22 de marzo de 2025

MURO DE FILÍPIDES 2025

Este 2025, al igual que me sucedió en 2024, me había propuesto disputar un maratón después del invierno, pero de nuevo he tenido que suspender el plan de entrenamiento antes de tiempo, debido a problemas físicos. No quiero pensar que la edad ya me está poniendo límites, porque no soy tan viejo, pero lo cierto es que últimamente he sentido como se me han aflojado las tuercas en cuanto le he metido un poco de caña al cuerpo. Desde hace años, me encajo sin percances en los 50 o 52 kilómetros semanales de carrera, y desde la pasada primavera he vuelto a ir un par de días a la semana al gimnasio, por lo que, pese a que noté en 2022 un buen bajonazo a la hora de correr a ritmos altos, me siento incluso más equilibrado que hace una década. Sin embargo, cuando he querido elevar el volumen y la intensidad de las sesiones de running como antaño, he acabado jodido.

Lo del párrafo anterior lo cuento, para decir que mis retos relacionados con los maratones peligran. Nunca he forzado la máquina, y he ido sumando muescas a mi revolver sin prisa, como si siempre fuera a poder participar en todo tipo de pruebas, pero ahora no se si le estoy viendo las orejas al lobo, por lo que respecta a los eventos con recorridos largos y duros. No obstante, por si acaso, he decidido meterle mano en serio a los retos que todavía están seguro a mi alcance. De ellos, el que tengo más abandonado es el de correr, al menos, una carrera en cada municipio de la provincia de Sevilla. Durante años, no le he echado demasiada cuenta a este propósito, porque pienso que me queda por delante tiempo de sobra para cumplirlo, pero también pensaba eso de los desafíos maratonianos, y de repente no se si se me ha pasado ya el arroz. 

En consecuencia, hace unas semanas decidí sacar del ostracismo el reto 105 Municipios, 105 Carreras. Cuando empecé a escribir en este blog, ya había corrido carreras en 36 municipios, pero en los últimos 8 años solo he sumado a la lista, casi por casualidad, Brenes, Almensilla y La Rinconada. En Navidades, también taché Espartinas de la relación de pendientes, pero, de nuevo, se debió a que me pillaba su San Silvestre muy a mano, más que a otra cosa. En cambio, a Huévar del Aljarafe sí fui el domingo con la firme intención de ir avanzando en el reto a un ritmo mayor.


Nunca se sabe lo que puede pasar, y es conveniente que vaya cumpliendo con los retos con una mayor viveza, siempre que pueda. Huévar del Aljarafe es un pueblo que no queda muy lejos del mío, y, por tanto, correr una carrera en él es incluso cómodo. El problema allí era que no me inspiraba ninguna confianza eso de que la prueba que se viene organizando desde 2016 se llame muro. A mí, los recorridos con cuestas no me gustan demasiado, así que no había visto el momento de ir a disputar una cita que mete miedo con el trazado ya desde el nombre.

Luego, resulta que he ido a correr la octava edición del Muro de Filípides, y no solo me ha parecido que la carrera está magníficamente organizada, sino que además me ha encantado... con cuestas y todo.


Porque la carrera Muro de Filípides es una pura cuesta. A mí, ya me escamaron las palabras, tanto del speaker, como de los responsables del diezmil que hablaron antes de que se diera el pistoletazo inicial, porque todos insistieron en que el final era muy duro. Después, comprobé que no mentían, dado que, en efecto, los postreros 3 kilómetros fueron un leñazo. Sin embargo, resulta que en los primeros 1.600 metros ya ascendimos de los 77 a los 104 metros. Eso se lo callaron. 

No obstante, también bajamos mucho, ya que, una vez que llegamos a la cota más elevada, regresamos por el mismo recorrido, y, tras alcanzar la altura de la salida, seguimos descendiendo un largo rato. En concreto, fueron 3.600 metros de despendole, que acabaron a 28 metros sobre el nivel del mar. 


En el kilómetro 5'2, alcanzamos el punto más bajo de la carrera, y, desde ahí, hasta que pasamos por el 7'5, aproximadamente, ascendimos lo mismo que descendimos. Fue un trecho con tramos duros, pero estos se compensaron con otros favorables. En efecto, primero corrimos cuesta arriba unos 1.000 metros, pero luego volvimos al lugar en el que estábamos a 28 metros sobre el nivel del mar. Al llegar a él, fue cuando asumí que ya no podía escapar de los últimos 2.500 metros, en los que subimos desde esos 28 metros, hasta los 76 que había en meta.


La foto que acabo de poner está tomada en un pequeño descansillo que nos encontramos en el último kilómetro. Tuvieron el detalle de sacar en él la instantánea, en vez de inmortalizar la sofocante subida.

Es posible disfrutar corriendo en cuesta

La clave en el Muro de Filípides era saber gestionar bien la alternancia entre los tramos duros y los favorables. El perfil no fue rompepiernas, es decir, no corrimos por un circuito repleto de subidas y de bajadas alternas. En Huévar, los desniveles vinieron por bloques, y eso asegura momentos asfixiantes, pero también es más fácil gestionar las pendientes. El mayor peligro, al principio, era salir demasiado fuerte, ignorando la trampa de los 1.500 metros iniciales, por culpa del exceso de motivación y de la frescura. En ese trecho, era fundamental mantener la cabeza fría. Después, esa mentalidad había que mantenerla yendo cuesta abajo, porque era esencial llegar con gasolina a la segunda mitad de recorrido. Yo hice los primeros 5.000 metros en 21:17, por lo que se podría pensar que iba forzado, pero lo cierto que realicé una valoración de daños en el ecuador de la prueba, y concluí que aún llevaba el depósito suficientemente lleno. Las perspectivas eran sensacionales para la segunda parte de la carrera. Luego, resultó que cubrí los segundos 5 kilómetros en 23:29, lo que es una pasada para mí, hoy por hoy, teniendo en cuenta lo salvaje que fue el trazado al que nos enfrentamos. Me dejé los higadillos, como de costumbre, pero las sensaciones fueron siempre buenas.

Para terminar, tengo que decir que, al margen de lo bien organizado que estuvo el evento a todos los niveles, me encantó el circuito en sí mismo. En un pueblo como Huévar del Aljarafe, que no llega a los 3.500 habitantes, lo de montar un diezmil por asfalto a una sola vuelta es casi una proeza. Para hacerlo, los responsables sacaron primero la carrera del casco urbano por el oeste, fijaron el punto de regreso en IESPA, nos hicieron cruzar de nuevo la población en dirección opuesta, y llevaron la prueba hasta Guadial, que es una urbanización que se encuentra en medio de la nada. Desde allí, retornamos a la localidad, entramos por otro sitio distinto, atravesamos sus enclaves más céntricos, y acabamos al lado de donde habíamos tomado la salida, junto al Polideportivo Municipal Rafael Pozo Reinoso. Fue un recorrido muy chulo, que tuvo una parte interurbana, y que nos hizo pasar por un lugar que no sabía ni que existía. Se trata del mencionado IESPA, que es un acrónimo de Instituto de Emergencias y Seguridad Publica de Andalucía, y que designa a unas instalaciones en las que entrenan los bomberos. Las mismas ocupan una superficie de 9 hectáreas, y están compuestas por un óvalo, en cuyo centro hay naves, casas de mentira, coches y cosas así, todo quemado o preparado para que los bomberos se ejerciten y ensayen.


Esas instalaciones, normalmente están cerradas, pero las abrieron para que pasáramos corriendo por ellas. Como es evidente, no me paré a curiosear por allí, pero lo que vi, aunque fuera a la carrera y con el corazón a mil, me llamó mucho la atención.

En conclusión, ya he disputado carreras en 41 pueblos. De momento, no tengo previsto estrenar ningún otro en breve, pero esta primavera sí quiero participar en un par de citas conocidas. Quizás pruebe suerte en alguna del IMD de Sevilla, con la intención de intentar volver a correr un diezmil homologado en menos de 45 minutos. Seguiremos informando...


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 261.
% del Total de Carreras a completar: 26%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en HUÉVAR DEL ALJARAFE.
% de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que he corrido una Carrera: 39%.


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