Últimamente la cosa ha ido de reyes y de sus retiros vacacionales. En efecto, el mes pasado estuve en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, lugar que fue mandado construir por Felipe V a 11 kilómetros de Segovia para poder huir en verano de los calores de Madrid (al principio pensó en irse allí indefinidamente, pero al final no pudo), y este pasado 2 de agosto he visitado el Palacio de la Magdalena, uno de los edificios más emblemáticos de Santander. El mismo se erigió entre 1909 y 1912 por iniciativa de la corporación municipal santanderina con la intención de ofrecerle al rey Alfonso XIII una residencia en la ciudad para sus descansos estivales (fue sufragado gracias a un laborioso crowdfunding pre-digital en el que aportaron dinero tanto el Ayuntamiento como un buen número de familias locales).
El lugar elegido para construir el palacio fue la Península de la Magdalena, un punto estratégico que se encuentra aislado en la ciudad, pero que a la vez está muy cerca del centro. En la actualidad esa península es un extenso parque que se ha convertido en uno de los sitios predilectos de esparcimiento de los santanderinos y de los visitantes de Santander, como pude comprobar el otro día.
Yo ya había estado en la Península de la Magdalena dos veces, la primera fue en 1997 y me limité a montarme en El Magdaleno, un trenecito turístico que la recorre sin realizar paradas y acompaña el trayecto con un buen número de explicaciones sobre lo que se va viendo. Por aquel entonces yo tenía 19 años y me pareció buena idea darle la vuelta a la Península siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. La segunda vez, en 2011, volví a subirme a esa atracción con las niñas, que aún eran muy pequeñas (por ello fue un acierto hacer el recorrido en el tren).
Quedaba pendiente, sin embargo, realizar una visita más profunda al lugar, sobre todo para ver el Palacio, que es realmente el objeto de este post. Este año ha llegado por fin el momento.
Quedaba pendiente, sin embargo, realizar una visita más profunda al lugar, sobre todo para ver el Palacio, que es realmente el objeto de este post. Este año ha llegado por fin el momento.
Actualmente el Palacio de la Magdalena es solo un elemento más en el recinto de la Península del mismo nombre. Como he comentado antes, esta es un lugar de recreo magnífico, su entrada es libre y en ella hay, tanto dos magníficas playas, como una preciosa zona boscosa en la que incluso vi a gente haciendo pícnics. También hay por allí algunos monumentos y otras atracciones que para mí tienen un interés variable: es un poco pobre, por ejemplo, el Museo El Hombre y La Mar, que reúne de una manera bastante deslavazada unos cuantos elementos que homenajean las expediciones realizadas entre 1966 y 1992 por el navegante santanderino Vital Alsar Ramírez. Los barcos son muy bonitos, pero está todo dispuesto de tal manera que uno pasa pronto a darle la espalda a la exposición y a centrarse en admirar lo que se ve desde la plataforma sobre la que se ubica.
Algo más interesante es, en cambio, el Parque Marino, un pequeño zoológico gratuito en el que se han aprovechado las rocas del acantilado y la entrada del agua del mar para crear piscinas naturales en las que hay focas, leones marinos y pingüinos.
Aparte de esto, en el recinto hay una gran explanada (la Campa) en la que se instaló, por ejemplo, la gran pista de tenis que acogió dos eliminatorias de la Copa Davis de tenis en 2000 y 2006. Ahora en esa gran pradera verde estaba montado el escenario de un festival.
Pese a todo, el elemento estrella del recinto es el propio Palacio de la Magdalena. Este, a diferencia de otras grandes edificaciones similares, está en uso en el sentido más radical de la palabra, ya que es una de las sedes de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. En concreto, esta universidad pública organiza en él un buen número de cursos a lo largo de los meses veraniegos, de manera que durante el periodo estival el inmueble no solo se utiliza, sino que es un hervidero de actividad estudiantil (los alumnos más afortunados pueden incluso dormir en él por un precio más que asequible).
Yo quería conocer el Palacio por dentro, pero tampoco necesitaba llegar al punto de tener que asistir a ningún curso, por lo que decidí que nos íbamos a intentar unir a alguna visita en grupo (la visita por libre no está permitida). El problema es que, precisamente por la presencia de los cursos, en verano no es sencillo ver el edificio sin estar matriculado en ellos. De hecho, de octubre a mayo se organizan tres grupos de visita por la mañana y otros tres por la tarde, de lunes a viernes, y los fines de semana se mantienen los matutinos, pero de junio a octubre entre semana el recinto está dedicado en exclusiva a los cursos y solo se mantienen los recorridos guiados de las mañanas de los sábados y los domingos, lo que reduce a seis las posibilidades semanales de verlo. Quizás algún día tenga la oportunidad de ir a Santander en otra época, pero de momento me tengo que conformar con ir allí en julio o en agosto, por lo que, teniendo en cuenta que apenas si pasamos cada año una semana o diez días en el norte, mis opciones de ver La Magdalena se reducen a un solo fin de semana anual. El tema, por otro lado, se complica más, porque para cada uno de los tres grupos de visitantes diarios solo se reparten 50 entradas, en riguroso orden de llegada y sin posibilidad de reservar. Dadas las circunstancias, llegué a plantearme la posibilidad de pernoctar en Santander, pero al final descarté esa opción y decidimos intentar llegar desde Llanes antes de las 11, con la esperanza de pillar entrada para el grupo de esa hora o para el de las 12 del mediodía, que es el último de cada jornada. Como era de esperar, teniendo en cuenta que estábamos a una hora de camino, al grupo de las 11 no llegamos ni de coña y casi que no llegamos ni al de las 12. Finalmente lo logramos gracias a que dejé a María y a las niñas a eso de las 11'30 justo en la verja que da acceso a la Península de la Magdalena. Ellas fueron a por las entradas y afortunadamente las consiguieron. Yo mientras me fui a aparcar, cosa que me costó sus buenos 20 minutos. Dispuesto estaba, incluso, a dejar el coche en un aparcamiento de pago, pero no logré encontrar ninguno, con el agravante de que poco a poco, intentando hallar un hueco en algún sitio, me fui alejando y al final solo logré soltar el coche cerca del Puerto Deportivo. Eran las 11'50 y María me había confirmado que teníamos entradas, pero yo estaba... a 2'5 kilómetros. Pensé que era el momento de demostrar que corro maratones, afortunadamente llevaba calzado deportivo y calculé que en unos 13 minutos era capaz de llegar al Palacio, con vaqueros y todo. Por desgracia, el recorrido es cuesta arriba casi entero, tengo que decir que aún así llegué a tiempo, un poco sofocado, eso sí, y más por cabezón que por atleta, pero logré el objetivo: afortunadamente, el comienzo de la ruta guiada se retrasó un poco y gracias a eso cuando llegué el grupo acababa de entrar y pudimos pasar.
Teniendo en cuenta lo que me había costado llegar, es evidente que disfruté la visita como si estuviera viendo el Taj Mahal. La misma la guió una simpática chica llamada Irene, que nos contó un buen número de cosas sobre el lugar. El grupo, como sabía que iba a ocurrir, era muy numeroso y además en el Palacio, aunque no había cursos ese día, sí había otros eventos, incluida una boda. Cuando dije que al edificio se le sigue sacando partido no exageraba.
Pese a toda la gente que había deambulando por allí me gustó la visita, esta empezó junto a la entrada norte del recinto, que tiene un pórtico, pero que no era la principal en su día.
Ahora, sin embargo, ahí es donde está el mostrador de la taquilla, supongo que la puerta sur se sigue usando cuando se le quiere dar un poco de boato al acceso (también hay otras puertas, pero estas son las dos más destacadas). El edificio tiene cinco plantas, pero la inferior, que es un semisotano, se obvia en la visita, dado que las entradas conducen directamente al piso principal. En el pasado esa planta más baja, que se encuentra casi al completo por debajo del nivel del suelo, estaba destinada a las estancias de los criados, las cocinas, la armería, la carbonera... Hoy día se ha reformado por completo para adaptarla a los tiempos modernos y han cambiado sus cometidos, pero no su carácter funcional, ya que las dependencias se usan como comedor, cafetería, oficinas, sala de prensa, estudio de radio y de televisión, etcétera. Yo solo la pisé para ir al baño.
Como he dicho, la visita nos condujo directamente a la zona museística de la planta principal, que en su época era la noble. La primera parada la hicimos en el Comedor de Gala.
También pudimos deambular por el Hall Real, que es en teoría el lugar principal de recibimiento, pero que ahora al no estar en uso la puerta de acceso se ha montado como una simple habitación.
Otras estancias como la Sala Riancho (en la foto inferior) o el Salón de Baile estaban dedicadas a ocupaciones prácticas, o bien se encontraban cerradas.
El hecho de hacer la visita en grupo impide que la gente se disperse, lo que permite que los responsables de la gestión del Palacio puedan organizar los espacios según las necesidades. De ese modo, se enseñan las dependencias que no están en uso en un determinado momento y los guías evitan, en cambio, sin que se note mucho, otras que en cada momento están habilitadas para otros menesteres. Nosotros el ala este de la planta principal la vimos muy bien, allí se muestran, por ejemplo, el Despacho del Rey y el Salón de Familia (ambos se ven desde el quicio de la puerta, ya que las alfombras no son precisamente de IKEA y no se pueden pisar).
También están en esa zona la Sala de Audiencias del Rey y la Sala de Audiencias de la Reina. Ambas comparten antesala, que es la que vimos. Por lo visto, la sala que usaba Alfonso XIII para las audiencias es la que ahora utiliza durante el verano la rectora de la UIMP como despacho y por eso tenía la puerta cerrada.
Luego subimos a la planta primera, que antaño era la de las habitaciones más personales. Allí vimos el Oratorio.
En esa planta primera no se podía entrar en las habitaciones reales, pero sí vimos que en el Vestidor de la Reina han montado unas camas para que uno se haga a la idea de que está viendo la zona de dormitorios.
Sí estaba abierta Saleta de la Reina, pensada para que Victoria Eugenia de Battenberg, la esposa de Alfonso XIII, estuviera a gusto.
No tuvimos tanta suerte, en cambio, con el Cuarto del Príncipe de Asturias ni con el Comedor de Infantes, que estaban cerrados a cal y canto. Aparte, toda el ala oeste de esa planta no la pisamos, ya que en la actualidad son habitaciones de estudiantes. Tampoco subimos a los dos niveles superiores, puesto que en ellos ahora solo hay más cuartos y despachos (en su día fueron también dormitorios, el del médico de los reyes, por ejemplo, o el de algunos huéspedes especiales).
En definitiva, nos dejamos bastantes cosas por ver, pero tampoco era necesario ser más exhaustivos, realmente vimos lo más significativo y con eso nos pudimos imaginar como era lo que se nos quedó en el tintero.
La visita terminó en el vestíbulo, que estaba junto a la entrada, pero que no lo habíamos visto al principio.
Como he dicho, la narración de la guía fue muy amena y estuvo jalonada de explicaciones sobre cuadros y sobre otros elementos muebles del Palacio, así como sobre cosas curiosas relativas a la estancia de los reyes en él. Nos dijo, por ejemplo, que cada mes de julio estos llegaban a Santander acompañados de sus cortesanos más allegados y la ciudad se convertía en el epicentro del Estado, pero por lo visto Alfonso XIII pasaba allí el tiempo justo, ya que era aficionado a la caza y le faltaba tiempo para adentrarse en las montañas cántabras a participar en monterías.
Tras la visita, que duró unos 45 minutos, fue cuando nos dimos una vuelta por la Península de la Magdalena.Yo hasta el Palacio había subido corriendo, pero la bajada fue pausada y acabamos tomándonos una cerveza en el Campo Polo Bar mientras las niñas jugaban en una original área de juegos infantiles que hay cerca, en la misma Campa.
Lo que tomamos en el Campo Polo Bar nos costó un riñón, pero mereció la pena coronar así una magnífica mañana en uno de los lugares más bonitos de Santander.
Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitado PALACIO DE LA MAGDALENA.
% de Monumentos Destacados de España ya visitados en Cantabria: 100%.
% de Monumentos Destacados de España ya visitados: 42%.
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