13 de agosto de 2016

IRLANDA 2016

La República de Irlanda es un país que tiene 70.273 km². Nosotros, aparte de los dos días que estuvimos en Dublín, pasamos en él una sola jornada. Es evidente que habrá que volver.

No obstante, lo importante no es la cantidad de cosas que uno vea al viajar, sino extraer bien el jugo a lo que se visite. En nuestro caso, desde que salimos de Dublín con nuestra flamante furgoneta alquilada, hasta que atravesamos la invisible frontera que separa la República de Irlanda del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, vimos dos interesantes lugares a los que sacamos todo el partido posible. Lástima que la visita al tercero acabara en chasco monumental.

Como he dicho, para movernos durante tres días por Irlanda y por Irlanda del Norte alquilamos una furgoneta de 12 plazas en Dublín. Conducir ese vehículo tan tocho y encima circular por la izquierda y con el volante en el lado derecho requiere un esfuerzo que yo me escaqueé de hacer. Fue mi cuñado Diego el que, semanas antes del viaje, se ofreció para hacer de chófer, de manera que fue él el que se comió con patatas casi todos los desplazamientos. Sólo María le echó un cable en un par de ratos.



Por desgracia, la jornada irlandesa de nuestro road trip empezó con el chasco al que antes hacía referencia. En efecto, en nuestra primera parada pensábamos ver Newgrange, el yacimiento arqueológico más importante de Irlanda (el mismo aparece en mi lista de maravillas del mundo que hay que conocer). Lamentablemente, nos fuimos sin haberlo visto.

Newgrange es un pasaje funerario de una importancia incalculable, ya que fue construido entre el 3.300 y el 2.900 a. C. (500 años antes que la Gran Pirámide de Guiza, por ejemplo). Realmente, forma parte de un complejo funerario más amplio llamado Brú na Bóinne.



Brú na Bóinne es uno de los dos lugares Patrimonio de la Humanidad que hay en Irlanda y está formado por tres tumbas megalíticas diferentes: Newgrange, Knowth y Dowth. Son visitables las dos primeras.

El caso es que deberíamos haber previsto que un vestigio de tanta importancia y que está, además, a tan solo una hora de Dublín, iba a estar petado de gente. Al llegar allí nos pusimos en la cola con presteza, pero en seguida nos informaron de que las próximas visitas con plazas libres eran ya por la tarde...

En ese momento se plantearon dos opciones: o esperar y verlo todo, o bien ver el Centro de Visitantes, que era lo único que se podía visitar de inmediato, y marcharnos. En mi opinión, una vez que ya estábamos allí y ante el hecho evidente de que aquello merecía la pena, hubiera sido preferible adaptar la jornada a las nuevas circunstancias, mejor que cubrir el expediente en Brú na Bóinne y seguir con el plan pensado: yo me hubiera saltado la siguiente visita que estaba prevista y le hubiera sacado todo el jugo al yacimiento megalítico. Mi familia, sin embargo, opinó que con ver el Centro de Visitantes ya era suficiente y que esperar para ver las tumbas no merecía la pena. Para mí, ver un centro de visitantes sin explorar también lo que interpreta es como ir a un concierto y encerrarse en los servicios a escucharlo por la radio. Sin embargo, no quise ser malaje ni cortarle el punto a nadie, no estaba solo, no era yo el que se había currado la planificación del viaje y, además, allí no era yo el protagonista (era el viaje sorpresa de mi madre y ese día era su cumpleaños), así que decidí acatar la voluntad de la mayoría sin numeritos y recorrí con resignación las salas del Centro de Visitantes. Sufrir en silencio el mosqueo ayudó a que fuera más fácil relativizar el asunto, de manera que al finalizar la visita ya estaba más relajado.

Al acabar, ya era la hora (irlandesa) de comer y ante la duda de adonde ir a almorzar, una vez que cogiéramos la furgoneta, pensamos que hacerlo en la cafetería del Centro de Visitantes era una buena idea. Yo en eso estuve de acuerdo, pero el hecho de acabar yéndonos de allí, entre pitos y flautas, apenas un rato antes de que comenzara la visita a la que nosotros podríamos habernos apuntado, me volvió a punzar el estómago.

Tras el fracaso de Newgrange temí que el resto de la jornada fuera a ser un desastre, en lo que a conocer sitios se refiere. Por fortuna, no fue así. La tarde fue muy divertida y aunque los dos sitios que vimos no tienen la importancia de Brú na Bóinne, la verdad es que ambos merecieron la pena y ayudaron a que el chasco anterior ya no pareciera tan grande.

El primero lugar que visitamos por la tarde fue Mellifont Abbey, una abadía que está muy destruida, pero que conserva la estructura de lo que fue. Sobre el terreno y con la ayuda de los carteles que hay repartidos por la zona, puede uno hacerse una idea de como estaba distribuido el complejo monástico.


Realmente, los monjes vivían allí con poco, eso queda claro: se aprecia bien que las estancias eran pequeñas y modestas. Aparte, debían pasar allí un frío apañado...

En el recinto puede contemplarse la base de un gran torre cuadrada, las ruinas de una iglesia (sobre el suelo se observa bien su planta de cruz latina) y un curioso edificio de planta octogonal conocido como el lavabo (ese es su nombre real, no es una traducción mía), que era usado por los monjes para asearse.





La última parada de la jornada fue Monasterboice (Mainistir Bhuithe en irlandés). Hoy día es, básicamente, un cementerio que está en uso (hay tumbas muy recientes), en cuyo interior se conservan las ruinas de dos iglesias del siglo XIII, una torre circular y la cruz celta más importante de Irlanda, junto con otras dos que también destacan. Originalmente, allí hubo un monasterio que fue fundado por San Buite a finales del siglo V y que se mantuvo como un importante centro religioso y de enseñanza hasta que se erigió, a unos kilómetros, Mellifont Abbey en el siglo XII y empezó a decaer.



En la actualidad, del monasterio de San Buite no queda casi nada. Las iglesias conservan gran parte de los muros, pero poco más, teniendo en cuenta, por otro lado, que datan ya de la época en que el monasterio estaba muy venido a menos. La torre sí está en buen estado, aunque está cerrada. La misma llama la atención por su altura (casi 30 metros) y por ser de base redonda. La tipología de torres medievales circulares es llamativa y se encuentra fundamentalmente en Irlanda, por lo que fue interesante ver la de Monasterboice, que es, además, una de las más altas del país. Por lo visto, su finalidad era defensiva en el monasterio (ponerse a salvo, vamos), de hecho este tipo de torres tenían la puerta un buen puñado de metros por encima del nivel del suelo para dificultar la entrada en ellas a las personas no deseadas, en épocas en las que la isla de Irlanda no era precisamente un lugar seguro. La puerta de la torre de Monasterboice ya no está tan alta, porque el suelo ha subido, pero, aún así, para llegar a su nivel hace falta una escalera, que hoy día ya está fija.



En cualquier caso, son las cruces de piedra arenisca los elementos más destacados del complejo. La más importante es la Cruz de Muiredach, que mide 5'2 metros. La misma está cubierta de bajorrelieves con imágenes que servían para contar las historias bíblicas partiendo de un elemento gráfico.


Las cruces que están al norte y al oeste del cementerio también son buenos ejemplos de este tipo de estructuras. La Cruz del Oeste o Cruz Alta mide casi 7 metros e impresiona por su tamaño, pero está muy desgastada y en ella solo se pueden medio distinguir 12 paneles con escenas.


La tercera cruz, que es conocida simplemente como la Cruz del Norte, es la menos llamativa de todas, entre otras cosas porque lo que es la cruz en sí, que tiene mucha menos decoración, está colocada sobre un fuste liso añadido posteriormente.

Poco después de salir de Monasterboice nos adentramos en Irlanda del Norte y ya no regresamos a Irlanda del Sur hasta la noche del último día. El camino de vuelta a Dublín desde el norte lo hicimos del tirón y, tras la breve visita a Carrickbrack Heath, nos dirigimos al hotel donde pernoctamos, que estaba cerca del aeropuerto (de hecho, al igual que éste, no se encontraba dentro de los límites de la ciudad de Dublín, sino que estaba a las afueras de Swords, una ciudad colindante a la capital). El hotel, llamado Premier Inn Dublin Airport, estuvo muy bien, porque era espacioso y moderno, aunque era el típico alojamiento de paso un tanto impersonal, lleno de gente que está allí porque tiene que coger un avión al día siguiente. Me gustó bastante su restaurante, llamado Thyme British Bar + Grill, ya que estuvo muy agradable para cenar y tenía una amplia carta. Por la mañana, nuestro vuelo de vuelta a España era a primera hora de la tarde, pero desde temprano hubo que movilizarse para ir a devolver la furgoneta y para hacer el check in en el aeropuerto. Aun así, tuve tiempo de salir a correr muy temprano por los alrededores del hotel y me resultó curioso que el mismo, además de tener enfrente un gran centro comercial, estaba cerca de un complejo de grandes empresas llamado Airside Business Park. Allí están las oficinas centrales de Ryanair, por lo que es el lugar donde se cocina el polémico modus operandi de esta célebre compañía irlandesa.


Reto Viajero TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO
Visitado IRLANDA.
De los 44 Países del Mundo que están en Europa, % de visitados: 34'1%.
De los 196 Países del Mundo, % de visitados: 8'2%.


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