24 de abril de 2018

NIEBLA 2018

Niebla es un pueblo con un evocador nombre que engaña un poco, porque al estar situado en mitad de Andalucía sufre más los rigores del calor y de la sequía que las circunstancias meteorológicas que favorecen la aparición de la niebla. Por ello, es fácil deducir que la denominación de la población no está en absoluto relacionada con esas pequeñas gotas de agua en suspensión, sino con una derivación fonética que parece haber sido consecuencia del juego infantil del teléfono estropeado, pero que realmente se debe a la gran cantidad de culturas que han pasado por la zona del Condado donde está el asentamiento y a la evolución del nombre original del mismo en cada una de ellas: los tartesios fueron los primeros habitantes del lugar que le pusieron nombre a su poblado (Ilípula), los romanos lo llamaron Ilipla, los visigodos Elepla, los musulmanes Lebla y los castellanos Niebla.


En cualquier caso, no es el nombre de Niebla lo único de la población que juega un poco al despiste, porque hay bastantes elementos que parecen indicar de forma errónea que es el típico pueblo sin interés alguno, surgido en mitad de la nada por motivos puramente funcionales. En efecto, parece estar en tierra de nadie, lejos de la playa y de la sierra, dista casi 30 kilómetros de Huelva capital, pertenece a la comarca del Condado, pero ni su nombre hace referencia a la misma, ni tiene relación alguna con la producción de vinos, que es la seña de identidad comarcal, ni es de los municipios más poblados de la zona (ronda los 4.000 habitantes), ni es un lugar afamado por su comida. Además, al menos hasta 1989 era indispensable pasar por Niebla cuando se iba de Sevilla a la costa de Huelva, ya que el núcleo es atravesado por la carretera nacional A-8076, pero desde que se acabó en ese año la autovía A-49, que une las dos capitales de provincia, dejó incluso de ser lugar de paso. Pese a todo esto, he dicho que Niebla juega al despiste porque su importancia en época musulmana le llevó a ser el epicentro del Reino Taifa de Niebla, que fue de los más duraderos en la Península Ibérica. Vestigio de ello es el imponente patrimonio monumental que aún conserva y que está increíblemente olvidado. Yo soy de Sevilla, que está solo a 65 kilómetros, y no conozco apenas a nadie que se haya tomado la molestia de ir a Niebla a echar el día para conocer sus encantos. Probablemente los onubenses lo hayan visitado más, pero fuera de la provincia me da la sensación de que el pueblo permanece en el ostracismo turístico y eso se nota cuando lo visitas. Nosotros fuimos un domingo de abril, que es en teoría una de las mejores épocas para hacer turismo en esta parte de Andalucía, y nos encontramos visitando las maravillas de Niebla a un total de... cinco personas (en el Castillo nos preguntaron nuestra procedencia para las estadísticas y en el papel donde apuntaron la información, a pesar de que ya no era temprano, había solo cinco visitantes registrados ese día).


Hacía tiempo que tenía la intención de ir a conocer Niebla, pero sabía que por su cercanía acabaría surgiendo la oportunidad casi sin planearlo, y así ha ocurrido. Se da la circunstancia de que vamos a pasar la primavera prácticamente sin movernos de casa, durante los fines de semana se agolpan en esta época toda clase de compromisos y no tenemos proyectos viajeros a la vista prácticamente hasta verano. Pese a esto, siempre estoy atento para intentar aprovechar cada oportunidad de conocer sitios que se presente y precisamente el pasado domingo todo cuadró para que pudiéramos pasar el día de tournée: nos levantamos sin planes en la agenda, hacía buen día y nos pareció un buen momento para hacer una excursión que no nos alejara mucho de casa ni nos complicara la vida, pero que fuera interesante. Era el día de ir a Niebla.


Hay que decir que Niebla tiene varios monumentos de excepcional interés, pero no es un pueblo de casas pintorescas. Su elemento monumental más llamativo es la imponente Muralla almohade, que se encuentra perfectamente conservada y envuelve por completo el centro de la población (pocas veces se ven recintos amurallados tan completos).


Nosotros la atravesamos por la Puerta de Sevilla (en la foto inferior) y vimos también la Puerta del Socorro. Ambas están intactas.


Adosado al lado norte de la Muralla se encuentra el Castillo de Niebla o Castillo de los Guzmán. Los demás monumentos destacados de Niebla se encuentran en torno a la Plaza de Santa María, en la que han sabido crear un enclave diáfano y muy vistoso.


A esa plaza da la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada, una construcción muy cuidada que mantiene bastantes elementos arquitectónicos que recuerdan que, en origen, el edificio fue la mezquita mayor de Lebla. El más llamativo de ellos es el patio que antecede a su puerta de entrada.


El templo, tras las remodelaciones cristianas, es de estilo gótico-mudéjar. Su torre, que se encuentra junto al patio, fue en su día el alminar de la mezquita.


Nuestra visita a Niebla fue totalmente improvisada y no teníamos ni idea de los horarios de apertura de los monumentos, por fortuna el Castillo estaba abierto por la mañana y por la tarde, pero la Iglesia no la habríamos podido ver si no hubiéramos tenido la suerte de que, al ser domingo de abril, era día de comuniones y llegamos justo cuando acababa de terminar la correspondiente ceremonia religiosa de esa jornada. A una hora más temprana no nos podríamos haber asomado al interior y si nos hubiéramos retrasado unos minutos nos la habríamos encontrado cerrada a cal y canto, pero llegamos justo cuando la Iglesia estaba abierta de par en par y estaban saliendo con calma los niños que acababan de hacer la comunión, junto con sus familiares. Es evidente que tuvimos que verla en medio de un buen jaleo de gente, pero eso hizo que no molestásemos en absoluto y que pudiéramos recorrerla sin prisas.


Pese a todo, hay que decir que la buena suerte que tuvimos con la Iglesia se convirtió en mala fortuna en el otro inmueble destacado que da a la Plaza de Santa María, el Hospital de Nuestra Señora de los Ángeles. El mismo era un hospital para pobres en el siglo XVII, pero luego se ha usado para muchas cosas. En la actualidad se ubica allí la Casa de la Cultura. Este edificio sí estaba abierto y está tan bien cuidado que realmente es una de las visitas imprescindibles del pueblo, en su interior tiene un bonito patio y una pequeña capilla con frescos en las paredes, además de diversas estancias que se han habilitado como un pequeño museo. La pena fue que el Hospital, sin estar cerrado para los visitantes, estaba tan lleno de gente que era imposible moverse por allí sin molestar (se iba a celebrar una boda en el patio, creo, allí no pegábamos nada, por lo que dimos una breve vuelta y nos fuimos).


Antes de centrarnos en el Castillo también vimos lo que queda de la Iglesia de San Martín, que fue primero mezquita menor, luego sinagoga y, por último, iglesia cristiana. La misma está preservada en un estado realmente sorprendente, ya que solo tiene en pie el ábside, la portada y una capilla que se encontraba cerrada.



Por lo visto, en 1921 la Iglesia estaba abandonada y amenazaba ruina, por lo que, dado que había quedado en un lugar de paso, las autoridades decidieron tirarla abajo en vez de restaurarla. No obstante, parece que se tomó la curiosa decisión de mantener en pie los elementos que aún se ven, por su simbolismo y porque su presencia ya no entorpecía el paso hacia el vano que se había abierto en la Muralla junto a la Puerta del Socorro, precisamente para permitir que se pudiera circular de la manera más directa posible desde el centro de Niebla a su principal zona de expansión extramuros (en la foto se ve a la perfección como hay un agujero en la Muralla por el que caben los coches, junto a la Puerta del Socorro, que se mantiene abierta y que conserva su estructura en codo).


Para el final de la mañana dejamos la visita al Castillo de los Guzmán, que es el principal reclamo del pueblo. Esta fortaleza se llama así debido a que la alcazaba islámica sobre la que se asienta fue entregada en 1367 a la noble familia Guzmán junto con la población, 105 años después de ser reconquistada. En el siglo XV Enrique de Guzmán derribó dicha alcazaba y construyó el Castillo, que también se denomina con frecuencia Castillo de Niebla, sin más. El mismo me gustó por lo bien conservado que está y por las recreaciones que han montado en algunas de sus estancias, que permiten imaginar a la perfección como era la vida allí.



La fortificación es enorme y se podía deambular por ella con total libertad. Al subir a la Torre del Homenaje pudimos ver bien todo el entorno desde lo alto.


Pese a esto, tengo que decir que es una pena que el Castillo esté repleto de elementos que parece que solo se usan en verano, cuando se organiza allí un festival de teatro. Debido a eso hay casetas de madera cerradas en varios puntos y un graderío tremendo montado en mitad del Patio de Armas. Las casetas tampoco molestan, pero las gradas la verdad es que deslucen bastante, porque además se ve que han pasado el invierno a la intemperie y necesitan un lavado de cara.



Por lo demás, el Castillo está en buen estado, todo lo bien mantenido que puede estar un monumento que, siendo enorme, se ve que está infravisitado. Cuando nosotros lo vimos estaba casi desierto.


A pesar de eso, la fortaleza tiene un elemento que es de los mejores que he visto en este tipo de construcciones: su mazmorra.


Por fuera no llama mucho la atención, pero al bajar las empinadas escaleras se encuentra uno en un frío y lóbrego pasillo que serpentea por debajo de tierra y que incluso da acceso, a través de otras escaleras, a otro corredor más profundo aún. En ese segundo piso subterráneo el pasillo vuelve a convertirse en una sucesión de puertecitas y recovecos que hacen que uno acabe sintiéndose un tanto sobrecogido por el siniestro entorno, porque además la mazmorra está llena de instrumentos de tortura y en ella no faltan, tampoco, ciertos detalles que ayudan a poner en situación al visitante.




Ana, con lo asustadiza que es, por supuesto se quedó fuera, y a Julia hubo que llevarla en brazos, una vez que empezó a ver artilugios raros por doquier. Yo mismo, que soy un cagueta, sentí un escalofrío importante al encontrarme de improviso, en lo más profundo de la mazmorra, con una pareja a la que no había visto antes y a la que no esperaba encontrarme allí... Al verdugo del fondo tampoco me acerqué mucho.


Tras ver el Castillo comimos en el Bar Cafetería Nassau, un auténtico establecimiento de batalla, de esos que no son aptos para remilgados, pero que permiten llenar el estómago por poco dinero.



Tras el almuerzo bajamos hasta la orilla del Río Tinto, que bordea Niebla por el este. Esto nos permitió tocar sus rojizas aguas, en la que solo son capaces de vivir microorganismos, dada su composición ácida y rica en metales.



También vimos de cerca el Puente Romano, el monumento iliplense que nos faltaba (se llama así, pero solo la cimentación es romana).



Todo apunta a que el próximo mes de mayo va a ser poco propicio para que escriba posts, dado que estoy lesionado (veremos a ver cuando corro la próxima carrera) y dado, también, que tenemos los fines de semana plagados de planes que nos impedirán ir muy lejos. En cualquier caso, con la visita a Niebla me quité un poco el mono, a la espera ya de que el verano nos vuelva a deparar un sinfín de divertidos viajes que tenemos preparados.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado NIEBLA.
% de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 29'1%.
% de Municipios de Andalucía ya visitados: 19'7%.

Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado NIEBLA.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Huelva: 100%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 32'8%.

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