15 de noviembre de 2019

ALMONTE 2019 (VISITA DE NOVIEMBRE)

El pasado sábado, apenas un par de horas después de acabar el examen que me ha tenido exprimido desde hace varios meses, María, las niñas y yo tiramos para nuestra playa más cercana, con la idea de echar el resto de la jornada. Yo estaba mentalmente muy cansado, y necesitaba un poco de aire puro, salió un día magnífico y desde que trabajo los fines de semana no está la cosa como para desperdiciar tardes de sábado libres, por lo que llegamos a Matalascañas a la hora de comer con la idea de disfrutar del aroma del mar y de la luz que regala la costa de la provincia de Huelva en cualquier época del año.


Este es el tercer post que le dedico a Matalascañas el presente año, no es la pedanía almonteña un lugar que se merezca una narración tan exhaustiva de mis visitas a ella y podría, por tanto, haber prescindido de este artículo, pero el examen que he hecho se que, a la larga, marcará un antes y un después en mi vida, por lo cual me apetece dejar por escrito como fue la tarde que pasamos después de que yo lo diera por finiquitado. Esa tarde transcurrió en Matalascañas, por lo que este enclave ha entrado por derecho propio a formar parte de esta etapa de mi pequeña historia personal y eso es, al fin y al cabo, lo que hace que vuelva a ser protagonista en En Ole Väsynyt

Matalascañas es un sitio que está volcado a su maravillosa playa y, por tanto, a mediados de noviembre no se puede decir que sea precisamente un foco de intensa actividad. Para mí eso, lejos de ser un problema, es un atractivo extra. Sin embargo, el sábado necesitábamos, antes de nada, dar con alguno de los lugares para comer que en Matalascañas aguantan abiertos todo el año. Mi primera idea fue ir a ver si estaba operativo el Chiringuito El Navegante, en el que estuvimos comiendo en 2010 y que está justo en el extremo este de la localidad. Junto a él comienza el Parque Nacional de Doñana, como queda patente por la cercana valla que corta la playa y se adentra en el mar. Esa empalizada está abierta y no impide el paso real, pero sí recuerda que lo que hay más allá es un espacio natural altamente protegido.


Por desgracia para nosotros, un chiringuito ubicado en un sitio así es de los primeros que echan la cancela en cuanto la temporada de verano termina, por lo que nos lo encontramos cerrado.


Aún así, dado que nos habíamos ido hasta el límite este de Matalascañas, que es un lugar donde no había estado desde que escribo en este blog, decidimos intentar encontrar por allí algún otro sitio para almorzar que estuviera abierto, en vez de ir al extremo oeste de la población, que es la parte de la que ya he hablado en otros post. Pronto vimos que todos los chiringuitos que hay a esa altura en el Paseo Marítimo estaban cerrados, así que nos alejamos un poco del mar y nos internamos en un sector que es eminentemente residencial y que está compuesto principalmente de viviendas unifamiliares con jardines privados.


En una zona así es evidente que no abundan los negocios de restauración, pero finalmente encontramos sin mayores problemas un lugar perfecto que se ve que no cierra en invierno.


Se trata del Bar Restaurante Benelux, que está como en tercera línea de playa y que es el típico lugar sin ínfulas de ningún tipo donde te puedes quitar el hambre tomando unas raciones por poco dinero. Se ajusta al perfil de restaurante de barrio en el que prima más la cantidad que la calidad de la comida. De todos modos, en ese momento era lo que buscábamos. Además, el bar tiene una terraza que es perfecta para los días de fuera de temporada en los que va uno buscando el sol como un lagarto.

En definitiva, en el Bar Restaurante Benelux Ana y Julia se zamparon sendos serranitos de un tamaño considerable, María pidió calamares fritos y yo me pedí un tomate aliñado que estaba criminal y un montadito de pollo que resultó ser medio bocadillo de filete con patatas precocinadas, pero ya digo que yo iba buscando un lugar tranquilo donde despejar mi mente y comer al sol con mi familia, y eso lo encontré en ese restaurante. Fue de esas veces en las que disfrutas del momento del almuerzo sin que te importe una mierda lo que te pongan por delante.


Después de comer llegó el momento de acercarnos al mar y fuimos de nuevo en dirección al Paseo Marítimo por la bajada más cercana.


Por lo que pude ver, el Paseo Marítimo por ese lado también es estrecho y tiene los muros de la primera línea de casas dando directamente a él. Sin embargo, a finales de otoño su morfología y su disposición son secundarias gracias a la inmensa playa a la que se abre.


Nosotros echamos un par de horas en la playa disfrutando de la amplitud, la tranquilidad, el fresco aire marino y el sol otoñal. A mí la combinación de esos cuatro factores me proporcionan un placer y una tranquilidad de espíritu difícil de explicar. Matalascañas como población no es un lugar bonito, pero si se le da la espalda a las casas y a los pisos ofrece una playa que quita el sentido. Por eso no me canso de ir.



Aún así, a finales del otoño cuando el sol deja de calentar lo suficiente la temperatura cae en picado. En ese momento nosotros salimos de nuestro universo paralelo, abandonamos la Playa de Matalascañas y nos fuimos para el centro de la localidad con la idea de merendar.


Como ya he dicho otras veces, en Matalascañas el centro no está en medio de la población, sino en el extremo oeste. Allí se encuentra la zona comercial, que está formada por un curioso entramado de estrechas callejuelas que se asemejan a las de un zoco. La diferencia es que aquello no tiene un aire moruno, sino que el ambiente más bien parece sacado de un barrio del extrarradio de una gran ciudad.



En cualquier caso, aunque la tranquilidad era también la nota predominante en aquella parte, no fue difícil encontrar un lugar para tomar un café y para que las niñas se pidieran unos pasteles.

Después de la merienda en la Cafetería La Naranja nos acercamos paseando al Faro de Torre la Higuera y apuramos hasta que el sol empezó a desaparecer por el horizonte.


La caída de la tarde señaló el momento en el que ya tocaba volver a casa, con ese cansancio tan característico y tan agradable que tiene uno cuando ha pasado gran parte del día al sol y recibiendo aire del mar en la cara.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ALMONTE.
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 2'5% (hoy día 30'4%).
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'5% (hoy día 20'6%).


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