26 de agosto de 2019

MANILVA 2019

Planificar viajes es algo que me encanta, pero he de reconocer que las escapadas improvisadas que caen del cielo me gustan casi más.

A falta del fin de semana que tengo previsto pasar en Córdoba, yo este verano ya lo daba por finiquitado en lo que a excursiones se refiere, había gastado del todo mis vacaciones y me había incorporado diligentemente a mi trabajo, relativamente satisfecho por haber exprimido las escasas posibilidades viajeras que ha tenido el presente mes de agosto. Es por esto que me alegró el doble la inesperada posibilidad de pasar dos días en la localidad costasoleña de Manilva.


La célebre Costa del Sol es para mí un territorio bastante desconocido, no me atrae en exceso y supongo que por esa razón no han sido muchas las ocasiones en las que he acabado tirando para allá. Las comparaciones son odiosas, pero en mi opinión las playas de la provincia de Málaga no pueden ni de lejos competir con las de Cádiz y Huelva. Eso ha hecho que, en Andalucía, me haya bañado con mucha más frecuencia en el Atlántico que en el Mediterráneo. Aún así, el litoral malagueño tiene un atractivo que no puede ser desdeñado: allí no hay kilométricos arenales casi vírgenes ni áreas protegidas que llegan hasta el mar, pero en cambio alcanza el más alto grado de refinamiento el modelo opuesto, en el que la costa está puesta al servicio del ser humano hasta el extremo. A mí en abstracto ese arquetipo me gusta menos que el semisalvaje, pero no por ello minusvaloro el interés que tiene, de hecho me llama mucho la atención y siempre que he ido a sitios así he observado con bastante curiosidad los mil detalles que ofrecen esas zonas tan humanamente abigarradas.

La Costa del Sol abarca todo el litoral de la provincia de Málaga, pero tradicionalmente se divide en dos partes, la occidental y la oriental. En medio queda la ciudad de Málaga, que ejerce de eje. De las dos partes, es la primera la más famosa y desarrollada, de hecho sus municipios conforman una comarca formalmente establecida llamada Costa del Sol Occidental. Los del lado oriental, por el contrario, no tienen tanta fuerza como para unirse en solitario y están integrados en la comarca de la Axarquía, que incluye también a otros 26 entes locales del interior. El factor diferenciador entre la parte del oriente y la del occidente es, por supuesto, el turismo, que ha convertido a los ocho municipios con playa que van desde el límite de la provincia de Cádiz hasta Málaga capital en unos auténticos gigantes. De hecho, siete de ellos están incluidos entre los diez con más oferta de plazas de alojamiento en la provincia de Málaga (solo se intercalan en el ranking correspondiente a 2018 la capital en la segunda posición, y Nerja y Vélez-Málaga en la octava y la novena, respectivamente). El resultado de ese desarrollo turístico se traduce en que está todo un poco masificado. La sensación de abarrotamiento, además, se ve agravada por el hecho de que la franja que forma la Costa del Sol, que corre paralela al mar, es muy estrecha, ya que por el norte está encerrada por una serie de sierras cercanas que llegan a superar los 1.000 metros de altura. Lo positivo de esto es que la provincia de Málaga en cuanto se separa un poco del Mediterráneo empieza a escarparse, volviéndose el entorno más rural y sosegado. La parte negativa es que todas las infraestructuras turísticas se comprimen en una estrecha faja costera en la que el cemento es la nota predominante, salvo en las playas propiamente dichas, que no suelen ser demasiado anchas.

Manilva es uno de los ocho municipios que están incluidos en el selecto club de la Costa del Sol Occidental, aunque es el que colinda con la provincia de Cádiz. Además, en el ranking de municipios malagueños con más oferta de plazas de alojamiento ocupa el décimo puesto, es decir, está en el top ten, pero de las nueve entidades locales de la Costa del Sol Occidental solo Casares y Benahavis están menos desarrolladas turísticamente. Yo, como dije antes, no he ido demasiado a la costa malacitana, pero es que Manilva no sabía bien ni donde estaba (todo lo que acabo de escribir lo he descubierto después). Por eso la inesperada posibilidad de ir a pasar allí un par de noches a una casa me hizo tanta ilusión.


La casa en cuestión está enclavada en un lugar magnífico. Manilva, pese a estar a la cola de los municipios de la Costa del Sol Occidental, en lo que a desarrollo turístico se refiere, es toda una potencia en ese sentido (sus 897 establecimientos y sus más de 8.500 plazas de alojamiento lo atestiguan, teniendo en cuenta que tiene una población fija que no llega a los 15.000 habitantes). Por ello, lo que encontré allí es lo habitual en la provincia de Málaga: la carretera que recorre el litoral, que legalmente es una nacional, pero que realmente es un desdoblamiento de la A7 y tiene hechuras de autovía, corre muy pegada a la costa y deja apenas una estrecha franja de terreno entre ella y el agua. En esa parte que queda en medio se amontonan las construcciones más privilegiadas, que son las que se abren directamente al Mediterráneo. Al otro lado de la carretera quedan otro buen número de edificaciones que no están mal situadas, pero que tienen por medio ese caótico obstáculo. En Manilva el litoral es así también, aunque hay que decir que en la parte de su término más cercana a Cádiz tiene tramos pegados al mar incluso sin construir, los últimos en muchos kilómetros. En una casa de primera línea de playa que está junto a una de estas últimas zonas vírgenes es donde estuve la semana pasada, todo un privilegio.


En concreto, la casa es propiedad de unos conocidos de Villanueva que tienen mucha amistad con Rosalba, una amiga y vecina nuestra. Esta pareja tiene una hija y, en origen, Rosalba, su propia hija y dos amigas de esta eran las invitadas a esa casa, pero a todo el mundo le pareció buena idea que María, Ana y Julia se fueran para allá un par de días y se sumaran a la reunión, aprovechando que yo estaba fuera de juego por motivos laborales. En realidad, todas las niñas que se juntaron son amigas, por lo que tanto Ana como Julia estuvieron encantadas del plan, y María también vio con buenos ojos lo de irse con Rosalba a rematar el verano con un par de jornadas de playa. Yo no iba a ir, pero por unos imprevistos en el trabajo me dieron sobre la marcha justo esos dos días libres, así que tampoco me lo pensé dos veces, María me echó el bañador y dos camisetas en la maleta, pasaron a buscarme y tiramos para Manilva encantados de la vida.

La estancia allí por mi parte tampoco ha tenido mucho misterio. La casa resultó estar en una urbanización llamada Aldea Beach que da a la Playa de Los Toros, un largo arenal que por sus dimensiones parece más propio de otras partes de la costa. Al principio del post le he dado un poco de caña a las playas de esta zona y las he tachado, incluso, de estrechas. Es de justicia reconocer que no todas son así.


Como he dicho, a ambos lados de esta urbanización, que está formada por dos ristras paralelas de casas, están las dos últimos tramos de litoral de la Costa del Sol Occidental que, teniendo un mínimo de amplitud, se conservan vírgenes. Uno medirá unos 300 metros y el otro tendrá 700, aproximadamente. Lo que sucede es que Aldea Beach está además unos 50 metros apartada de la playa y no tiene paseo marítimo, por lo que aquello da una sensación de amplitud inusitada para estar al borde del mar en la Costa del Sol.


Realmente, salvo para hacer la pequeña excursión a Manilva pueblo de la que hablaré a continuación, de esa urbanización con piscina y de ese trozo de playa no salimos en los dos días, pero una vez más yo me aproveché de mi condición de corredor aficionado y pude explorar corriendo un tramo de unos cuatro kilómetros en total. Gracias a eso vi que no muy lejos de donde estábamos el litoral se ajusta más a lo que uno tiene en mente cuando habla de la Costa del Sol, pero no se puede negar que ese kilómetro y medio en el que está enclavado Aldea Beach es muy agradable.

Por otro lado, para no quedarme a medias, para mí era preceptivo conocer el pueblo de Manilva. En la Costa del Sol hay municipios cuyas principales poblaciones están al borde del Mediterráneo (Estepona, Fuengirola o Marbella, por ejemplo) y hay otros que tienen la capital varios kilómetros tierra adentro. En los primeros el casco histórico ha quedado rodeado por completo por los alojamientos vacacionales, pero en los segundos, en cambio, los asentamientos conservan un cierto aire rústico al estar alejados de las infraestructuras turísticas, con la cosa de que la Costa del Sol, como he dicho, se escarpa a pocos kilómetros del mar, por lo que estas poblaciones mantienen un aire típicamente andaluz gracias a sus casas encaladas que suben por las laderas. Manilva es así.


Desde el mar hasta el pueblo de Manilva hay apenas tres kilómetros, pero una vez que se aleja uno de las primeras líneas de playa el entorno cambia radicalmente.


Lo cierto es que Manilva es un pueblo muy bonito en el que además se nota que hay dinero para invertir en su mantenimiento, ya que es el típico lugar en el que todo está limpio, repintado, reparado y homogéneo. Ni siquiera los adosados modernos que rodean la zona más antigua rompen la armonía. Nosotros dejamos el coche en la Calle Pedreta, que es la que se abre, en dirección noreste, al maravilloso paisaje que se ve en la foto inmediatamente superior. Después recorrimos gran parte de la principal calle manilveña, que recibe varios nombres (Calle Jimena, Calle Mar y Calle Dóctor Álvarez Leiva) y que en realidad no está céntrica, sino que corre paralela a Pedreta, en ese sector noroeste del conjunto urbano. Mirando el mapa se comprende que esa arteria ejercía de travesía en el pasado, ya que da directamente a la A-377 por el sureste y enfila la salida del pueblo por el otro lado. Ahora se ha hecho una circunvalación y la travesía ha pasado a ser una agradable calle.



En esa vía está el edificio del Ayuntamiento y en ella se ven detalles como la Fuente de la Plaza de Manilva, que se inauguró en 1961 (no es muy antigua, por tanto), pero que ejerce de centro neurálgico del pueblo.



Al resto de la población, que se extiende hacia el sureste, solo me asomé. Su aspecto, en general, es atractivo, ya que todo es blanco y está cuidado. Con un rápido vistazo comprobé que la capital municipal de Manilva, que cuenta apenas con 2.600 habitantes, parece vivir ajena al bullicio de la costa, es decir, se beneficia del dinero que deja el turismo, pero no sufre su parte negativa.


En definitiva, Manilva me gustó más de lo que hubiera esperado. Gracias a esta visita mi percepción de lo que es la Costa del Sol ahora es más certera.



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado MANILVA.
% de Municipios ya visitados en la Provincia de Málaga: 16'5%.
% de Municipios de Andalucía ya visitados: 20'4%.


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