14 de abril de 2022

ALAMEDA 2022

A mí, el vocablo "Alameda" me parecía que tenía reminiscencias árabes, por lo que esperaba encontrarme que el pueblo denominado con esa palabra tenía un pasado musulmán. No hubiera sido raro, dada su ubicación. Sin embargo, una alameda es un paseo con álamos. Es tan evidente, que no entiendo por qué esperaba ver en Alameda vestigios de la época del califato o de la época de los taifas, y no una simple calle amplia y llena de árboles. En cualquier caso, lo cierto es que el topónimo de dicha población tampoco tiene nada que ver con una avenida arbolada, sino que hace referencia al Arroyo de los Álamos. Este es un minúsculo riachuelo, que supuestamente cruzaba el asentamiento original alamedano, pero que hoy día no se puede ver in situ, salvo que se salga del casco urbano y se vaya hacia el norte, por lo que he podido ver en Google Maps. Además, ese regato tiene tan solo una longitud en superficie de un par de kilómetros, ya que desemboca pronto en otro riachuelo algo más largo, pero no mucho, que se acaba fusionando con un tercero, poco antes de acabar alimentando las aguas del Río Genil. En consecuencia, a lo que vengo a referirme es a que, tras investigar sobre el tema, me ha resultado curioso que Alameda se llame así gracias al minúsculo Arroyo de los Álamos.

Como se ha podido comprobar, he empezado el presente post divagando un pelín, pero ya voy a ir al grano. Alameda es un pueblo que ronda los 5.500 habitantes y que está situado en la provincia de Málaga. Sin embargo, su término municipal es el más septentrional de ella, es decir, que la localidad está emplazada muy lejos de la costa, en una posición muy central en Andalucía. Si al hablar de Málaga se nos viene a la cabeza la Costa del Sol, o a lo sumo la sierra interior de la provincia, Alameda no tiene nada que ver con ninguna de esas zonas, dado que está en un llanura interior y que el 75% de su territorio está cubierto de olivos. Por otro lado, su posición bisagra en Andalucía queda demostrada por el hecho de que, estando en la provincia de Málaga, linda por el este y por el noreste con los municipios cordobeses de Benamejí, Palenciana y Lucena, y por el oeste y por el noroeste con los sevillanos de Badolatosa, Casariche y La Roda de Andalucía. Alameda se halla en un auténtico cruce de caminos. De hecho, la principal carretera que vertebra Andalucía, de este a oeste, que ahora se denomina A-92 y que es una autovía, debería pasar por Alameda, en lugar de bajar unos kilómetros para bordear Antequera. Sería lo natural, pero la importancia histórica de esta última ciudad ha provocado que la vía más transitada entre Granada y Sevilla, en vez de ser recta del todo, haga una curva hacia abajo a mitad de recorrido. En efecto, yo jamás me había fijado, pero ahora, al mirar un mapa de carreteras, me he percatado de que la A-92 hace un ligero escorzo a la altura de Antequera, sin que haya ninguna razón orográfica para ello. Esta circunstancia nos la contaron en Alameda, claro, que es la población perjudicada por la alteración en el trazado.


El caso es que Alameda es una localidad muy céntrica, pero como está a 12 kilómetros de la A-92, no es un lugar de paso y yo nunca le había echado ni cuenta. No obstante, el pasado fin de semana, después de nuestra estancia en Villanueva de la Concepción, teníamos que volver a casa el domingo, pero no queríamos llegar antes de comer. Por ello, durante un rato me devané los sesos buscando un sitio que fuera atractivo, que no nos desviara demasiado de nuestro camino hacia Sevilla y que no conociéramos. Era difícil y estuve a punto de decidir que parábamos en Antequera o en Estepa, aunque ya hubiéramos estado en esos pueblos, pero al final me enteré de que la tumba de José María Hinojosa Cobacho El Tempranillo está en Alameda, lo cual fue razón suficiente como para ir allí.


A lo mejor puede parecer extraño que la tumba de El Tempranillo nos hiciese ir hasta Alameda. Sin embargo, hay que recordar que, tanto María como yo estudiamos historia, allá por el Pleistoceno. Además, en España, el primer tercio del siglo XIX es uno de los que me resulta más interesante, desde el punto de vista histórico. En esa época es, precisamente, cuando vivió El Tempranillo, que fue uno de los bandoleros más importantes de su tiempo. Su imagen, bastante mitificada hoy día, nos conduce a la España romántica de la Guerra de la Independencia y de la época de Fernando VII, que se nos dibuja, de manera tópica, llena de folclóricas, toreros y bandoleros, pero que también ha quedado plasmada de forma más seria gracias a figuras como Goya o Benito Pérez Galdós. Yo ya conocía a El Tempranillo, pero no sabía que su sepultura está en Alameda. Lo de que sus restos se conserven en ese pueblo fue suficiente como para que nos mereciera la pena dirigirnos allí. Después, sobre la marcha me enteré de que en Alameda hay más cosas que ver. De hecho, es un sitio que merece mucho la pena. Nosotros, por añadidura, tuvimos mucha suerte, dado que nos acabó haciendo de cicerone uno de los responsables de turismo de la localidad. Gracias a él, echamos una mañana muy fructífera.

Al acceder a Alameda, dejamos el coche en la enorme y alargada Plaza de la Constitución, que ejerce de puerta de entrada al meollo del pueblo, viniendo desde el este. Además de lo de la tumba de El Tempranillo, yo había visto que en Alameda se han descubierto las ruinas de unas antiguas termas romanas, por lo que nuestro objetivo inicial fue ir a verlas. Personalmente, no tenía mucha fe en que fueran a estar abiertas, pero al llegar no solo vi que se podían visitar en domingo, sino que encima me encontré conque tienen un centro de interpretación anexo. En él es donde estaba Pedro, el responsable turístico al que antes hacía referencia.


Pedro resultó ser un divulgador apasionado del patrimonio de su pueblo. Evidentemente, era un hombre muy formado, pero además fue capaz de transmitirnos, durante todo el rato que estuvimos con él, su entusiasmo por lo que nos mostraba. Lo primero que visitamos fue el Centro Temático de las Termas Romanas.



Es evidente que el Centro Temático es muy modesto, y que está montado con más ilusión que medios. Se inauguró en 2010, y parece un lugar pensado para escolares y para grupos de jubilados, que es de lo que yo creo que se nutre. Sin embargo, deja traslucir tan buenas intenciones, que resulta entrañable. Además, las animosas explicaciones de Pedro, que no era ningún iletrado, contribuyeron a hacer atractiva la visita.

Tras recorrer el centro de interpretación pudimos salir a las ruinas de las Termas Romanas de Alameda. Las mismas se conservan aceptablemente bien. Está claro que aquello no es Itálica, pero es un sitio muy interesante. Yo no esperaba ver ese tipo de vestigios arqueológicos en un lugar como Alameda. Me imagino que, al igual que ocurre en Santiponce, debajo de las casas del pueblo habrá más restos romanos ocultos.



El itinerario guiado por el Centro Temático de las Termas Romanas fue casi personalizado (también estuvo con nosotros una pareja de mediana edad). Es una realidad que, en Alameda, un domingo de abril por la mañana los turistas se cuentan con los dedos de una mano. Por otro lado, en circunstancias normales, el apoyo de Pedro a nuestra visita habría acabado ahí. De hecho, en un momento determinado, este nos confesó que estaba esperando la llegada de un grupo de jubilados, conducidos por otra guía, que estaba realizando ese día un recorrido por una ruta que se montó en 2002, y que mantiene viva la Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de las Tierras de José María El Tempranillo. Dicho recorrido une las poblaciones que tuvieron cierta relevancia en la vida de El Tempranillo. Los jubilados habían comenzado en Jauja, lugar donde nació, y su última parada la iban a hacer en Alameda, que es donde murió. A lo largo de la mañana, en cada escala habían visto lo más interesante de cada sitio incluido en el itinerario. En Alameda les esperaba el mausoleo de El Tempranillo. Pedro estaba esperando la llamada de la guía del grupo de mayores, porque tenía que abrirles la Iglesia de la Inmaculada Concepción y su patio anexo, que es donde está la tumba.



Todo apuntaba a que la labor de Pedro con nosotros iba a acabar al finalizar el recorrido por el Centro Temático de las Termas Romanas, pero al recibir la llamada aún no nos habíamos marchado, por lo que nos invitó a acompañarle. Yendo en su compañía nos podíamos colar en la visita guiada. Dado que habíamos ido hasta Alameda precisamente para ver la tumba, no lo dudamos y fuimos con él. De no haber tenido ese golpe de suerte, no habríamos podido entrar en la Iglesia a esa hora, pero gracias a Pedro la vimos, nos hablaron de ella, pudimos acceder al patio y contemplamos el sepulcro.


Antaño, en ese patio había un cementerio anexo a la iglesia. Es por eso que los restos de El Tempranillo se enterraron ahí. Hace unos años, todas las sepulturas se exhumaron y el lugar se transformó, pero, por lo visto, la tumba del bandolero no se tocó. Yo no se si, realmente, a estas alturas hay algo debajo de esa cruz, pero al menos se le recuerda de una manera especial, en el sitio donde fue inhumado.

El fin de fiesta para los jubilados fue de lo más divertido. El mismo consistió en una especie de teatro sorpresa, en el que unos actores representaron in situ, en una versión un tanto libre, la muerte de El Tempranillo. Luego, unas señoras, también vestidas de la época, cantaron una canción popular. 


Para todos aquellos señores y señoras ese fue el broche de oro a su mañana de visitas. Para nosotros también. Era la hora de comer.

Nuestra primera opción para el almuerzo era un restaurante que parecía estar bien recomendado, pero era hora punta y al llegar nos lo encontramos lleno. Cerca de la Plaza de la Constitución habíamos visto otro, más cutre, que pensamos que estaría menos concurrido. No nos equivocamos. En el Bar Galeón la comida fue de batalla, pero nos quitó el hambre. Además, almorzar allí fue el colofón perfecto a nuestra particular ruta dedicada a El Tempranillo, porque resulta que en el lugar donde hoy día está abierto ese negocio de restauración, en 1833 estaba el Parador San Antonio, la fonda en la que el bandido estiró definitivamente la pata. Ya no queda ni el más mínimo rastro del antiguo edificio, pero en la fachada de la casa hay una placa, cuya foto he puesto al principio, que recuerda que ahí fue donde El Tempranillo exhaló su último aliento.


Con todo lo que he mencionado a El Tempranillo, este post se quedaría cojo si no contara con brevedad como fue su vida. Resulta que José María Hinojosa Cobacho era un jornalero que trabajaba en el campo desde niño, y que, con tan solo 15 años, mató a un hombre en una romería. No está muy claro si lo hizo para vengar la muerte de su padre, para vengar la violación de su madre viuda, o para defender a una chica a la que estaban importunando. También cabe la posibilidad de que no fuera por ninguna de esas razones, pero lo cierto es que José María se tuvo que echar al monte para que no lo ahorcaran por el crimen. Convertido ya en El Tempranillo, durante un tiempo se fogueó como salteador de caminos con Los Siete Niños de Écija, una célebre banda de la zona, pero luego formó su propia cuadrilla de bandidos, en la que llegó a haber más de 50 hombres. Cuentan que fue entonces cuando se convirtió en una especie de Robin Hood hispano. Después de casi una década de correrías, en agosto de 1832 El Tempranillo decidió acogerse a un indulto que ofreció Fernando VII a los bandoleros que quisieran redimirse, ser libres y servir a la ley. Aquello no le sentó muy bien a algunos de sus antiguos compinches, que no tardaron ni un mes en localizarlo y matarlo. Fue El Barberillo el que le disparó, en una emboscada en la que cayó a las afueras de Alameda. Herido de muerte, llevaron a El Tempranillo a la fonda del pueblo, para tratar de salvarlo, pero nada se pudo hacer. Tenía 28 años. Dos días después lo enterraron el el cementerio local. 

Cambiando de tercio, gracias a todas las visitas de las que he hablado, la verdad es que paseamos bastante por Alameda. Eso también me gustó. Atravesamos, por ejemplo, la Plaza de España, que ejerce de centro neurálgico de la población, ya que a ella da el edificio del Ayuntamiento. Su eje lo marca la Fuente de la Placeta.


El Centro Temático de las Termas Romanas, con los restos romanos, está en la Calle Enmedio. El muro trasero del patio de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, donde está la tumba, también da al tramo final de esa calle.


Para entrar al patio y a la iglesia, no obstante, tuvimos que bordear parte del edificio. Luego, al salir, acabamos de recorrer la parte oeste del perímetro del templo, para ver su portada.




Un poco más allá está el límite oeste del pueblo. Nosotros, sin embargo, no llegamos hasta ese extremo. Como he dicho, era la hora de comer y el rato de turismo había tocado a su fin.

En definitiva, inesperadamente me encontré explorando Alameda de una forma que no esperaba. En realidad, ni siquiera estaba planeado con antelación ir a conocer esta localidad, pero, una vez que lo decidimos, podría haber surgido una fría visita. En cambio, tuvimos la ocasión de profundizar en los encantos del pueblo de una manera patente y llamativa. En parte, es mérito de sus autoridades, que supongo que son las artífices de que haya un guía currando un domingo por la mañana. No obstante, más allá de eso, fueron la actitud y la simpatía del propio Pedro las que hicieron que echáramos en Alameda un rato inolvidable.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ALAMEDA.
% de Municipios ya visitados en la Provincia de Málaga: 19'4%.
% de Municipios de Andalucía ya visitados: 21'3%.


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