18 de noviembre de 2016

ESTEPA 2016

Estepa es un municipio de unos 12.000 habitantes que está situado en el extremo oriental de la provincia de Sevilla. Dada la forma de la provincia y dado que Sevilla capital está más bien pegada al lado occidental de la misma, los pueblos de la parte oriental tienen un aire más cordobés y malagueño que sevillano. De hecho, cuando estudiaba en Granada tuve un compañero que era de Estepa y que con veintitantos años sólo había estado en Sevilla capital dos veces.


Pese a esto, en la zona oeste de la provincia de Sevilla el nombre de Estepa es muy familiar gracias a sus dulces navideños, aunque no sea habitual desplazarse hasta allí para comprarlos (están por todos lados). De hecho, yo a Estepa solo había ido una vez, en 1999, cuando estaba en la universidad. Ese año me apunté a unas jornadas sobre castillos que incluían una excursión a los restos de algunos de ellos. Gracias a esa excursión pude ver, entre otros lugares, lo que queda del Castillo de Estepa. El autobús nos subió al Cerro de San Cristóbal, donde está encaramado, y pudimos entrar en la fortificación, pero del pueblo no vi nada más. Por tanto, había estado ya en Estepa, pero esa visita había que completarla un poco.

Este sábado surgió la oportunidad de volver a Estepa por todo lo alto, yendo a ver una fábrica de mantecados y polvorones por dentro. En Estepa hay más de 30 fábricas de dulces navideños, lo que es una pasada teniendo en cuenta la población que tiene. Es evidente que todo el pueblo gira en torno a esa industria, aunque también tenga otros atractivos. 

Yo no soy muy dulcero, las navidades me gustan, pero no siento especial atracción por los turrones, mantecados, hojaldrinas, polvorones, mazapanes, peladillas o alfajores. Me como algún dulce en los días señalados, pero poco más. Sin embargo, ir al meollo de la industria de los dulces navideños y ver, en plena temporada alta, como es el verdadero proceso de fabricación de los mismos, es un privilegio que tuvimos la suerte de poder disfrutar gracias a unos amigos que tenemos en Villanueva. Ellos tienen una conocida que es la jefa de la Fábrica de Mantecados y Polvorones El Santo y van todos los años a Estepa de excursión con la excusa de pertrecharse bien para las navidades. Este año nos animaron a nosotros y a otros cuantos amigos a ir con ellos. Por supuesto, nos volvimos con tres kilos de dulces, pero también regresamos a casa con la experiencia de haber visto la fábrica en plena efervescencia. Me enteré de muchas cosas.


Lo primero que me llamó la atención es que la fábrica, que emplea de agosto a enero a 100 empleados (y no es de las más grandes), produce al día 20.000 kilos de dulces (dado que cada uno pesa 30 gramos, cada día se empaquetan allí 650.000 dulces navideños... las cifras son mareantes). Viendo la velocidad a la que las máquinas envolvían los mantecados y polvorones es normal que el ritmo de producción alcance semejante volumen.




Todo el proceso de elaboración del dulce se concentra en una misma nave, de manera que para verlo todo bien nos subimos a una pasarela que recorre por las alturas uno de los lados de la misma. Desde allí vimos perfectamente como los trabajadores son como piezas de una máquina perfectamente engrasada. Todos saben lo que tienen que hacer, realizan pequeñas tareas, pero son fundamentales para que el proceso no se pare. Me gustó ver que esta fábrica, pese a estar bastante mecanizada, necesita mano de obra humana. También me gustó que el buen ambiente era generalizado, no había en los trabajadores ningún atisbo de sufrimiento laboral, el trabajo de todos era muy mecánico, pero por eso mismo había algunos que hasta charlaban mientras depositaban, una y otra vez, polvorones en una cinta mecánica de manera ordenada. Flipante.




La parte más divertida de la visita llegó cuando entramos en la cámara frigorífica. Por lo visto, los dulces salen calientes del horno (lógico), pero antes de empaquetarlos hay que enfriarlos, de manera que se meten en una gran nevera que está a 8º. Para entrar allí nos tuvimos que vestir de astronautas y, una vez dentro, llegó el momento de llenar el estómago: había bandejas y bandejas de dulces navideños y teníamos el permiso expreso de la jefa para comer todos los que quisiéramos...


Yo me comí dos, quería comprobar que los mantecados recién hechos, antes de ser empaquetados, ganan en suavidad. Esa era la idea y, en efecto, pude comprobar que la textura de los dulces es perfecta en ese momento, el sabor es el mismo, pero en la boca se deshacen de una manera especial.




En el grupo hubo niños que reconocieron haberse comido hasta cinco dulces. Seguramente algún adulto también se dio un homenaje semejante, aunque ninguno lo confesó. Lo que sí es cierto es que a la salida todos tuvimos que echar un buen traguito de agua...

La mañana la completamos con otras dos visitas relacionadas con los dulces. La Fábrica de El Santo está en el Polígono Industrial Sierra Sur y tiene allí su despacho de venta al público, pero hay otras marcas que tienen sus despachos en una zona más céntrica del pueblo. En concreto, La Flor de Estepa y La Estepeña tienen sus locales en la Avenida de Andalucía, una de las principales del pueblo, y en ellos han instalado unos reclamos que ayudan a que la gente vaya allí: La Flor de Estepa ha montado una exposición con muñecos de Playmobil y La Estepeña ha construido una enorme maqueta con figuras de Aladdin, hecha toda de chocolate. Yendo con niños ambas visitas eran casi obligadas: la de Playmobil fue muy chula, me encantan esos muñequitos y me gustó ver como habían construido con ellos cuatro escenas muy curradas (una de ellas era un belén, aunque es difícil competir con el que vimos similar en Tomares hace unos años).






Lo de Aladdin fue sorprendente por el tamaño de las figuras y de las casas de chocolate, hasta el más mínimo detalle estaba hecho de este alimento.






El olor en la sala de la maqueta era impresionante y nos ayudó a ir de cabeza, al salir, al sitio donde íbamos a comer, el Restaurante Los Pacos. El lugar fue un acierto, porque tiene un patio enorme bien separado de la calle, donde los niños pueden jugar con libertad sin peligro y al que da una habitación que han habilitado con juegos. Todo está pensado para que los pequeños se entretengan. El comedor, además, es amplio y estaba vacío, por lo que, pese a que éramos 10 adultos y 11 niños menores de 10 años, pudimos estar a nuestras anchas sin molestar. La comida fue normal, la carne no era de primerísima calidad y las patatas eran precocinadas, pero, de lo demás que pedimos probé la ensalada césar, así como las brochetas de gambas, y la verdad es que ambas cosas estaban buenas. El restaurante, además, resultó ser muy barato (55 euros por familia de 4, con bastantes bebidas incluidas, teniendo en cuenta que se quedó comida en la mesa porque no pudimos con todo). El servicio también fue de diez.

Para bajar un poco la comilona decidimos subir al Cerro de San Cristobal, que es el punto más atractivo del pueblo. El Castillo estaba cerrado, pero pude entrar en la Torre Ochavada, donde está la Oficina de Turismo (abierta un domingo por la tarde, mi enhorabuena) y pude asomarme, igualmente, al Mirador Balcón de Andalucía, desde donde se ven unas vistas impresionantes del pueblo y de la llanura que tiene delante.



Para acabar el día, entramos en el Convento de Santa Clara, del cual solo pudimos ver el patio abierto que antecede a las estancias del propio convento, así como el recibidor donde está el tradicional torno y la habitación en la que han montado un stand donde se pueden adquirir dulces, miel, etc. La visita, sin embargo, no quedó ahí, ya que al patio también da la Iglesia de Santa Clara, que estaba cerrada a cal y canto. Tras preguntar si se podía visitar, la señora con aspecto de beata que estaba despachando los dulces me dijo que no, pero que ella tenía la llave y que si compraba algo todo era posible... Independientemente de ese sutil ejercicio de corrupción conventual nosotros teníamos pensado comprar miel, así que lo hicimos, pero no fue suficiente para tener derecho a entrar en la iglesia... había que comprar dulces... En ese momento llegó un numeroso grupo organizado dirigido por un guía que iba vestido de Caballero Templario, pidió la llave y se la dieron. Lo del chantaje de la beata me había parecido hasta simpático al principio, pero tras comprar la miel sin conseguir nada y tras ver como entraba toda esa gente sin más problemas, el sistema de decidir quien entraba y quien no me acabó por tocar un poco las narices, así que nos colamos en la iglesia detrás del grupo. El arrebato un tanto pirata mereció la pena, porque la misma es bastante sorprendente: no tiene ni un centímetro de pared o techo sin decorar (las pinturas murales son del siglo XVII) y su retablo mayor dorado es muy barroco.

Aparte, al poco de estar en la iglesia salieron ocho o nueve monjas de clausura a una habitación que había al fondo de la nave principal, la cual estaba separada del resto de la iglesia por una reja, y se pusieron a cantar. Fue muy pintoresco (una se situó junto a la reja y mientras cantaba, sonreía y le hacía monerías a los peques del otro lado. Las demás, que tenían en su mayoría rasgos extranjeros o una avanzada edad, se situaron más atrás, en una posición más discreta).

Así acabó nuestra aprovechada jornada turístico-gastronómica en Estepa. Para llegar a casa nos quedaba una hora y media de camino, así que a las siete cogimos carretera con la sensación de haber pasado un día estupendo.




Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ESTEPA.
En 1999 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 8'5% (hoy día, confirmada ya esta visita, 61%).
En 1999 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 3'7% (hoy día, confirmada ya esta visita, 18'9%).


2 comentarios:

  1. Qué divertido ver la fábrica de mantecados!! Imposible comerse 5 polvorones, jaja!! Pero lo que me ha parecido precioso es el pueblo de chocolate de Aladin. Es una maravilla!!

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    1. Sí que fue divertido, lo pasamos genial. Y para algunos sí que es posible comerse 5 mantecados, jaja, aunque es más fácil hacerlo si no has cumplido aún los 10 años (de hecho algunos niños seguirían allí comiendo si no los paramos)

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