28 de julio de 2016

LLANES 2016

El concejo de Llanes es uno de los más turísticos de Asturias, porque está plagado de atractivos: sus playas son una maravilla, tiene acantilados de vértigo, en el interior no falta la montaña, y su capital municipal tiene un casco histórico precioso y una vida veraniega inigualable.

Quitando 2004, desde 1997 a 2006 todos los veranos fui unos días, con mis padres y con mi hermana, a una casa rural llanisca llamada La Montaña Mágica, que se encuentra en un lugar idílico, en medio del monte, un poco más arriba de la aldea de El Allende. Durante esos años, ya tuve ocasión de conocer este y otros núcleos de población del concejo, incluida, por supuesto, la villa de Llanes, que cuenta con unos 5.000 habitantes (el concejo supera los 13.000).


De tanto ir para allá cada año, mis padres se acabaron enamorando de la zona, hasta el punto de que compraron una parcela en 2006, y se hicieron una casa en La Galguera, una pequeña aldea residencial que está a cinco minutos de Llanes capital. Desde entonces, salvo en 2008, he ido allí todos los años, en algunos casos más de una vez. A estas alturas, he visitado la mayoría de las principales atracciones del concejo. No obstante, siempre hay cosas nuevas por explorar, y nunca disgusta volver a los lugares preferidos.

De todos los pueblos del concejo, como es lógico es La Galguera el que mejor conozco. Allí no hay pisos, ni pareados, ni adosados. Es una localidad formada por casas levantadas en parcelas independientes. Lo que sí hay son cuatro pequeños alojamientos rurales, y también se conserva el Lavadero y una pequeña casita, que se utilizaba para las reuniones vecinales. Al principio, ambas construcciones estaban bastante abandonadas, pero los vecinos han trabajado duro para rehabilitar y mantener el patrimonio común que tienen.



Los primeros años, también estaba muy degradado el edificio que, en el pasado, hizo las veces de escuela. Casi daba miedo verlo.



Desde hace un par de años, ya está arreglado, y ahora se ha habilitado como vivienda. En la explanada de hierba que tiene delante, incluso se ha instalado una zona de juegos infantiles, en la que Ana y Julia disfrutan bastante a menudo.

En la actualidad, al parar en casa de mis padres, en La Galguera, las visitas al pueblo de Llanes son, en muchos casos, eminentemente funcionales. Cierto es que el turismo nunca falta en nuestros veraneos, pero, en el día a día, es habitual que vayamos a Llanes a hacer simples mandaos. En esta ocasión, por ejemplo, hemos ido a recoger una tarta, a la zapatería, al supermercado, al médico y a la farmacia. No obstante, también hemos dado un par de paseos por la localidad, que se podrían considerar como turísticos. De hecho, he visto por dentro, por primera vez, la Capilla de la Magdalena, una iglesia románica, pequeña y muy simple (tiene una sola nave), que está situada en la plaza del mismo nombre, en pleno centro histórico llanisco. El templo original que había en ese emplazamiento, era la parroquia primitiva de la población, en el siglo XII o XIII. El que ahora observamos, es fruto de profundas remodelaciones, pero conserva la estructura de planta rectangular de la ermita primigenia, así como la cabecera recta y la puerta de arco apuntado.


A la espalda de la iglesia, hay una escalerita, que baja a la Calle El Muelle, donde, en verano, siempre hay puestecillos y mucha animación.

La Plaza de la Magdalena no solo alberga la Capilla, sino que también es un epicentro de bares. En ella, está la Sidrería El Bodegón, el primero de nuestros mesones de referencia en el casco histórico de Llanes. Este año, el último día, antes de volvernos, fuimos allí a cenar, para poner el broche de oro a esta parte de las vacaciones, y nos tomamos unas rabas supertiernas, pixin (como llaman en Asturias al rape), y, por supuesto, una botella de sidra compartida (yo soy más de cerveza, pero una sidra es preceptiva en momentos así).


La otra taberna que nos gusta en Llanes, a la cual también fuimos María y yo este año, a tomar una caña rápida, el día que fuimos a la farmacia, es la Sidrería La Casona, que hace esquina entre la Plaza de la Magdalena y la Calle Mayor. Sentarse un ratito en esta calle, en la puerta de alguno de sus muchos bares, es todo un espectáculo, porque el tránsito de gente es incesante.


A La Casona y a El Bodegón no vamos siempre, pero el sitio adonde no he faltado ni una sola de las veces que he ido a Llanes, ha sido al Restaurante El Sucón, que está dentro de los límites del concejo, pero tirando para el interior, metido ya en plena Sierra del Cuera. Allí, junto a la carretera y entre prados, se come la mejor fabada y el mejor cabritu con patatas que yo he probado jamás. El lugar nos lo recomendó un autóctono, el primer año, y, desde entonces, nunca hemos faltado a la cita (también está deliciosa la tarta de queso).


La segunda población en importancia, en el concejo de Llanes, es Posada. Es un pueblo mucho más funcional que la capital, y no tiene demasiado atractivo. Cuenta con unos 850 habitantes. Originalmente, el asentamiento se formó en torno a la casa solariega de la familia Posada. Luego, en el siglo XIX se creó allí un mercado, que contribuyó a la consolidación de la localidad, y, ya en el siglo XX, con la llegada del tren, la expansión de esta alcanzó su cenit.


Actualmente, es un pueblo normal y corriente, pero tiene todos los servicios, y, en ocasiones, resulta más cómodo parar allí, para las cosas prácticas, que meterse en el meollo de Llanes, aunque Posada quede menos cerca de casa de mis padres que la capital del concejo. Este año fuimos a la zapatería (de nuevo), y las circunstancias quisieron que, ese día, María y yo tuviéramos que hacer tiempo, esperando a las niñas y a los abuelos, de manera que decidimos tomarnos una relajada cerveza en el Café Moderno (que ya tiene poco de moderno). Lo mejor que tiene este bar es que da a la Plaza de Parres Piñera, la principal de la población, que, sin ser nada del otro mundo, está muy agradable para sentarse en ella. En Posada, también me resulta entrañable pasar por delante de La Corredoria, el campo del Urraca Club de Fútbol. A pesar de tener este nombre tan curioso, el Urraca es el equipo de fútbol de Posada. En las últimas temporadas ha jugado en Tercera División, por lo que ha prosperado, desde la época en la que yo me hice estas fotos de aquí abajo, cuando aún militaba en Primera Regional y se podía uno asomar al terreno de juego sin problemas. Ahora, se ha dejado de ver lo que sucede dentro.



Realmente, como turista, el núcleo que merece más la pena en el concejo de Llanes es la propia capital. Su casco antiguo es Conjunto Histórico-Artístico desde 1971, ya que ha conservado, en buenas condiciones, su fisonomía medieval, pese a los incendios y a las vicisitudes que ha sufrido. En efecto, el centro de Llanes es un entramado de callejuelas empedradas, llenas de casitas bajas, muy cuidadas.

Aparte, en Llanes está uno de nuestros lugares preferidos en Asturias: el Paseo de San Pedro. Raro es el año que no nos asomamos a él, aunque sea un rato corto. Se trata de un maravilloso paseo, con el piso de hierba verde, que sale prácticamente de la Playa del Sablón, y que no tiene fin (en un momento dado, cuando el pueblo se acaba, se convierte en una ruta senderista).



La costa llanisca es famosa por sus impresionantes acantilados, y por las playitas casi paradisiacas que se abren en los mismos. El Paseo de San Pedro, construido en 1847, va todo el rato asomándose a la parte de esos acantilados que están en el lado occidental de la villa de Llanes.



Además, desde el Paseo hay unas impresionantes vistas de la Sierra del Cuera, de la villa y de Los Cubos de la Memoria. Los Cubos son un original diseño que hizo Agustín Ibarrola, en los bloques de hormigón del espigón del Puerto, en 2001.
 

Ha habido años que hemos recorrido el Paseo hasta el punto en que el mismo pasa a convertirse en un sendero sobre rompientes. Este 2016 no anduvimos tanto, pero nos fuimos contentos por haber cumplido con la tradición.


Aparte, la última noche, tras cenar en El Bodegón, nos dimos una vuelta por algunas de las calles más emblemáticas del centro. Nuestro objetivo no era otro que ir a por un helado, pero esto nos hizo andar por parte del meollo llanisco: recorrimos la Calle Mayor, con sus imponentes casonas, y la Calle Manuel Cué, que está llena de restaurantes, pasamos por el final de la Calle El Muelle, y atravesamos el Puente de las Barqueras, que cruza la ría que forma el Río Carrocedo al desembocar en el mar.

En época medieval no había puente en la ría, y esta se atravesaba gracias a unas barcas, que comunicaban el actual Barrio de las Barqueras, con lo que hoy consideramos el centro, que entonces estaba amurallado aún. Precisamente, junto al extremo del puente que da al Barrio de las Barqueras, en la Calle Marqués de Canillejas, hay un puesto de la mítica Heladería Revuelta. Allí fue donde todos nos pegamos nuestro pequeño homenaje helado (yo me tomé un delicioso corte de nata).


Luego, bordeamos la ría por su lado sur (a ella se asoman, en ambas orillas, un montón de casas con bonitas fachadas), y volvimos a cruzar a la parte del centro por la pasarela que inauguraron en diciembre de 2015. Hasta entonces, el Puente de Las Barqueras era un embudo, y resultaba bastante pesado que fuera la única vía de comunicación que salvaba la ría. Con este nuevo puente, se puede hacer un recorrido circular, que permite recorrer esta por ambos lados, regresando al punto de partida sin tener que desandar el camino.

Así pues, nosotros, gracias al nuevo paso habilitado, pudimos cruzar a la Calle Tomás Gutiérrez Herrero, pasando junto a los barcos del Puerto de Llanes, que llegan hasta el fondo de la ría. En esta zona, el graznido de las gaviotas y el olor marinero te sumergen en un ambiente muy pintoresco. Del siglo XV al XVIII, Llanes fue uno de los puertos más relevantes del norte de España. Hoy día, sigue habiendo movimiento real de pescadores cada jornada, pero el desarrollo turístico ha hecho que un importante sector del muelle esté al servicio de las embarcaciones de recreo.

Nuestro paseo acabó en La Moría, que nada tiene que ver con las Minas de Moria de El Señor de los Anillos. La Moría de Llanes es un fuerte, que protegía, desde el siglo XVI, la entrada al Puerto, con unos imponentes cañones, los cuales aún siguen allí.


La Moría es otro buen lugar para ver Los Cubos de la Memoria con perspectiva. Este año, precisamente, escuché allí a un señor despotricar contra ellos. Respeto todas las opiniones, pero a mí me encantan. De hecho, una foto de los mismos adorna el salón de mi casa.


Me gusta mucho Llanes. En verano es un auténtico hervidero a todas horas. El marco de ese ambiente es una preciosa villa de origen medieval, muy cuidada y con edificios bien conservados. El entorno de la Playa del Sablón también merece la pena. Otrora, fue la zona extramuros de la ciudad, y allí se conservan unos 300 metros de su Muralla de origen medieval. En esa parte, está la Torreón de Llanes, una torre románica en la cual se ubicaba, hasta hace poco, la Oficina de Turismo.


Al tener mis padres una casa en La Galguera, seguiremos yendo a Llanes con frecuencia. Sin duda, en el futuro volveremos a sitios ya conocidos, pero también es seguro que conoceremos lugares, que aún nos quedan por visitar.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado LLANES.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 13'3% (hoy día 53'3%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'8% (hoy día 31'7%).


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