27 de julio de 2016

RIBADESELLA 2016

Entre el día que hicimos la Ruta del Cares y el día que visitamos los Lagos de Covadonga pasamos una noche en Ribadesella, uno de los pueblos más emblemáticos del oriente asturiano. Las niñas dormían con los abuelos, así que teníamos una buena oportunidad para inventar algún plan nocturno, pero lo cierto es que, tras haber andado 28 kilómetros a lo largo del día, no nos quedaban demasiadas fuerzas a María y a mi para hacer grandes alardes. 

Pese a esto, desde las seis de la tarde que llegamos al pueblo hasta las ocho de la mañana del día siguiente, momento en el que nos fuimos, tuvimos ocasión de ver unos cuantos lugares interesantes de la población.

En los veinte años que llevo pasando unos días de verano en Asturias he estado en el concejo de Ribadesella varias veces. En el mismo conozco dos bonitas aldeas, tan pequeñas que tienen menos de 100 habitantes. Son Vega (en el pueblo estuve en 2009, pero por esa zona lo que más he visitado es la Playa de Vega/Berbes, una de las mejores del este de Asturias) y Cuevas, un pueblito cuyo único acceso para vehículos es un túnel natural de 250 metros llamado La Cuevona.


Aparte, en la propia villa de Ribadesella (3.100 habitantes) antes de este año había recorrido ya parte del centro histórico un par de veces, había subido a la Ermita de la Virgen de la Guía por el Paseo de la Grúa y había entrado en 1997 en la Cueva de Tito Bustillo.

También recorrí las calles del pueblo al amanecer del día del Descenso Internacional del Sella del año 1997 (nos movilizamos muy temprano para ir a ver la salida de la prueba piragüista a Arriondas). Tenía, en aquella ocasión, veinte años, por lo que ya había visto y vivido unos cuantos desparrames, pero la imagen de Ribadesella tomada por cientos de jóvenes que dormían por todos los rincones del pueblo me impresionó bastante (algunos no dormían, solo lo intentaban, y había muchos que se esforzaban en continuar la fiesta como fuera). Ribadesella la noche previa al primer sábado de agosto, día en el que se disputa la célebre competición en el Río Sella, es una auténtica locura. Hace años tuve la tentación de experimentar en mis carnes esa fiesta, pero no lo hice y, hoy por hoy, ya prefiero disfrutar de Ribadesella de una manera menos hardcore. Ahora me dan un poco de pereza ciertos excesos, tengo ganas de marcha, pero de un tipo menos juvenil.

Sí nos acercó, sin embargo, al espíritu juvenil nuestro alojamiento de esta ocasión en el pueblo, una habitación de alquiler que encontramos por un módico precio en Airbnb. Nuestro anfitrión resultó ser un joven de veintipocos años, recién trasladado a Ribadesella por motivos laborales, que había decidido realquilar una de las habitaciones del piso que se había buscado para vivir él. El chico resultó ser buena gente, un tío tranquilo, pero por momentos me vi teletrasportado a mis dos años de estudiante en Granada. Su piso no era un desmadre, el mío en Granada tampoco lo fue, pero en los detalles se notaba que allí vivía, sin compañía, un joven despreocupado de la vida. Reconozco que por momentos me sentí un poco cutre, con casi 39 años durmiendo en una habitación pelada alquilada a un casi-adolescente y usando su cuarto de baño. Afortunadamente, no siempre es así, María y yo también hemos tenido nuestros momentos Parador de Turismo, pero en esta ocasión primaba el objetivo marcado, que era aprovechar dos días en plan senderista. Para llegar hecho polvo, echarse a dormir, pegarse el madrugón y marcharse al amanecer tampoco merece la pena gastarse una pasta en un super hotel romántico. Me quedé con ese consuelo.

Lo que sí hicimos, venciendo a la pereza, fue salir a eso de las siete a dar un buen paseo por Ribadesella. Para empezar, aparcamos en la Calle del Coronel Bravo y bordeamos el Puerto de Ribadesella.


Luego cruzamos el Puente de Ribadesella, que atraviesa el Río Sella uniendo las dos partes de la población, y nos dimos una vuelta por el Paseo Marítimo Princesa Letizia, que hace de separación entre la desembocadura de ese río y el centro.


El centro de Ribadesella es una especie de cuadrícula, de manera que una vez que nos introdujimos en él nos movimos por amplias calles que son rectas y por plazas que son cuadradas: anduvimos la Calle del Comercio, la Plaza Nueva, la Calle Gran Vía de Agustín Argüelles y la Plaza de la Reina María Cristina, donde está el Ayuntamiento (ubicado en el Palacio Prieto-Cutre).


Todo el centro tenía muchísima vida a esa hora, entre otras cosas porque es, en gran parte, peatonal y porque es una zona llena de bares y comercios.

De la Plaza de la Reina María Cristina sale la Calle López Muñiz.  Allí cenamos, en la Vinatería La Mar Salada, frente a la Iglesia de Santa María Magdalena.


La cena estuvo rica, nos tomamos unas tostas, una ensalada y un par de cervezas cada uno, sentados en una mesa que daba a la calle peatonal, en una zona que está llena de bares y que estaba en plena efervescencia. La cena tuvo su pequeña anécdota: al pedir la cuenta la camarera se olvidó de cobrarnos la ensalada, que era lo más caro (sin ella pasábamos de 22'30 euros a 13'30, nada más y nada menos). Nuestros diablillos y nuestros angelitos tuvieron una breve discusión encima de nuestras cabezas, pero, al final, decidimos ser honrados y le dijimos a la chica que la cuenta no estaba bien, 9 euros es bastante para nosotros, pero también lo es para los del bar. Lo que hizo que María y yo nos echáramos unas risas fue que la camarera, que sirvió bien, pero que tenía un aire un tanto pasota, lejos de darnos las gracias, nos pidió disculpas por la equivocación ("que no te he cobrado la ensalada... ummm, pos vale, si tú quieres yo te la cobro, perdona...". Realmente, lo único que dijo fue "perdona", lo demás fue comunicación no verbal, pero María y yo no pudimos evitar reírnos un poco). Yo te perdono, no te preocupes, no te guardo rencor por querer invitarme a una ensalada.

Historias aparte, el centro de Ribadesella ya lo conocíamos de otros años, pero esta visita tuvo una novedad que es digna de reseñarse: nos alojamos en la parte de la población que da a la Playa de Santa Marina y por esa parte apenas había estado.


Por el Paseo Agustín de Argüelles Marina, que da a la playa, caminamos un rato. Desde allí las vistas del Monte Corberu, que está coronado por la Ermita de la Virgen de la Guía, son preciosas.


La playa, con sus más de mil metros de longitud, es, para mi, con permiso de la Playa de San Lorenzo de Gijón, la mejor playa urbana de Asturias. Hasta el siglo XIX, cuando esa zona no estaba comunicada mediante un puente con lo que, por aquel entonces, era Ribadesella, la Playa de Santa Marina era un arenal virgen. El Puente de Ribadesella se inauguró en 1898 e hizo que se empezaran a construir villas, palacetes y chalets modernistas en los alrededores de la playa, que ahora es una agradable zona residencial. Con ese paseo final dimos por terminados los pateos del día y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente madrugamos y nos fuimos a desayunar. Decidimos parar en el Café José, que estaba cerrado aún, pero que tenía movimiento en el interior y gente esperando fuera. Craso error. El bar tardó en abrir y su cafetera tardó en calentarse, de manera que para cuando nos fuimos ya íbamos tarde para subir a los Lagos con nuestro coche. Después vimos que en la parte más cercana al centro había más bares, abiertos y bien abiertos a esa hora. En cualquier caso, no se puede aprovechar más media tarde en Ribadesella. Habrá más visitas, seguro.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado RIBADESELLA.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 6'7% (hoy día, confirmada ya esta visita en 2009, 53'3%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'6% (hoy día, confirmada ya esta visita en 2009, 31'7%).


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