19 de octubre de 2017

CÁDIZ 2017

En 2006, mis padres compraron un pequeño apartamento en Cádiz, ciudad en la que viven mis tíos desde hace décadas. El mismo se encuentra a escasos 50 metros de la bajada a la playa, pero está en un entorno totalmente urbano. Por eso, siempre ha sido aprovechable, tanto en invierno, como en verano. En realidad, su ubicación es perfecta, aunque la calle donde se halla no sea demasiado pintoresca.


A partir de 2006, el hecho de tener en Cádiz un refugio gratuito, hizo que María y yo, durante cuatro años, fuéramos con cierta frecuencia a esa ciudad, al principio solos, luego con Ana, y, al final, incluso con Julia. Sin embargo, entre 2011 y 2012 las circunstancias no favorecieron que nos dejáramos caer por allí, y apenas fuimos al pisito. Mis padres, por otro lado, siempre hicieron poco uso real de él. Iban a Cádiz de vez en cuando, a ver a la familia, pero casi nunca se quedaban a dormir. Por todo ello, en un momento determinado optaron por alquilar la propiedad, y, desde principios de 2013, hasta hace unas semanas, el apartamento ha estado ocupado por inquilinos.

A finales de agosto, el pequeño piso se quedó vacío. Mis padres, ante esa circunstancia, en lugar de tratar de alquilarlo de nuevo, decidieron ponerlo en venta. A mí, la decisión me pareció muy bien, pero eso no impidió que, al enterarme, me entraran unas ganas enormes de echar un último par de días en el apartamento. Pese a esto, durante varias semanas nos ha resultado imposible ir, pero la venta no se ha acabado de materializar, de manera que el pasado finde aún estuvimos a tiempo de aprovechar, una vez más, el alojamiento. Como todavía hacía buena temperatura, pudimos disfrutar de la playa, pero ese plan no fue impedimento para que profundizáramos también, un poco, en las demás maravillas de la Tacita de Plata.


Cádiz es, con seguridad, la población en la que, sin haber vivido, he pasado más tiempo en mi vida. La posibilidad de poder disponer allí, durante unos años, de un alojamiento magníficamente situado, ha influido en ello, pero también lo ha hecho que tengo familia gaditana, y que la ciudad, en sí misma, me encanta. He ido varias veces a la Semana Santa, he estado en las barbacoas del Carranza, he comido en restaurantes magníficos y en otros no tan excelsos, he ido por trabajo, he disfrutado de la playa, he salido de marcha por la noche, he dado muchos paseos por su centro y por su Paseo Marítimo, he disfrutado de multitud de celebraciones y de encuentros familiares, he ido al cine, al fútbol, a correr carreras, he ejercido de turista,... Han sido decenas de visitas, desde que era niño, por lo que he tenido ocasión de hacer innumerables cosas. Solo me ha faltado ir al Carnaval, pero todo se andará.

Como dije antes, el pasado fin de semana volvimos a Cádiz, una vez más. Estuvimos de viernes a domingo, y aprovechamos muy bien el tiempo. Para empezar, el viernes, al llegar, ya bajamos a la Playa de la Victoria, que es el mejor arenal urbano que he visto. A esa hora de la tarde, sin embargo, no hacía suficiente calor como para bañarse, y nos contentamos con estar un buen rato junto al mar, dejando que nuestros sentidos disfrutaran del entorno.


Realmente, el rato más playero del fin de semana lo vivimos el domingo, justo después de comer. En ese momento, sí hacía calorcillo, y, echándole valor, hasta yo me di un chapuzón.

Las horas centrales del sábado también hubieran sido apropiadas para pasarlas en la playa, pero ese día decidimos ir ver la Torre Tavira, que es algo que me apetecía hacer desde que me enteré de su existencia, hace nueve años, y que no había podido llevar a cabo.



La Torre Tavira es una torre del siglo XVIII, que corona la Casa-Palacio de los Marqueses de Recaño. Está ubicada en el centro del casco antiguo de Cádiz, y es la cota más alta de la ciudad, por lo que fue designada torre vigía oficial del Puerto en 1778 (su primer oteador se llamó Antonio Tavira, de ahí su nombre).


Hoy día, en la última planta de la Torre Tavira se ha colocado una cámara oscura, que permite hacer un recorrido visual de 360º por toda la ciudad, a través de imágenes reales y en movimiento.

El sábado reservé la visita, pero llegamos unos minutos tarde y no pudimos entrar. Nos quedamos con la miel en los labios, pero decidimos ponerle remedio, y, sin esperar, cogimos sitio en otra sesión, al día siguiente por la mañana. Retrasarnos de nuevo ya hubiera tenido delito, pero el domingo nos aseguramos de estar allí a la hora apropiada, y pudimos, finalmente, subir a la Torre. Antes de llegar arriba, vimos que esta también cuenta con dos salas de exposiciones. La primera está dedicada a la historia de Cádiz, y la segunda se centra en las cámaras oscuras.


Para llegar a a la Torre, que está en el mismo corazón de Cádiz, los dos días tuvimos que atravesar parte de su casco histórico. Sin ir más lejos, la Calle Sacramento, que es la que vertebra el sector oeste del centro, la recorrimos casi entera (desde lo alto, se observa a la perfección hasta que punto esa calle ejerce de columna vertebral del meollo de Cádiz).


Al ir a la visita, pudimos ver como el casco antiguo de Cádiz, que está dividido en varios barrios, tiene, en general, ese aire desgastado y encantador de los centros de las ciudades de mar.


También pasamos por la Calle Columela, y vimos la diferencia entre como estaba el sábado por la tarde, y como estaba el domingo. La razón del cambio es que es una de las principales vías comerciales de la ciudad. De hecho, en ella se encuentran representadas las firmas multinacionales de moda más importantes, aunque todavía resisten algunos pequeños comercios de corte tradicional.

La visita a la Torre Tavira mereció la pena, ya que, además de la mencionada cámara oscura, tiene también una atractiva azotea, que es la verdadera atalaya que permite contemplar Cádiz en todas las direcciones, desde su punto más alto. El día estaba claro y luminoso, por lo que pudimos permanecer veinte minutos disfrutando de las vistas.



No obstante, la atracción estrella de la Torre Tavira es la cámara oscura, que está en el piso inmediatamente inferior a la azotea. Durante un rato, la habitación en la que se encuentra se queda sin luz, y en una especie de pantalla blanca, horizontal y cóncava, se refleja la ciudad, como si la estuviéramos mirando a través de un periscopio, con capacidad para alejar o aumentar las imágenes. El ingenio lo maneja un guía, que es el que va explicando todo lo que se va viendo.

Llegados a este punto, hay que decir que lo de la cámara oscura habría estado muy bien, simplemente con un cicerone que hubiera hecho de forma correcta su trabajo, pero, haciendo honor al tópico, que dice que en Andalucía somos graciosos, y que los gaditanos son los andaluces con más arte, el guía que nos tocó sumó a su explicación, el valor añadido del desparpajo, de manera que nos ofreció una explicación, a la par interesante y desenfadada. No se hizo el gracioso, porque no hizo falta, el salero lo llevaba de serie, y nos obsequió con un rato muy divertido, que no por ello dejó de ser didáctico.

Aparte, como dije antes, el sábado llegamos con retraso a la Torre Tavira, pero, a la vez, llegamos igualmente tarde a la cita con Teresa y con José Lucas, unos amigos de Sevilla que estaban también en Cádiz, y con los que habíamos quedado para hacer la visita. Ellos fueron puntuales, y pudieron subir a ver la cámara oscura, por lo que a nosotros no nos quedó más remedio que esperarlos abajo, dado que la idea era echar el resto de la jornada juntos. Cuando acabaron, lo primero que hicimos fue irnos hasta el Parque Genovés, a comernos unos bocatas. El día era sensacional, y el plan de comer de pícnic nos apeteció a todos. Gracias a eso, tuve la oportunidad de recorrer, de nuevo, esa preciosa zona ajardinada, que está situada en el extremo noroeste de Cádiz, y que, en realidad, es un jardín botánico, creado a finales del siglo XIX, cuando se plantaron los árboles y arbustos, y se le dio el aspecto actual a una zona verde que ya existía con anterioridad (se hizo siendo alcalde Eduardo Genovés, de ahí su nombre). En el parque, hay un centenar de especies vegetales, además de un vivero, en el que no se puede entrar, y un auditorio (el de la foto de abajo es un ejemplar, bastante llamativo, de palo borracho, que es el nombre común de la chorisia speciosa).



Realmente, por su ordenación y por su carácter, el Parque Genovés no está pensado para hacer pícnics en él, pero nosotros no llevábamos apenas parafernalia, solo unos bocadillos, así que no fue complicado comer allí. Luego, nos dimos una vuelta, para ir a ver la Gruta de la Cascada y el lago que tiene al lado. Ambos le acaban de dar al lugar un aire muy romántico, en el sentido más becqueriano de la palabra.



La siguiente foto es de marzo de 2008, que es cuando yo estuve en el Parque Genovés la otra vez, y da fe de lo agradable que puede llegar a ser el mismo. Su paseo central tiene los árboles podados al estilo inglés.


Tras la comida y el paseo, nos dirigimos hasta la Playa de la Caleta, la más propia de Cádiz. Es la que está junto al centro de la ciudad, por lo que es la playa gaditana histórica por antonomasia.


Yo, en ella solo he estado una vez en plan playero, siempre me ha pillado a trasmano, pero paseando la he visto a menudo, y en esta ocasión creo que la disfruté más que nunca, porque nos sentamos a tomar café en el Bar Club Caleta, un bar cuyo interior tiene un aspecto extremadamente cutre, pero que cuenta con una terraza que es una delicia.


Al Bar Club Caleta le tengo que dar un punto positivo, por algo que considero muy importante, y es que estuvimos en su terraza dos horas, habiéndonos pedido solo un café cada uno, sin que los del bar nos pusieran mala cara ni por un momento. En el resto de las mesas hubo movimiento continuo de personas, que estuvieron, en la mayoría de los casos, comiendo, a pesar de que era media tarde, pero nosotros éramos cuatro adultos con cinco niños, y nos tomamos una única ronda de bebidas, sin movernos del mismo sitio en ese tiempo. Se estaba en la gloria y se agradeció el detalle. Aun así, he de decir que, en la mesa de al lado, vi uno de los episodios más exagerados de chulería por parte de un camarero que he presenciado nunca: un cliente echó para atrás una ración de chipirones, porque decía que estos no estaban frescos, y el susodicho camarero, ni corto ni perezoso, metió sus dedazos en el plato sobre la marcha, agarró un chipirón y se lo zampó de un bocado, relamiéndose, ante la estupefacción del chico. Luego añadió, visiblemente irritado, que los chipirones estaban de escándalo, porque eran del día. Como es lógico, a continuación se llevó el plato, y luego intentó suavizar el arrebato con mil explicaciones. Por fortuna para él, el cliente, que en mi opinión había pedido demasiada comida y es verdad que tenía pinta de estarle echando un poco de morro, a ver si lograba no pagar lo que se iba a dejar seguro, optó por no decir nada. Después de todo, había conseguido su objetivo.

De cualquier modo, en nuestro caso no llegamos a pedir comida en el Bar Club Caleta, así que la crítica gastronómica la tendré que hacer en la próxima visita. Nosotros, en esta ocasión, el homenaje culinario nos lo dimos el domingo, a la hora del almuerzo, en el Burguer Yiyi, un lugar que nos parece mítico, y que está muy cerca del apartamento (ante la posibilidad de que el mismo deje de ser pronto nuestro piso franco, y de que la hamburguesería ya no nos coja tan a mano, decidimos darnos el gustazo de comer allí una vez más).


El Burguer Yiyi es el típico bar de barrio, en la que se puede comer de todo: perritos calientes, bocatas, tapas, pizzas, y, por supuesto, hamburguesas. El propio Yiyi es el que está tras la barra, y el lugar no es en absoluto refinado, pero es entrañable y barato, y si no se esperan florituras, no se come mal (me encanta el bocadillo Milagrito... jamón serrano, tomate natural y tortilla francesa). Además, se encuentra justo enfrente de la playa.


No se si podremos volver a Cádiz durmiendo en el apartamento, pero estoy seguro de que, en cualquier caso, la Tacita de Plata seguirá siendo un lugar por el que nos dejaremos ver cada cierto tiempo.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado CÁDIZ.
En 2000 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 35'7% (hoy día 78'6%).
En 2000 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 16'5% (hoy día 32'5%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado CÁDIZ.
En 2000 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 20'4% (hoy día 50%).
En 2000 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 4'1% (hoy día 19'5%).


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