Hay veces que un desastre acaba provocando situaciones inesperadamente agradables. La semana pasada, eso es justo lo que me sucedió.
Resulta, que la segunda parte de las vacaciones familiares de este verano la hemos pasado en un pueblo granadino llamado Restábal. Del mismo, voy a hablar como se merece en otro post, pero ahora tengo que adelantar que nuestra llegada a él fue un tanto accidentada, hasta el punto de que una de las ruedas delanteras del coche se reventó contra un escalón. Para nosotros, el percance no tuvo ninguna repercusión física, pero el Seat León acabó varado en una plaza de Restábal, en pleno mes de agosto, y a las puertas de un puente de tres días. Ni que decir tiene que necesitábamos un taller, pero no logramos encontrar en el Valle de Lecrín ninguno que fuera a abrir durante el fin de semana largo que teníamos por delante. Tampoco en la vecina Alpujarra la cosa pintó mejor. Tras un montón de pesquisas, nos quedó claro que dependíamos, necesariamente, del Norauto de Granada capital. En vista de eso, el sábado, que era laborable, lo ajustamos todo con la grúa y con el taxi que nos puso el seguro, y a primera hora de la mañana logramos dejar el coche en manos de los mecánicos granadinos. Estos estaban a tope, y nos dijeron que las ruedas no iban a estar cambiadas antes de media tarde, así que no tuvimos más remedio que echar la jornada entera en Granada. Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga.
No voy a descubrir nada, si digo que Granada es una de las ciudades más maravillosas del mundo. Mi relación con ella es extensa, y ya quedó reflejada en el post que escribí en 2018, cuando estuve por última vez allí. Desde entonces, no había tenido la oportunidad de volver. En aquella ocasión, además, lo que hicimos, principalmente, fue ir al Parque de las Ciencias, pero no nos paseamos por el centro granadino, ni por su barrio estrella, que es el Albaicín. El otro día, en cambio, no dejamos de ver lugares emblemáticos.
Antes, sin embargo, nos dimos un buen paseo por una serie de vecindarios granadinos, que están lejos de las rutas turísticas, pero que son esenciales para mí. En efecto, me encontré conque, en Granada, Norauto está situado en Joaquina Eguaras, que es un barrio por el que yo me moví mucho, durante los dos años en los que residí en la ciudad. Fui tanto por él, porque yo vivía en otro barrio cercano, llamado Campo Verde. Ambos se encuentran en el Distrito Norte.
En Granada, el Norte es el distrito más chungo, y dentro de lo malo, lo peor está en un barrio llamado Almanjáyar, que ocupa toda su esquina noroeste. No obstante, esto no impide que la Estación de Autobuses de Granada esté en su extremo sur, colindante con el oeste de Joaquina Eguaras. Precisamente, en el borde meridional de Joaquina Eguaras se encuentra Norauto, y yo vivía en el recuadro que, en el mapa superior, aparece coloreado en rojo fuerte. Dado que yo iba y venía en autobús a Sevilla cada dos por tres, me recorrí esa parte de la ciudad cientos de veces. Eso hizo que sufriera varios percances nada agradables. En uno, un par de yonkis me quitaron 40 euros a punta de navaja. Fue en la Calle Profesor Francisco Dalmau.
Eran las 8 de la mañana, y, aunque ya se había hecho de día, no había nadie en la calle. Yo me dirigía a la Estación, y me pillaron por sorpresa. Por suerte, pese a que los dos chavales tenían un severo problema de drogas, se ve que no habían perdido del todo el buen corazón, porque me dejaron con 15 euros, para que pudiera, finalmente, coger el autobús. En otra ocasión, unos canis, que en cambio no tenían nada que rascar en el cerebro, estuvieron a punto de meterme una paliza, mientras corría por el bulevar de la Calle Joaquina Eguaras.
Como se puede ver en la foto, el parquecito no mete miedo. Lo que pasa es que es largo, hasta el punto de que abandona los confines del barrio Joaquina Eguaras y penetra en lo más complicado de Almanjáyar, que es donde termina. Fui un pardillo, lo reconozco, porque corría mucha gente por la parte sur del bulevar, pero yo me iba hasta el final, y un día me dieron un susto muy gordo. Afortunadamente, estaba en forma y no me pillaron frio, porque ya iba a buen ritmo, de manera que pude esquivar las zancadillas de los pandilleros, que intentaron echarme al suelo, y escapé metiendo el turbo. Fue brutal. Por supuesto, jamás volví a ir por allí.
El tercer susto me lo dieron en Campo Verde, justo abajo de donde residía. El mismo es un barrio obrero, que es seguro de día, porque está lleno de gente trabajadora, de estudiantes y de inmigrantes que no se meten con nadie, pero que es atravesado con frecuencia por los que van y vienen de Almanjáyar, por lo que se ve de todo. Yo presencié, en el Camino de Alfacar, como se estrellaba un coche desbocado contra el de delante. Tras el impacto, salieron del vehículo que había causado el accidente, y se fueron corriendo, dos gitanillos de unos doce años, con la cosa de que se dejaron en el asiento de atrás, berreando, a un bebé de unos dos o tres años, al que, por suerte, habían atado a una silla. Aún hoy me sigue pareciendo una escena surrealista. Y lo del susto que me dieron... fue más bien otro atraco... aunque en este caso no me quitaron nada, porque estaba en chándal, a las 11 de la noche de un domingo, hablando por teléfono en una cabina, y solo tenía encima las llaves de mi piso. De nuevo, pequé de pánfilo. Sin embargo, a pesar de que, como digo, Campo Verde es un vecindario transitado, a veces, por individuos poco recomendables, también es un sitio repleto de comercios, habitado por personas honradas y amables. No lo digo por echarle un capote, sino porque viví allí dos cursos y lo sé.
El caso es que, pese a las historias para no dormir que he contado, yo viví muy a gusto en Campo Verde, fui muy feliz, me moví hasta la saciedad por sus alrededores, y aprendí a saber qué era seguro hacer, por dónde no se debía ir, y cuándo era mejor no andar solo por la calle. Por esa razón, sabía que el otro día, aprovechando que el destino nos había llevado por la zona, pude pegarme el gustazo de guiar a las niñas por esos lugares, por los que yo anduve cuando estudié en Granada, antes de que ellas nacieran.
Una vez que recorrimos la Calle Santiago Lozano, y que les enseñé el bloque donde yo estuve alquilado, además de por dónde entraba en él y cuál era exactamente la ventana de mi habitación, dejé de imitar al Abuelo Cebolleta, cogimos el autobús, y nos dirigimos al centro de Granada, con la idea de ver partes de la ciudad que destacan para todos, no solo para mí.
En Granada, pasear por la calle ya es un espectáculo, sobre todo en el Albaicín, pero también es menester visitar los edificios más importantes de la ciudad. Por supuesto, la Alhambra está a la cabeza de ellos. Explorarla bien es indispensable para cualquier persona. Yo lo he hecho en tres ocasiones, pero esta vez, dada la improvisación, ese plan no nos daba lugar. Por eso, pensamos en una alternativa que pudiera atraer a las niñas, y acabamos entrando en la Capilla Real. Ellas saben de sobra quiénes son los Reyes Católicos, de manera que les pareció mínimamente atractivo ver el sitio en el que están enterrados.
La Capilla Real se puede decir que forma parte de la Catedral de Granada, porque está anexa, se comunica con ella y se concibió a la vez, pero también es posible estimar que se trata de un edificio totalmente independiente. Yo prefiero considerarla así, sobre todo porque estaba terminada en 1517, y la primera piedra del templo catedralicio se puso en 1523. Además, ambas construcciones no conforman un conjunto unitario, hasta el punto de que la Capilla Real es gótica, mientras que el estilo arquitectónico de la Catedral ya es renacentista. Eso se debe, entre otras cosas, a que tuvieron arquitectos distintos. Por último, la Capilla Real sigue activa como lugar de culto autónomo, y en la actualidad tiene un acceso diferente.
En definitiva, creo que la Capilla Real es un edificio independiente. Ya desde el principio, se concibió como el lugar de enterramiento de Isabel I de Castilla y de su esposo, Fernando II de Aragón, pero, después, se instalaron junto a ellos las sepulturas de Juana I y de Felipe I (La Loca y El Hermoso, para que nos entendamos). El acceso desde la calle no es directo, sino que primero se entra en una lonja, que sirve de antesala a la capilla en sí. Esta es más amplia que muchas iglesias, tiene sus propias capillas laterales, y también cuenta con una gran reja, que separa las naves del presbiterio. Todo ello ayuda a que uno considere aquello como algo autónomo. En el centro del crucero, tras la reja, están las dos sepulturas. El Sepulcro de los Reyes Católicos es obra de Domenico Fancelli, y el Sepulcro de Juana I y de Felipe I lo llevó a cabo Bartolomé Ordóñez. En realidad, son monumentos conmemorativos, dado que los restos en sí se encuentran en la cripta que está debajo.
Hay que decir, que en la Capilla Real no se pueden echar fotos. Por eso, la he descrito sin adjuntar ninguna instantánea. Esta que he puesto aquí arriba la saqué de estranjis. Quizás no debería utilizarla en el blog, pero tampoco creo que haga mal a nadie. Por último, quiero añadir que se ha habilitado, en la antigua sacristía de la capilla, el Museo de la Capilla Real, en el que vi varios cuadros de gran calidad, pero los elementos que más me llamaron la atención fueron la Corona de la Reina Católica y la Espada de Fernando el Católico, así como el Cetro de la Reina Católica y el Cofre de la Reina Católica. Todo era auténtico, por lo que son artefactos que estuvieron en algún momento en las manos de los Reyes Católicos. Esa sensación de estar viendo historia me flipa.
Una vez que nos bajamos del autobús que nos traía desde Campo Verde, al margen de entrar en la Capilla Real, también nos dimos un paseo por el Distrito Centro de Granada. El mismo está dividido en dos barrios. De ellos, el que concentra la mayor parte de los highlights de la ciudad es Centro-Sagrario, que tiene en la Plaza de Bib-Rambla uno de sus epicentros.
Ya ha quedado claro que yo viví dos años en Granada, y también tengo allí familia, pero, a pesar de que la capital nazarí está en el top five de las poblaciones en las que más tiempo he pasado en mi vida, hay sitios emblemáticos de ella que no conocía. Uno de ellos es la Alcaicería.
La Alcaicería granadina está constituida por un entramado de estrechas callejuelas, que se extienden entre la Plaza de Bib-Rambla y la Gran Vía de Colón, justo al este del conjunto que forman la Catedral de Granada, la Capilla Real y la Iglesia Parroquial del Sagrario. El principal punto fuerte de la Alcaicería radica en el hecho de que, en el lugar donde se encuentra situada, se ubicó el zoco durante la larga etapa musulmana de la ciudad. Por eso, ese bazar no es algo impostado, sino que es heredero directo del que existió en época andalusí.
Hay que aclarar, no obstante, que el mercado se quemó el 20 de julio de 1843. Eso significa que, lo que hoy vemos, es una nueva versión del anterior. Efectivamente, al reconstruir la Alcaicería, esta se redujo un poco, y sus calles se alinearon. Además, se llenó de elementos neo árabes, que pueden dar la impresión de que se está en un decorado, pero lo cierto es que allí ha existido un bazar desde hace siglos, por lo que el espectáculo es real.
Tras echar un buen rato en la Alcaicería, nosotros, después de una mañana bastante activa, que había empezado en Restábal cuando llegó la grúa, decidimos hacer un alto en el camino y comer algo, antes de ascender al Albaicín. En Granada, lo de tapear es siempre una opción, pero ese plan suele ser un tanto ajetreado, y queríamos tomarnos un respiro, por lo que almorzamos en el Ristorante Pizzeria La Piccola Carmela.
La Piccola Carmela es un restaurante italiano, que pertenece a un grupo gastronómico denominado Carmela. El mismo tiene cinco negocios en Granada, parecidos, pero con una seña de identidad diferente cada uno. Por ejemplo, hay uno que está centrado en la cocina mediterránea, y otro sirve comida casera. La Piccola, por su parte, es un ristorante italiano de los de siempre. Almorzamos de lujo. Después, nos acercamos a la vecina Plaza Nueva, que se encuentra situada a los pies, tanto del célebre Albaicín, como de la Alhambra.
Partiendo de la Plaza Nueva, nosotros tiramos en dirección al Albaicín, que se encarama por el comienzo de las laderas del Cerro San Miguel. Esa es la zona que vio nacer a la ciudad de Granada, y ha sido testigo del paso de múltiples pobladores a lo largo de los años, aunque parece que la etapa andalusí es la que le ha dado su seña de identidad.
Cuando uno visita el Albaicín, puede darse una vuelta por sus calles, para quedarse con una impresión de cómo es, o puede profundizar en sus muchos encantos, que es algo que lleva más tiempo. Yo, en esta ocasión me tuve que conformar con el paseo general, que, no obstante, puede servir para presentar el barrio en este blog. En el futuro, regresaré a él, para ir desgranando sus detalles, que son cientos. Uno que desconocía, por ejemplo, y con el que me topé por casualidad, fue el de la presencia, en la Cuesta de San Gregorio, de la casa natal del gran Enrique Morente.
Me encantaría verla por dentro, aunque creo que está muy reformada. No obstante, como he dicho, no era el día de hacer visitas concretas. En este caso, el objetivo era refrescar mi memoria, acerca de como se encuentra conformado el Albaicín. En él, abundan las calles en cuesta, cuyo trazado es heredero de la mencionada etapa andalusí de la ciudad. Como se va subiendo, son varios los miradores que uno puede llegar a encontrarse, pero hay uno que destaca por encima de todos, desde que Bill Clinton, en 1997, supuestamente dijera que, desde él, se contempla el atardecer más maravilloso del mundo. Se trata del Mirador de San Nicolás.
Yo, el otro día no pude ver el crepúsculo desde el Mirador de San Nicolás, pero tampoco pasa nada. De hecho, me he enterado hace poco de que, en realidad, Bill Clinton, cuando estuvo en él, se limitó a asentir con educación, a la afirmación del jefe de protocolo de la Casa Real española, Paco Fernández Fábregas, que fue el que hizo la aseveración de que no había en el mundo ninguna puesta de sol tan bonita como esa. Resulta que, al final, Clinton tan solo fue amable, y que la famosa frase la lanzó... un granadino, porque, en efecto, Fernández Fábregas lo es. Sea como fuere, la panorámica desde el Mirador de San Nicolás es una maravilla a cualquier hora. Desde allí, la visión de la Alhambra es espectacular, y si uno es capaz de despegar la vista de ese magnífico edificio, también puede contemplar Granada y la parte sur de la Vega de Granada.
Nosotros subimos por el Albaicín a primera hora de la tarde, soportando un intenso calor, y eso tuvo el lado positivo de que no nos encontramos demasiada gente en el Mirador de San Nicolás, pero también nos dejó bastante cascados. Por esa razón, antes de emprender el camino de vuelta, buscamos un lugar donde tomarnos un refrigerio. El sitio que encontramos fue todo un bálsamo.
La puerta que se ve en la foto pertenece a la Tetería del Bañuelo, que es famosa por las espectaculares vistas de la Alhambra que se ven desde su terraza. Nosotros, sin embargo, le dimos prioridad a estar frescos, y obviamos la posibilidad de sentarnos fuera. Dentro, en una sala refrigerada, estuvimos en la gloria. Al acabar, bajamos hasta la Carrera del Darro y recorrimos el final de esta calle, que discurre paralela al Río Darro.
Al término de la Carrera del Darro está la Plaza Nueva. Desde allí, nos dirigimos hasta la Gran Vía de Colón, donde cogimos el autobús que nos devolvió a las inmediaciones de Norauto. En el taller, nuestro coche ya estaba arreglado, por lo que dimos por finiquitada una inesperada jornada, que perdurará para siempre en mi memoria.
Para acabar, quiero decir que Granada no se ve en un día. Son miles los detalles que ofrece, y a los que hay que prestar atención. Esta visita fue improvisada, y no la llevaba preparada, por lo que terminó destacando, sobre todo, por lo a gusto que estuve con María, con Ana y con Julia. En el futuro, y sin renunciar, ni por asomo, a seguir viendo la ciudad en la mejor compañía, empezaré a sacarle el jugo a Granada de una manera más minuciosa, para poder escribir sobre ello.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado GRANADA.
En 1995 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Granada: 12'5% (hoy día 12'5%).
En 1995 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9'9% (hoy día 36'3%).
Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
En 1995 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Granada: 12'5% (hoy día 12'5%).
En 1995 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9'9% (hoy día 36'3%).
Reto Viajero TESOROS DEL MUNDO
Visitado GRANADA.
En 1995 (primera visita real, aunque incompleta aún para este reto), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 40% (hoy día, estando aún esta visita incompleta 50%).
En 1995 (primera visita real, aunque incompleta aún para este reto), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 1'6% (hoy día, estando aún esta visita incompleta 4'7%).
En 1995 (primera visita real, aunque incompleta aún para este reto), % de Tesoros ya visitados de la España Musulmana: 40% (hoy día, estando aún esta visita incompleta 50%).
En 1995 (primera visita real, aunque incompleta aún para este reto), % de Tesoros del Mundo ya visitados: 1'6% (hoy día, estando aún esta visita incompleta 4'7%).
Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado GRANADA.
En 1995 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Granada: 1'2% (hoy día 6'9%).
En 1995 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'9% (hoy día 21'9%).
En 1995 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Granada: 1'2% (hoy día 6'9%).
En 1995 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'9% (hoy día 21'9%).
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