2 de septiembre de 2017

TOMARES 2017 (VISITA DE SEPTIEMBRE)

Si tuviera que escoger mi deporte favorito tengo claro que el elegido sería el atletismo. Más allá, solo hay otro deporte que le haga un poco de sombra, y no es el fútbol, que en una hipotética competición se llevaría el bronce, sino el ciclismo (en realidad, por delante del fútbol pasaría también el triatlón, pero ya que este incluye atletismo y ciclismo, vamos a darle al balompié el tercer puesto para no repetir disciplinas).

Soy corredor aficionado desde hace casi dos décadas, y eso ha apuntalado definitivamente mi afición al atletismo, pero mi atracción por el ciclismo realmente empezó con anterioridad. De hecho, ya seguía las competiciones ciclistas antes de que Miguel Indurain convirtiera este deporte, durante una época, en un fenómeno de masas en España. En efecto, desde 1990 intento ver por televisión todo el ciclismo que puedo, a pesar de que en la actualidad tengo que llevar a cabo arduas negociaciones cada vez que se acerca una gran vuelta, ya que al contrario que el atletismo, que causa furor en casa, el ciclismo aburre mortalmente a María y a las niñas.

Afortunadamente, las negociaciones siempre llegan a buen puerto, por lo que sigo disfrutando con frecuencia de ver ciclismo en directo cuando hay grandes carreras. Por ello, no he perdido la costumbre de echarle un vistazo al recorrido de las grandes vueltas un par de meses antes de que empiecen. El pasado mes de julio lo hice con la Vuelta Ciclista a España, y vi con sorpresa que este año una etapa acababa en Tomares.


Siempre que he tenido la oportunidad de ver la Vuelta en directo lo he hecho y esta ocasión, en la que la etapa acababa en el pueblo en el que crecí, no iba a ser menos, pero siempre había ido a ver a los ciclistas a sitios elegidos teniendo en cuenta factores como la comodidad para llegar y la accesibilidad del lugar, mientras que esta vez me compliqué un poco la vida para ver pasar las bicis lo mejor posible.

Efectivamente, aprovechando que conozco Tomares al dedillo, me estudié bien el recorrido por el pueblo y elegí el mejor sitio para ver la etapa. María, Ana y Julia decidieron acompañarme, no les gusta el ciclismo, pero se apuntan a un bombardeo. En principio, tenía la idea de ir a la meta, pero tras evaluar los pros y los contras decidí que esa no era la mejor opción (en la tele estaba viendo masificadas las llegadas y hubiera sido menester ir allí con mucha antelación para ponernos delante, algo que con las niñas no era recomendable). Descartado ese lugar busqué otro, y pensé en ir a un punto que estaba situado a 2 kilómetros y medio del final. Se trata de una cuesta de unos 200 metros, que para los ciclistas profesionales es un simple repecho, pero que para mí, que la subo siempre que voy de Sevilla a casa en bici, es como una especie de Tourmalet. Finalmente, comprobé que realmente la subida es dura, la etapa para los ciclistas era oficialmente llana, pero la trampa se le atragantó a unos cuantos corredores, como pude ver.


Nosotros nos fuimos para Tomares con tiempo para no tener problemas con los cortes de tráfico (la etapa pasaba antes por Sevilla, muy cerca de donde trabajo), y allí comimos, separándonos un poco de donde íbamos a ubicarnos, dado que en ese lugar no hay ningún sitio donde echarse algo a la boca.

Así pues, no muy lejos, en la zona residencial primigenia del pueblo, nos metimos en la Cervecería Cafetería Jaramillo, un bar que no existía cuando yo era joven y que tuvo dos cosas positivas: por un lado, el camarero fue muy amable, y por otro, el frito variado que pedimos estuvo muy bueno (en un sitio así, con frecuencia los fritos se convierten en fritanga, e incluso el adobo a veces tiene ese regustillo a amoniaco tan característico del pescado pasado).


Pedir pescado frito en bares de ese pelaje es arriesgado, pero en la Cervecería Cafetería Jaramillo lo hicimos y nos sorprendió gratamente, porque estaba muy rico. Lo demás fue lo esperado. En esa clase de establecimientos de tapeo rápido y barato, la limpieza no es la nota predominante y la comida, salvo honrosas excepciones, como la del pescado frito en este caso, es del montón. Lo bueno que tienen este tipo de cervecerías es que el servicio suele ser eficiente, son baratas, los niños no molestan nunca, porque no destacan en el cierto caos que acostumbra a haber en ellas, y, por último, casi siempre ponen la cerveza Cruzcampo en su punto.

Aparte, como no podía ser de otra forma, en la pared del establecimiento había una buena tele en la que sintonizaron la etapa, de manera que pudimos ver por donde venían los corredores mientras comíamos.


Tras la comida nos dirigimos ya directamente al sitio donde íbamos a ver la etapa. El calor allí era apañado, así que buscamos donde ponernos y encontramos un lugar perfecto, en plena cuesta, con buena visibilidad y a la sombra. En ese lugar esperamos el rato que quedaba.


Cuando yo era niño, con 12 o 13 años, a esa cuesta la llamábamos La Cuesta de la Muerte (ahora la calle se llama Avenida Reina Sofía). Yo vivía muy cerca, a unos metros de donde acaba arriba, y pese a que la zona donde estaban mis pisos era buena, esa rampa era como un descenso a los infiernos, ya que no estaba urbanizada, aunque sí se encontraba asfaltada, y lo que había abajo era muy chungo. En efecto, por esa cuesta solo circulaban los que querían hacer cosas poco recomendables. Yo me interné en territorio comanche con mis amigos en dos ocasiones, en las que la mezcla de aburrimiento y curiosidad nos hizo aventurarnos a ver que había allí. Ambas veces nos acojonamos vivos, aunque la verdad es que lo que se veía era lo normal: jeringuillas, preservativos usados, compresas, escombros, restos de hogueras, botellas rotas por todos lados... Nada raro...

Ahora la zona se ha llenado de buenas urbanizaciones, de hecho uno de mis mejores amigos vive muy cerca de la cuesta.

La cosa es que para subir desde Sevilla a mi casa en bici, el trayecto más corto pasa por Tomares y solo hay dos caminos por donde se pueda circular en bicicleta. Ambos tienen pendientes parecidas, pero el otro tiene mucho tráfico, así que yo casi siempre voy por la cuesta esta, que está mucho más tranquila. Ese repecho es duro para cualquiera y por eso nos fuimos allí. Tenía mucha curiosidad por ver como subían los profesionales por la misma rampa por la que yo me tengo que dejar los higadillos.


Cuando llegó el pelotón, que venía agrupado, ya vi que el posición elegida realmente era buena, pero eso no evitó que viéramos pasar a los primeros como un rayo, yo en esa cuesta tengo que apretar bien los dientes, pero los profesionales que se jugaban algo pasaron por delante nuestra como si fueran hacia abajo. En directo solo acerté a reconocer a Bob Jungels, que iba tirando del grupo y al que identifiqué por el maillot de campeón de Luxemburgo. La etapa la ganó Matteo Trentin, que ya iba bien situado (es el de verde en la foto de abajo).


En el grupo principal también reconocí a Alberto Contador, al que vi pasar por delante con su estilo inconfundible de dar pedales de pie sobre la bici.

Pasado el primer grupo empezó el rosario de corredores que subían a su ritmo. El colombiano Juan Felipe Osorio (de rosa en la foto de abajo) aún peleaba por no perder comba...


Por detrás estuvieron varios minutos pasando ciclistas desperdigados.


A muchos de ellos no los he conseguido identificar a posteriori, pero a otros sí (en la foto de abajo aparecen en primer plano Valerio Agnoli y Giovanni Visconti del Bahrein, y detrás Jérémy Maison del FDJ).


Ian Stannand del Sky subía como podía y, justo delante de él, Stefan Denifl del Aqua Blue hacía lo propio.


Jetse Bol se había caído un rato antes e iba roto.


Pasados unos minutos empezaron a llegar los que iban últimos, algunos de los cuales empezaban a retorcerse encima de la bici más de lo normal. Ahí no vi mucha diferencia con la manera en la que asciendo yo... aunque hay que reconocer que yo cuando subo por ahí llevo recorridos 10 kilómetros, no 195 como ellos, ni tengo 2.000 kilómetros acumulados en las piernas en los últimos 15 días yendo 40 km/h de media...


Jimmy Turgis (Cofidis) y Bert Lindemann (Lotto-Jumbo), que aparecen a lo lejos en la foto de abajo, entraron en meta 4º y 5º por la cola.


Matvev Mamikin (Katusha) y Manuele Boaro (Bahrein), que es el de rojo que va delante en la foto siguiente, acabaron la etapa antepenúltimo y penúltimo. El último pasó poco después y entró en meta a más de 13 minutos del primero.


En definitiva, nos lo pasamos pipa animando a todos los corredores. Yo ya había visto otras etapas de la Vuelta Ciclista a España y también vi una del Giro de Italia en el año 2000, pero nunca había disfrutado tanto tiempo del espectáculo. Lo que sí es cierto es que pasamos un calor de muerte, hasta el punto de que, una vez que hubo acabado de pasar la caravana ciclista, cogimos el coche y nos fuimos a tomar algo fresco al Horno San Tomás, que está muy céntrico en Tomares (está en la Calle Tomás de Ibarra), pero que tiene fácil aparcamiento cerca y que, además, era justo lo que necesitábamos, ya que es una cafetería amplia y bien acondicionada donde se comen buenos pasteles.

Tras merendar nos despedimos por esta vez de Tomares, no sin antes pasar por la Glorieta de Doña Elvira y echarle un ojo al Monumento a Ricardo Torres Bombita, inaugurado en 1999 para honrar al tomareño más ilustre (fue un torero muy famoso en la primera década del siglo XX).



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado TOMARES.
En 1983 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 1'9% (hoy día 61%).
En 1983 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'2% (hoy día 19'5%).


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