27 de abril de 2024

IBIZA MEDIA MARATÓN 2024

Tengo el propósito de correr, al menos, una media maratón en cada una de las 50 provincias de España, además de otra en Ceuta, otra en Melilla y otra en Portugal. Sin embargo, desde que escribo este blog, no había avanzado nada en este reto, hasta ahora.


En efecto, el pasado domingo terminé la Ibiza Media Maratón, y ya puedo sumar Islas Baleares a la la lista de provincias en las que he finiquitado una prueba de 21.097 metros.

En parte, llevaba casi una década sin avanzar en este proyecto, porque no ha sido una prioridad hacerlo, pero también es cierto que los dos intentos que he protagonizado, desde 2016, para sumar alguna nueva provincia al listado, acabaron en fracaso. No he llegado a pensar que estuviera gafado, porque, aunque en Albacete y en Getafe pegué el petardazo, la verdad es que, en estos años, he corrido sin percances otras medias maratones. Lo de esas dos carreras, en las que no llegué a cruzar la meta (en Getafe, ni siquiera tomé la salida, pese a haberme ido hasta allí), fue solo mala suerte. Sin embargo, cuando decidí ir a Ibiza a retomar el reto, en mi fuero interno sabía que no tenía margen para un nuevo traspiés. Por fortuna, logré completar el recorrido de la prueba ibicenca.


El nivel de la Ibiza Media Maratón ralló muy alto. Para empezar, la organización no escatimó esfuerzos, a la hora de darle lustre a la cita. Se notó, porque el Passeig de Vara de Rey, que es una de las principales plazas de la ciudad, se dedicó al evento en plan festivo, durante todo el fin de semana. Aparte, el recorrido resultó ser una preciosidad, y la puesta a punto del circuito me pareció impecable. En ocasiones, he criticado las carreras proscritas, pero la media maratón ibicenca estuvo lejos de serlo. Además, el trato a los corredores fue exquisito, a pesar de que la salida y la meta distaban 21 kilómetros y la logística era complicada.

Por otro lado, la cita estuvo plagada de elementos novedosos, que ayudaron a hacerla especial. En efecto, me encontré con una media maratón con un punto de exotismo, por la cantidad de extranjeros (un 41'7% de los 1.600 inscritos) y por lo variado que era el origen de los españoles (había personas de 32 provincias). Resulta muy curioso, que hubiera más gente de la provincia de Barcelona, que de las propias Islas Baleares, y que los atletas italianos y los británicos fueran casi tan numerosos como los locales. Aparte, el porcentaje de mujeres superó el 40%, lo que destaca igualmente. Desde el principio, me di cuenta de que estaba inmerso en un evento diferente. 

Además, como premio extra, a pocos instantes de echar a correr me percaté de que Reyes Estévez iba a participar en la prueba.


Al ver tan cerca en la salida a Reyes Estévez me quedé alucinado. Luego, en meta incluso me crucé con él. Soy muy tímido para esas cosas, pero me hubiera gustado decirle que el día que tocó el cielo, acabando tercero en la prueba de 1.500 metros del Campeonato del Mundo de Atletismo, que se celebró en Sevilla en 1999, yo estaba en la grada. Para él, fue su segundo bronce en un Mundial, tras haber pillado chapa también en Atenas, en 1997. Era un máquina, y el que tuvo retuvo. Sin embargo, en Ibiza no corrió para ganar. Con 47 tacos ya no da para tanto, pero se marcó un brutal séptimo puesto. De todas formas, venció Ilias Fifa, otro ilustre. Coincidir con él me hizo ilusión de igual modo.

El caso es que la cita, al margen de lo deportivo, me deparó un montón de excitantes sensaciones. Para colmo, María y yo nos alojamos en el hotel oficial del evento, que resultó estar petado de corredores. Yo suelo ir por libre en este tipo de coyunturas, pero en Ibiza me apeteció no complicarme la vida, y acabamos en el Hotel Ibiza Playa. Desde el punto de vista turístico, la elección fue un acierto, como ya he contado en el post anterior, pero, aparte, me encontré hospedado en el centro neurálgico del acontecimiento, en mayor medida que las otras veces que he optado por reservar en los establecimientos que las organizaciones recomiendan. La verdad es que me vi rodeado de decenas de estilizados atletas de ambos sexos. La prueba era el sábado por la tarde, y a desayunar yo bajé con mis vaqueros y mi camiseta de Metallica, preparado para irme a dar una vuelta por la ciudad. No pensaba machacarme haciendo turismo, pero tampoco me había ido hasta Ibiza para pegarme la mañana sentado en la terraza del hotel. Yo lo tenía claro, pero eso no evitó que me intimidara un poco el desfile matutino de personas venidas de lugares variopintos, con su fina estampa, con sus piernas depiladas, con sus relojes Garmin y con sus camisetas de las más llamativas carreras. Yo no tenía una idea real del nivel de toda esa gente, pero me fui a dar un paseo con la impresión de que estaba durmiendo en una especie de villa olímpica. Luego, quedé el 198, de los 1.321 runners que tomaron la salida, así que he sacado la conclusión de que, en estas circunstancias, no es indispensable comportarse como si se estuviera a unas horas de jugar la final de Roland Garros.

De todas formas, por lo que a mí respecta, es innegable que hubo nervios en los momentos previos al pistoletazo inicial. El pellizco lo notaba, y este se vio reforzado durante el desplazamiento en autobús a la salida. La cita empezaba en Sant Josep de Sa Talaia, una localidad del interior de la isla de Ibiza, y el circuito se había diseñado para llevarnos desde allí, hasta el mismo meollo de la capital ibicenca. Por eso, la organización trasladó a los atletas al punto de partida. Lo gracioso fue que, después de un interesante trayecto, el bus nos abandonó en la carretera, a las afueras del pueblo. La zona de salida estaba en el otro extremo de la población, y no parecía haber impedimentos para que nos acercaran más, pero no lo hicieron. Tras bajarme del vehículo, yo eché a andar siguiendo a la gente, esperando que el primero de la comitiva supiera adonde iba. Como, efectivamente, alcanzamos nuestro destino sin percances, la cosa quedó en anécdota. Yo he llegado a pensar que nos dejaron en ese emplazamiento tan peculiar, para que tuviéramos que atravesar andando Sant Josep, y así le echáramos un ojo y pusiéramos el sitio en valor, dado que esta entidad local no le saca demasiado provecho al evento, pero sí es responsable de mucha de su logística, puesto que la carrera discurre, en gran parte, por sus carreteras, y además es el municipio que monta la salida.


Lo cierto es que luego he visto en un mapa que había un camino algo más corto, entre el lugar donde nos dejó el autobús y la zona de salida, pero se ve que ninguno de los que íbamos en el grupo lo sabíamos. No tiene importancia, porque teníamos tiempo de sobra. Yo, siendo sinceros, incluso agradecí el relajado paseo. 


Con respecto al área de salida, esta se encontraba muy bien delimitada, en un parking público al aire libre, ubicado al sur del centro del pueblo. En esa espaciosa zona, estaba todo muy pensado, para que no hubiera follones, se pudiera calentar con comodidad, y no faltaran letrinas.


La carrera dio comienzo a las 18'00 horas, con puntualidad británica. Como ya he comentado, su recorrido fue muy atractivo. Eso sí, el pueblo lo abandonamos enseguida.


Los primeros metros discurrieron por una carretera de una cierta entidad, pero pronto cambiamos a una secundaria, denominada Camí des Verger. Sin abandonar en ningún momento un buen asfalto, esta vía y otra algo más ancha, llamada Carrer de Porroig, nos dirigieron hacia el sur, por una zona de pinares. Algunos tramos fueron abiertos, pero, por regla general, corrimos entre árboles, lo que nos protegió del sol y del viento en ese trecho inicial de la carrera. En el kilómetro 7, cuando llegamos a Cala Jondal, giramos al este, pero la prueba circuló por un terreno arbolado hasta que dejamos de bordear el Mar MediterráneoSa Caleta, poco después del kilómetro 10.


Tras dejar atrás San Caleta, durante unos 4 kilómetros corrimos entre parcelas rurales. Sus muros no eran muy altos, por lo que pude ver que no abandonamos el campo, pero el panorama fue cambiando, mientras nos acercábamos a Ibiza. Antes de arribar a la capital atravesamos uno de los extremos de Sant Jordi de Ses Salines, una población que pertenece al municipio de Sant Josep de Sa Talaia. Ese tramo urbanizado estaba en el kilómetro 15. No obstante, como antesala de la verdadera parte urbana de la carrera, todavía quedaba recorrido campestre. La ciudad comenzó realmente cuando pasamos el puente que salva la circunvalación EI-20. Por suerte para nosotros, era la autovía la que se encontraba soterrada, y la pasarela que cruzamos no tuvo desniveles. Después de hacerlo, nos adentramos en un polígono, y luego en un barrio de pisos modernos. Habíamos llegado a Ibiza. Tras un breve callejeo, al salir a la Avinguda de Sant Josep de Sa Talaia se acabó la historia del circuito, ya que los 2.500 metros que faltaban nos condujeron por una calle recta, que pasó a denominarse Avinguda d'Espanya en un momento dado, pero que no varió ni un ápice su trayectoria, hasta terminar en el Passeig de Vara de Rey, donde estaba la meta. Ahí sí me topé con unas cuantas revueltas, pero de eso hablaré más adelante. Ahora, solo diré que el final del trazado de la media nos llevó, por la columna vertebral de Ibiza, hasta su corazón. No se le puede poner ni un pero al itinerario.

No obstante, que el recorrido fuera casi perfecto, no significa que no resultara duro. De hecho, el perfil me pareció criminal durante bastantes kilómetros. 


Sin duda, cualquiera que vea este perfil me llamará exagerado, por decir que el mismo fue muy leñero. Ciertamente, descendimos mucho más de lo que ascendimos. Sin embargo, bajar corriendo no tiene por qué ser fácil, y, además, se ve en la gráfica que el trazado fue un tanto quebrado. En efecto, en los primeros 7.600 metros nos encontramos con una sucesión de cuestas de todos los colores, que hicieron infructuoso cualquier intento por mantener un ritmo estable. A ratos, los desniveles negativos fueron tendidos, lo que, al margen del peligro que supone dejarse llevar y acelerar demasiado, debería haber favorecido el hecho de avanzar sin sobresaltos, pero esos tramos estuvieron trufados de subidas asfixiantes, cortas pero intensas, seguidas de bajadas brutales, de esas que te castigan, porque te obligan a frenar.


Ascendimos menos de lo que descendimos, sí, pero al alcanzar el punto más bajo de la carrera, poco antes de llegar al kilómetro 8, yo no había visto el momento de correr a un ritmo constante. En concreto, las peores subidas estuvieron en el kilómetro 2 y en el 3. Unos metros después de pasar el cartel del 4 hubo otra. Sin embargo, fue en la del 7 donde nos esperaba la guadaña.


A estas alturas, no voy a decir que la rampa de Cala Jondal fuera la peor que he subido, disputando una media maratón. He corrido muchas, y he visto ya de todo. Sin embargo, en una competición de dureza, yo creo que esa cuesta sí estaría en puestos de podio. Fue demoledora. Yo no me eché a caminar de puro milagro.


Afortunadamente, los 2.000 metros siguientes fueron muy favorables, y me permitieron recuperar el resuello, si bien pronto tuve que renunciar, de manera definitiva, a mis aspiraciones de engancharme y avanzar medio cómodo, porque entre el kilómetro 11 al 14 no hicimos otra cosa que subir. No obstante, pese a que, a priori, ese pedazo era el de mayor dureza de la carrera, el simple hecho de poder correr con estabilidad, aunque fuera picando arriba, me alivió. En realidad, yo no note más desniveles acusados. Luego, alternamos leves ascensos e imperceptibles bajadas. 

Para acabar, disfrutamos de un tramo final muy benévolo, por la Avinguda d'Espanya. Este me lo esperaba, porque lo conocía. Para mí, el resto del trazado había sido un misterio, y lo había ido descubriendo sobre la marcha, pero ese postrero trozo sí había visto, el día antes, que era cuesta abajo. Sin embargo, los últimos 500 metros fueron harina de otro costal, porque no me esperaba las revueltas que dimos, por los alrededores del Passeig de Vara de Rey y por su interior. Empecé a esprintar cuando vi la plaza, y luego me encontré conque me quedaba más de lo esperado. El trecho final se me hizo largo.


El sprint eterno fue la traca final de una carrera que me resultó dura, como he dicho. En ella empecé bien, pero en la primera mitad no conseguí rodar cómodo, con tanta subida y con tanta bajada. A ratitos, logré unirme a alguien y disfrutar de un pelín de estabilidad, pero fueron breves instantes, interrumpidos por desniveles constantes. Pese a esto, avancé con brío, de manera que al llegar al kilómetro 7 había logrado mantener un ritmo medio de 4:24. Luego, llegó la cuesta asesina, que salvé como pude. El punto kilométrico estaba justo en su ecuador, por lo que el desnivel afectó a los parciales del kilómetro 8 (4:53) y del 9 (4:36). El 10.000 lo hice en 45:12. No está mal, pero ya iba con la sensación de que mis piernas eran de mármol. De hecho, en la segunda parte de la prueba mi media empeoró, y tuve que pelear a muerte cada metro. Fui muy exigido, y terminé con la sensación de que había logrado esquivar la debacle, pero poco más. Para mí sorpresa, en las clasificaciones he visto que en el kilometro 10 marchaba en el puesto 199, y que atravesé la línea de meta el 198. En consecuencia, queda claro que el declive fue muy relativo. A mí me adelantó un buen puñado de gente, y no pude seguirle la estela a nadie, pero se ve que yo también fui recogiendo cadáveres. La otra alegría, al consultar los resultados, fue que comenzaron la competición 1.321 personas, y la completaron 1.297. Yo, como he señalado, entré el 198. Esa posición realza algo el modesto tiempo de 1h38:27 que logré. Estuvo lejos de mi objetivo, pero es que este lo fijé en abstracto, y en el momento de la verdad se impone siempre la realidad. El mismo Reyes Estévez venía con una mejor marca en la distancia de 1h06:09, y tenía la intención explícita de batirla, por lo que he leído. Acabó en 1h11:15. Si a uno de los atletas españoles de mayor renombre de la historia se le va el objetivo 5 minutos, como no va a pasarme a mí...

En definitiva, en Ibiza viví una de esas carrera que perduran en la memoria y en el corazón. Por disfrutar de experiencias así, es por lo que, de vez en cuando, atravieso media España para correr.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 249.
% del Total de Carreras a completar: 24'8%.

Reto Atlético 102 MEDIAS
Medias Maratones completadas: 44.
% del Total de Medias Maratones a completar: 43'1%.

Reto MEDIAS DE ESPAÑA Y PORTUGAL
Completado Media Maratón en la PROVINCIA DE ISLAS BALEARES.
En 2024, % de Provincias en las que he corrido una Media: 26'4%.


25 de abril de 2024

IBIZA 2024

En 1991, tuve la suerte de pasar una semana dándole la vuelta a la isla de Ibiza en un barco de vela. Aquella experiencia fue alucinante, y me permitió ver parajes naturales de ensueño.



Por aquel entonces no había cumplido todavía 14 años, y aunque guardo un montón de recuerdos en la mente, relacionados con los sitios que vi y con lo bien que me lo pasé, por desgracia los tengo casi todos descontextualizados. En mi memoria conservo imágenes de aguas cristalinas, de bellos acantilados y de calitas paradisiacas. También me acuerdo de alguna que otra playa llena de gente. Sin embargo, esos lugares no puedo ponerlos en un mapa. Solo tengo conciencia de haber estado en la ciudad de Ibiza, al inicio y al final de la travesía. No obstante, antes de embarcarme no salí del Puerto. En cambio, al regresar a él sí nos dimos un paseo nocturno por sus alrededores, pero la verdad es que tampoco tuve tiempo de ver nada. En consecuencia, la de la pasada semana ha sido mi primera visita real a Ibiza capital.

Ibiza es una ciudad de 51.000 habitantes, que se ubica en la isla del mismo nombre, en la cual viven unas 151.000 personas. Lo normal, cuando uno va a la mayor de las Islas Pitiusas, es moverse por toda ella, ya que tiene una superficie muy abarcable. Nosotros, en esta ocasión nos tuvimos que conformar con quedarnos en la capital. No importa, porque he comprobado que tiene suficientes atractivos, como para acaparar la atención en exclusiva, al menos durante un fin de semana.


No puedo negar, para empezar, que yo tenía ciertos prejuicios con respecto a Ibiza. Sin pensarlo mucho, lo consideraba un destino lleno de pijos de diversas nacionalidades y pelajes (desde pseudo hippies y fiesteros, a nenes ricos por las buenas). Tan sesgada era mi impresión, que no me había parado a informarme de que el centro de la ciudad de Ibiza está declarado Patrimonio de la Humanidad. Luego, además, me ha gustado el ambiente. Es verdad que he visto la localidad en temporada baja, y que no me he paseado por la isla, pero, aun así, la gran mayoría de la gente con la que me he cruzado ha sido totalmente corriente.

Hay que decir, llegados a este punto, que yo he ido a Ibiza a disputar una competición deportiva, y eso ha marcado mi estancia. En concreto, he participado en la Ibiza Media Maratón. De mi experiencia en esta carrera hablaré en el próximo post. De momento, solo voy a comentar que la prueba dio comienzo el sábado a las 18'00 horas, por lo que mis ratos de turismo se centraron en el viernes por la tarde y en la mañana siguiente. Para alojarnos, optamos por el hotel que ofrecía la organización del evento, que resultó ser una magnífica elección, sobre todo por las impresionantes vistas que había desde la terraza de la habitación.


Aparte, las instalaciones del Hotel Ibiza Playa estuvieron muy bien, así como su desayuno bufé. Por último, su ubicación fue excelente, de cara a participar en la carrera, pero también me pareció una gozada estar tan cerca de la Platja de Ses Figueretes, aunque en el agua solo me atreviera a meter los pies.


La isla de Ibiza solo tiene cinco municipios, y el de la capital homónima es el más pequeño, con diferencia. Por eso, apenas si cuenta con tres playas, y una la comparte con Sant Josep de Sa Talaia. La de Ses Figueretes, que parece ser la playa por excelencia de la ciudad, mide 450 metros y está dividida por varios espigones.


Nuestro hotel estaba situado en primera línea de playa, junto al extremo derecho del tramo de la izquierda. Desde la arena, el edificio se veía perfectamente.


Dada la ubicación de la Platja de Ses Figueretes, me imagino que en verano estará atestada de gente, pero en abril a mí me ha parecido encantadora.


Por otro lado, esta playa da nombre al barrio de Ses Figueretes, que es muy particular y está muy bien definido. En efecto, la Avinguda d'Espanya y la Avinguda de Sant Jordi lo delimitan por el norte, por el este llega hasta el Carrer del Quarto de Portmany, y por el oeste termina en el Carrer de Ramón Muntaner


Todo el frente sur del barrio se encuentra ocupado por la Platja de Ses Figueretes, y su interior está conformado por un cuadriculado conjunto de calles, edificadas a partir de los años 50 del siglo pasado. 


Por lo visto, Ses Figueretes fue, desde su origen, un barrio de corte turístico, pero la oferta degeneró, y la zona acabó acaparando a los visitantes más chungos. Por fortuna, el perfil se recondujo, y ahora es un vecindario multicultural, en el que hay personas de muchas nacionalidades, que se mezclan, sin problema, con los guiris que buscan la costa. Por eso, en Ses Figueretes coexiste el típico ambiente de barriada, con el ecosistema playero montado para los turistas.


Dado que nosotros no llevábamos presupuestados grandes estipendios en comidas, nos olvidamos de consumir en los atractivos bares y restaurantes de la zona céntrica de Ibiza, y optamos por hacer uso de la oferta culinaria de Ses Figueretes, que aparentaba ser bastante más económica. No digo que no tenga ganas de volver a la ciudad, para pegarme algunos selectos homenajes gastronómicos, pero también tengo que reconocer que las dos cenas, en sendos negocios de la Avinguda d'Espanya, fueron magníficas. De hecho, la pizza que tomé en el Restaurante Pizzería Farina Santa ha quedado como una de las mejores que he degustado en mi vida.


En Farina Santa no solo saboreé una genuina Pizza Napoletana, servida por un staff plenamente italiano, sino que pude regarla con una auténtica birra Peroni. Fue una gozada de cena. Al día siguiente, caímos de nuevo en las redes de la cocina italiana, pero esta vez el restaurante, llamado La Piccola Fiorentina, en apariencia estaba regentado por sudamericanos, y todos los clientes que que vi parecían provenir de América Latina. La decoración del pequeño local y el ambiente eran de pizzería de barrio. Allí también estuvimos muy a gusto, y el plato de Espaguetis a la Boloñesa que comí me gustó mucho.

Hubo otro tercer negocio de la Avinguda d'Espanya en el que tomamos algo. En este caso, fue una cafetería, llamada Harinus. En ella me pedí un Capuccino. Como hacía una buena tarde, nos sentamos en la terraza, sobre la acera de la calle que ejerce de columna vertebral de Ibiza.


Aparte, la última noche cambiamos de tercio, y nos bebimos un par de botellines de Heineken, cada uno, en un auténtico bar de guiris, llamado Café de Hoeck. El sitio me gustó, claro, porque me encantan los pubs cerveceros. Este, además, también tenía una agradable terracita sobre la acera del Carrer de Formentera.

Sin embargo, a pesar de todo lo que me he explayado con Ses Figueretes, el protagonismo en la ciudad de Ibiza lo acaparan otros tres barrios, que nosotros nos pateamos bien. Son Dalt Vila, que es la zona fortificada, S'Alamera y La Marina. Estos dos son llanos, y flanquean la Muralla de Dalt Vila por el norte. 

En S'Alamera, que se extiende al final de la Avinguda d'Espanya, destaca el Passeig de Vara de Rey, que es uno de los ejes de la vida ibicenca. La Ibiza Media Maratón acabó en él.

Por lo que respecta a Dalt Vila, este barrio es, sin duda, el que hace brillar a Ibiza. No en vano, en 1999 la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad una serie de enclaves de la isla ibicenca, y entre ellos estaba el casco histórico de la capital. 

Dalt Vila significa, literalmente, Ciudad Alta. El barrio se corresponde con la antigua población amurallada, y se desparrama sobre una pequeña colina, que se asoma al Mar Mediterráneo


Ibiza fue fundada por los fenicios en el siglo VII antes de Cristo, y vio pasar por sus calles a cartagineses, romanos, bizantinos y árabes, dada su posición privilegiada. En agosto de 1235, pasó a integrar el Reino de Aragón. Años después, el antiguo cercado árabe ya se había visto desbordado, y en tiempos de Felipe II toda la ciudad fue rodeada por otra gran muralla, que aún se conserva intacta, y que es la que delimita con claridad Dalt Vila, puesto que envuelve con bastante exactitud el promontorio sobre el que se asienta el meollo de Ibiza. A los pies del mismo, y más allá, la población ha seguido creciendo, pero el casco viejo está perfectamente acotado.

Cinco son las puertas que permiten el acceso a Dalt Vila. Nosotros entramos por la Portal Nou, que se puede considerar como la segunda en importancia. Da al oeste, y se encuentra en el extremo opuesto de la parte de la Muralla que está frente al mar.


En nuestro caso, tras un buen paseo, salimos de Dalt Vila por la Portal de Ses Taules, que es la puerta más importante. Da a La Marina, y tiene hasta un puente levadizo.


Si se accede al recinto fortificado viniendo desde La Marina, tras atravesar la Portal de Ses Taules uno se encuentra una llamativa Plaza de Armas, en la que se apostaba el cuerpo de guardia. En la actualidad, ese enclave se conoce como El Rastrillo


A continuación de El Rastrillo, separada de él por un muro, que tiene un pórtico, se abre la Plaça de Vila, que es uno de los centros neurálgicos de Dalt Vila. Si se va con pelas, es un buen sitio para pegarse una alegría, en alguno de los restaurantes que allí hay.



Para llegar desde la Portal Nou hasta la Portal de Ses Taules, se puede callejear acortando, o bien se puede dar un maravilloso paseo de baluarte en baluarte, siguiendo el adarve de la impresionante Muralla, lo que permite ir disfrutando, a cada rato, de unas maravillosas panorámicas del mar y de la propia ciudad.



Nosotros, lo de recorrer la Muralla es lo que hicimos, aunque avanzamos en sentido inverso al lógico. Así, María y yo fuimos de la puerta secundaria a la principal, de manera que, después de atravesar la Portal Nou y dejar atrás el Baluarte de San Pedro, el cual no vimos, comenzamos a bordear por dentro el lienzo oeste del cercado. Al principio, había casas pegadas a este, pero pronto pudimos ir salvando el tremendo desnivel pegados al muro.

      

   
Siguiendo la Muralla, vimos sucesivamente el Baluarte de San Jaime (abajo, en la primera foto), el Baluarte de San Jorge (en la segunda) y el Baluarte de San Bernardo. El Baluarte de Santa Tecla se halla a continuación, pero no lo pisamos. Todos dan al sur, están muy bien conservados, y son bonitos en sí mismos. Además, las vistas desde ellos merecen mucho la pena.



Pese a que todo el recorrido por la Muralla nos ofreció preciosas vistas, solo en el Mirador del Poeta Mariá Villangómez, que mira al este, vi que se homenajeara a ese hecho con la creación de un mirador.


También en la Plaça de la Catedral, no muy lejos del Baluarte de Santa Tecla, hay un lugar desde el que se divisa un espectacular panorama.


El conjunto de baluartes se completa con el de Santa Lucía y con el de San Juan, que son los dos que dan al norte. El primero es el mayor de todos, y posibilita que pueda uno alejarse un poco de la zona más alta de Dalt Vila y contemplarla con perspectiva.


En todo este tour perimetral, también es menester hacer una parada en el Cavaller de Sant Lluc. Esta estructura se encuentra ubicada sobre el Baluarte de San Pedro y la Portal Nou, y estaba destinada a darle un extra de protección a ese estratégico punto de la Muralla. La misma nosotros la recorrimos el viernes por la tarde, pero ese enclave nos lo habíamos dejado atrás, por lo que volvimos el sábado por la mañana para echarle un vistazo.


En cualquier caso, los encantos de Dalt Vila no se limitan a su Muralla y a lo que se ve desde ella. Muy al contrario, intramuros también destacan lugares que se pueden visitar por dentro. De todos ellos, nosotros tan solo pudimos ver el Centro de Interpretación Madina Yabisa, que está ubicado en la Casa de la Cúria. Esta fue erigida al final de la Edad Media, y albergó los tribunales de justicia durante el siglo XVI. Se construyó aprovechando las estructuras de la muralla andalusí, y tiene dos entradas y dos alturas. 


La entrada que da la Plaça de la Catedral era una ventana en origen (en la foto superior, es la que se abre en la fachada blanca), y da acceso, hoy día, a la Oficina de Turismo. Por su parte, la puerta de la Casa de la Cúria que da al Carrer Mayor, permite acceder al nivel inferior del inmueble. Allí está montado el centro de interpretación, que busca dar a conocer la historia de la ciudad en el Medioevo, cuando se convirtió en una de las principales centinelas del Mediterráneo occidental.

Más allá de los lugares concretos que se merecen una visita en Dalt Vila, el casco histórico de Ibiza está conformado por un dédalo de pintorescas calles que conviene recorrer.



De los tres barrios que decía antes, que acaparan el protagonismo en Ibiza, el tercero es La Marina. Está formado por el conjunto de calles y de casas, que se encuentran entre Dalt Vila y el Puerto de Ibiza. Su epicentro es la Plaza de la Constitución.


La Marina es un barrio con mucha miga, por el que solo nos dimos un breve paseo. Aparte, hay otras zonas de la capital que se nos quedaron el tintero. Pese a esto, lo cierto es que los dos días que echamos en Ibiza me han permitido tomar verdadero contacto con la ciudad, a la espera de poder profundizar en ella en el futuro.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado IBIZA.
En 1991 (primera visita incompleta), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Islas Baleares: 33'3% (hoy día, confirmada ya esta visita, 50%).
En 1991 (primera visita incompleta), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 8% (hoy día, confirmada ya esta visita, 36'3%).


5 de abril de 2024

PLAZA DE ESPAÑA DE SEVILLA 2024

A finales de febrero, el alcalde de Sevilla anunció que el Ayuntamiento "estaba proyectando cerrar la Plaza de España y cobrar a los turistas para financiar su conservación y garantizar su seguridad". La polémica no tardó en estallar, porque en la ciudad estamos acostumbrados, desde siempre, a hacer uso de ese bello espacio sin restricciones.


Lo cierto es que el anuncio de José Luis Sanz no dejó de hacer hincapié en que no peligra el acceso libre y gratuito de los sevillanos a la Plaza de España, pero todos nos vimos haciendo interminables colas, para poder entrar en un monumento por el que, hoy día, paseamos como el que no quiere la cosa.


El centro de Sevilla se está convirtiendo en una especie de parque temático para turistas, lo cual escuece mucho a la opinión pública local, que al final es la que vota, y lo de que la entrada a la Plaza de España esté regulada no va a aliviar esa irritación. Además, este monumento no se encuentra en el meollo de la ciudad, sino que se halla en una zona en la que aún se mezclan un poco los locals y los guiris. Por ello, cuando se pasa por delante todavía da la sensación de que es un espacio público abierto a los sevillanos de a pie, es decir, que mantiene el espíritu para el que se concibió. Ya veremos lo que acaba pasando. 

En todo caso, hay que decir que la Plaza de España ya forma parte del Parque de María Luisa, por lo que se le echa la cancela cada noche, a la vez que al parque.


De todas formas, yo no me he decidido a hablar ahora de la Plaza de España porque vayan a limitar su acceso, sino porque fui el otro día a echar allí un rato en familia, y me ha parecido que esa era una excusa perfecta para dedicarle un post en este blog, cosa que tenía en la cabeza desde hace mucho.

La Plaza de España de Sevilla fue proyectada hace más de un siglo por el gran arquitecto sevillano Aníbal González, y nació para ejercer de espacio emblemático en la Exposición Iberoamericana que se celebró en la ciudad en 1929.


Empezó a construirse en 1914, y sus obras avanzaron con lentitud, pero se pudo terminar a tiempo de que estuviera lista para el evento. Para lograr esto, se acabó multiplicando por 27 su presupuesto inicial, lo cual fue una locura, pero, a día de hoy, ya lo que nos queda es una maravilla arquitectónica, llena de detalles que son dignos de admiración. 

Decía arriba que el sábado pasé una mañana en familia en la Plaza de España. Lo hice, porque ese espacio ha sido siempre un referente para los sevillanos. Más, si cabe, que otros monumentos. En efecto, en Sevilla todos han ido de niños al Parque de María Luisa, y la Plaza de España está al lado. Yo jugaba en ella siendo un mico, dado que vivía cerca, y María y sus hermanas tienen un recuerdo muy bonito de los ratos echados en las barcas, con las que se puede navegar por la ría de 515 metros de largo, 14 de ancho y 1'20 de profundidad, que recorre la superficie semielíptica de la plaza.


El caso es que andábamos con ganas de hacer algo familiar, y lo de echar un rato en las barcas de la Plaza de España nos pareció un plan simpático para la mañana sabatina. Ana, Julia y dos de mis sobrinas ya están en edad adolescente, pero los hijos de mi otra cuñada sí son niños, y, aparte, un rato de gamberreo en una cáscara de nuez divierte a todo el mundo, y más si no se han cumplido aún los 18 años. En consecuencia, lo primero que hicimos, al llegar al monumento, fue dirigirnos al embarcadero y alquilar tres barcas de cuatro plazas, por el módico precio de 6 euros cada una. 


Mientras navegábamos por la ría protagonizamos momentos un tanto escandalosos, y en el ambiente netamente guiri que predomina, en la actualidad, en la Plaza de España, dimos un poco la nota, regalándole a los turistas unas cuantas escenas un pelín moranquianas


Yo creo que nos echaron unas cuantas fotos, pero nos divertimos mucho. Luego, nos dimos un paseo por la plaza en sí. En ese momento, fue cuando me di cuenta de que había bastantes rincones del monumento que no conocía. En realidad, nunca lo había visitado con detenimiento, aunque además de jugar en él de niño, como he dicho, también tengo en la retina la experiencia de haber empezado y terminado algunas carreras allí, y de haber asistido a dos conciertos en su explanada central. El primero fue de Green Day, en 2019, y en el segundo, en 2022, tocaron Deep Purple. Este último se celebró en el marco del Icónica Fest, un festival que se celebra en la Plaza de España desde 2021, a lo largo de un mes.


En el Icónica Fest actúan artistas muy variados, dado que los shows son totalmente independientes. Aparte, el evento no se limita a la música, puesto que el sector del Parque de María Luisa que queda más cerca del monumento se llena de foodtrucks, por lo que las necesidades de comida y bebida se pueden cubrir sin salir del recinto. Empezando por los conciertos, es todo bastante caro, porque, con el rollo de que el espectáculo tiene lugar en un escenario espectacular, pagas un riñón por entrar y por consumir, pero ya está anunciada la cuarta edición del festival para junio, lo que demuestra que hasta ahora ha sido un éxito.

El tema es que, como digo, nunca había visitado la Plaza de España con calma, así que el martes, diez días después del rato de las barcas, aproveché que trabajo muy cerca para irme para allá a mediodía y explorarla bien.

La Plaza de España ocupa una superficie de 50.000 m², de los cuales se encuentran construidos unos 19.000. Su tamaño es tremendo. Sin embargo, en realidad, a pesar del nombre, no es una plaza en el sentido estricto de la palabra. En efecto, según el diccionario de la RAE, una plaza es un "lugar ancho y espacioso dentro de un poblado, al que suelen afluir varias calles". La Plaza de España es, desde luego, un sitio extenso y diáfano, pero parece más un edificio monumental precedido de una explanada, que otra cosa. Su forma es semicircular, y está constituida por un enorme inmueble curvado, de 170 metros, que abraza una amplia área lisa y llana. El conjunto simboliza el abrazo de España a sus antiguos territorios americanos, y mira en dirección al Río Guadalquivir, señalándolo como punto de partida hacia América.

En la Plaza de España, por tanto, podemos distinguir dos zonas. La primera es la de la superficie abierta, en la que están incluidos la fuente, el canal y sus puentes. 



Los puentes iban a ser ocho, pero pronto Aníbal González los redujo a cuatro, y les otorgó una simbología. Así, cada uno representa a uno de los reinos cristianos medievales de la Península Ibérica que acabaron conformando España, es decir, Aragón, Castilla, Navarra y León. No obstante, hay que decir que la historia de esas regiones fue muy convulsa en el medievo, de manera que la división cuatripartita corresponde tan solo a un periodo que no superó los 75 años, y olvida, en todo caso, a los territorios dominados por los musulmanes en esos tiempos.

       


Por otro lado, la segunda parte de la Plaza de España es la del edificio. El mismo tiene una galería, que corre un par de metros sobre el nivel de la explanada, a lo largo del semicírculo.



En los extremos de la edificación hay dos torres, que miden 74 metros. Estas no rivalizan en altura con los grandes colosos del skyline sevillano, que son la Giralda y la Torre Sevilla. La primera mide 101'5 metros y la segunda 180'5, por lo que ambas quedan lejos. Sin embargo, las torres de la Plaza de España también se distinguen muy bien, cuando uno tiene la oportunidad de ver la ciudad de Sevilla desde la lejanía.


En medio de la edificación, esta cuenta con otra gran construcción, a la que Aníbal González denominó Edificio Central. Entre este y las torres hay dos estructuras más, que tienen sendas escaleras monumentales. Si se sube cualquiera de ellas, se podría acceder al tejado de la galería, si estuviera abierto.




Sin embargo, no hace falta atravesar la verja para contemplar las espectaculares vistas desde el rellano de las escaleras.


Si en vez de subir las escaleras se bajan, se atraviesa el edificio por debajo, y se puede salir de la Plaza de España por alguna de las dos puertas que comunican, por el este, la calle exterior y la explanada. Son la Puerta de Navarra y la Puerta de Aragón.


Uno de los atractivos que tiene la Plaza de España, en mi opinión, es que su edificio está a pleno rendimiento, no solo desde el punto de vista turístico, sino también a efectos prácticos. De hecho, hoy día acoge las instalaciones de un montón de organismos públicos de titularidad estatal. Cuando Aníbal González proyectó el espacio, ya sabía a qué se iba a dedicar. Con posterioridad, el uso de las dependencias ha cambiado un poco, pero no tanto. Dentro de la amplia cantidad de entidades que se reparten por el inmueble, llama la atención, por ejemplo, la presencia de oficinas de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, de la Unidad de Conservación y Explotación de la Dirección General de Carreteras, o de la Inspección Provincial de Trabajo y Seguridad Social. El ramillete de competencias que se gestionan en la Plaza de España es vasto. No obstante, su parte más importante, es decir, la que sobresale en el centro, lo que acoge es el Cuartel General de la Fuerza Terrestre


Lo que pasa es que a esta parte militar no se accede desde dentro de la Plaza de España, sino desde fuera. Las medidas de protección en los alrededores de ese sector de la plaza son importantes.



Antaño, cuando la estructura básica de los ejércitos se basaba en la territorialidad, en la Plaza de España estaba la Capitanía General de la II Región Militar, pero en 2002 la organización cambió, y desaparecieron las regiones militares. Pese a esto, el sector central y sobresaliente de la plaza se sigue conociendo como Capitanía.

La verdad es que el lado exterior del edificio de la Plaza de España es feote. Todas las oficinas que he mencionado tienen un acceso discreto por dentro, pero las ventanas dan para fuera, por lo que esa vertiente no presenta un aspecto demasiado pintoresco. 


Lo llamativo se halla en el interior de la plaza, donde se puede disfrutar de mil detalles. Uno de los más bonitos es el de los 48 grupos de bancos recubiertos de cerámica que se distribuyen a los pies del edificio, dando a la explanada. Hay uno por cada provincia de España, y están ordenados alfabéticamente.


Como curiosidad, a principios del siglo XX Canarias era una sola provincia, por lo que el todo archipiélago está representado por un único conjunto de bancos.


La comunidad canaria se dividió en las provincias de Las Palmas y de Santa Cruz de Tenerife en 1927, dos años antes de la inauguración de la Plaza de España, pero se ve que en ese momento ya no hubo forma de construir otro grupo de bancos.

Aparte, la circunscripción de Sevilla tampoco tiene bancos, porque era la anfitriona, por lo que fue representada con una serie de paneles temáticos, que se situaron en algunos de los extremos de cada uno de los cuatro tramos de bancadas que hay. Así pues, hay varios mapas que muestran lo más destacado de la provincia sevillana, o de su capital, desde una perspectiva histórica, monumental, agrícola o ganadera.


El resto de las provincias sí cuentan con su pequeña parcelita, que está compuesta por tres bancos, en los que aparecen escritos los nombres de las principales poblaciones de esa circunscripción. 


Sobre el banco que se encuentra pegado a la pared, todos los conjuntos tienen una serie de azulejos, en los que se ha reflejado alguna escena histórica representativa de esa porción de España. Más arriba, en la balaustrada, cada provincia cuenta con su escudo. En el suelo, están reproducidos sus mapas correspondientes.


Por lo visto, al construir la Plaza de España no faltaron los avatares, con respecto a las escenas que se plasmaron en el alicatado. Lo que pasó fue que unas cuantas se tuvieron que cambiar con cierta premura, poco antes del inicio de la Exposición Iberoamericana, porque las originales al final no se consideraron adecuadas. Eso hizo que, en algunos casos, la calidad de las imágenes se viera algo mermada por las prisas, e incluso provocó que se cometiera un inexplicable fallo con Navarra, ya que, al sustituir sus azulejos, se encabezó el conjunto con el topónimo de la principal ciudad del territorio, en lugar de con el nombre de la provincia.


Supongo que se dieron cuenta tarde. Luego, la verdad es que han pasado casi 100 años, y el error no se ha subsanado. En todo caso, es muy divertido ir recorriendo los bancos, para ir desentrañando los acontecimientos mostrados de cada provincia. Se aprende bastante. También es habitual ver a los visitantes españoles haciéndose fotos frente a los azulejos representativos de sus lugares de origen.

El último detalle llamativo de los bancos es el de los pequeños anaqueles o estantes que están incluidos en los conjuntos. 


Aníbal González pudo estudiar arquitectura a finales del siglo XIX, lo que evidencia que era de familia acomodada, pero tenía un buen ramalazo regeneracionista, por lo que era de los que pensaban que uno de los males que lastraban España, en aquella época, era el analfabetismo. Para combatirlo, González tuvo la idea de crear en la Plaza de España una gran biblioteca pública, antes de que estas existieran realmente. Para eso, diseñó en sus bancos unas repisas, que estaban pensadas para que se colocaran libros en ellas, los cuales podían ser leídos por cualquiera. Está claro que la solución a una rémora tan difícil de combatir, como es la ausencia de cultura, era demasiado inocente, pero a la vez me parece tierna e idealista. A mí me encanta la iniciativa.

Otro detalle digno de mención de la Plaza de España es el de los adornos de las enjutas de los arcos. Al estilo de la Plaza Mayor de Salamanca, en el monumento sevillano se colocaron una serie de 52 medallones, que representan en cerámica a 54 ilustres personajes de la historia de España (hay dos medallones que tienen a un par de personas). 


En los medallones están los bustos de 52 hombres y de 2 mujeres, que se ganaron, hasta 1929, el derecho a ser inmortalizados. Hay músicos, literatos, políticos, descubridores y reyes. La selección tiene un puntillo muy de la época, claro. Por eso, solo representan al sexo femenino Isabel La Católica y Santa Teresa de Jesús. A comienzos del siglo XX, las mujeres llevaban siglos de ostracismo en España, y quedaba aún mucho para que se empezara a hablar de paridad y de igualdad. Hombres, por otro lado, los hay de lo más variopinto. Están Colón, Cervantes, Velázquez y Felipe II, por supuesto, pero también hay personajes menos obvios, como Séneca, Luis Vives, Menéndez Pelayo o Castelar. Tampoco faltan El Cid, Pelayo o San Fernando, que le dan un toque épico patriótico al conjunto.

En definitiva, la Plaza de España es un museo cerámico al aire libre, lleno de elementos que son dignos de elogio. Lo normal, cuando se visita, es verla de un vistazo, pero merece la pena pararse y disfrutar de detalles como los que he comentado, y también de otros como el artesonado mudéjar del techo de la galería, o las balaustradas de los puentes y de la ría.


De la Plaza de España de Sevilla 
hay muchas más cosas sobre las que hablar. Por ahora ya está bien, pero cabe la posibilidad de que, en el futuro, pueda seguir profundizando en sus encantos. Si es así, este post tendrá segunda parte.


Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitada PLAZA DE ESPAÑA DE SEVILLA.
En 1990 (primera visita consciente), % de Monumentos Destacados de España visitados en Andalucía: 25% (hoy día 81'3%).
En 1990 (primera visita consciente), % de Monumentos Destacados de España visitados: 14% (hoy día 43%).