7 de abril de 2022

TORCAL DE ANTEQUERA 2022

El Torcal de Antequera es una de las grandes maravillas naturales de España. A mí me queda más o menos cerca, pero hasta ahora no lo conocía. 


A mucha gente le pasa a veces, que se desplaza cientos de kilómetros con el objetivo de ver bellos lugares, organizando complicados viajes, y sin embargo obvia sitios fantásticos que tiene al lado. En el caso del Torcal, yo era muy consciente de que tenía esa cuenta pendiente, pero han pasado los años y no había acabado de aparecer la coyuntura para ir a verlo. Hace un mes, María y yo nos dimos cuenta de que hacía meses que no organizábamos una escapada en familia, así que improvisamos una. Pensamos adonde podíamos ir, y como si se tratase de un ejercicio de esos de hipnosis, en los que afloran de golpe los pensamientos ocultos en el subconsciente, el nombre del Torcal se nos vino a ambos a la mente simultáneamente, por lo que no le dimos más vueltas. Era el momento y en unas horas cerramos el plan. 

Luego, hace unos días surgió también el deseo de explorar ese paraje en profundidad. A los dos nos gusta ver las cosas bien, una vez que nos ponemos. Ya he comentado otras veces que no va conmigo lo de conformarme con asomarme a los sitios e irme solo con una idea general de como son. Además, han sido muchos años queriendo ir al Torcal, por lo que no pegaba quedarnos con lagunas. Cierto es que para verlo bien no es necesario hacer trekking durante cinco horas con un guía. Se puede ir por libre y regresar con una noción muy ajustada de como es aquello. Yo mismo en ocasiones me he contentado con visitas así. Sin embargo, ahora no nos bastaba. Por ello, miramos en Internet qué opciones de rutas guiadas había y, al final, nos decidimos por la más completa. 

Resulta que el Torcal se puede ver sin hacer senderismo, es decir, puede uno echarle un simple ojo al pedregal desde los alrededores del aparcamiento superior y darlo por visto. En realidad, no hace falta ni bajarse del coche para disfrutar de la visión de unas cuantas formaciones rocosas espectaculares. Como primera opción intermedia, también es posible hacer cualquiera de las tres rutas libres que están señalizadas. La Verde es la más corta, la Amarilla llega un poco más allá y, por último, la Naranja sube desde el aparcamiento de la carretera general al Centro de Visitantes Torcal Alto. Las tres están bien, de manera que el que haya hecho alguna de ellas puede dar por visitado el Torcal, sin ninguna duda. Hay, no obstante, una cuarta ruta. Se denomina Antigua Ruta Roja, y es la que más se adentra en el corazón del Torcal. De hecho, se mete tanto, que hace falta un guía para realizarla. Esta es la que nosotros hicimos, aunque hay que decir, sin embargo, que nos saltamos un trozo, el de la Cornisa del Diablo, dado que por allí hay que andar por el borde de un precipicio que, por lo que se ve en las fotos, da escalofríos. 

Aparte, se organizan rutas guiadas específicas, como la de los amonites, o la de que transita por el Laberinto. El Torcal de Antequera es enorme y, puestos a inventar, hay bastantes posibilidades de crear trayectos específicos. La Antigua Ruta Roja tiene la ventaja de que recorre algo de los demás itinerarios. En mi opinión, es la mejor manera de tomar contacto con el lugar. En el futuro, si surge la oportunidad, iré a completar algunas de las rutas restantes que he mencionado, para ver las zonas que nos dejamos atrás, pero, de momento, vi un poco de todo. Además, lo hicimos con la ayuda de una guía, que hizo posible que aprendiéramos infinidad de cosas. En efecto, a nosotros nos acompañó una chica llamada Sara, que, además de conducir nuestros pasos, también nos ilustró con mil historias, ya que conocía el entorno y era una auténtica experta en geología y biología. Por otro lado, no solo sabía de lo que hablaba, sino que su entusiasmo a la hora de contarnos lo que fuimos viendo fue tal, que hasta Ana y Julia, que amanecieron con bastantes pocas ganas de darse una paliza de senderismo, se pasaron la mañana tan entretenidas como si hubieran estado en el cine.

Antes de hablar de lo que vimos en concreto, voy a terminar de presentar la Antigua Ruta Roja y voy a explicar otras cosas interesantes. Resulta que este trayecto era el primigenio para ver el Torcal. El entorno es de una singularidad excepcional y está protegido desde 1929. Sin embargo, parece que antes de 1989, cuando se le elevó a la categoría de Paraje Natural, no estaba tan controlado como ahora. Eso implicaba que existía una ruta que se adentraba en el Torcal, pero que estaba señalizada de aquella manera, por lo que era muy frecuente que la gente se perdiera. Sara nos dijo que, de hecho, a día de hoy el Torcal es el segundo enclave de Andalucía en el que más rescates se tienen que hacer. El primero es Sierra Nevada, pero esa zona es 170 veces más grande y variada, por lo que es increíble que los dos territorios protegidos jueguen en la misma liga de peligrosidad. Sara, que es de Antequera, también nos dijo que sus paisanos siempre le han tenido mucho respeto al Torcal y lo han considerado peligroso. Incluso antes de regularse su acceso, a pesar de la cercanía, no era un sitio adonde los antequeranos de a pie fueran de excursión. En conclusión, hasta 1989 la Ruta Roja recorría el Torcal, pero ese año, aprovechando la declaración del lugar como Paraje Natural, se suprimió y se crearon las otras, que se internan mucho menos. Así pues, el itinerario de la Ruta Roja se quedó solo para los expertos top, y para los que puedan ir en su compañía. La parte de ella que se hace en la actualidad mide 8 kilómetros y su terreno es muy irregular, por lo que exige tener una cierta agilidad, pero no es dura. No obstante, sí es verdad que pierde uno la noción de dónde se encuentra. El Torcal es como Emin Muyl. Los frikis de El Señor de los Anillos se sentirán como Frodo y Sam, cuando se pierden en esas pedregosas colinas, camino de Mordor. En el caso de los dos hobbits, es Gollum el que acaba ejerciendo de guía y los saca de allí. Nosotros contamos con la ayuda de Sara, lo cual fue bastante más reconfortante. De todas formas, ni siquiera con ella nos metimos por la Cornisa del Diablo. De la ruta que se ve en el mapa, nos saltamos el pico superior.


Resumiendo, el Torcal es un afloramiento rocoso que mide unas 2.180 hectáreas. El mismo está formado por la superposición de estratos, como toda la corteza terrestre, pero en el caso del Torcal se ha producido allí un compendio de fenómenos, que hace que aquello sea único.



Durante millones de años, el actual territorio de la Península Ibérica estuvo debajo del agua, sumergido bajo el denominado Mar de Tetis. Cuando el planeta se enfrió, la corteza terrestre se fracturó en distintas placas, hace 240 millones de años. Uno de los trozos es la placa africana y otro la placa euroasiática. Hace 40 millones de años, el acercamiento entre esos enormes pedazos de corteza tuvo un violento desenlace, dado que chocaron los dos. Gracias a ello, gran parte de la Península Ibérica salió del agua. En algunas zonas, también se crearon plegamientos en los estratos superficiales, es decir, nacieron las principales cadenas montañosas del sur de Europa y de Asia. No es muy difícil imaginar que dos placas que chocan entre sí lo que provocan son elevaciones en forma de pico, en las que los estratos quedan en posición oblicua. Lo que no es tan normal es que el choque eleve la tierra en horizontal, que es lo que pasó en el Torcal. En efecto, en este lugar concreto, la roca no acabó en plan picudo, sino que quedó en alto, en plan meseta y expuesta a la acción erosiva. Además, esa roca que emergió era caliza. Esto significa que el terreno que quedó a la intemperie era blando y soluble al agua, lo que terminó provocando que se generara un paisaje kárstico. En él, la acción conjunta del agua y del CO2 del aire ha provocado un desgaste continuado en la superficie de la roca, así como el surgimiento de grietas, surcos y huecos. Ese castigo sobre una superficie que, ya de por sí, había salido del agua en una posición extraña, ha sido lo que ha propiciado que se haya modelado un paisaje tan notable. 


En el Torcal, la heterogeneidad de la composición de las calizas ha favorecido la generación de formas caprichosas, ya que cada estrato tiene una composición diferente y muestra un comportamiento distinto frente a fenómenos como la erosión, la disolución o la gelifracción. Eso hace que, con el tiempo, se hayan creado figuras como tornillos, pilas de bollos, pilas de galletas, arcos, mesas, callejones o marmitas de pastor.

A grandes rasgos, el Torcal se halla dividido en cuatro grandes zonas. Son el Torcal AltoLas Vilaneras, el Torcal Bajo y la Sierra Pelada. Esta última ocupa su vertiente este y es la menos espectacular, por lo visto. Nosotros no la vimos. En el lado opuesto del Torcal, es decir, al oeste, está el Torcal Alto. Allí se encuentra el Centro de Visitantes y es donde se concentran las formaciones kársticas más llamativas. Por eso, tanto la Ruta Amarilla, como la Ruta Verde transcurren por esa parte. En medio de todo se extiende el Torcal Bajo, que ha sido tradicionalmente el sector en el que más se ha hecho sentir la acción humana. Haciendo de barrera entre el Torcal Alto y el Torcal Bajo se eleva una especie de cresta, llamada Las Vilaneras. En ella están los picos más altos del espacio protegido.


En conjunto, el Torcal es como una especie de caldero. Desde cualquier lugar externo desde donde se observe, lo que se aprecia es una especie de pared circular, que rodea y oculta la meseta sobre la que se ha formado el Torcal. Sus maravillas, en consecuencia, están protegidas de las miradas furtivas. Para disfrutarlas, hay que subir las escarpadas laderas y asomarse al otro lado.


Tras esta larga introducción, voy a pasar a hablar, con pretendida brevedad, de lo que nosotros vimos en el Torcal de Antequera.

Nuestra ruta comenzó a las 9 de la mañana. El Centro de Visitantes Torcal Alto abre a las 10, por lo que sus alrededores estaban aún desiertos. El primer acierto de hacer la Antigua Ruta Roja, por tanto, fue que nos dio la oportunidad de ver vacío el entorno del centro interpretativo. Me encantó abrir huella en el Torcal ese día.



La puerta del Centro de Visitantes era el punto de encuentro fijado para encontrarnos con nuestra guía. Con nosotros vinieron dos parejas, que rondarían los 30 años, y un chico extranjero que tendría nuestra edad. En total, éramos nueve excursionistas. En este caso, Ana y Julia eran las únicas menores (la edad mínima permitida era de diez años). La expedición la comandó Sara.


Con puntualidad británica y 3'5 grados de temperatura, a la hora convenida nos pusimos en marcha. La mañana, a esa hora, estaba metida en niebla.


Dada la poca visibilidad, Sara decidió hacer la ruta en sentido inverso al normal, empezando por el Torcal Alto y dejando para el final la parte en la que hay mejores vistas. Eso nos permitió ver el Laberinto de una manera muy pintoresca, bajo una densa bruma.



Como se puede deducir por el nombre, el Laberinto es un paraje en el que no es difícil despistarse, dado que es como un galimatías pétreo, lleno de corredores formados en la roca. Dichos corredores tienen nombres. Nosotros nos adentramos en esa parte por el Callejón Oscuro, que también es conocido popularmente como El Vergel.


En esa zona hay más de 300 kilómetros de senderos, pero la vegetación se los come y solo están abiertos unos cuantos.




Nosotros no tuvimos ninguna duda acerca de por dónde ir, porque Sara parecía conocer aquello como la palma de su mano. Ella nos dijo que era de Antequera y, aparte de llevar siete años guiando rutas, nos contó que conoce el Torcal desde que tiene uso de razón



En esa primera parte de nuestra ruta fue donde me resultó más atractiva la impresionante belleza y la singularidad del entorno.



Una de las ventajas de recorrer el Torcal integrado en un grupo guiado es que una persona te va contando cosas que, sin su ayuda, sería imposible saber. El papel de Sara, por tanto, no solo se limitó a evitar que nos perdiéramos, sino que también nos fue indicando, por ejemplo, cuales eran los nombres propios de muchas de las formaciones rocosas que fuimos viendo. En la siguiente foto, de izquierda a derecha se ven, sobresaliendo de la cresta de la montaña, El Cáliz y El Azucarillo.


Para ver El Formula1 en la fotografía que pongo a continuación, hay que echarle un poco de imaginación, pero in situ la forma se percibió con claridad. En la imagen, el pico rocoso con apariencia de coche de carreras se encuentra en el picacho que esta más a la derecha.


En tiempos pretéritos, el saliente ganchudo que se ve en la siguiente foto fue bautizado como La Vieja. En la actualidad, las mujeres mayores ya no son tan así, y en cambio existen las Tortugas Ninja. A mí me recordaron más a estas últimas. 


En la parte final del Laberinto vimos La Chimenea. En este caso, seguro que no es necesario que detalle donde está en la fotografía.


Antes de continuar relatando como fue nuestra ruta, voy a hablar de dos cosas que, de manera transversal a todo el recorrido, me llamaron la atención especialmente. En primer lugar, me resultaron llamativas las grutas. En el Torcal se han registrado ya unas 300 cavidades, 8 de las cuales son cuevas. El resto son simas. Eso no es raro, dadas las características calizas del terreno, pero lo impactante es que el Torcal está hueco, es decir, que debajo de su capa superficial hay una enorme caverna, donde se ha creado un acuífero enorme, que recoge el agua filtrada que cae sobre las rocas y que ha ido conformando las formas pétreas. La reserva hídrica del acuífero es tan grande, que es la que da de beber a los 40.000 habitantes de Antequera. El agua se cuela hacia abajo por doquier, pero no es difícil ver sitios por los que la misma resbala por la roca y se pierde hacia las profundidades.


Por otro lado, vimos las embocaduras de dos cavidades que fueron especialmente impresionantes. La primera fue la de la sima más profunda que se ha descubierto, hasta ahora, en el Torcal. Se hunde 250 metros.



Ese agujero se encontró por casualidad, en los años 80 del siglo XX, un día que unos operarios decidieron clavar un poste en un boquete superficial que ya existía, con la idea de poner ahí una señalización de la Ruta Roja, y el palo se les hundió, abriéndose un pozo que resultó ser el más hondo existente. Aún así, el túnel, por llamarlo de alguna manera, no llega al acuífero. Por lo visto, hay un cierto pique entre los espeleólogos que frecuentan el Torcal, para ver quién es capaz de encontrar una vía por la que quepa un ser humano, que lleve desde la superficie hasta el gran lago subterráneo. Los paisajes kársticos son muy propicios para la creación de grietas y hendiduras, que, por la circulación del agua, se acaban agrandando y convirtiendo en cavidades mayores y en galerías. En el Torcal hay muchos pasadizos que permanecen ocultos en el subsuelo, pero no parece que, a corto plazo, se vaya a dar con ninguno que permita completar ese recorrido.

La otra embocadura con historia es la de la imagen inferior. No es de una sima, sino de una cueva, llamada Cueva del Tintero. En ella vivió, a lo largo de tres décadas, un señor que tuvo que esconderse cuando estalló la Guerra Civil e hizo de aquel agujero su casa, hasta el indulto de 1969, que puso fin a las responsabilidades penales derivadas de la contienda. 


Es increíble que pudiera sobrevivir ahí una persona. Desde luego, la entrada a la gruta pasa totalmente desapercibida, aunque la cavidad se ensancha más abajo, parece ser. La historia cuenta que el fugitivo era zapatero, y que se dedicó, durante años, a cambiar prendas de cuero manufacturadas por comida, con los pastores que pasaban por allí. También supongo que era buen cazador.

La historia del morador de la Cueva del Tintero fue otra de las curiosidades que nos contó Sara y que nos tuvieron entretenidos toda la mañana. Igualmente, me llamó la atención el avistamiento de cabras montesas y de huellas frescas de jabalí. Con respecto a las cabras, yo hasta ahora solo las había visto en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, y no esperaba encontrármelas tan campantes por el Torcal, acostumbradas por completo a la vida humana.




Las huellas y las hozaduras de jabalí yo no las hubiera identificado sin la ayuda de Sara. Evidentemente, las marcas eran frescas, así que también me gustó saber que, por esos lugares, apenas un rato antes había estado rondando un jabalí, que es un animal que me impresiona mucho.


Dije antes que accedimos al Torcal Alto por el Callejón Oscuro. Después, cogimos otro gran corredor, denominado Callejón de la Maceta. Este fue el que nos llevó hasta el pie de Las Vilaneras. Al final del Callejón de la Maceta vimos una de las estructuras naturales más chulas de todo el recorrido.


Tras una breve paradita para comernos el bocata, empezamos a subir Las Vilaneras y dejamos atrás el Torcal Alto. Conforme íbamos ascendiendo, las vistas del Laberinto iban siendo más formidables.




Lo primero que nos encontramos en Las Vilaneras fue un lugar digno de otra increíble historia. Según parece, durante muchos siglos el Torcal fue usado como cantera. En una parte del mismo, que no vimos, hay incluso restos de un antiguo poblado cantero, pero, aparte, hubo un señor, en el siglo XVIII, que se dedicó al oficio de cantero por libre, y que se instaló con su familia en Las Vilaneras. Se llamaba Juan Ramos, por lo que, en la actualidad, el saliente rocoso donde construyó su refugio recibe el nombre de Abrigo de Juan Ramos. Todavía quedan restos de su casa de piedra. Está al pie de la cumbre más alta del Torcal, la del Camorro de Siete Mesas (mide 1.336 metros).


Las vistas desde la rústica vivienda de Juan Ramos son parecidas a las de las fotos que he puesto más arriba. Desde la puerta de su humilde habitáculo, el cantero veía una preciosa panorámica del Torcal Alto. No obstante, lo increíble de su historia no es que pasara medio año en ese lugar (en invierno trasladaba su residencia a Antequera), sino que lo hacía con su familia... y no eran pocos. Resulta que el hombre quería tener un hijo varón que continuara con su oficio, pero solo tuvo hijas. Creo que Sara dijo que llegó a ser padre de seis niñas. El hombre se empecinó en buscar al heredero varón y la naturaleza se echó unas risas a su costa. Después de la sexta hija, parece que Juan Ramos se dio por vencido y pasó al plan B, que fue llevarse al Torcal como aprendiz a un sobrino suyo, llamado Salvador Ramos. Qué fue de Salvador, pasado un tiempo, no lo se, pero su huella sí ha quedado imborrable en el Abrigo de Juan Ramos, porque, en un bloque de piedra que hay junto al refugio, el chaval talló en la roca, con gran paciencia, la frase "La hizo Sarbadol Ramos". Se ve que Salvador era completamente analfabeto y transcribió su propio nombre como buenamente pudo. Pese a esto, la parte del "La hizo" la escribió hasta con la hache, por lo que se deduce que, para saber como se deletreaban esas palabras, le pidió ayuda a alguien que sí sabía leer y escribir. En cambio, con su nombre se confió y lo escribió de oído, tallando hasta una ele final. Hoy día, la roca en la que se encuentra la inscripción sigue donde estaba.


Sin embargo, las letras se ven regular. Yo pude identificar la frase, pero no he conseguido que salga entera en una foto. En la que he puesto abajo, no obstante, sí se distingue una ese, una a y una erre.

 
Tras dejar atrás el Abrigo de Juan Ramos ascendimos por Las Vilaneras y nos acercamos mucho a la cumbre del Camorro de Siete Mesas, que está marcada por un palo.



En esta parte del recorrido no dejamos de ver formaciones kársticas muy llamativas.


En Las Vilaneras enlazamos con otra de las rutas parciales que se organizan en el Torcal, la Ruta de los Amonites. Como ya expliqué antes, el territorio torcalense estuvo mucho tiempo bajo el agua y, por ello, se han conservado, convertidos en fósiles, los restos de multitud de animales marinos prehistóricos. En concreto, se pueden ver sin dificultad numerosas huellas de fósiles de amonites, que fueron una especie de calamares con concha, que vivieron hace 400 millones de años y que están extintos.



Como digo, en realidad lo que se ven son las huellas de los fósiles, ya que los fósiles mismos fueron arrancados antes de que el Torcal estuviera protegido. Hoy día, algunos de ellos están en museos y la mayoría se encuentran en colecciones particulares. Lo que sí se conservan son los fósiles intactos de otras criaturas marinas del pasado, que, por ser menos espectaculares, han pasado desapercibidos. Esas criaturas eran los belemnites. También eran moluscos cefalópodos, aunque esta vez tenían forma de canutillo.


Tras detenernos a ver varias huellas de fósiles, nuestra ruta nos llevó a la vertiente de Las Vilaneras opuesta a la que habíamos usado para subir. Desde allí, pudimos presenciar una panorámica magnífica del Torcal Bajo y de lo que hay hasta donde alcanza la vista. En ese borde de Las Vilaneras vimos El Sombrerillo, otra de las formaciones naturales más increíbles.



Si en ese punto hubiéramos bordeado la cornisa hacia el noroeste, habríamos llegado a la temida Cornisa del Diablo, pero nosotros tomamos la dirección opuesta y nos dirigimos hacia el final de nuestra ruta, que nos hizo pasar por el monumento natural más emblemático del Torcal, llamado El Tornillo.


El Tornillo es tan famoso, que disfruta de una protección específica. En efecto, el Torcal al completo es Paraje Natural, pero El Tornillo es, además, Monumento Natural. No está muy lejos del Centro de Visitantes y es el sitio al que le echan un ojo todas las personas, incluso los que no se aventuran a adentrarse en el Torcal. Mediante unos caminitos de piedras que están muy arreglados, casi cualquiera puede acercarse, desde el edificio de recepción de visitantes, hasta la zona donde se encuentra El Tornillo.


Con respecto al Centro de Visitantes Torcal Alto, que he nombrado varias veces sin hablar específicamente de él, cuando nosotros llegamos por la mañana estaba cerrado, pero a mediodía ya estaba abierto y pude verlo. El mismo es muy modesto, está cuidado, pero es de los más pequeños que he visto en sitios así. No obstante, estaban explicados los fenómenos que yo he venido narrando en este post, por lo que puede tener su utilidad. A mí, después de llevar toda la mañana recorriendo el Torcal con una guía, lo que ponía en los carteles me aportó pocas cosas nuevas.


En el mismo edificio del Centro de Visitantes hay un restaurante, una tienda y un observatorio astronómico. Este último estaba cerrado, pero el restaurante estaba a pleno rendimiento a mediodía. No obstante, nosotros llevábamos bocadillos. Junto al aparcamiento había unas cuantas mesas y sillas de madera para pícnics, pero no anduvimos muy vivos y nos las quitaron. No fue grave. Nos comimos nuestros bocatas sentados en unas rocas y punto.

En definitiva, disfruté muchísimo de la visita al Torcal. Allí quedan montones de cosas por ver, si se desea profundizar más. Por ejemplo, para el futuro, si tengo ocasión de regresar, me gustaría explorar las partes que esta vez esquivamos de la Ruta Amarilla y de la Ruta Verde. También molaría hacer la Ruta Naranja. Por último, recorrer la Cornisa del Diablo o subir al Camorro de Siete Mesas sería la bomba. No obstante, ahora me quedo conque cumplí el objetivo, que era volverme con una idea amplia y clara de lo que es el Torcal. Seguro que, tras de este largo post que me ha salido, eso al menos ha quedado claro.



Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitado TORCAL DE ANTEQUERA.
% de Monumentos Destacados de España ya visitados en Andalucía: 81'3%.
% de Monumentos Destacados de España ya visitados: 43%.

Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado TORCAL DE ANTEQUERA.
% de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Málaga: 29'4%.
% de Maravillas de Andalucía visitadas: 70'6%.


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