Nuestra Señora del Carmen. Tanto el uno, como la otra, están al final del muelle.

En definitiva, disfruté del rollo impúdico de Puerto Banús, un lugar tan ostentoso, que en ocasiones parece una especie de circo, al que acudimos los mortales a hacer fotos y a divertirnos con el espectáculo.


Una vez que llegamos al otro extremo del muelle nos volvimos. Para hacerlo, no recorrimos de nuevo la Calle Ribera, que es la que discurre junto a los pantalanes, sino que nos metimos, en un momento dado, por debajo de un pequeño pasaje. Este atravesaba, por debajo, las casas de la primera línea del muelle, y nos condujo a un callejón interior, algo oscuro. Resulta que en él es donde están los selectos antros de perdición, y también los fast food. A primera hora de la noche, el ambiente no era demasiado turbio, pero ese lugar, de madrugada, no debe ser apto para ir con niños, por mucho que en su calle paralela haya tiendas de lujo. 


Total, que había que ver Puerto Banús, y eso hicimos. No obstante, lo verdaderamente interesante que vimos, durante las vacaciones, estuvo en el casco urbano de Marbella. Antes, sin embargo, tengo que hablar de las playas que conocimos. La gente va a la Costa del Sol a disfrutar del mar y del litoral, y nosotros no fuimos menos. De hecho, nos preocupamos de visitar todas las playas posibles. En Marbella hay 25. Por una vez en la vida, las fuentes coinciden casi al 100%, al enumerarlas y al nombrarlas, por lo que he podido establecer con claridad cuantos arenales tiene el municipio marbellí. En efecto, de manera increíble, la página del Ayuntamiento de Marbella y la de Catálogo General de Playas de la Junta de Andalucía listan el mismo número de playas, y solo difieren en un topónimo. Gracias a esto, he logrado saber que, en 1986, cuando estuve en la Residencia de Tiempo Libre Marbella, adonde íbamos era a la Playa del Real de Zaragoza. En esta ocasión, la que nos quedaba a mano era la Playa de la Venus, que es la que se encuentra más cerca del centro. Es por esa razón por la que se masifica tanto. 


En realidad, los 40 o 50 metros de anchura media de la Playa de la Venus se quedan muy escasos, cuando la marea sube, porque la playa está abarrotada de hamacas y de sombrillas fijas, que reducen a una decena de metros el espacio para los bañistas de andar por casa. Nosotros fuimos tres días, pero no es buena idea intentar pasar allí una jornada entera, si no se tiene la intención de gastar dinero en alquilar unas tumbonas. En todo caso, cuando la marea baja, se disfruta de algo más de desahogo.


Mucho más recomendable es la Playa del Cable. A todas las demás playas a las que voy a hacer referencia, a partir de ahora, fuimos solo una vez. La de el Cable está en el límite oriental de lo que puede ser considerado como el casco urbano de Marbella. A su espalda, lo que tiene es un enorme polígono industrial, por lo que supongo que no se llena tanto... o nosotros fuimos afortunados y la vimos menos atestada de gente.


Además, hacia oriente enlaza con la Playa del Pinillo, por lo que parece más grande. La denominación de Playa del Cable le viene dada por la estructura que tiene enfrente, unos 300 metros mar adentro. La misma servía para sostener un cable, que formaba parte de un funicular, mediante el cual el mineral de la Mina de la Concepción, que estaba a 3 kilómetros de distancia, era transportado y cargado en los barcos. El funicular estuvo en uso desde 1957 a 1970. Hoy día, da nombre a una playa que me gustó bastante. 

La Playa de Río Verde fue otra de las que visitamos. Aparcar cerca de la Playa del Cable no resultó fácil, pero, en cambio, estaba seguro de que el descampado que habíamos usado como aparcamiento, al ir a Puerto Banús a última hora de la tarde, iba a estar operativo también por las mañanas. La explanada podíamos aprovecharla, por tanto, para ir a alguna de las playas que habíamos visto mientras caminábamos por el Paseo Alberto Vidiella Tudores. No me equivoqué. Sin dejar que se nos hiciera tarde, uno de los días tiramos hacía el oeste del termino municipal, y volvimos a dejar nuestro coche en manos del mismo gorrilla. Gracias a eso, echamos un buen rato en el mejor de los arenales marbellíes que conocí. 



La primera foto que he puesto arriba es de la Playa de Rio Verde. La segunda es de la Playa de Puerto Banús. Nosotros nos pusimos en el límite occidental de aquella, pero a pocos metros teníamos el comienzo de esta última. Como se puede comprobar, en esos dos arenales la masificación de la Playa de la Venus nos pareció un mal sueño.

Las otras dos playas que visitamos fueron la de Artola o Cabopino, de la que he hablado largo y tendido en el post anterior, y la de la Bajadilla, que también es frecuentada por los marbellíes de a pie.


Efectivamente, la Playa de la Bajadilla se encuentra a continuación de la Playa de la Venus, en dirección este. Lo que sucede es que está separada de ella por un trozo, en el que no hay arena. Por el otro lado, hacia oriente, lo que tiene es el Puerto de Marbella, y, después, la Playa de El Cable. En la Playa de la Bajadilla también suele haber un alto nivel de ocupación, pero nosotros fuimos por la tarde, y en ese momento estuvimos bien.

Más allá de sus playas, el gran atractivo de Marbella se concentra en su centro, que es más bonito de lo que podría parecer, sobre todo si se ve por la mañana, muy temprano, cuando todavía no se ha llenado de guiris. Entonces, se aprecia muy bien como está formado por un laberinto de estrechas callejuelas, con casas de blancas fachadas. La parte positiva de que el dinero fluya en la ciudad, desde hace años, es que sus calles emblemáticas están extraordinariamente bien cuidadas. Luego, es verdad que muchas se ponen imposibles, por la cantidad de gente que circula por ellas, pero, aun así, no dejan de tener un toque pintoresco, que se ve potenciado cuando están vacías.

En Marbella capital viven 75.000 personas. Por el sur, la ciudad da al mar, pero, al margen de esa obviedad, los limites del casco urbano podríamos decir que los marcan la autopista AP-7 por el norte, la A-7 o Autovía del Mediterráneo por el este, y el Arroyo de Guadalpín por el oeste. Por supuesto, más allá de todos esos limes siguen las construcciones, pero sí es cierto que los mismos ejercen de punto y aparte.

Nosotros nos alojamos en el Albergue Juvenil Marbella. Ya he mencionado, en el pasado, otros establecimientos andaluces de la Red Española de Albergues Juveniles, pero no este. Lo conocía de haber pernoctado en él en 2004, dos veces, y también en 2005.


La Red Española de Albergues Juveniles cuenta, en la actualidad, con 20 establecimientos en Andalucía. Antaño hubo otro, en Mazagón, pero dejó de existir. Esa baja ha sido la única variación en el listado, desde que tengo uso de razón para estas cosas. Yo hice noche en un albergue juvenil andaluz, por primera vez, en 1999. Entre este año y 2005 estuve en el de Mazagón, en el de Sierra Nevada (tres veces), en el de Constantina, en el de Huelva, en el de Cortes de la Frontera, en el de Marbella (tres veces), en el de Málaga (dos veces) y en el de Granada (cuatro veces). Tras un lapso de más de una década, desde 2016 he estado en el de El Bosque, en el de Jaén, en el de Punta Umbría, y, ya repitiendo en esta nueva etapa, he regresado al de Granada y, ahora, al de Marbella. En total, conozco 10 de los 20 youth hostels andaluces.

Siempre que he ido a Marbella he dormido en el Albergue Juvenil, puesto que comparte lo positivo de los otros establecimientos de la cadena, y además se encuentra muy bien situado. En efecto, sus instalaciones están en el borde mismo del Casco Histórico marbellí, por el norte. No queda cerca de la playa, para llegar a ella hay que atravesar el centro y andar unos 20 minutos, pero el paseo es pintoresco y agradable. Aparte, por su emplazamiento, al dormir allí uno puede ver un poco de la Marbella real, que comienza nada más salir del meollo turístico. 


Lo de la imagen de arriba, y lo de abajo, podría ser un vecindario de clase media-baja de cualquier ciudad española, pero esas calles pertenecen a Marbella. El barrio se denomina Miraflores, y queda justo al norte del centro. En él está el Albergue.


Como se puede ver, Miraflores vive en una realidad paralela a la turística. Diez minutos más al sur, cientos de visitantes europeos pasean su relax por las calles del centro marbellí, pero en Miraflores el ambiente de barriada es total.

Por otro lado, en Marbella, la calle que conforma su columna vertebral va de este a oeste. Discurre paralela a la costa, y separa la zona que mira al mar, del centro y de los barrios que quedan a su altura, o más al norte. Esa arteria, en realidad, es la N-340, pero al atravesar la ciudad va adoptando diferentes nombres. Al bordear el Casco Histórico se denomina Avenida de Ramón y Cajal, y al continuar hacia el oeste pasa a llamarse Avenida de Ricardo Soriano.


Como he dicho, toda esa larga arteria separa el grueso de Marbella de su franja costera. De esta, el tramo que se asoma a la Playa de la Venus, al Puerto Deportivo de Marbella y a la Playa del Faro, conforma un barrio que se denomina Francisco Norte. Se trata de un área bastante cuadriculada, con buenos pisos y con zonas verdes.


Todo el frente sur de Francisco Norte da a la Avenida Duque de Ahumada, que corre colindante al Paseo Marítimo. En este, es enorme el número de bares y de restaurantes que hay, y también es incesante el trajín de veraneantes y de turistas que van y vienen. No obstante, como siempre, es bueno pasear temprano por él, para verlo más despejado.


En la zona de Francisco Norte hay dos lugares que destacan. Uno es el pequeño Parque de la Alameda, que fue más grande, pero que sigue resultando agradable. La Avenida Ramón y Cajal lo separa del centro de Marbella. Se trata del típico espacio verde cuadriculado, con mucha vegetación en parterres, con caminos enlosetados entre estos, y con bancos de piedra. En su interior hay una fuente, llamada Fuente Virgen del Rocío, que data de la época de Jesús Gil, y que está recubierta de azulejos representativos de las hermandades rocieras.


El otro sitio destacado en Francisco Norte es la Avenida del Mar. Ese terreno perteneció, hace mucho, al Parque de la Alameda. Hoy día se extiende de manera perpendicular a este, y llega hasta la Avenida Duque de Ahumada. Si fueran unos jardines estarían mejor, pero la solución moderna que se ha creado, para unir el parque y el centro, con el mar, no está mal.


Por la Avenida del Mar están repartidas diez esculturas, que se dice que son de Salvador Dalí. A mí me extrañaba que un artista de la talla de Dalí tuviera tantas obras expuestas en una calle, y, en efecto, no son originales. Se trata de una serie de esculturas, hechas a partir de un molde, diseñado tomando como referencia unos bocetos del genio catalán. Las obras tienen mucho mérito, pero no son de él.

Tras dejar atrás el Barrio Francisco Norte, el Paseo Marítimo recupera su independencia, deja de discurrir paralelo a una calle, y continúa hacia el este, convertido en el Paseo Alfonso Cañas Nogueras. Justo antes de llegar a la Playa de la Bajadilla, hay un bonito tramo en el que el paseo da directamente al mar.


Un poco más al este, el paseo marítimo pasa a llamarse Calle Fuengirola, no se por qué, porque no es una calle. Así se denomina hasta que llega al Barrio de Pescadores, del que hablaré al final, ya que allí cenamos el día de mi cumpleaños.

En cualquier caso, lo más atractivo de Marbella se concentra en el Casco Histórico, que no solo incluye la old town, propiamente dicha, sino también el Barrio Nuevo. El límite del centro, por el este, lo marca el cauce del Arroyo de la Represa, que fue soterrado a su paso por la ciudad, a finales de los años 60 del siglo XX. Antes, en el siglo XVIII, extramuros de lo que era la muralla, había surgido el citado Barrio Nuevo, como consecuencia del crecimiento urbano. Ahora, dado que el cauce de agua ya no ejerce de frontera, ese antiguo arrabal está muy integrado en el meollo de Marbella. Su fisonomía haya variado. Efectivamente, han desaparecido las huertas, y las humildes casas han mejorado, pero han sabido mantener, muchas de ellas, un cierto aire tradicional.

Con respecto al soterramiento del Arroyo de la Represa, en la actualidad hay un bonito parque sobre él. A ese espacio verde, denominado Parque de la Represa, es adonde se asoma el Castillo de Marbella


Porque Marbella tiene un castillo, y también conserva restos de una muralla. Esta última encerraba un recinto de unos 90.000 m², en el que se encontraba la medina árabe. 


Uno de los extremos de ese recinto estaba ocupado por el mencionado Castillo de Marbella, que compartía parte de su Muralla con la de la medina, pero que tenía el resto del cercado adaptado a sus dimensiones más reducidas. Hoy día, resulta curioso ver, que lo que hay sobre lo que fue el patio de armas de la fortaleza, es un colegio. La Muralla del Castillo se conserva, pero lo de dentro se ha remodelado por completo.


Más allá del Castillo, en dirección oeste, se extiende el centro de Marbella. Su epicentro, físico y simbólico, es la Plaza de los Naranjos. Esta es bonita, pero tiene la pega de que está atestada de veladores. Eso hace que, de día, haya demasiada gente. Por la mañana temprano se muestra más tranquila, pero es imposible verla sin cientos de sillas apiladas.


Al margen de la Plaza de los Naranjos, el Casco Histórico marbellí está salpicado de otro buen número de plazas, que no son tan emblemáticas como aquella, pero que, quizás por eso, ofrecen un aspecto menos abigarrado. Una de ellas es la Plaza de la Victoria, que se encuentra al suroeste del centro.


En mi opinión, la que destaca por encima de todas es la Plaza de la Iglesia, que tiene unas dimensiones parecidas a la Plaza de los Naranjos, pero que presenta un aspecto mucho más diáfano.


La Plaza del Santo Cristo, por su parte, está al norte del centro, casi saliendo ya del entorno turístico. Se trata de otro atractivo enclave.


De todas formas, lo más bonito del Casco Histórico de Marbella son sus laberínticas callejuelas. Así, el entramado de la antigua medina sigue intacto, y merece la pena madrugar un día, para deambular por él, cuando hay menos gente.





Aparte de las calles en las que solo hay cuidadas casas, en el centro de Marbella también hay vías que están repletas de veladores y de tiendas. De todas ellas, quizás la Calle Ancha y su continuación, la Calle Peral, sean las más destacadas. Podría decir que lo que hay orquestado allí es un escenario para guiris, y no mentiría, pero lo cierto es que está muy bien montado. Hay que reconocerlo. En efecto, no hay tráfico, se puede pasear sin problemas, las fachadas de las casas se muestran impecables, abundan las flores, y tampoco se sufre el típico acoso, al que los propietarios de los negocios para turistas someten a los incautos paseantes, en otros lugares. En Marbella, parecen estar por encima de eso, hay sillas y mesas por doquier, pero nadie te aprieta para que te sientes.



Nosotros, en todo caso, íbamos en plan pobre, y aunque recorrimos a menudo las calles principales del centro, lo cierto es que teníamos la comida pagada en el albergue, así que nos limitamos a caer en la tentación de los helados y similares. Tan solo tiramos la casa por la ventana el día de mi cumpleaños, y de eso es de lo que voy a hablar a continuación, para acabar este largo post.

Efectivamente, yo cumplo años el 11 de agosto, así que mi día grande lo he vivido, con frecuencia, mientras estaba de viaje. Este 2023 nos encontrábamos en Marbella, por lo que, dado que la jornada ya era una fiesta de por sí, lo que hicimos, para darle más relevancia, fue pegarnos un par de homenajes culinarios. Para empezar, aprovechando que María y yo nos habíamos levantado en mitad de la noche, para ver el partido de cuartos de final de la selección española femenina de fútbol, correspondiente a la Copa Mundial, esa mañana renunciamos a desayunar en el Albergue, apuramos en la cama, y, al despertarnos, nos fuimos a tomar unas tostadas a la calle. No nos alejamos mucho, y nos quedamos en la Cafetería Mar. Allí me pedí una entera de jamón con tomate triturado. 


La Cafetería Mar estaba enfrente del Albergue, en la Avenida del Trapiche, por lo que no contaba con una ubicación demasiado selecta, ni el género era para gourmets, pero tenía un puntillo moderno, no era el típico bar de barrio. Me gustó, para estrenar el día de mi cumpleaños. Sin embargo, la verdadera celebración vino por la noche. En efecto, para cenar, nos fuimos hasta el Barrio de Pescadores, y allí nos pegamos un buen festín en el Bar Restaurante Canuto.


El Barrio de Pescadores está constituido por un grupo de casas bajas, que se construyeron en la primera mitad del siglo XX, junto al que era, por aquel entonces, el puerto pesquero. Este, en la actualidad, ha mutado en otro puerto deportivo. En el Barrio de Pescadores, por su parte, algunas de las pequeñas casas, blancas y bajas, que ejercieron de viviendas de los pescadores, se han transformado en restaurantes, donde se come muy bien. Se trata de un lugar al que solo llegan los marbellíes y los turistas más curiosos, por lo que se llena, fundamentalmente, de gente que no le tiene miedo a los manteles de papel y a las sillas de plástico, a la hora de disfrutar de una buena comida. Nosotros tuvimos la suerte de acabar en el Bar Restaurante Canuto, gracias a la recomendación de un conocido, que es casi autóctono, por lo que sabíamos que íbamos a lo seguro. El tomate aliñao y las sardinas que degusté allí, estuvieron a la altura de un cumpleaños. Fue un rato perfecto, que coronó unas vacaciones maravillosas.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MARBELLA.
En 2004 (primera visita real), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Málaga: 28'6% (hoy día 64'3%).
En 2004 (primera visita real), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 22'5% (hoy día 36%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado MARBELLA.
En 2004 (primera visita real), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Málaga: 4'9% (hoy día 21'4%).
En 2003 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 7'3% (hoy día 21'7%).