7 de abril de 2018

PORTUGAL 2018

Siempre he considerado a Portugal como nuestro país hermano, aunque por desgracia hay españoles que miran a los portugueses un poco por encima del hombro, e incluso se quejan de que nos tienen manía, así en general. Es evidente que habrá de todo, pero yo estuve varios meses compartiendo piso en Génova con un portugués, mi casa estaba siempre llena de compatriotas suyos, hice bastante vida con ellos y no sufrí ni un mal gesto en todo ese tiempo, lo que vino a confirmarme que la leyenda negra es falsa. Es cierto que a pesar de vivir apenas a 125 kilómetros de la frontera con Portugal conozco muy poco el país, pero las veces que lo he visitado tampoco he visto nada que indique que nos tengan hambre por sistema.

Pese a lo dicho, es evidente que avinagrados los hay, como pudimos comprobar María y yo el pasado viernes nada más entrar en tierras lusas, pero eso me temo que es más achacable al carácter intrínseco de algunos ejemplares de la raza humana que a la nacionalidad de los mismos. Lo que pasó fue que al llegar al lugar que habíamos elegido para pernoctar durante el fin de semana, que no era otro que el Parque de Campismo de Monte Gordo, la recepcionista nos dijo que las niñas sin su Documento Nacional de Identidad allí no se quedaban. También hubiera valido el Libro de Familia, pero era la primera vez que intentábamos dormir con ellas fuera de España sin haber cogido antes un avión y no caímos en la cuenta de que íbamos a estar en el extranjero (a quince minutos de la frontera, pero en el extranjero). Fue culpa nuestra, pero afortunadamente no siempre que se comete un error así se las ve uno con una señora a la que dan ganas de regalar un bizcochito de All-Bran. En cualquier caso, como decía antes, esa actitud no es achacable al lugar de nacimiento, también hay españoles reveníos que además de hacer su trabajo (el de la señora era no dejarnos pasar, estaba en su derecho de ser más papista que el Papa), te ponen cara de asco, como si tú fueras el responsable de todas sus desgracias.

Dada la entrada nada triunfal en Portugal estuvimos a punto de dar media vuelta y tirar para la costa de Huelva, ya que pensamos que no íbamos a poder dormir fuera de España con las niñas sin documentación, pero por fortuna decidimos hacer otro intento antes de arrojar la toalla y buscamos sobre la marcha otro camping en el que probar. El más cercano resultó ser el Caliço Park. El mismo se encuentra más al interior y por eso no lo habíamos considerado al principio, pero al final no tenía tan lejos el mar (de hecho se veía a lo lejos) y, en cambio, se encontraba en un lugar más apartado y atractivo. 



Además, lo importante fue que allí no nos pusieron pegas para que durmieran Ana y Julia (menos mal). El Caliço Park está lleno de casas prefabricadas que parece que están habitadas de manera perenne, o que, al menos, se usan como viviendas estacionales siempre por las mismas personas. En esta época el camping estaba muy tranquilo, pese a lo cual tenía la piscina y el bar abiertos. La terraza del bar era un lugar muy agradable.


Nunca habíamos ido de camping a principios de primavera con las niñas y no es de extrañar que el área de acampada del Caliço Park estuviera casi desierta, porque dormir en tienda de campaña a finales de marzo tiene un puntillo de dureza que hay que asumir. En efecto, en nuestro caso tuvimos que montar la tienda en medio de un auténtico huracán (resultó harto difícil), la primera noche se calmó el viento, pero en cambio llovió de lo lindo, y los dos días cayó tanto la temperatura cuando se puso el sol que nos fuimos todos a dormir a las 22'00 horas sin ninguna pena, con tal de meternos en el saco. Por contra, la sensación de sacar la cabeza de la tienda en mitad del campo con los primeros rayos de sol y respirar el aire fresco de la mañana en esta estación del año, es una delicia que no experimentaba desde que estaba en los scouts. 

Como he dicho al principio, apenas conozco Portugal, fuera del Algarve solo he estado en Lisboa (dos veces), en Elvas (otras dos), en Oporto y en Serpa. Por otro lado, en el propio Algarve solamente me he movido por el litoral y más allá de Olhão solo he estado tres veces en Vilamoura y otro par en Quarteira. Es poco bagaje para un país con tantas posibilidades.

Pese a esto, el tramo costero que va desde la frontera hasta Olhão sí lo conocía un poco y este fin de semana hemos profundizado más en él. El punto de referencia en toda esa franja de 45 kilómetros es Tavira, una bonita población de 26.000 habitantes que tiene un poderoso poder de atracción, el cual hace que acabe allí siempre que voy por el Algarve. Esta vez, sin embargo, cuando decidimos pasar los últimos tres días de la Semana Santa en la zona me propuse hacer un esfuerzo por mirar un poco más allá y explorar otros rincones.

El comentado trecho tiene una particularidad y es que una gran parte del mismo está integrado en el Parque Natural da Ría Formosa. Todo ese pedazo costero del Algarve es una maravilla natural formada por cinco islas y dos penínsulas que se hallan separadas de la costa por muy poco espacio. Las islas forman una barrera o cordón discontinuo que crea, entre ellas y el continente, una especie de laguna en la que hay un montón de canales e islotes.


Dicha laguna es una zona húmeda de gran importancia medioambiental que fue declarada Parque Natural en 1987. Eso ha hecho que a pesar de la alta densidad turística del sur de Portugal, toda la franja inmediata al mar desde Manta Rota hasta pasado Faro, incluidas las islas que están frente a ella, sea un paraíso natural en el que las infinitas playas de arena se han mantenido casi vírgenes y los pueblecitos conservan un cierto encanto marinero.


De esas cinco islas comentadas la Ilha de Armona y la Ilha de Tavira son las que yo conozco. En el extremo este de la de Tavira hay un camping al que fui tres veces, en 1996, 1997 y 1998. Se llega allí con un barquito que cruza desde el continente. En ese punto de la costa, un kilómetro hacia el interior, separado por una zona de salinas, está la ciudad de Tavira.

En la Ilha de Armona ocurre lo mismo que en la de Tavira: la isla, al ser Parque Natural, se ha conservado virgen y se accede a ella por medio de un barco que llega hasta Fuzeta, que a diferencia de Tavira sí está al borde de la ría. En el año 2000 estuve allí en otro camping que se encuentra junto a la marisma, en plena población, pero en aquella ocasión apenas si visité Fuzeta y no había vuelto. El pasado sábado por la mañana regresé después de 18 años y esta vez sí paseamos por el pueblo, que tiene un cierto atractivo, gracias a la desgastada belleza que muestran muchos de sus edificios.



Atravesando Fuzeta llegamos hasta la zona donde está el camping. Este tiene a un lado una preciosa explanada, el Jardim da Fuseta, que se asoma plácidamente a la ría


A espaldas del camping está el Puerto, el lugar donde más destaca el sabor marinero de la población. En él se coge el ferry que lleva a la Ilha de Armona.


Esta vez no cogimos ningún barco, pero sí volvimos a la Ilha de Tavira. La misma cuenta con cuatro playas, la Praia da Ilha de Tavira, que es la que yo conocía, la Praia da Terra Estreita, la Praia do Barril y la Praia do Homen Nu. Para acceder a la Praia do Barril no hacen falta barcos, ya que se ha construido un puente de carácter efímero que salva el estrecho.


Una vez en la isla hay que atravesarla, o bien cogiendo un simpático trenecito, o bien caminando por el camino de cemento que va paralelo a la vía.



Al final del recorrido uno se encuentra con la misma playa arenosa que empezaba en el extremo este de la isla, aunque aquí ya tiene otro nombre.


En nuestro caso, para ir hasta la playa hicimos el camino andando, no tanto por ahorrarnos el dinero del tren (cada billete vale 1'20 euros), como por dar el paseo. A la vuelta ya sí hicimos el viaje de diez minutos en el trenecito, para deleite, no solo de Ana y de Julia, sino también de las hijas de Fran y Belén, dos amigos con los que compartimos la jornada del sábado.


La Praia do Barril estaba espectacular, la primavera ha resultado ser maravillosa para disfrutar de estos arenales, que en marzo se encuentran desiertos y azotados por el viento. El premio extra de la visita a la Praia do Barril es contemplar el Cemitério das Âncoras, un curioso museo de anclas creado junto a las remozadas casas de una antigua aldea cuyos habitantes se dedicaban a la pesca de atunes, antes de abandonar el asentamiento en los años 60 del pasado siglo.



Las casas daban cabida a unas 80 familias que vivían ahí de abril a septiembre, durante la temporada de pesca del atún. Ahora las construcciones han sido restauradas, de manera que dan cobijo a varios establecimientos de restauración, también sirven de apoyo a los servicios que en época estival se prestan en la playa (enfermería, alquiler de toldos,...) y se usan, igualmente, para guardar material náutico y deportivo.


Precisamente el tren, en origen, servía de apoyo a la industria pesquera del lugar, aunque ahora, como tantas otras cosas, se utiliza para un fin mucho más lúdico.

El otro trozo del Parque Natural da Ría Formosa que conocimos esta vez fue el extremo este del mismo, que está situado en el pueblo de Manta Rota. La playa de esta población, la Praia de Manta Rota, es tan bonita como las demás de la costa, pero no está en ninguna isla, sino que en esa parte el continente da directamente al Océano Atlántico.

En Manta Rota, después de dar un buen paseo por la playa nos separamos un poco del mar, nos adentramos en la zona interior del Parque y volvimos hasta el pueblo por el terreno de marisma.



Manta Rota, al igual que Fuzeta, es un núcleo costero que conserva un cierto encanto, en especial la zona de la Praça da Manta Rota y las calles adyacentes.




Los otros dos pueblos que vimos dentro de los límites del Parque fueron Luz de Tavira y Santa Luzia. Todos están cortados más o menos por el mismo patrón, aunque su tamaño varía. Luz de Tavira gira entorno a Largo da República, adonde dan sus principales edificios.


A Largo da República se asoma el Café Luzense, un curioso establecimiento de decadente aspecto exterior que por dentro no deja de ser una tasca, pero que tiene curiosos guiños al rock & roll en la decoración.


Allí nos tomamos unos botellines de rica cerveza Sagres con Belén y con Fran antes de ir a comer, mientras las niñas se divertían con el futbolín.


El homenaje culinario del fin de semana nos lo pegamos en Santa Luzía, ya que comimos en el Restaurante Cervejaria O Chico.


Llegamos allí rebotados de otro lugar que nos habían recomendado y que estaba lleno. O Chico, por no encontrarse delante de la ría sí tenía sitio, para desgracia de su dueño, que nos comentó que tiene más problemas para llenar su local que los restaurantes que están más visibles, a pesar de lo bien que se come.

Realmente, doy fe de que almorzamos de lujo, bueno, barato y casero. Siempre es un placer comer bacalao en Portugal (en este caso fue Bacalhau na Caçarola), pero el mayor triunfo fue pedir feijoada de lingueirão, una receta típica del Algarve que es como un potaje de alubias blancas con navajas. Además, el dueño del restaurante, que hablaba bastante bien español, fue muy amable. Por lo visto, el establecimiento lo abrió su padre y él es el que está lidiando en la actualidad con los nuevos tiempos.

La mañana del domingo al dejar el camping ya no entramos en los limites del Parque de nuevo, sino que nos fuimos al trozo de la costa que está ubicado entre la frontera y Manta Rota, que no es espacio protegido. Esa parte es la más cercana al Río Guadiana y a España, y en ella hay una población llamada Castro Marim que se merece una visita, sobre todo por su castillo, que tiene una privilegiada situación.


Desde el Castelo de Castro Marim se divisa perfectamente Ayamonte al otro lado del Río Guadiana.


Yo conocía el Castelo de mi anterior visita a Castro Marim en 2007, en aquella ocasión me gustó y por eso aprovechamos el día tan claro que hacía para volver con las niñas. Lo mejor que tiene son las vistas, pero el propio Castillo en sí también merece la pena por lo bien que se conserva, lo que hace que se pueda imaginar uno a la perfección como estaba organizado cuando se encontraba en uso. Originalmente se construyó en el siglo XIII, aunque hubo en ese estratégico emplazamiento fortificaciones desde la prehistoria. Lo que se ve, sin embargo, es mayoritariamente del siglo XVII. 


En el Castillo destaca la zona fortificada interior, que era el corazón del mismo. Allí, en el edificio que está más restaurado hay una muestra del patrimonio arqueológico recuperado en las excavaciones.



Dentro del Castillo está también la Iglesia de Santiago, construida en el siglo XIV y hoy día desacralizada, que alberga una especie de museo bastante gráfico sobre el lado oscuro de la Inquisición, en el que está reproducida una sala de interrogatorios y en el que se muestran también una serie de instrumentos de tortura, humillación y ajusticiamiento.



Castro Marim también tiene otros lugares atractivos. Me gustó especialmente la Praça 1º de Mayo.


Tras el ratito en Castro Marim volvimos a cruzar la frontera rumbo a casa. El fin de semana supo a poco y se impone una visita más concienzuda a un país tan cercano y que ofrece tiene tanto potencial como Portugal.



Reto Viajero TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO
Visitado PORTUGAL.
En 1987 (primera visita), de los 44 Países del Mundo que están en Europa, % de visitados: 4'5% (hoy día 36'4%).
En 1987 (primera visita), de los 196 Países del Mundo, % de visitados: 1% (hoy día 8'7%).


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