22 de agosto de 2020

SALAMANCA 2020

Este año liquidamos las vacaciones en Salamanca, no es un mal lugar. Después de pasar una semana en el sur de Francia y otra en Llanes, el domingo 9 nos fuimos para Sevilla, pero dejamos a Ana y a Julia en Asturias con sus abuelos. Unos días después volvimos a coger el coche y fuimos a por ellas, pero esta vez no tuvimos que subir hasta tan arriba, sino que fijamos con mis padres un encuentro a medio camino y, gracias a eso, pasamos una noche todos juntos en el Parador de Salamanca.


El Parador de Salamanca no es el establecimiento más bonito de la cadena Paradores de Turismo, pero es un lujazo de hotel. Se inauguró en 1981 y en 2003 fue reformado de arriba a abajo. Desde entonces es un alojamiento de estilo moderno cuyo punto fuerte es que se ubica en una colina a las afueras del centro y ofrece unas panorámicas inigualables de este y de sus monumentos.


En el Parador de Salamanca hagas lo que hagas estás disfrutando de los magníficos servicios que son comunes a todos los Paradores y, además, estás alucinando con unas vistas sensacionales de Salamanca.

Yo ya había estado en la capital charra varias veces. No se por qué, pero Salamanca es una ciudad a la que he ido de modo recurrente desde niño, pese a que no tengo nada que ver con ella... o sí. Realmente, una prima hermana de mi madre con la que tiene bastante relación tiene un piso allí, a dos pasos de la Plaza Mayor.


En ese piso pernocté en 2000 y en 2008. No obstante, de las nueve veces que he estado en Salamanca solo en un par de ocasiones lo he hecho por algo relacionado con mi tía. Yo a ella la he visto casi siempre en Madrid o en otros lugares. A Salamanca he ido con cierta frecuencia simplemente porque es un placer recorrer sus calles. 


Por lo que al Parador se refiere, he de decir que esta tampoco era la primera vez que dormía en él, ya que en 2010 estuve pasando allí una noche cuando Ana era muy pequeña.


Entonces no nos privamos de sacarle partido a la piscina del hotel y en esta ocasión iba igualmente convencido de que íbamos a echar la tarde en ella, pero el destino quiso que la jornada saliera muy fresca y sobre la marcha tuvimos que cambiar de plan. Yo y las niñas, para empezar, echamos un rato en el gimnasio después de la siesta.



Además, el hecho de no poder ir a la piscina hizo que nos fuéramos antes de lo esperado a dar un paseo por la ciudad, que es algo que quería hacer. Esta vez el dios del clima estuvo de mi lado.

Yo vi Salamanca como siempre. Cierto es que la mayoría de las veces que he estado allí ha sido en agosto y durante ese mes la ciudad es pasto de los turistas como yo. Sin embargo, debido al verano que estamos viviendo tenía la esperanza de verla más tranquila, pero no aprecié diferencias con respecto a las visitas estivales de 1989, 1997, 1999, 2008, 2010 o 2015. 


En 1993 estuve en Salamanca en otra estación. En efecto, ese año eché allí una tarde durante el Puente del Pilar, pero esa visita fue tan poco turística que acabé en el cine viendo Parque Jurásico, apenas diez días después de su estreno en España. A pesar de esto, aquella fue la primera vez que vi al astronauta y al dragón comiendo helado en la Portada de Ramos de la Catedral Nueva. Recuerdo que fue mi tío el que nos los enseñó, mucho antes de que existiera Internet y de que cualquiera pudiera encontrar esa información en cuestión de segundos sin más ayuda que la de un móvil, como ocurre ahora.

    

Otra visita especial para mí fue la de 2008. Fui a mediados de diciembre a un curso en la célebre Universidad de Salamanca y eso, además de molarme mucho de por sí, me permitió disfrutar en persona del ambiente universitario de la ciudad. 


Salamanca no es igual un martes de diciembre y otro de agosto. El ambiente es diferente. En verano los edificios universitarios están cerrados, no hay estudiantes y, en cambio, todo está enfocado al turismo. Un día normal durante el curso, por contra, lo que hay por las calles son jóvenes y, por ejemplo, en vez de un montón de gente parada delante de la puerta cerrada de las Escuelas Mayores lo que se ve es la entrada abierta sin nadie delante.



No he vuelto a ir a Salamanca fuera de los meses de verano, pero en 2015 recuerdo otra visita que también fue entrañable para mí. Ese año María tenía trabajo y se bajó antes a Sevilla desde Asturias. Yo me quedé una semana más allí, solo con las niñas, y unos días después regresé con ellas en coche. Dado que eran pequeñas dividí el viaje en dos partes y pernoctamos en Doñinos de Salamanca, un pequeño pueblo que está apenas a 8 kilómetros del centro mismo de la capital. Por la tarde fuimos a la ciudad charra, nos tomamos un helado y lo pasamos genial.


En esta ocasión he vuelto a ir con Julia y con Ana, pero ya tienen 10 y 12 años. En cualquier caso, el paseo con ellas, con María y con mi madre fue muy agradable. Después de dejar el coche en las inmediaciones del meollo de la ciudad nuestro primer destino fue La Casa de las Conchas. Esta vez no entré, pero ese imponente palacio renacentista alberga ahora una biblioteca pública en la que estuve en 2008, por lo que entonces pude ver su patio interior.


Desde la Calle de la Compañía, donde se ubica La Casa de las Conchas, tiramos por la Rua Antigua y luego por la Calle Libreros. Nuestra siguiente parada fue el Patio de Escuelas. Desde él buscamos la célebre ranita en la Fachada Rica de las Escuelas Mayores (está sobre una calavera). 


El Patio de Escuelas está presidido por la Estatua de Fray Luis de León, que se colocó ahí en 1869 y homenajea a uno de los más célebres profesores que ha tenido la Universitas Studii Salmanticensis en su larga historia. Desde esa plaza no solo se accede a las Escuelas Mayores, sino también a las Escuelas Menores, que esta vez estaban en obras.


Yo tuve la suerte de entrar en 2008 en las Escuelas Menores. El edificio estaba desierto y pude contemplar con total calma El Cielo de Salamanca, una obra atribuida a Fernando Gallego. Esta pintura mural no está dentro de los highlights salmantinos, pero merece la pena. Es del siglo XV y estaba originalmente en la bóveda de la antigua biblioteca de las Escuelas Mayores (hoy es la capilla). En el siglo XVIII se hundió gran parte de esa bóveda y lo que quedó fue tapado por otra bóveda que estaba algo más abajo. En los años 50 del siglo XX el mural fue redescubierto durante unas obras y trasladado a las dependencias de las Escuelas Menores. No tengo fotos, pero el mismo es una pasada.

En esta ocasión, sin embargo, tras ver la rana nos encaminamos a seguir buscando figuritas en las fachadas de los edificios (esta es una de las tradiciones que uno no puede dejar de lado cuando visita Salamanca). Por ello anduvimos en dirección a las catedrales para buscar al astronauta y al dragón con el helado de los que hablé antes. La ciudad charra tiene dos catedrales, pero se encuentran pegadas y comparten la torre, por lo que no son fáciles de distinguir (la torre de la Catedral Nueva está erigida sobre el campanario de la Vieja). Las figuras están talladas en la Portada de Ramos de la Catedral Nueva.



Lo de que la Catedral Nueva se llame así y tenga en una jamba un astronauta puede llevar a error, porque se acabó de construir en 1733. El edificio, por tanto, no es tan nuevo y, además, no tiene al astronauta en su fachada desde el siglo XVIII. Realmente, este y el dragón se esculpieron en la portada en 1992, cuando se añadieron en una restauración, como parece ser que es costumbre cuando se acometen ese tipo de obras. Cuando yo los vi por primera vez llevaban tallados apenas unos meses. 


Una vez vistos los lugares anecdóticos de Salamanca nos volvimos hacia el sitio donde teníamos el coche, dando un rodeo para ver la Plaza Mayor. No era el día de profundizar en las visitas, yo lo he hecho otras veces y volveré a hacerlo en el futuro, pero en esta ocasión la idea era pasear por las calles más significativas y disfrutar de los edificios salmantinos, tan característicos gracias a que muchos de ellos están construidos con piedra arenisca procedente de las canteras de Villamayor, un pueblo que solo está a 4 kilómetros de la capital.

Para cenar volvimos al Parador. Se trataba de tomar algo en un lugar que estuviera al aire libre y donde no hubiera follón, dado como está España por culpa de la pandemia. En la cafetería no había demasiada gente y pudimos acomodarnos en la terraza, por lo que resultó ser el sitio perfecto. Desde allí, además, las vistas fueron de nuevo espectaculares.


No acabó ahí, sin embargo, mi estancia de este año en Salamanca. Yo quería ver la Plaza Mayor bien, porque le voy a dedicar un post específico en el que hablaré de ella con detenimiento. Por ello, el domingo por la mañana, además de madrugar para correr, como suelo hacer cuando estoy en los hoteles, me fui una hora antes y me llevé una sudadera. Tras correr con normalidad acabé la tirada en la Plaza Mayor y, después de verla, regresé andando al hotel dándome un maravilloso paseo matutino.


Me encantó ver Salamanca en un estado de quietud total. Ya era completamente de día y la ciudad estaba empezando a despertar, pero las calles aún estaban casi desiertas. Tiré por la Rua Mayor y llegué a la Plaza de Anaya, donde reinaba la tranquilidad más absoluta. Bordeando las catedrales me encaminé hacia el Río Tormes y salí a él a la altura de la Cruz de los Ajusticiados.



El Río Tormes lo crucé por el Puente Romano, donde pude ver el Verraco del Puente Romano, una escultura que no conocía. Aunque es de origen vetón, su aspecto no impresiona, porque ha sufrido mil vicisitudes, pero es una pieza mítica, ya que juega un papel destacado en La Vida de Lazarillo de Tormes, obra de 1554 que yo me leí cuando estaba en el instituto y que es una de las cumbres de la literatura española.


A excepción de la comida y de la cena en el Parador, en Salamanca no comimos ni bebimos nada. Tenía ganas de tapear algo en el Café El Ave, un bar que me recomendaron en 2008 y que me gustó. También tengo pendiente otra visita a la Las Caballerizas, la mítica cafetería de la Facultad de Filología, pero para comer allí tendré que volver durante el curso. Esta vez, como no pude disfrutar de ambos sitios no me voy a extender hablando de ellos, lo haré cuando vuelva.

Sí voy a hablar en cambio, para acabar, de algo que tengo documentado y que me parece pintoresco. Resulta que en 2006 llegó a su culmen un conflicto surgido años atrás y que tenía relación con la documentación que las autoridades franquistas incautaron cuando tomaron Cataluña durante la Guerra Civil española. Desde 1999 esos papeles se conservaban en el Archivo de la Guerra Civil Española, que se creó para albergar todo lo incautado durante la contienda. En la actualidad, lo que contiene ese archivo es una fuente de gran valor para los historiadores, pero en 2006 la Generalitat consiguió, en medio de una gran polémica, que el Congreso de los Diputados, en donde el PSOE tenía mayoría, autorizara el traslado a Cataluña de los documentos que procedían de allí. En Salamanca, donde se ubica el archivo, la decisión de desgajar el fondo sentó como un tiro, con la cosa de que el alcalde de entonces, llamado Julián Lanzarote, era del PP y el presidente de la Junta de Castilla y León también, por lo que la cosa degeneró en un conflicto político de altos vuelos. Al final, los catalanes se salieron con la suya y el 19 de enero de 2006 los legajos fueron trasladados. Menos de un mes después el alcalde fue autorizado a aliviar su frustración modificando el nombre de la calle donde está el archivo, que pasó a llamarse Calle El Expolio. Cuando yo estuve en Salamanca en 2008 no perdí la oportunidad de ir a ver él rótulo. 


Yo no lo sabía, pero en 2011, pasado el calentón, Lanzarote, tres días antes de abandonar la alcaldía, ordenó devolver a la calle su anterior nombre. Como se puede ver en la foto inferior, la misma se ha vuelto a llamar Calle Gibraltar.


Después de haber ido en el pasado ocho veces a Salamanca esta fue, sin duda, la visita más rara que he hecho a la ciudad charra. Nos encontramos en una situación anormal y eso hizo que ni siquiera nos planteásemos tomar algo, ni hiciéramos la intención de entrar en ningún edificio. Sin embargo, disfrutamos a tope del Parador y nos dimos un buen paseo. Yo, además, tuve la ocasión de ver mejor que nunca la Plaza Mayor, con la idea de poder escribir el siguiente post.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado SALAMANCA.
En 1989 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la provincia de Salamanca: 20% (hoy día 40%).
En 1989 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'7% (hoy día 35'7%).


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