21 de agosto de 2019

JARANDILLA DE LA VERA 2019 (VISITA DE AGOSTO)

Este año por mi cumpleaños María me regaló una noche de hotel. En concreto, reservó una habitación cuadruple para toda la familia y me dijo que la íbamos a disfrutar en el viaje de vuelta de Llanes a Sevilla, pero en principio no me contó ni siquiera en que población estaba el alojamiento. Luego ya sí me tuvo que decir el lugar donde se encontraba el mismo, pero no supe nada más hasta que no llegué allí. Al final, el elegido para la sorpresa resultó ser el Hotel Ruta Imperial, que está en Jarandilla de la Vera.


Jarandilla de la Vera es un municipio de la provincia de Cáceres que tiene unos 3.100 habitantes y que pertenece a La Vera, una comarca famosa, en primer lugar por el pimentón que se produce allí, que es quizás el más afamado que existe, pero también porque en ella está el monasterio al que Carlos I se retiró tras abdicar en 1556 y en el que murió dos años después. En realidad, yo también sabía que la zona tiene rincones naturales que están eclipsados por los del Valle del Jerte, con el que colinda por el norte, pero que son igualmente atractivos. Esto no lo he podido confirmar, porque no tuvimos tiempo de explorar el entorno, pero al menos sí vi bien Jarandilla, que es uno de los pueblos que está en mi lista de imprescindibles (esta vez no planeé yo el viaje, por lo que el hecho de acabar allí fue pura chiripa).

Llegados a este punto, tengo que decir que a pesar de la entrañable jornada que pasé, Jarandilla de la Vera me decepcionó un poco. En parte es culpa mía, porque me confundí y tenía unas expectativas demasiado altas. En efecto, como he dicho Jarandilla se encuentra en la lista de pueblos que quiero visitar sin falta en España, pero en realidad está porque en la fuente que yo usé para confeccionar el listado se generaliza con la comarca de La Vera, de manera que aparecen muchas de sus poblaciones destacadas de manera individual, pero solo por pequeños detalles. Juntando todos los rincones de todos los pueblos se puede decir que realmente la zona merece ser visitada, pero los mismos de manera independiente parece que no tienen más que un par de sitios concretos de interés cada uno. Cuando conozca los demás podré decir si esta impresión es verdadera o no. De momento, lo que sí se ya seguro es que Jarandilla solo tiene dos lugares destacados, el Castillo de los Condes de Oropesa, el cual no vi, y la Plaza de la Constitución y sus alrededores más inmediatos, que sin ser nada del otro mundo sí ofrecen algunas perspectivas bonitas.


En la Plaza de la Constitución se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Torre, que está un poco en alto y se puede bordear por detrás. Desde su parte trasera se observa una bella panorámica del campo y desde su lateral se verían bonitas vistas del pueblo si no fuera por el horroroso edificio de tres plantas que le han construido al lado y que se carga el panorama.


De igual modo, la visión desde lo lejos de la propia Iglesia y de los tejados de las casas es pintoresca, o lo sería, mejor dicho, si en medio no volviera a haber un feo edificio, en este caso abandonado a medio terminar.


El hecho de que en Jarandilla de la Vera haya un Parador de Turismo, ubicado en el Castillo que he mencionado, también me despistó y me hizo pensar que la población valía más. Con respecto a todo el resto del casco histórico que rodea la Plaza de la Constitución, la verdad es que está en gran parte reformado sin gracia o en un estado bastante descuidado.


Así, todas las callejuelas que destacan por su sinuoso trazado y que deberían ofrecer bonitas panorámicas están llenas de casas en mal estado, solares, fachadas que necesitan una mano de pintura desde hace lustros, rejas y puertas desgastadas, cables por doquier sin disimular... También hay otras edificaciones que están en buen estado, pero la mayoría de ellas no cuidan la homogeneidad estética (ni la estética a secas) y tampoco ayudan precisamente a que destaque la población. En ese contexto, es imposible que brillen las pocas construcciones que conservan un aire histórico, a pesar de que se ve que se intentó mejorar la cosa empedrando el suelo.


Esto que comento sucede, por ejemplo, con la llamada Casa de Muñecas, un inmueble que albergaba un burdel que se creó a raíz de la llegada de Carlos I a La Vera para que su séquito pudiera aliviar las calenturas. El mismo no se puede ver por dentro, lo que ya de por sí es una pena, pero por fuera sí está bien conservado y mantiene la fachada de color añil que le distinguía intencionadamente del resto de las edificaciones.


Por desgracia, las construcciones que la rodean impiden que la casa pueda ser puesta en contexto y pierde así parte de su atractivo.

En definitiva, es una lástima que no se haya mantenido la armonía general, porque Jarandilla tuvo su momento de gloria en el siglo XVI cuando Carlos I, cansado ya de dirigir el que, en aquella época, era el imperio más importante del mundo occidental, abdicó y decidió retirarse a la comarca de La Vera, un lugar que le habían dicho que era lo que iba buscando. Lo que sucede es que, pese a lo que pueda parecer cuando se dice que se estableció en el Monasterio de Yuste, la realidad es que el emperador no se instaló en una fría celda cualquiera del cenobio, sino que se hizo construir una casa-palacio anexa. El caso es que cuando él llegó a La Vera aún no estaba la residencia a punto, por lo que tuvo que estar dos meses y medio alojado en el Castillo de los Condes de Oropesa. Eso da muestras de que el pueblo tiene un pasado reseñable que se remonta al menos a los inicios de la Edad Moderna. De hecho, como vestigios de aquella época hay varias casonas destacadas repartidas por sus calles, aunque cueste aislarlas del gastado entorno, y también el trazado urbano recuerda al de una población de origen moderno.

Aparte de la Plaza de la Constitución, el rincón más hermoso del pueblo está en la Calle Machín, en la que hay una casona que hace esquina con la Calle Santa Ana y que tiene un bonito arco.


Al final de la Calle Machín, justo en el punto donde confluye con la Calle Ancha, también es interesante la Picota, la columna de piedra donde se cumplía la justicia en la Edad Media. Allí se azotaba a los delincuentes, se exponía a vergüenza pública a los reos y se exhibían los restos de los ajusticiados.


Y poco más. Si en las calles del centro del pueblo no se ha cuidado demasiado la estética, en la parte periférica, la de la travesía, no es de esperar algo diferente, aunque esto es más normal.


También tuve la oportunidad de conocer la parte que está al este de la población, ya que nuestro alojamiento estaba enclavado precisamente en el extremo del casco urbano por ese lado. Gracias a su ubicación, la zona de la piscina del hotel se abría al precioso paisaje de La Vera, mientras que la entrada del mismo daba a una urbanización residencial de aspecto amable.


Como se puede apreciar en las fotos que siguen, la estancia en el hotel fue un perfecto regalo de cumpleaños. Para empezar, los jardines y la piscina eran una maravilla (tanto que en ellos se celebran bodas de vez en cuando).


Aparte, el interior del hotel también me gustó mucho, este fue inaugurado en 2003 y en él han logrado un buen equilibrio entre lo rústico y lo actual. Nosotros dormimos en un duplex en cuyo baño empezó a oler un poco a tabaco cuando usamos la ducha y se llenó la estancia de vapor caliente, ese tufillo hubiera enturbiado nuestra experiencia de haber persistido, pero la verdad es que no perdimos la calma ni dijimos nada en ese momento, nos fuimos a la piscina y al volver ya no había ni rastro del olor. Esta fue la única pega del alojamiento.

Hay que decir que en esta ocasión el hotel lo vivimos con intensidad, porque llegamos justo después de comer, a eso de las 16 horas, y no salimos de allí hasta las 21'15. Yo, que soy culo de mal asiento, no suelo llevar bien lo de estar tanto tiempo metido en un recinto hotelero, pero en este caso tocaba echar una buena siesta y disfrutar de la habitación, de su terraza y de la piscina. Se dio además la circunstancia de que María se empezó a encontrar regular tras el almuerzo y eso hizo que fuera pertinente no movernos demasiado. Gracias a la tranquilidad de la tarde sus molestias se mantuvieron bastante a raya.

En cualquier caso, no teníamos más remedio que salir a cenar y eso hizo que empezáramos nuestro rato outdoors en el pueblo ya casi de noche, dado que hasta entonces solo habíamos estado comiendo en un restaurante en el que aparcamos en la puerta y en el hotel. A la hora de la cena sí fuimos andando hasta el centro y tomé contacto con la zona histórica, pero oscureció pronto y, además, María no estaba para muchas fiestas, por lo que exploramos poco. Yo no quería irme solo con ese somero barniz, por lo que me levanté temprano al día siguiente y, ya de día, me fui a dar una buena caminata antes del desayuno. Gracias a eso vi como Jarandilla iba despertando del sueño nocturno y me hice una idea algo más ajustada de lo que ofrece. Mereció la pena.

Con respecto a las comidas, almorzamos en un restaurante y cenamos en otro. El primero, la Casa de Comidas El Labrador, me sorprendió gratamente y fue una toma de contacto sensacional con Jarandilla de la Vera. Dada el hambre que teníamos fuimos directamente a comer cuando llegamos al pueblo, y elegimos este restaurante por su situación, ya que se encuentra en la travesía. Esto hace que su lado de fuera no sea especialmente llamativo, pero luego resultó que el comedor tenía un amplio ventanal abierto al campo que nos gustó mucho.


El restaurante, además, mezcla de manera bastante armoniosa la buena comida sin especiales florituras con un cierto aire de modernidad en la decoración, la verdad es que todo estaba puesto con mucho detalle y eso se agradece. Ana, María y yo nos tomamos cada uno un menú por doce euros y todos coincidimos en que la calidad-precio del mismo estuvo muy bien (Julia se pidió un plato de salmorejo y también se quedó satisfecha).

Por la noche, sin embargo, no tuvimos tanta suerte, ya que acabamos en el Restaurante Puta Parió II, atraídos más por su preciosa terraza que por su extraño nombre. En efecto, este restaurante, sito en la Calle Francisco Pizarro, está en una de las casonas históricas que salpican las calles de Jarandilla, en concreto en una del siglo XV en la que se alojó Luis de Quijada, mayordomo de Carlos I, durante las semanas en las que el rey estuvo instalado en el Castillo.


Esta casa está junto a otra donde hace décadas estuvo La Cueva de Puta Parió, el restaurante antecesor del que nosotros conocimos. Hoy día el nombre del antiguo negocio sigue estando escrito con piedras sobre las cerradas puertas y ventanas de ese inmueble, pero los hijos del dueño original del restaurante decidieron trasladarlo a la casa contigua y por eso este ahora se llama Puta Parió II. Aparte, enfrente hay otra edificación más humilde, pero también bien conservada, que tiene a su espalda un amplio patio que pertenece también al restaurante, al que llaman El Parralejo de Puta Parió (la foto de abajo la hice por la mañana y el portón de madera que da acceso al patio y que está bajo el cartel estaba cerrado).


Al asomarnos a esta terraza observamos que había gente en casi todas las mesas, que no eran pocas, pero aún así vimos que había una libre al fondo y nos indicaron que podíamos sentarnos en ella. Fue una pena, porque el lugar era muy agradable, pero fueron extremadamente lentos en todo, nosotros no teníamos prisa, pero cuando empiezas a ver que cada pequeño avance se convierte en una odisea de diez minutos (pedir la carta, que te tomen la comanda, que te traigan las bebidas, que empiecen a salir los platos a trancas y barrancas,...) al final uno se desespera un poco. La comida, por otro lado, no estuvo a la altura de la del mediodía, por lo que no fue una cena para recordar.

En definitiva, desde el punto de vista familiar la experiencia fue bonita, todos juntos disfrutamos del hotel y del resto de la jornada. Además, me encantó el paseo matutino que me di por Jarandilla. Sin embargo, el pueblo me desilusionó un poco, la visita vespertina se nos quedó un poco corta y la cena no salió del todo bien. Por fortuna a La Vera volveré seguro, por lo que espero tener la ocasión de darle a Jarandilla de la Vera otra oportunidad.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado JARANDILLA DE LA VERA.
% de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Cáceres: 37'5%.
% de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 34'7%.


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