13 de agosto de 2020

LLANES 2020

Desde 1997 todos los veranos, menos dos, he pasado unos días en Llanes. Dado que empecé a escribir este blog en mayo de 2016, eso significa que el presente va a ser el quinto post que le dedique al pueblo asturiano. Pasar allí parte de las vacaciones es una costumbre que espero que dure mucho. Este año llegué a pensar que la tradición estaba en peligro, debido a la pandemia que nos asola, pero finalmente la movilidad no se ha visto reducida y las restricciones sanitarias no han impedido que pudiéramos disfrutar de unos días de descanso medio normales. Por esa razón hemos vuelto a estar una semana en La Galguera, la aldea llanisca donde mis padres tienen su casa.


Como he dicho, las vacaciones en Llanes han sido bastante normales, pero eso no ha impedido que hayamos ido a su casco urbano menos que nunca. Esto ha tenido que ver con la COVID-19, el centro del pueblo se masifica un poco en época estival y no queríamos muchedumbres, pero aparte de esa circunstancia es un hecho que en los últimos cuatro años prácticamente he hablado ya de todos los lugares de interés que hay en la capital del concejo. Hacerlo de otras poblaciones menores que están repartidas por su territorio era, por tanto, una idea previa que llevaba en la cabeza y que se ha visto reforzada por la necesidad final de no pisar mucho el maravilloso centro llanisco.


A pesar de esto, en la semana que hemos estado en Asturias sí hemos ido a Llanes capital en dos ocasiones, es inevitable (la diferencia es que otros veranos hemos ido ir a diario). La primera vez fuimos a merendar al Café Bitácora, como está mandado. Después nos dimos un largo paseo en el que pude comprobar que, al menos a principios de agosto, en el pueblo había mucha menos gente de lo normal, tanto que pude echar una foto del Puerto sin que salieran espontáneos en ella.


El segundo día también fuimos a Llanes a merendar, en este caso a la Heladería Revuelta, que está justo al lado del Bitácora. Son magníficos los helados de este clásico negocio, que lleva funcionando (no en ese local) desde 1922. Pese a esto, yo opté, como hago casi siempre desde hace tiempo, por tomarme un frozen yogurt, que es un tipo de producto que empezaron a trabajar hace unos años.


Ese segundo día ya sí vi más personas deambulando por Llanes. Aún así, el pueblo estaba como me gustaría verlo siempre, es decir, con ambiente pero no rebosando gente. Esto fue especialmente llamativo en el mercadillo, que otros años estaba puesto en los alrededores de la Iglesia de Santa María del Conceyu y que este 2020 ha estado en la Plaza de las Barqueras. De todas formas, había puntos neurálgicos, como la confluencia de la Calle Mercaderes con la Calle Castillo y la Calle Mayor, que parecían estar más o menos igual que de costumbre.


En cualquier caso, ambos días nos dimos bonitos paseos por el pueblo. Siempre es un placer pasear por Llanes.



Quitando esas dos tardes, no hemos ido más a la capital. En este caso los mandaos los hemos ido a hacer a Posada, el segundo núcleo de población más importante del concejo llanisco. Un par de veces fuimos, por ejemplo, a la frutería, otras dos a la farmacia y otra al supermercado. El atractivo posadeño es limitado, pero es un lugar que resulta bastante práctico para las compras del día a día.


Quizás el sitio de Posada más vistoso sea la Plaza de Parres Piñera, presidida desde 1895 por la Estatua de José Parres Piñera, político decimonónico y benefactor del pueblo.



En otro orden de cosas, es bien sabido que la manera en la que se distribuyen los asentamientos por el territorio español es muy diferente según la zona: en Andalucía, Extremadura o Castilla el poblamiento está muy concentrado, mientras que en Cantabria, Asturias o Galicia los grupos de casas se reparten por el territorio de una manera mucho más espaciada. Aún así, en pocos municipios de la cornisa cantábrica hay tantas poblaciones como en Llanes. Yo, dado que ya conozco casi el 100% de los lugares relevantes de la capital llanisca, me he propuesto visitar todos los núcleos habitados del concejo. El problema es que son 71, nada más y nada menos. Antes del presente verano ya había estado en 19 de ellos.

Este año he sumado a la lista Andrín, una aldea residencial de unos 150 habitantes que es famosa por tener cerca una playa preciosa, llamada igual que el pueblo. Nosotros en 2020 hemos estado dos veces en este. La primera dejamos el coche allí y nos acercamos a los alrededores de la Playa de Andrín, pero no llegamos a bajar. En cambio, tiramos en dirección contraria y bordeamos parte de los impresionantes acantilados que encierran el arenal por su derecha.


Ese día también aprovechamos para recorrer el epicentro de Andrín, en el que no falta la iglesia, la bolera, un bar, un parque infantil y una casona de considerables dimensiones, además de la casa concejo.




El caso es que nunca había estado en Andrín, pero este 2020 he ido dos veces, puesto que el último día antes de irnos hicimos una ruta que nos llevó hasta allí. Yo ya hablé en 2017 del Sendero Europeo E-9, llamado Camino Costero Europeo, y del tramo de esta ruta que atraviesa el término municipal llanisco. Este, unido al trozo que discurre por el de Ribadedeva, se suele dividir en cinco etapas y mide unos 68 kilómetros. Ese año hicimos el trecho que va de Llanes a la Playa de Poo. Este, en cambio, hemos transitado por el pedazo previo, que une Andrín con la capital del concejo, aunque lo hemos hecho a la inversa.


El trayecto ha resultado ser también impresionante, da igual el sentido de la marcha. Nosotros, saliendo del extremo sur de Llanes recorrimos primero un camino que discurría por un bosque de robles y que nos llevó, tras una buena subida, a las inmediaciones de la Capilla del Cristo del Camino.


Desde allí fuimos bordeando, por su lado norte, la parte alta de la Sierra Plana de Cué, donde hay un campo de golf. En ese trozo, aunque se acaba a la misma altura a la que se empezó, hay buenos repechos, pero lo más destacado es la preciosa vista de Llanes y de Cué que se ve.


Tras otro rato de paseo llegamos hasta el entorno del Mirador de la Boriza, al que no nos asomamos, dado el jaleo que había (yo ya lo hice en 2010). En vez de eso bajamos por un sobreancho de la carretera LL-2 hasta Andrín.


Dejando ya a un lado los núcleos habitados, aparte de todas las poblaciones también tengo la intención de visitar las 53 playas del concejo de Llanes, como comenté el pasado año. De esas 53 playas, yo conocía antes de estas vacaciones 15, y en este blog había mencionado a 13 de ellas. Este verano he sumado al listado la Playa de Andrín (por tanto llevo 16, un 30'1%). 

También me he dado un baño en la Playa de Cué y en la de San Antolín. Otro día, además, me mojé los pies en la de Toró. En el caso de la primera, ya la había mencionado en el post de 2017, pero entonces la vi con la marea alta y en esas condiciones la arena casi desaparece. En esta ocasión, en cambio, fuimos con la marea baja y pude disfrutar de un pedazo de costa de una belleza incomparable.


Con respecto a la Playa de San Antolín, tengo que comentar una circunstancia negativa relativa a ella, que afecta más bien a nuestro querido Bar Restaurante La Playa San Antolín de Bedón. Ya he hecho referencia a este chiringuito un par de veces con anterioridad, porque nos encanta. Por ello, este año teníamos la intención de ir también. Su terraza es un lugar aireado y seguro donde llegamos a tener apalabrada una mesa para el 5 de agosto, día del cumpleaños de mi madre (la verdad es que no reservan, pero nos conocen y nos dijeron que si llegábamos temprano nos guardaban una). Por desgracia, el 4 desayunamos con la noticia de que en Llanes un chiringuito había cerrado de manera abrupta, dado que uno de sus empleados había dado positivo por COVID-19. No tardamos mucho en averiguar que era el Bar Restaurante La Playa San Antolín de Bedón. Fue una pena, porque esa tarde presentaba este aspecto.


Poco después de hacer la foto vi como se ponían a desinfectar las mesas y las sillas, y como se metían dentro a limpiar aquello a saco. Por desgracia, nosotros no tuvimos la oportunidad de comprobar si habían podido volver a abrir. La comida allí queda pendiente para 2021.

Con respecto al senderismo, este verano veníamos lanzados de los Pirineos y en Asturias no hemos querido romper la dinámica. Por eso, a pesar de que el magnífico tiempo que hemos tenido invitaba a explotar las playas, hemos intercalado los planes playeros con otros que nos han llevado al bosque. Ya he hablado del día que hicimos el tramo del Sendero Europeo E-9, pero este no ha sido el único largo paseo que nos hemos pegado. También hicimos otra ruta que es menos famosa, pero que fue muy divertida. La misma la trazaron hace un par de años en el entorno de La Galguera, nuestra aldea, y de San Roque del Acebal, que está al lado. Se llama Senda Peatonal El Valle Invisible y mide 11'5 kilómetros. 


María y yo nos empreñamos en recorrer la ruta entera y lo conseguimos, pero lo hicimos en dos veces y el segundo día acabamos andando por el bosque de noche. El primero, sin embargo, salimos a andar por la mañana y empezamos en el Lavadero de L'Acebal, que está en en kilómetro 7.


Pronto nos internamos en el bosque por la Riega del Toyu, una impresionante vaguada de cerca de mil metros por la que discurre, hecho un hilillo en verano, el Arroyo del Toyu. Lo sorprendente es que yo creo que ese riachuelo, que bajará más caudaloso en primavera, es el que ha excavado a lo largo de los siglos la riega, que es una especie de rambla que se distingue muy bien. 


Al final de la vaguada nos encontramos con la sorprendente Cascada de L'Escaniellu. El lugar es una joya.


La caída de agua, a la que no le falta su xana, es un sitio algo recóndito y no muy conocido, pero nosotros nos topamos en la catarata con una treintena de niños y niñas con sus monitoras, pertenecientes a algún campamento de verano de los alrededores. Muchos de los niños se estaban refrescando (es decir, se estaban poniendo chorreando) con el agua acumulada bajo la cascada, y había allí una buena algarabía, pero tengo que decir que para mí fue una bocanada de aire fresco ver a todos esos guajes correteando por los abruptos alrededores del laguito. Como padre, vivo con inquietud las consecuencias que el tema de la pandemia puede llegar a tener en los niños y, por ello, fue una alegría darme de frente con esa muestra de normalidad infantil. Ver a un montón de peques, con sus mascarillas puestas de aquella manera, sobreponiéndose con naturalidad al puñetero virus con la ayuda de unas monitoras bastante valientes, no me trajo más que pensamientos positivos.

Tras dejar atrás a la excursión seguimos con nuestra ruta, que al encaramarse a las faldas del Picu Castiellu nos hizo subir unas cuantas cuestas.


La parte final es la menos vistosa del itinerario, ya que se avanza por caminos entre prados como el Caminu de Pozón, muy agradables, pero menos espectaculares. Aún así, en este tramo resaltan algunas de las estatuas que jalonan las sendas.


Realmente no he dicho que la ruta la montó la asociación vecinal El Perru de San Roque para poner en valor todos los desconocidos rincones del desparramado caserío que recibe el nombre de San Roque del Acebal. Los miembros de la asociación, a modo de complemento, en determinados emplazamientos colocaron las mencionadas estatuas de madera, que representan a elementos significativos del entorno, mitológicos o no. La xana era uno de ellos y la viejecita, vestida con la ropa típica, es otra.

Nosotros, tras recorrer esa última parte de caminos desembocamos en el meollo de San Roque del Acebal y, después de pasar por el Lavadero de Covielles (el otro de los dos que hay en la aldea), llegamos al punto donde finaliza la ruta. Dado que habíamos comenzado en el kilómetro 7, esa mañana caminamos en total unos 4.500 metros.


La Riega del Toyu me encantó, pero el trayecto del segundo día me gustó más, si cabe, ya que vimos más sitios interesantes que, aún estando a tiro de piedra del lugar donde llevo veraneando catorce años, no conocía. Esa segunda jornada nos fuimos a tiro hecho al comienzo de la ruta y nos propusimos realizar los kilómetros que nos faltaban, que se corresponden con los siete primeros de la misma. La parte inicial del recorrido nos condujo por la travesía que atraviesa San Roque, pero pronto enlazamos con tramos de camino.


Después de andar un kilómetro llegamos a los restos de la Malatería de San Lázaro, un hospital construido en el siglo XIII para acoger a leprosos (a la leproserías en Asturias se les llama malaterías). La enfermedad que padecían los pacientes de esa institución explica por qué estaba tan apartada de las poblaciones. La pena es que en la actualidad el edificio está en ruinas, se intuyen restos de sus muros comidos por la maleza, pero lo que resiste parece más bien la tapia de un cercau típico de los que cierran las fincas en Asturias.


Un poco más allá de la malatería nos detuvimos en el Mirador del Cuera, que permite contemplar unas bonitas vistas de la Sierra del Cuera.


Este mirador sí sabía que existía, pero nunca me había parado a verlo. Después, tras recorrer un curioso tramo junto a la autovía en el que pude contemplar de cerca cómo es la tramoya de una infraestructura así (se ha canalizado el agua de una manera increíble para que no acabe arrasando la carretera), descendimos de nuevo y nos internamos en la floresta, hasta que llegamos a la Fuente del Casar, una surgencia de agua bastante escondida en la que hay otra bonita estatua de madera.



Después penetramos aún más en una zona boscosa conocida como Bosque de las Llanchas. El camino en esa parte es espectacular, aunque por desgracia se va oyendo de fondo el lejano runrún de la autovía A-8.


Por lo visto, el abundante paisaje karstico de los alrededores de San Roque hizo posible la aparición de numerosos manantiales, el de la Fuente del Casar ya lo habíamos visto y más adelante llegamos a la Laguna de Cagalín, que es el mayor de ellos, hasta el punto de que emerge de él un pequeño río, el Cagalín. Este desaparece a los pocos metros en una cueva, tras impulsar a su entrada un molino cuyos restos aún son visibles. A esta pequeña laguna venían los vecinos a abrevar al ganado y las mujeres a lavar y a recoger agua, lo que no evita que, al estar en una umbría hondonada rodeada de vegetación, presente un aspecto bastante misterioso.


Sin embargo, más misteriosa aún me pareció la Cueva Collubina, otro ejemplo más de la composición caliza del terreno, que hace que esté horadado bajo tierra. Esta cueva, en concreto, es enorme y termina en una sala de techo alto sostenida por una columna de un metro de diámetro. Dadas las características de la gruta creí que estaría cerrada, pero resultó que no. Yo entré un poco, pero, como es lógico, me quedé a tres metros de la boca de la caverna. No he nacido para ser espeleólogo...


Después de ver la cueva aún nos quedaban por delante cuatro kilómetros y estaba empezando a anochecer. Aún así, había que seguir, aunque ya no pude hacer más fotos, porque no salían bien con el flash que tengo. En el kilómetro 4 vimos la Capilla de las Ánimas, sita en pleno Camino de Santiago. La misma no es un edificio, sino un humilladero u oratorio que está colocado junto al camino que, siguiendo la ruta del norte, lleva a Santiago de Compostela. Nosotros fuimos por él en determinados momentos (aunque en dirección contraria, en este caso).

Tras abandonar el tramo de Camino de Santiago atravesamos la N-634 y subimos mucho, encaramándonos de nuevo a las estribaciones de la Sierra del Cuera. Luego volvimos a bajar por una zona bastante sombría, nos saltamos alguna fuente, dado que íbamos apretando el paso alumbrándonos con las luces de los móviles, y vimos entre brumas La Puentuca, un pequeño puente de piedra que pasa por encima de un riachuelo. Poco después llegamos al Lavadero de L'Acebal, ya en el kilómetro 7, punto donde empalmamos con la parte de la ruta que habíamos hecho el primer día y donde la dimos por completada, pasadas las 10 de la noche.

Lo de acabar andando casi a oscuras por los senderos fue divertido, pero a mí lo que más me gustó fue ver un montón de rincones que desconocía de los alrededores de las dos aldeas comentadas. Mis padres tienen la casa en La Galguera desde 2006 y yo llevo pasando allí algunos días de vacaciones desde entonces, por lo que ya conozco bien el entorno. Pese a esto, había una serie de recónditos sitios en los que no había estado y la rutilla me permitió saber de su existencia y verlos.

Como todos los años, no puedo acabar el post sin hablar de los lugares donde hemos comido. Es bien sabido que a Asturias la gente va a llenar el buche, yo se que esa visión del Principado es un tanto limitada, pero tengo que reconocer que siempre que voy me pego unos cuantos homenajes culinarios de los buenos. Este verano uno especial ha sido, por ejemplo, el que nos dimos en el Bar El Cerezo, un restaurante muy rústico que está al borde de la carretera, camino de los Picos de Europa. Se comen en él unas patatas fritas con huevo y unos filetes espectaculares.

Con respecto a los sitios ubicados en el concejo de Llanes que hemos visitado este mes de agosto para comer o beber, no voy a dejar de mencionar el Restaurante El Sucón, pero no me voy a extender narrando como comimos allí, porque vamos cada año y ya me repito demasiado. En esta ocasión voy a hablar mejor de la experiencia algo surrealista que vivimos en el Restaurante Migal.


El Restaurante Migal forma parte de un hotel llamado igual y está en Cué, no muy lejos de la bajada a la playa, en un emplazamiento muy bonito. En él mis padres habían picado algo alguna vez y, con motivo del cumpleaños de mi madre, dado que habían clausurado el Bar Restaurante La Playa San Antolín de Bedón, decidimos ir allí. Gracias a eso comprobé que tiene una terraza agradable, aunque no da al mar, sino al otro lado, y también me gustó la comida, pero no acabé de entender la razón por la cual en una zona de la terraza servían los almuerzos en envases estilo McDonald's y en la de al lado, cuando se comía a mesa y mantel, servían los mismos alimentos en platos normales.


En teoría, la zona de batalla, que es donde nosotros nos sentamos, era autoservicio y lo de los envases desechables era una manera sanitariamente segura de servir los platos en ella. Es cierto que a raíz de la pandemia muchos negocios, para seguir funcionando a pesar de las restricciones, han hecho cosas de este estilo. Sin embargo, no se entiende que a nosotros nos despacharan así debido al coronavirus y en la zona de mesas que había al lado, comiendo lo mismo, pusieran manteles, platos de cerámica, cubiertos de metal y el problema de la COVID ya no existiera. Pese a todo, lo más ridículo es que al final nuestra consumición no fue autoservicio, dado que nos dijeron que nos sentáramos, pedimos la comida y la bebida de manera normal, esperamos y al final nos la pusieron por delante....sin mantel, sin platos y con cubiertos de plástico, eso sí, después de esperar lo más grande. No acabé de entender el sistema.

Más cuidadosos con los detalles fueron, en cambio, en el Restaurante Entrecaleyas. Yo en él me limité a tomarme una cerveza, pero la terraza que tiene se merece el desplazamiento, aunque solo sea para tomar un simple botellín. La misma da a un pequeño campo de golf que tiene el Hotel Aldama Golf, al que pertenece el restaurante. Allí la tranquilidad y el sosiego me producen una paz especial. Hacía ocho años que no iba y, por suerte, en esta ocasión el sitio me resultó tan agradable como antaño.


Con la cerveza del Restaurante Entrecaleyas nos despedimos de Llanes por esta vez. El año está siendo muy complicado, y todo parece apuntar a que nos esperan un otoño y un invierno nada sencillos. La pandemia va a seguir ahí y me da que llegaremos al verano próximo bastante quemados. Espero que para entonces el virus maligno haya sido ya controlado pero, en cualquier caso, no me cabe duda de que en 2021 volveremos a Asturias a pasar unos días.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado LLANES.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 13'3% (hoy día 60%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'8% (hoy día 35'7%).


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