12 de junio de 2019

CARRERA POPULAR PARQUE DE MARÍA LUISA 2019

El pasado domingo la Carrera Popular Parque de María Luisa cerró la primera parte del circuito de carreras populares del IMD de 2019. Hace años, eran tres las citas del mismo que se programaban para antes del verano, y se dejaban dos para después, pero desde 2017 se disputan en primavera las cuatro primeras pruebas y ya solo se deja para octubre la que se corre por el centro de Sevilla.


Lo que sucede es que un 9 de junio en la capital hispalense puede hacer ya un calor de mil demonios, aunque el verano astronómico aún no haya entrado, por lo que la carrera se adelantó 30 minutos con respecto a la hora habitual a la que empiezan las pruebas del circuito, y dio comienzo a las 9 de la mañana. Por fortuna, en cualquier caso el fin de semana no fue especialmente bochornoso, pero aún así a mí me vino de lujo el nuevo horario, porque pude llegar al trabajo prácticamente como todos los domingos, pedí permiso para empezar a currar 15 minutos más tarde de lo normal y con eso bastó.

Como he dicho, el domingo no amaneció caluroso, corrimos con 20º o 21º y yo no acusé la temperatura, aunque es verdad que, con lo temprano que era, el termómetro metía algo de miedo y al final incluso llegué a escuchar las quejas de algunos corredores que habían sufrido un poco con el calor. A mí, sin embargo, no me supuso ningún problema. Otra cosa fue el tema del cansancio de piernas, que acabó siendo mi cruz.


Como he venido diciendo desde la primera carrera del circuito, este año quiero completar las cinco que lo componen en menos de 43 minutos y también aspiraba a ir mejorando progresivamente los tiempos. Después de las tres primeras citas los dos desafíos seguían en pie, y en la Carrera Popular Parque de María Luisa estaba convencido de que no habría problema para dar un pasito más en ambos, ya que he venido entrenando bien y en teoría iba a estar más fresco que en las anteriores veces. Pese a esto, la progresión se rompió, acabé en 42:41 y fallé en el reto de ir mejorando prueba a prueba (las otras las había finalizado, sucesivamente, en 42:59, 42:30 y 42:12). Por suerte, mi primer objetivo, que es el de bajar de 43 minutos, sigue vivo.

Realmente, nada hacía presagiar que no fuera a ser capaz de correr en 42 minutos pelados, que era mi deseo. Cierto es que dormí poco, me acosté a medianoche, pero me tuve que levantar poco antes de las seis para poder bajar a Sevilla en tren, ya que María estaba en la playa y se había llevado el coche. El sábado, además, estuve de pié muchas horas en el trabajo, pero en las dos primeras carreras del circuito había sido igual y en la tercera incluso me levanté peor, después de haber estado el día antes en una comunión, por lo que consideré que para esta partía en las mismas condiciones, o incluso en mejores. Además, el hecho de tener que adaptarme a los horarios del tren me hizo llegar a la salida muy pronto, esta vez no hubo estrés de ningún tipo y disfruté del frescor de la mañana en el entorno del Parque de María Luisa, así como de la belleza matutina de la Plaza de España.


También tuve tiempo de charlar con varios compañeros que me encontré, calenté como está mandado y me coloqué en la salida francamente bien. Pese a todo, nada más echar a correr ya noté que las piernas no estaban para ir a 4:09 de media, que era el objetivo más ambicioso que me había marcado. El primer kilómetro lo hice en 4:09, precisamente, y el segundo en 4:06, pero iba forzado y decidí acomodar la velocidad a mis sensaciones, con la sana idea de no reventar.


En consecuencia, bajé paulatinamente el ritmo a 4:10 y a 4:12, y ya el quinto kilómetro lo hice a 4:20, que era en realidad lo que me podía permitir. Los cuatro siguientes kilómetros los recorrí en 4:22, 4:22, 4:24 y 4:23, lo cierto es que fui muy estable, pero tuve que hacer un esfuerzo psicológico tremendo para no dejarme vencer por el desánimo, puesto que, al pasar el ecuador de la carrera en 20:57, arrastrando dos columnas de mármol en vez de dos piernas, ya me había dado cuenta de que no iba a bajar ni de coña de los 42:12 de hace tres semanas, que implican correr a un ritmo medio de 4:13.


Por fortuna no me rendí, hice el último 1.000 en 4:13 y peleé la marca, lo que ahora me llena de satisfacción, porque realmente acabar en 42:41 en un día así tampoco está tan mal (crucé la meta el 345 de 2309 corredores).


Para completar el circuito por tercera vez en mi vida ya solo me queda acabar la Carrera Popular Casco Antiguo, el 20 de octubre. Antes, tendré que sobrevivir al verano, no soy de los que se abandonan en época estival, pero sí es cierto que no es una estación en la que sea especialmente sencillo entrenar. En cualquier caso, antes de irme de vacaciones aún quiero correr alguna prueba en el mes de julio para matar el gusanillo, y que no pasen tres meses antes de que me vuelva a poner un dorsal.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 222.
% del Total de Carreras a completar: 22'1%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SEVILLA.
En 2000 (año de la primera carrera corrida en Sevilla), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 0'9% (hoy día 35'2%).


7 de junio de 2019

SEVILLA 2019 (JUNIO)

Las pasadas Navidades me volvieron a regalar un bono para disfrutar de Aire de Sevilla, el hamman más pintoresco de mi ciudad. Durante casi medio año lo he tenido a buen recaudo y en mayo reservé sitio para gastarlo el sábado 1 de junio. Hace un par de meses, por otro lado, María me propuso ir al Soulville, un festival de música negra que se celebra desde 2017 en los jardines del precioso Monasterio de Santa María de las Cuevas. Me pareció genial y compramos las entradas, pero se nos había olvidado y hasta hace unos días no caímos en que habíamos hecho coincidir en el mismo fin de semana el plan del spa con el del concierto, ya que este estaba programado para el viernes 31 de mayo. Por último, para ese día 1 por la mañana teníamos contratado en la tienda donde trabajo un tour en bici con una treintena de franceses. Nosotros no solo alquilamos bicicletas, sino que también organizamos rutas turísticas guiadas en ellas, y en esta me tocó a mí acompañar a los clientes y al guía como asistente técnico.

El caso es que por la confluencia de estos tres planes, que implicaban vivir a tope la ciudad durante dos días, me decidí a escribir un nuevo post sobre Sevilla, aunque finalmente el tour se pospuso y se me quedó algo cojo el proyecto. Para solucionar ese hecho el jueves encajé una visita al Museo de Bellas Artes, que en ocasiones ha sido considerado como la segunda pinacoteca más importante de España. Con dicha visita me aseguré de que el contenido de este artículo volviera a estar completito.


Aparte, entre tantos planes María y yo también tapeamos en tres sitios de los que voy a hacer sendos comentarios, para que se unan a los que ya he realizado con anterioridad en este blog de otros restaurantes y bares sevillanos.

He comentado repetidamente en los posts que he escrito últimamente que en febrero empecé a trabajar en un negocio de alquiler de bicicletas a turistas. Como he dicho arriba, en él también organizamos tours guiados que se adaptan a las necesidades de los clientes (a veces las rutas son personalizadas hasta el extremo y otras veces los montamos para grupos de hasta setenta personas, o incluso más). La tienda se llama Bici4city y está en la Calle Peral.


Currar en este negocio me ha dado la posibilidad de entrar en contacto directo con muchos visitantes que vienen a Sevilla. La Calle Peral es una bocacalle de la Alameda de Hércules, por lo que se puede decir que trabajo en uno de los actuales epicentros turísticos en la ciudad. Atrás quedaron los años en los que la Alameda era el meollo de los bajos fondos de Sevilla. Por aquel entonces, allá por los años 80 del siglo XX, en su entorno se contaban más de 35 prostíbulos, lo que convertía la zona en un hervidero de gente poco recomendable. Antes de esto, sin embargo, el lugar había gozado ya de una larga vida, puesto que se inauguró en 1574 y las célebres columnas que adornan su extremo sur se colocaron ahí con sus Estatuas en 1576. Las mismas representan a Hércules y a Julio Cesar con las caras de Carlos I y Felipe II.


Las columnas del otro extremo de la Alameda, por contra, son más modernas, ya que se añadieron en 1764, y tienen encima a dos leones con los escudos de Sevilla y de España.


Durante casi 450 años esas 3'3 hectáreas tan céntricas que conforman la Alameda de Hércules han permanecido a salvo de las idas y venidas urbanísticas, por lo que han visto de todo. Su última reforma data de 2008 y es la que le dio al sitio la fisionomía que tiene ahora. Allí ya no hay putas, ahora hay sobre todo hipsters y turistas. Para ambos grupos, la Alameda es uno de los enclaves predilectos de esparcimiento, por lo que hay infinidad de bares, restaurantes y pubs de todo tipo, repartidos por ella: yo he hecho un exhaustivo recuento y he anotado que hay una sala de conciertos, 19 bares de copas y cafés, 35 restaurantes y bares de tapas, 2 cafeterías de diseño moderno, 3 heladerías y una freiduría. En total, son 61 los negocios de restauración que están en funcionamiento en la actualidad en la Alameda, todo ello sin salir de sus 1.200 metros de perímetro y de los pequeños trocitos de algunas de su bocacalles, que se le han asimilado al haberse pavimentado también con las polémicas baldosas que se instalaron en la remodelación de 2008.


Resulta complicado establecer en cuantos de esos 61 negocios he estado, ya que algunos han cambiado de nombre con los años, pero centrándome solo en los que he catado desde que empecé a trabajar por allí en febrero, puedo decir que desde entonces he tomado café en el Alameda 5, en el Café Piola y en el Habanilla Café, he saboreado algún helado de Freskura, me he tomado unas cervezas en el Bar Versalles en un par de ocasiones (de una de ellas hable en otro post), también estuve tomando una caña en La Latina en marzo y en La Alternativa de Vulcano en abril y, como remate, en los últimos meses he comido alguna vez en Al Solito Posto (un italiano), en Pomodoro (una franquicia que es una especie de fast food a la italiana), en La Parrilla del Badulaque (un restaurante de comida internacional), en La Sureña (otra franquicia, esta vez de tapeo), en Norte Andaluza (todo un descubrimiento, ahí he almorzado cuatro veces porque me ha gustado mucho) y, por supuesto, en Corral del Esquivel, un bar que vale lo mismo para un roto que para un descosido, pues sirve desayunos por la mañana, tapas y cañas a mediodía, meriendas por la tarde y copas por la noche. En total, he ido a trece sitios, a los que hay que sumar ya El Patio San Eloy Alameda, el primer lugar donde cenamos el viernes cuando salí de la tienda, antes de ir al Soulville.


El primigenio El Patio San Eloy es un veterano bar que abrió sus puertas en 1972 y que se halla ubicado en la Calle San Eloy. Siempre está lleno de gente, pero además de mesas tiene unas originales gradas al fondo del local donde resulta muy pintoresco sentarse a picar algo, por lo que yo he ido bastantes veces. En su amplia carta cuenta con una buena variedad de montaditos que tienen un tamaño aceptable y un ajustado precio. Dado el éxito de la propuesta, los Patios San Eloy empezaron a proliferar hace unos años y en la actualidad ya hay diez sucursales franquiciadas en Sevilla con ese nombre y la marca ha dado el salto incluso a Badajoz (el Grupo San Eloy se ha convertido en todo un emporio, ya que tiene además otras tres marcas con varios establecimientos cada una). Por su parte, El Patio San Eloy Alameda tiene unas agradables mesas fuera, como casi todos los bares allí, y en ellas nos empezamos a quitar el hambre el viernes. Como no podía ser de otra forma, una de las cosas que pedimos fue la tarta vegetal, uno de los grandes clásicos del lugar.


Nuestra segunda parada antes del Soulville fue en La Tienda de la Azotea. La Azotea es un negocio diferente en cuanto a estilo a El Patio San Eloy, pero va a acabar igual, es decir, convertido en una cadena de restauración. La Azotea original era un pequeño restaurante que se inauguró en 2009 y que subió como la espuma en pocos meses gracias a su cocina de altura, basada en productos de primera calidad. Han transcurrido diez años, y en ese tiempo los dueños de La Azotea ya han abierto dos establecimientos más, han cambiado de ubicación el originario para ganar espacio, dejando el antiguo local para celebraciones privadas, y han abierto enfrente del nuevo La Tienda de la Azotea, un bar de tapas algo más informal en el que se degustan los mismos buenos productos que en el restaurante padre, pero cocinados en un formato algo más reducido.


La Tienda de la Azotea está a dos pasos de la Alameda y yo paso por delante siempre que voy al trabajo, por lo que tenía ganas de probar lo que podía ofrecer. El viernes fue el momento perfecto para ello y el bar no me decepcionó. No es un lugar barato, pero tampoco es caro para lo que se come. Nosotros pedimos, por ejemplo, un pan de la casa con anchoas, mayonesa de wasabi, tartar de tomate y albahaca, que estaba delicioso, el platito nos costó 14 euros, pero nada más que las anchoas de primera calidad que llevaba el pan ya valían ese dinero.


La cena del viernes la complementamos el sábado por la noche, ya que después de nuestra sesión de baño y masaje en Aire de Sevilla también tapeamos, y elegimos para hacerlo otro lugar de referencia, la Taberna La Fresquita. En el post que dediqué a Sevilla en marzo del pasado año ya hablé de los bares cofrades de la capital andaluza y este es uno de los clásicos en esa categoría. Está en la Calle Mateos Gago, una de las más señeras del centro sevillano, y no hay más que mirar la foto para entender el tipo de negocio que es.


Aparte del ambiente general, que cumple punto por punto el decálogo de la sevillanía más estandarizada y tradicional, en La Fresquita la cerveza la tiran de arte, valga la expresión local, y la comida es muy buena. Nosotros, por no romper la magia nos fuimos a por las tapas más clásicas que se pueden pedir en Sevilla, que son la carne con tomate y las espinacas con garbanzos. Ni que decir tiene que La Fresquita, como muestra de esa sevillanía tan tópica (pero tan real y cotidiana), es un lugar muy afamado para el turismo.



Por otro lado, también quiero hacer una breve reseña del Papanatas, el bar en el que tomo café con María los miércoles y los jueves desde que trabajo en Bici4city. El sitio me gusta, los desayunos en los bares hispalenses son toda una seña de identidad de la gastronomía autóctona, y los sevillanos una de las cosas que echamos más en falta cuando salimos fuera son las pizarras como la del Bar Papanatas.


Cambiando de tercio, tras dejar constancia, una vez más, de lo que me gusta comer en los bares y restaurantes, voy a hablar ahora de los tres pintorescos lugares en los que estuve el pasado fin de semana. Como dije al principio, el tour que iba a hacer con los turistas el sábado se pospuso, pero para compensar esa carencia me fui el jueves al Museo de Bellas Artes, que es una verdadera joya a pesar de que en Sevilla queda un poco eclipsado, y a pesar también de que muchos extranjeros critican que está centrado casi en exclusiva en arte barroco, que en España es mayoritariamente religioso.

Cierto es que la variedad de la pinacoteca es escasa, si se llamara Museo del Barroco quizás estaría más valorado, pero apenas tiene fondos de interés que no sean de los siglos XV, XVI y XVII, por lo que su nombre real confunde. Lo que sucede es que esos siglos son considerados el Siglo de Oro del arte español (se suele considerar que esa etapa va de 1492 a 1681), por lo que en el Museo de Bellas Artes de Sevilla lo que hay son obras maestras a nivel mundial. Hay poca diversidad, pero lo que hay es de primer orden.


Por lo que a mí respecta, como siempre hago en los museos que son inabarcables en una sola sesión, decidí elegir unos pocos cuadros y fijarme bien en ellos. Yo en el de Bellas Artes solo había estado antes una vez, lo vi en una excursión con el instituto que hice en 1996, el año que cursé la asignatura de historia del arte en COU. De aquel día solo me acordaba de la Estatua de Santo Domingo Penitente de Juan Martínez Montañés, así como del hecho de que, aprovechando que la colección está en el antiguo Convento de la Merced, se ha habilitado como gran sala su antigua iglesia. Aparte de eso, todo lo que recordaba de aquella visita poco tiene que ver con la pintura y la escultura (cuando fui tenía 18 años y mi atención tendía a fijarse más en cosas que no eran precisamente el arte barroco). Llevaba tiempo, por tanto, queriendo volver al Museo de Bellas Artes de Sevilla y el jueves lo recorrí durante casi una hora, antes de entrar a trabajar. Estuve casi solo.


Vi cuadros que pintó Velázquez con apenas 21 años, cuando todavía vivía en Sevilla (en la sala IV estaban, por ejemplo, el Retrato de Don Cristóbal Suárez de Ribera o la Cabeza de Apóstol, es increíble que un tío tan jóven pudiera alcanzar ya ese nivel artístico). Me fijé también en obras de Valdés Leal, como Las Tentaciones de San JerónimoLa Flagelación de San Jerónimo, y de Zurbarán (San Hugo en el Refectorio, Cristo Crucificado y Cristo de la Misericordia, por ejemplo).


Sin embargo, la sala estrella del Museo sigue siendo la V, que se llama Murillo y la Escuela Sevillana del Barroco, y que es la que está en la antigua iglesia del Convento. Cuando yo la visité en 1996 recuerdo que los lienzos estaban por las paredes, pero en 2018 se conmemoró el IV centenario del nacimiento de Murillo y la última exposición dedicada a esa efeméride, que se montó precisamente en la sala V, se clausuró en marzo de este año. Para ella se ve que se levantó en la estancia una estructura efímera de paredes de madera que compartimentaba el espacio y que permitía exponer más cuadros, con la cosa de que el pasado jueves aún no la habían desmontado. La parte en la que se ve que han estado expuestas obras prestadas por otras instituciones estaba ya vacía y cerrada, pero la que albergaba las pinturas del genio sevillano que se exponen habitualmente en el Museo de Bellas Artes sí se encontraba abierta y los cuadros aún permanecían colocados sobre las mismas paredes de madera en las que se expusieron durante la muestra.


En realidad fue una pena, porque la sala V yo la recuerdo como un espacio grande y diáfano bastante impresionante, pero ahora con la estructura que tiene montada en el centro y por las paredes no se ve ni de lejos en todo su esplendor. Pese a esto, sí vi de maravilla los cuadros que se exponen de Murillo, que en mi opinión son los mejores de la pinacoteca: Santas Justa y Rufina, San Antonio de Padua con el Niño, Inmaculada del Padre Eterno y, como no, la obra titulada Inmaculada del Coro, que también es conocida como La Niña.


Antes de pasar a hablar de los otros dos grandes planes del finde, que fueron menos sesudos, no quiero dejar de mencionar que el Museo de Bellas Artes no solo tiene como atractivo las obras que alberga, sino también el lugar en el que está.


En efecto, como he comentado de pasada el Museo está en el céntrico Convento de la Merced, que data del siglo XIII (su iglesia es del XVII y su portada del XVIII), y que está perfectamente adaptado a su fin actual sin que por ello haya perdido en absoluto su encanto. El edificio merece la pena en sí mismo.


También es digna de mención la Plaza del Museo, un espacio que durante siglos fue parte del Convento. Ese sector del mismo, sin embargo, quedó destrozado tras la ocupación francesa, que en Sevilla duró de 1810 a 1812, por lo que se tiró abajo cuando se desamortizó el edificio religioso en 1835 y en el solar se creó la Plaza. Esta hoy día es una de las más bonitas de la ciudad, con la portada del Museo dando a ella, y está presidida, como no, por el Monumento a Murillo, obra de Sabino Medina.



Hablando de edificios religiosos que ahora se emplean para usos muy diferentes a aquellos para los que fueron concebidos, el viernes por la noche estuvimos en otro, el Monasterio de Santa María de las Cuevas. Por todo lo que ha vivido, esta cartuja es apasionante, pero estuvo injustamente olvidada hasta que se convirtió en uno de los ejes de la Expo'92. Haciendo un poco de historia, el Monasterio se construyó en el siglo XV sobre una ermita que databa del XIII, y con los años su destino fue similar al del Convento de la Merced, ya que primero fue machacado por los franceses, que lo usaron como cuartel, y luego desamortizado, pero antes de todo eso pernoctaron entre sus muros Felipe II y, sobre todo, Cristobal Colón, que era asiduo y que estuvo enterrado en la Capilla de Santa Ana del cenobio desde 1509 a 1542. Tras la desamortización, Carlos Pickman compró el inmueble y fundó en él una fábrica de loza y porcelana. Por ello, el mismo se reformó, se construyeron chimeneas y hornos, y todo el conjunto funcionó como factoría hasta 1982, año en el que se abandonó. En 1986 la Junta de Andalucía decidió restaurar y rehabilitar la abandonada edificación, conservando todos los elementos de su complejo pasado, tanto los monásticos, como los militares y los fabriles, para transformarla en el emblema de la Expo'92 (fue el denominado Pabellón Real, allí se recibieron a los más altos dignatarios de todo el mundo durante la exposición universal). Fue ese el momento en el que el olvidado edificio, que llevaba un siglo y medio convertido en fábrica, en medio de un erial a las afueras de Sevilla, pasó a estar integrado en la ciudad y empezó a brillar con luz propia. Al acabar la Expo la mayoría de los pabellones que habían formado parte de la muestra sufrieron una dolorosa vuelta a la realidad, pero al Monasterio, por su belleza y porque está realmente bien ubicado, se le supo encontrar un uso útil, de manera que ahora es sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, del Rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía y del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. En sus amplios jardines, además, se organizan muchos conciertos de música.


Yo el edificio por dentro solo lo he visto una vez, en 1999, cuando se conmemoró el IV centenario del nacimiento de Velázquez con una gran exposición que se montó allí. Luego, en 2012, creo, estuve recorriendo los exteriores y vi las cinco chimeneas que se conservan de su época fabril. La parte del recinto donde se organizan los conciertos, por contra, no la conocía. Estos se desarrollan en una zona del Monasterio llamada Patio del Padre Nuestro.


Por lo que respecta al espectáculo en sí, la verdad es que me encantó, tanto el ambiente como la música. Tocaron tres grupos y las actuaciones estuvieron encuadradas en el IV Soulville Festival, el festival de música negra de Sevilla.


El Soulville está dedicado al Rhythm & Blues, al Funk y al Soul, no son mis estilos favoritos, pero son primos hermanos del Rock, por lo que me atraen sin duda, sobre todo en directo. El festi lo abrió Dry Martina, un grupo malagueño que por lo visto era más guitarrero hasta hace poco, pero que ha dado un giro y ahora hace una especie de electro Swing con toques de Funk, Soul, Calipso y Mambo. La música fue amable, estuvo muy bien interpretada y nos permitió a los que íbamos tomarnos unas cervezas y charlar un buen rato junto a la barra en una atmósfera genial. Después le llegó el turno a Aretha Soul Divas & The Silverbacks, que era el plato fuerte de la noche y que resultó ser algo así como un supergrupo formado para realizar conciertos en homenaje a Aretha Franklin, una de las grandes del Soul. Por lo visto, las cuatro integrantes de Aretha Soul Divas viven en Madrid y cantan en otras bandas, pero se han unido temporalmente a The Silverbacks, un grupo de R&B sin cantante que actúa con diferentes vocalistas.


En este caso lo que vimos fue a las cuatro artistazas acompañadas de unos músicos de primera, algunas canciones las cantaron todas las vocalistas al unísono, pero en la mayoría fueron tomando las riendas alternativamente de manera individual cada una de ellas, mientras las otras tres hacían los coros. La tercera canción que interpretaron fue Respect, todo un temazo, y para el bis dejaron Say a Little Prayer, otro clásico. Se me pasó el tiempo volando al ritmo de la mejor música. Después, como postre salieron con bastante presteza Los Mambo Jambo, el grupo encargado de cerrar el festival. Su misión era enloquecer al personal tras la elegante actuación de las Soul Divas, y para ello arrancaron a todo trapo, sin vocalista, porque no tienen, pero dándole una caña apabullante a sus cuatro instrumentos (saxo, batería, guitarra eléctrica y contrabajo). Su mezcla de salvaje Rock & Roll primigenio, Rhythm & Blues, Surf Rock y Swing fue una auténtico viaje a los orígenes de la mejor música. Por desgracia, no nos quedamos hasta el final, yo curraba por la mañana, ya pasaba la una de la mañana y hubo que coger el camino de vuelta.

El concierto, en cualquier caso, lo disfrutamos a tope, y por lo que respecta al Monasterio, fue muy interesante verlo funcionando como marco de una actividad así, aunque lo he visitado un poco a salto de mata y se merece una exploración más detallada, por lo que volveré.


Para terminar, voy a dedicarle unas breves palabras al plan estrella del sábado. Ya he hablado de donde cenamos, pero la razón de ser de la salida fue ir por tercer año consecutivo a Aire de Sevilla. Resulta curioso que solo había ido una vez a este spa antes de 2016, pero desde que escribo este blog ya he hablado de él en tres de los ocho posts protagonizados por Sevilla. La visita de 2017 fue la más sencilla, el año pasado, por contra, disfrutamos del paquete estrella que ofrece el hamman. Este año la opción fue la intermedia, pero la misma fue incluso mejor que la de 2018, ya que en aquella ocasión nos dieron un masaje de 45 minutos y este solo fue de media hora, pero tengo que decir que nunca en mi vida me habían dado un flete más agradable, la masajista, que se presentó como Joana, se lució tanto en las piernas como en la espalda. Cuando me levanté de la camilla casi tenía los ojos vueltos del revés...

Luego acabamos tapeando en La Fresquita, como he dicho, pero para llegar allí nos dimos un paseo por la zona que está al norte del Barrio de Santa Cruz, que en mi opinión es de las más bonitas de Sevilla (por las calles Aire, Abades o Guzmán el Bueno, y las de alrededor, no hay tanta gente como por el citado barrio, pero en ellas se ven estampas de lo más pintoresco).


Al final para llegar al coche sí atravesamos por su corazón el mítico Barrio de Santa Cruz, que es una maravilla y que entiendo que esté siempre hasta los topes de guiris. Para mí en esta ocasión esas bellas callejuelas fueron el colofón a otros tres días en los que he disfrutado a tope de lo que ofrece Sevilla. Tanto que ha dado lugar a otro post...



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado SEVILLA.
En 1977, % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Sevilla: 14'2% (hoy día 100%).
En 1977, % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 0'2% (hoy día 34'2%).

Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
Visitado SEVILLA.
En 1977 (aún incompleta esta visita), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 10% (hoy día, completada ya esta visita, 50%).
En 1977 (aún incompleta esta visita), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 0'1% (hoy día, completada ya esta visita, 4%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado SEVILLA.
En 1977, % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 0'9% (hoy día 62'9%).
En 1977, % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'1% (hoy día 20'1%).