1 de octubre de 2017

MARATÓN DE BERLÍN 2017

Cada año se celebran en el mundo más de 800 maratones. De todos ellos sobresalen seis, que son considerados como los más importantes, por su historia y porque reúnen a los mejores maratonianos del momento, pero también porque son los maratones más multitudinarios y los que acaparan más atención mediática. Son los World Marathon Majors. No todos los corredores tienen la necesidad de participar en ellos, pero sí es cierto que hay muchos maratonianos que acaban teniendo como objetivo correr alguna vez en esos grandes eventos, conociéndolos desde dentro.


A mí me encanta viajar y normalmente no me supone ningún problema dejarme seducir por el lado mítico de las cosas, así que tenía en mente desde hace tiempo correr algún Major. Hacerlo no es fácil, por lo que he tardado bastante tiempo en decidirme a intentarlo, pero este año me propuse no dejar pasar más tiempo e ir a por alguno. De esos seis maratones, solo dos son europeos, así que me resultó fácil hacer una primera criba a la hora de elegir destino. Ya solo me quedaba decidirme entre el de Londres o el de Berlín. El primero es en abril, es algo más caro y, además, en Londres ya había estado. Berlín, por contra, es una ciudad que no conocía y es más fácil dejarse unos días de vacaciones para septiembre, que es cuando se celebra el Maratón de Berlín, que adelantarlos a abril para ir al de Londres. La decisión, por tanto, no me resultó difícil. Con tiempo, hace unos meses, reservé mi plaza para la cita berlinesa del presente año, y este mes de septiembre he vivido por primera vez la experiencia de ir a correr una carrera formando parte de un grupo organizado y también, como no, he participado por primera vez en un Major.


No soy muy aficionado a ajustarme a paquetes a la hora de hacer viajes o excursiones, pero he de reconocer que en esta ocasión me ha resultado comodísimo ir a Berlín a correr su maratón estando incluido en un grupo (éramos 68 personas, entre corredores y acompañantes), porque a nivel organizativo todo me lo han dado hecho. En lo relativo a los planes turísticos la libertad ha sido absoluta, como a mi me gusta, pero toda la parafernalia que va unida a participar en un evento como un maratón en el extranjero me la he ahorrado, ha sido muy relajado: la agencia Running Travel buscó los vuelos, el alojamiento, ajustó los transfers desde el aeropuerto al hotel y gestionó la inscripción al maratón. Además, el sábado nos puso un autobús para llevarnos a la feria del corredor a recoger los dorsales. Por último, por parte de la agencia venía en el grupo César Corral, que iba a correr la carrera, de manera que nos acompañó, no solo a la feria, sino también a la salida. Lo mejor, sin embargo, es que el trato con César desde unos meses antes fue directo y personalizado, primero ajustó el viaje a nuestras circunstancias (estuvimos un día más de lo normal y las niñas eran las únicas menores del grupo) y, ya en Berlín, estuvo atentísimo a que todo cuadrara a la perfección. El hotel, por último, estuvo genial, así que se puede decir que nuestro estreno en este tipo de viajes fue redondo. Con un poco de suerte volveré a necesitar en el futuro de los servicios de alguna agencia para correr otros maratones en el extranjero y la verdad es que esta ya nos tiene ganados.


A la feria del corredor fuimos el sábado por la mañana. La misma estaba montada en STATION-Berlin, una antigua estación de trenes bastante monumental, construida a finales del siglo XIX y que en la actualidad funciona como palacio de congresos y exposiciones. En ella la organización fue perfecta y la recogida del dorsal fue automática. Luego, la feria en sí me gustó, aunque es como la del Maratón de Sevilla, sin ir más lejos, y además acabó estando un poco masificada, al llegar a las 9'30 aún se podía uno mover con un poco de soltura por allí, pero a las 11 cuando nos fuimos ya no se cabía y las colas estaban empezando a proliferar por doquier. Por suerte, nosotros madrugamos un poquito.


El día de la carrera la cita en la recepción del hotel era a las siete de la mañana, por lo que bajé a desayunar antes de las 6'30. Tampoco es que el madrugón fuera un problema, porque la noche antes de los maratones suelo dormir regular y en este caso dormí directamente mal. Por otro lado, las pequeñas rutinas que tengo establecidas antes de los maratones las tuve que adaptar: no cené pasta y el desayuno incluyó pan, que es algo que no suelo tomar a primera hora. En cualquier caso, intenté en los días previos cuidarme todo lo posible desde el punto de vista alimenticio, pero es evidente que no es lo mismo estar de viaje que estar en casa. Aún así, antes de bajar al hall pude ir al baño y, en principio, me quedé a gusto y tranquilo al respecto. Todavía no presentía que tenía una bomba de relojería en el vientre.

Lo de ir a la salida, como he dicho, fue muy cómodo. El grupo se juntó en la recepción con bastante puntualidad y solo tuvimos que seguir a César, que conocía el camino. El conjunto de corredores era de lo más variopinto: había gente cuyo objetivo era simplemente acabar antes del límite de las seis horas, pero en el otro extremo venía en el grupo Alhassane Bangoura, un guineano afincado en Sevilla que acabó ¡en el puesto 36! (marcó 2h19:01). Yo lo conocía de vista porque gana multitud de carreras en Sevilla y alrededores, en la foto de abajo es el que está atrás a la derecha con una gorra blanca, levantando el brazo (yo estoy el tercero por la izquierda).


En tren llegamos con mucha comodidad a la estación de Berlin Hauptbanhof y desde allí nos plantamos en el área acotada para la salida del maratón en unos minutos. La misma era enorme, y una vez en ella ya cada uno se buscó la vida por su cuenta (solo era accesible para los corredores y ocupaba un espacio muy amplio del Tiergarten). Dada la magnitud del evento y la amplitud de la zona de salida era imposible no marearse un poco en ella, pero hay que reconocer que con la información que nos proporcionaron no fue difícil acabar encontrando los caminos. La masificación no se percibió en absoluto. No tuve, por ejemplo, que esperar mucho para entrar en una letrina a hacer pis, y también me sorprendió que el guardarropa estaba compartimentado hasta tal punto que en cada sector solo se recogían la bolsas de 200 corredores, lo que se traduce en unos 200 compartimentos. Sin embargo, encontrar el de cada uno era fácil, así que dejar las cosas en el guardarropa fue rápido. Después, llegué a mi cajón de salida con facilidad, entré en él y pude avanzar hasta la parte de delante sin traba alguna. Faltaban 40 minutos que se me pasaron volando viendo el ambiente, escuchando al speaker y mirando en una pantalla gigante que tenía delante como se daban las salidas de las carreras de sillas de ruedas y de handbikes.


A pocos minutos para las 8'30 presentaron a los cracks que iban a participar en la carrera y eso acabó por convertir el momento en algo mítico. No en vano estaba allí, en mitad del Tiergarten de Berlín, rodeado por 40.000 personas y a unos pocos metros de tres de los mejores maratonianos del planeta, que se disponían a intentar batir el récord mundial (enumerar los méritos atléticos de Wilson KipsangKenenisa Bekele y Eliud Kipchoge me ocuparía un párrafo bastante largo, pero se pueden resumir sus hitos en una frase: los tres están entre los cinco mejores corredores de maratón de la historia).


El objetivo de los dos keniatas y del etíope era acabar en menos de 2h02:57. El récord del mundo vigente se estableció en Berlín en 2014, Bekele solo tenía que bajar su mejor marca 6 segundos, Kipchoge 8 y Kipsang 16. Finalmente la carrera la ganó Eliud Kipchoge, que atravesó la línea de meta en 2h03:32 (vaya como se ha puesto el tema del récord de maratón, que la novena mejor marca de todos los tiempos ya parece decepcionante...). En chicas ganó la atleta de Kenia Gladys Cherono, que hizo una marca alucinante (2h20:32). Sin embargo, como no se esperaba que batiera ningún récord y no marcó ni siquiera su mejor tiempo, se vio un tanto eclipsada de más por la grandeza del reto que afrontaron los hombres.



Hay que decir, en otro orden de cosas, que la climatología no acompañó, este maratón se disputa en el mes de septiembre porque en esta época en Berlín el clima suele ser el idóneo para correr (seco, soleado y fresco), pero esta vez no fue así. César me dijo que en los últimos siete años el día de la carrera solo había llovido una vez, pero este año tocó tener mala suerte (no tanta como en 2010, eso sí): por la noche cayeron chuzos de punta y me temí lo peor, al final nos mojamos corriendo, pero al menos no llovió hasta las 9 y eso facilitó los prolegómenos. Lo que sí es cierto es que la humedad, según dijeron, era del 99%, lo que es un palo. Allí en la salida, rodeados del boscoso Tiergarten, se notaba mucho. Por fortuna, solo hacía 13º, una buena temperatura.


Al darse la salida tardé más de dos minutos en poder echar a correr (no es mucho, teniendo en cuenta que estaba rodeado por 40.000 personas).


Luego paré a hacer pis detrás de unos arbustos antes de llegar al primer kilómetro. A partir de ahí ya todo fue rodado.

Al margen de la experiencia puramente deportiva, correr en Berlín me ha dejado grabadas en la memoria unas cuantas estampas de la ciudad que ocuparán para siempre un lugar muy especial entre mis recuerdos de la carrera. La primera de esas estampas, sin duda, fue de las más espectaculares, ya que antes de llegar al segundo kilómetro pasamos a los pies de la Columna de la Victoria. El día estaba gris y oscuro, se veía que no faltaba mucho para que empezara a llover de nuevo, pero en esas circunstancias el Tiergarten y la Columna, con su famosa estatua arriba, un poco entre brumas, lucieron espectaculares.

Mis primeros kilómetros fueron muy buenos, iba cómodo rodando por debajo de 5 minutos/km. Cuando iba por el kilómetro 4 el ambiente ultrahúmedo se convirtió en chiribiri y en el kilómetro 5 empezó a llover fuerte. La lluvia torrencial no duró mucho, pero el chispeo estuvo yendo y viniendo toda la carrera, aunque no resultó muy molesto, ciertamente. Quizás fueron los charcos que había en el suelo los que dieron un poco más la lata, porque fue imposible no acabar corriendo con los pies chorreando.


Pasado el kilómetro 6'5 atravesamos el Río Spree por Moltkebrücke (momento que recoge la foto siguiente) y nos dirigimos hacia el Reichstag, junto al cual pasamos antes de llegar al séptimo kilómetro.


Un rato después pasé el kilómetro 10 en 49:56. Iba rodando sin demasiado esfuerzo a un buen ritmo.

Otra cosa que me gustó del Maratón de Berlín fue la cantidad de bandas de música en vivo que vi animando el recorrido. Lo de animar a los corredores y a los espectadores colocando grupos de música a lo largo del trazado de la carrera es algo que ya se hace en muchos maratones, incluido el de Sevilla, y que a mí me encanta. Lo de Berlín, sin embargo, fue lo más espectacular que he visto, ya que había músicos casi en cada kilómetro. Eso hizo que viera de todo, desde un coro cantando una especie de salmodia, a varios grupos de auténtico rock que me dieron un buen subidón. Uno de los grupos, por ejemplo, estaba cantando Punk Rock Song de Bad Religion cuando yo pasé, y otro Wish You Were Here de Pink Floyd, pero lo que más me gustó fue escuchar en plena Kottbuser Tor, en el kilómetro 15, música rock con reminiscencias árabes (Kottbuser Tor es el corazón de Kreuzberg, que otrora fue el barrio bohemio de Berlín y hoy día es conocido como El Pequeño Estambul. Escuchar a un grupo de rock con aire turco en ese punto me pareció una aportación tremendamente auténtica).

Como he dicho antes, hasta el kilómetro 10 fui rodando cómodo, pero a partir de ahí empezaron los contratiempos. El primero y más lógico fue que empecé a ver que las piernas iban menos frescas que otras veces. Las dos jornadas anteriores habían sido bastante intensas, no quise dejar de conocer Berlín y aunque no fueron tan machacantes como podían haber sido en otras circunstancias, lo cierto es que pasamos dos días muy activos. Por ello, a partir del kilómetro 10 se me empezaron a ir segundos, ya corría un poco por encima de 5 minutos/km y es seguro que se debió a la falta de frescura. Sin duda, de coco fueron los peores momentos, porque faltaba mucho y me di cuenta de que la carrera se me iba a hacer larga.

La cosa, sin embargo, se puso peor muy rápido y la causa no tuvo nada que ver con las piernas. Tras hacer pis al principio la sensación interna había sido muy buena, pero tras la primera hora corriendo empecé a notar que no iba de vientre demasiado bien. En origen solo fueron leves retortijones, pero conforme avanzaba la carrera los apretones fueron siendo más fuertes. Aún así, pasé la media maratón en 1h45:54.

Poco antes del kilómetro 22 había quedado en verme por primera vez con María y con las niñas, ellas no se pegaron el mismo madrugón que yo, lógicamente, pero se movilizaron rápido y allí estaban. Verlas fue muy emocionante. Después mi ritmo pegó otro bajón, aún no superaba los 5:20 por kilómetro, pero el avance ya era notablemente más lento que al principio. Ese momento también fue complicado, porque ir a 5:20 en el kilómetro 25 es la confirmación de que el final no será cómodo. Sin embargo, si algo tengo ya a estas alturas es experiencia, así que me propuse llegar hasta el kilómetro 30 a ese ritmo sin mirar más allá, y conseguí ir relativamente desenganchado hasta ese punto.


Por desgracia, al pasar el kilómetro 30 los retortijones pasaron de castaño a oscuro y, por momentos, llegué a temer que no había conseguido evitar algún escape. Cada kilómetro que pasaba iba peor, el kilómetro 31 lo hice en 5:33, el 32 en 5:26 y el 33 en 5:50. A ratos tenía que correr apretando el culo, al principio los apretones habían sido molestos, pero ya lo iba pasando directamente mal, los mismos cada vez venían con más fuerza y tardaban más rato en pasarse.

En el kilómetro 34 vi a María y a las niñas de nuevo, esta vez en Kufürstendamm, cerca de nuestro hotel. Nada más que por eso el ritmo volvió a subir a 5:19 en esos 1.000 metros.


Luego, en el kilómetro 35 aguanté otro retortijón importante y ahí ya vi que o paraba o me lo hacía encima. Por suerte, el Maratón de Berlín estuvo bien surtido de letrinas a lo largo de todo el recorrido, en ese sentido también le doy un diez. Durante un rato seguí corriendo, que remedio, pero ya iba realmente agobiado, estaba a punto de liarla de verdad. Por fortuna, la letrina salvadora apareció cuando empezaba a darlo todo por perdido. Allí dentro me vacié como pocas veces. Hasta acabar del todo con el problema yo creo que pasaron por lo menos diez minutos. Tras ese periodo me noté liberado, salí y volví a correr. Los siguientes kilómetros no fueron malos, volví a rodar a 5:20 por kilómetro sin problema, nada más que por la sensación de ligereza interna. Fue el rato en el que atravesé Postdamer Platz, que fue otro de los puntos que se me han quedado grabados. En el kilómetro 39, en Leipziger Strasse, pasé justo por el punto donde el día anterior habíamos visto a los patinadores de la prueba de patines en línea del Maratón de Berlín. A ese momento corresponden las dos siguientes fotos.



Por desgracia, todavía quedaba un contratiempo en forma de flato. El mismo me vino en el kilómetro 40 y convirtió los dos últimos kilómetros en un suplicio. El dolor era insoportable y a duras penas pude avanzar dando saltitos durante el cuarto de hora que tardé en recorrer esos últimos dos mil y pico metros (abajo estoy atravesando la Pariser Platz, justo antes de llegar a la Puerta de Brandenburgo).


Los 2 últimos kilómetros no pude disfrutarlos como se merecían, pero pese a todo no me privé de pasar la mano por una columna de la Puerta de Brandenburgo al atravesarla por debajo y, en todo caso, que me quiten lo bailao: acabé el Maratón de Berlín en 3h48:58.


 


En otros maratones los momentos de disfrute han comenzado nada más atravesar la meta, pero en este caso no fue así. Estaba fundido como pocas veces, la lucha contra el estómago en la segunda media maratón me había dejado devastado. Aún así, cogí mi medalla, me quité el chip del cordón de la zapatilla y me dirigí al guardarropa. Estaba completamente empapado por la lluvia y el sudor, así que mi prioridad pasó a ser ponerme ropa seca. No se ni como encontré el guardarropa tan pronto, porque iba zombi y aquello era enorme, pero se ve que el piloto automático tiene más vida propia de lo que parece, porque inconscientemente fui directo al lugar donde tenía mi mochila. Cambiarme de ropa fue rápido y me sentó de maravilla. En ese momento ya sí me vine arriba y la vuelta al hotel en tren fue agradable, las piernas las tenía para el arrastre, pero después de 17 maratones es una sensación que ya se como afrontar sin traumas.

La experiencia maratoniana en Berlín me dejó un sabor agridulce por los problemas estomacales y de flato. Siempre me crea una cierta inquietud el pensamiento de que en este tipo de experiencias uno solo tiene una bala para gastar: de un mal maratón en Sevilla uno se puede desquitar doce meses después (doy fe), pero en lugares como Berlín el tren solo pasa una vez. Por fortuna, considero que no lo hice tan mal, deportivamente cumplí el mínimo y, en cualquier caso, la experiencia fue mágica, es difícil explicar con palabras lo que supone cumplir un sueño tan perseguido como acabar un Major, estando además en compañía de mi familia. Por otro lado, el fin de semana entero fue entrañable, salió redondo y, en conjunto, me dejó una sensación maravillosa que perdurará siempre.



Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 203.
% del Total de Carreras a completar: 20'2%.

Reto Atlético 51 MARATONES
Maratones completados: 17.
% del Total de Maratones a completar: 33'3%.

Reto 7 MARATONES 7 CONTINENTES
Completado Maratón en EUROPA.
En 2002 (año del primer Maratón corrido en Europa), % de Continentes en los que había corrido un Maratón: 14'2% (hoy día 14'2%).

Reto MARATONES DE LA UE
Completado Maratón en ALEMANIA.
% de Países de la UE en los que he corrido un Maratón: 14'2%.

Reto GRANDES MARATONES
Completado MARATÓN DE BERLÍN.
% de Grandes Maratones completados: 9%.


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