El pasado julio visité Cangas de Onís por primera vez este verano, y en el correspondiente post comenté que había allí tres sitios que quería haber visto. Sin embargo, de ellos, finalmente solo pude poner mis ojos en uno, el Puente Romano. Los otros dos los conocía desde el año 2000, pero no pude refrescar mi memoria viéndolos de nuevo. No obstante, me di por satisfecho y pensé que en el futuro seguro que tendría la oportunidad de regresar a Cangas a verlos. Lo que no podía imaginar es que esa ocasión iba a llegar tan pronto. En efecto, el día que fuimos a los Lagos de Covadonga bajamos de allí a media tarde en el autobús, y al llegar a Cangas, donde habíamos aparcado el coche, como teníamos ganas de tomar café buscamos un lugar en el que hacerlo. No tardamos mucho en parar en la Confitería Obrador La Pedrera, que está en la Calle Ramón A. Prada Vicente.
Hasta ahí todo normal. Lo que no esperaba era que, tras el ratillo del café, todo el mundo quisiera darse un paseo por el pueblo. Fue de esas veces en las que, sin que yo lo busque, me veo explorando ciertos lugares con mucho más detenimiento del que me hubiera atrevido a soñar. En Cangas de Onís, esta vez nuestra rutilla fue amplia y pausada, y eso me permitió ver los dos enclaves que no había logrado visitar en julio, además de pasar por calles que no conocía, como la Calle San Pelayo.
Con respecto a los dos lugares mencionados que, junto con el Puente Romano, conforman el power trio de highlights cangueses, los mismos son la Iglesia de Santa Cruz y la Plaza de la Iglesia.
En esta última está el Monumento a Don Pelayo Guerrero, obra del escultor asturiano Félix Alonso Arena, así como la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Ya conté en julio que ni el uno ni la otra son demasiado antiguos, pero es innegable que ambos conforman una imagen de Cangas de Onís que es emblemática.
Tras ver la Plaza de la Iglesia estuve a punto de entrar en la susodicha, pero llamó mi atención otro lugar que no estaba muy lejos y que no conocía, la Plaza del Mercado.
La Plaza del Mercado está separada de la Plaza de la Iglesia por unos soportales, que supongo que, cuando llueve, jugarán un papel importante para los comerciantes que ponen sus puestos en el mercado.
Tras ver la Plaza del Mercado tiramos por la Calle Mercado y por su continuación, la antes mencionada Calle San Pelayo.
De ellas ya dije en julio que fueron las vías principales del pueblo hasta el siglo XIX. La Calle San Pelayo acaba, precisamente, en el Puente Romano, pero nosotros en esta ocasión no llegamos hasta allí, sino que nos quedamos en la Calle El Parque, que realmente es otra plaza, en la que no faltan los cacharritos para los niños.
Toda esa zona de Cangas no la conocía, pese a que conforma el meollo de la población. Sin embargo, ha perdido protagonismo en beneficio de la Avenida de Covadonga, que es por donde pasa la carretera y que ejerce de travesía.
Nosotros echamos un buen rato en Cangas, pero cuando llegó el momento de irnos no vi a la gente todavía demasiado cansada. Por eso, lancé la bomba y dije que quería entrar en la Iglesia de Santa Cruz. Sabía que nos pillaba de camino al coche y, además, me pareció que lo de ver una iglesia que tiene un dolmen en su interior podía gustar. En julio, mi intento por visitar el templo fue infructuoso, pero esta vez se encontraba abierto.
Acceder a la iglesia costaba solo dos euros por adulto, pero era gratis para los niños e incluía la visualización de un pequeño documental. Dani y Ángela no mostraron mucho interés, pero, sin poner ninguna pega, me dijeron que esperaban fuera, sentados en el césped. María, por contra, dijo que sí tenía ganas de entrar. Con nosotros, hicieron lo propio todos los considerados peques, Ana, Julia, Lucía y Hugo, que mostraron cierta curiosidad.
Tengo que decir que la Iglesia de Santa Cruz merece mucho la pena. A pesar de que no es tan antigua como puede parecer, su historia me resulta apasionante. Por lo visto, el sitio donde está erigida era, desde tiempo inmemorial, un enclave sagrado prehistórico. En él había un montículo artificial y a Favila, hijo de Pelayo, le debió parecer que el mismo podía venir que ni pintado para erigir encima una pequeña capilla, en la que guardar la cruz de roble que su padre había llevado durante la Batalla de Covadonga. Dicho y hecho, sobre la colinita en el 737 se consagró la Iglesia de Santa Cruz, donde llegaron a estar enterrados el propio Favila y su mujer Froiluba. El tema es que, debajo del montículo se halla el Dolmen de Santa Cruz, que convivió en paz y armonía con el templo religioso durante más de doce siglos, hasta que las autoridades locales, en agosto de 1936, decidieron echarlo abajo para dejar a la vista el monumento megalítico, que parece que para ellos tenía preferencia. Debido a la maravillosa idea de los lumbreras que mandaban en Cangas en 1936, el dolmen estuvo al aire catorce años, hasta que la Iglesia de Santa Cruz fue reconstruida en 1950 en el estilo barroco típico de la zona. Se hizo muy bien y no desentona, de hecho parece una iglesia milenaria, pero lo cierto es que tiene la misma edad que mi padre. En cualquier caso, aunque el Dolmen de Santa Cruz fue devuelto a su lugar original, es decir, al interior del montículo artificial, la obra se hizo de tal modo que en el suelo del santuario se dejó un agujero, por el que se puede ver desde arriba el megalito.
Gracias al agujero, lo que ahora se ve es muy interesante. Yo la recomiendo, sin duda. De todas formas, hay que decir que el audiovisual que proyectan, un poco para justificar el precio de la entrada, es de los peores que he visto en mi vida en estos contextos.
Da igual, porque realmente no hace falta video para que los dos euros se den por bien pagados, pero opino que, si se emite un audiovisual, lo deseable sería que ilustrara lo que se está viendo in situ. El que ponen en la Iglesia de Santa Cruz dura unos diez minutos, pero no dice más que vaguedades en plan poético, acerca de Favila, la cruz y la Batalla de Covadonga. Todo muy intrascendente en ese lugar. De la verdadera historia de la capilla y del dolmen no dice ni pio, supongo que para no divulgar en exceso que el edificio es más joven que Bruce Springsteen, o quizás para echar un poco de tierra sobre la tropelía que fue echar abajo la iglesia medieval en 1936.
El video fue un timo y tampoco se prodigaron demasiado con el tiempo que estuvo iluminado el dolmen. Yo aún lo estaba disfrutando cuando la luz se apagó y dejé de verlo.
Ello no es óbice para que la visita me gustara, realmente el dolmen y la iglesia, con su historia a cuestas, merecen verse. El recinto es muy pequeño, pero estuvimos solos. Aparte, la mujer que nos vendió las entradas y nos puso el video fue muy amable. Yo me fui de allí encantado.
En definitiva, la estancia de agosto completó a la de julio y me permitió terminar de conocer perfectamente Cangas de Onís. En realidad, el concejo cuenta con unos 6.200 habitantes y en la capital solo viven 3.800, por lo que hay en el municipio otros núcleos de población que merecen ser visitados. En ellos intentaré centrarme en el fututo.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado CANGAS DE ONÍS.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 20% (hoy día 60%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de Asturias ya visitadas: 12'1% (hoy día 35'7%).
Visitado CANGAS DE ONÍS.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 20% (hoy día 60%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de Asturias ya visitadas: 12'1% (hoy día 35'7%).
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