16 de diciembre de 2020

TORRE DEL ORO Y PASEO COLÓN 2020

En mi lista de lugares andaluces de imprescindible visita hay uno que está fijado como Torre del Oro y Paseo Colón, incluyendo el Kiosco. En total, el listado incluye 121 maravillas, tanto naturales como manufacturadas por el hombre, y la de la Torre del Oro ha quedado reflejada como he escrito. Yo ya había estado en ella en una ocasión, gracias a una excursión del colegio que hice cuando tenía diez años. Aparte, por el Paseo Colón he pasado cientos de veces. Aún así, quería volver para hablar de ambos en mi blog.

Torre del Oro y Paseo Colón

He de decir que no atravieso el mejor momento de mi vida. No. No voy a convertir En Ole Väsynyt en un panegírico. Su razón de ser es transmitir buen rollo y ganas de ir adelante, de manera que no hay lugar en estos artículos para nada que no sea relatar experiencias positivas. Además, no estoy tan mal. De hecho, estoy bien, objetivamente hablando. Tengo salud, amor y no mucho dinero, pero sí suficiente. Mi familia está sana, que es lo más importante. Sin embargo, vivimos tiempos convulsos. Desde el primer post que escribí tras el confinamiento, en mayo, en todos he tenido que hacer referencia a la pandemia de COVID-19 que nos asola. 2020 está siendo complicado y, pese a que pasamos con buen ánimo el verano, el otoño ha sido un quiero y no puedo, apenas hemos podido poner los pies en la calle con normalidad y esa circunstancia a mí, que soy un culo de mal asiento, me ha acabado pasando algo de factura. Lo bueno es que en casa también estoy disfrutando, pero ha llegado un momento en el que he notado un bajón y, desde que nos dijeron en octubre que no podíamos traspasar los límites de nuestros municipios, he visto como me iba apagando, o mejor dicho, como me iba adormilando. Al final, tras dos meses sin salir del pueblo para nada que no sea ir a trabajar, y tras un trimestre casi privado por completo de poder maquinar planes, me he adaptado y estoy cerca de convertirme en una planta. Me he autoimpuesto seguir haciendo deporte, me he puesto a escribir en un periódico digital sobre fútbol femenino y estoy disfrutando de la vida familiar un montón, pero al margen de eso he notado como cada vez se me venía más abajo el ánimo para hacer cosas. No es buena señal. Llevo cuatro años y medio escribiendo en este blog y seguro que ha quedado claro que no llevo bien la inactividad.

Por ello, hace unos días decidí que se acabó la desgana. He de seguir adaptándome a la coyuntura, pero no voy a dejar de luchar por inventar planes... y eso es lo que he hecho: vencer la pereza y visitar la Torre del Oro para poder hablar de ella. De las 121 maravillas andaluzas que quiero ver en mi vida llevo 45. Esta ya la conocía, por lo que no puedo tachar nada de la lista, pero como tengo la intención de hablar de las 121, pues a algunas estoy teniendo que ir de nuevo, así que no hay problema. 

Como decía al principio, la denominación exacta de la maravilla es Torre del Oro y Paseo Colón, incluyendo el Kiosco. Paseo Colón es el nombre de la calle donde se erige el torreón. En realidad, toda la orilla oriental del Río Guadalquivir forma un continuo desde el Puente de San Telmo hasta el del Alamillo. Son un buen puñado de kilómetros en los que hay un paseo peatonal al nivel del agua y, a pocos metros, una calle asfaltada paralela, por donde circulan los coches y que discurre más alta (el nivel de la ciudad queda algo más arriba que el del río). 


Paseo Colón es el nombre que recibe esa larga arteria desde su confluencia con la Calle Almirante Lobo hasta el Puente de Isabel II. Por uno de sus lados cuenta con una acera normal, a la que dan una serie de edificaciones, pero por el opuesto, el de la Torre del Oro precisamente, lo que tiene es un amplio paseo, a cuyos pies está el otro que va al nivel del agua y, algo más allá, el propio Río Guadalquivir.


Del Paseo Colón hablaré otro día, porque se merece un post aparte que complete este. Me gustaría recorrerlo, visitar algunos de sus emblemáticos edificios y, por supuesto, hacer una paradita en el kiosco que aparece en el enunciado de la maravilla, tal y como está planteada. Hoy, no obstante, me voy a centrar en lo que vi el pasado jueves, que fue la preciosa Torre del Oro.


La Torre del Oro es uno de los monumentos sevillanos más emblemáticos, no tanto por lo que contiene, sino más bien por su belleza como edificio. Desde la otra orilla del río forma parte de una de las estampas más espectaculares de la capital andaluza y, por sí sola, también destaca especialmente. El Paseo Colón es un punto clave de concentración de turistas en Sevilla, por lo que la Torre del Oro tiene siempre decenas de visitantes a sus pies. 

Como he dicho, yo solo había entrado una vez en la fortificación, y de eso hacía 33 años. Apenas recordaba nada de lo que hay dentro. Aún así, tenía grabada en la memoria sus escaleras. 


El otro día, a priori no tenía previsto ir a ver la torre. De hecho, debido al confinamiento perimetral no tengo permiso para ir a Sevilla por ocio. A pesar de esto, tuve que bajar temprano a la ciudad para resolver un papeleo que tenía pendiente, la cosa avanzó rápida y me vi a media mañana en el centro, sin mucho más que hacer. Tenía el día de vacaciones y la apatía me invitaba a volverme a casa directamente, pero caer en la desidia a ese nivel hubiera sido impropio de mí, por lo que vencí a la pereza, despejé la mente y me encaminé a la Torre del Oro. Ahora lo agradezco.

La Torre del Oro se construyó en época almohade como baluarte defensivo para proteger la entrada al puerto. Formaba parte de las defensas perimetrales que defendían Sevilla, por lo que estaba unida a un lienzo de muralla por el lado opuesto al del río. Después, fue usada como capilla, almacén de pólvora, oficina del puerto o prisión. Finalmente, en 1944 se reinauguró como espacio expositivo con el nombre de Museo Naval de Sevilla. En la actualidad, su función museística no ha cambiado, aunque ahora se llama Museo Marítimo Torre del Oro.

Hasta 1760 el torreón no tuvo el aspecto que presenta hoy día. Los almohades solo construyeron hasta las almenas, su segundo cuerpo es del siglo XIV y el superior, cilíndrico y rematado por una cúpula dorada, se construyó a raíz de la restauración a la que fue sometida tras sufrir bastantes desperfectos durante el Terremoto de Lisboa de 1755. 


Por lo visto, nunca estuvo recubierta de azulejos, como me contaron a mí, ni su nombre se debe a que se guardaran tesoros en ella. Lo que sí parece ser cierto es que se llamó Torre del Oro desde época almohade, porque estaba encalada y brillaba con el sol. 

Entrar en la fortificación y en el museo vale tan solo 3 euros. Debido a su pequeño espacio, en el monumento no caben más de 50 personas por planta. Son demasiadas, si se juntan 100 personas allí dentro la visita seguro que se desluce. 


Yo, sin embargo, creo que elegí el día perfecto para entrar. La pandemia está siendo un desastre y una ruina para el turismo, pero ahí sí tengo que reconocer que me aproveché de ella, ya que estuve solo en el museo. Al llegar había arriba otra pareja, pero la misma estaba terminando su recorrido y se marchó. Yo vi aquello con una tranquilidad inaudita, teniendo en cuenta que el monumento es uno de los lugares más visitados de una ciudad como Sevilla. Eché dentro 45 minutos y pude leerme todos los cartelitos, así como acercarme pausadamente a cada elemento expuesto.

Nada más entrar, lo primero que hice fue subir a la terraza del primer cuerpo, que es lo más alto que se puede llegar. Por las vistas, esa parte es, sin duda, la más espectacular de la visita.



Luego bajé a la primera planta e hice el recorrido por esta, que es circular, dada la forma del edificio. En la exposición de ese piso se hace un repaso por las diferentes etapas por las que ha pasado la navegación en España.



Lo que vi me resultó entretenido. La muestra se divide en pequeños sectores, dedicado cada uno a una etapa. La primera reflejada es la de los descubrimientos, luego hay una sección dedicada a los años del poder naval, otra para la época en la que la Armada Española estuvo en la vanguardia de la revolución científica, otra para la fase de decadencia y, por último, una quinta zona dedicada a la vuelta al esplendor, que es el periodo actual. Cada sector está ilustrado con una maqueta de un barco de esa época. En la etapa descubridora la maqueta es de la nao Santa María de Colón (primera foto inferior) y en la última es del buque de acción marítima Audaz (segunda foto inferior), un patrullero de altura de la Armada, botado en 2017, que evidencia la recuperada capacidad de diseño y construcción naval de España.



La exposición se completa en la planta que está al nivel de la calle, en la que se hace un repaso por la evolución de la propia Torre del Oro.


A nivel museístico, lo que se ve en el interior de la Torre del Oro no es para tirar cohetes. Las maquetas son chulas, pero los cuadros y los mapas son copias, y apenas si se enseñan algunos utensilios históricos relacionados con la navegación, que más parecen piezas de decoración que otra cosa. Aún así, por 3 euros merece la pena recorrer las tripas del edificio, y los carteles que se pueden leer son muy buenos y didácticos.

Pocas horas después de la visita las autoridades anunciaron que las medidas de confinamiento se van a relajar durante las Navidades. Me temo que eso tendrá consecuencias nefastas para la evolución de la pandemia, pero nosotros, ajustándonos con escrúpulo a la normativa y teniendo un cuidado extremo, intentaremos aprovechar las posibilidades. Con un poco de suerte aún escribiré otro post antes de que acabe el año.


Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado TORRE DEL ORO Y PASEO COLÓN, INCLUYENDO EL KIOSCO.
En 1988 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Sevilla: 18'7% (hoy día 68'7%).
En 1988 (primera visita), % de Maravillas de Andalucía visitadas: 4'1% (hoy día 37'2%).

Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
Visitado SEVILLA.
En 1988 (aún incompleto este reto), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 10% (hoy día 50%).
En 1988 (aún incompleto este reto), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 0'1% (hoy día 4%).


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